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Reseña: Hijos de la guerra (2020) de Enmanuel Grau

Afectos y violencia

Por Omar Guerrero

Hijos de la guerra (Hipocampo Editores, 2020), Premio Luces 2020 en la categoría cuento, del escritor peruano Enmanuel Grau (Lima, 1987) contiene ocho relatos donde sobresalen dos tópicos específicos: los afectos (sean de pareja, familiares, amicales o literarios) y la violencia. Esta última se desarrolla tanto en el espacio urbano que hace referencia al barrio y a la collera (y cuyo antecedente se puede encontrar en la obra de Oswaldo Reynoso, Julio Ramón Ribeyro y en el primer Vargas Llosa). Esta violencia colinda, a la vez, con lo marginal. Se manifiesta también con lo vivido en la época del terrorismo en el Perú, sobre todo en espacios distantes o periféricos.

El primer cuento, que precisamente remite a los afectos, se titula «Guerra perpetua», cuyo personaje principal es Georgette Phillipart, la viuda de César Vallejo. Ella es la narradora que cuenta en primera persona una serie de hechos relacionados a su vida de pareja y también en sus anhelos como mujer, precisamente con la maternidad. El tiempo y espacio de esta historia se ubica, en un primer momento, en el penúltimo día de vida de Georgette, pues al inicio del cuento se señala como paratexto el lugar y la fecha del despliegue de esta voz narradora: Maison de Santé / Lima, 3 de diciembre de 1984 (ella fallece un día después). Y menciono este tiempo y espacio como primer momento porque remiten a un segundo espacio y tiempo que corresponde al último día de vida del poeta en París (1938), cuando él se encuentra en la clínica agonizando (las frases: «me dijo, con un hilo de voz» y «Y tus ojos arden, tus ojos arden» guardan relación al momento previo a su muerte). Este efecto de tiempo sobre tiempo, además del tema literario, no solo colocan a este cuento como el mejor del libro. Se suma el uso de un lenguaje intimista y lleno de sentimientos que muestran, o recrean, a través de la ficción, los momentos que vivía la pareja, más aún con el contexto de la Guerra Civil Española y con el último libro con el que se cierra la obra total del poeta:

[…] Él intentó abrazarme. Me solté, fui hasta la mesa, tomé las cuartillas y las arrojé sobre la estufa. Nos quedamos mirando en silencio cómo ardían. ¿Qué si me siento culpable, qué si tengo remordimientos? Me parece que no. A estas alturas ya todo está saldado. Recuerdo que entonces estalló lo de España y el incidente, junto al libro, quedó olvidado. O eso creí. Cuando César enfermó, juré ocuparme de todo, con tesón, como lo he hecho siempre, hasta ahora. Incluso, había decidido entregar el libro, nuestro hijo de la guerra a los editores. Pero todo cambió la última vez que lo vi en la clínica. Entré en el cuarto y con solo mirarlo supe que él lo sabía todo. (p. 15)

El segundo cuento se titula «La Pampa». Sus personajes son unos jóvenes que transitan en determinada zona de Lima. La mención del Cerro San Cristóbal, el jirón Madera, el Mercado Modelo y un arenal (La Pampa) donde ocurre el desenlace de esta historia define el comportamiento y el nivel socioeconómico de los personajes, lo que brinda un aporte a la literatura peruana en temáticas urbano-marginales, muy al estilo de Enrique Congrains o el mismo Oswaldo Reynoso. Se suma el lenguaje procaz y su comportamiento violento correspondientes al segundo tópico que prima a lo largo de libro. Aunque en este cuento también se encuentran los afectos amicales y fraternos. Lo mismo podría decirse del cuento «Al otro lado del río» donde la violencia se manifiesta en otros ámbitos que van más allá de las personas:

No sé por qué recordé lo que habíamos hecho la otra vez. Estábamos por Puente Trujillo. Cerca de un basural unos perros rugían con furia sobre un gato. Lo habían malogrado a punta de mordiscos. Los espantamos con piedras: ¡lárguense, fuera! El gato estaba allí, todo magullado y nos miraba con ojos que parecían humanos. (p. 80)       

En este mismo cuento, la presencia del río y el lodazal de los alrededores, junto con el olor y la oscuridad del espacio, además de la mención de otras grandes arterias de la ciudad, como la avenida Francisco Pizarro (p. 89), sirven para que la mayoría de los lectores, sobre todo para los lectores peruanos y limeños, reconozcan y ubiquen al distrito del Rímac como escenario principal. Para los lectores foráneos es necesario mencionar que se trata de un distrito bastante antiguo que se fundó en el siglo XVI en el inicio del virreinato del Perú. Además, se caracterizaba por albergar a buena parte de la población afrodescendiente e indígena y es donde se funda el legendario barrio de Malambo, de mucha tradición artística y culinaria. En este distrito, también se construye la famosa Alameda de los Descalzos, escenario de muchas historias virreinales. Es allí donde la Perricholi realizaba sus famosos paseos vestida de tapada. Este lugar aún existe en la actualidad, pero, desafortunadamente, no es considerado dentro del circuito turístico por su nivel de inseguridad. La representación de este emblemático distrito no es recurrente en la literatura peruana última. Su antecedente más cercano (si es que no caigo en el error ante la falta o desconocimiento de otras lecturas) es la novela Malambo de Lucía Charún-Illescas, además de algunas Tradiciones peruanas que toman este distrito como escenario («Un cerro con historia», «Don Dimas de la tijereta», «El castigo de un traidor» o «Pancho Sales el verdugo»).[1] Por tal razón, se pueden considerar estos cuentos de Enmanuel Grau sobre el Rímac como un considerable aporte.   

Otro de los cuentos que también se desarrollan en este distrito (sobre todo por su mención -otra vez- a La Pampa, además de La Huerta y a centros educativos como Lucy Rynning, el Patrocinio y Esther Cáceres como lugares de atracción para sus personajes varoniles) corresponde al cuento que le da nombre al libro: «Hijos de la guerra», cuya historia gira en torno a un acto violento desencadenado también por personajes jóvenes, específicamente por escolares de secundaria. Por otro lado, la mención de un personaje de nacionalidad chilena remite, irremediablemente, al episodio de la Guerra del Pacífico, e incluso, a las diferencias raciales que aún existen, sobre todo en una ciudad como Lima. Otro punto en común son las peleas callejeras entre bandos juveniles a partir de un afecto quebrado.

Siguiendo con el tema de la violencia, esta se aborda en referencia al periodo de la guerra interna y/o terrorismo, sobre todo en sus consecuencias. Sucede en cuentos como «Desborde en la penumbra» y «Recuerdos de Chepén». El primero transcurre en un espacio que ya no es precisamente rural. Este corresponde al crecimiento de la ciudad, a sus extensiones, muy a pesar de que no forma parte de un gran urbanismo debido a su distancia. En esta ocasión, se trata de un distrito alejado y en formación cuyo nombre es Santa María, que también cuenta con un río y con otra amenaza latente proveniente de la misma naturaleza. Aunque la amenaza mayor corresponde a las explosiones, a la falta de luz y a las incursiones de un grupo armado que detiene y tortura a sus pobladores si es que se resisten a sus órdenes. Las acciones tendrán sus adeptos, pero también sus opositores. Esta diferencia trae consigo un cuestionamiento a los afectos familiares, sobre todo entre padres e hijos. Se suman los desastres naturales como los deslizamientos y huaicos tan comunes en estas zonas periféricas:

Las noticias sobre las explosiones llegaban a Santa María con los periódicos, pero no habían ocurrido antes, ni siquiera en la parte más alta del valle. Por eso, cuando el fluido eléctrico dejó de funcionar, después de que las torres de alta tensión colapsaran, supimos que enfrentábamos algo mayor, una calamidad que no era inocente y ciega como la fuerza de la naturaleza. (p. 35)

La violencia del terrorismo y sus consecuencias también llegan a otras zonas fuera de la capital, especialmente en ciudades o pueblos de la costa norte. Ocurre en el cuento «Recuerdos de Chepén». Aquí el personaje femenino se encuentra en un conocido balneario tratando de tener unas vacaciones que la ayuden a olvidar el dolor sufrido por los acontecimientos de violencia, pero este sosiego resulta imposible. Su relación con otros amigos y extraños la hace sentir vulnerable:

Tú despiertas. Lees otra vez, como cada mañana: «En acción heroica el mayor Ramírez fue abatido anoche por una cuadrilla de Sendero, después de combatir en desventaja unas cuatro horas». Cuando bajas a la recepción, Claudia ya tiene media hora esperando. La acompaña Richard y tú apenas reconoces en ese hombre serio y amable al muchacho de entonces. (p. 98)

Lo peor de todo es que el sufrimiento persiste. Solo el recuerdo queda como un consuelo. Esto mismo imposibilita un final resolutivo. La resignación es la única salida. Algo similar ocurre con el cuento «Instrucción final», que remite a otro tipo de violencia, relacionada en parte con el terrorismo, o con los rezagos que quedan de ello en determinadas zonas del país. Los personajes aquí son militares: soldados provenientes de provincias. Uno de los escenarios es la sierra sur del Perú. Este espacio presenta un clima totalmente opuesto al cuento precedente (asumida como una visión representativa de la diversidad de nuestro país). Se suma el uso y efecto de tiempos intercalados. El inicio, por supuesto, menciona una evidente violencia (y tragedia) tan propensa en la vida militar donde los errores se pagan caro:

Hace algún tiempo Santos murió dinamitado en Juliaca, en las alturas del Perú, mientras el pueblo entero preparaba la fiesta de la Candelaria. Ocurrió durante unas maniobras militares de instrucción que debían graduarlo en su cargo de alférez y que por descuido (esto consignan los informes que encontré en el archivo militar) no pudo celebrar en vida, sino en una capilla ardiente, acompañado de cachacos contritos, rodeado por las heladas de la puna. (p. 104)

Finalmente, hago mención del cuento «Juanrra». Otro de los mejores de este libro, sobre todo por desarrollar el afecto literario, más aún con la poesía. Este cuento aborda la admiración hacia un poeta trascendental en la literatura peruana última, más aún por tratarse de un miembro fundador del reconocido grupo Hora Zero. Me refiero al poeta chiclayano Juan Ramírez Ruiz. Es inevitable no encontrar una influencia de Roberto Bolaño a lo largo de esta historia, pues sus otros personajes son precisamente unos jóvenes poetas universitarios apasionados por la literatura que admiran la obra de este poeta mayor. Vale la pena considerar también la relación del mismo Bolaño con los poetas de este movimiento para entender esta actitud y pasión hacia las letras. Pero vayamos a los personajes. Primero en referencia a los poetas jóvenes universitarios que buscan un ejemplo y paradigma como Juan Ramírez Ruiz. Así es como se presenta a uno de ellos:

La tertulia se hundía en el sopor, cuando en la mesa de lectura hizo su aparición un muchacho más o menos de nuestra edad. Rechazó el micrófono que le ofrecieron y no tomó asiento en la silla que le estaba asignada, sino que procedió a acuclillarse en el suelo. Entonces Julio y yo escuchamos el poema más increíble que habíamos oído a un chico como nosotros. Este hablaba, en un tono sublime, de algunos espacios de la ciudad jamás pensados como poéticos, como, por ejemplo, los suburbios del Rímac, rutas de travestis golpeados en la noche cerrada que eran rechazados de los hospitales por no tener documentos de identidad, o sobre los cachacos de palacio de gobierno, muertos de hambre mirando estúpidamente la Plaza Mayor de Lima, deseando incendiarla. Se llamaba Pepe y desde esa madrugada en que nos emborrachamos hablando de poesía, formamos un tridente inseparable. A diferencia nuestra, Pepe era un poeta de la noche; es decir, conocía de sobra los lugares donde se leía y comentaba poesía. (p. 55)

Enmanuel Grau – Fuente: Diario Trome

Estos jóvenes amantes de la poesía, estudiantes de letras en una universidad nacional, cuyo local se encuentra en el mismo centro de Lima, desean desarrollar sus proyectos poéticos guiados por la obra de Juan Ramírez Ruiz. Es así como el poeta mayor se hace presente en esta historia:

Una voz grácil dio inicio al evento. Juanrra permaneció inerme en el escenario, escuchando distraídamente a sus compañeros de generación que leían sus poemas o contaban anécdotas o chistes hasta que le tocó hablar de él. Alguien puso sobre sus manos el micrófono y en la sala del Gremio de Escritores hubo un silencio prolongado y denso o elocuente. Juanrra golpeó con los dedos el aparato, carraspeó una, dos veces y dijo que la poesía era algo que él no podía explicarse sin los amigos aquí presentes y también otros que no habían podido llegar por falta de recursos o ganas o incluso debido a la desgracia. Entonces, como obedeciendo a un impulso o un mandato, Juanrra leyó el más hermoso de sus poemas. Este hablaba sobre un poeta y su ciudad. Un poeta que ha perdido su ciudad y sus libros (mencionaba la cantidad de libros) producto de un terremoto. (p. 61)

Es precisamente la desgracia, mencionada en este fragmento, la que impide el regreso o el retorno de los amigos. Esta se presenta aquí como un anticipo para otorgar un fin trágico y triste a esta historia, pero, a la vez, esperanzadora solo a través de la poesía.

A partir de lo expuesto, se puede determinar que Hijos de la guerra es un gran inicio en la carrera literaria de un escritor como Enmanuel Grau, no solo por su bagaje de lecturas y experiencias, sino también por su misma propuesta. Eso sí, y esto corresponde a la edición del libro, habría que tener mayor cuidado al momento de la diagramación. Aunque este tema ya corresponde al editor y no precisamente al autor.

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Datos del libro reseñado:

Enmanuel Grau

Hijos de la guerra

Hipocampo Editores, 2020

Puntaje: 4.5/5


[1] También se podrían citar algunas obras de José Diez Canseco o de Alfredo Bryce Echenique, donde se menciona este distrito, aunque sus personajes y/o protagonistas no son precisamente citadinos o moradores de este espacio.  

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Notas de lectura: Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima (2022) del Colectivo Río Hablador

Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima

Notas de lectura

Por Lisandro Solís Gómez

Javier Arnao Pastor, Paulo César Peña y Tania Reyes Arcos, miembros del Colectivo Cultural Río Hablador, acaban de publicar el singular volumen Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima. Esta obra reúne un conjunto de textos de naturaleza híbrida que se caracterizan por proponer un acercamiento a la ciudad desde la perspectiva de los ciudadanos que la habitan. La pluralidad de registros textuales que se vinculan en cada texto, así como la diversidad de escenarios y dinámicas sociales que ponen en escena se conjugan de una forma única y brindan una mirada atípica del paisaje urbano. Sin duda, esta obra es la culminación de una serie de escritos que, a través de sus redes sociales, este colectivo ha venido difundiendo desde hace unos años.

Foto: Facebook Río Hablador

No obstante, tal vez, el principal promotor de este proyecto sea Paulo Peña, quien desde la publicación de su primer libro, Cada ventana tiene su propio cielo (2013), ha mostrado interés por conjugar en sus textos lo reflexivo, lo íntimo y el espacio de la ciudad, así como su memoria. De hecho, Peña ha continuado en esta senda con 1945: Jorge Eduardo Eielson, vida y canción en Lima (2015) y Peregrinación a Santa Beatriz (2016), libro que es el origen de unos recorridos urbanos que cada cierto tiempo emprende el autor con un conjunto de interesados.

Andanzas y reescrituras, desde su edición, acepta variedad de formatos como maneras válidas de acercarse a la ciudad. La asociación de imagen y palabra dentro del libro es uno de los primeros detalles que llama la atención. Esta asociación se expresa a través de una secuencia intercalada y casi rítmica de fotografías, collages y textos. El libro, en general, propone acercarse a partir de la experiencia cotidiana de quien habita y circula la ciudad. Se trata de mirar, escuchar y sentir el espacio que nunca es únicamente físico, sino que, en varios pasajes, parece ser también espiritual, al punto de resonar en lo más íntimo de quien escribe.  

La colección reúne catorce textos que oscilan entre la narración, la crónica, el apunte reflexivo, el poema en prosa, el ensayo sociológico y la bitácora personal, a veces incluso en la misma página. Otro rasgo destacable es la recuperación del punto de vista personal para aproximarse a la urbe. La voz de los habitantes de los distintos rincones de Lima invade los textos, y, en ese sentido, el libro brinda una visión panorámica y relativamente extensa de la capital. De allí surge el carácter coral del conjunto: son múltiples miradas e interpretaciones de la ciudad que surgen de la experiencia íntima de los redactores que encuentran en la escritura un medio para explorar(se). Este último aspecto encaja con el carácter maleable que posee la escritura de la mayoría de los textos del conjunto. No obstante, esta apuesta por la heterogeneidad formal resulta realmente efectiva cuando se combina con la percepción y el análisis de la vida urbana. Esta ecuación lamentablemente no siempre se consigue, razón por la que no todos los textos alcanzan el mismo nivel de compromiso, desarrollo y profundidad.   

Javier Arnao Pastor

De los catorce textos, sin duda, destacan los dos de Javier Arnao, «Cuando viajar es un deporte de contacto» y «Al final del arcoíris». De ellos, resulta de mayor interés el primero que propone una caracterización sucinta del código moral del limeño promedio a partir de la experiencia de viajar en el sistema de transporte del Metropolitano. Este texto de Arnao es una exhibición de destreza técnica, como se puede apreciar desde el inicio: «Seis de la mañana. La ciudad pega un salto de la cama. Se quita de golpe el traje y el fotocheck. Va a la cocina y se mete a la ducha fría. Coge la toalla y se lava. Coge el peine y se seca la cabeza. Coge el cepillo de dientes y se despeina la melena» (p. 49). No obstante, este despliegue de recursos no resulta banal ni impertinente. Por el contrario, se propone una indagación específica, casi científica: «Las calles, los servicios públicos son excelentes laboratorios para analizar nuestra idiosincrasia» (p. 50).

Arnao consigue reflexionar de forma aguda sobre lo que un simple viaje puede revelar sobre la naturaleza de los pasajeros, casi como si de la fricción de la carne se pudiera deducir el tenor y la densidad de un alma. Así, la predilección, por lo inmediato, el egoísmo o la falta de empatía resultan los rasgos que caracterizan a los viajeros de una de las líneas de transporte más usadas por los limeños. De esta forma, concluye Arnao, el bus se convierte en «casi una metáfora del Perú (cuerpos próximos, almas distantes)» (p. 54).

Otro texto que resalta es el de Lucía Egas, «La melodía de Lima». En él se narra el recorrido de la autora, quien presenta autismo, hacia la Casa de la Literatura. La mirada de Egas consigue problematizar el carácter inhóspito de la ciudad hacia aquellas minorías que también la conforman. De hecho, el texto constituye una revelación, porque permite comprender que transitar por la ciudad puede constituir una verdadera hazaña para una persona con autismo. Lima es caracterizada por Egas como una «ciudad hostil» (p. 64) para quien escapa a cierto espectro psicológico. Este diagnóstico parece resonar con otros textos, como el de Tania Reyes, «Por la noche, las bicicletas»: «Lima es una ciudad cruel para nosotras y de ser atacadas, lo mejor que nos podría pasar es ser asaltadas» (pp. 135-136). Pertenecer a una minoría o ser mujer, entonces, supone vivir en una condición de mayor riesgo. El diseño de la ciudad parece rechazar lo diferente.

Tania Reyes Arcos

No obstante, el recorrido que propone Egas posee el mérito de presentar una imagen del espacio urbano desde la mirada de quien padece autismo. Ver la ciudad desde esa perspectiva es una manera diferente de aprender a mirar al prójimo y, tal vez, de interesarse por él. Además, Egas, pese a la adversidad, concluye que su recorrido es también una forma de capturar la ciudad y volverla amable (y acaso bella): «Los sonidos tienen formas, y si veo una forma la relaciono con su respectivo sonido. Empecé a reconstruir sonidos de mi paso por las calles de Lima. Y ese fue mi primer recuerdo con ella: la melodía de mi paso por sus calles» (p. 66).

Finalmente, el texto de Tanús Simons, «Más allá de nuestros muros», consigue articular lo social y lo étnico de manera efectiva en una indagación sobre la identidad, el espacio y el sentimiento de pertenencia que tienen como símbolo principal el cerro Casuarinas y el famoso Muro de la Vergüenza que lo divide. La narración de Simons transcurre entre Chacarilla del Estanque (Surco), San Juan de Miraflores y Moyobamba, y problematiza la forma en que los prejuicios y los estereotipos determinan nuestra forma de interactuar con los demás. Unas de las principales virtudes de esta lectura es su capacidad para esclarecer el trasfondo de lo que parece obvio en la vida cotidiana.

Por ejemplo, la clásica pregunta por el lugar de residencia se revela como un dispositivo para clasificar a las personas e insertarlas dentro de un mapa social que determina de forma anticipada qué se puede esperar de ellas. Al respecto, Simons señala lo siguiente: «¿Dónde vives? Esa frase, en Lima, es más compleja de lo que aparenta. En una sociedad clasista, la pregunta esconde la intención de etiquetarte, juzgarte y creer que ya te conocen los suficiente. La dirección de la residencia puede ser más importante que el nombre o, incluso, más representativo que el número de DNI» (p. 155). De esa manera, esa pregunta es la arista de un mecanismo que opera casi de forma inconsciente, y permite a las personas desenvolverse y sobrevivir en la ciudad. 

Paulo César Peña

En síntesis, considero que Andanzas y reescrituras es un libro valioso, que escapa a las aproximaciones, a veces desgastadas, que ofrecen la ficción o el peor periodismo. En un medio editorial aún en desarrollo, una propuesta como esta resulta sumamente refrescante. No obstante, no se debe olvidar que esta colección es —repito— el resultado de un proyecto que, gestado desde hace cuatro años, se ha consolidado gracias al trabajo constante y paciente de los integrantes del Colectivo Cultural Río Hablador. Considero que el principal mérito de esta colección radica en brindarle al lector nuevos ángulos de una ciudad que nunca deja de sorprender, que, arisca y huraña y a veces violenta, todavía puede ser un terreno fecundo para la esperanza y, tal vez, para la reconciliación.  

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Datos del libro comentado:

Javier Arnao Pastor, Paulo César Peña y Tania Reyes Arcos (eds.)

Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima

Editorial Río Hablador, 2022

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Reseña: Exercício do olhar / Ejercicio de la mirada (2020) de Tanussi Cardoso

Las miradas de Tanussi Cardoso

Por Juan Valle Quispe

Exercício do olhar / Ejercicio de la mirada (Amotape Libros, 2020), de Tanussi Cardoso (Río de Janeiro, 1946), es una de las últimas entregas de traducción hecha en el país sobre poesía brasileña y llega a cargo del vate Óscar Limache. Afortunadamente, la simbiosis entre los esfuerzos de Limache y la editorial Amotape por continuar la inserción de nuevos autores extranjeros en nuestro idioma no se ha visto interrumpida. Ya en anteriores oportunidades, dicha labor ha traído las propuestas de clásicos como Rabindranath Tagore o Carlos Drumond de Andrade, así como las voces contemporáneas de Ademir de Marchi, Paulo de Toledo, entre otros. Visto de esa manera, el camino para acceder a estas lecturas imprescindibles, en buena parte, se nos allana gracias al reto asumido por Limache (sin olvidar a otros traductores de este sello como han sido Renato Sandoval o Jorge Nájar) y la tarea de difusión que, en casi una década, ha logrado Amotape. Ahora bien, tan igual que con otros títulos del catálogo impulsado por su editor Alfredo Ruiz, creemos que el poemario que nos ocupa también es capaz de ofrecer una variada riqueza en claves de lectura a dilucidar.

Tanussi Cardoso: Foto Archivo Fan page Centro Cultural Trilce)

Aunque la elección del texto a traducir, tal como lo expresó Limache en un diálogo virtual con Cardoso, correspondió por un lado al desafío que el libro implicaba, también señaló un aspecto que notó a lo largo de su lectura: “¿Por qué elegí este [poemario]? … Porque había misterio, creo que un poemario debe tener misterio, y no digo que haya un crimen que resolver ni un fantasma que va a aparecer sino un misterio en las palabras, las palabras ocultan algo” (Feria Internacional del Libro de Huánuco, 2021, 25:32 – 25:47). Por nuestra parte, consideramos conveniente sumar a esta característica puntualizada por el traductor otras coordenadas que contienen sus páginas.

Una vez hemos ingresado al poemario, como podría sugerirnos el propio paratexto del título elegido por Cardoso, es posible adelantar que aquí no se habla necesariamente de una postura contemplativa o pasiva, sino de sugerir la labor incesante a la que el poeta se entrega, desprendida por el sustantivo ejercicio —tomando en cuenta, además, la interacción del concepto de mirada con los conceptos de vista y ojo—. El poema homónimo, por su parte, en su vertiginosidad, en su opción por “no dar concesiones”, como describe el traductor al estilo de Cardoso, va de lleno a objetos, autores y discursos sobre los que posa su reflexión y da cuenta de lo que como poeta continuamente recoge en la cotidianidad y en el ejercicio reflexivo.

Dividido en tres secciones, el caso de sus paratextos nos indica también la opción por determinados absolutos (“EL TIEMPO”, “LOS DÍAS”, “LAS NOCHES”) que, a su vez, el poeta hace dialogar entre sí al indagar constantemente en el tiempo y el viaje. Se trataría de un viaje que se desdobla en el viaje interior y en el terreno de los sentidos y el cuerpo. De aquí es posible emparentar los títulos del poema con el que inicia el libro (“óvulo I”) y el último (“óvulo II”), que, aunque podrían dar la apariencia de un viaje circular, cuentan con sus propias reglas.

Cabría también hacer un énfasis en lo que a la idea del tiempo refiere el poemario, ya que parece alentar en Cardoso diferentes búsquedas en relación con la vejez, la labor poética, el diálogo con la tradición, el cuerpo, la religión y los lazos familiares. Como ejemplo, podríamos tomar el poema “ciertas respuestas”, que sin problemas podría considerarse un arte poética expresada a través de una extensa relación de elecciones en el quehacer poético del autor, así como sus implícitos rechazos. Ante esa declaración de principios a lo largo del poema, nos encontramos así con un autor cuyos temas y expectativas en torno de la poesía no espera agotar. Más incluso, intuimos que permanece atento a dejar una interrogante sobre cada una de ellas toda vez que le sea posible.

Mención especial requeriría el poema “sobre el nombre de las cosas”, quizá uno de los más logrados del conjunto por su poder evocativo. El tema que bien podría traer a colación vendría a ser el lenguaje como herramienta para construir el mundo y la realidad, y de cuyos límites (aquella “prisión”, como la calificaba Nietzsche) no nos es posible huir. En esa línea, el poeta refiere la búsqueda de un origen: “cuando caminábamos/ en la arena,/ los nombres no existían” (p. 37), “eran noches/ y días indefinibles, las/ cosas” (p. 39). Otro poema al respecto vendría a ser “génesis”, donde también se establece una relación con la sensibilidad y el cuerpo. Empero, las once partes que compone el poema guardan otros matices. El tiempo se presenta aquí como otro eje al interior de varios de los versos. Reflexionar sobre él y su naturaleza nos devuelve a lo que llegó a decir Borges, ya que en su opinión representaba

… el misterio esencial, es la perplejidad esencial, ya que es el problema de nuestra identidad personal. Si yo pienso en mí, no soy solamente el que existe en este momento… yo soy también mi pasado, pero ese pasado en su mayor parte ya está olvidado y sin embargo hay algo que persiste. Ahí está todo el misterio del tiempo. (BillEvansArquivo, 2019, 28:42 – 29:12)

Recordemos otras interrogantes que el argentino añadió a este respecto: “¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos?” (como se citó en Johnson, 2016).

En esa línea, vemos en el poema los cuestionamientos que hace Cardoso sobre la repercusión del tiempo y la identidad: “¿cuántas caras tenemos?/ ¿cuál de ellas se llama amor?/ ¿quién en nosotros se dice la/ muerte?/ ¿cuál enciende la vela del/ templo?” (p. 49) o el diálogo con la tradición: “¿quién nos carga en los hombros?” (p. 41). El mismo Borges, incluso, es mencionado por el autor en el poema homónimo “ejercicio de la mirada”.

Cabría un señalamiento similar sobre el tiempo para el poema “fiat lux” o el poema “gerais”, donde al tema de la identidad personal se adhiere el de la identidad local, así como a una suerte de mantra cuya figuración sobre el tiempo en cinco de las seis partes del poema también es notoria: “Todo pasa/ nada pasa”. En la constante sobre la tradición, hacen acto presente en otros momentos del poemario autores fundamentales de la literatura brasileña: “[Monteiro] Lobato me enseñó/ las letras/ y la tierra de las cosas” (p. 69). También se puede ver esto en el poema “cántico para guimarães rosa” o “el río dentro de mí”, dedicado al poeta João Cabral de Melo Neto.

De igual manera, encontramos a lo largo del libro la opción por el tono del ensayo (otro sinónimo que quizá podría asociarse al de ejercicio), lo cual podemos ver al fijarnos en otros paratextos de los poemas (“sobre las horas”, “sobre el mar”, “de la esperanza”, “de los misterios”, “del aprendizaje del aire”, “de la poesía”, “sobre el oficio”, “del placer de la escritura”, “sobre lo humano”). Su empleo reiterativo nos daría a entender la intención cuestionadora, no cerrada al debate por parte del autor. Cabe esperar, entonces, en este recorrido, que la habilidad del poeta nos lleve a ver los objetos y discursos una y otra vez, pero haciendo diferente la experiencia.

Otro punto para rescatar del poemario de Cardoso es el juego de la mirada como redescubrimiento. La poesía muchas veces busca el reverso de la realidad a la que estamos habituados, busca el paralelo de las cosas para así convertirlo en belleza. A nuestro criterio, esto es posible de comprobar especialmente en poemas como “los ojos de los desvanes”, “fotografía”, “sobre el mar”, “huésped de las aguas” o “legado”.

Asimismo, los temas en torno a los lazos familiares como el padre y la madre tienen lugar en poemas como “tiempo de espera”, “retoque en el retrato” o “el hilo tenue del tiempo”. Otro tema trasversal que puede desprenderse en el poemario, que tendrá más ejemplos en la parte final del libro, vendría a ser la muerte y cómo, al hablar de ella, la intención de percibir de una manera distinta no se agota, sino que se hace más presente. Lo podemos ver en los poemas “como si no fuera un adiós”, “sobre el mar” o “de la esperanza”.

Menos amplio, al igual que la sección final, en “LOS DÍAS”, si bien figuran poemas con definiciones que ensaya el autor (véase “poesía” y “de la poesía”) o en torno al propio instrumento empleado por el poeta (“las palabras”), encontramos un trabajo sobre todo con el tópico del cuerpo (véase “en la carne”), especialmente en el poema más extenso de dicho apartado, “rutas”, donde a un elogio del cuerpo del sujeto amado paralelamente vemos un reconocimiento del hablante lírico en relación a su propio logos, reconocimiento al que la experiencia vital lo ha llevado y da cuenta de ello, así como sus propias limitaciones frente a un mundo que no ha dejado de observar: “nada sé de lo que suele llamarse vida” (p. 175), “pero sé de las horas/ en que las palabras se olvidan de existir/ cuando todo se abre en silencio” (p. 177), para terminar destacando un elemento como el mar y los objetos afines a este: “y sé que el mar es el que me ama/ es el que resiste en el vientre/ del abismo que me acecha” (p. 181).

Si para “LOS DÍAS” aparecen poemas ubicados en torno al ejercicio escritural y el cuerpo, en “LAS NOCHES”, vemos temas con un tono en apariencia crepuscular como es la muerte. Además de los poemas “legado”, “canción para quien se queda”, “suerte”, “casa”, “casi parábola” y “óvulo II”, donde se puede percibir este tópico, encontramos una relación de convicciones que surgen de la relación con la poesía, tal como puede notarse en el poema “el río dentro de mí”. Igualmente, otro poema a destacar en este apartado sin duda vendría a ser “las sombras son”.

Cabe detenerse por unos instantes más en torno al tópico de la muerte. Si atendemos a la cronología del autor (quien llegaba a los sesenta años cuando apareció la edición original de este libro en el 2006), podríamos tal vez entrar en lo trabajado por Edward Said respecto del estilo tardío, concepto con el cual postulaba que, en los grandes creadores, frente a la proximidad de la senectud y el deterioro natural del cuerpo, con la cercanía de la muerte, su obra “determina un nuevo sentido, o una reubicación del valor de todas las cosas” (Ródenas de Moya, 2010, p. 32). Sería de gran provecho establecer si este libro presenta una nueva dimensión respecto de anteriores propuestas o si es una reafirmación de sus primeras búsquedas. Esto se podría comprobar con la aparición en nuestro idioma del resto de libros que precedieron a Ejercicio de la mirada. Tengamos en cuenta, a su vez, que este título le valió a Cardoso el reconocimiento al mejor libro de poesía por el Congreso Latinoamericano de Literatura.

Como invitación al lector, citamos también algunos de los comentarios de parte de Cardoso sobre el trabajo de Limache, quien, además, es fundador del Proyecto Tabatinga de Traducción Literaria:

… sus traducciones hicieron sobresalir lo mejor de mis poemas en la sintaxis, ritmo, rima y armonía, pero sobre todo porque mis poemas no perdieron en ningún momento su sentido original… Pienso que, en algunos momentos, algunas cosas han cambiado en imágenes tan preciosas, tan ricas, tan bellas, quizás solo posibles en la lengua española. Sabemos que es muy difícil traducir portugués, pero la habilidad de Óscar en encontrar soluciones es fantástica. Muchas veces lanzando nuevas luces a mi poema original… Por su puesto, lo pienso así, solo un gran poeta como es Óscar Limache podría hacerlo con tanta perfección. (Feria Internacional del Libro de Huánuco, 2021, 22: 10 – 23:49)

Poeta y traductor Óscar Limache: Foto Archivo Óscar Limache

Es más que una fortuna leer en una edición bilingüe y al alcance de librerías locales la poesía de un país tan próximo y a veces tan alejado en el conocimiento de su producción literaria como es Brasil. El reto de su edición es a todas luces enorme, pero no podemos dejar de señalar el trabajo discreto y firme como el de Amotape Libros. En esta ocasión, vemos concretado uno de sus variados esfuerzos gracias al financiamiento de los Estímulos Económicos para la Cultura (otorgados por el Ministerio de Cultura), el cual obtuvo en la categoría de traducción para el poemario de Cardoso en el 2019.

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Referencias

BillEvansArquivo. (2019). Borges – Encuentro con las Artes y las Letras -1976 RTVE [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=yQqWohB45x8

Feria Internacional del Libro de Huánuco. (2021). EJERCICIO DE LA MIRADA DE TANUSSI CARDOSO [Video]. Facebook. https://www.facebook.com/104317525002613/videos/2877925215759339

Johnson, D. E. (2016). El can de Kant. En torno a Borges, la filosofía y el tiempo de la traducción. Ediciones/ metales pesados.

Ródenas de Moya, D. (2010). El estilo tardío y la autorrepresentación. Revista de Occidente, (344), 23-41. https://ortegaygasset.edu/wp-content/uploads/2018/07/02_Domingo-Rodenas.pdf

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Datos del libro reseñado:

Tanussi Cardoso

Exercício do olhar / Ejercicio de la mirada

Edición bilingüe

Traducción de Óscar Limache

Editorial Amotape Libros, 2020, 251 pp.

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Reseña: Ustedes brillan en lo oscuro (2022) de Liliana Colanzi

Naturaleza, violencia y contaminación  

Por Omar Guerrero

Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de Espuma, 2022) de la escritora boliviana Liliana Colanzi (Santa Cruz de la Sierra, 1981) es el libro ganador del VII Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. El jurado, presidido por la escritora española Rosa Montero, resaltó que los seis cuentos que componen el libro construyen mundos extraños que unen las claves de la ciencia ficción y el realismo. Ante lo dicho, se toma como antecedente el anterior libro de cuentos de Colanzi, Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia, 2016 [Argentina]; Santuario, 2017 [Perú]), donde se da cabida a lo sobrenatural y a lo andino. Aquí se reiteran estos tópicos, además de la presencia del mundo amazónico, del que se percibe la fuerza de su paisaje y sus recursos. A ello, se incluyen otros temas como la violencia, lo femenino, la maternidad, la familia, el miedo y la enfermedad.

En “La cueva”, uno de los cuentos más peculiares, y que precisamente abre el libro, está compuesto por nueve textos que tienen como punto en común este espacio geológico que se mantiene a lo largo del tiempo. Este transcurrir temporal permite concebir cada personaje o diversos hechos. Es así cómo se conoce la historia de una muchacha embarazada que caza conejos. Ella se tropieza con una piedra, cae y empieza a sentir dolor en el vientre. Esto acelera el nacimiento de sus dos niños a los que amamanta enseguida solo por instinto. La decisión que ella toma después no solo sorprende, sino que perturba hasta la consternación. Algo similar produce el siguiente texto que cuenta la historia de una joven llamada Xóchitl Salazar, quien se ve atrapada en una tormenta. Ella no puede llegar a su casa, por lo que se refugia en una cueva. Allí descubre dibujos prehistóricos donde sobresalen escenas de caza y sexo grupal. Encuentra, además, la marca de una mano que calza con la suya. A la mañana siguiente, regresa a casa con la idea de contar lo que ha descubierto sin saber (o esperar) la reacción de su novio. Otro de los textos que componen este cuento, y que guarda relación con lo femenino, es el quinto texto, donde se cuenta la historia de una pareja de jóvenes amantes de dos pueblos enemigos que se refugia en una caverna para estar juntos. Ellos se juran amor eterno. Sin embargo, a la semana siguiente, la muchacha se casa con un hombre de su pueblo. Muchos años después, ella regresa a la misma caverna acompañada de su hija. A pesar del tiempo transcurrido, la memoria le resulta esquiva al querer recordar a este amante de su juventud. Lo que ocurre a continuación es una variante con los otros textos que componen este cuento y que se caracterizan por tener un trasfondo científico, biológico y hasta de ciencia ficción. Uno de ellos cuenta la historia de una peste traída por un monje dominico que ocasionará graves consecuencias en la vida de unos murciélagos mutantes que habitan una cueva. Otro texto menciona a los troglobios, unos seres que se mantenían ajenos a la luz del sol y que llegan a desaparecer sin tener contacto con otros seres. Mención aparte a la formación de las estalactitas y estalagmitas en su superficie. Se considera que las más impresionantes se encuentran en una cueva llamada Naica, en la mina de la selenita de Chihuahua. Allí mismo se encontraron bacterias congeladas que no han tenido ningún parecido a lo ya conocido. Seguirán otros nombres como el de Onyx Muller y su cercanía con animales prehistóricos, o de un ser hermafrodita que sucumbe a la oscuridad de la caverna y a los ya mencionados troglobios; o los hongos y esporas como habitantes de una caverna, amenazados por las aves, el clima y la lluvia.  

El siguiente cuento también presenta ciertos rasgos de ciencia ficción relacionados con lo mitológico y lo andino. Este lleva por título “Atomito” en mención a una mascota-niño que es tejido con determinadas características como portar capa y botas. Todo se configura a partir de la presencia de una central nuclear en los andes. Se suman los personajes juveniles que son presentados en cada fragmento o bloque que componen el cuento. Es así como se conoce a Kurmi, una muchacha que odia a su nombre y que pierde a su madre, no sin antes recibir como regalo un Atomito tejido por su progenitora. Kurmi se relaciona con otros muchachos como un DJ llamado Orki (Never Orkopata) o un repartidor de pollos de una marca bastante peculiar. Y a pesar de desarrollar cada uno sus actividades, se mantiene latente el riesgo ante una radiación. Solo la presencia viva y real de Atomito, como si se tratase de un héroe, podría considerarse como una posible solución o salvedad. Mención especial para este cuento que toma como escenarios el altiplano, la huaca, la montaña y otros hechos sobrenaturales como despertar en otro tiempo. Se incluyen imágenes que potencian su propuesta:

El tercer cuento lleva por título “La deuda”. Su escenario es la selva boliviana. La historia gira en torno a una tía que va a cobrar una deuda. La acompaña su sobrina embarazada. Ellas hacen distintas paradas. En una de estas paradas ellas se convierten en testigos de un muerto en el río. En otro momento, la muchacha embarazada cree ver la imagen de su madre, cuya historia (o verdad) termina conociendo. A la vez, surgen recuerdos en medio del paisaje amazónico, justo antes de empezar a darse lo que tanto esperaba.

Los cuentos “Los ojos más verdes” y “El camino angosto” tienen como punto en común el fin de la inocencia de dos personajes femeninos dentro de un espacio rural que bien corresponde al lado oriental de un país como Bolivia. Los dos personajes son bastante jóvenes. Una es Ofelia, una niña de diez años que, en el día de su cumpleaños, desea tener los ojos verdes. Para cumplir su deseo es capaz de todo con tal de conseguirlo, incluso hasta convertirse en una persona que no teme tomar la iniciativa como si se tratase de un adulto. El otro personaje es Olga, cuyo destino será impuesto por ella misma sin importar las restricciones de su padre, de su familia y de su pueblo; mucho menos de las cosas malas que suceden y que son señaladas por la Iglesia como maléficas o demoniacas. Testigo de este cambio será su propia hermana, Susana, la narradora de esta historia que se caracterizará porque cada acto de supuesta inocencia ya no tendrá más cabida. Estos mismos actos darán paso a salir de lo que se conoce como “el camino angosto” donde solo se hace lo que está permitido (p. 66):

De noche Olga no se quería dormir: A Rosie la empreñó su sueño, decía tumbada junto a mí, y cuando yo me acercaba a chupar su teta me empujaba. ¿Ya no querés jugar a la vaca y al ternero? Y Olga me daba la espalda, preocupada, se pellizcaba los brazos para no cerrar los ojos, por miedo de soñar… ¿con qué? Un niño sin padre es una hoja en el viento: no sabe quién es, de dónde viene, qué la lleva. Había que anclarlo.

Por último, el cuento “Ustedes brillan en lo oscuro” aborda de nuevo el tema de la contaminación nuclear, aunque esta vez de una manera mucho más evidente, con consecuencias trágicas en los personajes afectados que serán separados como si se tratase de un gueto o de unos condenados. Imposible no relacionarlo con lo sucedido en la ciudad de Chernóbil, retratado por la Premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich. Esta vez se trata de un accidente nuclear que ocurrió en la vida real en la localidad de Goiâna en Brasil en 1987. Todo empieza a partir de la labor de unos chatarreros que empiezan a manipular material radiactivo sin saberlo. Es entonces que empieza el contagio y la contaminación. No importa que solo uno haya enfermado, como le sucede a la familia de la protagonista y narradora de esta historia, quienes pierden todo lo que tenían, incluyendo su casa. Tampoco importa que el tiempo haya pasado. Siempre quedará la herida, el vestigio y el recuerdo. Por eso se incluye una imagen que retrata lo sucedido, como es el caso de un mural o un grafiti:

La posibilidad de la enfermedad después de lo ocurrido involucra a lo genético y a la descendencia. De ahí que el personaje esté siempre pendiente de la integridad de su hija. Por su parte, ella se dedicará al deporte para mantener una salud que podría verse amenazada cada vez que surjan más afectados con este accidente, como es el caso de los miembros de una banda de música llamada Carne Radiactiva, quienes ya no le temen al cáncer. O, también, de otras familias que siempre rezan a favor de que ocurran más milagros. Aquí el cuerpo humano también es protagonista.

Con este libro queda confirmado que Liliana Colanzi es una de las nuevas voces renovadoras del género cuentístico, además de ser parte de una generación de escritoras latinoamericanas que cada vez más cobran un mayor protagonismo, tanto en español como en otros idiomas a los que son traducidas. No hay duda de que algo muy bueno está sucediendo con la obra escrita por mujeres pertenecientes a este continente.    

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Datos del libro reseñado:

Liliana Colanzi

Ustedes brillan en lo oscuro

Páginas de Espuma, 2022

Ganador del VII Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero

Puntuación: 4/5

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Notas de lectura: La invención novelesca (2008) de Miguel Gutiérrez

A destiempo: La secreta comunión. Sobre La invención novelesca (2008) de Miguel Gutiérrez

Por Lisandro Solís Gómez

La invención novelesca de Miguel Gutiérrez fue publicada el 2008. Como el propio autor indica, esta obra “es el resultado de la reestructuración del libro Celebración de la novela (Peisa, 1996) y La novela en dos textos (Derrama Magisterial, 2002)” (14) más dos ensayos inéditos. Los tres primeros textos exponen la relación entre el autor y el género novelístico. De esa forma, indagan en el origen de su vocación literaria, su concepción de la novela en tanto distinta a la épica y su proceso de formación, al mismo tiempo que Gutiérrez se confiesa un lector empedernido de novelas en varios pasajes. Por otro lado, los tres últimos incursionan en el proceso de producción de tres de las obras más representativas del escritor piurano: La violencia del tiempo (1991); Babel, el paraíso (1993); y El mundo sin Xóchitl (2001).

Si bien es presentado como un conjunto de reflexiones sobre la praxis novelística y como un ejercicio de disección sobre el propio proceso de creación, me llama la atención la forma en la que Gutiérrez sugiere una poética de la escritura novelística que se desmarca de la imagen del genio creador. En su versión, la obra literaria deja de ser el resultado de las decisiones y actos de un “héroe” que, contra la adversidad, despliega los misteriosos poderes de su creatividad y le entrega al mundo una obra maestra. Por el contrario, sus ensayos sugieren que la escritura novelística parece ser la acción de un conjunto de individuos unidos para poner en marcha el proceso creativo. Así, el escritor, que nunca deja de ser un personaje importante, revela la condición precaria que caracteriza a todos los seres humanos y, justamente por ello, requiere del auxilio de los demás para conseguir su ansiado objetivo. Al leer estos ensayos, me quedo con la sensación de que la literatura supone —ha supuesto siempre— una serie de procedimientos que solo pueden realizarse por la conjunción de distintas voluntades, algo así como un milagro que solo puede invocarse por el abrazo cariñoso de quienes nos aman.    

En esta dirección, aunque parece un detalle banal, la reiterada (y a veces cansina) mención a sus amigos es una pieza importante de la propuesta de Gutiérrez. En efecto, en las primeras páginas del libro, el escritor piurano señala que ha sido bendecido con la amistad de “dos o tres amigos, hombres cultos y refinados que sin ser escritores son felices lectores de novelas de toda la vida” (17), a quienes ha llamado “en las horas más inapropiadas” (17) para compartirles el hallazgo de una novela admirable que lo ha fascinado. Los amigos a los que alude Gutiérrez comparten sus lecturas, pero también velan por su bienestar y el desarrollo de su oficio: “Un amigo muy solidario, también escritor, me ofreció su casa de Canta para que continuara con mi trabajo” (160). En consecuencia, esas personas son aquellas que de manera directa o indirecta rodean y conforman también el proceso de creación.

Aunque resulta una obviedad, Gutiérrez posee una concepción “materialista” de la producción novelística. Entiende, así, el proceso creativo como una tarea que involucra al escritor de forma absoluta, pero que solo es posible a partir de la solidaridad y la colaboración de quienes están a su alrededor. En efecto, lejos de presentar al novelista como un titán enfrentado contra el mundo —una imagen empleada por Mario Vargas Llosa hasta el hastío—, Gutiérrez parece recordar que, finalmente, el escritor es solo un hombre más sobre la Tierra, que ignora varios temas y que a veces ni siquiera es capaz de resolver solo los aspectos más triviales de su vida cotidiana, como buscar cobijo (Cfr. 109). Es más los amigos de Gutiérrez intervienen en el mismo proceso de escritura, a veces brindando pistas sobre las rutas que sigue una obra en desarrollo: “¿De qué trata mi novela? Un buen amigo, inteligente y sensible, a quien le di a leer el manuscrito recién concluido, me hizo este resumen espléndido: «Es la historia de un agravio que es familiar y nacional»” (155).

En otras ocasiones, su participación es oportuna al brindar información valiosa para construir la trama. Por ejemplo, Gutiérrez revela que mientras realizaba los preparativos iniciales para comenzar a escribir El mundo sin Xóchitl descubrió que su historia se encontraba estrechamente vinculada a la ópera, expresión artística desconocida para él. Además de buscar fuentes por sí mismo, el escritor piurano confiesa que “molesté a mucha gente, menos mal que tengo buenos y pacientes, casi estoicos, amigos. Un amigo profesor del Conservatorio Nacional, excelente fagotista, que me inició en el conocimiento del piano como instrumento […], pero que sobre todo me puso en contacto con un antiguo comentarista de óperas y zarzuelas, ya anciano y retirado” (304). De esa manera, se afirma una poética que concibe el proceso creativo como un esfuerzo comunitario que desmonta el mito del genio creador.

Esta concepción me parece que es una reinterpretación o realización alternativa de aquel anhelo vallejiano que demandaba traspasar la barrera que separa el arte de la vida. En los ensayos de este volumen, el escritor nunca está solo. No solamente lo acompañan su familia y sus amigos, sino que los lugares que lo resguardan e incluso algunos animales (Cfr. 167) tienen algo que decirle, un consejo, una palabra de aliento o una señal de esperanza. La novela surge de ese diálogo que supone una apertura total y la necesidad de apoyarse en los hombros de alguien más.  

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Datos del libro comentado:

Miguel Gutiérrez

La invención novelesca

Universidad de Ciencias y Humanidades, 2008, 357 pp.

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Notas de lectura: Morir en mi ley (2021) de Lenin Heredia

Morir en mi ley de Lenin Heredia

Notas de lectura

Por Lisandro Solís Gómez

Ambientada en Piura después de la caída de la dictadura de Alberto Fujimori, Morir en mi ley (2021), primera novela de Lenin Heredia, narra centralmente las historias de Lidia y Paco, una pareja en el ocaso de su relación, cuya vida familiar se desmorona por la ausencia masculina en el hogar. Ella debe afrontar la crianza de su pequeña hija Rebeca con la ayuda de su casera y luchar por superar un episodio trágico de su niñez que aún la atormenta. Por otro lado, se relata el proceso de deterioro moral y físico de Paco, quien, junto con el Trinchudo y Anselmo, sus secuaces, labora como subordinado de Josecito, la mano oculta detrás de las empresas inmobiliarias que transforman el paisaje de la ciudad usurpando terrenos bajo presión o amenaza, o cobrando la vida de quienes se oponen. Acompañan a ambos protagonistas otros personajes como doña Matilde, la casera de Lidia, que a veces funge como consejera o amiga de ella; Carlos, cuya importancia para el desenlace recién se comprende hacia la mitad del relato; y Hugo, el Lanza, sobrino de Paco.

En principio, la novela emplea un lenguaje siempre funcional para el relato. Predomina la variedad estándar, aunque salpicada de algunas expresiones coloquiales que buscan brindar mayor verosimilitud a una historia inscrita en el código realista y contribuyen a definir la perspectiva predominante en la narración. Morir en mi ley no pretende capturar la “oralidad”, en tanto reproducción del dialecto de la zona, aunque eso no le resta fluidez a los diálogos que se presentan. No obstante, esta funcionalidad del estilo, que siempre pone en primer plano lo relatado, puede interpretarse en sus peores momentos como una falta de expresividad: el uso de un lenguaje que no transmite ni conmueve, que por lo general estilísticamente mantiene distancia con respecto de sus personajes, cuando, por el contrario, en ocasiones la narración exige una mayor proximidad. No queda claro si ese es el efecto que se buscaba al diseñar la novela. Tal vez la apuesta por una estética realista se relacione con esta concepción del lenguaje visto, ante todo, como un medio para transmitir un mensaje.   

Por otro lado, esta obra sobresale por su despliegue técnico. Se emplean diferentes recursos de manera eficaz. Entre ellos, destacan la pluralidad de perspectivas en la narración, el uso del monodiálogo, la ruptura cronológica, el montaje que define la estructura de la novela y la narración paralelística. Esta última estrategia es esencial para desarrollar las dos líneas argumentativas principales relacionadas con la protagonista de la novela, Lidia, quien debe enfrentarse a su entorno, pero también a sus propios temores. No obstante, la diferencia en extensión descompensa la importancia de la segunda. Asimismo, la novela se halla dividida en diez capítulos y un breve epílogo que continúa la narración en Lima. Existen cinco capítulos extensos, que cuentan los sucesos principales de la historia, y cinco breves narrados en primera persona que, por medio del monodiálogo, brindan la atmósfera para que la protagonista se confiese. Salvo estos pasajes, en los que Lidia toma la palabra, predomina un narrador omnisciente que, además de relatar los acontecimientos, siempre dosificando la cantidad de información que comparte, a veces prioriza el mundo interior de los personajes, su estado emocional, sus sueños y preocupaciones.

A nivel de personajes, los femeninos se encuentran mejor configurados. Destaca especialmente Lidia, que sirve como eje de la novela. Las dos historias principales, en efecto, se hayan vinculadas a ella. Uno de los aspectos mejor logrados de Morir en mi ley es la manera cómo se complementan las dos líneas argumentales que se narran en paralelo. Las tensiones, miedos y reacciones aparentemente excesivas de la protagonista en el relato principal se comprenden conforme su testimonio avanza en los capítulos más breves. Así, se consigue explicar su conducta solo sobre la base de la narración misma. De alguna forma, la novela relata cómo ella recupera su palabra y su agencia en un mundo hostil, donde parece que las mujeres se encuentran en peligro a cada instante. Este personaje también articula el tema de la violencia contra la mujer y el de la solidaridad femenina en una sociedad donde campea el machismo (este último motivo uno de los más logrados). Asimismo, la relación que Lidia mantiene con Matilde y Rebeca, con las tensiones cotidianas comunes que no contradicen el afecto y la responsabilidad entre ellas, es otra fortaleza de la novela.

No sucede lo mismo con los personajes masculinos. Por ejemplo, Paco es un personaje menos consistente, por momentos plano y sin profundidad psicológica. Aunque su motivación inicial para involucrarse con Josecito y convertirse en un despiadado operador para captar los terrenos resulta más o menos clara, no sucede lo mismo con su evolución a lo largo del texto. En un momento se enferma, sin ninguna justificación argumentativa, salvo la necesidad de “materializar” su deterioro moral, en una decisión que parece más un capricho del autor y que traiciona la lógica de su narración. Parece, finalmente, que su conducta se explica por el machismo que ha interiorizado como natural y por la falta de control de sus emociones, que lo lleva a actuar de forma violenta en los momentos menos esperados (Cfr. la escena de la última agresión contra Lidia, 155). Una situación semejante ocurre con Carlos, el dueño de las tiendas de ropa donde durante algún tiempo trabaja Lidia, y que resulta ser quien, para asegurar su negocio inmobiliario, contrata los servicios de Josecito, el siniestro patrón de Paco. Se trata de un personaje poco coherente que se contiene de forma extraña ante Lidia, pese a poseer tanto poder para controlar al personaje aparentemente más peligroso de la novela y de carecer de escrúpulos para decidir qué medidas adoptar para proteger sus intereses.   

A pesar de esos inconvenientes, cabe reconocer que una de las virtudes de Heredia es su capacidad para perfilar algunos personajes secundarios con unos pocos trazos. Sucede con Rebeca, una niña inquieta que anhela compartir más tiempo con su padre, o Matilde, mujer conservadora que cuida de Lidia y su hija como si fueran parte de su familia. De la misma forma sucede con el Trinchudo y Anselmo, los camaradas de Paco, que, pese a la brevedad de sus descripciones, son parte fundamental de la historia y ayudan comprender cuál es el mundo que rodea a uno de los protagonistas. Se trata de personajes que, aunque carecen de un desarrollo amplio, le brindan color al relato y cumplen objetivos más específicos en la trama. Tal vez, el personaje masculino mejor definido sea el Lanza, joven enamorado platónicamente de su “tía” Lidia y cuyo desarrollo narrativo se explica en la disyunción entre su lealtad familiar y el embrujo de un amor imposible.

Mención aparte merece la ambientación de la novela en Piura. Se nombran calles y espacios que parecen ser puntos de referencia para los habitantes de la ciudad. No obstante, esta no adquiere protagonismo; ha sido asumida más como el escenario para relatar una historia, una suerte de fondo neutro y, por ende, no resulta determinante para la trama. De hecho, la historia, tal como ha sido narrada, podría haber estado ubicada en otro espacio, pese a que parece referir al proceso de modernización urbana de Piura a inicios de los 2000. Esta última afirmación, evidentemente, merece calibrarse a la luz de la historia de la ciudad y de las pretensiones realistas de la novela.

Incluso, otro aspecto que puede cuestionarse es la relación entre Lima y Piura que parece retomar el esquema que confronta la capital contra la provincia, vista como un espacio donde gobierna la violencia, el abuso y la impunidad, una dicotomía que fácilmente puede remontarse a las dos primeras novelas de Clorinda Matto de Turner. Este hecho resulta más evidente si se tiene en cuenta que ambos protagonistas son limeños, y que Lidia solo consigue superar la adversidad al regresar a la capital y que, además, es el único personaje femenino que se levanta contra la opresión de la que son víctimas las mujeres (Cfr. la escena de “Cleopatra”, 143-146). ¿Una limeña debe enseñarles a las “provincianas” cómo lidiar contra la violencia? Esta suerte de mirada colonialista no opaca, sin duda, la propuesta de la obra, pero tampoco deja de ser intrascendente en un texto donde Piura “es un personaje”, como señala la contratapa.

En términos generales, Morir en mi ley es una novela de lectura amena que posee como principales méritos su despliegue técnico y el desarrollo de los personajes femeninos, así como una narración fluida sobre la base de una estructura inteligente, adecuadamente dispuesta. Aunque adolece de algunas limitaciones comunes en una primera entrega, considero que es una novela que puede leerse con agrado, y que enriquece el panorama la literatura peruana y, especialmente, la regional.

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Datos del libro comentado:

Lenin Heredia Mimbela

Morir en mi ley (2021)

Sietevientos Editores, 237 pp.