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Junto al Sena

París siguió siendo una fiesta

Por Carlos Germán Amézaga

París ha sido siempre una fuente de inspiración para poetas y narradores, además de otros artistas. Por lo menos desde el siglo XIX, los nombres de Rostand, Balzac, Dumas -padre e hijo-, Hugo, Verne, Stendhal, Zolá, Flaubert y tantos otros fueron capaces de llenarnos la cabeza con las narraciones de sus personajes y sus épicas aventuras, muchas de ellas, por supuesto, en la llamada ciudad luz. Igual, los poetas malditos, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Baudelaire y Lautréamont elevaron a la poesía hacia posiciones verdaderamente vanguardistas, teniendo en muchos casos como telón de fondo a París.

Arthur Rimbaud

Debido al espíritu creativo de los movimientos literarios y artísticos franceses de principios del siglo XX, teniendo como figura descollante a Marcel Proust, Francia, y especialmente su capital, se ganaron el derecho de ser el destino necesario para escritores y artistas. Es así como no solo los escritores franceses, sino otros, llegados de distintas partes del mundo, empezaron a formar parte del contingente de extranjeros que buscaban en Francia la inspiración que quizás en sus propios países no podían conseguir. Entre ellos tenemos a Oscar Wilde, Gertrude Stein, Ernest Hemingway, William S. Burroughs, Henry Miller, Anais Nin, James Joyce, Samuel Beckett, Vladimir Nabokov, Eugene Ionesco, entre muchos otros.

Por parte de los latinoamericanos, ya bien entrado el siglo XX, hubo también una llegada intensa a París. Todos ellos sintieron sin duda el influjo de dicha metrópolis literaria. Desde 1923 en que arriba el poeta César Vallejo, los latinos buscan afincarse en París, en especial en la Rive Gauche, en general, y en el barrio latino, sede de La Sorbona, en particular. Muchos han pasado por allí: Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Alfredo Bryce Echenique, Octavio Paz, Alfonso Reyes, Alejo Carpentier, Julio Ramón Ribeyro, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, solo por mencionar quizás a los más destacados.

Julio Ramón Ribeyro

En lo personal, mi niñez estuvo marcada por las lecturas intensas y sucesivas de Julio Verne. Tuve la suerte de estudiar en un colegio donde, en la primaria, nos daban una o dos horas semanales de biblioteca para que pudiéramos disfrutar de los libros con los que contaba su nutrida estantería. Leí muchas fábulas, eran mis libros preferidos, pero poco después descubrí a Verne y ya no pude dejarlo. En esos años, acabé con los libros de Verne que había en la biblioteca y, gracias a mis padres y familiares, logré hacerme de mi propia biblioteca del escritor francés. Recuerdo haber anotado en una libreta cerca de 55 novelas, desde las más conocidas, hasta las no tanto, de mi favorito.

Por supuesto, la lectura de Verne me llevó necesariamente a leer a los clásicos franceses y me sentí ilusionado con las aventuras galantes y la poesía de Cyrano de Bergerac, con las intrépidas aventuras de D’Artagnan y los mosqueteros, con el sufrimiento y las desgracias de la clases menos pudientes de París en Los Miserables, me identifiqué con los colores rojo y negro de Stendhal, terminé subyugado por la pasión de Madame Bovary y, más adelante, descubrí con Zolá cómo el antisemitismo podía ir generando las desgracias que el mundo sufrió pocos años después.

Ya en la secundaria, la lectura en una separata de mi curso de literatura de unos párrafos de La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa cambió mi vida. A partir de allí comencé a interesarme y a leer a los autores peruanos contemporáneos: Alegría, Bryce, Ribeyro, García Calderón, Diez Canseco, López Albújar, Congrains, Salazar Bondy, etc. El descubrimiento de esta literatura nacional me llevó a buscar nuevos escritores entre los latinoamericanos y así llegaron a mis ojos Borges, García Márquez, Cortázar, Fuentes, Carpentier, Onetti, Roa Bastos, Rulfo, Donoso, Icaza, Edwards, Uslar Pietri y muchos más.

Julio Cortázar

La revelación de toda esta nueva gama de escritores que hasta entonces casi me eran desconocidos, incrementó mi deseo de poder algún día escribir como hacían ellos, o, por lo menos, de intentar hacerlo. Pero hubo algo más. Al tratar de desentrañar un poco la vida de todos ellos, descubrí que muy buena parte, tanto de los peruanos como de los latinoamericanos, habían vivido o vivían en ese momento en París. Ese fue un detonante mayor, si quería ser escritor, tenía que ir a París, a como diera lugar. ¿Cómo iba a lograrlo? Bueno, esa ya es otra historia. Pero veamos el caso de algunos escritores peruanos que sí lograron ese sueño de venir y escribir en París o en Francia.

Siglo XIX

Ya en el siglo XIX algunos de nuestros escritores sintieron el llamado de Francia para ir allí y expresarse. Salvando quizás a Flora Tristán, escritora combativa, hija de peruano, podemos considerar a Nicolás della Roca de Vergallo, como nuestro primer representante en tierras galas, a donde llegó como diplomático y allí se quedó, intentando de paso cambiar la poesía de habla francesa. Juan de Arona, seudónimo de Pedro Paz Soldán y Unanue, viajó al viejo continente en 1859 y visitó muchos países, entre ellos Francia, donde publicó su libro de poemas Ruinas. No fue el único caso. Luis Benjamín Cisneros vivió en Francia a mediados del siglo XIX y estudió en la Sorbona y en el College de France. En su paso por París publicó: Julia o escenas de la vida en Lima, Edgardo o un joven de mi generación y Amor de niño: juguete romántico.

Luis Benjamín Cisneros

Otro grande de nuestras letras, don Manuel González Prada, se instaló en Francia entre 1891 y 1898. Casado con una francesa, vivió buena parte de su permanencia en Burdeos. Recibió la influencia de los simbolistas franceses Baudelaire, Rimbaud y Verlaine y en 1894 publicó su libro Pájinas libres. Curiosamente, otro escritor que en el Perú sería su enemigo irreconciliable, Ricardo Palma, nuestro ilustre tradicionalista, también había pasado por Francia entre 1863 y 1865. Hoy día un busto suyo se encuentra en la Plaza de la América Latina en el distrito 17 de París. El poeta Carlos Augusto Salaverry, quizás el vate más destacado del romanticismo peruano, murió en Francia en 1891 luego de haber sido primero diplomático y luego exiliado. Su poesía se reúne en cuatro libros, entre los que destaca Cartas a un ángel, y también compuso una veintena de piezas teatrales.

Primera mitad del siglo XX

Recién iniciado el siglo XX, los hermanos José (nacido en Lima), Francisco (nacido en Valparaíso, Chile) y Ventura García Calderón (nacido en París), hijos de un expresidente del Perú, hicieron muy buena parte de su vida en Francia. José, autor de Diario Intimo y Reliquias, falleció como voluntario francés durante la primera guerra mundial, por lo que sus libros fueron publicados de manera póstuma. Francisco, filósofo y diplomático, fue más bien un escritor de ensayos como Le Pérou contemporain o Les democraties latines de l’Amerique, ambos escritos en lengua francesa, o El dilema de la Gran Guerra, publicado en 1919. Ventura residió la mayor parte de su vida en París y buena parte de su obra está en francés. Fue Cónsul peruano en esa ciudad y cumplió funciones diplomáticas en Brasil y varios países europeos. La venganza del cóndor es su libro de relatos más conocido, pero también publicó poesía, Cantilensa, y ensayos como La literatura peruana y Del romanticismo al modernismo.

De esa época podemos considerar también al poeta chiclayano José Eufemio Lora y Lora, quien vivió en París y falleció de manera trágica en los rieles del metro en diciembre de 1907. Su poemario Anunciación fue editado póstumamente en esa ciudad en 1908.

A partir de los años 20 la presencia de poetas y escritores peruanos en Francia se hace un poco más visible. Sin duda alguna el caso más notable es el de César Vallejo, quien llegó en julio de 1923 a París y permaneció hasta su muerte en 1938, con ocasionales salidas a España y a la URSS. Allí escribió la mayor parte de su poesía y de su obra en prosa, fuera de Los Heraldos Negros y Trilce, sus primeros poemarios, escritos en el Perú. De esa misma época podemos encontrar a Alfredo González Prada, hijo de don Manuel, quien compiló y editó la vida de su padre y fue colaborador de Vallejo, habiendo pertenecido al grupo Colónida.

César Vallejo

César Moro, seudónimo de Alfredo Quizpez – Asín, vivió también en París entre 1925 y 1933, y escribió buena parte de su poesía surrealista en francés, gracias a la influencia de André Bréton y Paul Eluard. Otro poeta importante, Xavier Abril de Vivero, estuvo en Francia hacia finales de los años 20, compartió parte de su estancia con César Vallejo, a quien dedicó una antología de su poesía en 1943. A través suyo se conoció la corriente surrealista en el Perú.

Segunda mitad del siglo XX

La llegada de nuevos poetas y narradores en la segunda parte del siglo pasado se acentuó y se consolidó de manera definitiva, especialmente luego de terminada la Segunda Guerra Mundial.

Fuera de Vallejo, en este periodo se concentran quizás los más importantes narradores de nuestro tiempo, es decir, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro y Alfredo Bryce Echenique. Vargas Llosa vivió en París entre 1960 y 1967, y escribió allí su primera novela La ciudad y los perros, dando inicio así a esa larga carrera de narrador que lo ha llevado hasta el premio Nobel de Literatura. Ribeyro vivió casi 40 años de su vida en París, donde trabajó y escribió la mayor parte de sus cuentos, ensayos, teatro y autobiografía. Por su parte Alfredo Bryce, en Francia desde 1964, ha marcado buena parte de su obra en base a su vida -aventuras y desventuras- en París y otras ciudades francesas.

Mario Vargas Llosa

Mucho se ha hablado de la vida y obra de los tres autores mencionados líneas arriba, pero existen muchos más que vale la pena mencionar. Tres nombres aparecen en primer lugar. Luis Loayza, quien vivió en París los últimos 20 años de su vida, fue miembro de la generación del 50 junto con los tres anteriores. Sus ensayos y cuentos cortos lo han convertido en un escritor de culto. Manuel Scorza vivió en París desde 1968 y sus novelas de corte neoindigenista han sido traducidas a numerosas lenguas. Como editor, a través de Populibros, hizo llegar a precios muy bajos la literatura peruana y mundial. Falleció en 1983 en un accidente de aviación cerca de Madrid. Blanca Varela vivió en Europa, y también en París, entre 1949 y 1955, mientras estuvo casada con Fernando de Szyszlo. Su poesía, de influencias surrealistas y existencialistas, la ha convertido en un ícono de la poesía peruana actual. También podemos incluir en este grupo al poeta Leopoldo Chariarse, quien vivió en París desde 1951.

A partir de la década de 1970, una nueva generación de poetas y narradores se afincaron en Francia. Algunos llegaron con becas para estudiar, otros simplemente iniciaron su aventura francesa en París y poco a poco se fueron quedando, a veces hasta nuestros días. Entre ellos podemos contar a los poetas Elqui Burgos, Jorge Nájar, Carlos Henderson, Rodolfo Hinostroza, Patrick Rosas, José Rosas Ribeyro, Mario Wong, Abelardo Sánchez León, Antonio Claros, Carmen Ollé, Enrique Verástegui, Armando Rojas, Raúl Bueno, Enrique Peña Barrenechea, Alejandro Calderón, Porfirio Mamani Macedo, José Manuel Gutiérrez Sousa (“Krufú Orifuz”), Alberto Wagner de Reyna y narradores como Harry Beleván, Carlos Calderón Fajardo, Porfirio Mamani Macedo, Alfredo Pita, Leyla Bartet o Edgar Montiel.

José Rosas Ribeyro

No solo hablamos de París, pues otras ciudades de Francia también recibieron a nuestros escritores. Es el caso de Grenoble, por donde pasaron Marco Martos, Gregorio Martínez e Hildebrando Pérez Grande. En Niza estuvo el poeta Antonio Cisneros Campoy, en Pau Héctor Loayza y en Tahití Hugo Neyra.

Más adelante, ya casi antes de terminar el siglo XX, llegaron también a París otros autores como los narradores Jorge Cuba Luque, Carlos Herrera Rodríguez, Pilar Dughi, Violeta Barrientos, Miguel Rodríguez Liñán y José Zapata, así como los poetas Homero Alcalde, Ina Salazar, Alonso Ruiz Rosas, Grecia Cáceres y Julio Heredia.

Siglo XXI

Ya en el presente siglo la llegada de nuevos escritores se ha mantenido. Sin duda alguna, las facilidades para el transporte, los estudios especializados en las universidades francesas y, últimamente, la ausencia de visa para entrar a la Unión Europea han sido determinantes para la llegada de estos nuevos narradores y poetas.

Se distinguen dos de ellas que escriben y trabajan en la lengua quechua como son Gloria Cáceres Vargas y Chaska Ninawaman. También, Diego Trelles Paz, quienha ganado varios premios internacionales y destaca como autor de novela negra. Fallecida recientemente, Patricia de Souza ha dejado tras de sí una interesante obra de carácter feminista. Asimismo, Ricardo Sumalavia, quien vivió varios años en Burdeos, es uno de los principales animadores de la microfición en el Perú.

Entre los poetas tenemos a Robert Baca Oviedo y su Cartografía de lo invisible, Luis Miguel Hermoza, autor de Pueblo Joven I, II y III, y Miguel Lerzundi, filósofo y cantante, creador de Superación (Im) personal. También Iván Blas Hervias, autor de Correos al auxilio de la memoria, y de otros cuentos y novelas.

Viven asimismo en Francia Félix Terrones y Nataly Villena Vega, quienes han apostado por la microficción en algunas de sus obras, El viento en tu cara (Terrones) y Una voz que existe (Villena), pero destacan también como traductor y crítica literaria, respectivamente. Permanentemente comparten las veladas literarias que se organizan en París y otras ciudades de Francia.

Nataly Villena Vega

Lenin Solano Ambia, con un amplio número de novelas, Paul Baudry, autor de La república de las chispas, y Francisco Izquierdo Quea, codirector de El Hablador y autor de No hay más ciudad, forman parte del contingente de narradores en Francia durante el presente siglo junto con Víctor M. Lozada, Rubén Millones, Abraham Prudencio Sánchez y Mariano Vargas. Aun poco conocido, Mariano Amézaga, autor de dos trilogías Las Aventuras de Gali y Leo y Edson 1, 2 y 3, se perfila como una nueva figura de nuestras letras.

Cabe señalar que los autores antes reseñados se mencionan como poetas o narradores, pero, en muchos casos, son autores también de obras en prosa (cuentos, novela, ensayos) o de algunos libros de poesía, lo cual no les quita el hecho de ser calificados en una u otra posición. Este breve recuento de los poetas y narradores que viven o han vivido en Francia, necesariamente incompleto, me permite despedirme por ahora, pues dejo Francia y volveré muy pronto al Perú, desde donde espero seguir colaborando, quizás desde otra columna.

París, diciembre de 2022

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Columna de opinión Comentario sobre textos Reflexión Reseñas de libros

Con el timón a la izquierda

De la bestia emocional al bestiario de las emociones

Por Wilmer Basilio Ventura

Hasta el día de hoy los libros para niños no han tenido un espacio en el ámbito de las reseñas críticas. Esto se debe a su naturaleza heterogénea, ya que combinan imagen y palabra, función lúdica y educativa, dimensión narrativa y simbólica, y no se inscriben dentro de lo que conocemos canónicamente como “literatura”. Debe añadirse además la problemática definición de “literatura infantil” cuyos límites nunca han estado claros y cuyo corpus ha sufrido incorporaciones arbitrarias así como exclusiones injustas.    

Por ello, es necesario un espacio para la difusión de este tipo de libros tan importantes y que presentan en la actualidad un corpus renovado al tradicionalmente conocido. Sin más armas que el criterio propio, mi intención es recomendar aquellos textos que han cautivado a mi niño interior y que hubieran cautivado al niño que fui y que ahora cohabita con el adulto que soy. No pretendo una exégesis exhaustiva ni establecer lineamientos puntillosos acerca de estos libros; sí, por el contrario, animar su exploración y provocar la curiosidad del niño que todos llevamos dentro. Y como primera pieza de esta nueva galería, el texto que he escogido para esta reseña es Bestiario de las emociones, de la grafista suiza Adrienne Barman.

Este bello libro es un alfabeto visual de las emociones humanas expresadas en rostros de animales. Aquí el “lector” podrá gozarse e ilustrarse sobre el complejo mundo afectivo humano a través de un panda triste, un hipopótamo contento, un cerdito desanimado, un tiburón perdido, un cocodrilo ansioso, un loro atolondrado, entre otros. La singular maestría de Adrienne Barman plasma de manera notable las emociones humanas en los gestos de los animales y las cifra también en la postura corporal de cada uno de ellos. Sin duda es una dibujante excepcional y una observadora como pocas. Su agudeza psicológica y lúdica se desarrolla plenamente en las composiciones de su bestiario.

Bestiario de las emociones configura ya de por sí un simbolismo elemental de la naturaleza humana. Son las emociones las que nos acercan más a nuestro lado animal ꟷcomún y estrechamente llamado “irracionalidad”ꟷ. Las emociones pueden convertirnos en auténticas fieras si no sabemos conciliar con ellas. Conocer las emociones y los sentimientos, distinguirlos y observar sus efectos resulta importante para el desarrollo del niño. Y es importante tomar consciencia de que el mundo afectivo y emocional constituye también un alfabeto que debemos aprender a leer. 

Personalmente puedo decir que muchas veces no me he tomado la tarea de distinguir entre ciertos estados de ánimo como ꟷpor ejemploꟷ reconocer la diferencia entre estar sereno, relajado o despreocupado. Dichos así, estos términos aparecen como sinónimos, es decir, como palabras de significado parecido que designan una misma realidad. Nada más lejos de la verdad. La serenidad es una estrategia emocional ante circunstancias adversas, mientras la despreocupación es un estado de confianza y seguridad plenas a causa de un entorno amable. Y es muy sintomático que la autora haya elegido a un león para expresar la serenidad y a un venado para la despreocupación. Ambas elecciones constituyen simbolismos poderosos que nos señalan la verdadera naturaleza de cada emoción.  Pensando en esto no puedo dejar de recordar las dificultades que he pasado como profesor de habilidad verbal al querer explicar el mundo afectivo humano con las pobres definiciones de los diccionarios. 

Sería una gran oportunidad para los niños de este país que una obra como Bestiario de las emociones habite los estantes de las bibliotecas escolares, y que maestros y tutores puedan hacer uso de él. Su coste individual es sin duda inalcanzable como inversión para familias de escasos recursos, pero el Estado tiene la posibilidad de invertir en libros tan importantes como este. Vivimos en un país donde la violencia está normalizada y combatirla con una adecuada educación emocional en las aulas es todavía una tarea pendiente.

Adrienne Barman – Foto: Libros del Zorro Rojo

Lamentablemente, la exploración de nuestro fuero interior, el mundo afectivo y emocional, no tiene ninguna relevancia en nuestros colegios y universidades. Sumado a esto, vivimos en una sociedad de hombres y mujeres progres que viven adictos al trabajo para mantener un estilo de vida consumista y materialista, con hijos abandonados a tutores tecnológicos como el internet, los videojuegos o el cable. En estas circunstancias, la educación emocional es una de las aristas para recomponernos como seres humanos y sociedad. Y libros como Bestiario de las emociones se erige como una herramienta significativa para lograr este objetivo.

Lima, 19 de octubre del 2022

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Datos del libro reseñado:

Adrienne Barman

Bestiario de las emociones

Libros del Zorro Rojo

Primera edición, 2017

Tercera reimpresión, 2022

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Junto al Sena

Una lectura a Ribeyro, una vida de Jorge Coaguila

Por Carlos Germán Amézaga

Recuerdo muy bien cuando conocí personalmente a Julio Ramón Ribeyro. Me lo presentó su sobrino Claudio, una noche en Bruselas, a principios de los años 90. Fue en una brasserie, a donde llegué apurado pues casi no podía creer que iba a conocer a uno de mis escritores favoritos. Julio Ramón, vestido todo de negro, estaba terminando de comer con Claudio y su mujer y ahí me aparecí, nervioso, pero con unas ansias tremendas de verlo y saludarlo. Alcancé a tomar una copa de vino con él en el lugar, pero después nos fuimos a la casa de su sobrino donde estaba alojado.

En el departamento, destapamos otro Burdeos y Julio Ramón se puso un poco más locuaz. No recuerdo exactamente de qué hablamos, pero sí tengo muy claro, y esto lo he contado en algún otro escrito, que se puso a cantar un vals criollo, de esos antiguos de la vieja guardia, y yo pude acompañarlo con una guitarra. Eso para mí fue suficiente, es la mejor anécdota que haya podido tener. Claudio llegó a filmar la escena y aún estoy esperando la copia respectiva. Poco tiempo después, cuando regresé a Lima, le llevé una carta a su departamento en Barranco, frente al mar. Fue la última vez que conversamos, pues al año siguiente falleció.

Al escritor lo conocí mucho antes en las aulas de la PUCP, cuando pude leer una edición de la Palabra del Mudo editada por Milla Batres, donde estaban un buen número de sus cuentos.  De allí que en uno de mis cursos de literatura escogiera a “Los gallinazos sin plumas” como tema para una presentación. A partir de entonces nunca dejé de seguirlo y de leerlo, sea a través de los libros que sacaba de la biblioteca o, más adelante, los que yo mismo empecé a comprar para la mía propia. A Ribeyro le dediqué también el primer artículo que escribí en un diario, luego de una conferencia que hiciera en Lima allí por 1983/84.

Mesa de ajedrez y telescopio en el último departamento de Ribeyro en Barranco.

Después de haber leído tanto de Ribeyro, y sobre Ribeyro, el libro que voy a comentar se me aparece a ratos como un dejá vu, como si las múltiples historias que se cuentan allí de alguna manera ya las hubiera leído, en sus cuentos o en su autobiografía, o escuchado en los testimonios de sus familiares y amigos. Sin embargo, la cuidadosa selección de hechos y fechas, contados de manera sucesiva, nos mantienen atentos a lo que viene y nos hacen llegar hasta la última parte guardando una permanente vigilia.

Ribeyro, una vida (Revuelta Editores, 2021)de Jorge Coaguila es una recopilación de sucesos de la vida de Julio Ramón Ribeyro, desde su nacimiento hasta su muerte. Las historias que allí se cuentan son en muchos casos contadas por el propio protagonista, sea través de La tentación del fracaso, de sus Prosas apátridas o de las Cartas a Juan Antonio, además de las entrevistas que el autor le realizó a lo largo de su vida y otras más que Ribeyro otorgó, que no fueron muchas. Las demás historias son contadas por sus compañeros o amigos, quienes estuvieron con Ribeyro en muchos momentos de su vida, casi todos ellos entrevistados también por el autor, baste sino mirar el largo número de fuentes personales consultadas.

Así, entre otras cosas, nos enteramos que llegó por primera vez a París con 20 dólares en el bolsillo y que para subsistir tuvo que recurrir a numerosos trabajos como conserje de hotel, cocinero o recogedor de periódicos viejos; que en sus primeros años en París conoció a Haya de la Torre y le dejó una impresión un poco confusa; que retornó al Perú y fue profesor en la Universidad de Huamanga; que al retornar a Francia fue sucesivamente traductor para la agencia France Press y crítico teatral en una radio, hasta que, durante el Gobierno de Velasco Alvarado, fue nombrado Agregado Cultural a la Embajada peruana en París, de donde pasaría luego a la delegación permanente ante la UNESCO, en la que llegó a ser Jefe de Misión en la época del primer gobierno de Alan García Pérez; y que estuvo a punto de morir luego de una primera operación para eliminar un tumor en el esófago en el año 1973.

Vista desde la terraza al mar de Barranco.

Todas estas vivencias, tanto las que transcurren en sus primeros y últimos años en Lima, como las de su larga estancia parisina, son finamente enlazadas por el autor a través de numerosas fotografías que forman parte de este repertorio. Sus colegas escritores, sus amigos, su familia y muchos otros, se suman a esta historia de vida como seres palpables de su transcurso vital, el mismo que resulta tanto más auténtico por la forma en que Ribeyro mismo supo contarlo y vivirlo, junto a estas personas que muchas veces fueron también personajes de sus relatos.

“Ribeyro, una vida” es asimismo un largo recuento de todos los libros de Ribeyro, de sus artículos en orden cronológico, de las entrevistas realizadas a JRR, también en orden correlativo, de los libros sobre este autor, y de los principales artículos aparecidos sobre sus principales libros. Todo esto permitirá al lector interesado acercarse aún más a la figura y la personalidad de Ribeyro.

Sabemos, sin embargo, que esta obra se encuentra todavía incompleta. Hay capítulos enteros de su autobiografía, en especial los de sus últimos años, que no han sido publicados y que están esperando el momento oportuno para darse a conocer, ojalá podamos verlos pronto, pues sentimos que aún nos falta conocer más de Ribeyro.

París, octubre de 2022

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Datos del libro comentado:

Ribeyro, una vida

Jorge Coaguila

Revuelta Editores, 2021, 586 pp.

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Reseña: Revista Hispanófila (2021)

Revista Hispanófila

El Perú en el nuevo milenio. Reflexiones y propuestas en torno al Bicentenario

Número 192. Verano 2021

Por Henry César Rivas Sucari[1]

La revista Hispanófila es una de las publicaciones más importantes sobre temas de literatura hispanoamericana. En el número 192, editado por Carlos Villacorta y Oswaldo Estrada, encontramos un eje temático, titulado: “El Perú en el nuevo milenio.  Reflexiones y propuestas en torno al Bicentenario”. Se trata de una de las pocas publicaciones académicas que dedican su número a contextualizar dicha celebración en medio de la pandemia de la COVID-19 y lo que ello significa para el país.  

La primera sección se denomina Reflexiones en torno al Bicentenario. El primer artículo se titula “Doscientos años y que nadie pare de contar”, de Félix Terrones. Aquí se aborda el contexto peruano a partir de la pandemia del 2020 en los gobiernos de Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti.  Terrones teje una línea entre esa realidad caótica y otra protagonizada por Justo Figuerola en 1843, narrada por Ricardo Palma en sus Tradiciones peruanas.  Este tipo de realidades (la “real” y la representada) presentan algunas coincidencias entre la anécdota y la narración de hechos absurdos y ridículos.  Por supuesto, no son ajenos los personajes como Alan García y el acontecimiento de suicidio, y tampoco el “gobierno de lujo” de Pedro Pablo Kuczynski. Pareciera que en la realidad peruana el caos y la literatura exagerada tendrían una relación de causa y consecuencia. Terrones propone imaginar la historia nacional en función a las promesas que no se han cumplido y los proyectos frustrados. De esta forma, obtendremos la historia nacional en un negativo fotográfico.

El segundo artículo fue escrito por Jacqueline Fowks. Este se titula “Artes sin canon [por el momento]. De Ness is sans confirmed, una revisión de ‘injusticias previas al Bicentenario’”. Este trabajo configura un fresco sobre las elecciones peruanas en la campaña electoral del 2021. Para ello, elige un trabajo del artista plástico Ness is Sans Confirmed, César Ávalos Arenas Paredes (publicista y comunicador social). La pintura se denomina “Injusticias previas al bicentenario”. Condensa una intertextualidad con hechos históricos donde la actuación de la policía peruana no ha sido del todo positiva, puesto que lamentablemente ha servido para intereses particulares más que al servicio de la población. Se alude a muchos intelectuales, como a Foucault, para intentar un ejercicio interpretativo sobre la cultura y su objeto de denuncia, además de la inclinación política que vivieron las personas en esas elecciones.

Grecia Cáceres escribe el texto “Frente a un manto Paracas en el Museo del Quai Branly ¿posicionándose en torno al Bicentenario”. Es una composición autorreflexiva sobre los 200 años de independencia del Perú. Alude a muchos de los males históricos que nos han aquejado. Parte desde la época de la Conquista y luego hacia la República.

La segunda parte de la revista se titula Neoliberalismo, biopolítica y movimientos masivos. Uno de los textos más interesantes lo constituye el artículo de Giancarlo Stagnaro: “Neoliberalismo en el rock peruano. Las promesas sobre el bidet de la posmodernidad en el caso deLos Mojarras, Pedro Suárez-Vértiz y Los Nosequién y los Nosecuántos”.  En este caso, nos enfrentamos a un ensayo académico que analiza las letras y los videos de los grupos de rock más representativos e importantes en el Perú en la década de los 90. Para ello, establece un marco conceptual que aborda primero una línea histórica sobre la crisis de los 90 en el Perú, además del rol que juega la introducción del neoliberalismo en el gobierno de Alberto Fujimori.  Posteriormente, dentro de ese balance histórico, realiza un estado del arte sobre los antecedentes rockeros en el Perú y la inclusión de los mismos en el tema del compromiso social y en la despolitización de la temática de las bandas de rock. Resulta interesante que para esta tarea utiliza algunas líneas de la ciencia política para establecer conceptos sobre el neoliberalismo, como las del marxista David Harvey. Esto no es común entre las disertaciones literarias que abordan conceptos de la ciencia política. Sus conclusiones afirman que el sistema neoliberal resta la calidad artística musical. No obstante, este tipo de percepción subjetiva parecía estar más ligada al orden ideológico que al artístico. La inferencia de Stagnaro abre una línea para el debate. 

Cynthia Vich contribuye a este número con “Escombros de la Lima neoliberal: a punto de despegar (2015)”. El tema gira en torno al documental A punto de despegar (2015) codirigido por Lorena Best y Robinson Díaz. En el mismo, se muestra la destrucción física de la comunidad de San Agustín para la ampliación de las pistas del aeropuerto Jorge Chávez en Lima. En el filme, se retrata a la comunidad de San Agustín y la destrucción del espacio donde los pobladores fueron expulsados. A su vez, se explica que estos mismos nunca quisieron integrarse a la ciudad. Además, existía una red de apoyo mutuo para evitar los problemas de la delincuencia muy comunes en esos lugares. Esta lectura interpretativa plantea el concepto del “urbanismo neoliberal” como una amenaza. Para ello, se ejemplifica dentro de la destrucción geográfica de San Agustín como el principio de una razón neoliberal.  Este concepto configura espacios sobre el concepto de modernidad. En ese sentido, se tiende a una transformación radical y urbanística como la que ocurre en el Perú, sobre todo en Lima en la década de los 90.

Salón de belleza de Mario Bellatin: una escritura clarividente sobre el Estado eugenésico peruano. De la pandemia del VIH-SIDA a la del COVID-19”, de Erika Almenara, realiza un balance desde la publicación de esta novela (1994) hasta la actualidad. Para esta tarea, se realiza una actualización sobre la representación de la temática de esta novela y la pandemia de la COVID-19 en la actualidad.  La proyección de esta identificación incide entre estas dos enfermedades y la forma en que el Estado peruano abordó la política de salud en una línea neoliberal desde el gobierno de Fujimori, y las secuelas terribles que dejó en las poblaciones más desprotegidas y vulnerables, como las mujeres, los indígenas y los homosexuales. La temática de la novela de alguna manera sigue vigente, pues existe una especie de complicidad, como manifiesta Erika Almenara, entre la literatura y la realidad, específicamente con las disidencias sexuales y de género. Por lo tanto, es urgente pensar en una agenda para la construcción de una nueva forma de vivir para todas las personas.

“Grupos privados, confesiones públicas y movimientos masivos: el impacto de la narrativa confesional en la marcha ‘Ni una menos’ en el Perú”, de Margarita Saona, explora los testimonios de experiencias de violación sexual en un grupo privado de Facebook y la repercusión de los mismos en la marcha “Ni una menos” realizada el 13 de agosto del 2016 en el Perú. Saona confirma este gran impacto mediante las redes sociales que dicho acontecimiento provocó. Aunque la violencia contra las mujeres no ha disminuido en el Perú, sí se generó un cataclismo social gracias a los testimonios terribles que se publicaron.

La tercera parte de la revista se titula Literatura, memoria y violencia. Enrique Cortez escribe “Carmen Ollé y Pilar Dughi: Nueva mujer y representación literaria en la narrativa peruana de la violencia política”. Un aporte importante en este artículo lo constituye la ampliación de la denominación de “violencia política”. Efraín Kristal remitió esta denominación a las primeras novelas peruanas. Cortez va más allá, inclusive hasta Comentarios reales, del Inca Garcilaso. Resalta, más adelante, el relato “El grito” de Carmen Ollé por su nivel de representación efectivo, a comparación de otras narraciones que abordan el papel de la mujer. Para Cortez, Ollé corrige el alcance de representación de lo femenino en discursos que insisten en su animalidad. Logra esta corrección en su obra ¿Por qué hacen tanto ruido? Por otro lado, Pilar Dughi coloca las bases de una nueva representación sobre la complejidad de las mujeres en el Perú. En su libro La premeditación y el azar, se escoge a personajes femeninos que resisten la opresión machista. En estas dos escritoras, Cortez destaca la representación de la mujer guerrillera en el Perú.

Carlos Yushimito presenta “El archivo como crimen perfecto: límites y excedentes de la representación de la violencia política en La conciencia del límite último, de Carlos Calderón Fajardo”. En este se redefine el concepto de “representación”. En línea con Montalbetti y Peirce, representación es “algo que está en lugar de otra cosa”. También, afirma que la novela se nos revela como una propuesta de lectura que nos guía por la violencia como discurso; es decir, presenta la representación de los hechos de la violencia a través de la literatura. Asimismo, la obra muestra una investigación que revela una trasgresión doble: la crisis imaginativa del narrador y la “borradura” de los eventos de la violencia.

Andrea Cabel escribe “La memoria ejemplar en Tenebrae, de Alfredo Bushby”.  Aquí se sostiene, al igual que Víctor Vich, que esta obra teatral funciona sobre las piezas de arte como un lugar estratégico donde es posible cambiar la visión de la realidad y ofrecer una alternativa radical. Tenebrae permite recordar críticamente los eventos de la corrupción en los últimos años de la historia peruana, sobre todo en el contexto de las irregularidades cometidas por la Pontificia Universidad Católica del Perú contra sus trabajadores y alumnos. El teatro es una práctica contestataria que implica riesgo, y ayuda a no aceptar las realidades y que estas pueden cambiarse simbólicamente.

“Los restos del naufragio: ideología y praxis en la poesía peruana contemporánea”, de Carlos Villacorta, explora, de manera sistemática, poemarios representativos con respecto a temáticas de ideologías políticas o compromiso social. Cita en un primer momento un acontecimiento histórico y literario: la muerte del poeta-guerrillero Javier Heraud en 1963. Los poetas Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza y el propio Heraud muestran caminos posibles en el lenguaje poético peruano. Todos ellos se relacionan con la ideología de izquierda con afinidad o crítica. El segundo momento se produce en 1970 con la aparición del grupo Hora Zero y el contexto de la dictadura militar. Destacan poetas como Cesáreo Martínez y Enrique Verástegui. El tercer momento sucede en los años 80 durante los gobiernos de Fernando Belaúnde y Alan García, en que publican Roger Santiváñez y Tulio Mora.  Más adelante, en el contexto del autogolpe de Alberto Fujimori, la aparición del poeta Domingo de Ramos y su poemario Pastor de perros constituye un acto público importante y multidisciplinario. Por otro lado, Villacorta sistematiza algunos poetas de la época más próxima, a la que denomina “posguerra: memoria y neoliberalismo”. En ella, se evidencian algunos rezagos sobre la ideología de izquierda en el siglo XXI. Se mencionan a tres poetas: Álvaro Lasso, José Carlos Agüero y Victoria Guerrero. La lectura de Villacorta comprende una relación directa entre el marco histórico e ideológico con la poesía peruana de los últimos tiempos. 

Y la muerte no tendrá dominio (2019). Poéticas del duelo de Victoria Guerrero Peirano”, de Rocío Ferreira, destaca la obra de la poeta, sobre todo por la multiplicidad de sus textos, no solo poéticos, sino, también, híbridos. La obra de Guerrero muestra un activismo relevante en la coyuntura de la política peruana actual. Y la muerte no tendrá dominio (2019) constituye un texto híbrido, donde se desmitifica el mito del rol de la madre perfecta y feliz con su proceso de duelo.  Este texto es un ensayo heterogéneo que incluye discursos narrativos, poéticos, fantásticos, etcétera.  Para Ferreira, Guerrero explora una estética experimental y fragmentaria que cuestiona el proceso del duelo. Además, la literatura de Guerrero muestra un acto político autorreferencial; se destaca, también, paralelamente a la cuestión ideológica, que es un texto hermoso, desgarrador y valioso.  A partir de un hecho terrible, como la muerte de una madre, se puede realizar un ejercicio de exorcismo con la escritura, el trauma y el dolor. 

La cuarta parte del libro se titula Migración, globalización y traducción. El primer artículo “Nostalgia por el futuro: cine de migración y neoliberalismo en el Perú”, de Lorena Cuya Gavilano, aborda las producciones del cine peruano de las últimas dos décadas. Para ello, reflexiona sobre nociones de modernidad, tiempo y desplazamiento. Para Lorena Cuya, las películas que analiza muestran a individuos que buscan la modernidad en otros mercados o lugares. La película Chicha tu madre, filme peruano-argentino, refleja la “cultura chicha” producto de constantes migraciones internas. Otra película similar es Pasajeros, de Andrés Cotler. En esta película, se reproduce una actitud hacia el futuro por parte de los personajes, urbi et orbi. Precisamente, Paraíso, de Héctor Gálvez, reproduce la vida en un asentamiento humano donde los protagonistas no sienten el lugar como suyo y tampoco el de sus padres provincianos. Wiñaypacha: la eterna espera, dirigida por Óscar Catacora, es el primer largometraje peruano en aimara. Aquí el futuro está marcado por un cambio de lugar, inclusive para poblaciones alejadas del Estado y las ciudades. Todas estas películas, para Lorena Cuya, denotan que no existe una revisión nostálgica del pasado, sino una aproximación improvisada al futuro. 

Pablo Salinas escribe el artículo “Génesis de la narrativa cinematográfica peruano- canadiense: espacialidades intermedias en Norte y La bronca”. Norte, de Fabrizio Aguilar, y La bronca, de Daniel y Diego Vega, constituyen películas con aspiraciones trasnacionales. Ambas muestran el cine de inspiración migratoria peruano-canadiense y evidencian dinámicas urbanas en este desplazamiento. Los espacios representados en Canadá se fijan con mayor rigor en los entornos domésticos, que curiosamente son menos frecuentes para los migrantes, especialmente peruanos. Estos espacios ordinarios alejados de las grandes ciudades aportan un clima favorable para los dramas familiares de los sujetos migrantes. De esta forma, el cine peruano-canadiense se ha enriquecido con estas interpretaciones y posibilidades de un cine con nivel transnacional de mayor pluralidad cinematográfica.

En el ensayo académico “‘A veces quisiera volver’. Racialization, Ruins, and Migrant Tactics in Oswaldo Estrada’s Short Stories”, Christian Elguera destaca la notable representación de la migración y racialización en la experiencia de la migración latina en los Estados Unidos. En este caso, el propio Estrada reconoce su experiencia vital de migrante en sus producciones académicas y literarias. Luces de emergencia (2019) se sitúa en ese ambiente de constante peligro. Además, se colige una causalidad bajo el ambiente de violencia interna en la migración peruana y de Centroamérica, como en Las guerras perdidas (2021).

Gabriel T. Saxton- Ruiz escribe “Traducciones peruanas en el mercado literario global: proyectos de resistencia”. En el mismo, aborda de qué manera se sitúa la literatura peruana del siglo XXI dentro del panorama literario global. WWB, revista que publica traducciones, en dos ocasiones ha dedicado números especiales a la literatura peruana, “Geography of the Peruvian Imagination” (2015), y Who Writes Peru: Asian-Peruvian Writers (2020). En estos números, se ha tratado de demostrar la heterogeneidad de la literatura peruana. Por ello, se puede observar que las propuestas literarias se resisten a una fácil categorización, pues los rasgos compartidos son disímiles. Saxton también incluye a Asymptote, otra revista en línea que se dedica a la publicación de traducciones literarias y entrevistas e intelectuales.  Aquí se destaca la publicación de “The Dive” (Inmersión), de Pedro Novoa, lo que provocó la traducción de este cuento a 14 idiomas y una difusión mayor a la obra de este importante escritor, lamentablemente ya fallecido en 2021. Además, en la actualidad, muchas obras de escritores como Alonso Cueto, Gustavo Faverón y Claudia Salazar, entre muchos otros, muestran una visión pluricultural de la literatura peruana.

En suma, la importancia de este número radica en las distintas reflexiones sobre los discursos poéticos y artísticos que involucran a la realidad peruana en torno al Bicentenario, coincidente lamentablemente con la expansión de la pandemia de la COVID-19, lo cual ha supuesto una revelación trágica sobre el proceso de modernización de las instituciones, y los servicios sociales y políticos en el Perú. Estos artículos desnudan una realidad inquietante y trágica, pero también nos conducen a una expectación sobre esa gran patria llena de esperanza que es el Perú.

Lima, Arequipa, julio-agosto de 2022


[1] Henry César Rivas Sucari es bachiller y licenciado en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa; y magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sus líneas de investigación abarcan la literatura peruana contemporánea, la novela peruana del siglo XX y XXI, las teorías y poéticas de la ficción, la narrativa de José María Arguedas, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique, entre otros. Ha publicado artículos académicos en revistas del Perú y el extranjero, como Letras, Tesis, Apuntes Universitarios, Psychology and Education, Revista Latinoamericana de ensayo y Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Ha ganado concursos de investigación en las universidades Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y la Universidad Tecnológica del Perú. Actualmente, es doctorando en Literatura Peruana y Latinoamericana de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Además, ejerce la docencia en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.

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Desde los extramuros

Notas para un poema no interpretable

Por Basilio Ventura

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I

A primera impresión, el término lied nos produce el sentimiento de lo bello puro[1], característico de un vocablo extraño, pero de agradable sonido. La palabra puede significar cualquier cosa, lo que atrae, en primera instancia, no es su contenido, sino su efecto musical.  Así, el poeta, desde el título, resalta las cualidades sensibles del lenguaje, destaca su aspecto no conceptual. 

II

Las imágenes del lied no resisten el menor traslado simbólico. El olmo es solo un olmo y no la figuración de otro ser. Lejos también está de toda figuración mimética. No es el retrato naturalista de un árbol. El olmo de Eguren es personal e íntimo. Lo es en el sentido de que su naturaleza es distinta de la creada por Carlos Oquendo o Wesphalen. Los árboles del primero pasean por la ciudad; los del segundo hacen un cuerpo con el cielo y los ríos, un cuerpo que se mira y se explora a sí mismo. El olmo de Eguren habita una zona límite entre la realidad y la ensoñación del poeta; aparece, por ello, rodeado de bruma.

III

De Eguren se ha dicho mucho que es un pintor con las palabras. Antes que al exotismo modernista, Los amores de la chinesca tarde refieren a la puesta escénica del teatro de sombras. Podríamos figurar a esos amores como siluetas ante la luz del ocaso. Tal imagen parece resumir un evento cíclico. No es una historia particular lo que evoca el poeta, sino una escena arquetípica: los amores que se disgregan como los días. La muerte del sol no es sino el clímax de esa música infinita que es el tiempo.   

IV

Al igual que el olmo, las vagas rosas habitan ese espacio entre la realidad y la ensoñación del poeta. Su muriente dolor es la nota de resignación que anticipa el final del árbol.

V

Los que contemplan al árbol morir viven un estado de comunión. La muerte del olmo es un acontecimiento y los espectadores le acompañan en su despedida del mundo. Con un poco de imaginación podríamos pensar que esos «rostros desconocidos» somos nosotros, los lectores, que observamos al árbol morir en el poema. Eguren mira al olmo partir, pero prevé los rostros que también lo mirarán.      

VI

Cuando hablamos de musicalidad en un poema solemos aludir a la percepción agradable de sonidos. Pocas veces tomamos consciencia de su organización periódica y de su deliberada iteración. En el «Lied I», sin embargo, la música va más allá de la eufonía de los versos. Esta trasciende la composición prosódica y organiza las imágenes del poema. Eguren recoge de la música el elemento del retorno. Así, el olmo sangrante vuelve en las estrofas finales. No solo vuelve, cierra con su muerte el sentido del poema.    

VII

El lied debió atrapar a sus primeros lectores por la extrañeza de sus versos. No es posible vislumbrar una historia plena ni una subjetividad explícita. Deja, en cambio, una sensación de muerte lenta y de dolor contenido; su belleza se revela solo a condición de renunciar a explicar los hechos y aceptar el mundo brumoso que evocan. Belleza y extrañeza son las dimensiones esenciales del poema. Su música estimula la captación sensible, los versos apuntan al sentimiento antes que al intelecto.   

VIII

Si, a decir de Eguren, la música es «expresión directa del sentimiento», su lied  toca los acordes de una resignación dolorosa.  Para un escritor cuyo ideal de belleza consistía en elevar la poesía a un estado de sensaciones puras, el «Lied I» podría considerarse su mayor realización estética. De esta composición podemos decir lo mismo que Eguren afirmaba para la música: «apenas conserva la facultad de pensar»[2]. La esencia de lo poético no radica en una posible alegoría amorosa o panteísta, sino en la progresión emotiva de agonía, muerte y duelo que las imágenes del poema movilizan. Poco importa esclarecer si el olmo simboliza la naturaleza o un amor trágico, cuando el zumo de todas sus connotaciones desemboca lenta y sentidamente en la muerte.  

IX

La arquitectura musical del lied disimula la atemporalidad en que flotan las imágenes. Estas transitan entre la evocación y la contemplación. Los amores de la chinesca tarde pertenecen al reino de lo acontecido; su realidad surge de la evocación.  Las vagas rosas, en cambio, existen ante la mirada del poeta que las descubre en su dolor; su presencia nace de la contemplación. Cuando el poeta evoca la presencia fantasmal lo hace a partir de la contemplación de unos ojos anónimos; aquí ambos tiempos, pasado y presente, se anudan en una imagen.

X

En el lied, el contraste hace del terceto un motivo melódico. El cambio de un verso corto a uno más largo marca la diferencia entre dos extensiones musicales. Esta diferencia posee un valor estético. Al reiterarse esta pausa en cada uno de los tercetos (4-11-10), la diferencia musical se hace plena e imprime ritmo al poema. El decasílabo sigue una melodía proporcional al verso anterior, pero contrasta con el verso inicial de la siguiente estrofa. No sorprende entonces que, al momento de conectar los tercetos, no reparemos en la falta de eslabón entre las imágenes, cuando lo que resuelve su contínuum es la coherencia musical.


[1] Es “lo bello puro”, porque a primera lectura el término “lied” carece de significado; resulta así una pura impresión musical, desprovista de contenido.

[2] En sus “Notas marginales”, prólogo a un poemario de Julio A. Hernández que no llegó a publicarse, Eguren destaca la música como una forma artística depurada de ideas y como el medio ideal para  expresar los sentimientos. Declara así su aspiración poética y los límites de su estética.      

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Notas de lectura: Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima (2022) del Colectivo Río Hablador

Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima

Notas de lectura

Por Lisandro Solís Gómez

Javier Arnao Pastor, Paulo César Peña y Tania Reyes Arcos, miembros del Colectivo Cultural Río Hablador, acaban de publicar el singular volumen Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima. Esta obra reúne un conjunto de textos de naturaleza híbrida que se caracterizan por proponer un acercamiento a la ciudad desde la perspectiva de los ciudadanos que la habitan. La pluralidad de registros textuales que se vinculan en cada texto, así como la diversidad de escenarios y dinámicas sociales que ponen en escena se conjugan de una forma única y brindan una mirada atípica del paisaje urbano. Sin duda, esta obra es la culminación de una serie de escritos que, a través de sus redes sociales, este colectivo ha venido difundiendo desde hace unos años.

Foto: Facebook Río Hablador

No obstante, tal vez, el principal promotor de este proyecto sea Paulo Peña, quien desde la publicación de su primer libro, Cada ventana tiene su propio cielo (2013), ha mostrado interés por conjugar en sus textos lo reflexivo, lo íntimo y el espacio de la ciudad, así como su memoria. De hecho, Peña ha continuado en esta senda con 1945: Jorge Eduardo Eielson, vida y canción en Lima (2015) y Peregrinación a Santa Beatriz (2016), libro que es el origen de unos recorridos urbanos que cada cierto tiempo emprende el autor con un conjunto de interesados.

Andanzas y reescrituras, desde su edición, acepta variedad de formatos como maneras válidas de acercarse a la ciudad. La asociación de imagen y palabra dentro del libro es uno de los primeros detalles que llama la atención. Esta asociación se expresa a través de una secuencia intercalada y casi rítmica de fotografías, collages y textos. El libro, en general, propone acercarse a partir de la experiencia cotidiana de quien habita y circula la ciudad. Se trata de mirar, escuchar y sentir el espacio que nunca es únicamente físico, sino que, en varios pasajes, parece ser también espiritual, al punto de resonar en lo más íntimo de quien escribe.  

La colección reúne catorce textos que oscilan entre la narración, la crónica, el apunte reflexivo, el poema en prosa, el ensayo sociológico y la bitácora personal, a veces incluso en la misma página. Otro rasgo destacable es la recuperación del punto de vista personal para aproximarse a la urbe. La voz de los habitantes de los distintos rincones de Lima invade los textos, y, en ese sentido, el libro brinda una visión panorámica y relativamente extensa de la capital. De allí surge el carácter coral del conjunto: son múltiples miradas e interpretaciones de la ciudad que surgen de la experiencia íntima de los redactores que encuentran en la escritura un medio para explorar(se). Este último aspecto encaja con el carácter maleable que posee la escritura de la mayoría de los textos del conjunto. No obstante, esta apuesta por la heterogeneidad formal resulta realmente efectiva cuando se combina con la percepción y el análisis de la vida urbana. Esta ecuación lamentablemente no siempre se consigue, razón por la que no todos los textos alcanzan el mismo nivel de compromiso, desarrollo y profundidad.   

Javier Arnao Pastor

De los catorce textos, sin duda, destacan los dos de Javier Arnao, «Cuando viajar es un deporte de contacto» y «Al final del arcoíris». De ellos, resulta de mayor interés el primero que propone una caracterización sucinta del código moral del limeño promedio a partir de la experiencia de viajar en el sistema de transporte del Metropolitano. Este texto de Arnao es una exhibición de destreza técnica, como se puede apreciar desde el inicio: «Seis de la mañana. La ciudad pega un salto de la cama. Se quita de golpe el traje y el fotocheck. Va a la cocina y se mete a la ducha fría. Coge la toalla y se lava. Coge el peine y se seca la cabeza. Coge el cepillo de dientes y se despeina la melena» (p. 49). No obstante, este despliegue de recursos no resulta banal ni impertinente. Por el contrario, se propone una indagación específica, casi científica: «Las calles, los servicios públicos son excelentes laboratorios para analizar nuestra idiosincrasia» (p. 50).

Arnao consigue reflexionar de forma aguda sobre lo que un simple viaje puede revelar sobre la naturaleza de los pasajeros, casi como si de la fricción de la carne se pudiera deducir el tenor y la densidad de un alma. Así, la predilección, por lo inmediato, el egoísmo o la falta de empatía resultan los rasgos que caracterizan a los viajeros de una de las líneas de transporte más usadas por los limeños. De esta forma, concluye Arnao, el bus se convierte en «casi una metáfora del Perú (cuerpos próximos, almas distantes)» (p. 54).

Otro texto que resalta es el de Lucía Egas, «La melodía de Lima». En él se narra el recorrido de la autora, quien presenta autismo, hacia la Casa de la Literatura. La mirada de Egas consigue problematizar el carácter inhóspito de la ciudad hacia aquellas minorías que también la conforman. De hecho, el texto constituye una revelación, porque permite comprender que transitar por la ciudad puede constituir una verdadera hazaña para una persona con autismo. Lima es caracterizada por Egas como una «ciudad hostil» (p. 64) para quien escapa a cierto espectro psicológico. Este diagnóstico parece resonar con otros textos, como el de Tania Reyes, «Por la noche, las bicicletas»: «Lima es una ciudad cruel para nosotras y de ser atacadas, lo mejor que nos podría pasar es ser asaltadas» (pp. 135-136). Pertenecer a una minoría o ser mujer, entonces, supone vivir en una condición de mayor riesgo. El diseño de la ciudad parece rechazar lo diferente.

Tania Reyes Arcos

No obstante, el recorrido que propone Egas posee el mérito de presentar una imagen del espacio urbano desde la mirada de quien padece autismo. Ver la ciudad desde esa perspectiva es una manera diferente de aprender a mirar al prójimo y, tal vez, de interesarse por él. Además, Egas, pese a la adversidad, concluye que su recorrido es también una forma de capturar la ciudad y volverla amable (y acaso bella): «Los sonidos tienen formas, y si veo una forma la relaciono con su respectivo sonido. Empecé a reconstruir sonidos de mi paso por las calles de Lima. Y ese fue mi primer recuerdo con ella: la melodía de mi paso por sus calles» (p. 66).

Finalmente, el texto de Tanús Simons, «Más allá de nuestros muros», consigue articular lo social y lo étnico de manera efectiva en una indagación sobre la identidad, el espacio y el sentimiento de pertenencia que tienen como símbolo principal el cerro Casuarinas y el famoso Muro de la Vergüenza que lo divide. La narración de Simons transcurre entre Chacarilla del Estanque (Surco), San Juan de Miraflores y Moyobamba, y problematiza la forma en que los prejuicios y los estereotipos determinan nuestra forma de interactuar con los demás. Unas de las principales virtudes de esta lectura es su capacidad para esclarecer el trasfondo de lo que parece obvio en la vida cotidiana.

Por ejemplo, la clásica pregunta por el lugar de residencia se revela como un dispositivo para clasificar a las personas e insertarlas dentro de un mapa social que determina de forma anticipada qué se puede esperar de ellas. Al respecto, Simons señala lo siguiente: «¿Dónde vives? Esa frase, en Lima, es más compleja de lo que aparenta. En una sociedad clasista, la pregunta esconde la intención de etiquetarte, juzgarte y creer que ya te conocen los suficiente. La dirección de la residencia puede ser más importante que el nombre o, incluso, más representativo que el número de DNI» (p. 155). De esa manera, esa pregunta es la arista de un mecanismo que opera casi de forma inconsciente, y permite a las personas desenvolverse y sobrevivir en la ciudad. 

Paulo César Peña

En síntesis, considero que Andanzas y reescrituras es un libro valioso, que escapa a las aproximaciones, a veces desgastadas, que ofrecen la ficción o el peor periodismo. En un medio editorial aún en desarrollo, una propuesta como esta resulta sumamente refrescante. No obstante, no se debe olvidar que esta colección es —repito— el resultado de un proyecto que, gestado desde hace cuatro años, se ha consolidado gracias al trabajo constante y paciente de los integrantes del Colectivo Cultural Río Hablador. Considero que el principal mérito de esta colección radica en brindarle al lector nuevos ángulos de una ciudad que nunca deja de sorprender, que, arisca y huraña y a veces violenta, todavía puede ser un terreno fecundo para la esperanza y, tal vez, para la reconciliación.  

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Datos del libro comentado:

Javier Arnao Pastor, Paulo César Peña y Tania Reyes Arcos (eds.)

Andanzas y reescrituras: apuntes para perderse en Lima

Editorial Río Hablador, 2022