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Reseña: La vida nueva (2024) de César Aira

Literatura accidental

“El arte se vuelve un juego ligeramente fantástico con el tiempo: es la documentación de algo que no fue, y a la vez promesa de algo que será’

-César Aira en ‘Sobre el arte contemporáneo’

Por Sebastián Uribe

Más que preguntarnos por qué o para qué leemos a César Aira (Coronel Pringles, 1949), lo que realmente se impone al abrir una de sus novelas o cuentos es la expectativa del asombro. Qué nuevo conejo sacará esta vez de la chistera. Con qué truco intentará —una vez más— hechizarnos. Porque si hay algo que caracteriza a sus ficciones es el encanto de la fábula, una narración en la que cualquier situación puede ocurrir, por más inverosímil que nos pueda parecer a priori, y La vida nueva no es la excepción.

Un joven narrador inédito de veinte años, que responde al nombre de Aira, desea publicar su primera novela. Su manuscrito llega, por mediación de sus amigos, a Achával, un entusiasta editor independiente, en quien delega la publicación del libro. Así pasan días, semanas y años. La publicación mantiene su condición de promesa y la absurdamente larga espera se va tornando en la nueva normalidad. Cada vez que hay un nuevo contacto para consultar por el libro – para el narrador, una manifestación de la relación “telepática” entre él y su editor–ocurre un evento fortuito que entorpece y pospone la publicación del libro.

Estas interrupciones —que van desde un apagón en la imprenta hasta dificultades con la distribución, la logística, el diseño de la tapa o incluso la cola para el pegado— son precisamente el tipo de incidentes con los que Aira impregna su literatura de un carácter lúdico, donde cualquier cosa puede suceder. La literatura, según Aira, es el desvío necesario al anhelo de control y automatización de nuestra época. Esa estandarización solemne y tediosa que ha impregnado el espíritu humano tras más de dos siglos de carrera industrial y tecnológica. No es un dato menor que el protagonista de la novela sea en sus inicios un estudiante de Administración de Empresas, carrera con la que enmascara el secreto de su vocación literaria y por la que no muestra interés alguno.

Otro dato curioso es que, en la novela, no se llega a precisar de qué va el manuscrito, pero sí se menciona lo siguiente:

Y él sí, aun siendo un hombre de larga militancia izquierdista y gran compromiso político y social, supo apreciar el soplo fresco de irreverencia que representa lo mío y que no era otra cosa, según él, que la libertad, antídoto necesario a la seriedad o solemne empaque, ya francamente estalinista, que estaban tomando las ciencias sociales” (pág.10)

La vida nueva, así como sus otros más de cien libros publicados, se convierte en otro artefacto excéntrico que se cuela a la fiesta del presente sin estar adherido a alguna tendencia temática. Asimismo, este libro se convierte en un dardo envenenado dirigido al lenguaje encorsetado y homogeneizante que domina gran parte de los ensayos actuales, representado de forma paradigmática por los papers académicos —una forma que comparten también muchas narrativas contemporáneas, empeñadas en ‘decir lo mismo’ bajo el afán de (sobre)explicar.

El humor airano es uno que no busca arrancar carcajadas sino desconcertar al lector. Los chistes son imprevisibles por naturaleza y las novelas de Aira logran ese mismo efecto, alterando las expectativas que el lector se hace tras leer las primeras páginas. La aparente sencillez de la trama en un momento inicial, las situaciones jocosas y la prosa prístina, son algunos elementos con los que el escritor argentino busca propiciar ese accidente capaz de distorsionar el carácter previsible del lenguaje realista que impera en la cotidianidad. En este libro, dicho desvío se materializa en un extenso párrafo sin pausas, de más de sesenta páginas, que puede leerse —y disfrutarse— en una sola tarde.

En realidad, mi intuición había dado la hora justa, que era la hora en que debería haberse producido el evento. Si no se había producido había sido por un accidente, que producía un pliegue en la esencia cronológica del asunto, pero no la alteraba. Por puro gusto de la especulación y porque me gustaba hablar con Achával, lo contradije: esa supuesta “esencia cronológica” no existía, o si existía estaba toda ella hecha de accidentes, la esencia misma del tiempo era el accidente imprevisible” (pág. 35)

Hace no mucho leí que entre los títulos de los diez libros “imprescindibles”[1] de otro gran narrador argentino, Sergio Chejfec, figuraba La vida nueva. Esto no resulta sorprendente al descubrir cómo se representa en la novela el ecosistema material de la literatura. Aquí, Aira se ríe del mundo editorial contemporáneo, donde el último elemento en importancia resulta ser el autor, cuya función, en palabras del narrador, es “la única irreemplazable en toda la cadena” (pág. 19) y por ello mismo, la única que podía esta fuera de la misma.

Pero hay otra dimensión donde también confluye la literatura de Aira con la de Chejfec y es la de la pregunta por el tiempo en el arte, en cómo se piensa y opera en este:

La mariposa aleteó locamente en un mundo tan loco y tan colorido como ella, el mundo de mi juventud. Dejé pasar años. El tiempo no tenía urgencias para mí, y dos años no me parecía gran cosa. Un día llevaba a otro, un verano a un invierno, y había que vivir. Achával seguía presente en algún rincón de mi mente, y detrás de Achával mi novela, mi primer libro. No era que no me importara; era una presencia importante; por serlo, podría esperar. De hecho, la espera a la que lo estaba sometiendo era un homenaje a su importancia, en cierto modo un gesto de respeto” (pág. 22)

 En ese espacio temporal entre la escritura del manuscrito y su publicación, –constantemente anunciada y postergada por el editor– es donde, en verdad, se gesta la literatura. Pues es en esa demora —que se opone al sentido de urgencia del mercado— donde se deja de pensar en términos funcionales y el lector se rinde ante la inventiva del autor. Por paradójico que parezca, es en esa aparente pérdida donde la literatura se reapropia del tiempo y lo recupera para restaurar la posibilidad de comenzar una vieja vida nueva.

*****

Datos del libro reseñado:

César Aira

La vida nueva

Personaje Secundario, 2024. 64 pp.


[1] https://eternacadencia.com.ar/nota/los-imprescindibles-de-sergio-chejfec/8835

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Reseña: Estratagema en claroscuro (2020) de Magdalena Chocano

Y la luz desespera de seguirme. Apuntes sobre Estratagema en claroscuro

Por Cristhian Briceño

Esos procesos demoran

Santiago Vera

Nuevamente salgo de la lectura de este libro con la sensación de haber presenciado algo poco común y difícil de determinar. En algunos de sus fragmentos sobre poesía, Novalis escribió que esta es infinitamente compleja y, sin embargo, es también muy sencilla. Esta afirmación, con pretensiones de agotado tropo, nos conduce al laberinto sin salida de querer definir o calibrar algo que, sin contar lo que hagamos, se terminará escurriendo entre los dedos. De ese modo, los poemas de Magdalena Chocano me suelen recordar a aquellas antiguas fórmulas matemáticas previas a la notación algebraica, escritas en verso y que, más que luz, arrojaban una tupida penumbra que no hacía sino avivar la curiosidad de los iniciados, dando pie a siglos de deliciosa especulación y conciliábulo. No existe el cabo del hilo que nos conduce a desentrañar la “verdad” del poema, o, en todo caso, la notoriedad de ese providencial cabo se corresponde con el tamaño de nuestra confianza, una suerte de “creer para ver”. Lo finito dándose apariencia de infinito, nos vuelve a decir Novalis. La lectura de los poemas de Chocano suele ser un proceso que demora, en cuanto su estrategia semántica presenta cambios de ritmo que pueden llegar a desconcertarnos, y salir de ellos nos obligará a tomar una bocanada de aire y emprender nuevamente el ascenso a su cuesta; nos topamos, por ejemplo, con expresiones tales como “el noúmeno cernido de las cosas” o “cariátide maleable”, para después encontrarnos con versos de apacibles fraseos y significados, en apariencia, cristalinos: “la parsimonia de beber la ya extinta Kola Inglesa”. Este movimiento de entrada y salida es tan logrado que no podemos hacer otra cosa que reconocer que estamos en terreno poético, en el momento donde algo sucede con las palabras aunque no podamos cercar ese sentido para examinarlo con ojos de entomólogo; debe ser parecido a identificar cuántos colores presentan las alas de una mariposa mientras se aleja velozmente de nosotros atravesada por los último rayos del sol. Esos procesos demoran, también, porque la obra de Chocano tiene un alcance, entre comillas, reducido en nuestro medio y, de alguna forma, repele al canon e incluso deja indicios de esto en varias de sus líneas. Baste recordar su artículo titulado “Ruido canónico vs. poesía” aparecido en 2005, donde afirma descreer de las reseñas que tienden a la conformación de grupos o sociedades que reparten el rótulo de poesía sin siquiera haber accedido al hecho poético en sí. Chocano se desvía de ese ruido canónico hacia el locus donde el silencio fomenta la contemplación de lo profundo; desestima la necesidad que tienen muchos autores por afianzar una carrera en base a reseñas simplonas, menciones en recuentos, fotografías en portadas de suplementos culturales, premios a la popularidad y demás idioteces.

Para seguir leyendo, se puede acceder a la reseña completa en este enlace.