La revista de literatura El Hablador sale con una nueva edición, que refresca en amplitud el debate sobre el panorama literario en el país. Sale a tiempo, además, para aunarse a las celebraciones del Bicentenario y todo lo que motivó la reflexión cultural y literaria en torno a la COVID-19. En ese sentido, El Hablador aborda tópicos como la Independencia, el valor de uso de la enfermedad a lo largo de nuestra historia republicana, las generaciones literarias de 1950 en adelante, la violencia política y la reflexión académica contemporánea en general.
Entre nuestros entrevistados, comparten la marquesina dos invitados de lujo: el académico sanmarquino Marcel Velázquez Castro, autor de Hijos de la peste, libro aparecido en pleno auge de la pandemia (2020) y que ocasionó un revuelo en el medio por lo apropiado de su aparición; y el escritor argentino Sergio Chejfec, en una conversación con Erick Abanto ocurrida antes de su deceso, en abril de 2022.
En las próximas semanas, compartiremos la convocatoria de las colaboraciones para el siguiente número de El Hablador (N° 25), el cual se publicará en el último trimestre del 2023.
La edición sobre la que escribo es la definitiva. Veinte años después de haber sido lanzada, Fuguet decidió saldar deudas en el 2014 con su segunda novela y publicarla tal como la concibió, sin cortes[1]. Como libro adelantado a su tiempo, Por favor, rebobinar interpela a quien lo lee debido a la contemporaneidad de los temas. Aborda problemas de la década de los noventa, es cierto. Sin embargo, estos no se han ido y más bien han mutado. Algunos de estos son la sobreexposición, la inmediatez y la falta de vínculos reales. El enemigo ya no es el Estado, sino uno más peligroso, poderoso e invisible. Cada ser humano es visto como un elemento que puede ser eliminado sin consecuencias fatales. Existen jóvenes que le temen a la soledad, pero no saben cómo escapar de ella. Hay gente incompleta y dañada buscando un refugio, algo a lo cual aferrarse antes de ahogarse.
Los personajes de la novela entran y salen de la misma con aparente facilidad. Entre ellos, están los que se salvan y los que no lo podrán lograr. Quienes caen y se hunden, porque no encuentran la manera o las armas para combatir. Los personajes principales son ocho. La novela se puede concebir como un reparto con muchos extras, quienes relatan el proceso de su hundimiento. Allí está Lucas García, el cinéfilo compulsivo que busca en el celuloide lo que la vida real se empeña en negarle; Andoni Llovet, una especie de narciso incapaz de superar sus miedos y dudas. También Damián Walker, un dealer siempre a la deriva. Finalmente, Pascal Barros, estrella de rock, ídolo y símbolo: el futuro ángel caído de su generación. Todos ellos intentan conectar de manera verdadera con alguien y fallan en el intento. Forman amistades en base a mentiras y deslealtades en la mayoría de los casos. Para Fuguet lo principal es construir personajes. Entenderlos y acompañarlos. Observar cómo evolucionan o caen sin remedio. Analizar cuáles son sus mecanismos de protección. Fuguet muestra a una generación agobiada por la cultura del éxito, aquella que te expulsa sin perdón si no logras sobresalir a tiempo. Una eterna competencia donde todo está permitido, menos escapar.
Es así que se producen las adicciones: surgen como una alternativa para lidiar con dicho sistema. Están las drogas, pero también el cine, los libros, la música, la televisión o el sexo. En la novela, todo pasa demasiado rápido, deslizando sutilmente la noción de poder en las relaciones afectivas. El verdadero anhelo no es la conexión, sino consumir y desechar mientras se sobrevive como se puede. Rebelarse puede ser un ejercicio inútil frente a un engranaje que te puede destrozar sólo por intentarlo.
Los años han pasado y le han dado la razón a la novela. No envejeció, más bien se enriqueció con estos. En tiempos de redes sociales donde los lazos se diluyen en la inmediatez, Por favor, rebobinar se erige como un libro que avizoró este mundo “hiperconectado” en apariencia. El miedo a crecer y asumir responsabilidades como forma de protegerse de un eventual dolor sigue vigente. La novela muestra cómo se busca disfrutar y gozar sin correr riesgos, sin nada significativo. Fuguet advirtió la sensibilidad de nuestros tiempos y la volvió novela, con personajes con los que uno puede empatizar porque reconoce en ellos ciertos defectos de sí mismo o de su círculo de amistades. Fuguet captó el zeitgeist del nuevo milenio, lo retrató y hoy podemos leerla de mejor manera. Por favor, rebobinar es una novela cuya radiación alcanza toda la obra posterior de su autor y que sus lectores, por supuesto, agradecemos.
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Datos del libro reseñado:
Alberto Fuguet
Por favor, rebobinar
Alfaguara, 2014, 396 pp. / Random House, 2022, 430 pp.
[1] En noviembre del 2022, se reeditó, con una nueva portada, en el sello Random House
Y la luz desespera de seguirme. Apuntes sobre Estratagema en claroscuro▶
Por Cristhian Briceño
Esos procesos demoran
Santiago Vera
Nuevamente salgo de la lectura de este libro con la sensación de haber presenciado algo poco común y difícil de determinar. En algunos de sus fragmentos sobre poesía, Novalis escribió que esta es infinitamente compleja y, sin embargo, es también muy sencilla. Esta afirmación, con pretensiones de agotado tropo, nos conduce al laberinto sin salida de querer definir o calibrar algo que, sin contar lo que hagamos, se terminará escurriendo entre los dedos. De ese modo, los poemas de Magdalena Chocano me suelen recordar a aquellas antiguas fórmulas matemáticas previas a la notación algebraica, escritas en verso y que, más que luz, arrojaban una tupida penumbra que no hacía sino avivar la curiosidad de los iniciados, dando pie a siglos de deliciosa especulación y conciliábulo. No existe el cabo del hilo que nos conduce a desentrañar la “verdad” del poema, o, en todo caso, la notoriedad de ese providencial cabo se corresponde con el tamaño de nuestra confianza, una suerte de “creer para ver”. Lo finito dándose apariencia de infinito, nos vuelve a decir Novalis. La lectura de los poemas de Chocano suele ser un proceso que demora, en cuanto su estrategia semántica presenta cambios de ritmo que pueden llegar a desconcertarnos, y salir de ellos nos obligará a tomar una bocanada de aire y emprender nuevamente el ascenso a su cuesta; nos topamos, por ejemplo, con expresiones tales como “el noúmeno cernido de las cosas” o “cariátide maleable”, para después encontrarnos con versos de apacibles fraseos y significados, en apariencia, cristalinos: “la parsimonia de beber la ya extinta Kola Inglesa”. Este movimiento de entrada y salida es tan logrado que no podemos hacer otra cosa que reconocer que estamos en terreno poético, en el momento donde algo sucede con las palabras aunque no podamos cercar ese sentido para examinarlo con ojos de entomólogo; debe ser parecido a identificar cuántos colores presentan las alas de una mariposa mientras se aleja velozmente de nosotros atravesada por los último rayos del sol. Esos procesos demoran, también, porque la obra de Chocano tiene un alcance, entre comillas, reducido en nuestro medio y, de alguna forma, repele al canon e incluso deja indicios de esto en varias de sus líneas. Baste recordar su artículo titulado “Ruido canónico vs. poesía” aparecido en 2005, donde afirma descreer de las reseñas que tienden a la conformación de grupos o sociedades que reparten el rótulo de poesía sin siquiera haber accedido al hecho poético en sí. Chocano se desvía de ese ruido canónico hacia el locus donde el silencio fomenta la contemplación de lo profundo; desestima la necesidad que tienen muchos autores por afianzar una carrera en base a reseñas simplonas, menciones en recuentos, fotografías en portadas de suplementos culturales, premios a la popularidad y demás idioteces.
Para seguir leyendo, se puede acceder a la reseña completa en este enlace.
Caperucita se come al lobo (2012) (La Travesía Editora, 2021; Random House, 2020) de la escritora colombiana Pilar Quintana (Cali, 1972),[1] es un libro de cuentos que reúne ocho relatos (seis correspondientes a la primera edición del 2012 y dos adicionales tomados de la edición del 2020). La mayoría de estos relatos tienen en común lo femenino, pero no el lado trágico ni sufriente, mucho menos en lo subyugante y abnegado. En ellos encontramos una serie de impulsos y situaciones placenteras que podrían remitir a cierto tipo de perversiones donde lo sexual siempre se impone.
En el primer cuento titulado «Olor» una mujer siente una atracción hacia un hombre que le resulta apuesto, pero que peculiarmente le huelen mal las axilas. Ella es escritora. Él también es escritor, pero ensayista, de nacionalidad española. Todo transcurre en las inmediaciones de una feria del libro con entrevistas y presentaciones, entre ellas, una con el escritor brasileño Rubem Fonseca, en cuya obra lo sexual también es explícito.[2] Ambos protagonistas intercambian primero algunas palabras. Poco a poco sus conversaciones se vuelven más extensas mientras observan una ciudad que podría ser mexicana: hay tacos y enchiladas. Llega la noche y las luces de neón les resultan curiosas y atrayentes. Ambos se emborrachan y hablan de escritores y libros. El impulso es mutuo. Es imposible frenar el deseo, a pesar del mal olor de las axilas del hombre, que curiosamente no produce rechazo ni distancia. El lenguaje explícito usado en torno al sexo también sorprende:
Me senté en la cama. Miguel tenía una verga gorda y rosada. La acaricié con mi cara. Olía a leche cortada. Lamí, tenía un gusto salado. Lamí un poco más, me la metí en la boca y empecé a chupar. (p.18).
En el cuento «El hueco» se aborda una historia extremadamente violenta contada desde una voz masculina. Al inicio solo se sabe que hay dos personas en un par de celdas contiguas dentro de un hueco, que en realidad no es un hueco, sino una estructura de paredes altísimas de concreto y sin techo. La persona que acompaña al personaje que cuenta la historia es una mujer llamada Mariángela. Ambos están ahí por una traición hacia un hombre que bien podría ser un narcotraficante que no duda en comportarse de manera vengativa y sanguinaria. Esta traición obedece a un impulso sexual que no es perdonado por Víctor, el hombre millonario y poderoso que decide castigar a este par de amantes de la peor manera. Este es el origen de la venganza cuyas descripciones no son aptas para lectores sensibles:
No nos dijimos nada. Todo lo hicimos con desesperación y abandono, y no creo que fuera solo por el peligro o porque fuera nuestra primera vez, sino también porque sabíamos que era la última. Pero fuimos felices, nos mirábamos a los ojos, más bien nos comíamos con los ojos, y sonreíamos. (p. 28)
El cuento «violación» bien podría tener referencias a Lolita de Nabokov. Trata la historia de un hombre que solo consigue erecciones blandas con su pareja. Todo indica que son de la misma edad. Esta señora tiene una hija de un anterior compromiso. La niña tiene trece años. Los tres viven en la misma casa. La presencia de la niña consterna al hombre. No puede evitar mirarla. La posibilidad de una cercanía con ella, e incluso, una intimidad, resulta imposible, hasta que se da la oportunidad con la ausencia repentina de la madre. Entonces su erección se vuelve contundente. Lo que sorprende es la decisión de la niña antes, durante y después del encuentro íntimo con su padrastro, lo que produce otro hecho inesperado con respecto a la madre. A continuación, cito un fragmento que parece una referencia directa a la novela de Nabokov:
La niña sí le producía erecciones como debían ser. Le bastaba con verla salir de la ducha envuelta en su toallita blanca o paseándose por la sala con su piyama de pantalón corto y blusa de tiras.
Vivía con ellas desde que la niña tenía siete años. Ahora tenía trece y le decía papá. Los senos ya le estaban brotando. Pero la regla todavía no le había llegado. […] (p.33)
El cuento «Caperucita se come al lobo» es el mejor de todo el libro. Está narrado en primera persona por un personaje femenino bastante joven. Toda la historia tiene referencia al clásico cuento Caperucita. Los personajes y hechos son los mismos. Hay una niña, una madre, unos pastelitos, una abuelita y un sujeto apodado «el lobo». Incluso también hay un personaje que bien podría ser el leñador justiciero. Por otro lado, el barrio donde ocurre esta historia se llama El Bosque. Todos los hechos son similares al clásico cuento infantil con la diferencia de que este cuento contiene sexo explícito dado entre los dos personajes antagonistas. Lo más curioso es que la perversión no viene del lobo sino de la caperucita. Aquí el acto de «comer» corresponde a lo evidentemente sexual:
Le cogí la verga y sentí en mis dedos el cosquilleo de un fluido que le subía. Eso me enloqueció, se le había puesto durísima. Él metió la mano por el impermeable. Me acarició las tetas y me pellizcó un pezón. Eso me enloqueció más. Me monté entres sus piernas, él buscó por debajo de mi falda y me corrió el calzón. Le apreté la verga, me la inserté. Solté un gemido y nos empezamos a mover. El polvo fue desesperado. Fue ávido. Fue duro. Fue delicioso. Nos vinimos juntos en una explosión como de juegos pirotécnicos. Y fue liberador: había cumplido una perversión. (pp. 44-45)
El cuento «Amiguísimos» trata sobre dos amigos ya adultos: Juan Diego y Roxana. Juan Diego no tiene reparos en presentarle a Roxana sus nuevas amigas, que en realidad son sus enamoradas o parejas de turno. Esto no parece molestarle a Roxana, más aún si esto ocurre en reuniones en bares nocturnos donde los tragos y conversaciones pueden disimular cualquier tipo de sentimiento. Aunque la atracción entre ambos es inevitable, siempre y cuando no quede ningún compromiso de por medio. Ellos son «amigos con derechos» a pesar de la sinceridad y la ternura. Aquí el sexo otra vez se muestra de manera explícita. La mujer, una vez más, toma el control:
Roxana le quita la ropa y se termina de quitar la ropa ella. Lo lleva al sofá. Lo sienta. Juan Diego se ha puesto dócil, a todo se somete. Roxana se le monta encima y se mete en su verga. Se quedan muy quietos y se miran. Pero no se besan. Ellos nunca se besan. Él se recuesta en el espaldar y ella echa el cuerpo hacia atrás, cierra los ojos y empieza a moverse despacio. (p. 56)
En el cuento «Una segunda oportunidad» surge un hecho insólito a partir de la ingesta de un brebaje otorgado por un hombre indígena en un espacio rural. Antes de este hecho, se cuenta la llegada de una mujer policía en lancha a una isla. Allí, en su cabaña, ella es recibida por su pareja, un hombre llamado Donaldo, que a su regreso siempre le pregunta si le sigue siendo fiel. La mujer le dice esta vez que no y le menciona, ante tanta insistencia, el nombre de su amante. Esto desemboca en la ira y violencia de Donaldo. Después de lo ocurrido, ella busca ayuda no sin antes entablar comunicación con su amante, a quien no le dice nada de lo que ha sucedido. Ella está golpeada y adolorida. Él, en cambio, le menciona que lo que ha sucedido entre ambos no puede saberlo su esposa. La mujer policía parece arrepentirse de haber sido sincera con Donaldo. También parece arrepentida por la infidelidad cometida. Es ahí que ocurre lo insólito sin saber siquiera que esto vaya a suceder. Solo la presencia del hombre indígena y el ámbito rural hacen posible lo increíble. Por supuesto que aquí otra vez el sexo es motivo de los hechos que solo lo insólito logra remediar:
[…] Se rio otra vez y me dijo entonces hablemos. ¿La tiene grande?, exigió. No le respondí. Me estalló contra la pared y me volvió a preguntar con los dientes apretados si la tenía grande. Le dije que sí. […] (p. 62)
En el cuento «El estigma de Yosef» se encuentran referencias bíblicas. Así como en el cuento «Caperucita se come al lobo» se recrea el clásico infantil, aquí se recrea la concepción de una mujer tal como sucedió con la Virgen María. El dilema reside en la esterilidad del personaje narrador, un hombre que pone en duda su paternidad ante el embarazo de su pareja Miriam. Aquí otra vez el tema de la infidelidad rodea en la cabeza del protagonista masculino. Lo sexual ya no es tan evidente, aun así, quedan sombras de lo que se asume como una falta o pecado:
Yo le había mentido, era cierto, pero lo que ella pretendía hacerme a mí, endilgarme el hijo de otro, seguro del tal Gabriel que metió a nuestra casa y la dejó perturbada, era mucho peor que una mentira. (p. 71)
En el último cuento «Hasta el infinito» lo insólito vuelve a presentarse de una manera mucho más prolongada. Una mujer sufre un accidente de avión, pero sobrevive. También sobrevive a otros hechos como una malaria o un marido maltratador. Después del accidente, ella llega a recobrar el sentido, pero no logra tener conciencia del tiempo transcurrido. Tampoco de la ciudad donde se encuentra. Solo sabe que está en un hospital. Las enfermeras y la psicóloga son personas grises y desleídas. La mujer se siente atrapada, como si estuviese en una cárcel. Logra abrir una ventana del edificio y se avienta. No muere, tampoco sale herida. Simplemente rebota en un suelo gelatinoso. Entonces lo insólito comienza a tomar matices propios de la ciencia ficción. Ella camina por la ciudad que se parece mucho a Bogotá. En su camino se encuentra con Hache, quien reside en Nueva York, pero que está ahí, con ella. Hache la lleva a su departamento donde vive con su esposa, pero la mujer que ha sobrevivido a tantas cosas no se relaciona con la esposa de Hache. Ellas no se hablan ni se miran. Una parece el reflejo de la otra, como un desdoblamiento. Sin embargo, el único contacto se da con Hache. Mientras tanto, ella recuerda a su segundo esposo y a su hijo de tres años. En esta (extraña) convivencia con Hache y su esposa se llega a conocer una infidelidad del pasado. También vuelve a presentarse el sexo como un acto necesario. Aun así, todo parece mantenerse en otra dimensión.
Pilar Quintana – Foto: Hablemos, escritoras
Sin duda se trata de un relato atípico respecto a los anteriores. Solo el sexo, cuya iniciativa corresponde a los personajes femeninos, parece mantener un parangón con los relatos antecesores:
Al instante la puerta se abrió y entró la mujer con las llaves en la mano y la cartera al hombro. La silla de Hache era de ruedas y él se dio la vuelta hacia la puerta. La mujer no saludó ni dijo nada. Dejó sus cosas sobre el comedor y caminó hacia él. Bajé la cabeza para no verle la cara. La mujer se le plantó enfrente y Hache, que seguía sentado y tampoco decía nada, le desató los pantalones.
Hicieron el amor en la silla, sin desvestirse del todo, ella encima y él con los ojos cerrados. Yo, mientras él respiraba fuerte y gemía, mientras se movía, le decía al oído es conmigo que lo estás haciendo, Hache, es conmigo.[…] (pp. 91-92).
Se concluye que Caperucita se come al lobo es un buen libro de cuentos donde predomina lo sexual y lo femenino sin ninguna intención de juzgar los impulsos y las decisiones de sus personajes. Estos, simplemente, obedecen a su naturaleza.
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Datos del libro reseñado:
Pilar Quintana
Caperucita se come al lobo (2012)
La Travesía Editora, 2021; Random House, 2020
Puntaje: 4/5
[1] Pilar Quintana ha escrito cinco novelas y un libro de cuentos. Fue parte de la primera lista de Bogotá 39 en el 2007 organizada por el Hay Festival. Su novela Coleccionista de polvosraros recibió el Premio de Novela La Mar de las Letras en España. Su novela La perra ha sido traducida a quince idiomas y ha sido finalista del Premio Nacional de Novela y del National Book Award. También ha ganado el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana y un PEN Translates Award. Con su novela Los abismos ganó el Premio Alfaguara de Novela en 2021.
[2] Sugiero la lectura de los Cuentos Completos en tres tomos de Rubem Fonseca donde se menciona lo explícitamente sexual. Sucede lo mismo con su novela La cofradía de los espadas.
La más recóndita memoria de los hombres (Anagrama, 2022) del escritor senegalés-francés Mohamed Mbougar Sarr (Dakar, 1990) fue la novela ganadora del prestigioso Premio Gouncourt en el 2021. Su título proviene de una cita larga tomada de los Detectives salvajes y que es utilizada precisamente en el epígrafe. De la sinopsis de la contratapa se deduce de inmediato la línea que sigue el autor al presentarnos esta novela donde la literatura también es protagonista. Aquí un fragmento de la mencionada sinopsis: Novela de iniciación, thriller literario, juego de cajas chinas con un libro dentro de otro libro, exploración de las heridas del colonialismo, celebración del poder de las ficciones… Estamos ante una novela total, de estirpe bolañesca, que habla de la escritura y de la vida. Y así como el personaje de Arturo Belano y compañía se sumergen en la búsqueda de la desaparecida poeta Cesárea Tinajero, aquí surge un joven llamado Dégane Latyr Faye, escritor senegalés que vive en París, y que, además, se encuentra obsesionado por la obra de un escritor, compatriota suyo, llamado T.C Elimane, también conocido como el «Rimbaud negro» (llamado así por un crítico de L´Humanité). T.C Elimane es autor de un único libro titulado El laberinto de lo inhumano publicado en el año de 1938 y que se convertirá en el origen y eje de toda esta historia.
La primera vez que Faye escucha sobre Elimane es a partir de un encuentro con una mítica mujer que le brinda uno de los pocos ejemplares de esta novela desconocida y casi desaparecida. A partir de este momento, y más aún después de su lectura, Faye empieza sus pesquisas detrás del autor también desaparecido. Solo lo empuja el valor que encuentra en sus palabras. Así lo testimonia:
Una sola de sus páginas bastaba para transmitirnos la certeza de que leíamos a un escritor, un hápax, uno de esos astros que no aparecen más que una vez en el cielo de una literatura. (p.10)
A partir de ese momento se despliega una búsqueda incesante para recabar toda información sobre Elimane, más aún por lo que significa y representa su novela, entendida como un objeto preciado muy al estilo de un manuscrito encontrado o un libro único y extraviado que de pronto (o por fin) es hallado. Por eso se le define de esta manera:
El laberinto de lo inhumano pertenecía a la otra historia de la literatura (que quizá sea la verdadera historia de la literatura): la de los libros perdidos en un pasadizo del tiempo, ni siquiera malditos sino simplemente olvidados, y cuyos cadáveres, osamentas y soledades se desparraman por el suelo de cárceles sin carceleros y balizan infinitas y silenciosas pistas heladas. (p.14)
Sin embargo, en las investigaciones, se descubre un posible plagio de la historia contada en la novela de Elimane correspondiente a un antiguo mito africano del que Faye, por sus orígenes, no es tan ajeno. Lo mismo sucede para los allegados a la cultura africana, sobre todo para quienes viven fuera de África, más aún en Europa. De ahí que este autor desaparecido cause tanta admiración y odio. Aunque para algunos su verdadero valor radicaba en otros elementos o hechos:
Yo a quien buscaba era al hombre y no a la continuación de El laberinto de lo inhumano, como tú. El escándalo del plagio no me interesaba mucho. Lo que me interesaba de él, lo que me atraía hacia él, era su silencio. (p.208)
Y al mencionarse ese «silencio» de Elimane como escritor es imposible no tomar en cuenta a los «bartlebys» de Enrique Vila-Matas. Sí, esos mismos escritores que de pronto deciden dejar de escribir por distintas razones. Pero ¿por qué dejó de escribir T.C Elimane? ¿Tanto le afectó la crítica y que lo hayan acusado de plagio? Esta incógnita hace que Faye continúe sus investigaciones en otras ciudades fuera de París, como Ámsterdam, Argentina y de nuevo en Senegal. Es ahí que se conoce la historia de los padres de Elimane, incluso mucho antes de que el escritor naciera. Aquí se cuenta la relación de los hermanos Assane y Ousseynou Koumakh junto a la joven Mossane. Este triángulo amoroso está lleno de decepciones y tragedias, incluidas la pobreza, el machismo, el racismo y la guerra. Solo el actuar ruin de uno de los hermanos será motivo suficiente para que Elimane deje de lado la escritura. No importa que hayan pasado los años en las vidas de estas tres personas que son el punto de origen del escritor desaparecido. Lo cometido trasciende como una herida que intenta curarse con las siguientes generaciones.
Y mientras se avanza en estas investigaciones, Faye intenta hacerse un nombre en la literatura francesa a pesar de ser un joven migrante. Lo que encuentra es un ambiente literario cerrado muy parecido a un establishment. Esta situación no es nueva. Proviene desde mucho antes. Incluso llegó a afectar a Elimane cuando logró publicar su única novela en Francia. Es precisamente este círculo, sobre todo los críticos, quienes quedan descubiertos como los otros causantes de la desaparición de un escritor como Elimane a pesar de quedar remecidos por la calidad de su obra:
No obstante, el tono de su artículo hace pensar que se alegró de que el ambiente literario oficia (ese que, en otros términos, menosprecia la literatura policíaca por juzgarla vulgar y buena solo para divertir a la plebe inculta) se viese un poco sacudida por Elimane. (p.291).
Estos críticos son quienes recibirán una especie de castigo por su proceder que no reside solo en su subjetividad como lectores, como conocedores y/o académicos, sino también por un prejuicio al marcar diferencias y subvaloraciones hacia otras personas que no consideran iguales por distintas circunstancias. Y al decir la palabra «castigo» nos remitimos a los hechos sobrenaturales que envuelven a la cultura africana donde lo mágico y lo oscuro cobran protagonismo a través de la creencia y hasta en la religión tal como ocurre en la obra de otros escritores africanos como Ngũgi wa Thiong´o:
Sería horrible que Elimane hubiese empujado a aquellos pobres críticos franceses al suicidio por medio de sus poderes mágicos. Pero en medio de aquel horror posible, lo vería cómico. ¿Tú no? Un escritor que se considera incomprendido, mal leído, humillado, comentado desde un prisma para nada literario, reducido a una piel, un origen, una religión, una identidad, y que se pone a matar a los malos críticos de su libro por venganza: es pura comedia. (p.300)
Ante estos hechos, la novela toma un matiz policial, pues ya no solo se busca un escritor que dejó de escribir y que de pronto quedó en silencio para finalmente desaparecer, sino que dejó a su paso una serie de supuestas víctimas a las que fue necesario «castigar» por su vil manera de ser. La contraparte de estos críticos son los editores, quienes muestran un aura distinta, mucho más benevolente, todo lo contario a la vileza. Uno de estos editores quedará en la memoria de Elimane. Y en esta coyuntura, los libros siguen siendo los protagonistas y reguladores entre lo bueno y lo malo de todas las personas que se encuentran a su alrededor:
Entonces ¿cuál es esta patria? Tú la conoces: evidentemente, es la patria de los libros: los libros leídos y amados, los libros leídos y despreciados, los libros que soñamos con escribir, los libros insignificantes que hemos olvidado y que ya no sabemos siquiera si llegamos a abrir alguna vez, los libros que fingimos haber leído, los libros que no leeremos nunca pero de lo que no nos separaríamos por nada del mundo, los libros que esperan su hora en una noche paciente, antes del crepúsculo deslumbrante de las lecturas del amanecer. (p.312).
Otra parte resaltante de la novela son los viajes de Elimane a otras latitudes. Uno de sus destinos fue Argentina, donde entabló amistad con reconocidos personajes de la literatura porteña. No solo eso. También dejó huella en muchos de ellos. Claro, todo es ficticio. Pero, así como Bolaño y Vila-Matas ficcionalizaron sobre personajes reales, y más aún sobre escritores e intelectuales, Mbougar Sarr también hace lo mismo. Aquí una muestra:
Tenía pocos amigos. Admiraba la obra de Borges; pero sus amigos más íntimos eran Gombrowicz y Sabato. Creo que se acostó con todas las mujeres hermosas de la intelligentsia porteña, y con las feas también. Estoy convencida de que se acostó con Victoria Ocampo, pero también con Silvina Ocampo, quizá con las dos hermanas a la vez. Era un ermitaño muy paradójico. No andaba por los lugares donde había que estar: Pero cada vez que aparecía, ejercía como quien no quiere la cosa, sin forzarlo, dando la impresión de que le molestase o le irritase aquel efecto de su presencia del que parecía excusarse con todo su ser, con un encanto espiritual; un encanto no solamente físico, sino espiritual, incluso diría mental si eso significara algo. Sin embargo, no era muy hablador. No se volvía el centro de atención. No pretendía deslumbrar por su mente y desconfiaba de todos los artificios retóricos, de todas las maneras, de todas las seducciones de la inteligencia. (p.331).
Estos viajes de Elimane causan intriga en Faye. También causan intriga en el lector. Estos viajes son como periplos que dejan rastro, que buscan una causante, pues no solo Argentina es mencionada como destino sino también otros países de Latinoamérica
Entretanto, Gombrowicz y Sabato aparecieron de vez en cuando por el salón de mis padres. Yo les preguntaba si su amigo aún me guardaba rencor. Uno de ellos siempre respondía que Elimane no estaba enfadado. Solo estaba ausente, de viaje ¿Dónde? Por Latinoamérica. Lo mismo estaba en Chile, como en Brasil, o en México, en Guatemala, Uruguay, Colombia o Perú. Ni Gombrowicz ni Sabato sabía el motivo de aquellos frecuentes viajes. Desde que lo conocemos, siempre ha viajado mucho, me dijo un día Sabato. Pero no sé qué busca, ni siquiera si busca algo. (p.352)
¿Qué es lo que buscaba Elimane en cada uno de sus viajes? ¿Esto estaba relacionado a su silencio como escritor? ¿Buscaba, acaso, a alguna persona en especial o varias personas? ¿Buscaba una venganza? Y al intentar responder estas preguntas todo se vuelve trepidante con el correr de las páginas.
Otro tópico que se encuentra en esta novela que ya tiene la estructura de unas cajas chinas es el tema del coloniaje. Entendido como parte del prejuicio hacia un escritor como Elimane donde la raza, el color de piel, la procedencia, la cultura y las creencias son juzgadas como parte ineludible de una obra y de una identidad:
En el fondo, ¿quién era Elimane? El producto más logrado y trágico de la colonización. El triunfo más esplendoroso de esta empresa, más que las carreteras asfaltadas, el hospital y la catequesis. ¡Más que nuestros antepasados los galos! ¡Menudo crimen de leso Jules Ferry! Pero Elimane simbolizaba también lo que la misma colonización había destruido con su horror natural hacia los pueblos que la sufrieron. Elimane quiso convertirse en blanco y le recordaron no solo que no lo era, sino que jamás lo sería a pesar de todo su talento. Pagó todos los peajes culturales de la blanquitud y solo consiguió que lo mandasen de vuelta a su negritud. Probablemente, dominaba Europa mejor que los europeos. ¿Y dónde acabó? En el anonimato, la desaparición, el ninguneo. Tú lo sabes: la colonización siembra entre los colonizados la desolación, la muerte, el caos. Pero también siembra en ellos -y en su triunfo más diabólico- el deseo de convertirse en quien los destruye. Fíjate en Elimane: toda la tristeza de la alienación. (pp. 416-417).
Mohamed Mbougar Sarr – Foto: El Periódico
Uno de los últimos descubrimientos sobre Elimane se sitúa en Senegal, su lugar de origen y también de su final. Todo trasciende ya en lo espiritual. Su nombre ya no es el mismo. La literatura ha sido reemplazada. Él se ha convertido en un vidente cuyas palabras siguen manteniendo belleza y relevancia. De esta manera se completan todos los testimonios recabados por Faye cuya consigna ha quedado cumplida.
De esta manera se concluye que La más recóndita memoria de los hombres es una novela que toma el legado de la obra de Bolaño cuya función metaliteraria ha continuado viajando a otros continentes y lenguas. Y no por eso deja de ser enriquecedora y a la vez muy valorativa. Y es que la pasión literaria no tiene límites.
1821. El año de la esperanza del Perú (Ediciones B, 2022) del escritor peruano y diplomático Alejandro Neyra (Lima, 1974) es un libro de temática histórica que se conjuga con la novela debido a la recreación de diálogos -a modo de ficción, pero muy cercano a lo que en realidad se pudo haber dicho-, además de incluir las deducciones o pensamientos -también cercanos a la realidad- de los principales protagonistas de la gesta de la independencia del Perú. El libro transcurre durante un periodo de tiempo de un año, precisamente el año 1821. Aunque, para ser más exactos, empieza con un capítulo titulado «1820, año 0», donde se presenta a su personaje principal: José Bernardo de Tagle y Portocarrero, conocido también con su título nobiliario de marqués de Torre Tagle, cuya imagen corresponde a la portada del libro en mención. En 1820 Torre Tagle regresa a Lima después de haber vivido en España realizando diversas labores, primero en las Cortes de Cádiz, y luego realizando negocios personales que afianzaron su fortuna, reafirmando -a la vez- su título familiar de marquesado iniciado por su abuelo desde 1732.
El 8 de agosto de 1820, Torre Tagle sale de Lima rumbo a la costa norte como nuevo intendente de Trujillo. En el camino intenta reconocer ciertos poblados y personas como parte de este territorio llamado Perú que seguía siendo colonia de España. Sus deducciones son como las de cualquier criollo noble de buena posición. El 24 de setiembre de ese mismo año, Torre Tagle juró fidelidad a la Constitución de Cádiz de 1812 como una forma de obediencia al virrey Pezuela. Por esa misma fecha, le confirman la noticia de que ya hacía tres semanas que el general don José de San Martín, el libertador, había desembarcado en la bahía de Paracas con varios soldados argentinos y chilenos como parte de su tropa, a los que luego se sumaron varios esclavos negros peruanos con la idea de lograr la tan ansiada libertad. Es a partir de ese momento que los rumores de la independencia empiezan a sonar cada vez más fuerte. Estos rumores se confirman el 27 de noviembre de 1820 cuando San Martín juró la independencia desde el balcón de una casa en Huaura.
Después de los acontecimientos en Huaura, empiezan las correspondencias entre San Martín y Torre Tagle con el único fin de llegar a un acuerdo ante la necesidad de una independencia. En una carta fechada el 2 de diciembre de 1820, Torre Tagle acepta la invitación de San Martín de apoyar la causa libertadora, por lo que realiza un par de maniobras políticas que terminan por confirmar su decisión. De esta manera se desenvuelven los primeros pasos de la independencia del Perú. El autor así lo testifica:
La independencia de Trujillo, así como en tantos otros casos, literalmente se escribió primero en una correspondencia entre hombres de palabra que poco a poco iban decidiendo el destino de la libertad para los peruanos… (p. 27)
La independencia de la ciudad de Trujillo se llevó a cabo el 29 de diciembre de 1820 con Torre Tagle a la cabeza y con el apoyo de una parte de las tropas de San Martín que llegaron un día antes a Huanchaco para darle su respaldo. Ese día se declaró a Trujillo como la primera ciudad dentro de territorio peruano en obtener la independencia. Así es como se especifica:
En Huanchaco, a donde el 28 de diciembre había llegado la goleta Constanza con parte de las tropas de San Martín, aquel mismo 29 muy temprano habían partido al exilio el exobispo y una decena de españoles; mientras, la ciudad se preparaba para escuchar las palabras de Torre Tagle y ver un hecho sin precedentes en territorio peruano. Por primera vez, se arrió la bandera realista y fue reemplazada por aquella de paños triangulares rojiblancos, ideada por San Martín y bordada por las delicadas manos de damas trujillanas. (p. 33)
Una situación similar se vivió en Piura el 4 de enero de 1821 sin la presencia de Torre Tagle ni mucho menos de San Martín. Igual se celebró durante dos días y sus noches con mucha chicha, aguardiente y pisco. Ese era el inicio del año 1821 cuando ya se escuchaba el grito contundente de libertad.
Lo que sucedió ese año ya es conocido en buena parte por muchos, sobre todo en el Perú: el virrey Pezuela huye de Lima por Chorrillos en dirección a España; La Serna asume el mando realista y se refugia en la sierra, precisamente en Cusco; San Martín llega a Lima y declara la independencia del Perú el 28 de julio, a su vez, también declara el día siguiente de este acontecimiento como día festivo patriótico; al mismo tiempo, el libertador se asume como protector del Perú hasta que se determine su futuro político o sus nuevos gobernantes. San Martín también funda la Biblioteca Nacional del Perú porque estaba totalmente convencido de que para forjar una nueva nación era necesario tener como referencias los hechos escritos del pasado, que, a su vez, propusieran ideas para establecer un futuro. Parte de esta fundación fue donar sus propios libros. Y mientras todo esto ocurría, entran a tallar otros participantes (o personajes) que la historia oficial no los ha tomado en cuenta. La presencia de estos nombres sí es un punto a favor en el libro de Neyra, pues aquí aparecen o se les hace mención, sobre todo a las mujeres, cuyo apoyo fue fundamental para la independencia, incluso desde antes como es el caso de Maria Valdizán, quien murió valientemente en Pasco en 1820 ejecutada por las tropas realistas. Otros nombres femeninos que se pueden citar son los de Rosa Campusano o Mariana Echevarría de Santiago y Ulloa, esposa de Torre Tagle. Por otro lado, el capítulo dedicado al himno nacional y el protagonismo de Rosa Merino resulta magnífico. También se citan personajes transgresores y, a la vez, tradicionales que existieron en esa época, pero que quedaron fuera de la historia oficial como es el caso de Juan José Cabezudo (aquí Neyra comete un pequeño error al llamarlo con el nombre de José Luis)[1]:
De entre los que se colocaban en el portal de Escribanos, a pocos metros del palacio virreinal, había un jovencísimo vendedor de tamales de nombre José Luis Cabezudo -quien poco a poco se venía haciendo el maricón más famoso de Lima-, que vendía las mejores viandas envueltas en cubiertas de maíz, al tiempo que prodigaba en zalamerías a los hombres que se acercaban y de chanzas hirientes a las mujeres que se atrevían a reclamarle algo. (p. 61)
Otros personajes sobresalientes en esta historia real son Bernardo de Monteagudo, quien siempre acompañó a San Martín en su expedición libertadora y que, incluso, fue parte de las decisiones políticas de los días que siguieron a la independencia. Este personaje también tomó relevancia en nuestra historia por haberse convertido en la primera víctima de un asesinato que nunca se esclareció y que bien podría adjudicarse a un asesinato político pero que terminó mezclándose con las indagaciones de un asesinato pasional (1825).[2]
Otro punto resaltante del libro es la constante mención de Lima como una ciudad donde sus habitantes pueden mostrar una completa hipocresía y hasta una total hostilidad sin dejar de lado su conservadurismo. Así es como se detalla:
-[…] Los limeños somos veletas que seguimos los vientos de la novedad, pero, en el fondo, preferiríamos que todo siga igual mientras pudiésemos conservar nuestros privilegios.
-Eso puede ser cierto. No he encontrado en Lima la convicción de los chilenos, por ejemplo.
-Ha llegado usted al centro conservador de lo que alguna vez fue un gran imperio. Vivimos anclados en el pasado. Las tradiciones peruanas son más fuertes que los deseos de quienes queremos la verdadera libertad para nuestros ciudadanos… (p. 84).
El autor le dedica luego un capítulo que titula «Hipocresía», sobre todo al describir al comportamiento de la prensa limeña, la élite académica y de la aristocracia de esos años:
El frío agosto estuvo lleno de manifestaciones de cariño auténticas, y muchas otras que dejaron en San Martín el sabor agridulce de saber que todo aquello que veía y vivía en el Perú no era más que una pantomima por parte de quienes pocas semanas antes lo trataban de monstruo infernal o terror de dios en las páginas de El Depositario, el más procaz de todos los medios de prensa en el Perú, dirigido por Gaspar Rico y Angulo; era aquel un comerciante devenido en periodista, pero principalmente en difamador y especialista en manchar honras de cualquier peruano siempre que sus ideas se opusieran a lo que quería su amo de turno -en este caso, La Serna, a quien acompañó con su propia imprenta en su huida de la capital-.
[…] Estaba seguro de que no podría confiar por mucho tiempo en aquellos miembros de la élite académica o en los aristócratas que, tras denostar por meses a la escuadra libertadora, habían corrido raudos a firmar el acta de independencia del cabildo, y, finalmente, lo perseguían llenándolo de lisonjas y solicitudes. Lima era una ciudad hipócrita, se lo habían advertido, pero nunca pensó que pudiese serlo de tal modo. (pp. 95-96).
Finalmente, llama bastante la atención la forma de pensar y hablar del mismo Torre Tagle al referirse a sus compatriotas ya liberados, quienes «supuestamente» deberían tener los mismos derechos que cualquier peruano. Su título nobiliario y sus antecedentes sociales y familiares, como se mencionó al inicio de este texto, lo hacen caer un prejuicio que poco a poco se va haciendo evidente:
[…] Lo cierto es que aquello siempre le había llamado la atención, la cantidad de pueblos de indios tan diferentes entre sí que se agrupaban en el virreinato, con nombres y costumbres distintos, con vestidos y usos diversos. ¿Todos ellos conformaban también el Perú? ¿Todos esos indios podrían llamarse alguna vez peruanos como pregonaban quienes querían verlos -y reconocerlos- como hombres libres? (p. 20).
Este prejuicio sale más a la luz en las conversaciones que tiene con el mismo San Martín:
-Cuando hablamos de libertad no podemos limitarla, marqués, espero que se entienda bien eso. Yo no vine a darle la libertad solo a ustedes, los que manejan los hilos del país. El verdadero cambio es el que involucra la libertad para todos los hombres y mujeres nacidos en estas tierras. Si no llega a comprender eso, estaremos muy lejos de la independencia real del Perú.
-Los cambios seguramente son justos y necesarios, protector, pero creo que nadie está dispuesto tampoco a hacer que se den de la noche a la mañana.
-¿Cree usted que los indios o los negros no quisieran cultivar sus propias tierras, y dejar de sufrir el castigo de crueles látigos y de las broncas cadenas que le imponen sus dueños? ¿Qué no quisieran hablar sin reparos como lo hacemos aquí, nosotros, al aire libre, y no tener que cuchichear sigilosos en sus barracas y en las cocinas, en los potreros y en las chacras?
-Por supuesto que eso quisieran. Libertad tras la revolución, y la tierra para sus hijos. Y quién sabe qué podrían hablar si tuvieran el suficiente seso para hacerlo…, pero creo también que un cambio radical en este momento podría quitarle a usted el favor de los comerciantes y de los nobles que esperan mantener sus privilegios.
-¿Eso piensa usted también, marqués? ¿Que los indios y los negros son incapaces de pensar y de merecer el goce de una vida que nosotros, los blancos y criollos, sí podemos? (pp. 99-100)
Este prejuicio trasciende al final en un innato racismo por parte de Torre Tagle al darse sus últimas conversaciones con el libertador:
-Es la tiranía del mérito, don Bernardo. ¿No lo cree así? Tiene miedo de que los negros, indios y mestizos, elijan por su propio destino. Pues le digo que llegará el día en que incluso ellos puedan tener ese derecho…
-Creo que falta mucho para ese entonces… y, en cualquier caso, prefiero no llegar a ver un día como ese. Imagínense que estos esclavos -dijo refiriéndose a dos negros que estaban un poco más allá, esperando una orden de los señores- pudieran sentarse a la mesa con nosotros y discutir aquí sobre qué es lo mejor para ellos. Eso es contrario a las leyes naturales. Recuerden Haití… (p. 122)
Alejandro Neyra – Foto: El Comercio
No es tan descabellado pensar que ante estas muestras de execrable racismo junto a la hipocresía de los limeños haya uno de los tantos motivos para que San Martín tomara la firme decisión de irse cuanto antes del Perú sin concretar la independencia en todo el sentido de la palabra. Lo que sucedió después también es conocido, aunque valdría la pena recordarlo en más de una ocasión, ya sea a través de la extraordinaria pluma de Neyra o de otros autores. En cuanto a Torre Tagle, no hay duda de que, como personaje histórico, su loable actuar por la independencia quedó ensombrecido por sus taras y prejuicios. Quizá por eso terminó falleciendo de la manera como sucedió su muerte, lejos de su título nobiliario y de su fortuna familiar.
Conclusión: este libro es una lectura necesaria para todos los peruanos, especialmente para nuestros escolares y/o estudiantes, sobre todo para sentir orgullo por nuestros verdaderos héroes de la independencia, sean nacionales o extranjeros, y para no repetir los mismos errores ni arrastrar las mismas taras ni prejuicios.
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Datos del libro reseñado:
Alejandro Neyra
1821. El año de la esperanza del Perú
Ediciones B, 2022
Puntaje: 4.5/5
[1] El nombre correcto de Juan José Cabezudo es mencionado en el libro La Mariscala de Claudia Núñez: «De todos los personajes maricas de la plaza central, el más concurrido será el puesto de Juan José Cabezudo, un cocinero negro que será la estrella más brillante de la escena travestida limeña. Cabezudo es descrito con un cuerpo amplio, de barriga prominente y beneficiado por la genética de no poseer pelo en la cara» (p. 88).
[2] Este asesinato fue motivo para que Ricardo Palma escribiera la tradición «María Abascal» donde presenta a Bernardo de Monteagudo como un hombre con una fuerte debilidad por las mujeres.