Luigi Calabresi era el encargado de la jefatura de policía de Milán cuando el 17 de Mayo de 1972 fue asesinado con dos disparos de pistola, uno por la espalda y otro en la nuca, al salir de su casa. Se había cultivado fama de ser un comisario reconocido por sus investigaciones sobre grupos extremistas y actividades subversivas.
Calabresi solía dejar su arma reglamentaria en la comisaría. Cuando su esposa Gemma le consultó por este comportamiento, él le respondió:
“Gemma, olvídalo, no quiero tenerlo aquí y no quiero llevarlo conmigo, y, además, no me serviría de nada: si me disparan, lo harán por la espalda. Nunca tendrán el valor de dispararme mirándome a los ojos. E incluso si tuviera tiempo para darme cuenta, preferiría no tener que dispararle nunca a nadie”. (p.13)
Los denominados ‘anni di piombo’ tuvieron como punto de partida el estallido de una bomba en el Banco Nacional de Agricultura a fines de 1969 en pleno centro de Milán. La responsabilidad de tal atentado se debatió por muchos años, recayendo la culpa inicialmente sobre los anarquistas. Giuseppe Pinelli fue uno de ellos, por lo que fue detenido y puesto bajo custodia de la jefatura de la policía de Milán. A los pocos días Pinelli murió tras caer del cuarto piso, lo cual involucró directamente al comisario Calabresi, acusado de haberlo defenestrado. Posteriormente, las investigaciones apuntaron a grupos de extrema derecha, organizaciones neofascistas, incluso se consideró el rol de sectores del Estado italiano y los servicios secretos, como parte de una estrategia que buscaba generar miedo y desestabilización para frenar los impulsos revolucionarios que surgían en las generaciones más jóvenes. Había que seleccionar un culpable, la prensa, los políticos, los ciudadanos, querían un nombre al cual señalar como el autor del asesinato. La lógica más burda dio el nombre de Luigi Calabresi, quien junto a su familia recibió un acoso ininterrumpido hasta la fatalidad.
Incluso Darío Fo escribió y publicó por esos años el drama Muerte accidental de un anarquista, en el que a través del humor expuso problemáticas imperantes como la manipulación mediática, los abusos de poder, y la corrupción institucional, realizando una sátira de Calabresi. Su esposa, actriz y dramaturga, Franca Rame había sido secuestrada, golpeada, violada y torturada por un grupo de extrema derecha relacionado a los servicios secretos italianos y a las fuerzas paramilitares neofascistas como parte de la “estrategia de la tensión”.
Mario Calabresi (Milán, 1970) creció queriendo saber quién fue su padre, y en dicho objetivo fue descubriendo una sociedad carente de empatía, provocándole una sensación de congoja que a su vez lo lleva a sentir el llamado del deber y la necesidad consecuente de realizar una mirada retrospectiva en la que conecte los nodos de los diferentes testimonios y del suyo propio. En los diferentes capítulos del libro hay una intención de abordar de la forma más objetiva posible la historia de su país y la de su propia familia, como una manera de recrear recuerdos y corroborar su verdad, por más trágica que esta resulte ser. Lo que se narra en Salir de la noche nos muestra cómo las personas con heridas similares se terminan hallando en los mismos refugios y emerge así la empatía que permite soportar el peso de la injusticia, de la mentira mediática como estrategia y del olvido como cruel destino.
Mario Calabresi nos lleva a sentir la distancia entre la injuria y el reconocimiento, a la vez que se revalora a las víctimas frente a la sociedad. Ello implica años de encuentro con las viudas e hijos huérfanos, compañías a las cuales se relaciona desde las primeras ceremonias de homenaje hasta los últimos juicios.
Se puede vislumbrar el auge de la desesperanza en imágenes como la siguiente[1]:
Un país entero la tomó como prueba de la violencia irremediable y la derrota definitiva de las ideas. De ella Umberto Eco señaló: “Tengan presente esta imagen, se convertirá en insignia de nuestro siglo”. En 1977 se acumularían 102 asesinatos y 2,128 atentados políticos. Mario Calabresi invita a sumergirse en la escena de la foto. Su protagonista es Giuseppe Memeo, un joven de 18 años, y es su primera vez empuñando un arma. En el lugar, yace en el suelo Antonio Cutra de 22 años. Su hija Antonia nacerá meses después y crecerá sin padre. Años más tarde el presidente Carlo Aseglio Ciampi se encarga de condecorar con medallas al valor tanto al padre de Antonia como a Luigi Calabresi a través de Gemma, su viuda con estas palabras:
“Hemos recuperado memoria… es un honor para mí entregarle esta medalla, por más que todo esto se produzca con tan enorme retraso”. (p.25)
Tiempo después, Mario y Antonia se juntan y no les deja de sorprender la cantidad de producción bibliográfica alrededor de los terroristas, mientras que hay un mutis generalizado por parte de las víctimas de estos.
“Solo aparece un nombre, casi siempre equivocado, nada sobre él, nada sobre nosotros. Me bastaría con que las pocas veces que se menciona a mi padre, casi siempre en relación con la famosa foto, no fuera con el nombre y apellido equivocados: se llamaba Antonio y no Antonino, nos llamamos Custra y no Custrá”. (pág.28).
En Salir de la noche se nos presenta también a Francesca Marangoni, cuyo padre fue el director médico del policlínico de Milán hasta 1981, cuando las Brigadas Rojas le dispararon abajo de su casa. Luigi Marangoni se vio aislado cuando declaró contra enfermeros cercanos a Autonomia Operaia, grupo político radical de izquierda, culpables de desconectar neveras que contenían sangre para transfusiones. Su padre ya no la acompañaba al instituto porque caminar a su lado comprometía su seguridad. En este testimonio encontraremos cómo una hija hereda la voluntad de estar al servicio de la salud, una ética inquebrantable. En esas conversaciones se habla de cómo cerrar la herida, si hay tratamiento para ello o si lo mejor es comprender que se puede abrir en cualquier momento y lo vitalmente importante es hacer que no se infecte.
Otro de los pasajes más conmovedores del libro es sin duda la carta de Aldo Moro a su esposa Noretta, donde la gratitud, el adiós y la promesa de acompañamiento armonizan. Moro fue primer ministro de Italia, teniendo un rol clave para conseguir el compromiso histórico entre la Democracia Cristiano y el Partido Comunista Italiano de garantizar la estabilidad política durante los “anni di piombo”.
Leonardo Sciascia escribió en su libro El caso Moro:
“No creo que lo alegrara nunca el poder. Ser el mejor y tener que despreciar a los demás quizá le deba la medida cristiana de su miseria. Y esto era lo que lo diferenciaba de los demás, y la razón por la que entre todos, y en cierto sentido por ellos, fue elegido para morir”.
En 1978, Moro fue secuestrado en Roma por las Brigadas Rojas. Tras 55 días de cautiverio su cuerpo fue encontrado en un coche.
A lo largo del libro, Mario Calabresi también narra conversaciones con su madre Gemma, preguntándole cómo hizo para sobreponerse, a lo que ella responde que decidiendo apostar por la vida, que no le quedaba otra opción con tres hijos. Para ver el resurgir de la esperanza hay que ponerles nombres a las cosas más dolorosas, aconseja Gemma. Y es lo que hace su hijo, Mario, en este libro, al convertirse en un nominador de cada instante relacionado a la imagen de su padre y de los que, como él, perdieron a alguien para siempre. Hay una hermandad implícita en las victimas, pues ellas saben que la presencia ocupa un espacio determinado, observable y palpable, mientras que la ausencia ya está desplegada, llenando todo el vacío que existe. Parte de ese mínimo común es la sensación de infinitud que tiende a tener la injusticia, un desierto que aletarga, a diferencia de la justicia que una vez llega es un punto final que permite renovar los días por venir. En la familia Calabresi no sienten que a ellos les corresponda opinar sobre los indultos, reducciones de pena y evidentes prevaricatos, puesto que esperan que la entidad responsable se encargue. Los Calabresi sí buscan una sentencia, la oración que etiquete a alguien con su crimen y purgue la vida, de quien lo merece, de mentiras. Otras víctimas buscarán perdonar, exigir prudencia, vergüenza, alejamiento o reparación en la medida de lo posible.
Destaco la capacidad de Mario Calabresi para separar cada vertiente de la historia usando la escritura como medio para el desahogo más profuso al canalizar todas las cenizas que yacían en los resquicios de su memoria. Un ejemplo de ello es cuando describe un recuerdo sobre él, un trombón y su padre, temiendo que el mismo haya sido creado por su nostalgia. Tiene miedo de compartirlo, incluso por el riesgo de que la oralidad altere en algún detalle lo más genuino del recuerdo de su yo de dos años. Este libro nace en parte para poder responder a ese recuerdo con su papá.
La lucha por salir de la oscuridad a la que alude el título del libro yace en el intento de Calabresi de no desfallecer en su búsqueda. En su fe por el amor de sus padres. En creer que quienes propagan mentiras eventualmente se quedarán sin aire y el silencio será tan amplio que hasta el susurro tendrá eco y se hará oír.
Gianni Biffi: “Todo lo que escribo está lleno de pequeñas referencias a cosas que me han gustado”
Por Omar Guerrero
El escritor peruano Ganni Biffi está despertando mucho interés entre los lectores peruanos por su nuevo libro de cuentos Viendo tu vida derrumbarse desde una distancia segura (Dendro, 2025). Sin embargo, esto no siempre fue así. Antes ya había publicado su primer libro titulado Su póliza no cubre esta eventualidad. Sr. Samsa (Vivirsinenterarse, 2018), que apenas tuvo cierta cobertura en prensa. Biffi insistió con la escritura y una vez que terminó este nuevo proyecto lo presentó a muchas editoriales que se dieron el gusto de rechazarlo. Él no se dio por vencido hasta que encontró un sello independiente que aceptó publicarlo. Desde ese momento sus lectores han ido en aumento sin necesidad de ninguna campaña mediática. El éxito de su libro se debe a la recomendación de los mismos lectores, quienes han quedado satisfechos o encantados con el humor que presentan sus cuentos, lo que produce un quiebre en la literatura peruana última. Por eso le hemos pedido que nos responda las siguientes preguntas para saber más sobre él y su obra.
Hola, Gianni. ¿Para ti qué es el humor y cómo este género o efecto se presenta en tus cuentos?
Creo que no hay una definición universalmente aceptada del humor. Lo que la gente encuentra gracioso cambia de persona a persona. A mí me gusta la comedia surrealista de los Monty Python. Mis sketches favoritos eran los más extraños, por ejemplo, la idea de Terry Gilliam de tener a un anciano que se afeita y se llena toda la cabeza de crema para luego decapitarse con su navaja de afeitar. Lo que no me gusta es el humor carente de sorpresa. Cada vez que un cómico empieza su rutina con un: “¿Se saben la de…?”, una parte de mi alma muere por dentro. Sé que el chiste que está a punto de contar no será gracioso.
Créditos: Gianni Biffi
¿Qué autores son de tu preferencia o te han servido de influencia para tu escritura, sobre todo en el humor?
En cuanto al humor, mis escritores favoritos son: Ian Frazier, David Sedaris, Christopher Moore, Ephraim Kishon, Tom Sharpe, Jack Handey, Simon Rich, un escritor ruso llamado Arkady Avérchenko; P.G Wodehouse y Jerome K. Jerome… La semana pasada leí un libro que recomiendo bastante a cualquier persona que quiera escribir comedia o pasar un momento divertido: Movidas que vio Casandra de Kirby Gwen.
Algunos de tus cuentos como “Reconciliación nacional” o “La tortuga y la liebre” surgen de historias originales que son trasformadas o cambiadas. Es decir, son nuevas versiones o precuelas llenas de singularidad. Y este proceso creativo me hace recordar a algunas películas de Tarantino donde también se altera las versiones oficiales de la historia como sucede en Bastardos sin gloria ¿Qué tanta influencia tiene el cine en tu escritura?
Me gustaría ser ese tipo de escritor como Hemingway que viaja al Kilimanjaro para escribir sus libros a partir de sus experiencias. Lamentablemente soy lo opuesto. Pertenezco al grupo de escritores que se encierran en su cuarto y usan su colección de DVDs, discos de música, libros y cómics para construir sus historias.
Has llegado a comentar que el cuento “El duelo entre Illapa y Thor (Mito andino)” es tu propia versión de Rocky IV. ¿De dónde vienen estas preferencias?
Crecí mirando los Simpsons, y aprendí a usar la parodia como un tipo de metahumor que se centra en burlarse de algo. Tomar una obra de arte existente, como una película o una serie de televisión, y crear una versión cómica de ella. Todo lo que escribo está lleno de pequeñas referencias a cosas que me han gustado.
En este libro aparecen como protagonistas poetas peruanos como Vallejo o Eielson. ¿Lees mucha poesía?
No leo poesía moderna. No la entiendo. Es como el arte abstracto donde el pintor empieza a rociar el lienzo con pintura por todas partes… Todo mi conocimiento de poesía es: “La balada del viejo marinero», de Coleridge, y en la versión de Iron Maiden.
La literatura clásica también se hace presente en un cuento como “Barrio y prejuicio (Una historia chalaca)” donde relacionas la obra de Jane Austen con las problemáticas del Callao. ¿Qué temas o intereses te despierta El Callao, que es el lugar donde siempre has vivido?
He nacido en el Callao y he vivido toda mi vida en La Punta. No tengo ningún sentido de pertenencia a ningún lugar de Lima. Le pasa a la mayoría de punteños. Mi teoría es que los italianos que se asentaron en La Punta trajeron con ellos el “campanilismo”. Ese fuerte sentido de apego al propio pueblo y el sentimiento de hostilidad o rivalidad con localidades cercanas. Eso explica mi odio a Barranco.
La masculinidad y el machismo aparecen en cuentos como “Clint Eastwood” y “Cartas escritas por Zeus después de asistir a un seminario de concientización sobre el acoso sexual”. ¿Te atreverías a escribir sobre otros temas como el feminismo?
Si, definitivamente. No creo que haya problema. Las feministas son conocidas, principalmente, por su gran sentido del humor, actitud relajada, y por ser siempre receptivas a lo que escriba un hombre blanco, heterosexual y cristiano. ¿No?
La música también está presente en varios cuentos, desde rock hasta hip hop. Lo que sorprende es que insertas discursos para musicalizar o letras de freestyle. ¿Has tenido una experiencia cercana con este género?
Me gusta más escuchar música que leer o escribir. Prefiero ver por televisión una entrevista a Juan Diego Flórez que la de cualquier escritor. En los 90 tocaba el bajo en un grupo con amigos. tocábamos covers de Pixies, Oasis y The Clash. Éramos malísimos… Y siempre me gustó escuchar Hip hop. Tenía esta idea de que, si me volvía rapero, mi nombre sería Rapkolnikof… Algunos chicos me han pedido que escriba letra para canciones de Rap. Chicos que rapean y compiten en pelea de gallos. Eso es algo que me gustaría hacer.
El éxito literario le resulta esquivo a algunos personajes de tus cuentos. ¿Gianni Biffi como autor siente que ha alcanzado o se ha aproximado al éxito literario?
Creo que estoy contento por cómo la gente ha reaccionado al libro. El hecho que a la crítica le haya gustado y que todos hayan dicho que es algo distinto. Eso era importante para mí. No quería hacer otro libro sobre violencia política o autoficción. Esos temas están bien, pero creo que ya hay otros escritores peruanos escribiendo sobre eso. 5,635 para ser exactos… También me ha gustado mucho que escritores jóvenes como J.J Maldonado y Palomino le hayan gustado mi libro. Y también a Malena Newton que terminó siendo mi editora.
No puedo evitar hacerte esta última pregunta: ¿Cuántas editoriales rechazaron tu libro?
Bastantes. Pero no puedo quejarme. Cuando te conviertes al cristianismo ortodoxo, te prohíben ir de victima por la vida. La iglesia me quitó mi pasatiempo favorito.
El miércoles 25 de junio se realizó la conferencia de prensa de la Cámara Peruana del Libro (CPL) en el auditorio de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) para la presentación oficial de la 29° edición de la Feria Internacional del Libro de Lima. Este año el país invitado de honor es Italia, donde destacan tres autores literarios: Aurora Tamigio (Palermo, 1988) con su novela El apellido de las mujeres (Seix Barral, 2025); Carlo Vecce (Nápoles, 1959), especialista en Renacimiento y especialista en la figura de Leonardo Da Vinci con dos voluminosas novelas sobre estos temas: Caterina (Alfaguara, 2024) y Vida de Leonardo (Alfaguara, 2025); y Mario Calabresi (Milán, 1970) con un libro testimonial titulado Salir de la noche. Historia de mi familia y de otras víctimas del terrorismo (Libros del Asteroide, 2023).
También destacan otros invitados literarios que ya nos han visitado en distintas ediciones y que regresan a la FIL Lima 2025 para presentar sus novedades. De España llega Javier Cercas, quien presentará su último libro de no ficción El loco de Dios en el fin del mundo (Random House, 2025). También ha confirmado Rosa Montero con la novela Animales difíciles (Seix Barral, 2025) con la que cierra su saga de la detective Bruna Husky. Se suma el ganador del Premio Alfaguara 2017, Ray Loriga, quien presentará su última novela Tim (Alfaguara, 2025). De esta delegación española, quienes sí nos visitan por primera vez son la joven escritora sevillana, Irene Reyes-Noguerol, autora del libro de cuentos Alcaravea (Páginas de espuma, 2024) y Elisabet Benavent, autora de varios best-sellers románticos. Su último libro es Snob (Suma, 2024), además de varios títulos anteriores llevados a la pantalla.
De Argentina llega por primera vez Tamara Tanenbaum, ganadora del Premio Paidós 2025 con su ensayo Un millón de cuartos propios. También estará Guillermo Saccomanno, ganador del Premio Alfaguara 2025, con su novela Arderá el viento. Otro escritor que ya nos ha visitado es Kike Ferrari, autor de novelas policiales o de temática criminal, quien viene a presentar su novedad Si estás leyendo esto (Fondo de Cultura Económica, 2025). Otro visitante recurrente, muy querido en Perú, es el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, conocido como “el fotógrafo de los escritores”, ganador del Premio Escribidores 2025 otorgado por la Cátedra Mario Vargas Llosa por su destacada trayectoria. Mordzinski presentará su último libro cuyas fotografías siempre guardan relación con la literatura. Otra escritora argentina, pero radicada en España, es Valeria Correa Fiz, quien también nos visita por primera vez. Sus cuentos han sido publicados por Páginas de Espuma. Esta vez llega con un nuevo poemario titulado Cielo adentro (Isla elefante, 2025).
México se hace presente con el escritor y guionista Guillermo Arriaga, quien también vuelve a visitarnos para presentar su última novela El hombre (Alfaguara, 2025); y Amaury René Sánchez, ganador del Premio Yubartas 2024, por su novela Acequia (Peso pluma).
Por parte de Colombia sobresalen las escritoras Laura Restrepo, Premio Alfaguara 2004, quien también llega con una nueva novela titulada Soy la daga y soy la herida (Alfaguara, 2025) y Piedad Bonnett con su nuevo poemario Los hombres de mi vida (Visor, 2025).
Chile también se hace presente con dos nombres importantes en la literatura latinoamericana contemporánea. La primera es Cynthia Rimsky, ganadora del Premio Herralde de novela 2024, por su novela Clara y confusa (Anagrama). Y la segunda es la joven escritora Paulina Flores, quien también llega con su nueva novela La próxima vez que te vea, te mato (Anagrama, 2025).
Otro nombre que sobresale, y que también ya nos ha visitado, es la escritora puertorriqueña Mayra Santos Febres con nueva novela La otra Julia (Vintage, 2024; Alfaguara, 2025).
A todos ellos se suman una larga lista de escritoras y escritores peruanos que presentarán sus novedades durante esta 29° edición.
Otras menciones a considerar es el homenaje a Mario Vargas Llosa con una instalación titulada “Método Vargas Llosa”, además de una exposición de sus libros y rutas literarias. Otra actividad relevante es la conmemoración por los cien años de nacimiento de Nicomedes Santa Cruz. También se toman en cuenta los homenajes a otros escritores peruanos fallecidos en los últimos meses como Carlos Germán Belli, Nicolás Yerovi y Teresa Orbegoso. Por último, el Premio FIL 2025 será otorgado al poeta liberteño Leoncio Bueno Barrantes.
La fiesta de los libros y de la literatura ya ha sido anunciada. Empieza el 18 de julio y va hasta el 06 de agosto. Serán 20 días de actividades culturales para todas las edades. Están cordialmente invitados.
Joaquín Peón:” La sorpresa a menudo deriva de un encuentro con lo inusual”
Por Redacción El Hablador
Uno de los invitados internacionales a la más reciente Feria del Libro de San Borja fue el escritor mexicano Joaquín Peón Iñiguez (Ciudad de México, 1987). Apareció en la Antología de la Novísima Narrativa Breve Hispanoamericana (Grijalbo) y ha colaborado con diversos diarios, revistas, y un catálogo de fontanería. Trabajó tres años como coeditor de la revista Replicante. En Perú se publicó una nueva edición de Ciudad Pantano, vía Colmena Editores. Sobre ello conversamos en la siguiente entrevista.
Las ficciones paródicas tienen una tradición antiquísima que abarca incluso al mismísimo Quijote de la Mancha ¿Por qué crees que, a pesar de ello, cuando aparece un libro con dichos rasgos se genera una especie de sorpresa en la crítica?
Me parece que en la literatura, como en la vida, la sorpresa a menudo deriva de un encuentro con lo inusual. La parodia, como género en sí mismo, se practica poco, a pesar de que la mirada paródica tiene asomos en muchas escrituras.
Supongo, además, que existen ideas extendidas sobre qué es la literatura y cómo ello permea en el trabajo de escritores y críticos. Está bien que se siga alimentando la tradición de las formas canónicas. Y está bien que exista esa otra literatura en constante búsqueda de expandir los horizontes de lo literario. Ambas merecen la atención de la crítica que, por otro lado, opera de a menudo en función de criterios personales, políticos y sociales que trascienden el propio ideal de criticidad.
En Reencarnación del Cristo de Elqui’ realizas una especie de actualización del famoso personaje de Nicanor Parra usando versos también. ¿Qué tan cercano te sientes al mundo de la poesía? ¿Cómo hilar un personaje que es tanto bufón como crítico certero de su tiempo?
En estos momentos, en lo personal, me interesa más la poesía o lo híbridos o los cuadernos, que las narrativas tradicionales de ficción.
Sobre lo otro, me hace sentido que un bufón sea un crítico certero de su tiempo. Detrás de los géneros y los recursos humorísticos, con frecuencia hay un sentido de autocrítica o crítica social. Y la carcajada nos libera de todo lo que le cause gracia
En tiempos de redes sociales e IA, donde los límites entre lo que es cierto de lo que es falso se vuelven difusos, ¿dónde crees que se ubica la parodia como ejercicio de resistencia?
Creo que la IA, por ahora, tiende a estandarizar representaciones verbales de la realidad. La parodia, por otro lado, tiene la tarea de distorsionar las representaciones de la realidad y, más allá de eso, de sugerir una visión crítica sobre las políticas detrás de las representaciones consensuadas de lo real.
En ¿Qué hay dentro de la ventana? recreas la atmósfera de una de las más famosas novelas de Bolaño, quien es otro referente de este ejercicio de desacralizar a muchas figuras canónica, ¿cómo te sitúas como lector ante su obra?
Bolaño fue importante para mí en mis veintipocos. Leí con entusiasmo varios libros suyos. Algunos de sus personajes eran para mí como súper héroes que leían en la ducha, discutían libros en cantinas y se adentraban en el desierto en busca de una poeta perdida. Sin embargo, hace tiempo no lo leo. Mi camino lector me ha llevado por otras veredas, pero le guardo ese eterno cariño de juventud.
¿Hay algún autor u obra que te hubiera gustado agregar a ‘Ciudad Pantano’?
¡Muchos! Por un momento pensé que dedicaría mi vida a escribir parodias. Sin embargo, luego me pareció que el humor, por naturaleza y necesidad, a menudo sólo alcanza para hacer una representación un tanto reduccionista de nuestra compleja realidad. Desde entonces sigo en el proceso de descubrir cómo ser una persona crítica. Cuando escribí ese libro, pensé que la crítica que me interesaba practicar estaba en la irreverencia, en el humor, pero con el paso de los años la busqué también en la exploración de mi ternura, y ahora mismo lo hago mientras intento recrear mi mente con todas las voces que en ella habitan y lejos, afuera de sí, de esta idea ilusoria que uno se hace de ser un yo.
Creo que un amplio sector de la crítica literaria, al menos la mexicana, se encuentra en una transición de la solemnidad a la banalidad, es decir, vamos de mal en peor.
Imaginen una novela con esta trama: un escritor español de más de cuarenta años, que ha publicado dos novelas, Infelices (2019) y Agnes (2021), las cuales han circulado sólo dentro de España, les comenta a sus lectores que demorará tres años en publicar su siguiente libro. Ellos le reclaman que no pueden esperar tanto. Entonces a este escritor se le ocurre la idea de hacer un podcast para mantenerse en contacto con estos lectores impacientes y desesperados. Al mismo tiempo recibe la mala noticia que su padre ha enfermado de un mal incurable. Este escritor visita a su progenitor en el hospital a pesar de saber que se encuentra desahuciado. Y en lugar de lamentarse por lo que están viviendo; ambos, padre e hijo, empiezan a hablar de lo que más les gusta, que son los libros y los escritores, que muchas veces tienen vida de novela, y no siempre de las felices. Lo curioso es que estas conversaciones sirven para sobrellevar la infelicidad que sienten ante la enfermedad y la proximidad de la muerte. Es así como nace Grandes infelices, un podcast creado por este escritor español llamado Javier Peña (A Coruña, 1979), quien no puede ocultar su fascinación por la infelicidad y el fracaso, sobre todo dentro la literatura. Y es que a Javier le gusta mucho leer y comentar sobre escritores que han pasado por los peores momentos que nadie se puede imaginar. Lo curioso es que con este extraño gusto ha creado una inmensa legión de seguidores para el podcast, tanto dentro como fuera de España. Ahora tiene una gran audiencia en distintos continentes. Esto dio pie a su siguiente publicación, Tinta invisible (2024), que justo llegó tres años después, tal como lo había anunciado. Allí él cuenta el inmenso dolor que sintió mientras veía a su padre morir por culpa de la enfermedad. Aunque también cuenta las historias de estos escritores infelices, que son varios, y que a su vez se convirtieron en temas para cada episodio de este podcast con el que Javier Peña se ha hecho conocido en distintos países de habla hispana, entre ellos, Perú. En El Hablador aprovechamos su visita para entrevistarlo sólo para querer saber más sobre Tinta invisible y el éxito de Grandes infelices:
Créditos: Omar Guerrero
¿Cómo nace la idea del podcast? ¿Y qué tanto tuvo que ver tu primer libro Infelices, publicado en 2019, sobre todo con la historia de ese escritor obsesivo que sólo se dedicó a contar la vida de los demás y que se olvidó de vivir su propia vida?
El podcast nace por casualidad. A lo largo de mi vida, las cosas que mejor me han ido, que más han funcionado en mi vida, en la vida personal, pero también en la vida profesional, son las cosas que nacen por casualidad. Parece que cuando las busco no me funcionan y cuando no las busco aparecen solas. El podcast nace, principalmente, porque cuando publico mi segunda novela, Agnes, en 2021, no tenía ningún material para publicar próximamente, y se pronunciaron los lectores, un pequeño núcleo que ya tenía en España, a pedirme que saque otra novela. Yo les dije que hasta dentro de tres años no podría sacar nada más porque yo tengo que trabajar en algo concreto, tengo que pensar, que reflexionar, que escribir y crear. Y ellos me dijeron que no podía dejarlos abandonados tres años, que tenía que hacer algo para darles mientras tanto. Entonces se me ocurrió la idea de hacer un podcast. Se trataba de una creación que me permitiría estar en contacto con ellos con una periodicidad mayor que una novela o un libro. Y así nació la idea de hacer este podcast. Justo en ese momento mi padre enferma y queda desahuciado. Lo peor es que no había nada que hacer con su enfermedad, que era terminal. Yo fui a verlo al hospital y me di cuenta que en lugar de hablar de las cosas supuestamente más trascendentales de la vida, lo que hace es hablarme de historias de los libros que había leído a lo largo de su vida. Y también me preguntó por los que yo había leído. Es allí que me habló también de las vidas de los escritores, que es algo más excepcional, porque que te cuente de los libros que ha leído es normal, pero que te hable de la vida de los escritores es algo que a mi padre le interesaban mucho y que de alguna forma me legó. Y cuando mi padre fallece, se me ocurrió que ese podcast que quería hacer para mantenerme en contacto con los lectores podría ser también un medio para mantenerme en contacto con mi padre muerto, sobre todo para seguir contando la vida de nuestros escritores favoritos. Y así nació el podcast. Lo curioso es que nació como puente entre libros, pues al final se convirtió, no voy a decir en todo, pero sí en algo fundamental de mi vida, de mi obra. Por eso le dedico nueve o diez meses al año en hacer los guiones, que involucra leer y documentarme… Verás, es una casualidad. Era como algo más lúdico, más para mantenerme en contacto y al final se convirtió en la esencia. En cuanto a Infelices, sí están relacionados desde el nombre o desde el título. De hecho, ha cambiado un poco, pero el primer logo del podcast eran unos círculos colocados en las primeras temporadas, y esos círculos son los mismos de la portada de Infelices, que hasta antes del podcast y de Tinta invisible, era mi novela más conocida en España. Por eso con la editorial quisimos aprovechar un poco ese impacto para dar a conocer el podcast, para que la gente diga: “Ah, es el podcast del autor de Infelices”. Eso, por una parte, es una estrategia de marketing, pero también tenía mucho que ver con la temática porque siempre lo que más me ha interesado es la infelicidad. Lo que más me ha interesado es el fracaso. Yo siempre me he considerado un poco el escritor del fracaso. Es algo que me interesa mucho y que me atormenta, porque siempre es como el miedo que tengo en la vida, al fracaso, a la vergüenza. Yo, por ejemplo, cuando hago cualquier presentación, tengo miedo a que no venga nadie. Y no es tanto por lo que vendas o dejas de vender, porque al final todos sabemos que de cada libro vendido el escritor se lleva muy poco. Es muy poco el dinero que tú ganas con esto, pero es la vergüenza, sobre todo, el fracaso público, el escarnio de estar allí y de que haya constatación de que has fracasado. Es algo que me interesa mucho. Todos los mecanismos emocionales y mentales que eso genera los estudio en mis novelas con mis personajes, pero también con los Grandes infelices, con estos grandes de la literatura.
Desde los primeros episodios se percibe tu gran cualidad de lector. ¿Recuerdas cuál fue tu primera lectura y cuál ha sido la última en estos días previos a tu llegada a Perú?
Creo que todo lo construimos. Recuerdo siempre el primer libro que leí autónomamente, porque mi padre aparte me leyó muchos libros, y ese primer libro que escogí era un libro de adultos, no un comic, tampoco un cuento. Se trataba de un libro extraño porque se titula La vida de un oso gris del autor Ernest Thompson Seton. Y ese quedó en mi historia personal que yo construí porque creo que todos construimos nuestro propio personaje. Y ese primer título de hecho lo he perdido y me encantaría recuperar ese ejemplar. No sé dónde quedó, en alguna mudanza, quizá. Lo cierto es que tiene algo de mítico para mí. En cuanto al último libro que he leído ha sido algo para el podcast porque el 95% de los libros que leo son para este proyecto o son para hacer un taller o, por ejemplo, hasta hace poco dirigí una residencia literaria. Este es uno de los grandes dramas de lo que hago actualmente. Y es que sólo cuatro o cinco libros al año los puedo escoger yo porque mi trabajo en el día a día es leer y escribir, pero sobre todo leer para el podcast. Entonces siempre leo con una funcionalidad. Pero para contestar tu pregunta diría que el último libro que estoy leyendo es La Praga de Kafka de Klaus Wagenbach. Entonces eso ya da muchas pistas sobre por qué lo estoy leyendo.
Otra de las cualidades que se perciben en el podcast es que concentra mucha información biográfica de los escritores alternada con sus creaciones, desde las más famosas hasta las menos recordadas. ¿Qué es lo que más lee Javier Peña, ficción o no ficción, sobre todo para la creación del podcast?
En mi vida antes del podcast leía más ficción. Aunque siempre he tenido etapas. Por un momento me cansaba de la novela. Había momentos donde decía que esto de la ficción es absurdo, y que voy a leer cosas serias. Entonces durante dos o tres meses leía mucha no ficción. Y de repente decía: Pero yo necesito esa vida que surge de la ficción, esa vida especial, esa vida fuera de la realidad. Y entonces volvía a la ficción durante seis, siete, ocho meses, hasta que pensaba de nuevo lo mismo. Es así que surgen estas etapas. Desde que empecé con el podcast leo principalmente no ficción, biografías, libros sobre escritores y sobre escritura. Y para la preparación de un episodio del podcast la mayor parte del tiempo es la documentación, y la mayor parte de esta documentación es la no ficción. Las novelas de los escritores que escojo son un apoyo, pero no son la base. La base es la vida y el apoyo son las novelas. Lo construyo así. Es verdad que las novelas me pueden dar una idea para organizar la vida, pero la mayor parte de la documentación está en la no ficción.
Créditos: Omar Guerrero
Vamos con Tinta invisible. Este libro se presenta desde el inicio como una carta de despedida y agradecimiento a tu padre, que también fue un gran lector. ¿Qué títulos recuerdas de su biblioteca?
Mi padre era un lector voraz, pero también era un lector enfocado en algunos escritores o en algunos temas. Mi padre era marino y los libros de escritores marinos eran de su preferencia. Por ejemplo, Joseph Conrad era uno de sus escritores fetiche. Otros eran Herman Melville o Robert Louis Stevenson. Había otros escritores británicos de principios del siglo XX, estilo H.G Wells que también eran de su predilección porque le gustaba la ciencia ficción, así como también Asimov. Recuerdo que le gustaban las novelas de espías tipo John Le Carré o Graham Greene. También tenía una colección de las obras completas de Dostoievski. Era variado, pero al mismo tiempo era muy selectivo en el sentido que esos autores que le gustaban los leía una y otra vez. Y también leía sus biografías. Creo que una parte de eso me lo ha legado. Vuelvo a decirlo, mi padre era un lector voraz y leía hasta las etiquetas de champú, como lo cuento en Tinta invisible, pero a la hora de leer un libro prefería volver a lo ya conocido o a lo que le había marcado a sus veinte años en lugar de aventurarse por algo nuevo.
¿Cuál fue la primera biografía que te impactó? ¿Y este impacto estuvo relacionado por el grado de infelicidad del biografiado? Si es así, ¿qué aspecto terminó conmoviéndote?
Todas me impactaron de una forma u otra porque en todas ellas descubrí factores o elementos en los que veía reflejado mi propia infelicidad y mi propia vida. Y eso es lo que me impactaba mucho. El hecho de pensar que esos escritores tan exitosos, tan míticos, tenían circunstancias o factores que podrían recordar una vida tan humilde, tan poco interesante como la mía. De repente estas leyendo la biografía de Dostoievski, con una vida tan ajetreada, condenado a muerte, al punto que acabó en Siberia, y que era un ludópata. Y todas estas cosas que vivió, y sin embargo había algo de él donde me veía reflejado. Yo, un pequeño escritor de una pequeña ciudad de España que escribe en las cafeterías al lado de su casa sentía conexión con estas historias. Y todo eso me parecía maravilloso. Eso mismo me pasó con todas las biografías que he leído, aunque a veces menciono mucho la biografía de un escritor que todavía no he hecho para el podcast porque quedó en una primera versión o porque se cayó en el camino. Me refiero a la biografía de Philip K. Dick que hizo Emmanuel Carrère que se titula Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, publicado en Anagrama, y que me impactó mucho, primero porque la imagen de Philip K. Dick es muy lisérgica, alucinada y muy interesante, pero también por cómo está narrada. Es una biografía, pero al mismo tiempo es como una novela. Está basada en hechos reales, pero no se diferencian mucho de los otros libros de Carrère. Y me interesa mucho por esa idea de imaginar una novela con esta trama, y un poco la idea que hace el podcast. Por ejemplo, ayer en el conversatorio mencionaba la biografía de Sylvia Plath que tiene mil doscientas páginas y que está muy bien documentada y está cronológicamente contada con lo que pasa cada año, por lo que es muy útil para hacer un episodio, y sin embargo le falta esa parte literaria que la hace aburrida. Tienes que ser un gran experto, un conocedor, o estar muy interesado en Sylvia Plath para disfrutarlo. Y a mí me interesan mucho las biografías que son tomadas como un modo de hacer literatura y no simplemente como un acto académico de dar datos específicos de un autor.
¿Cuál crees que es el peor defecto de un escritor? ¿El ego o la envidia?
Creo que uno surge del otro. Yo siempre pienso que el peor defecto es la envidia. Como decía Bertrand Russell es algo que no beneficia a nadie y hace daño a todo el mundo. Hace daño al envidioso y al envidiado. Y no hay ningún tipo de ventaja. La envidia es algo que no sirve para nada salvo como motor creativo. Es lo único para lo que puede servir la envidia, para que a ti te motive para superar a esa persona a la que envidias, y entonces te esfuerces más y hagas algo mejor. Creo que es un defecto horrible, muy lamentable, que dice muy poco de la persona que lo sufre, del gran envidioso. Yo lo soy. Soy un gran envidioso. Entonces me castigo bastante por eso, pero, aun así, con estos castigos no consigo mantener a raya mi envidia, pero al mismo tiempo sólo valoro de esa envidia si es como un motor creativo, un motor de esfuerzo, un motor para conseguir cosas que sean buenas para el resto. Es curioso que alguien pueda escribir una gran novela porque envidie a otra persona, y que al final esa novela pueda resultar buena para el mundo, para los lectores y para la cultura universal. Le sucedió a Tolstói a partir de su envidia a Dostoievski.
Créditos: Omar Guerrero
¿Es el fracaso otra forma de sufrimiento? ¿Lo consideras una inspiración necesaria pero tortuosa para la escritura?
El fracaso digamos que para mí es la gran forma del sufrimiento, el fracaso en todos los ámbitos. Una de las mayores causas del sufrimiento es el fracaso amoroso. Sabemos que la inmensa mayoría de historias de amor están condenadas al fracaso. Sin embargo, nos lanzamos a ellas con total pasión, con total voluntad. Incluso sabemos que van acabar mal, pero allí estamos. Me parece que refleja nuestra tendencia al sufrimiento, e incluso regodearnos en el sufrimiento. Creo que, de ese regodeo, de ese saber que vas a fracasar, nace mucha literatura. Sí me interesa muchísimo cómo el ser humano afronta el fracaso, porque la vida es como un fracaso anunciado porque ya sabemos el final que no es nada bonito ni reconfortante. Todo eso nos va marcando, la idea de finitud de todo. Si pienso en una relación amorosa asumo que está condenada a la finitud, a acabarse pronto o más tarde, y eso la hace más apasionante. Si dijéramos que voy a empezar una historia de amor y sé que va a durar eternamente como que directamente no nos interesaría. Pienso que el fracaso nos atrae y que es como un material literario apasionante. Yo al principio, cuando empecé a escribir mis novelas, pensaba que el azar tenía mucha importancia en las novelas, porque como te decía antes, en mi vida las mejores cosas que me han pasado han sido a causa del azar, y porque nunca las he buscado. Es algo que siempre he tenido en la cabeza, por lo que pensaba que yo era el escritor del azar, pero el verdadero escritor del azar era Paul Auster. De eso me di cuenta después. Entonces decidí que yo tenía que ser el escritor del fracaso. Y eso lo empecé con Infelices, mi primera novela, y lo he continuado con Grandes infelices. Con eso se podía decir que lo estoy intentando, porque estoy convencido del camino que quiero seguir y lo que quiero narrar.
En Tinta invisible mencionas la moraleja de la casa construida con los ladrillos de la propia vida que de un momento a otro se puede desmoronar. Pones como ejemplo la obra de Karl Ove Knausgård y lo que sucedió con su familia. ¿Consideras esta moraleja como una advertencia o consejo para los escritores que escriben sobre temas tan personales?
No es una moraleja ni un consejo sino una constatación. Digamos que estoy convencido que si un escritor necesita contar algo lo va a contar, aunque destruya a su familia. Es como una pulsión en la que necesitas sacar eso a pesar de que sabes por anticipado del daño que vas hacer. Es como que la literatura, las historias o lo que tienes que contar están por encima del bienestar de quienes te rodean. Creo que eso es algo que hace un verdadero escritor y que es una de las partes que lo hace tan infeliz y tan miserable, y que al mismo tiempo hace infeliz al resto porque pone por encima su necesidad de contar sin importar la posibilidad de ganar algo dinero al hacerlo. Creo que el cuentacuentos tiene que contar todas esas historias por encima de su cadáver y de los cadáveres de los demás. No lo quiero decir como una advertencia de no hacer esto porque antes debes pensar en el daño que le vas a hacer a los tuyos, sino para que sepas que al escribirlo sí vas hacerle daño a las personas de tu entorno.
Uno de los componentes de la infelicidad en los escritores es la enfermedad. Pones el ejemplo de Kafka y no puedes evitar relacionarlo con la enfermedad de tu padre. De esta manera se establece lo que llamas “tinta invisible”. ¿Qué otros casos de escritores enfermos o desahuciados se te vienen a la mente?
Muchas veces pienso en la enfermedad no tanto como un anticipo del desahucio y la muerte, sino en la enfermedad como motor de creatividad. Pienso en la enfermedad de Alberto Moravia, por ejemplo, que tuvo una tuberculosis ósea teniendo doce o trece años y eso le hizo estar encamado un montón de tiempo y fue ahí que empezó a escribir, lo que sirvió para que publicara su primera novela a los diecisiete años y eso lo convirtió en uno de los grandes jóvenes prodigio de la literatura europea, y por supuesto de la literatura italiana. No sabemos si lo mismo hubiese sucedido sin la enfermedad. Pienso también en el caso de Camilo José Cela, un escritor gallego como yo, y Premio Nobel, que también tuvo una enfermedad de muy joven y lo llevó a escribir compulsivamente. Por eso me interesa mucho la enfermedad como motor de creatividad. Me interesa mucho esa enfermedad inicial más que la enfermedad final que condena. Un ejemplo de ello es cuando hice el episodio de Karen Blixen y la importancia de su viaje a África, sobre todo cuando su marido le contagió la sífilis allá siendo muy joven. De esta manera la condenó a estar enferma el resto de su vida, siempre sufriendo. Y es inevitable que en su obra esté reflejado ese sufrimiento. Es allí que me interesa mucho esa parte de la enfermedad. Aunque, evidentemente, también está el caso de Kafka o de otros escritores que tienen esa losa encima al final de sus vidas y que me parece interesante, pero me parece mucho más interesante al principio porque creo que genera más creatividad que al final. También es por una cuestión de temporalidad porque cuando ya te ataca al final y te condena, pues es una salida, pero lo otro es como que te marca todo el camino.
De todas maneras, es inevitable no pensar en Roberto Bolaño que en su etapa final escribe lo que se considera su mejor novela. Me refiero a 2666.
Sí, en Bolaño me interesa mucho la enfermedad como ironía. Lo mismo se podría decir de Kafka. Me tortura mucho pensar en esa gente que vivió su vida de forma muy desgraciada como Bolaño, y que solamente pudo disfrutar del éxito durante unos cinco años, más o menos. Y ahora es considerado como uno de los escritores latinoamericanos más importantes, sobre todo después de la salida de esa lista del New York Times donde coloca a 2666 y a Losdetectives salvajes dentro de las mejores novelas de los últimos años, lo que incrementa su prestigio. Pero lo que más me interesa es esa situación cuando en su vida la pasa fatal con trabajos muy duros y denigrantes con los que sigue pasando hambre, y eso impresiona. Al final es como un mito, lo que me parece tan irónico y tan duro, y eso también impresiona.
Créditos: Omar Guerrero
En el libro mencionas los matrimonios entre escritores como el de Elsa Morante y Alberto Moravia, o Martha Gellhorn y Ernest Hemingway. Se podrían citar otros ejemplos como Sylvia Plath y Ted Hughes o Elena Garro y Octavio Paz. ¿Cuál es tu percepción de las escritoras casadas con escritores?
Las escritoras casadas con escritores siempre han tenido que sufrir más que sus esposos. Han tenido que sufrir la incomprensión y la valoración injusta. Por suerte eso está empezando a cambiar. Pero antes sólo se les consideraba la mujer de… en lugar de verlas como verdaderas escritoras. Elsa Morante, por ejemplo, odiaba que la considerasen la mujer de Moravia. Ella decía “Yo soy Elsa Morante y mi obra vale por sí misma”. Sin embargo, en Italia siempre fue la mujer de Moravia. Entonces han tenido que sufrir la condescendencia de sus maridos que siempre pensaban que tenían más talento que ellas. Incluso cuando era evidente que no era así, pienso en el ejemplo de Shirley Jackson y su esposo Stanley Hyman, que era un escritor académico. Y esto lo cuento en el podcast y en el libro. Ella tenía mucho más talento que él. Sin embargo, en casa él siempre tenía la prioridad de utilizar la única máquina de escribir que poseían. Recién cuando él se iba a descansar, Shirley Jackson podía hacer uso de la máquina para dar rienda suelta a su escritura, que no sólo era mejor, sino que llegó a ser hasta más comercial. Me parece que es algo muy significativo, porque a pesar que las mujeres han llegado a ser más valoradas por los lectores, el marido siempre ha pensado que su obra es más importante sólo por el hecho de ser hombre. Por eso digo que ellas han sufrido mucho con esa condescendencia y esa minusvaloración, primero en casa, con sus esposos y sus propias familias, y segundo, con la misma sociedad.
Has regresado al Perú después de siete años. ¿Qué lecturas peruanas te llevaste en la maleta en ese anterior viaje y qué lecturas te llevas ahora con esta nueva visita?
Confieso que no soy un gran conocedor de la literatura peruana. Evidentemente he leído mucho a Vargas Llosa. He leído a Bryce Echenique. Cuando tenía veinte años leí mucha literatura hispanoamericana. En ese tiempo leí a Ciro Alegría. Y después no he leído más literatura peruana. Digamos que soy un escritor y lector que por influjo de su padre (de mi padre) ha leído mucha más literatura anglosajona que hispanoamericana. Entonces si hago una comparación, he leído más autores anglosajones o europeos que hispanoamericanos. Y eso es una deuda que tengo. En este viaje me llevo literatura peruana que me han regalado. Por suerte aún me quedan un par de días libres e iré a buscar los libros que venía con la idea de comprar, sobre todo son libros biográficos y autobiográficos. Quiero comprarme los diarios de Ribeyro: La tentación al fracaso. También El zorro de arriba y el zorrode debajo de Arguedas. Me han recomendado mucho la biografía de Ribeyro. Venía interesado en una biografía de Arguedas, pero ya me han dicho que no lo voy a encontrar porque no existe. Lo más cercano serían sus cartas. Igual quiero ver cómo me sorprenden las propias librerías y los libreros cuando los visite. Otro nombre que me han recomendado en estos días es Martín Adán con su Casa de cartón.
Esta pregunta te la deben haber hecho innumerables veces desde que has llegado, pero es inevitable: ¿Tienes en mente a una escritora o a un escritor peruano que podría servir de material quizá para un siguiente episodio de Grandes infelices?
La próxima temporada de Grandes infelices va a estar centrada en un escritor y una ciudad. En la búsqueda de los episodios planteé hacer algo de Lima, pero no encontré un escritor porque pensé en Vallejo, en Arguedas y en Ribeyro, pero no me pareció que Lima tuviese esa presencia concreta en su vida. Para eso descarté a Vargas Llosa porque no tiene esa esencia que tiene Borges con Buenos Aires o Dostoievski con San Petersburgo. Entonces descarté hacer un peruano porque no encontré ese encaje. Ahora esta temporada que viene va a estar centrada en eso, pero en una siguiente temporada sí que tengo la idea de hacer más escritores latinoamericanos e hispanoamericanos porque tampoco tengo un español en el podcast, y eso es algo que me vienen reclamando. Entonces en algún momento voy a tener que remediar esa ausencia. Tengo ideas. Tal vez debería hacer una temporada sólo de hispanoamericanos. Aún no lo sé, pero estos nombres que he mencionado: Vallejo, Arguedas y Ribeyro me llaman mucho la atención. Pero primero tengo que ver si la bibliografía que puedo conseguir, como El zorro de arriba y el zorro de abajo, me resulta suficiente para hacer un podcast sobre Arguedas. Me parece que aún no tengo toda la documentación necesaria. Igual tengo que analizarlo. Y después están otras historias como la de Martín Adán, que me parece interesante, pero no sé si me daría para montar un episodio entero o más bien un fragmento para estos especiales que hago en otros proyectos como un libro, pero sí que me gustaría conocer mucho más esas historias porque cuantos más escritores infelices conozca, más me va a permitir abordar las siguientes biografías con un bagaje considerable. Y eso también me ayudaría a identificarlos y a clasificarlos. Y también hay un problema al momento de escoger autoras porque para mí es importante, sobre todo para darle pluralidad al podcast. Cuando llegué aquí me mencionaron a Blanca Varela como posibilidad porque la mayoría de escritores que me recomiendan son hombres, y me interesa mucho recuperar a escritoras latinoamericanas porque ahora hay un boom con la gran cantidad de escritoras latinoamericanas que están saliendo, y que son muy potentes a nivel mundial como Fernanda Melchor o Mariana Enríquez. Igual sigo pensando que hay una deuda con las escritoras de hace muchos años que vivieron la incomprensión y la minusvaloración del mundo editorial y de la sociedad, por lo que considero prioridad reivindicarlas, pero en ese camino faltan muchas veces la documentación o la bibliografía que se necesita para hacer un episodio. Me gustaría que alguien colabore haciendo ese trabajo para poder tomar esta información como base para la realización de un episodio del podcast, y así más gente, o más oyentes, de distintos lados, lleguen a la obra y al conocimiento de esta autora citada, o este autor citado, lo que se convertiría en algo circular donde todos nos veríamos beneficiados.
Créditos: Omar Guerrero
(Como una recomendación, mencionamos al final de esta entrevista otros nombres de la literatura peruana que podrían resultar de interés para Javier Peña como María Emilia Cornejo, Juan Gonzalo Rose y Carlos Oquendo de Amat).
Personas decentes (Tusquets, 2022) del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955) es una novela que forma parte de la saga policial del detective Mario Conde (la última entrega hasta el momento con la que suma un total de diez títulos). También se podría decir que es la mejor hasta la fecha. La historia se divide en dos partes. La primera se ubica en La Habana actual, con mayor precisión en 2016, caracterizada por la visita de Barack Obama, el desfile de Chanel, la filmación de Rápidos y furiosos, el turismo de Rihanna, las hermanas Kardashian y el histórico concierto de los Rolling Stones (cabe mencionar que este último hecho se presenta como algo de mayor interés para los amigos de Conde, razón para entablar diversas conversaciones entre varios vasos de ron y platos con habichuelas sin dejar de escuchar la música que tanto les gusta). Se toma en consideración que todos estos hechos producen la ausencia de policías para cubrir otros temas más comunes como los asesinatos dentro de la isla.
La segunda parte tiene como telón de fondo La Habana de inicios del siglo XX, cuando la isla era conocida como la “Niza del Caribe” y donde se permitían demasiadas cosas ilegales, más aún si de por medio estaba el nombre de Alberto Yarini y Ponce de León (1882-1910), el rey de la prostitución de la isla, conocido también por ser un dandi y un casanova. En ambos tiempos ocurren unos asesinatos que están relacionados entre sí y que no dejan de ser una incógnita hasta que Mario Conde abandona por un momento la compra y venta de libros viejos para empezar con sus investigaciones, primero a solicitud de su excompañero Manuel Palacios, también conocido como Manolo; y luego por el interés que le despiertan esos otros crímenes ocurridos en el pasado, y cuyos misterios serán revelados a partir del trabajo de otro policía llamado Arturo Saborit Amargó, quien no deja de tener presente lo ético, lo correcto y lo justo, características propias de las “personas decentes”.
El primer asesinato ocurrido en tiempo presente, en 2016, corresponde a Reynaldo Quevedo, un poeta mediocre y envidioso con algún grado militar menor en el pasado que, con su vocación de inquisidor y su maldad innata de represor, le arruinó la vida a muchos artistas e intelectuales que sufrieron persecución y censura por parte del régimen cubano en los años setenta, así como les sucedió a los escritores Lezama Lima y Virgilio Piñera, o el teatrista Alberto Marqués. Este Quevedo aparece muerto producto de un golpe contundente en la cabeza. Lo curioso es que sólo le roban un par de cuadros mientras que su cuerpo aparece con el miembro viril desmembrado, cortado con el cuchillo de la cocina, aparte de sufrir la amputación de tres dedos de la mano, cercenados con la tijera de podar el jardín. En la escena del crimen quedaron estas partes separadas como una muestra del odio que tenía el asesino hacia la víctima. Y no era para menos porque a este tal Quevedo era visto como un verdadero “hijo de puta” (p.45). Esta hipótesis se incrementa con sus perversiones que son descubiertas a partir de los informes forenses donde se le encuentran restos de semen en su parte rectal.
En cuanto a los otros asesinatos, estos ocurren en 1910, año que se caracteriza por la presencia del cometa Halley, cuya visita producía gran zozobra entre la gente pensando que se trataba del fin del mundo, aunque ante este posible peligro, muchos procedieron a actuar de manera distinta:
Ante lo inevitable, muchos se negaron a gastar en inútiles telescopios o mapas cósmicos y la mayoría prefirió decantarse por las opciones más divertidas, como la de comprar y consumir alcoholes y alucinógenos, la de apostar a cualquier cosa que se les ocurriera en los garitos que brotaban como hormigueros, la de bailar a toda hora y con cualquier música y, sobre todo, más que todo, la de fornicar como poseídos. En la ciudad se estableció el imperio del éxtasis y la lujuria (p.36).
Muchos de estos hechos ocurrían muy cerca de la Estación policial de Paula y Compostela, centro de labores de Arturo Saborit, quien se convirtió en testigo involuntario de todo lo que ocurría en esta ciudad (La Habana) donde proliferaba el alcohol, las drogas, la prostitución y el juego, más aún con la presencia del famoso burdel que pertenecía a Alberto Yarini, bastante conocido por la belleza de sus mujeres. Es justo una de sus trabajadoras quien aparece asesinada de la manera más cruel:
Según el doctor Torres, la mujer había sido descuartizada a machetazos, el primero de los cuales lo recibió con vida y fue el que le arrancó el brazo. Quizás el segundo fue el que la decapitó. El forense estableció, además, que la mujer había practicado una felación y tragado parte del semen de su agresor y, antes o después de la muerte, había tenido sexo vaginal y rectal con el mismo hombre (p.117).
A partir de este hecho tan truculento, donde el sexo y las transgresiones han tenido gran participación, las investigaciones se dirigen hacia Alberto Yarini, no como posible culpable, pero sí como uno de los principales móviles de este crimen, más aún al conocer tan bien a la víctima, o por su cercanía con ella, porque a pesar de su fama de proxeneta, prevalece en él su imagen de gran empresario y de don juan, ambas presentadas de manera hiperbólica:
Entre todos esos jóvenes provenientes de linajes acomodados, muy pronto Alberto también se distinguió por sus éxitos amatorios. Su estampa física, sus modales, su experiencia vital en Nueva Inglaterra y su desenfado lo distinguían y tuvo más novias y mujeres que nadie, y, para retenerlo, algunas de esas amantes que se enamoraban de él comenzaron a sostenerlo con regalos y dinero. Fue entonces cuando el instinto comercial de Yarini hizo lo demás: primero a una, luego a dos, prostituyó a algunas de esas amantes y, en cinco años, ya contaba con un harén de doce mujeres laborando en el mercado habanero del sexo (p.155).
Y a pesar de que se siguen cometiendo otros delitos y excesos durante el año 1910, Alberto Yarini no deja de ser el centro de atención y de muchos comentarios como si se tratase del mismo cometa Halley. De esta manera Leonardo Padura presenta a un personaje real que tiene muchos dotes de ficción y cuya aura se ha mantenido a través de los años dentro de la idiosincrasia cubana al punto que su tumba nunca deja de tener flores. Esto mismo lo comenta en un artículo que se incluyó dentro de su libro de crónicas El viaje más largo (1994) donde brinda una serie de detalles sobre este hombre que era llamado “El gallo de San Isidro”. Por supuesto que el tema sexual, tan recurrente en la obra de Padura, sobre todo en su saga de Mario Conde, se hace mucho más explícito sólo para terminar de presentar a este personaje que se vuelve figura central en Personas decentes:
Con el movimiento vi cómo el miembro de Yarini se balanceaba como si fuese el badajo de una campana. Y no es que sepa mucho sobre las proporciones de los penes, aunque tengo el mío y haya visto el de algunos cadáveres, pero es que el miembro colgante entre las piernas de aquel hombre tenía unas dimensiones y un grosor exagerados. Una pinga de ese calibre también explicaba muchas cosas (p.222).
Es justo en la fatídica noche del 21 de noviembre del 1910, fecha de fallecimiento de Alberto Yarini, donde la figura del policía Arturo Saborit cobra una notoria importancia, más aún al mantener su definición de “personas decentes” para esclarecer no sólo el crimen de Yarini sino también de los otros asesinatos cometidos, y cuyos principales involucrados siguen siendo más proxenetas y prostitutas. Entre estas últimas destacan las extranjeras, en especial una llamada Bertha Fontaine, conocida también como La Petit Bertha, poseedora de una extremada belleza.
Mientras tanto, en 2016, a medida que se acerca el concierto de los Rolling Stones, aparece otro hombre muerto y castrado. Esto llama la atención de Mario Conde al intentar descubrir el por qué los asesinos quieren minimizar la virilidad de sus víctimas. Es entonces que surgen varias hipótesis que van desde la historia de la homosexualidad masculina en Cuba, donde se incluyen varios cuadros de desnudos varoniles, hasta la historia del pene cortado de Napoleón. Y en medio de todas estas conjeturas surge el nombre de una poeta cubana que sufrió una serie de injusticias (muerte civil) por parte del régimen cubano tan igual como sucedió con la escritora rusa Anna Ajmátova bajo el gobierno autoritario de Stalin. Es a partir de este descubrimiento con el que se llega a la resolución de estos crímenes mientras que millones de cubanos se preparan para cantar las canciones de Mick Jagger y compañía.
De esta manera se concluye que no es necesario haber leído las novelas anteriores de esta saga policial para deleitarse con una novela tan buena como Personas decentes. Sólo queda pedir larga vida al inspector Mario Conde y que nunca se acaben sus historias.