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Entrevista: María José Caro

Es imposible desprenderse del pasado”.

Por Sebastián Uribe y Eliana Del Campo

María José Caro nació en Lima en 1985. Comunicadora social por la Universidad de Lima, publicó los libros de cuentos La primaria (2012) y ¿Qué tengo de malo? (2017)  y la novela Perro de ojos negros (2016). Ha colaborado para publicaciones como Buensalvaje y Vicio absurdo. En el 2017 el Hay Festival la seleccionó dentro de los 39 mejores escritores de ficción menores de 40 años de América Latina y es una de las invitadas de la edición 2024 del Hay Festival Arequipa. Este año publicó su segunda novela ‘Vida animal’, sobre los peligros de la nostalgia, la fragilidad de la amistad adulta y los conflictos familiares. Sobre ello conversamos en la presente entrevista.

Foto: El Comercio

“A mis diez años no tenía amigas de verdad. Deambulaba en los recreos junto a dos niñas del salón con quienes solamente compartía silencio e inseguridad. No nos llamábamos por teléfono, tampoco nos visitábamos. Era un vínculo funcional y transitorio, gatos callejeros que se encuentran y acompañan”. Citamos el inicio de la novela, porque retrata la amistad a temprana edad como un vínculo que no necesariamente involucra un alto grado de conexión, sólo el anhelo de pertenecer a un grupo ¿Cómo consideras que esta superficialidad prevalece hasta la adultez?

Sí, para empezar cuando uno es chico no decide en qué colegio estudiará. Esa elección tiene que ver con las creencias de los padres, las cuales pasan por lo político, lo aspiracional, lo religioso (en menor medida en estos tiempos), lo social y etc. Los amigos se eligen a partir de lo que hay en un universo muy acotado. Son relaciones que al principio tienen que ver con lo transaccional y con sentirse parte de una manada, con encajar. Y encajar es también parecer, esconder quién en verdad somos en función del grupo. Creo que estas relaciones son paradójicas cuando se es adulto, porque son frágiles en cuanto a tener una mirada compartida sobre la vida, pero prescindir de ellas es cerrar una puerta que nos lleva al pasado, y por eso, silenciamos los grupos de Whatsapp en vez de abandonarlos. 

En Vida Animal se exploran temas de recelo y envidia entre amigas debido a sus logros y estatus profesionales. ¿Cómo crees que la visibilidad que ofrecen las redes sociales y la virtualidad ha transformado o intensificado estas emociones en la sociedad actual? ¿Cómo influyeron estas ideas en la construcción de tus personajes?

 Creo que las redes sociales generan una idea falsa de la vida de las personas y su   intimidad. Recuerdo que una vez alguien me dijo: “Lo que la vida separó que no lo una Facebook” y muchas veces no deja de tener razón. ¿Dónde quedan frases como “qué será de la vida de ……….”? Ahora es muy difícil perder el rastro de un viejo amigo. Además, lo que sucede en internet sucede para siempre. Se quiebra también muy fácilmente la esfera de lo privado, conversaciones en teoría privadas se exponen sin tapujos.

Yo quería que en la novela se mostrara un poco y de forma muy acotada la vida de unas chicas adolescentes de burbuja en los inicios de internet. Early millenials que ya de adultas se rigen bajo las reglas de las redes sociales y etc. El grupo de amigas toma migajas del Facebook de Giuliana para especular. Las redes sociales son un gran espacio de especulación. Es gracioso además cómo una misma persona es otra distinta según la red social en la que se mueva. Se cambia de rol y repertorio con mucha facilidad. Se dan grandes discursos y nunca se ven acciones; vidas felices en público lapidadas por otros en privado. Yo cada vez publico menos en redes, antes lo hacía constantemente ahora no sé qué decir ni para qué.   

 Además, pocas cosas refuerzan tanto el ego como ver a alguien quebrarse delante de nosotros” (pág.136). Los personajes parecen sentir una especie de compasión hacia sí mismos cuando observan a otros en peores situaciones. ¿Qué te llevó a explorar esta dinámica emocional y cómo crees que influye en la manera en que tus personajes enfrentan sus propios conflictos?

Yo quería que la novela hablara de personajes que son parte de una manada (llámese grupo de amigos, familia, sociedad) y de justamente las dinámicas emocionales que existen entre las personas. En las relaciones siempre hay dinámicas de poder y mostrarse vulnerable en frente de otro es quitarse la coraza y darle al otro la capacidad de herirnos, de saber qué nos duele. Mirar al otro en una situación de desgracia o felicidad siempre nos lleva también a vernos en el espejo.  Los seres humanos somos muy autorreferentes, creo que los personajes ven en los demás no solo su sufrimiento si no la posibilidad de acabar en la misma situación y ese es un motor en los personajes. Podemos pensar en el caso de Giuliana o en el caso del padre.

En tu novela, los diálogos entre las amigas adultas, cuando se reúnen, parecen ser mucho más desinhibidos que cuando están en sus entornos familiares o laborales. ¿Cómo trabajaste esta diferencia en el lenguaje de los personajes? ¿Qué papel juegan las restricciones sociales en el modo en que nos expresamos a diario, y qué implicaciones tiene el hecho de que ciertas emociones o pensamientos se conviertan en tabú?

Yo quería que las amigas hablasen como he escuchado tantas veces a hablar a mis amigas o conocidas en un contexto donde solo hay mujeres. Sin reparos, a veces siendo muy infantiles, códigos compartidos también vinculados a cuando eran chicas. Quería que la forma de hablar fuese orgánica con marcas de tiempo y lugar. Para trabajar ese tipo de lenguaje, recreé las escenas intentando ser lo más fiel a la realidad posible, despreocupándome de si fuese literario o no.  Vivimos en una época en la que existe mucha más libertad, pero no estoy segura de si eso signifique ser más auténtico. Quise, por ejemplo, con el personaje de María Luisa, darle ese lenguaje corporativo lleno de términos en inglés como “high potencial” que al final convierte a las personas en caricaturas. 

En tu novela, logras recrear con detalle la atmósfera de los años 90, reflejando lo que se usaba y gustaba en esa época. ¿Cómo fue para ti el proceso de traer esa década al presente? ¿Te inspiraste en tu propia experiencia o recurriste a otras fuentes para documentarte y construir ese ambiente con autenticidad?

La adolescencia de los personajes es muy parecida a la que yo viví. Un colegio de monjas, un grupo de chicas cuyo perímetro de movimiento en Lima es muy acotado. Conocen muy poco de la vida, de su ciudad y de su país, están en un lugar seguro, mientras la realidad sucede como un telón de fondo y en la novela se traduce como referentes que brotan aislados.  Yo creo que escribí esta novela para no olvidar. Ya a estas alturas de mi vida, cuando estoy muy cerca de cumplir cuarenta cada vez se me escapan más cosas. Así que me dije a mí misma voy a reconstruir mi adolescencia de inicios de los dosmiles, la era de MTV con música. Hubo un catalizador importante y es que vivo muy cerca del centro comercial donde sucede gran parte de la novela. Ahora lo visito con mi hijo porque hay un parque de juegos para niños. Es un lugar que ha cambiado muy poco, así que estar ahí nada más fue un disparador de muchos recuerdos.  Mientras escribía la novela volví a la música que escuchaba en esa época, revisé álbumes familiares, recurrí a algunas fuentes para corroborar que los referentes estuviesen bien situados. Pero fue sobre todo un ejercicio de memoria.

En tu novela, la nostalgia juega un papel importante en las decisiones que toman las protagonistas en el presente. ¿Cómo ves el impacto de vivir anclados en la nostalgia? ¿Cuáles crees que son los riesgos emocionales o vitales de estar constantemente aferrados al pasado?

Creo que es imposible desprenderse del pasado. Se lleva a cuestas y eso también aplica para los negacionistas que intentan dejar todo atrás.  Sentir nostalgia es algo natural.  Es cierto también que nuestros recuerdos tienen un alto grado de ficción. Yo soy una persona nostálgica por naturaleza, pero sé que cuando la nostalgia nos impide movernos hacia adelante es un problema. Para mí la escritura es la forma perfecta para canalizarla, me permite crear, imaginar, reencontrarme conmigo misma en otros tiempos y también decirle adiós. 

Durante el proceso de escritura de esta novela, ¿descubriste algún autor o autora cuya obra te haya influido de manera especial o haya resonado con los temas que estabas explorando? ¿Cómo impactó esa lectura en tu manera de abordar la historia?

Antes de empezar la novela justo acababa de leer Malaherba de Manuel Jabois y el libro me resonó sobre todo por la naturalidad con la que hablaba de la infancia/adolescencia. Lo mismo me sucedió con La memoria del alambre de Barbara Blasco. No había leído a ninguno. Creo que leer esos dos libros en el momento adecuado significó destrabarme. Pasé de la lectura a la acción y esa es una gran cosa que tienen los libros con los que uno engancha. Durante el proceso de escritura también leí Un trabajo a tiempo completo de Rachel Kushner, que son ensayos sobre la maternidad. Cuando nace un hijo el lugar que ocupan las cosas en la vida cambia por completo. Y por supuesto, también la forma desde donde se aborda la escritura. 

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Datos de su reciente publicación:

María José Caro

Vida animal

Alfaguara, 2024. 152 pp.

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Reseña: La vegetariana (2024) de Han Kang

El cuerpo frágil de una mujer

Por Omar Guerrero

La vegetariana (Random House, 2024) de la escritora surcoreana Han Kang, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2024, fue publicado en su idioma original en 2007, y en el 2009 se hizo su adaptación cinematográfica en su propio país con el mismo título. Lo que vino después fue una serie de traducciones a varios idiomas, incluido el inglés, por lo que en el 2016 ganó el Man Booker International. En el 2017 se hizo su traducción al español por parte de Sunme Yoon, quien es considerada la responsable del éxito de esta autora en nuestro idioma, y cuyo trabajo se ha utilizado para esta edición.  

Esta novela es la más conocida de su autora antes de haber ganado tan importante galardón este año. Y esto resulta inusual debido a su edad, pues en la actualidad Han Kang tiene 54 años, lo que no es nada común para sus antecesores o antecesoras. Recordemos que la anterior escritora mujer en ganar el Premio Nobel de Literatura fue la francesa Annie Ernaux en 2022 cuando tenía 82 años.

La vegetariana está dividida en tres capítulos cuya extensión la mantienen y la presentan como una novela corta, pues esta edición de Random House tiene tan sólo 167 páginas. Cada uno de estos capítulos cuentan la historia de una mujer llamada Yeonghye, quien, una noche después de sufrir una pesadilla, decide no volver a comer carne. A partir de esta decisión se espera que esas imágenes llenas de horror ya no aparezcan en sueños, pero estas continúan, por lo que su decisión de no ingerir este tipo de alimentos se mantiene. Quien no logra entender la decisión de Yeonghye es su esposo, quien se asombra de que ella se haya deshecho de toda la carne guardada en su refrigerador sin importar lo que se haya gastado en ello.

Lo que viene después es una serie de cambios en el cuerpo de Yeonghye, sobre todo cuando decide alimentarse sólo con vegetales. Esto produce que baje de peso de manera considerable, que su piel pierda lozanía y que su rostro muestre una constante palidez. Aun así, su esposo la obliga a mantener intimidad con él sin importar que a Yeonghye estos encuentros le resulten cada vez más irrelevantes a pesar del olor a carne que expele su marido, incluso después de bañarse, además del reducido tamaño de su miembro viril. Y todos estos detalles se saben porque es el mismo esposo quien se presenta como el narrador de este primer capítulo titulado “La vegetariana”.

En este primer capítulo llaman la atención unos fragmentos correspondientes a las pesadillas o a los pensamientos de Yeonghye, las cuales se diferencian por presentarse en cursiva y por describir momentos truculentos y llenos de espanto, tal como ocurre con cualquier pesadilla. Aquí un ejemplo:

En los sueños, cuando le corto el cuello a alguien, cuando sosteniéndola por los pelos le doy el último golpe a la cabeza que pende oscilante, cuando pongo en mi mano los resbaladizos globos oculares e incluso cuando me despierto… Durante la vigilia, cuando me entran ganas de matar a las palomas que caminan delante de mí cuando tengo ganas de retorcerle el cuello al gato del vecino al que he estado observando desde hace tiempo, cuando me tiemblan las piernas y me baña un sudor frío, cuando me siento otra, cuando otra persona me surge desde dentro y me devora… En todas estas ocasiones…

…siento que se me hace la boca agua. Cuando paso por delante de la carnicería, tengo que tapármela. Es por la saliva que me brota de la base de la lengua, me empapa los labios, se me escurre por la boca y se derrama. (pp.35-36).

En este primer capítulo también sobresalen dos episodios referidos a una cenas ineludibles y bastante incómodas para Yeonghye. La primera es una cena con los jefes de su esposo donde tiene la obligación de “comportarse como se debe”. Ella intenta cumplir la orden de su esposo, pero lo que no puede cumplir es el hecho de comer carne, lo que llama la atención de todos los asistentes, incluida la esposa del jefe. Y enseguida empiezan una serie de comentarios acerca de los vegetarianos, en especial si son mujeres, lo que pone en evidencia ciertos prejuicios propios del machismo, motivo de mayor crítica en esta novela.

La segunda cena ocurre en la casa de su hermana mayor llamada Inhye, quien está casada y tiene un hijo, y que acaba de comprarse un amplio apartamento. Para celebrar este hecho, reúne a la familia, entre los que se encuentran los padres de Yeonghye, quienes ya están enterados de la decisión y el comportamiento de su hija debido a que su yerno los mantiene muy bien informados, pues esta es su forma de mostrar su disconformidad y queja. Quien también asiste a esta reunión es el hermano menor de ellas, quien acude con su pareja y con sus hijos. Todo transcurre como cualquier cena familiar hasta que Yeonghye muestra su negativa a comer carne. Su familia insiste en que coma, sobre todo sus padres, pero ella se resiste. Es entonces que ocurre un hecho de violencia machista por parte del padre, quien ha decidido que su hija debe de comer carne así ella no quiera. El resultado a esta agresión es una respuesta de Yeonghye que sorprende y sobresalta al lector, pues toda calma se rompe al punto de alcanzar el caos y una posible tragedia.

La segunda parte se titula “La mancha mongólica” y allí se muestra a Yeonghye con una actitud demasiado extraña. Ella intenta mantener una vida sin comer carne, por lo que sigue siendo cuestionada y supervisada por sus familiares. Entre ellos sobresale su cuñado, el esposo de su hermana Inhye, quien se preocupa por ella al punto de lograr un acercamiento que parece inofensivo, pero que poco a poco se va volviendo oscuro y prohibido. Aun así, surgen ciertas intenciones que se habían mantenido muy bien ocultas en la primera parte. Para alcanzar a describir estas decisiones e impulsos, la autora recurre a un narrador en tercera persona, sobre todo para mantener el suspenso con cada hecho y cada situación que se va dando y que otra vez logra sorprender al lector, muy en especial cuando se descubre lo que ya se ha consumado, y que puede considerarse una falta o una traición. En este capítulo los desnudos y el erotismo cobran mucho protagonismo al igual que la prosa en la narración, que no escatima en palabras, imágenes y términos para mostrar aquello que se denomina como “la mancha mongólica”.

En la tercera parte titulada “Los árboles en llamas” la narración se mantiene en tercera persona para focalizarse en Inhye, la hermana mayor de Yeonghye, quien se encarga de cuidar de su hermana que permanece recluida en un hospital psiquiátrico. Y es que a Inhye le sobran las razones para decir que su hermana está mal de la cabeza. Parte de los procedimientos dentro del hospital es mantenerla sedada y aplicarle alimentos líquidos debido a la rotunda decisión de Yeonghye de ya no probar ningún tipo de bocado, así sea vegetal. Y esta decisión afecta mucho su salud, pero a ella no le importa, pues sólo espera terminar con su vida humana para empezar una vida vegetal, propia de la naturaleza, tan igual a la que rodea este hospital alejado de la ciudad. Su hermana Inhye intenta entenderla, pero sólo escucha ciertas incoherencias por parte de Yeonghye, quien llega a afirmar que de su cuerpo de mujer saldrán ramas y raíces como cualquier planta (de allí la referencia a la portada tanto en español como en otros idiomas). Y a pesar de este comportamiento, Inhye intenta ayudar a su hermana junto a los médicos y enfermeros. Sin embargo, Yeonghye se mantiene firme en lo que podría ser su última decisión. Y en esta lucha se mantiene una tensión tan cercana a lo trágico, en especial si de por medio está el cuerpo frágil de una mujer.   

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Datos del libro reseñado:

Han Kang

Ganadora del Premio Nobel de Literatura 2024

La vegetariana

Random House, 2024

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POESÍA: Jardín de uñas (2024) de Jorge Pimentel

[POESÍA]: Jardín de uñas de Jorge Pimentel

Fondo de Cultura Económica, 2024. 176 pp.

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Un jardín de aquello que es y no es cuerpo. Las uñas como la transformación de lo que pasa de brindarnos protección a exasperarnos por grotesco (¿la identidad peruana?). Un ecosistema formado a partir de lo descartado que busca restituir su sentido, una conciencia que descubre la razón a través de la poesía. Versos que abren caminos en la niebla y responden a la angustia existencial del hombre sensible, aliviando su desamparo y vulnerabilidad cotidiana. Un poemario que confirma que la poesía de Jorge Pimentel (Lima, 1944) sigue siendo convulsa y beligerante, como dijo Roberto Bolaño, continuando en la apertura de múltiples caminos a partir de ella.

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Aquí, a continuación, una selección de tres poemas:

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INHERENTES

Es sorprendente caminar despacio.

Allá están ellos.

Tú estás acá,

en el pabellón de la desesperación.

No hay búsquedas.

La fiebre es por el poema.

Qué tantas cosas, y qué.

Tampoco abrirán las rejas, y qué.

Sólo tocaré un espacio congelado sin sonrisas.

Y estaré allí,

perpetuamente, en la noche.

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GATOS COLGADOS DE LA LUZ DE UN MEMBRILLO

Ese riachuelo tenebroso donde discurren los gatos

hundiendo el apremio como una columna fugaz.

Y se encienden, atronan, palpitan.

Ese promontorio de los gatos colgados de la luz de un membrillo

esforzando el comportamiento, atreviéndose a usar la lengua

para exagerar la ridícula situación

y el asco y el escozor numeral, chúcaro, altisonante

en los contornos, rota la pulpa que encabritó el musgo soñado,

por tres aortas suplicantes de sol

del devuelto rocío tras las cañas

donde el pasadizo de los gatos

estrangulan la vistosidad

asemejándose a la frugalidad del devenir

a la vastedad hiriente de los compromisos adquiridos

a la súplica de los geranios en su condición absorbente

y ligeramente contraventual

para dirigirnos exactamente

a un punto descolorido

usado

gestado

y nunca visto.

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CONSOMBRAS

Todo está disputado, la luz, esas ojeras,

el aturdimiento, los pedazos que cuelgan, la desventura,

la cancelación, el cercenamiento, los impulsos, la acidez,

la corrosión, lo inverso angosto, el remezón,

el revés grueso, el temblor derrotado,

la investidura de caracteres, la música de gobernadores

despedazados y trágicos, la trampa de un invierno asqueroso.

Hay que cubrir los forzamientos

la deshumanización esparcida sin soñar

los toscos resultados extremados

las tercas estadísticas alentadas por prófugos

la desidia computarizada enfermando girasoles

los rostros de desconocidos de los desesperados

las huellas en el humo de la grasa

otras velocidades en tu pierna desmayada

otras cavernarias ilusas sonrisas aventadas

a cambio de qué

a cambio de qué

de cuándo, de dónde

y otra vez las razones, esa angosta calle que no fue digerida

que vive en los destrozos

y no tengo más que la verdad que escribo

la verdad untada y sin gárgaras, la verdad creyéndonos.

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Reseña: Ales junto a la hoguera (2024) de Jon Fosse

El fiordo de los porqués

Por Sebastián Uribe

¿En qué pensamos cuando hablamos de fantasmas? ¿qué dicen sobre nosotros y qué proyectamos en ellos? Atraídos por la posibilidad de su existencia, no reparamos muchas veces en aquello que genera nuestra fascinación: la capacidad que les otorgamos de anular la muerte y asignarle a la vida una dimensión que vaya más allá de lo corpóreo. Jon Fosse (Haugesund, 1959) explora la inmanencia de las relaciones familiares en una novela tan extraña como fascinante, sostenida por una constante pregunta: ¿por qué?

“Por qué desapareció Asle”, se sigue preguntando Signe, su esposa, veinte años después. ¿Por qué no dijo nada?, ¿por qué se fue así sin más? La novela abre con un torrente de preguntas que se hace la protagonista antes de dar paso a la rememoración de los diálogos que tenía con su marido, su día a día, la cotidianidad que se había formado en la vieja casa, mientras el tiempo no deja de trascurrir. Existe una contradicción que aflige a los personajes de la novela a medida que van apareciendo en escena y se va reflejando en el paisaje que los rodea, sobre todo en el fiordo, escenario principal de la historia.

Fiordo: golfo estrecho y profundo, entre montañas de laderas abruptas, formado por los glaciares durante el periodo cuaternario. Fosse usa este accidente geológico, típico de las regiones nórdicas, como metáfora de los tormentos de sus protagonistas y su vulnerabilidad frente a los cambios que se producen en sus vidas, tan repentinos como una avalancha o una tormenta. La ocurrencia de estos, con furia y vértigo, no deja rastro visible al día siguiente, la mayoría de veces, pero sí grietas inexorables por las que se cuela la desgracia:

“…y está tan oscuro que no se ve nada, y ya pronto tendrá que volver, piensa, y luego este viento, y esta oscuridad, y las olas, la fuerte marea, y qué frío hace, y tan encrespado está el mar que las olas rompen sobre el muelle y sobre ella, hace un tiempo horrible, piensa, y ya pronto tendrá que venir ¿no? piensa ¿y ahí afuera? ¿no se ve una especie de luz? ¿como si luciera una hoguera, ahí afuera en el Fiordo? ¿Y no reluce en morado? no, no puede ser, pero, aun así, piensa ¿y dónde estará él? ¿y su barca? no se ve nada, pero ¿dónde estará? ¿y por qué no viene? ¿no quiere estar con ella? ¿será eso?” (pág. 96)

Asle tenía por costumbre salir con su pequeña embarcación de remos. Una acción que se repite inalterable hasta su desaparición. Esto gatilla las preguntas de Signe sobre ella misma, su relación con Asle y la vida en conjunto que tenía. Por qué se aleja, por qué necesita tanto esa soledad en el medio del agua. La angustia de ella, marcada por una narración sin pausa, que, por momentos, recuerda a la prosa de António Lobo Antunes, se ve continuada por la de Asle quien en medio del agua empieza a desconcertarse por visiones de lo que hasta ese momento residía en él como recuerdo, como pasado inmutable: su tatarabuela Ales y el pequeño hijo de dos años de esta.

A partir de lo anterior, se quiebra la temporalidad y la narración se dirige hacia un caótico flujo de conciencia que Fosse encamina con habilidad a través de una serie de imágenes que dan cuenta de los miedos presentes y pasados que se conectan y explican como signos de una circularidad inevitable: accidentes mortales, regaños y desdichas, una casa de la que nadie quiere (o puede) huir, o un fiordo capaz de dar y quitar la vida. Todo esto, a través de un conjunto de voces que irrumpen y se disputan el protagonismo:

 “y entra en la casa y las viejas paredes de la entrada lo envuelven y le dicen algo, como hacen siempre, piensa, siempre es así, lo note o no lo note, piense o no piense en ello, las paredes están ahí, y es como si unas voces silenciosas le hablaran desde ellas, un gran silencio hay en las paredes y ese silencio dice algo que no se puede decir con palabras, él lo sabe, piensa, y hay algo detrás de esas palabras que se dicen constantemente, que está en el silencio de las paredes, piensa, y se queda quieto mirando las paredes, pero ¿qué es lo que le pasa hoy? ¿por qué está así?” (pág. 54)

La única diferencia entre los nombres de Ales y su tataranieto Asle es la posición de una letra. Una sutil pero determinante diferencia que, a su vez, da cuenta de lo que permanece y se repite. Así, van apareciendo las cinco generaciones que precedieron a Signe y Asle, incluso un tío homónimo fallecido a temprana edad, para recordarnos que la distancia temporal se puede diluir de un momento a otro para instalarse como presente y que deshacerse de ello no es tan simple. Hay puentes que no desaparecen y relaciones que se instalan de forma irremediable y extraña, como lo muestran algunas líneas que hablan de la relación de Signe y Asle:

desde la primera vez que lo vio venir caminando hacia ella, y la miró, y ella se quedó ahí quieta, y se miraron, se sonrieron, y era como si se conocieran de antes, como si se conocieran de toda la vida, de alguna manera, y simplemente hiciera una eternidad que no se veían, y que por eso la alegría fue tan grande, el reencuentro les produjo tanta alegría a los dos que la alegría tomó el mando, los dirigió, los dirigió el uno hacia el otro, como si hubieran perdido algo, algo que les hubiera faltado toda la vida, pero que ahora estaba ahí, por fin, ahora estaba ahí, así lo sintieron la primera vez que se vieron, por mera casualidad, como fue en realidad, y no les resultó difícil, ni les dio miedo, es que era como una obviedad, como si no se pudiera hacer nada al respecto, como si ya estuviera decidido” (pág. 63).

Los fantasmas familiares se desplazan por esta novela como una respuesta a las cavilaciones de los protagonistas. Estar y no estar, presente y pasado, son categorías que pierden fuelle frente a las emociones que los sobrepasan. Sentimientos de tal hondura, capaces de oponerse a las fuerzas de la naturaleza, asumiendo distintas formas para permanecer y seguir circulando como herencia, como recuerdo, como espectros que se aferran a la existencia a través de los vivos.  Más que cuestionarse por el origen de estos fantasmas, Fosse plantea otro camino: preguntarse cómo vivir con ellos.

Por fortuna, desde que fue galardonado con el Premio Nobel, son cada vez más los títulos del escritor noruego que han sido traducidos al español y se pueden hallar en librerías. Aquí les propongo una buena puerta de entrada a su obra, con esta novela que se instala en el lector como una grata alucinación, una quimera sublime.

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Datos del libro publicado:

Jon Fosse

Ales junto a la hoguera

Random House, 2024, 112 pp.

Traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun

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Reseña: Pobre gente de París (2024) de Sebastián Salazar Bondy

Futuro derrochado

Por Sebastián Uribe

En una columna publicada en el 2016[1], el escritor y editor argentino Damián Tabarovsky elogia Lima la horrible, el ensayo canónico del autor peruano Sebastián Salazar Bondy, y se refiere también a Pobre gente de París (1958). No se explaya mucho sobre este libro, pero las pocas líneas que le dedica provocaron mi interés por buscarlo (“Con un toque realista y una prosa algo más tosca que la del ensayo, no obstante, se deja leer con placer”).

Título inhallable por años, la reedición publicada por la editorial Pesopluma coindice con el centenario de nacimiento del autor y es una oportunidad para revisar la narrativa de ficción del reconocido escritor. Antes de su lectura, releí Lima la horrible, y volví a disfrutar de la ironía con la que desentraña las múltiples dimensiones de la ciudad. De ahí, hallo pertinente citar este fragmento antes de pasar a Pobre gente de París:

El pasado que nos enajena está en el corazón de la gente. No únicamente, además, en el de aquella que desde hace varias generaciones atrás es de aquí, sino también en el del provinciano y el extranjero que en Lima se establecen. Ambos llegan a la ciudad llenos de futuro y, al cabo de unos años, han derrochado, en no se sabe qué, la voluntad de progreso que los desplazó. Esa fuerza original es sustituida por la satisfacción de saberse insertos en el sustrato colonial de la sociedad limeña”.[2]

Destaco dos palabras de las líneas anteriores: futuro derrochado. Porque si algo caracteriza al joven peruano Juan Navas, uno de los personajes de Pobre gente de París, es la desazón de las expectativas no cumplidas. El soñado futuro que esperaba al arribar a la capital europea se vuelve cada vez más lejano, pero aun así preferible al que padecería si regresa a su lugar de origen:

Por supuesto, acabé por rechazar de plano esta absurda solución, entre otras razones porque consideraba que el regreso al Perú en semejantes circunstancias y a un plazo tan corto de mi partida me haría blanco de más de una broma pesada o un sarcasmo cruel”. (pág. 24)

El presente de Navas, sin embargo, no está exento de algún destello de alegría, al ver su rutina interrumpida por un peculiar diálogo que entabla con una habitación mediante el sonido de gotas que caen sobre el lavabo. Un lenguaje extraño al que se entrega noche a noche, intentando develar la identidad de su interlocutor/a. Aunque en cierto momento estas escenas se vuelven algo cursis, también transmiten emotividad y empatía en un contexto inusual. Parece posible enamorarse entre tanto infortunio. La idea de que sólo se necesita una ilusión para tener la fuerza necesaria y así lidiar con la cotidiana precarización. Los problemas para Navas empezarán a ocurrir cuando su entrega a esta ilusión se enfrente a la realidad de las circunstancias que rodean a su interés amoroso.

 Las tribulaciones del protagonista se ven agudizadas con la llegada del tío, tan adinerado como vulgar. Un personaje que Salazar Bondy introduce hacia la mitad de la historia como un gatillador del recelo y la irritación que empezarán a gestarse en el estudiante para sumirlo en la desesperación:

Se había sentado en mi cama, satisfecho, y su actitud comenzaba a inspirarme una terrible aversión hacia su persona. Hasta llegué a preguntarme si tal sentimiento no obedecería, en el fondo, a un poco de envidia”. (pág. 110)

A esta nouvelle se suman siete historias intercaladas, protagonizadas por distintos personajes secundarios, también migrantes, cuyas historias cuentan tanto su pasado en sus respectivos países de origen como su paupérrima situación actual, a través de escenas cargadas de drama, pero también de humor. La salida de la grisura que los rodea se da a través de situaciones pícaras, como lo muestran las peripecias del chileno Martínez Haza y el paraguayo Elmer Coatí en el capítulo “No hay milagros”, uno de los mejores del libro y que tiene líneas como esta:

El Citroën ingresaba a ese momento en el Boulevard de la Bastille. Sus ocupantes no parecían dos desgraciados. Tal vez no lo eran. Cualquier transeúnte al cual se le hubiera pedido opinión sobre aquellos dos personajes habría respondido que se trataba de dos turistas, de dos desaprensivos paseantes, de dos dichosos poseedores del tiempo y el espacio, sin obligaciones ni responsabilidades inmediatas, tal era la atmósfera de paz que rodeaba sus rostros. La ciudad, además, estaba encantadora, con una luz ligera y excitante, bajo la cual cosas y personas se ofrecían como pertenecientes a un sueño feliz, plácido.

—¡Qué importa! — exclamó Coatí—. ¡París es formidable! ¡Formidable!

—¡Pero no hay milagros! -dijo Martínez mirando a su compañero.

Ambos soltaron la carcajada”. (pág. 77)

La ficción de Salazar Bondy es inseparable de su perspectiva como ensayista por lo cual sus observaciones sobre la sociedad de la época entorpecen, por momentos, la fluidez en la narración. Sin embargo, estas acotaciones dan pie a líneas (como las citadas anteriormente) en donde logra que la atmósfera que rodea a los personajes dé cuenta de las emociones de estos. Es en estos momentos cuando, sin importar las nacionalidades de cada uno o el pasado que cargan a cuestas, se permiten, por un momento, contemplar su existencia como un milagro que no se debe minimizar. Un milagro que les permita conocer, aunque brevemente, la felicidad de vivir en París.

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Datos del libro reseñado:

Sebastián Salazar Bondy

Pobre gente de París

Pesopluma, 2024, 148 pp.

Primera edición: 1958


[1] https://www.perfil.com/noticias/columnistas/un-proyecto-trunco.phtml

[2] Pág. 58 de ‘Lima la horrible”, edición de Lápix editores (2014)

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Nota de prensa: Paterson City de Omar Guerrero

Lanzamiento editorial: Paterson City de Omar Guerrero

¿Qué es ser peruano? ¿Qué es la peruanidad? Estas preguntas son abordadas en Paterson City de Omar Guerrero, colaborador habitual de la revista. La novela fue publicada por primera vez en el 2010 con el sello Estruendomudo, y toma como locación la ciudad de Paterson, New Jersey, lugar que alberga una buena cantidad de peruanos que han trasladado sus costumbres y su «peruanidad». Se trata de la historia de un niño peruano que llega a los Estados Unidos para obtener un mejor futuro sin dejar de lado todo lo que representa su país, cuyo pasado reciente, lleno de conflictos y violencia, formará parte de un duro aprendizaje.

Esta edición incluye un prólogo del catedrático Giancarlo Stagnaro de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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Aquí algunos comentarios:

«Guerrero revela muy bien en su novela –Paterson City– un detalle importante: que toda esta peruanidad imaginada está atrapada en una cápsula del tiempo». Américo Mendoza Mori. Jugo de caigua.

«Historias que se cruzan y se hacen muy cercanas, migrantes que cargan pasados que prefieren enterrar. Todo esto tiene Paterson City». Gonzalo Galarza Cerf. El Comercio.

Se puede adquirir aquí: