Tras los pasos de Truman Capote y A sangre fría
Por Omar Guerrero
La dificultad del fantasma. Truman Capote en la Costa Brava (Anagrama, 2024) de la periodista argentina Leila Guerriero (Junín, 1967) es una breve crónica sobre la estadía en España del autor de la famosa novela A sangre fría, considera el punto máximo de su carrera literaria por todo el tiempo que le dedicó, convirtiéndola de inmediato en la más sobresaliente en el campo de la no ficción para la literatura norteamericana. Y, por qué no, también a nivel mundial. Al mismo tiempo, como si se tratase de una ironía, este libro significó el inicio de su debacle literaria y personal.

En estas páginas, Leila Guerriero sigue las huellas de Truman Capote, quien llegó a este lado de España en 1962 con la idea de encerrarse a escribir la que sería su mejor novela. Y así lo hizo. Aunque en esta larga estadía él no se privó de transitar por sus calles, además visitar y concurrir ciertos locales, llegando a cruzar una que otra palabra con algún residente, sea hombre o mujer, quienes años después darían fe de la presencia de tan connotada personalidad. Porque valgan verdades, Capote sí que era una personalidad. Así se le describe en las primeras páginas:
Es bajo, muy rubio, delgado, pérfido, inteligente, egocéntrico, escritor convencido de ser el mejor entre los suyos, alguien que ha logrado en relativamente poco tiempo hacerse un nombre y abrir las puertas del cielo. (p.12).
Leila Guerriero llegó a esta zona de España en abril del 2023 después de escribir su galardonado libro La llamada. Un retrato (Anagrama, 2024). Se hospedó en una residencia de escritores cuyo único fin es desarrollar proyectos de escritura el tiempo que dure su estadía en este lugar. Allí Leila Guerriero compartió la casa con los escritores españoles Sabina Urraca y Marcos Giralt Torrente, quienes también desarrollaban sus debidos proyectos. En esta ocasión, el proyecto de Leila Guerriero era Truman Capote. Ella llegó a esta casa como relevo del escritor catalán Pol Guasch, con quien conversó después de haber salido a correr la primera mañana como parte de sus infaltables hábitos antes de volcarse a la escritura. Lo curioso es que mientras corría se hizo una herida en el brazo sin darse cuenta. Tenía sangre. Era otro indicio de que allí debía escribir sobre A sangre fría.
El primer rastreo o búsqueda fue la lectura de las biografías sobre Capote. Gracias a estas publicaciones se sabe que su verdadero nombre era Truman Streckfus Persons y que nació en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924. Su madre se llamaba Lillie Mae, quien años después se casó con un exitoso hombre de negocios llamado Joseph García Capote. Es entonces que Lillie se cambió el nombre a Nina Capote. Truman después hizo lo mismo. Ambos adoptaron este apellido. Aunque el mayor recuerdo que él guardaba de su madre durante su infancia fue cuando lo dejaba encerrado en las habitaciones de los hoteles donde se hospedaban, dejando la orden expresa en recepción de que nadie le abriera la puerta al niño, así llorara y gritara. Más que un recuerdo, era un trauma.
La historia de A sangre fría empezó para Capote una mañana cuando leyó una noticia en el New York Times sobre un asesinato múltiple a todos los miembros de una familia ocurrido el 16 de noviembre de 1959 en Kansas. A partir de ese momento sintió un impulso creativo. Necesitaba escribir sobre estas muertes. También necesitaba escribir sobre los asesinos. Es entonces que primero se propuso hacer un reportaje. Viajó a Kansas acompañado de su amiga Harper Lee, quien le facilitó una serie de entrevistas para recabar información de ambas partes, sobre todo de las víctimas: la familia Clutter. Para ello entrevistó a varios vecinos. En el caso de los asesinos, Truman Capote logró tener cercanía con Perry Smith y Dick Hickock, lo que significó un giro completo para él. Su reportaje se convertiría en algo mayor:
No siempre sucede, pero hay instantes en los que las historias empiezan a transformarse en otra cosa, en los que un periodista debe deponer las ideas que tenía acerca de aquello que iba a contar, admitir que ha perdido el control y cambiar de rumbo. Ese instante llegó para Capote cuando vio a los dos hombres esposados descender del auto de la policía. La historia dejó de ser la historia de Holcomb y empezó a ser la de los asesinos. Ese viraje lo cambió todo. En el libro y en su vida. (p.14).
A partir de este contacto se dieron una serie de entrevistas donde Capote sacó a relucir su capacidad como periodista, pues no sólo les brindó su confianza, sino que hasta llegó a manipularlos para saber toda la verdad. Es en este punto que Leila Guerriero menciona la ética del periodista y hasta qué punto se cruza determinado límite con tal de obtener información para contar una historia que ya se ha convertido en una obsesión. Otro punto a resaltar en esta etapa es que Capote no grababa sus entrevistas porque recordaba muy bien toda la información que recibía, lo que se considera un prodigio. Después contaba todo lo memorizado a través de la escritura sin tomar en cuenta si dejaba bien o mal parados a sus entrevistados.
Junto a las lecturas de estas biografías, Leila Guerriero salió a buscar más datos por su cuenta. Primero llegó a hospedarse en el hotel donde se quedó Capote por unas cuantas noches. Conoció la habitación 213 donde él durmió antes de conseguir un lugar más amplio y apropiado; pues, para ese momento, tenía el aval de sus editores para cumplirle cualquiera de sus extravagancias. Además, él ya había logrado juntar un enorme capital económico que le permitía desarrollar su escritura sin ningún problema. No importaba si lo hacía en compañía de su pareja Jack Dunphy, o sus mascotas, quienes también viajaron a España.
Otro lugar que Leila Guerriero encontró fue la casa que Capote alquiló en la playa Catifa a pesar de las distintas versiones que recibió. Lo único cierto es que existió una placa en el pueblo de Palamós desde 2020 que hacía mención a la visita de Capote. Sin embargo, esta placa fue robada, tal vez por un admirador.
Parte de sus investigaciones consistió en buscar a gente mayor, muchos de ellos ancianos, que por lo menos recordaran la estancia de Capote en Palamós. De esta manera llegó a tener los siguientes testimonios donde más se hacía hincapié sobre su homosexualidad:
Aquí le tenían simpatía. Le decían «el maricón», pero era simpático y además la gente que trataba con él se ganaba la vida. La señora que iba a limpiar, el señor Samsó. Todo el que se acercaba a él recibía dinero. Pero si tú vas a concurso de televisión y preguntas: «¿Dónde escribió Truman Capote A sangre fría?», raramente el participante te dirá que fue en Palamós. ¿Tú leíste la novela de Màrius Carol? (p.74).
…
-Bueno, todo el mundo sabía que era un homosexual muy exagerado. Pero no se tenía por qué hablar mal, si no había hecho nada, el pobre hombre. Había gente que quizás no toleraba la homosexualidad pero tampoco se relacionaba con él. Él se relacionaba con gente que iba a comprar y tenían que tratarlo bien. Tenía una voz muy aguda. Era muy amanerado con los gestos. Y muy bajito. No es que fuese feo ni mucho menos, pero hacía estas expresiones tan amaneradas. Para una mujer no era atractivo. El que era atractivo era el Ruark. Sabía tratar a las mujeres. Todas se colaban. (p.79).
Pero quizá el mayor rastro de Capote manifestado durante esta estadía se debía a la posible presencia de un fantasma: anécdota de donde nace el título de esta crónica. Según el escritor Marcos Giralt Torrente sentía algo extraño en las madrugadas cuando iba al baño. Algo similar le sucedía a Sabina Urraca, quien, para desprenderse de estas suposiciones, o creencias, se le ocurrió escribir el siguiente mensaje suponiendo que este fantasma de Capote se presentara mejor ante Leila Guerriero, quien sí estaba muy interesada en él: “Pichorrica: Leila´s room is across the way. Thank you”.
A esto se suman otras anécdotas como la que le contó Rodrigo Fresán cuando se encontró a Truman Capote en Madrid antes de que falleciera. Fue en un bar irlandés. Allí Rodrigo Fresán logró reconocerlo por el tono de su voz. Capote estaba mareado. No era el mismo de antes. Fresán se acercó a preguntarle si él era Truman Capote, a lo que el escritor norteamericano sólo atinó a responder: “I used to be Truman Capote”. Era el final de su carrera.
Otra muestra de esta debacle fue que A sangre fría no ganó el Pulitzer ni el National Book Award. Lo que sí sucedió con Los ejércitos de la noche de Norman Mailer. Esto provocó la ira y frustración de Capote. Esta ira la desembocó en su siguiente novela, Plegarias atendidas, que fue un fracaso.
Otras animadversiones literarias recaían sobre Joyce Carol Oates y John Updike, a quienes Capote odiaba. En cuanto al ámbito musical, a Mick Jagger lo consideraba un pelmazo, y Bob Dylan lo aburría.
Por último, Leila Guerriero, como cualquier lector de Capote, reafirma que A sangre fría es la novela de no ficción más importante de la literatura a pesar de no haber recibido ningún premio. Sin embargo, no es la primera novela con estas características. Leila Guerriero expone lo siguiente:
En 1957, casi diez años antes de que Capote dijera estas cosas, en la Argentina un hombre llamado Rodolfo Walsh, hasta entonces traductor del inglés y autor de cuentos portentosos, había publicado Operación Masacre, una historia de no ficción sobre una serie de fusilamientos clandestinos cometidos por el Estado en la que utilizó elementos formales de la ficción. Así como Harper Lee fue la llave maestra de Capote para hablar con los vecinos de Kansas, Walsh tuvo la compañía de una jovencita, Enriqueta Muñiz, que fue con él a todas partes y cuyos modos, menos hoscos, permitieron que los sobrevivientes y los deudos los recibieran. (pp.101-102).
…

Operación Masacre afectó profundamente a la vida de Rodolfo Walsh, hasta entonces un hombre de ideas conservadores que cambiaron radicalmente después de ese libro, al punto que en 1973 se transformó en militante montonero, una guerrilla armada de izquierda, y el 25 de marzo de 1977, cuando hacía un año que la dictadura había tomado el poder en la Argentina, fue acribillado en la calle por un grupo de tareas de los militares y aún sigue desaparecido. (p.103).
No hay duda de que los ejemplos de Capote y Walsh dan para producir más escrituras de no ficción. Leila Guerriero es la elegida para esta tarea. La dificultad del fantasma es una muestra de ello.
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Leila Guerriero
La dificultad del fantasma. Truman Capote en la Costa Brava
Anagrama, 2024