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Reseña: Sueño de trenes (2015) de Denis Johnson

El tiempo va

Por Sebastián Uribe

Esta novela inicia con un arrebato violento: el protagonista –sin motivación aparente– se une a un grupo que quiere lanzar a un hombre por un precipicio. Este recuerdo será evocado por el protagonista, de tanto en tanto, a lo largo de la narración. ¿Qué hubo detrás de ese impulso? ¿Fue solo un intento de salir del marasmo? Aún sin eclipsar la historia, notamos la evocación obsesiva y punzante, uno de los mayores logros de Johnson, quien consigue atenuar la tragedia y la culpa con la posibilidad de continuar viviendo, aun cuando fuerzas de la naturaleza le arrebatan el presente y el futuro a su protagonista. Un tren que sigue en marcha sin reparar en las vicisitudes del camino, impulsado por una fuerza que lo sobrepasa.

Que no se confunda lo anterior con una retórica motivacional. Sueño de trenes da cuenta de la vida de un hombre una empresa tan ardua como erigir una red ferroviaria que una a todo un país. Porque el retrato de Grainier es el de un hombre atravesado por la Historia, por las ansias de un progreso colmado de explotación y violencia. Uno que arrasa y aniquila, sin límite aparente:

La experiencia que había tenido Grainier con el Atajo de Dieciocho Kilómetros le dio ansias de participar en otras empresas enormes, donde multitudes de hombres eliminaran porciones enteras de un tamaño nunca visto, armando gigantescos puentes de caballete de madera, en lo alto de abismos infranqueables, cada vez más grandes, más largos y más profundos” (p.19).

La estrategia que usa Johnson para dar cuenta de ello es la alternancia de escenas y emociones, en distintos tiempos, en un orden que permite observar las consecuencias de la tragedia central del protagonista: Un incendio que lo devora, estruja y atormenta, cuyas cenizas se convierten en el hollín de su espíritu, dejando en al descubierto una oscuridad latente que parece haber permanecido allí desde esa primera escena narrada:

El recuerdo casi le paraba el corazón. Estaba seguro de que el chino se había vengado invocando una maldición (…) Le parecía a todas luces un castigo demasiado grande” (p. 76)

Un castigo demasiado grande, insondable como la naturaleza que a la fuerza se intenta domar para construir un camino. En fin, sueños de trenes que permitan traspasar esa frontera para el hombre, que permitan controlar lo incontrolable. Trenes que atraviesen el dolor de seguir viviendo tras la pérdida de lo que más se amaba, con dichos recuerdos enraizados y mezclados ahora con el resentimiento tras la marca de la muerte.

Ahora dormía bien por las noches, y a menudo soñaba con trenes, y sobre todo con un tren en concreto: él iba a bordo; podía oler el humo de carbón; un mundo entero pasaba por las ventanillas. A continuación, se veía a sí mismo de pie en aquel mundo mientras se apagaba el ruido del tren. La frágil familiaridad de aquellas escenas le sugería que procedían de su infancia. A veces se despertaba oyendo cómo el ruido del tren de la Spokane International se disipaba por el valle y se daba cuenta de que había estado oyendo aquella locomotora mientras soñaba”. (p. 90)

No es un detalle menor que Grainier pase de una vida sedentaria a una nómada al adoptar el oficio de transportista. La movilidad física parece la forma de sacudirse las cenizas de esa tierra que se volvió infierno: primero por el fuego, luego por el recuerdo. A lo largo del relato, Johnson va introduciendo personajes, pequeñas historias que corren en paralelo, tragedias encapsuladas en pequeñas dosis que le permiten a Grainier soportar las propias heridas. Microhistorias con un elemento en común: la violencia adherida a todo el lenguaje, que permea todo lo que todos tienen para contarse. Todo ello se narra con un ritmo calmo que logra prolongar las páginas de este breve y magnífico libro que, tras su final, solo provoca ir a buscar todo lo que ha publicado este gran autor norteamericano.

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Datos del libro reseñado:

Denis Johnson

Sueño de trenes

Random House, 2015, 144 pp.

Traducción de Javier Calvo

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Reseña: Mañana y tarde (2023) de Jon Fosse

La vida de un hombre

Por Omar Guerrero

Mañana y tarde (Nórdica / De Conatus, 2023) de Jon Fosse (Haugesund, 1959), Premio Nobel de Literatura 2023, es el reciente libro traducido al español de este autor noruego que ha despertado el interés de todo el mundo a partir del galardón obtenido por el conjunto de su obra. Esta novela corta cuenta la historia de la vida de un hombre llamado Johannes, cuyo nacimiento se cuenta en la primera parte del libro. Incluso, la narración va más allá, pues se comentan muchas cosas que ocurren dentro de su familia antes de darse este nacimiento. Aquí se llega a saber parte de la historia de su padre Olai, un pescador que vive con su esposa Marta y su pequeña hija Magda. Todo empieza con la labor de parto de Marta con ayuda de una matrona llamada Anna. Y mientras se espera la llegada de este bebé que se llamará igual que su abuelo, se va deduciendo, además de pensar y decir muchas cosas sobre la condición del hombre y la vida: “Pues aquí pasa lo mismo con los hombres, sabes lo que traen ¿no? dice la vieja matrona Anna   Sí, ya, traen desgracias, dice Olai” (p.4). Por otra parte, también se profundiza sobre la presencia de Dios y su designio sobre la vida de los humamos y cómo debe tomarse esto que se destina o que se asume como un regalo divino: “[…] hasta ahora el buen Dios había venido a él, Olai tenía una buena vida, y con lo que él quería a su mujer y a su hija Magda, no tenía derecho a quejarse, claro que no, mientras tuvieran a Magda no podían quejarse de su suerte, más bien debían dar gracias a Dios nuestro Señor por habérsela concedido, así pensaban ellos, tanto Marta como él, pero resulta que un día a Marta empezó a crecerle el vientre y entonces vieron claro que Dios nuestro Señor iba a darles otro hijo y cuando no cabía ninguna duda, dieron gracias a Dios nuestro Señor por bendecirles con otro hijo y esta vez sería un varón, ahora nacería el pequeño Johannes, de eso Olai estaba bastante seguro, y ya habían llegado el día y el momento, solo que la cosa se alargaba y se alargaba, pensaba Olai […]” (p.6). Y, sin embargo, aquello que proviene de la religión o de lo que se considera un ser supremo también se cuestionan o se establecen dudas sin necesidad de caer en una herejía: “[…] ¿qué será? ¿quién puede decirlo? porque tiene que haber un espíritu de Dios que esté en todo y haga que las cosas sean algo más que una nada, que las transforme en sentido y en colores, y por tanto, piensa Olai, también las palabras y el espíritu de Dios deben estar en todo, pues sí, seguro que sí, piensa Olai […] pero que Dios lo decida todo y que todo lo que ocurre tenga un sentido divino, eso no se lo traga, la verdad como que se llama Olai y es pescador y está casado con Marta y es hijo de Johannes y como que ahora, en este mismo instante, va a ser padre de un niño chico que se llama Johannes por su abuelo.” (p.8). En este primer capítulo (como en el resto de la novela) llama la atención una puntuación que no se ciñe a la regla, pues se exceptúa en punto seguido y el punto aparte en casi todas sus líneas o frases, lo que produce una sensación acelerada en la lectura como si no hubiera descanso.

En el segundo capítulo, que es el más extenso y dónde se desarrolla gran parte de esta historia, se cuenta la vida de Johannes desde que es joven hasta su vejez, momento previo a su muerte, cuyo momento seguirá siendo consciente como cada hecho que ocurre en su vida. Todo este transcurrir de tiempo se agiliza y se abrevia a partir de la ausencia de puntuación (por lo menos así se percibe). En este segundo capítulo surgen otros personajes como Peter, el amigo de Johannes, quien tiene la característica de siempre llevar el pelo largo, y a quien Johannes promete cortárselo reiteradas veces, y con ello se deduce el transcurrir del tiempo. También aparecen más personajes como la numerosa familia que forma Johannes y otras personas allegadas con las que comparte distintos puntos de vista. Entonces vuelve a surgir el cuestionamiento de Dios y la religión como algo que puede resultar a favor o contra de las personas según sus creencias: “[…] Jakop el Zapatero era un buen hombre y además era muy creyente, un hombre de fe firme, desde luego, solo que él creía en lo suyo y dejaba que los demás creyeran en lo que les diera la gana, el Dios en que creía él estaba muy lejos de este mundo cruel, decía Jakop el Zapatero, porque ¿quién podía creerse que hubiera un dios bueno, omnipotente y omnisciente que gobernara este mundo? decía, no, su Dios de este mundo, aunque Él también estuviera aquí, eran otros dioses, otro dios, el que gobernaba esto, decía Jakop el Zapatero, y en eso debía de tener razón, piensa Johannes […]” (p.31). Se añade que Johannes es consciente de su envejecimiento, y con ello, de la experiencia que ha adquirido como sucede con cualquier hombre común y corriente, no importa que se trate de un simple pescador como lo fue su padre Olai. Y cada frase de este capítulo, incluido los diálogos, que tampoco están señalizados con guiones como parte de su excepción en la puntuación por parte del autor, se pueden conocer otros hechos o situaciones en la vida de Johannes como su cercanía con la vieja señorita Pettersen y la comercialización de los cangrejos que consigue en su labor de pescador. Se conoce también su fascinación por el cigarro: “Llevo sesenta años fumando, así que tendré que fumar los años que me quedan, dice Johannes” (p.73).  Un personaje que se vuelve trascendental en el final de esta historia (y también en la vida de Johannes) es su hija Signe, con quien tiene una situación que sobrepasa lo real (también podría determinarse como fantástico) para así determinar la cercanía de la muerte o su pronta llegada: “Y Signe avanza derecho hacia él y luego entra en él y Signe lo atravesó como si nada y él notó su calor, pero ella lo atravesó como si nada, como si nada, piensa Johannes, y Signe piensa que esto, esto, pero había algo avanzado hacia ella, lo vio perfectamente e intentó esquivarlo, apartarse, pero es que no se podía, vino derecho hacia ella y entonces, pues entonces no le quedó más remedio que seguir andando y resulta que lo atravesó como si nada y estaba muy frío, aunque tampoco es que doliera, simplemente estaba frío y desamparado, y qué horror, esto no puede contárselo a nadie, porque si lo cuenta creerán que se ha vuelto loca, piensa Signe ¿y qué le pasará a su padre? ¿no se habrá echado a morir también?” (p. 75). Y con la llegada de lo inevitable, del fin de la vida, Signe, la hija de Johannes, menciona, a través de su lamento, la bondad de su padre tan igual como podría suceder con cualquier hombre: “[…] y Signe piensa que ahora tiene que correr la cortina y mirar adentro, y seguro que ahí yace su padre, y estará muerto, padre Johannes, piensa Signe, ay qué lástima le da, su padre ha sido un bicho raro toda la vida, pero tan bueno y amable, y se ha dejado la piel en los suyos ¿y ahora se habrá marchado él también? Piensa Signe, ay qué pena, piensa Signe” (p.79). Y con este final previsto se entiende la analogía del título Mañana y tarde contenida en estos dos capítulos como si se tratase de una representación efímera de la vida misma que consiste en nacer, crecer, vivir, amar, envejecer y morir. Como punto final, no se puede dejar de mencionar la simpleza del lenguaje que, a pesar de su puntuación exceptuada, estimula a más de una reflexión.   

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Datos del libro reseñado:

Jon Fosse

Mañana y tarde

Nórdica / De Conatus, 2023

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Reseña: Mejor ni te cuento. I antología del Visceralismo Mágico (2023)

Un grupo narrativo autodenominado “Visceralismo Mágico”

Por Omar Guerrero

Mejor ni te cuento. I antología del Visceralismo Mágico, publicado en el sello del mismo nombre: Visceralismo Mágico, 2023; corresponde a un grupo de narradores peruanos (nueve escritores relativamente nuevos) que se presentan ante el público lector con un conjunto de cuentos que reúnen diversas temáticas. Lo primero que se nos viene a la mente al leer la palabra “visceralista” es relacionarlo, sin duda, a Roberto Bolaño y a sus personajes de Los detectives salvajes, quienes también se hacían llamar visceralistas en la ficción, tomado del infrarrealismo que desarrolló Bolaño junto a otros poetas mexicanos, aunque en estos cuentos no encontraremos jóvenes rebeldes emparentados con la poesía que buscan a poetas desaparecidos ni mucho menos que intenten dinamitar cualquier canon donde no se les incluya. Tampoco se desarrolla la radiografía cultural y literaria de una gran urbe como hace Bolaño con Ciudad de México. En esta antología aparecen como escenarios la ciudad de Lima (en su gran mayoría) y también París y Berlín (ambos sólo en una ocasión). Se incluyen, además, otros lugares como la selva peruana, a pesar de que no se les puede considerar grandes urbes, aunque sus parajes no dejan de resultar exóticos. Lo que sí coinciden con la obra de Bolaño es en la juventud de sus personajes, quienes se presentan, casi siempre, en búsqueda de algo o en situaciones desfavorables. Por otra parte, la palabra “mágico” nos lleva a pensar en el “realismo mágico” de Gabriel García Márquez, aunque aquí tampoco vamos a encontrar estirpes familiares que son parte de acontecimientos históricos o hechos sobrenaturales como inacabables diluvios o personajes femeninos que se elevan a los cielos ni que comen tierra o las paredes de las casas producto de la tristeza. Con estos antecedentes se deduce que el “visceralismo” que se anuncia en el título de este libro, o en su autodenominación como movimiento, no corresponde a una herencia Bolañesca sino a lo que estos autores asumen como parte de una realidad que busca sacudir o asombrar a partir de una condición casi siempre negativa en sus personajes, incluido el desánimo y la derrota. En cuanto a lo “mágico” no se encuentra relación alguna con este término, a menos que se trate de una ironía sólo reconocible al finalizar su lectura o, tal vez, a la idea de que los nombres de estos nuevos narradores aparezcan en la escena literaria como si fuesen conejos salidos de un sombrero. Asumo de que eso se trata. Ahora vayamos a los autores y sus textos.

El primer autor es Mauricio Arana (Lima, 1988). Se define como lector de Murakami y anuncia que su primer libro de cuentos saldrá pronto. Aquí presenta dos relatos: “Cadete Pepper” y “Retiro”. El primero no guarda relación con la famosa canción ni con el disco Sgt. Pepper de The Beatles, que es lo primero que se nos viene a la mente al leer el título. Lo menciono por el uso de la palabra “pepper”. Lo que sí hace referencia es a la pimienta como ingrediente alimenticio cuyo sabor no es del agrado del personaje, por lo que ha decidido no consumirla más. No sucede lo mismo con la marihuana. Sus argumentos son compartidos con unos amigos, quienes, por el uso de lenguaje cotidiano junto a ciertas replanas, mostrado a través de pequeños diálogos, se logra reconocer su juventud. Estas diferencias entre la pimienta y la marihuana les sirven para establecer una analogía y decidir sobre la relación sentimental con una muchacha mientras hacen su pedido de comida rápida. En cuanto a “Retiro” su argumento se ciñe a un viaje a Tarapoto, selva norte del Perú, para cumplir con un retiro espiritual donde los participantes practican yoga y se someten a dietas detox. El personaje es un muchacho que acompaña a su enamorada sin ningún interés en las actividades programadas, sólo lo hace para cumplir su rol de varón y mantener su presencia como enamorado. Y en su desidia hacia los intereses de su pareja empieza a imaginar (o soñar) situaciones adversas que no llegan a mayores.

El segundo autor, en este caso autora, es Judith Bravo (Lima, 1986) quien ha publicado la novela Cartas a un eterno desconocido (2017) y el poemario No me mires muy de cerca (2022). Los cuentos que aquí presenta son “El Año Nuevo de Georgina” y “Nuestra canción”. En el primero se hace el recuerdo de un familiar mientras se inspecciona una vieja casa que ha quedado como herencia. Y como parte de estos recuerdos surgen canciones de rock en español como parte de una banda sonora. Lo más interesante es que lo sexual cobra relevancia. Esto mismo queda como registro en el siguiente cuento: “Nuestra canción”. La voz femenina que narra se explaya en situaciones íntimas de manera concreta: “Me coloqué encima de ti, puse mis manos sobre la cama mientras aún te observaba y, con esa última mirada, me lancé a la búsqueda de tu sexo erecto, no sin antes besar tus rincones escondidos y las marcas en la piel que mis manos te habían dejado. Descendí despacio, observé cada detalle hasta encontrarme con esa región que nunca me habías mostrado. Posé la punta de la lengua en tu glande; la albergué en mi boca caliente. Jugué con él, al menos un rato” (p.40). La mención a más canciones de rock se entiende como un recurso reiterativo. Sin embargo, lo sexual sigue siendo una gran oportunidad para desarrollar una narrativa relacionada al erotismo.

El tercer autor es Jose de la Peña (Chimbote, 1993) quien ha publicado el libro de cuento Breves paseos por Marte (2018) y la novela El año del fantasma (2022). Aquí presenta los cuentos “Randonautica” y “La visita (o la ciega anunciación)”. El primero aborda el tema de las aplicaciones para citas para establecer distinto tipos de relaciones, sobre todo las sentimentales. También se menciona el gusto por la marihuana: “Yo siempre había amado la marihuana, incluso desde antes de entender qué era, porque recuerdo una vez que fui con mis viejos a una feria artesanal y me prendí de un collar que tenía calada una gigantesca hoja de cannabis” (p.56). Ambos tópicos son registros que provienen de su primera novela y que el autor sigue explorando en su narrativa. En el segundo cuento se considera el tema de la familia y los secretos que se dan a conocer a partir de un hecho que parece irreal o fantástico con la presencia de un personaje que es un ente o monstruo (este elemento marca una diferencia en este libro). Por otra parte, la condición femenina de las mujeres de la familia es un gran punto a favor.   

El cuarto autor, en este caso, autora, es Carmincha Muñoz (Lima, 1975). No tiene publicaciones previas. Aquí presenta los cuentos “Miley” y “We-We”. En el primero se encuentra un tema que recién despierta el interés en la narrativa peruana y que corresponde a la migración venezolana. El personaje migrante femenino cumple el trabajo de servicio doméstico y el cuidado de ancianos. Aquí los diálogos cortos funcionan, más no el uso del lenguaje de los personajes. En “We-We” el escenario es la ciudad de París. Los diálogos de los personajes femeninos dan a entender una evidente condición de extranjería, aunque el lenguaje utilizado limita, una vez más, el interés en la historia.   

El quinto autor es Manuel Nieves (Tarapoto, 1977) quien ha publicado el libro de cuentos El último color (2021). Aquí presenta “Nacimiento y muerte de una diosa” y “Nota de prensa”. El primero resulta bastante interesante por tomar elementos de la mitología amazónica para presentar a una Diosa que no está exenta de lo sexual y cuya historia mantiene tintes de cierto dramatismo. En el segundo cuento lo sexual vuelve a presentarse a partir de un personaje que se asume como femenino al confesar el gusto que tiene por el tamaño de sus senos recién operados. Este personaje llega a Lima para ejercer el meretricio. Una noche acepta subir a la camioneta de un cliente que le parece guapo. A partir del trato que recibe de este cliente se logra conocer la verdadera identidad de este personaje marginal condenado a la fatalidad.

El sexto autor es Andrés Pinto (Lima, 1989). Tampoco tiene publicaciones previas. Aquí presenta “El imperio de la verborrea” y “Monedas falsas”. En el primero se percibe una condición de derrota y sufrimiento a partir de un trabajo que ha quedado pendiente para el personaje en medio de muchos pensamientos y sentimientos que terminan siendo negativos. Tanto en el discurso como en la situación del personaje que narra en primera persona se percibe aquello que podemos entender como visceral en su exactitud: “Miles de letras, palabras, oraciones endebles, en fuentes tipográficas de todo tipo, chorreaban inertes luego de ser exiliadas de mi ano. Caían sobre el suelo al no poder ser contenidas por mis manos. Cobraban vida y andaban como víboras por las paredes, dejando rastros de saliva y sangre por todos lados” (p.107).  En el segundo cuento se muestra, otra vez, la situación de derrota a partir de una situación dada en un micro (bus público) donde la réplica del lenguaje cotidiano de los personajes no se considera un gran aporte.

El séptimo autor es Gerardo Ramos (Lima, 1986) quien sólo tiene la publicación de un cuento en un libro en conjunto con otros autores: Borrones y cuentos nuevos (2021).  “Campo minado” es el único cuento que presenta en esta antología. Aquí los recuerdos son un detonante en la condición del personaje masculino que, por la forma de su lenguaje junto a otras vivencias, se puede entender que es bastante joven. Todo ello ocurre en Lima como escenario. Se suma una sensación derrota que ya es una característica en la mayoría de los cuentos de este primer volumen.    

El octavo autor es Christian Reto (Callao, 1983) quien ya ha publicado los libros de cuentos Jesús, el político (2015) y la novela Matalisuras (2022). Aquí presenta “El día según los nocturnos” y “Las saludes”. En el primero se aborda la vida nocturna relacionada a los excesos, incluido el sexo, al punto que todo esto puede resultar atractivo y rentable para un montar un negocio. Sin embargo, se busca tener otro tipo de vida que corresponda más al día, pero las intenciones y deseos de una pareja pueden más a pesar de la presencia de su bebé. En el segundo cuento, uno de los más sensibles y atractivos del libro, se aborda las deficiencias del sistema de salud. No importa que sea privado, lo que puede suponer lo que sucedería en la salud pública por comparación tácita. Por otro lado, la relación madre e hijo es sobresaliente. Se suma los guiños del narrador con el autor real al mencionar un cuento relacionado a la vida nocturna y los excesos, además de la novela que lleva el mismo título que Reto publicó en el 2022.

El último y noveno autor es Phillipe Rullier (Lima, 1985). No tiene publicaciones previas salvo en internet. Aquí presenta los cuentos “Mañana nunca muere” e “Ingeniero en Berlín”. En el primero se aborda el tema del desempleo juvenil y la búsqueda de inserción laboral con todas las exigencias que esto implica sin importar la preparación que se tenga. Otra vez se percibe el sentido de la derrota. Sólo el ámbito sentimental parece ser un único refugio. En el segundo cuento se presenta a la ciudad de Berlín como escenario. Sobresale el tema de la migración y la identidad a partir de un partido de fútbol de la selección peruana en Alemania donde se confronta las diferencias que arrastran sus mismos compatriotas: “Peruanos vinieron de todos lados, pero principalmente de Italia, Holanda, y algunas ciudades de Alemania para demostrar su amor por la blanquirroja. No obstante, su antipatía por algunos connacionales salió a flote” (p. 174). Aquí queda en evidencia una peruanidad fuera del Perú llena de diferencias, tan igual como sucede dentro del territorio patrio, y cuya unidad como nación sólo dura los dos tiempos de un partido de fútbol. Se suma la inconformidad, la desilusión, la melancolía y también la constante sensación de derrota, en todo sentido, incluso en lo deportivo.   

A partir de lo expuesto se deduce que las situaciones negativas son un impulso para desarrollo de estas narraciones cuyos personajes juveniles, en su mayoría, viven en un permanente estado de insatisfacción, lo que obliga a una búsqueda que no deja de ser continua y que muchas veces puede resultar adversa como su mismo origen. Sin embargo, todo esto puede ser un buen leit motiv para siguientes entregas. Eso sí, se recomienda un mayor cuidado en el uso del lenguaje, más aún si se cede la palabra a los personajes.

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Datos del libro reseñado:

Varios escritores

Mejor ni te cuento. I antología del Visceralismo Mágico

Visceralismo Mágico, 2023

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Reseña: Le dedico mi silencio (2023) de Mario Vargas Llosa

La última novela de Mario Vargas Llosa

Por Omar Guerrero

Le dedico mi silencio (Alfaguara, 2023) de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) es la última novela con la que se cierra una larga y reconocida trayectoria literaria de más de sesenta años. En otras palabras, esta es su despedida como escritor en este género. Así lo anunció el Premio Nobel de Literatura días antes de la fecha de lanzamiento del libro (26 de octubre). (Lo comenta también en el último capítulo del documental Una vida en palabras que se puede ver aquí). (Para la promoción del libro se utilizó parte de este material para hacer un pequeño documental con el mismo nombre de la novela que también se puede ver aquí). Esta misma noticia es confirmada por sus lectores en la última página del libro: “[…] Creo que he finalizado ya esta novela. Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré” (p. 303). Tal vez los más escépticos (y hasta sus enemigos) dirán que se trata de una artimaña para seguir llamando la atención y vender más sus libros, algo que Vargas Llosa no necesita. Lo cierto es que el paso del tiempo y la senectud son ineludibles en la vida del escritor, quizás por eso esta novela se encuentra llena de nostalgia y añoranzas transmitidas a través de su personaje Toño Azpilcueta, quien llega a considerar sus anhelos e ideas como una posibilidad en lugar de una utopía. 

La novela está dividida en 37 capítulos, algunos bastante cortos. En muchos de estos capítulos llama la atención la exploración del discurso en el género ensayo (más adelante indicaremos por qué). El uso del tiempo es casi lineal. No hay saltos temporales entre un capítulo y otro, sobre todo con la historia de Azpilcueta, sólo se manifiestan las elipsis, además de los recuerdos que no se recrean como parte del pasado, sino que quedan como lo que son: recuerdos. Se añade el recabado de información como parte de una investigación correspondiente a ese mismo pasado (también indicaremos por qué).

Su personaje principal se llama Toño Azpilcueta a quien no se le puede definir ni como periodista ni como intelectual, a pesar de que conjuga ambas actividades (esta última es la que desarrollará con mayor ahínco a lo largo de la novela). Su afición es la música criolla, no como músico sino como un estudioso y/o melómano. Se gana la vida escribiendo pequeños artículos en distintos medios sobre este tema. Azpilcueta reconoce en este género musical el encanto de una época pasada, también el origen de una identidad mestiza que bien podría eliminar las diferencias sociales y raciales de su país. Como es de suponer, toda la novela trascurre en el Perú. La mayor parte en Lima, pero también en la costa norte, con mayor precisión, en Puerto Eten, Lambayeque. El tiempo de la novela se ubica en 1992, meses después de la muerte de la lideresa y dirigente María Elena Moyano, asesinada por Sendero Luminoso el 15 de febrero de ese mismo año (mencionado en la página 16). Se confirma este tiempo de narración con la captura de Abimael Guzmán (12.09.1992) (mencionado en la página 175).   

La historia de esta novela empieza desde el momento en que Toño Azpilcueta se pregunta para qué un personaje como José Durand Flores (que bien podría ser el escritor y folclorista José Durand Flórez, fallecido en 1990), miembro de la élite intelectual del Perú, desea comunicarse con él. Es entonces que se logra saber que Azpilcueta vive en Villa El Salvador, un distrito periférico de Lima que surgió a inicio de los años ochenta con la migración masiva de la sierra peruana hacia la capital, más aún con la violencia desencadenada por el terrorismo, lo que originó el conflicto armado interno que duró más de una década. En este nuevo distrito vive Azpilcueta con su esposa Matilde y sus dos hijas. Matilde realiza distintos tipos de trabajos caseros como lavandería o costura de ropa. Ambos sobreviven con los trabajos que realizan. Sin embargo, Azpilcueta tiene muchas carencias. Ni siquiera cuenta con teléfono, por lo que se comunica con el único teléfono de la zona que se encuentra ubicado en la pulpería de su amigo apellidado Collau, cuyo local también sirve de quiosco para la venta de revistas y periódicos. A partir de la comunicación entre Durand Flores y Azpilcueta, se logra saber la existencia de un joven prodigio de la guitarra criolla peruana. Su nombre es Lalo Molfino, un muchacho proveniente de Chiclayo, Lambayeque, que se caracteriza por ser algo esquivo y reservado, además de comportarse con cierta vanidad al saber que toca muy bien la guitarra cuando ejecuta las canciones de música criolla. Este será el móvil para que Toño Azpilcueta empiece una investigación sobre este guitarrista que llegó a formar parte de importantes grupos musicales como Perú Negro o la compañía de la cantante criolla Cecilia Barraza, quien es muy amiga de Toño Azpilcueta.

Como parte de esta investigación, Azpilcueta sostiene su tesis sobre la importancia de la música criolla dentro del concepto de nación, pues ya había realizado en la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos un trabajo sobre el vals peruano para obtener su título de bachillerato, el cual fue asesorado por su maestro Hermógenes A. Morones, quien, al morir, dejó un vacío en lo que corresponde a los estudios sobre el folclore peruano. Azpilcueta aspira a cubrir este vacío, no importa si lo hace fuera de la vida académica. A partir de esta investigación se inserta en la novela capítulos que contienen un discurso dirigido al ensayo en primera persona que toma muchas referencias históricas para crear un contexto que gire en torno al origen de la identidad peruana:

“[…] Y por eso los callejones y la música criolla resultaron inseparables para los cerca de setenta mil limeños (llamémoslos así) que allí residían, aunque la mayoría de los «callejoneros» venían de todos los pueblos del interior del Perú” […] “El gran compositor nacional, Felipe Pinglo Alva, asistió muchas veces a esas fiestas que animaban los callejones de Lima, pero se retiraba temprano -bueno, eso de temprano es un decir- porque tenía que ir al día siguiente a trabajar. Decían de él que llegó a componer más de trescientas piezas antes de morir” […] “Los callejones de Lima fueron la cuna de la música que, tres siglos después de la conquista, se podía llamar genuinamente peruana. Y ni siquiera hay que decir que el orgulloso autor de estas líneas la considera el aporte más sublime del Perú al mundo. En los callejones había ratas, pero también había música, y una cosa compensaba la otra” (pp. 24-25). 

Con respecto a las ratas, estos roedores no sólo se presentan como la principal fobia de Toño Azpilcueta, sino que también se les considera como una figura simbólica referente a todo lo negativo de una sociedad, y cuya presencia, real o imaginada, resultan más que una amenaza, pues si bien Azpilcueta intenta construir una idea de hermandad y unión entre los peruanos a través de la música criolla, la presencia de estas ratas, referidas siempre a la pobreza, a la enfermedad y a la podredumbre (y, por qué no, también a la corrupción), no harán más que ensombrecer y espantar todos estos anhelos.

La mejor parte de la novela es cuando Azpilcueta viaja a Puerto Eten para investigar sobre la vida de Lalo Molfino con el único fin de hacer un libro. Ahí llega a saber sobre su origen relacionado a la basura y a las ratas. También conocerá parte de su infancia, juventud y amores. Uno de estos amores es una muchacha que brindará una mayor información sobre este joven cuya vida se vio afectada por la enfermedad y la tragedia, tal como sucedió con otros grandes exponentes del género como Felipe Pinglo o Lucha Reyes, también mencionados en la novela.

Otro tema que surge en las investigaciones de Azpilcueta es la huachafería peruana, considerada como una característica singular entre sus compatriotas. Es más, hasta él mismo se reconoce como tal, en especial cuando confiesa su gusto por las letras de ciertas canciones del criollismo peruano. Esta misma huachafería se muestra en su comportamiento que varía a partir de su emoción, admiración y sentimientos hacia la cantante Cecilia Barraza, también presente en varios capítulos. Esta huachafería sirve para definir a la sociedad peruana como mestiza a todo nivel y en todas sus clases sociales, por lo que se considera un punto en común entre todos los peruanos:

“Había una huachafería humilde, de los peruanos indios, una huachafería de los cholos, es decir, de las clases medias, y hasta los ricos tenían su propia huachafería cuando se hacían pasar por nobles o descendientes de nobles, retándose a duelo entre ellos según el código del marqués de Cabriñana, como si eso fuera a blanquearlos un poquito, haciéndoles perder su condición de mestizos” (p. 69).    

Según Azpilcueta, esta huachafería llega a manifestarse hasta en la propia literatura. Para confirmar esta teoría, cita a ciertos autores emblemáticos que reúnen las siguientes características:

“Acaso donde mejor se pueden apreciar las infinitas variantes de la huachafería es en la literatura, porque, de manera natural, ella está sobre todo presente en el hablar y el escribir. Hay poetas que son huachafos a ratos, como César Vallejo, y otros que lo son siempre, como José Santos Chocano, y poetas que no son huachafos sólo cuando escriben en verso, como Martín Adán. En cambio, en sus ensayos se muestran excesivamente huachafo. Es insólito el caso de Julio Ramón Ribeyro, que no es huachafo jamás, lo que tratándose de un escritor peruano resulta una extravagancia. Más frecuente es el caso de aquéllos como Bryce y como Salazar Bondy en los que, pese a sus prejuicios y cobardías contra ella, la huachafería irrumpe siempre en algún momento en lo que escriben, como un incurable vicio secreto. Ejemplo notable es el de Manuel Scorza, en el que hasta las comas y los acentos parecen huachafos” (p. 210).

Y entre todas estas ideas, hipótesis y teorías, Toño Azpilcueta logra terminar de escribir su libro al que titula Lalo Molfino y la revolución silenciosa, cuyo lanzamiento no llama la atención de la prensa cultural limeña ni de la lectoría peruana. Sin embargo, algo ocurre que de pronto se revierte esta situación. Azpilcueta sale del anonimato y se convierte en un protagonista a niveles que ni el mismo se esperaba. Hasta llega a tener una cátedra en San Marcos. Y todo en base a su esperanza de vencer las utopías a partir de sus ideas:

“Si el Perú abandonara su mentalidad de pura supervivencia y se convirtiera en una nación próspera gracias a su música, acaso iría cambiando también su situación dentro del panorama mundial, logrando infiltrarse dentro de ese grupito de países donde todo se decide, la paz y la guerra, las grandes catástrofes o las alegrías que de tanto en tanto vienen a hacer feliz a la gente. Es seguro que yo no lo veré, pero la vida y obra de Lalo Molfino, acompañada de las ideas que aquí han sido consignadas, contribuirán a que así sea. Como los Siete ensayos de Mariátegui, o la poesía de César Vallejo, o las tradiciones de Ricardo Palma, este libro que sujetas, lector, en tus manos de peruano amigo, será el punto de arranque de una verdadera revolución que sacará a nuestra patria de su pobreza y tristeza y la convertirá de nuevo en un país pujante, creativo y verdaderamente igualitario, sin las enormes diferencias que hoy día lo agobian y hunden. Que así sea” (p. 241).    

Otros temas que Azpilcueta da a conocer en sus escritos son el cajón peruano, la tauromaquia, la brujería, el racismo (eliminada con la historia de sus amigos Toni y Lala cuyo erotismo se mantiene hasta la vejez), además de mencionar a otros exponentes de la música criolla peruana como Chabuca Granda, Jesús Vásquez y Óscar Avilés. A través del narrador también se conoce la postura de Azpilcueta en cuanto a la religión católica a pesar de haber estudiado en un colegio religioso cuyo nombre se menciona hasta en cinco ocasiones (Se trata del colegio La Salle ubicado en el distrito de Breña donde el mismo Vargas Llosa estudió un par de años y donde tuvo en desencuentro con uno de los hermanos de esta congregación que le hizo desistir de su condición de creyente y cuyo episodio ya ha sido contado en El pez en el agua).   

Si bien no hay momentos de grandes destellos narrativos en la novela, como las técnicas a las que ya nos tenía acostumbrados nuestro Premio Nobel, no se puede dejar de considerar la nostalgia que se percibe en el personaje de Toño Azpilcueta y en el narrador con cada hecho que se cuenta o se rememora, pues aquí se toman muchos referentes culturales e históricos para dar contexto a una ficción cuyo reflejo sigue siendo muy similar a la realidad. La visión de los personajes en los capítulos finales da a entender que la esperanza se puede mantener, por más pequeña que sea, incluso hasta huachafa, sin importar las contantes utopías que son más cercanas a lo real.

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Datos del libro reseñado:

Mario Vargas Llosa

Le dedico mi silencio

Alfaguara, 2023

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Reseña: Cisnes (2023) de José Morales Saravia

La selva apresada. Cisnes de José Morales Saravia

Por Cristian Briceño

Imagen devota del barroco propone Mateo Díaz Choza en su ensayo Montalbetti, Morales Saravia y la carta robada:

“Si algo singulariza al proyecto poético de JMS no es el ascenso sino sus descensos a las profundidades de la palabra, al barro del lenguaje”.

Es versión de esa otra estampa tan socorrida, la del cerdo hozando en el lodo en pos de la perla, del berrueco que devuelve al ojo unos cuantos resplandores; el lector de Morales Saravia se habrá topado con aquel tupido lodo en libros como Légamos del 2013, por poner un ejemplo no tan remoto: cientos de parágrafos compuestos por geografías gramaticales donde el oxígeno parece escasear, prosa poética de arborescente vestimento, un frondoso cieno de varia nomenclatura donde no es difícil atascar el paso. En su momento, el libro me sobrepasó y no pude concluir esa lectura: quedé sentido, aunque satisfecho (¿?). E. Lafferranderie se ha referido a la obra de Morales Saravia como «una violenta metodología de la saturación». Saturación léxica, morfológica, sintáctica, rítmica. Los neologismos no esperan comprensión, sino disfrute; el sustantivo se verbaliza en clave teratológica, su género se trastoca, el número se torna arbitrario, conspira contra el uso consensuado de la lengua: en breve, la poesía hace audible su estrépito. Morales Saravia siempre aliterará con precisión, forjará un sistema de rimas inesperadas, intuitivas; su buen gusto se hace patente en este ciclo que, a su vez, es el corpus de una obra que viene escribiendo desde finales de los años setenta con una previsión que Mateo Díaz, en el mismo ensayo aludido al principio, califica como «casi balzaquiana». Cactáceas, Zancudas, Oceánidas, Peces

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Reseña: Infancias (2023) de Bryan Paredes

Crecer y aprender

 Por Omar Guerrero

Infancias (Dendro Ediciones, 2023) del escritor peruano Bryan Paredes (Lima, 1993) es un libro de cuentos conformado por trece historias que giran en torno al crecimiento y al aprendizaje, muchas de ellas dadas en las primeras etapas de la vida, por eso también sobresale la falta de experiencia y el dolor que afrontan sus jóvenes personajes en esos mismos procesos que corresponden a crecer o a madurar, más aún de aprender y afrontar determinadas situaciones que pueden resultar siempre difíciles. Esto mismo se confirma con lo que indica Orlando Mazeyra Guillén en el prólogo: “Este libro da cuenta de esas primeras veces dolorosas e impactantes, intensas y fulgurantes: los primeros amores, los primeros viajes, los primeros adioses, los primeros muertos, los primeros fracasos…” (p. 9).

El dolor que se muestra en estos cuentos es tanto físico como emocional, además de traumatizante. Se evidencia en “La teoría de las reglas”, el primer cuento del libro, donde un joven estudiante escolar es castigado por su profesor delante de sus compañeros en un salón de clases usando una regla de gran grosor que sólo debería ser símbolo de educación o enseñanza, pero, en esta ocasión, también representa la sanción, la violencia y el temor: “La regla más pesada del colegio cayó inclemente entre mis dedos, sin tocar la palma, porque retiré mi mano y, al mismo tiempo, me quejé casi en un susurro. Sánchez tenía la vena del cuello tan hinchada que, me dije, ahora sí me daría con el puño o la palma de su mano pétrea. Se enderezó y dijo: «Montes, estira bien la mano por tu bien». Cuando estaba por decir «pero por qué», la regla esta vez sí se enfundó en toda mi mano, removiendo cada punto eléctrico de mi brazo derecho: el dolor, la vergüenza, la frustración, son marcas difíciles de quitar, sobre todo si tu colegio está a la vuelta de tu casa: no tienes tiempo de asimilar la situación en tres cuadras” (p. 16). 

Otra característica de estos cuentos es que muchas de sus historias ocurren en la costa norte del Perú, con precisión en Trujillo, tal como sucede en “La infancia es una paloma muerta entre tus manos” donde sobresale otro tema real y bastante común en esta parte del Perú y que corresponde a la delincuencia y a la violencia desatada que ya no se puede controlar, más aún si esto afecta a la familia, en especial a un ser querido y cercano. Y al mencionar estas dos características es inevitable el contaste que pueden producir en el relato: “Ese fue un día con buen clima, como suele ocurrir en los veranos de Trujillo. En esta ciudad sí hay un cielo, muy azul, con nubes de algodón de las que salen en las películas. Un paisaje que alguien debería filmar y revelar al mundo. Tal vez podamos entender algo más sobre nuestra existencia con unas buenas tomas. Esos colores te acompañan en todos los momentos de tu vida. Aunque visites cualquier capital del mundo, igual sabrás que puedes quedarte a morir en el norte del Perú por la inmensidad del cielo” (p. 20).  Y la descripción de esta calma se anula con el tema de fondo contado en esta historia: “Lo último que supe fue que lo encontraron entre El Porvenir y Laredo. Algunos campesinos lo sacaron de entre el agua sucia y las cañas de azúcar. De inmediato, se avisó a sus colegas y mi tía denunció a unos choros con los que había peleado días atrás. Ustedes saben, seguro más que yo, que los delincuentes de acá son bien vengativos, muy avezados cuando algo no les sale” (p. 25). La analogía entre una paloma muerta y lo sucedido no hace más que confirmar la tragedia que queda en la memoria del joven personaje narrador.

Otro aprendizaje que se encuentra en el libro corresponde a lo sexual. Aparece en el cuento “Ofrecer” que también transcurre en Trujillo. Coinciden la presencia de otros personajes catalizadores ya recurrentes como las tías o los primos. Aunque el principal personaje catalizador para el narrador en esta historia no es un familiar sino una mujer que marcará una singular experiencia: “La mujer, después de un par de minutos, apareció con un baby doll ancho y casi transparente. No llevaba ropa interior. «Hace mucho calor, ¿di?», me dijo. «Sí, pero tengo frío». Lo dije muy mecánico, inerte” (p. 31). 

Los problemas de dinero y la pobreza también se presentan como características que afectan a los jóvenes personajes. No importa si se intentan eludir u olvidar a través de un juego simple como las canicas o bolitas, tan de moda en determinado momento. Lo cierto es que entre estos mismos personajes jóvenes salen a relucir los problemas económicos de sus familias como una recriminación o como una forma de enrostrar su maldad: “-¿Con qué plata vas?-le preguntó Ricardo, antes de que Jorge saliera-. A las justas tu papá tiene para comer” (p. 41).  

Las peleas entre los jóvenes personajes también se hacen presentes en este universo que ya se caracteriza por su crueldad y violencia, además de definir un estrato social previsto ya desde la carátula del libro, lo que resulta atractivo para el lector al confirmar que se continúa con una tradición que viene de autores como Congrains, Reynoso y Ribeyro. En cuanto a las peleas, estas se describen en determinados escenarios que confirman esta misma condición social, además de la violencia y el dolor que experimentan los protagonistas de un cuento como “El Hueco”: “Escombros, piedras, basura y algunas bolsas de cemento seco. Grafitis en las paredes. Agujas usadas y regadas en los rincones, donde las luces de la calle no ingresaban. Sergio entró primero, empujado por Mario. Sergio dejó la bicicleta apoyada contra la pared, dándoles la espalda. Apenas quiso voltear, recibió un puñetazo en la cara por parte de Mario. Sergio cayó al suelo, quejándose. Sin darle tregua, José lo pateó en el estómago, una y otra vez. Sergio rogaba, una y otra vez. Sergio imploraba, sin pausas…” (p. 53).

La muerte es otro tema ineludible sin importar que se trata de una mascota. Esto ocurre en el cuento breve titulado “Princesa”, cuyo narrador, o narradora, brinda su testimonio una vez que ya ha ocurrido el deceso. En el cuento “Mariela” la muerte también está presente desde el inicio, aunque esta vez se trate de la madre del personaje juvenil femenino, cuyo único deseo antes de morir es ver a su hija casada vestida de blanco sin saber siquiera que sus amistades están más cerca del romance y del deseo: “Quería verse en sus ojos negros y quemarse en el fuego de su presencia hasta convertirse en un puñado de cenizas y hermanada con el viento, ser respirada y emprender una travesía en el interior de su cuerpo: ser la sangre de ella, tomar la forma de sus venas, viajar hasta su pecho, sus manos largas y perderse en el siguiente ombligo, humedecida por el milagro de tocarse” (p. 74). A ellos se suma el cuento “Vive” donde se presenta la muerte como una marca sin importar que se trate de una inútil vida sana.

El amor, o el desamor, no quedan fuera en el argumento de estas historias. Sucede en el cuento “Tinta seca” donde la idealización de la pareja viene de la mano con la literatura debido a que el romance, o lo que queda de ello, arrastra recuerdos de lecturas de autores como Cortázar, Pizarnik y hasta Carlos Oquendo de Amat. Por supuesto que Rayuela es uno de sus epicentros: “Después de una clase electiva de Literatura, a la que había entrado como alumna libre porque nunca pudo estudiar esa carrera, Emilia me comentó que su profesor les dijo que leyera ese libro, el que había recomendado a una amiga cercana antes de morir. «Ella estaba enferma y le pidió un libro, para sus últimos meses. ¡Qué difícil! ¿Te imaginas regalar el último libro que leerá una persona que quieres mucho?». No entendía la magia de Rayuela. «Este libro tiene fragmentos que uno puede leer como quiera». Sólo escuchaba y asentía, mudo. «El mismo Cortázar dice en el inicio, mira acá, que se puede leer de forma lineal o a través de un tablero con un orden establecido por él o como se le dé la gana al lector»” (p. 68).

Incursionar en el género policial no es impedimento para seguir retratando las inexperiencias y los duros aprendizajes de estos jóvenes personajes. Se suma que también se encuentra un trasfondo social en cada una de estas historias donde sobresale el comportamiento, bueno o malo, de cada uno de los miembros del orden. En el cuento “Todos saben” se aborda una historia de frontera donde impera una policía coimera y ratera que se aprovecha de la migración de los peruanos en Argentina, más aún si son jóvenes: “El jefe, seguro, era peor, pensó Facundo. En su barrio había escuchado las historias de los policías cagones, como le decían, que sembraban cuando uno estaba limpio y te podía mandar en cana por varios años. Algunos pacos y ketes valían para esto; más la frontera y viaje por tierra, peor. Enrejada segura. «Yo no le tengo miedo a los choros», le dijo su tío, «porque te roban y si te dejas, no pasa más. Pero si un tombo te quiere joder, ahí sí cagaste, porque tiene la autoridad para cagarte” (p. 94). En cambio, en el cuento “Retamozo”, el joven policía protagonista de esta historia desea hacer las cosas bien, aún tiene ética. Sin embargo, de nada le sirve cada vez que recibe órdenes que debe cumplir como parte de su trabajo. Al mismo tiempo se vuelve espectador del horror con los muertos en las carreteras, peor aún, si se trata de levantar sus cuerpos destrozados y pestilentes. 

Por último, los temas familiares, en especial la relación con los padres, se presentan en cuentos como “All by myself” donde ciertas canciones, como las de Charly García, traen más que un recuerdo. Y en “Entrevista a Paul Auster”, el padre vuelve a ser el punto de atención del hijo sin importar las obligaciones o los deseos profesionales. En este caso, los diálogos muestran la situación de una familia desigual o desintegrada por culpa del alcohol y el rencor. Es inevitable no relacionarla con la novela La invención de la soledad, a propósito de la mención del padre y de Paul Auster. Este, sin duda, es uno de los mejores cuentos de este conjunto.

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Datos del libro reseñado:

Bryan Paredes

Infancias (2023)

Dendro Ediciones