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Reseña: Cisnes (2023) de José Morales Saravia

La selva apresada. Cisnes de José Morales Saravia

Por Cristian Briceño

Imagen devota del barroco propone Mateo Díaz Choza en su ensayo Montalbetti, Morales Saravia y la carta robada:

“Si algo singulariza al proyecto poético de JMS no es el ascenso sino sus descensos a las profundidades de la palabra, al barro del lenguaje”.

Es versión de esa otra estampa tan socorrida, la del cerdo hozando en el lodo en pos de la perla, del berrueco que devuelve al ojo unos cuantos resplandores; el lector de Morales Saravia se habrá topado con aquel tupido lodo en libros como Légamos del 2013, por poner un ejemplo no tan remoto: cientos de parágrafos compuestos por geografías gramaticales donde el oxígeno parece escasear, prosa poética de arborescente vestimento, un frondoso cieno de varia nomenclatura donde no es difícil atascar el paso. En su momento, el libro me sobrepasó y no pude concluir esa lectura: quedé sentido, aunque satisfecho (¿?). E. Lafferranderie se ha referido a la obra de Morales Saravia como «una violenta metodología de la saturación». Saturación léxica, morfológica, sintáctica, rítmica. Los neologismos no esperan comprensión, sino disfrute; el sustantivo se verbaliza en clave teratológica, su género se trastoca, el número se torna arbitrario, conspira contra el uso consensuado de la lengua: en breve, la poesía hace audible su estrépito. Morales Saravia siempre aliterará con precisión, forjará un sistema de rimas inesperadas, intuitivas; su buen gusto se hace patente en este ciclo que, a su vez, es el corpus de una obra que viene escribiendo desde finales de los años setenta con una previsión que Mateo Díaz, en el mismo ensayo aludido al principio, califica como «casi balzaquiana». Cactáceas, Zancudas, Oceánidas, Peces

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Reseña: Infancias (2023) de Bryan Paredes

Crecer y aprender

 Por Omar Guerrero

Infancias (Dendro Ediciones, 2023) del escritor peruano Bryan Paredes (Lima, 1993) es un libro de cuentos conformado por trece historias que giran en torno al crecimiento y al aprendizaje, muchas de ellas dadas en las primeras etapas de la vida, por eso también sobresale la falta de experiencia y el dolor que afrontan sus jóvenes personajes en esos mismos procesos que corresponden a crecer o a madurar, más aún de aprender y afrontar determinadas situaciones que pueden resultar siempre difíciles. Esto mismo se confirma con lo que indica Orlando Mazeyra Guillén en el prólogo: “Este libro da cuenta de esas primeras veces dolorosas e impactantes, intensas y fulgurantes: los primeros amores, los primeros viajes, los primeros adioses, los primeros muertos, los primeros fracasos…” (p. 9).

El dolor que se muestra en estos cuentos es tanto físico como emocional, además de traumatizante. Se evidencia en “La teoría de las reglas”, el primer cuento del libro, donde un joven estudiante escolar es castigado por su profesor delante de sus compañeros en un salón de clases usando una regla de gran grosor que sólo debería ser símbolo de educación o enseñanza, pero, en esta ocasión, también representa la sanción, la violencia y el temor: “La regla más pesada del colegio cayó inclemente entre mis dedos, sin tocar la palma, porque retiré mi mano y, al mismo tiempo, me quejé casi en un susurro. Sánchez tenía la vena del cuello tan hinchada que, me dije, ahora sí me daría con el puño o la palma de su mano pétrea. Se enderezó y dijo: «Montes, estira bien la mano por tu bien». Cuando estaba por decir «pero por qué», la regla esta vez sí se enfundó en toda mi mano, removiendo cada punto eléctrico de mi brazo derecho: el dolor, la vergüenza, la frustración, son marcas difíciles de quitar, sobre todo si tu colegio está a la vuelta de tu casa: no tienes tiempo de asimilar la situación en tres cuadras” (p. 16). 

Otra característica de estos cuentos es que muchas de sus historias ocurren en la costa norte del Perú, con precisión en Trujillo, tal como sucede en “La infancia es una paloma muerta entre tus manos” donde sobresale otro tema real y bastante común en esta parte del Perú y que corresponde a la delincuencia y a la violencia desatada que ya no se puede controlar, más aún si esto afecta a la familia, en especial a un ser querido y cercano. Y al mencionar estas dos características es inevitable el contaste que pueden producir en el relato: “Ese fue un día con buen clima, como suele ocurrir en los veranos de Trujillo. En esta ciudad sí hay un cielo, muy azul, con nubes de algodón de las que salen en las películas. Un paisaje que alguien debería filmar y revelar al mundo. Tal vez podamos entender algo más sobre nuestra existencia con unas buenas tomas. Esos colores te acompañan en todos los momentos de tu vida. Aunque visites cualquier capital del mundo, igual sabrás que puedes quedarte a morir en el norte del Perú por la inmensidad del cielo” (p. 20).  Y la descripción de esta calma se anula con el tema de fondo contado en esta historia: “Lo último que supe fue que lo encontraron entre El Porvenir y Laredo. Algunos campesinos lo sacaron de entre el agua sucia y las cañas de azúcar. De inmediato, se avisó a sus colegas y mi tía denunció a unos choros con los que había peleado días atrás. Ustedes saben, seguro más que yo, que los delincuentes de acá son bien vengativos, muy avezados cuando algo no les sale” (p. 25). La analogía entre una paloma muerta y lo sucedido no hace más que confirmar la tragedia que queda en la memoria del joven personaje narrador.

Otro aprendizaje que se encuentra en el libro corresponde a lo sexual. Aparece en el cuento “Ofrecer” que también transcurre en Trujillo. Coinciden la presencia de otros personajes catalizadores ya recurrentes como las tías o los primos. Aunque el principal personaje catalizador para el narrador en esta historia no es un familiar sino una mujer que marcará una singular experiencia: “La mujer, después de un par de minutos, apareció con un baby doll ancho y casi transparente. No llevaba ropa interior. «Hace mucho calor, ¿di?», me dijo. «Sí, pero tengo frío». Lo dije muy mecánico, inerte” (p. 31). 

Los problemas de dinero y la pobreza también se presentan como características que afectan a los jóvenes personajes. No importa si se intentan eludir u olvidar a través de un juego simple como las canicas o bolitas, tan de moda en determinado momento. Lo cierto es que entre estos mismos personajes jóvenes salen a relucir los problemas económicos de sus familias como una recriminación o como una forma de enrostrar su maldad: “-¿Con qué plata vas?-le preguntó Ricardo, antes de que Jorge saliera-. A las justas tu papá tiene para comer” (p. 41).  

Las peleas entre los jóvenes personajes también se hacen presentes en este universo que ya se caracteriza por su crueldad y violencia, además de definir un estrato social previsto ya desde la carátula del libro, lo que resulta atractivo para el lector al confirmar que se continúa con una tradición que viene de autores como Congrains, Reynoso y Ribeyro. En cuanto a las peleas, estas se describen en determinados escenarios que confirman esta misma condición social, además de la violencia y el dolor que experimentan los protagonistas de un cuento como “El Hueco”: “Escombros, piedras, basura y algunas bolsas de cemento seco. Grafitis en las paredes. Agujas usadas y regadas en los rincones, donde las luces de la calle no ingresaban. Sergio entró primero, empujado por Mario. Sergio dejó la bicicleta apoyada contra la pared, dándoles la espalda. Apenas quiso voltear, recibió un puñetazo en la cara por parte de Mario. Sergio cayó al suelo, quejándose. Sin darle tregua, José lo pateó en el estómago, una y otra vez. Sergio rogaba, una y otra vez. Sergio imploraba, sin pausas…” (p. 53).

La muerte es otro tema ineludible sin importar que se trata de una mascota. Esto ocurre en el cuento breve titulado “Princesa”, cuyo narrador, o narradora, brinda su testimonio una vez que ya ha ocurrido el deceso. En el cuento “Mariela” la muerte también está presente desde el inicio, aunque esta vez se trate de la madre del personaje juvenil femenino, cuyo único deseo antes de morir es ver a su hija casada vestida de blanco sin saber siquiera que sus amistades están más cerca del romance y del deseo: “Quería verse en sus ojos negros y quemarse en el fuego de su presencia hasta convertirse en un puñado de cenizas y hermanada con el viento, ser respirada y emprender una travesía en el interior de su cuerpo: ser la sangre de ella, tomar la forma de sus venas, viajar hasta su pecho, sus manos largas y perderse en el siguiente ombligo, humedecida por el milagro de tocarse” (p. 74). A ellos se suma el cuento “Vive” donde se presenta la muerte como una marca sin importar que se trate de una inútil vida sana.

El amor, o el desamor, no quedan fuera en el argumento de estas historias. Sucede en el cuento “Tinta seca” donde la idealización de la pareja viene de la mano con la literatura debido a que el romance, o lo que queda de ello, arrastra recuerdos de lecturas de autores como Cortázar, Pizarnik y hasta Carlos Oquendo de Amat. Por supuesto que Rayuela es uno de sus epicentros: “Después de una clase electiva de Literatura, a la que había entrado como alumna libre porque nunca pudo estudiar esa carrera, Emilia me comentó que su profesor les dijo que leyera ese libro, el que había recomendado a una amiga cercana antes de morir. «Ella estaba enferma y le pidió un libro, para sus últimos meses. ¡Qué difícil! ¿Te imaginas regalar el último libro que leerá una persona que quieres mucho?». No entendía la magia de Rayuela. «Este libro tiene fragmentos que uno puede leer como quiera». Sólo escuchaba y asentía, mudo. «El mismo Cortázar dice en el inicio, mira acá, que se puede leer de forma lineal o a través de un tablero con un orden establecido por él o como se le dé la gana al lector»” (p. 68).

Incursionar en el género policial no es impedimento para seguir retratando las inexperiencias y los duros aprendizajes de estos jóvenes personajes. Se suma que también se encuentra un trasfondo social en cada una de estas historias donde sobresale el comportamiento, bueno o malo, de cada uno de los miembros del orden. En el cuento “Todos saben” se aborda una historia de frontera donde impera una policía coimera y ratera que se aprovecha de la migración de los peruanos en Argentina, más aún si son jóvenes: “El jefe, seguro, era peor, pensó Facundo. En su barrio había escuchado las historias de los policías cagones, como le decían, que sembraban cuando uno estaba limpio y te podía mandar en cana por varios años. Algunos pacos y ketes valían para esto; más la frontera y viaje por tierra, peor. Enrejada segura. «Yo no le tengo miedo a los choros», le dijo su tío, «porque te roban y si te dejas, no pasa más. Pero si un tombo te quiere joder, ahí sí cagaste, porque tiene la autoridad para cagarte” (p. 94). En cambio, en el cuento “Retamozo”, el joven policía protagonista de esta historia desea hacer las cosas bien, aún tiene ética. Sin embargo, de nada le sirve cada vez que recibe órdenes que debe cumplir como parte de su trabajo. Al mismo tiempo se vuelve espectador del horror con los muertos en las carreteras, peor aún, si se trata de levantar sus cuerpos destrozados y pestilentes. 

Por último, los temas familiares, en especial la relación con los padres, se presentan en cuentos como “All by myself” donde ciertas canciones, como las de Charly García, traen más que un recuerdo. Y en “Entrevista a Paul Auster”, el padre vuelve a ser el punto de atención del hijo sin importar las obligaciones o los deseos profesionales. En este caso, los diálogos muestran la situación de una familia desigual o desintegrada por culpa del alcohol y el rencor. Es inevitable no relacionarla con la novela La invención de la soledad, a propósito de la mención del padre y de Paul Auster. Este, sin duda, es uno de los mejores cuentos de este conjunto.

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Datos del libro reseñado:

Bryan Paredes

Infancias (2023)

Dendro Ediciones

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Reseña: Las cartas del Boom (2023)

El Boom en primera persona (del plural)

Por Omar Guerrero

Las cartas de Boom (Alfaguara, 2023) es un verdadero acontecimiento editorial digno de toda celebración. Esta publicación, tan inusual y titánica, contiene 207 cartas, faxes, telegramas y postales escritas entre 1955 al 2012 que intercambiaron los principales miembros del Boom Latinoamericano: Carlos Fuentes (CF), Julio Cortázar (JC), Mario Vargas Llosa (MVLL) y Gabriel García Márquez (GGM). La edición ha estado a cargo de los peruanos Carlos Aguirre y Augusto Wong Campos, el mexicano Javier Munguía y el británico Gerald Martin, quien ya había publicado Gabriel García Márquez: Una vida, un extenso y completo trabajo que piensa repetir con la biografía que viene trabajando sobre Mario Vargas Llosa.

En estas correspondencias el lector encontrará muestras de verdadero afecto y amistad entre estos cuatro grandes escritores que cambiaron el rumbo de la literatura latinoamericana y universal. También queda en evidencia la admiración que se tienen al leerse y al reconocer el valor de cada uno de sus trabajos, muchos de ellos aún en proyectos o en vías de publicación, pues son presentadas en cuartillas, manuscritos o copias. Y a partir de estas entregas se manifiestan los consejos, recomendaciones y el surgimiento de otras ideas que no llegaron a concretarse como la novela en cuatro manos que le propone GGM a MVLL sobre el conflicto bélico entre Colombia y Perú en los años treinta.

Cito a sus editores para definir este libro y una de los capítulos que lo componen, además de mostrar a sus protagonistas en su propia esencia. Se considera la importancia que ellos tienen hasta ahora junto a su enorme obra: “Las cartas del Boom es una pieza integral en esa secuencia. La parte central de este libro, las cartas sobre el camino hacia el Boom y su manifestación misma (1955-1975), se llama «Pachanga de compadres» a propósito de una frase de García Márquez dirigida a Fuentes en que celebra por anticipado el Premio Rómulo Gallegos a su compadre Vargas Llosa, nada sorprendente viniendo del autor que aseguraba que Cien años de soledad era un vallenato y El amor en los tiempos del cólera un bolero” (p. 16) […] “Aun así, la novela del Boom representa una continuidad literaria que asimiló la novela decimonónica de Balzac, Dickens, Tolstói y Twain; la vanguardia de Joyce, Proust, Kafka, Woolf y Faulkner; la novela regionalista de Ricardo Güiraldes, José Eustasio Rivera y Rómulo Gallegos; y la obra de sus grandes precursores latinoamericanos: Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier y Mario de Andrade” (p. 18).

Y entre estas deducciones es imposible dejar de lado las cuatro reglas que definen los cuatro editores sobre estos escritores y el gran fenómeno que crearon: “1) escribieron novelas totalizantes, 2) forjaron una sólida amistad entre ellos, 3) compartieron una vocación política, y 4) sus libros tuvieron una gran difusión e impacto a nivel internacional” (p. 17). En la nota de edición vale mencionar la sinceridad de los editores con respecto al trabajo realizado (y que termina siendo un deleite para cualquier lector, más aún para cualquiera que admire el trabajo de estos cuatro grandes a los que se les llega a comparar con los Beatles por su genialidad y por empezar a desarrollar su trabajo a inicios de los años sesenta con un rotundo éxito, e incluso mucho antes, como es el caso de JC y CF): “Creemos que nunca se ha organizado un epistolario con cuatro grandes voces de la literatura comunicándose de este modo, y la consecuencia es que este libro es menos una recopilación de cartas que una gran narración en primera persona que pasa pronto del singular al plural” (p. 37).   

Una vez que el lector empieza a leer estas misivas, confirmará de primera mano el gran entusiasmo que desborda CF al dar a conocer sus primeros proyectos literarios (él empieza con estas cartas pidiéndole a JC colaborar con textos para la Revista Mexicana de Literatura) (16.11.55). Este mismo ánimo de CF quedó registrado al guardar las copias de las cartas que recibía y también las que enviaba, y que sirvió de mucho para la elaboración de este libro. Aquí un ejemplo de mención sobre sus primeros escritos: “Gracias, también por su crítica de Los días enmascarados. Ya tengo listo un segundo volumen de cuentos, y, para fin de año, una novela: «La región más transparente del aire»” (01.02.56) (p. 51). Lo mejor es que siempre recibe una respuesta de su destinatario (JC) sin importar el retraso que concernía el antiguo sistema de cartas. Esto permite deducir la calidad como persona de JC, más aún como escritor, pues ya había publicado Bestiario (en marzo de 1951) y Final del juego (en julio de 1956). Estas líneas corresponden después de realizar la lectura de la novela La región más transparente (título definitivo) con más de un apunte: “Puedo leer el libro como si leyera una novela de, digamos, Joyce Cary o Boris Pasternak;” […] “Usted ha incurrido en el magnífico pecado del hombre talentoso que escribe su primera novela: ha echado el resto, ha metido un mundo en 500 páginas, se ha dado el gusto de combinar el ataque con el goce, la elegía con el panfleto, lo satírico con la narrativa pura” (pp. 55-56) (07.09.58). Con la lectura de las siguientes cartas es evidente el paso del ceremonioso trato de “usted” al “tú”, lo que resulta más cercano y amical; más aún si se suma el hecho de encontrar un incuestionable valor en cada uno de estos escritos. Le sucede otra vez a JC con MVLL después de conocerse en París a fines de 1958 y de haber intercambiado las primeras cartas sobre Los impostores antes de llamarse La ciudad y los perros. La estima y admiración son evidentes: “Querido Mario: Anoche acabé de leer tu novela, que me ha conmovido profundamente. Tengo mucho que decirte sobre ella y quisiera verte pronto para charlar. ¿Me llamas a casa para combinar un encuentro?” (13.06.62) (p. 60). Esto mismo se confirma cuando JC se entera de que MVLL ha ganado el Premio Seix Barral. “Querido Mario: Julia acaba de darme la gran noticia. Te imaginas mi alegría, yo que tanto admiré “Los impostores” […]” (p. 67) (20.12.62). Otro punto para resaltar es la complicidad entre CF y JC cuando el primero empieza a interceder para que la obra del segundo pase al plano cinematográfico, territorio que conocía bien CF por su labor como guionista de cine y teatro: “Lo que me cuentas de Buñuel me parece casi increíble, y sobre todo la posibilidad de que un cuento mío y otro tuyo -nada menos Aura– entren juntos en la terrible y fabulosa máquina surrealista de Buñuel” (29.10.62) (p. 66). Este anhelo se concreta tiempo después con la versión de Antonioni con la película Blow-Up basada en el cuento “Las babas del diablo” de JC (1966). Por otro lado, MVLL también muestra entusiasmo al comentarle a CF sobre su nueva novela (La casa verde), aunque esta se mezcla con su indignación y espanto sobre las cosas que suceden en el Perú, como lo ocurrido con Jum, el cacique aguaruna que conoció en su viaje a la selva, y a las torturas que fue sometido por parte de los militares a quienes califica como unos verdaderos salvajes. Esta rabia se convierte en una ineludible fuente de inspiración: “La realidad peruana es demagógica, irreal, hay que buscar formas sumamente complejas (barrocas, como dices tú) para trasladarlas a una narración sin caer en el esquematismo o el panfleto” (07.04.64) (p. 85). Esta misma indignación se repite en MVLL otra vez con el Perú, sobre todo cada vez que regresa de viaje, pues se convierte en testigo de los cambios sociales que no son siempre favorables, más aún cuando aflora la corrupción y la inseguridad en su propio país: “Estuve en “Lima la horrible” solo diez días pues el viaje a la selva que debía durar una semana duró tres debido al mal tiempo. En el Perú todo anda mal. Lima ha sido invadida por indios sin trabajo, los mendigos atestan en las calles. Todo está corrompido: la política, la gente, el aire. La solución, chez nous, para por el apocalipsis. Hoy apareció una noticia en Le Monde. Para combatir la delincuencia, el gobierno peruano ha apresado a 1,600 prostitutas y homosexuales (la mayoría menores de edad) y los han enviado al Sepa, una cárcel dantesca situada en medio de la selva. El Perú es el horror, un día va a llover fuego, pero de la tierra hacia el cielo” (p. 94) (17.08.64). Con estas problemáticas en la realidad peruana, MVLL pone en el papel historias que se asemejan y que convencen y, a la vez, estremecen a cualquier lector. Le sucedió a JC con la lectura de La casa verde, quien le dedica las siguientes palabras: “A la altura de los primeros diálogos de Bonifacia con las monjitas ya estaba totalmente dominado por tu enorme capacidad narrativa, por eso que tenés y que te hace diferente y mejor que todos los otros novelistas latinoamericanos vivientes, por esa fuerza y ese lujo novelesco y ese dominio de la materia que inmediatamente pone a cualquier lector sensible en un estado muy próximo a la hipnosis (y eso no significa pérdida de lucidez, sino paso a otra forma de lucidez, que es el milagro de toda gran novela, de un Lowry o de un Joyce Cary o un Dostoievski, y no te pongas colorado, peruanito, que yo no elogio así nomás a nadie, aunque sea un amigo muy querido)” (p. 105) (18.08.65). 

Por su parte, GGM también cae en la sinceridad al adelantarle noticias a su amigo CF sobre su vida personal, sus viajes y más aún sobre la evolución de su trabajo: “Empiezo a decir que eres un malvado por encontrarte en Roma en este sábado sombrío, pero con un poco de egoísmo te lo agradezco, porque ya no tengo a quien visitar y el té dominical lo dedico a escribir. Hasta encontré el título de la novela: Cien años de soledad. ¿Cómo te suena?” (p. 112) (30.10.65). Lo más interesante (y gracioso) de las cartas de GGM es su inicio al dirigirse a sus destinatarios usando excelsos calificativos como Magíster o Máster. Estos mismos calificativos los repite CF porque no puede controlar su entusiasmo, más aún al ser uno de los primeros privilegiados al leer las primeras cuartillas de la novela de GGM: “Magíster magnífico! Tus primeras 70 cuartillas de Cien años de soledad son magistrales, y el que diga o insinúe lo contrario es un hijo de la chingada que deberá responder a los sangrientos puñales de largo alcance del joven escritor gótico C. Fuentes. Kafka, Faulkner, Borges, Mark Twain: con estas páginas, querido Gabriel, ingresas al no-man´s land de esas grandezas y esas compañías. Tu mentor G. Greene, desde ahora, es tu mozo de estoques” (p. 129) (15.04.66).

Esta amistad, efusividad y enorme estima son corroboradas en cada una de estas misivas que sirven para registrar no sólo grandes sucesos literarios como el Premio Rómulo Gallegos a MVLL, el Biblioteca Breve a CF o la publicación final de Cien años de soledad (todo ello ocurrido en 1967), sino también de otros hechos sociales y políticos como la ocupación de Praga (marzo de 1968), las revueltas en París (mayo de 1968) (en las que participan de manera directa CF y JC), la masacre de Tlatelolco o el golpe militar en Perú (ambas en octubre de 1968), primeras críticas a Cuba o las diferencias entre JC y Arguedas, incluido el suicidio de este último (1969), el caso Padilla (marzo de 1971), el golpe militar en Chile y muerte de Salvador Allende (septiembre de 1973) y el golpe militar en Argentina (1976). Todos estos hechos marcan las percepciones e ideas de los cuatro amigos escritores, además de sus discrepancias, lo que hace que estas correspondencias empiecen a ser cada vez menos frecuentes. Se suman otros temas personales como el rechazo de MVLL al género epistolar o el uso privilegiado del teléfono de GGM para comunicarse mejor (y más rápido). Un caso contrario es JC, quien confiesa su aversión al teléfono.

Tampoco se puede dejar de mencionar temas más íntimos como las separaciones con sus parejas, las mismas que quedan en evidencia con los saludos a modo de despedida y cuyos nombres dejan de ser mencionados para suplantarlos por otros. Sucede con Julia Urquidi (MVLL). También con Aurora Bernárdez y después con Ugné Karvelis (JC). Pasa lo mismo con Rita Macedo (CF). Queda también la mención a los problemas de salud como el hígado inflamado de GGM o las transfusiones de sangre a que tuvo que someterse JC ante un problema gástrico bastante serio. Y cómo no, otras ocurrencias como el día en que CF y GGM se fueron a una sauna en Praga para conversar con Milan Kundera y evitar el peligro de ser espiados sin importar encontrarse “en pelotas” (sic) en medio de un ambiente gélido en extremo; o la noche imposible de conciliar el sueño para JC y su pareja debido al frío en el departamento de Londres de MVLL que, a la vez, estaba poblado de roedores. O la sorpresa y el enorme gusto de GGM al probar el ceviche y el pisco peruano. Y cómo no emocionarse como lector con la última carta que le envía CF a GGM por las celebraciones de sus 85 años (esta carta es enviada dos meses antes del fallecimiento de CF el 15.05.12): “Nuestras vidas son inseparables. Te agradezco tus grandes libros” (p. 442) (14.03.12). Y esta última frase se podría repetir a cada uno de los firmantes de estas cartas, incluso después de su muerte: ¡Gracias por sus grandes libros, que se van a seguir leyendo por siempre! ¡Gracias por su correspondencia, que también se va a seguir leyendo por siempre!   

Este libro se lleva todos los aplausos.    

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Datos del libro reseñado:

Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa

Las cartas de Boom

Alfaguara, 2023, 568 pp.

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Desde los extramuros

Cadáveres y espíritus del entresiglos peruano

Por Cronista Marciano

Todavía reciente, hace unas semanas ha comenzado a circular Contigüidad de los cadáveres, de Helen Garnica Brocos. Quien se acerque a conocer a Helen podrá advertir a primera impresión la pasión de esta investigadora por la literatura de tintes necróticos. Efectivamente, Contigüidad de los cadáveres es una recopilación de relatos sobre muertos y espíritus, y con un estudio crítico sobre una sociedad secreta que rendía culto a un poeta prematuramente fallecido: Enrique Alvarado. Helen se ha tomado el trabajo de hacer las pesquisas del hasta ahora desconocido cenáculo literario que reunió a las figuras más prometedoras del entresiglos peruano junto a un grupo de escritores olvidados: Clemente Palma, Enrique A. Carrillo, Ernesto G. Boza, Carlos Germán Amezaga, Domingo Martínez Luján…  

Siguiendo la pista de un apunte anecdótico de Luis Alberto Sánchez, la investigadora ha trazado unos esbozos sobre los círculos literarios de la última década del siglo XIX, años claves del recambio generacional en el que los notables nombres de Clorinda Matto, Mercedes Cabello y González Prada iban dejando el campo libre a los jóvenes modernistas peruanos, y en el que los ecos de la crisis religiosa finisecular europea iban sintiéndose en los diarios peruanos a través de noticias sobre sesiones espiritistas, un ritual que ponía en práctica las doctrinas del francés Allan Kardec, quien pretendió demostrar la inmortalidad del alma frente a los avances científicos que ponían en entredicho los dogmas cristianos.     

Recreando esta atmósfera intelectual, la recopilación está compuesta de dos secciones: «El tránsito de los espíritus» y «Necrosario: cadáveres y camposantos». Ambos títulos aluden al debate finisecular entre la concepción religiosa del hombre (espíritu) y la concepción médica (cadáver). En la primera parte, aparecen congregados relatos sobre lutos, aparecidos, fantasmagorías y parodias espiritistas; en la segunda escuchamos a los protagonistas narrar su encuentro con la muerte figurada en la imagen de un cadáver, entierros prematuros, o historias sobre hombres que no pueden renunciar al cuerpo putrefacto de sus amadas. Los cementerios y las mujeres pálidas y faltamente destinadas al sepulcro en plena juventud habitan esta parte del libro.

Siendo esta recopilación un rescate editorial, repasaré algunos nombres que me han dejado un sabor muy grato. La primera de ellas es Juana Rosa de Amezaga, quien en su crónica «Lutos y pésames» critica la costumbre del luto en Lima y objeta la manera de cómo este acto simbólico se utiliza para establecer vínculos sociales motivados por el arribismo. En esta crónica se ve recreada la vida social de la Lima de fines del siglo XIX, una ciudad de las formas y las apariencias, bien dibujada en sus detalles.  Otro título que me ha gustado es «La viuda», de Teresa González de Fanning. Honestamente, no había leído absolutamente nada de esta escritora, pero su relato me ha entretenido mucho, pues logra el efecto que se propone, resolver la atmósfera de terror en un hecho singularmente anecdótico. Otra composición interesante es «¿Por qué? (Fantasía)», de Clorinda Matto, en la que la escritora construye una narración donde la ensoñación encubre una realidad triste y deprimente para una joven mujer.   

Como no puedo referir todos los relatos, pues corro el peligro de convertirme en un spoiler para el libro, acabaré esta reseña con dos títulos más: «Pobre Fortuna», de Lastenia Larriva de Llona, y «De visita», de Manuel Beingolea. Del relato Lastenia Larriva diré que es ꟷa mi impresiónꟷ el mejor sostenido narrativamente, pues es un cuento largo que no decae y llega a tiempo a su desenlace. Del texto de Beingolea me limitaré a repetir el breve pero exacto juicio que Mariátegui dejó sobre él: «cuentista de fino humorismo y de exquisita fantasía». Su relato me ha resultado especialmente gozoso, porque lo he decodificado como una ironía a todos los poetas azules y decadentes, Eguren incluido. Y también me hizo recordar al famosísimo poema de Asunción Silva, «Sinfonía color de fresa con leche».  

Cabe destacar por último el buen trabajo de Pandemonium por entregarnos una edición agradable en su concepción visual, una apuesta seria del diseño artístico, evidente en la composición de la cubierta y en las viñetas escogidas, que dotan de una atmósfera gráfica, entre gótica y decimonónica, perfectamente calibrada al contenido de los relatos. La tipografía escogida para los nombres de los autores también aporta en esta dimensión. Un edición bonita sin duda y que atraerá la atención de no pocos escritores y críticos. Un trabajo en conjunto notable por parte de Helen Garnica y de Tania Huerta en la realización de este proyecto que ha tenido bien merecido el reconocimiento del programa de los Estímulos Económicos para la Cultura el 2022. Esperemos que en lo sucesivo sigan realizándose más proyectos como este. 

Lima, 10 de setiembre del 2023

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Reseña: La escritura quedó aquí (2023) de Braulio Paz

Un impulso que nos llama desde el futuro.

Sobre La escritura quedó aquí de Braulio Paz

Por Cristhian Briceño

Anécdota. Del griego anékdota. Lo no publicado, lo inédito, aquello que está por contarse ante muchos, ante pocos, incluso ante un solo individuo. Podría ser el mensaje en una botella que se lanza a aguas inciertas o la inspección cotidiana escrita en las páginas de un diario íntimo. Hay mucho de confesión en esta idea de revelar lo nunca antes dicho. Si la ocasión es feliz, probablemente la anécdota también lo sea; si es desafortunada, etc. Braulio Paz ha decidido emplear el recurso de la anécdota para abrir su nuevo libro. En este primer ciclo de poemas se nos descubre a un yo poético con la mirada puesta en el pasado, haciendo recuento de lo visto, de lo sentido, de lo aprendido. Como el narrador de En busca del tiempo perdido, el yo poético de La escritura quedó aquí comprende que su estado de gracia se encuentra en la infancia, ese tiempo idílico donde el individuo moldea su ser y construye sus pasiones, sus fobias, sus futuras habilidades. En estos poemas iniciales se advierte la ansiedad por recuperar paraísos perdidos, por traer al presente el verdor del recuerdo y la luz de lo ya extinto, con una nostalgia que es propia de quien inicia un viaje inmediato al presente y se encuentra, de pronto, en el centro de lo desapacible. Por ello, los versos parecen desplegarse en el curso de un interminable paseo donde el yo poético nos entrega imágenes casi bucólicas:

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Reseña: Los genios (2023) de Jaime Bayly

Abrir la ficción

Por Erick Abanto López

La novela es como los buitres que están alrededor de la carroña.

Mario Vargas Llosa,

Lima, 26 de mayo de 1965

Jaime Bayly ha escrito una pieza explosiva y desenfadada de éxtasis y nostalgia, de carcajadas y lamentos, de vida. La celebración más histriónica y socarrona de los héroes admirados, la más ponzoñosa y divertida muestra de nuestras miserias, la expresión más delirante, subversiva, paródica, de homenaje y parricidio. El recordatorio cachaciento de que la ficción lo devora todo, que todo es posible en la ficción y que ella admite todo. Los genios es la demostración más sarcástica –y la más impúdica– de que en la ficción se puede estirar la libertad imaginativa, pendenciera, satírica, la libertad a secas, hasta sus últimas consecuencias, hasta encender, literalmente, el fuego de la creación.

En su última novela, Bayly construye o reconstruye el retrato completo de un vínculo extraordinario entre dos hombres épicos, un vínculo permanente de amistad y rivalidad, que comenzó una noche en el hotel más exclusivo de Caracas y terminó, casi diez años después, con un puñetazo seco en un cine de Ciudad de México. Pero lo que parece una apuesta documental y solemne, de novela histórica y elogio razonado, se convierte, con el paso de las páginas, en una crónica acompasada de la trayectoria literaria, intelectual y social de ambos escritores, y de su protectora, su confidente y mánager, la dueña de una agencia literaria barcelonesa con pretensiones empresariales de escala mundial. Y luego deviene, sin pausa y sin tregua, incesante, conmovedor y sorpresivo, en un largo homenaje a muchas de las figuras y personalidades del espectáculo, la política y las letras que habitaron esa época con un estilo y una presencia ineludible y a veces arrolladora: ahí están Carlos Barral, Bryce Echenique, Jorge Edwards, Joaquín Sabina, Fidel Castro, Salvador Allende, Juan Velasco Alvarado, Haydeé Santamaría, Julio Ramón Ribeyro, Cristina Peri Rossi, Pablo Neruda, Julio Cortázar, las actrices Katy Jurado y Camucha Negrete, Sebastián Salazar Bondy, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Fuentes, William Faulkner, Álvaro Mutis, Elena Poniatowska e inclusive, brevemente, Pablo Picasso.

Con una destreza inédita, Bayly trasparenta el mecanismo emocional por el cual una mentira cruel –una ficción peligrosa– impulsa al sujeto moralmente comprometido a la acción real violenta, a la brusca alteración de la realidad en favor de una inmediata justicia; es decir, la manera por el cual cierta ficción empaña la razón de quien defiende razones y lo nubla en un arrebato de fervor y violencia.

¿Cómo una simple y breve mentira, un cuentito vano, una fábula ligera, puede anular cualquier fuero racional y equilibrado, y liberar nuestras fuerzas más irracionales, obnubilarnos hasta volvernos perros agresivos? ¿Cómo un sencillo rumor no corroborado, inventado por la mujer amada para celar y pedir cariño, puede disolver el andamiaje racional de su marido infiel hasta transformarlo en un animal que golpea para defender su territorio y la legitimidad machista de su dominio? ¿Hasta qué punto esta tensión entre ficción y realidad enmascara una tensión sexual de dominio, y hasta qué punto la tensión entre libertad sexual y patriarcado esconde una tensión entre una ficción que empieza a ser asumida como real y otra que va perdiendo poder en la realidad?

Bayly instala el contraste entre dos modos de vivir la masculinidad machista –el fiel que es el mejor amigo de su esposa y aun así termina noqueado por una escena de celos, y el infiel que, siendo mujeriego, no deja de ser amante y vigía metódico de su esposa– y en el centro coloca a una joven que no sólo quiere ser esposa, sino también quiere dejar de ser objeto, una joven que quiere ser sujeto, que también quiere hacer, que quiere ser libre siendo alguien, pero que no puede, que a pesar de su energía, ya no puede huir, que le cuesta evadir el poder seductor, cómodo, engañoso que la empuja otra vez, irremediablemente, a lavar, cocinar, planchar y limpiar.

Y como en otras ficciones de Bayly, aun tratándose de personajes homónimos de personas famosas y exitosas, al final siempre terminan perdiendo por algo que no fue bien procesado o entendido: el golpeado pierde a su amigo por un malentendido de celos, el agresor pierde su compostura por un malentendido de su honor, la joven pierde su destino por un malentendido en su rol conyugal. El golpeado pierde por confiado, el agresor por violento, la joven por sumisa.

No obstante, más allá de estas pequeñas pérdidas, que no son más que extrapolaciones de las últimas escenas de la novela, uno de los tantos méritos de Bayly reside en la estrategia que despliega para contar su historia.

Para empezar, el narrador no trata igual a los dos personajes principales. Es más, en muchas ocasiones, se muestra compasivo e indulgente con García Márquez: le perdona sus preferencias políticas –que, muy enfático, detesta–, le acompaña en sus aventuras más románticas, lo sigue con candor cuando está en escena, le hace contar chistes y lo celebra, le hace cantar vallenatos y lo celebra, le hace hablar con su esposa y no se entromete, lo mira con piedad, fraterno, benévolo con sus creencias, cómplice de sus supersticiones, siempre con ganas de tener anécdotas con él, de contar sus pequeñas tragedias juveniles, su vida pobre en París, su levedad y su alegría contagiosa. El narrador es generoso con él, nunca lo desnuda ni lo expone en una situación bochornosa, lo mima, lo sigue; en cierto modo, lo quiere.

Por el contrario, a su otro personaje, Mario Vargas Llosa, el narrador nunca deja de joderlo. No lo detesta, pero no lo quiere. Lo busca, le hace bromas, lo persigue hasta en sus encuentros íntimos, no lo deja en paz. Se burla de su seriedad, se mea de risa cuando lo ve. Y cuando descubre que es mujeriego, afila la puntería y nunca lo suelta. Le hace mil criolladas, se mofa en su cara, se desternilla de risa cuando cae en la trampa, y siempre encuentra una manera de ponerlo en aprietos. Pero el personaje lucha y no se deja, resiste, y, a veces, tiene el temple y la firmeza del héroe. El narrador se maravilla de esa tenacidad, lo menciona con orgullo, pero no da tregua, radicaliza su joda: castra a su hijo con un perro una tarde de borracheras y a él lo zarandea con almorranas una mañana de arrechura, y en el rato menos pensado le pone otra mujer delante, y si no es una amante, es una prima, y si no es una prima, una tía, una actriz, una mujer de la calle, una francesa, una limeña o incluso, exagerado, perverso, como si fuera pasado oculto o promesa utópica, un «para Mario, todas las putas del mundo».

Ahí está el mérito, la broma, la magia. El truco de esta ficción.

Bayly usa todos los temas centrales de la obra narrativa del escritor Mario Vargas Llosa y los refleja, invertidamente, sádicamente, con intención plena de tergiversar su potencia evocadora, en la historia singular y graciosa de su personaje Mario Vargas Llosa.

Y así, al igual que el escritor Mario Vargas Llosa cuando utiliza la figura del dictador Trujillo para mostrar el lado esperpéntico y ridículo del poder, y la devoción irracional de la población hacia su figura obviando el absurdo y lo circense, Bayly utiliza la figura de su personaje Vargas Llosa para mostrar lo mismo, pero sin dejar de exagerar y de reír. Y al igual que Vargas Llosa cuando se divierte con las arrechuras sexuales de Pantaleón y las ocurrencias de las visitadoras, Bayly se jaranea con las arrechuras de su personaje Vargas Llosa y las muestra hasta el detalle y sin pudor. Y así como Vargas Llosa se burla del compromiso literario que tiene Pedro Camacho para ponerse a escribir cojudeces, Bayly se burla de la rutina metódica y aburrida de su personaje Vargas Llosa, de su falta de baile y de su pavor a las discotecas. Y así como Vargas Llosa disecciona la violencia engendrada en espacios cerrados y la forma agresiva en que la amistad y la rivalidad es administrada por códigos militares, la conversión de jóvenes en perros, Bayly disecciona, por medio de su personaje Vargas Llosa, la atmósfera jerárquica y varonil del Boom, la competencia y la complicidad fálica, y la conversión insólita, inesperada, de escritor afamado en perro celoso, en perro guardián. Y, por último, así como Vargas Llosa grafica la descomposición moral de una sociedad entera y el final de una época en el Perú a través del intercambio cantinero de dos hombres separados por la edad, Bayly grafica la lenta agonía de ese mundo nuevo y utópico que proclamó la izquierda en los años sesenta (con Fidel, Allende, Velasco Alvarado, el Mayo del 68 y los hippies) y el final de una época en España con la muerte de Franco, a través del intercambio literario y fraternal de dos hombres separados por la edad.

Jaime Bayly

Pero Bayly es Bayly, y en lugar de reelaborar la obra vargasllosiana desde la gravedad o la solemnidad, lo hace desde la sátira, desde la parodia, desde la alegría y la sorna más generosa, desde la malicia, esa malicia suya, elegante y efectiva, que finge leve cortesía antes de disparar la criollada, la frase perfecta, simple, sorpresiva, que te mata de risa. Es el mejor homenaje a los maestros del Boom, pues no sólo se inspira en ellos, sino que lo hace desde la convicción de que siempre se puede explorar otras posibilidades narrativas, de que, aun tratándose de Vargas Llosa y García Márquez, de sus biografías, sus victorias y derrotas, y de sus pequeñas tribulaciones tragicómicas, se puede llevar la ficción hasta sus últimas consecuencias.

En cierto modo, Los genios es el homenaje, el balance y la liquidación, que hubiera querido leer Roberto Bolaño, pues el Bayly que elogió hace veinte años, y que nadie más secundó, está aquí, en esta novela, flamígero.

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Datos del libro reseñado:

Jaime Bayly

Los genios

Revuelta Editores, 2023