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Entrevista: Betina Keizman

Betina Keizman: “La literatura debe evitar la agenda”

Por Sebastián Uribe y Eliana Del Campo

Escritora, traductora y ensayista, Betina Keizman ha vivido, publicado y dictado clases en Chile, Francia, México y Argentina. Es autora de las novelas El diablo Arguedas (2023, finalista del  Premio Fundación Medifé Filba 2024), Recurso de Amparo (2018), Los Restos (2014), El Museo de los Niños (2007) (infantil) y El Secreto de Marlene Rochoelle (1997) (novela juvenil) y el libro de cuentos Zaira y el profesor (1999). También del libro de ensayos Promesas radicales en las literaturas del presente (2022), donde indaga el pensamiento especulativo en una diversidad de escrituras latinoamericana actuales y establece comparaciones con las inventivas literarias de sus precursores.

Estuvo de paso por Lima a inicios de noviembre presentando El diablo Arguedas, publicada en Argentina por Entropía y en Perú por Animal de Invierno, sobre la que conversamos en esta entrevista.

En ‘El diablo Arguedas’ hay un tono humorístico y sarcástico, muy diferente de la atmósfera oscura de tus libros anteriores como ‘Los restos’. ¿Fue este un registro nuevo para ti? ¿Cómo viviste la experiencia de explorar este estilo?

No sé si es un registro tan nuevo, pero es uno que va ganando mayor relevancia y peso en mi literatura. Recurso de amparo, mi novela anterior, también está en ese tránsito pese a que se refiere a un acontecimiento muy fuerte: la muerte de jóvenes en el incendio de un local nocturno. No escribo siempre el mismo libro, incluso si hay preocupaciones o un uso del lenguaje que pueden conservarse.  Cada libro pide un tono y una temperatura. “Los restos” es una distopía, si quieres, más clásica en su concepción. Puse la atención en la construcción de ese mundo, con restos que aparecen aquí y allá, trozos de objetos, esquinas de muros, restos de verduras. Cuando lo escribí pensaba en el exceso y en el desperdicio, y por eso tiene un timbre más barroco, una atención exacerbada puesta en lo material. Definitivamente es una novela más oscura, aunque en la segunda parte exploro otro tono, porque la protagonista hace arte con los restos, y de algún modo termina trastocando y apropiándose de la destrucción. Hace poco leí “Los últimos días de nueva París”, de China Mieville, un autor que desconocía cuando escribí “Los restos”, y en esa novela las obras célebres del surrealismo y la vanguardia aparecen moviéndose e interviniendo en la realidad. Si bien lo de China Mieville tributa a una estética y una lógica del videojuego, descubrí muchos puntos de contacto con lo que había buscado en “Los restos”.

También “El diablo Arguedas” acontece en un entorno distópico, pero eso apenas se precisa y el relato se focaliza en un universo más cotidiano, más ligero. Y como Arguedas tal vez sea un diablo pagano, dispuesto a la chanza e interesado en sembrar confusión, imprime un tono humorístico, donde el equívoco flota en la médula de cada suceso. Me divertí mucho escribiéndolo.

En la novela, el personaje del diablo desestabiliza la vida de Irene, pero con el tiempo su presencia se convierte en un problema cotidiano. ¿Crees que vivimos en una sociedad donde no hay escape a las tensiones diarias? ¿Qué papel juega la literatura frente a la disyuntiva de adaptarse o sucumbir?

No sé si hay o no escape, en todo caso no es la literatura la que va a señalar la senda. Por otra parte un grado de adaptación es muy propio de los seres humanos, algo que compartimos con las otras especies. Y si seguimos pensando en esa dirección, se supone que lo proactivo y la resistencia serían más específicamente humanos, pero no deja de ser una perspectiva bastante antropocéntrica. En cualquier caso, la literatura tal como yo la pienso es un espacio de creación, no sucumbe ni se adapta, patalea, forja, propone otras perspectivas. Está en perpetua pelea con muchas de las lógicas que imperan en el presente, en busca de otros entendimientos. Al menos eso se aplica a la dimensión artística, luego, lo que tiene que ver con el mercado, lo que los escritores hacen para vender, los monopolios, festivales, etc, esas lógicas no difieren de las que imperan en el mundo de las telecomunicaciones o en los sistemas privados de salud.  

El diablo aparece en la vida de Irene, una peluquera precarizada. ¿Piensas que a veces nos enfocamos demasiado en los problemas del uso de la tecnología, mientras que muchas personas no tienen acceso a estas? ¿Qué tipo de historias crees que quedan fuera de foco por esta tendencia?

No sé, la desigualdad tecnológica es una más entre muchas otras desigualdades. Ignoro cuántos individuos o comunidades viven hoy libres de la penetración de los discursos de las redes, que me parece uno de los aspectos más terroríficos del presente, por las consecuencias que tiene. Me gusta que surjan esas preguntas, sin embargo, no me interesa pensar mi escritura, ni ninguna literatura en verdad, como un manifiesto político. La literatura y la política mantienen una íntima relación, pero se desplazan por carriles diferentes, resuelven sus problemas de otro modo. La literatura debe evitar la agenda y en lo personal no me atraen los registros épicos, los encuentro condescendientes. Los problemas del presente forman parte de nuestra vida y por lo tanto pertenecen al horizonte de la literatura, es desde esa experiencia que muchos escritores escribimos, pero prefiero que esas experiencias se sometan a un tratamiento más exploratorio, más cercano a la duda y a la imaginación, desde la incerteza. Respecto a esas historias precarizadas que quedarían fuera de foco, hoy también son parte fundamental de cierta agenda cultural, el problema es cómo se las aborda, que no sean pura expresión de mala conciencia o repetición de discursos que se han ahuecado.

La peluquería, escenario principal de la novela, es un espacio lleno de chismes y tensiones entre las trabajadoras. ¿Cómo crees que conecta este entorno con la obra arguediana, que explora conflictos entre clases sociales y dentro de ellas?

Ahí hay dos modelos en relación con los conflictos sociales y las emociones, tienes a Arguedas pero también tienes a Puig. Si en algún momento pensé en Arguedas como un fantasma, o un zombi que regresa, fue un homenaje, es cierto, pero también porque es difícil hallar en el presente un escritor con las características de Arguedas. Es lo que ya no puede ser, incluso si las preguntas que se hace Arguedas siguen conmoviéndonos. Su sensibilidad y su espíritu sacrificial hoy no calzarían en un panorama en que la autoridad de los escritores está devaluada. También es cierto que hay un Arguedas plenamente vigente, el de las hablas quechua marginalizadas, el que explora Chimbote, que recurre a lo documental, pero también a su propio diario. Esos son elementos que aparecen en mi novela, junto con cierto sonsonete de los personajes de Puig, pasados por Copi.

La novela resalta el deseo como un último vestigio de individualidad en los personajes. ¿Crees que hay un riesgo de que el deseo se estandarice o pierda su vitalidad?

Es un tema que me interesa. La Irene de la novela es una migrante que mide todo en términos de ascenso social, y por eso su peluquería replica a escala mínima las desigualdades sociales mayores. Ella misma supone tener muy claro lo que quiere, cuáles son sus objetivos. Pero la llegada de Arguedas, y en ese sentido es un verdadero diablo, la confronta a otras dimensiones del deseo que incluso no consigue expresar en palabras. Esos deseos que no alcanzan a nombrarse son un magnífico material literario. ¿Qué y cómo deseamos?, ¿cuál es el riesgo de que esos deseos se realicen? Lo sabemos desde Flaubert, no hay almas sencillas.

Antes de terminar, ¿qué novela o película te ha sorprendido últimamente y te gustaría recomendarnos?

Cuando estuve en Perú conocí a Ricardo Sumalavia. Acaba de sacar una novela que todavía no leí, pero sí un libro anterior, “Historia de un brazo”. Me pareció un libro excepcional, en la tradición de Monterroso o Arreola, probablemente también ligado la literatura oriental. Una pequeña joya. Acaba de salir también Clara y confusa, La novela de Cynthia Rimsky que obtuvo el premio Herralde este año, bellísima, entretenida, pura literatura.

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Entrevista: Mirelia Cano

Mirelia Cano: “Hemos optado siempre por el lado coercitivo de la religión”

Por Redacción El Hablador

Nacida en Andahuaylas, Apurímac, en 1981, Mirelia Cano se licenció en comunicaciones y realizó un máster en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca, pese a la crítica de la mayoría de sus colegas, según declara. Con varios años laborando el periodismo televisivo y la comunicación organizacional, su ópera prima, Mala Fe, es su primera incursión en la narrativa. Sobre ello respondió las siguientes preguntas.

Redacción El Hablador: Durante la infancia de Aurelia vive rodeada de las elucubraciones de los adultos sobre lo que siente o pasa con ella.  ¿Esto se relaciona con su reticencia a las normas y códigos sociales al crecer?

Sí, es su forma de rebelarse ante cualquier norma, código o forma de vivir, creer o sentir que le sea impuesta por la sociedad o un grupo determinado. Aurelia en lugar de dejarse absorber por lo que el resto quiere depararle, ella decide formar su propia esencia.

REH: Mucho del terror y el miedo se inocula en la protagonista en nombre de la religión. ¿Crees que sigue siendo hoy el principal canal de formación de rectitud o se ha modificado por otra dimensión?

Sigue siendo, lamentablemente, en muchos grupos sociales. Por ejemplo cuando a un niño se le dice, “tienes que comer porque, sino, diosito se va a molestar o te va a castigar”. Más allá de creer o no, hemos optado siempre por el lado coercitivo de la religión. Ese es un error, pues la gente evita hacer cosas malas porque será castigado por una divinidad, no se le enseña a que hay un plano moral y de construcción como persona y ciudadano que se debe formar y fortalecer.

REH: Una de las pocas personas que se vuelve amable con Aurelia es Rubén, quien es su familiar, pero no por línea de sangre, ¿hay un guiño a cuán dañino resultan las relaciones familiares para Aurelia?

Siempre se dice que a diferencia de los amigos a la familia no se le escoge. Pero, más allá de resultar dañino, creo que en Aurelia las relaciones familiares la forman como una persona con temple, con actitud. Aprende a darle vuelta a las situaciones adversas y ve en cada situación complicada una salida creativa. En lugar de dañina, por ejemplo, Pedrito y Doménica pasan a reforzar, justamente, el carácter del que hablo, lo que no pasa con el papá biológico y sí con Rubén quien termina, en parte, siendo para ella esa figura paterna.

REH: “Pactar con lo sobrenatural era mi normalidad, mi día a día” (pag.76) ¿cómo fue alternar una narración llena de creencias sobrenaturales con la labor profesional que no hace más que ignorarlas o despreciarlas?

Fue simple porque es el resumen perfecto de lo que significa ser humano. Lo sobrenatural en Aurelia era algo con lo que debía convivir desde el vientre de su madre, justamente por aquella cosmovisión andina que la rodeaba y que tenía que darle a todo suceso una explicación más allá de la razón. Justamente, quería mostrar esa antítesis que siempre convive en nosotros: lo racional versus lo enigmático. La religión es una buena explicación a ello. En lo profesional pasa lo mismo, los humanos siguen siendo esos seres imperfectos y necesitados de historias sobrenaturales para poder hacer de su mundo uno menos aburrido.

REH: La academia diplomática representa en cierto momento una posibilidad para Aurelia de disimular su ser, su individualidad. ¿Se relaciona ello a su estigma de Supaypa Wawan (hija del diablo)?

La academia para Aurelia fue la forma de amoldarse socialmente, de intentar, de alguna manera, ser uno más. Sin embargo, ese estigma (el de Supaypa Wawan) es más fuerte, tan poderoso que sobrepasa su propia existencia y hace que otros personajes, con similar sensibilidad, puedan notarlo. Al final es lo que queda, pues es su propia esencia.

REH: ¿Qué autoras o referencias consideras que influyeron durante la escritura de la novela?

Ninguna. Escribir en base a la experiencia misma te da la libertad de no atarte a nada, a nadie. Quizá mucho de lo que las abuelas o abuelos cuentan en sus historias llenaron y llenan mi mente. La maravillosa tradición oral que arrastro gracias a ellos sumado a la experiencia misma hicieron posible el nacimiento de Aurelia y Mala Fe.

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Entrevista: Liliana Colanzi

Un encuentro con Liliana Colanzi

Por Omar Guerrero

Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981) es una de las escritoras latinoamericanas más renombradas en la actualidad, sobre todo después de haber ganado el Premio Aura Estrada de México en 2015 y en España el prestigioso Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve por su libro de cuentos Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de Espuma, 2022). Se considera también haber integrado en el 2017 la lista de Bogotá 39 que convoca a los más destacados escritores de Latinoamérica menores de 39 años, además de dedicarse a la vida académica en la Universidad de Cornell y dirigir el sello independiente Dum Dum. Por todas estas razones su nombre no deja mencionarse en este nuevo auge de escritoras mujeres de nuestro continente.

Liliana Colanzi fue una de las invitadas al Hay Festival Arequipa 2024, que en esta edición cumplió diez años ininterrumpidos a pesar de las restricciones que hubo en su momento por la pandemia. Aun así, se recurrió a la virtualidad para mantener esta continuidad. Lo bueno es que en la actualidad el festival se mantiene más consolidado que nunca, en especial este año con la presencia tan importantes de visitas como el Premio Nobel de Literatura 2021, el escritor tanzano radicado en Reino Unido, Abdulrazak Gurnah; y la famosa escritora y filóloga española, Irene Vallejo. Por supuesto que Liliana Colanzi fue otro de los nombres que brillaron en esta edición; por eso, aprovechamos su visita para solicitar una entrevista, pero, por los tiempos ajustados del festival, sólo se pudo programar una rueda de prensa. Esto fue lo que sucedió el viernes 08 de noviembre en el segundo día del festival.

Foto 1: Liliana Colanzi lista para rueda de prensa en Hay Festival Arequipa. Créditos: Omar Guerrero

La cita fue en la terraza del hotel colindante de donde siempre se hospedan todos los invitados del festival. La hora indicada era a las 11:30 am. Liliana apareció puntual acompañada por una de las colaboradoras del festival. Allí ya la esperábamos cuatro personas de prensa listos para hacerle una serie de preguntas acerca de su breve pero contundente obra. En nuestro caso habíamos preparado diez preguntas como si de todas maneras fuera a realizarse una entrevista, aunque el tiempo y la dinámica con los otros tres colegas sólo permitió tres preguntas para cada uno. Estas fueron las preguntas que le hicimos:

En Ustedes brillan en lo oscuro hay un cuento titulado “Atomito” donde uno de los temas es el peligro de la radiación. Se sabe que, en El Alto, Bolivia, existe un centro de investigación y desarrollo en tecnología nuclear con el apoyo de Rusia. Antes de su inauguración el gobierno boliviano creó un personaje infantil llamado Atomito para publicitar este centro nuclear con la intención de informar a la población de que no existía ningún riesgo con su presencia y actividad. Sin embargo, tiempo después, se registraron casos de radiación en la población de El Alto. ¿Qué similitudes tiene el personaje de Atomito del cuento con este que creó el gobierno boliviano? ¿Hay conocimiento de la situación actual de los pobladores de El Alto con respecto a este proyecto nuclear Bolivia-Rusia?

Liliana Colanzi respondió que, en efecto, el gobierno boliviano creó este personaje que se puede ver aún en videos por Youtube, pero con características más relacionadas a lo científico, pues más tenía el aspecto de un personaje infantil de ciencia ficción. Fue ahí que se le ocurrió transformar este personaje y ponerle más rasgos andinos propios de la cultura boliviana sin dejar de relacionarlo con el tema nuclear y la radiación, pues su interés como creadora es siempre mezclar elementos de la modernidad con la tradición de su país. Otra información con respecto a este centro nuclear es que se iba a ubicar primero en La Paz, pero, ante los reclamos de la población por el temor de una tragedia como las ya vividas en otras ciudades de otros continentes, decidieron trasladarlo a El Alto, una localidad más alejada y que tiene una menor población, pero que, a pesar de todos los controles y las promesas del gobierno boliviano, llegaron a registrarse problemas de salud en sus ciudadanos. Es por eso que este cuento utiliza la ficción para demostrar las posibles consecuencias si es que fallaba (o el riesgo de que aún puede fallar) este proyecto nuclear que ya presentaba deficiencias debido al incremento de casos de cáncer en la población. Con esta información se puede deducir que este es un cuento futurista, pero que presenta referencias de un presente que se sigue llevando a cabo, pues esta central aún se mantiene vigente.   

La violencia de género o la amenaza constante hacia mujeres están presentes en tus cuentos. Sucede en uno de los textos de “La cueva” de Ustedes brillan en lo oscuro y en los cuentos “La ola” y “Caníbal” de Nuestro mundo muerto. ¿Continúas trabajando estos temas en tus nuevos proyectos?

Liliana Colanzi respondió que sí, que está trabajando en la actualidad en un proyecto donde la presencia de la maldad es una constante, sobre todo cuando coloca a las mujeres como víctimas. Para ello sólo adelantó que esta nueva historia trata sobre un par de adolescentes que se encuentran desprotegidas en un espacio público. Y esta toma como referencia una experiencia personal cuando ella era más joven y viajaba de pueblo en pueblo “tirando dedo” o haciendo “autoestop” en las carreteras para subirse a los autos o camiones de los extraños confiando en la benevolencia de las personas sin medir siquiera las consecuencias o el peligro que corría. Por suerte, nunca le paso nada malo. No se espera lo mismo para los nuevos personajes de su siguiente proyecto.

Foto 2: Liliana Colanzi firmando libros en Hay Festival Arequipa. Créditos: Omar Guerrero

En el cuento “Atomito” hay un personaje juvenil que se hace llamar DJ Orki (Never Orkopata). ¿De dónde surge el nombre de Orkopata? Pues si bien aquí no existe una relación directa con el grupo vanguardista literario puneño de las primeras décadas del siglo XX, años 20 y 30, con Gamaliel Churata a la cabeza junto a los miembros y colaboradores del legendario Boletín Titikaka, no es de extrañar que este nombre “Orkopata” se mencione en este cuento. Y con respecto al Grupo Orkopata y Gamaliel Churata, quien llegó a recibir premios en Bolivia, lo que evidencia la relación estrecha que hubo entre las literaturas de Perú y Bolivia, formulo la siguiente pregunta de manera adicional: ¿Crees que pueda volver a restablecerse este intercambio literario entre ambos países? ¿El proyecto Dum Dum es acaso un nuevo acercamiento en vista de que ya se ha hecho una edición de la novela Huaco retrato de la escritora peruana Gabriela Wiener para que circule dentro de Bolivia, o que el escritor boliviano Gabriel Mamani Magne, con su título El rehén haya visitado una de nuestras ferias de libro en Lima para promocionar este título? (Era la última pregunta de la rueda de prensa, por lo que se debía de aprovechar hacer varias preguntas en una).

Liliana Colanzi se sorprendió con la formulación de estas preguntas múltiples y más aún con la información que contenían. Entonces confirmó que sí, que el nombre de este personaje era una especie de homenaje al Grupo Orkopata de Puno, Perú, de quien ya tenía conocimiento desde su época de estudiante en Bolivia; pues si bien ellos no son bolivianos, se les considera como parte de una tradición compartida, tan igual como estos países comparten la ubicación de uno de los lagos más maravillosos del mundo, además de un antiguo idioma indígena. La idea es seguir manteniendo un diálogo entre las literaturas de Latinoamérica, en especial a las que corresponden al mundo andino. Por eso ella desea seguir haciendo un homenaje a este territorio que ambos países tienen en común. Es más, este cuento “Atomito”, aparte de tomar prestado el nombre de un grupo literario peruano, también es un intento de tener presentes otros conceptos o categorías andinas como el Taki Onqoy, que es el espíritu de las huacas. En cuanto a la presencia de la obra de Gabriela Wiener en Bolivia y de Gabriel Mamani Magne en Perú, sí, es otro intento de preservar ese intercambio literario que ya ha cumplido más de cien años y que muy poca gente ha tomado en consideración, pues ni siquiera ha habido una celebración formal al respecto, no por lo menos del lado peruano. Por eso mismo ella va a continuar con el proyecto editorial de Dum Dum. Su intención es encontrar nuevas voces que puedan ser atractivas para ambos mercados.

Una vez cumplido el tiempo y las preguntas destinadas para cada uno de los presentes, Liliana Colanzi agradeció a todos los medios, incluido el nuestro, la revista virtual literaria El Hablador, por el tiempo tomado en la lectura de su obra y en el planteamiento de estas preguntas. Y a pesar de ya haber concluido, nos acercamos a ella para seguir conversando sin la formalidad de una rueda de prensa sólo para intentar rescatar otras respuestas a las preguntas que ya no le pudimos hacer. Una de ellas es sobre la presencia de la selva o la Amazonía en sus cuentos, pues Bolivia, aparte de ser un país andino, también es un país amazónico. Este escenario se percibe en su cuento “La deuda” de Nuestro tiempo muerto. Ella sólo confirmó que tiene mucho interés en seguir desarrollando más proyectos con respecto a este espacio que tiene muchos elementos y materiales para ofrecer, sea a favor o en contra. Y no pudo evitar mencionar los incendios forestales que hasta hace poco afectaron no sólo la selva de Bolivia, sino también de Perú y Brasil.

Foto 3: Liliana Colanzi firmando más libros en Hay Festival Arequipa. Créditos: Omar Guerrero

Otros de sus próximos proyectos es abordar el desarrollo urbano de la ciudad de Santa Cruz, así como volver a trabajar los géneros de ciencia ficción y el terror, además de las transgresiones y los cuerpos abyectos. Otra información adicional son sus respuestas hechas a los otros colegas que también participaron de esta rueda de prensa como confirmar que parte de su proceso creativo es investigar sobre determinados temas a medida que avanza en la historia que está escribiendo. Y esta respuesta se sustenta en la información científica que se encuentra en uno de los textos de “La cueva” de Ustedes brillan en lo oscuro. En cuanto al género fantástico, también presente en sus cuentos, confiesa su predilección por Borges y Cortázar como sus principales influencias. También confirma que ella no decide si va a escribir una historia fantástica, pues esta va surgiendo al momento de la escritura. Por supuesto que en este proceso también se hace presente el horror como otra característica en su obra. Otras referencias o gustos literarios recaen desde la poeta peruana Blanca Varela hasta el escritor húngaro László Krasznahorkai.

Una de las últimas preguntas que le hicimos antes de salir a la calle Ugarte del centro de Arequipa donde se encuentra el hotel principal donde se alojan los invitados del festival es si ella considera que existe en la actualidad la formación de un nuevo boom latinoamericano de escritoras mujeres. Ella respondió casi lo mismo que ya han respondido otros nombres que están considerados dentro de este fenómeno actual como la argentina Mariana Enríquez, la mexicana Fernanda Melchor o la ecuatoriana Mónica Ojeda. Liliana Colanzi dijo que no, que lo suyo es una coincidencia generacional, pero que no es un boom, o que no lo ve así, y porque este nombre siempre va a estar relacionado a un grupo de escritores varones geniales que marcaron una época y que siguen siendo de gran influencia no sólo para la nueva literatura latinoamericana, sino también para otras latitudes, muy a pesar de que en esos años ya existía la presencia de algunas escritoras latinoamericanas que recién están teniendo la debido atención por la importancia de su obra como la mexicana Elena Garro, a quien recomienda leer. Lo cierto es que algo está pasando con la literatura escrita por mujeres en idioma español, tal como lo confirma Leila Guerriero en su larga crónica en tres partes que justo lleva el título “Algo está pasando”. Liliana Colanzi es, sin duda, parte de eso que está sucediendo o pasando.

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Entrevista: María José Caro

Es imposible desprenderse del pasado”.

Por Sebastián Uribe y Eliana Del Campo

María José Caro nació en Lima en 1985. Comunicadora social por la Universidad de Lima, publicó los libros de cuentos La primaria (2012) y ¿Qué tengo de malo? (2017)  y la novela Perro de ojos negros (2016). Ha colaborado para publicaciones como Buensalvaje y Vicio absurdo. En el 2017 el Hay Festival la seleccionó dentro de los 39 mejores escritores de ficción menores de 40 años de América Latina y es una de las invitadas de la edición 2024 del Hay Festival Arequipa. Este año publicó su segunda novela ‘Vida animal’, sobre los peligros de la nostalgia, la fragilidad de la amistad adulta y los conflictos familiares. Sobre ello conversamos en la presente entrevista.

Foto: El Comercio

“A mis diez años no tenía amigas de verdad. Deambulaba en los recreos junto a dos niñas del salón con quienes solamente compartía silencio e inseguridad. No nos llamábamos por teléfono, tampoco nos visitábamos. Era un vínculo funcional y transitorio, gatos callejeros que se encuentran y acompañan”. Citamos el inicio de la novela, porque retrata la amistad a temprana edad como un vínculo que no necesariamente involucra un alto grado de conexión, sólo el anhelo de pertenecer a un grupo ¿Cómo consideras que esta superficialidad prevalece hasta la adultez?

Sí, para empezar cuando uno es chico no decide en qué colegio estudiará. Esa elección tiene que ver con las creencias de los padres, las cuales pasan por lo político, lo aspiracional, lo religioso (en menor medida en estos tiempos), lo social y etc. Los amigos se eligen a partir de lo que hay en un universo muy acotado. Son relaciones que al principio tienen que ver con lo transaccional y con sentirse parte de una manada, con encajar. Y encajar es también parecer, esconder quién en verdad somos en función del grupo. Creo que estas relaciones son paradójicas cuando se es adulto, porque son frágiles en cuanto a tener una mirada compartida sobre la vida, pero prescindir de ellas es cerrar una puerta que nos lleva al pasado, y por eso, silenciamos los grupos de Whatsapp en vez de abandonarlos. 

En Vida Animal se exploran temas de recelo y envidia entre amigas debido a sus logros y estatus profesionales. ¿Cómo crees que la visibilidad que ofrecen las redes sociales y la virtualidad ha transformado o intensificado estas emociones en la sociedad actual? ¿Cómo influyeron estas ideas en la construcción de tus personajes?

 Creo que las redes sociales generan una idea falsa de la vida de las personas y su   intimidad. Recuerdo que una vez alguien me dijo: “Lo que la vida separó que no lo una Facebook” y muchas veces no deja de tener razón. ¿Dónde quedan frases como “qué será de la vida de ……….”? Ahora es muy difícil perder el rastro de un viejo amigo. Además, lo que sucede en internet sucede para siempre. Se quiebra también muy fácilmente la esfera de lo privado, conversaciones en teoría privadas se exponen sin tapujos.

Yo quería que en la novela se mostrara un poco y de forma muy acotada la vida de unas chicas adolescentes de burbuja en los inicios de internet. Early millenials que ya de adultas se rigen bajo las reglas de las redes sociales y etc. El grupo de amigas toma migajas del Facebook de Giuliana para especular. Las redes sociales son un gran espacio de especulación. Es gracioso además cómo una misma persona es otra distinta según la red social en la que se mueva. Se cambia de rol y repertorio con mucha facilidad. Se dan grandes discursos y nunca se ven acciones; vidas felices en público lapidadas por otros en privado. Yo cada vez publico menos en redes, antes lo hacía constantemente ahora no sé qué decir ni para qué.   

 Además, pocas cosas refuerzan tanto el ego como ver a alguien quebrarse delante de nosotros” (pág.136). Los personajes parecen sentir una especie de compasión hacia sí mismos cuando observan a otros en peores situaciones. ¿Qué te llevó a explorar esta dinámica emocional y cómo crees que influye en la manera en que tus personajes enfrentan sus propios conflictos?

Yo quería que la novela hablara de personajes que son parte de una manada (llámese grupo de amigos, familia, sociedad) y de justamente las dinámicas emocionales que existen entre las personas. En las relaciones siempre hay dinámicas de poder y mostrarse vulnerable en frente de otro es quitarse la coraza y darle al otro la capacidad de herirnos, de saber qué nos duele. Mirar al otro en una situación de desgracia o felicidad siempre nos lleva también a vernos en el espejo.  Los seres humanos somos muy autorreferentes, creo que los personajes ven en los demás no solo su sufrimiento si no la posibilidad de acabar en la misma situación y ese es un motor en los personajes. Podemos pensar en el caso de Giuliana o en el caso del padre.

En tu novela, los diálogos entre las amigas adultas, cuando se reúnen, parecen ser mucho más desinhibidos que cuando están en sus entornos familiares o laborales. ¿Cómo trabajaste esta diferencia en el lenguaje de los personajes? ¿Qué papel juegan las restricciones sociales en el modo en que nos expresamos a diario, y qué implicaciones tiene el hecho de que ciertas emociones o pensamientos se conviertan en tabú?

Yo quería que las amigas hablasen como he escuchado tantas veces a hablar a mis amigas o conocidas en un contexto donde solo hay mujeres. Sin reparos, a veces siendo muy infantiles, códigos compartidos también vinculados a cuando eran chicas. Quería que la forma de hablar fuese orgánica con marcas de tiempo y lugar. Para trabajar ese tipo de lenguaje, recreé las escenas intentando ser lo más fiel a la realidad posible, despreocupándome de si fuese literario o no.  Vivimos en una época en la que existe mucha más libertad, pero no estoy segura de si eso signifique ser más auténtico. Quise, por ejemplo, con el personaje de María Luisa, darle ese lenguaje corporativo lleno de términos en inglés como “high potencial” que al final convierte a las personas en caricaturas. 

En tu novela, logras recrear con detalle la atmósfera de los años 90, reflejando lo que se usaba y gustaba en esa época. ¿Cómo fue para ti el proceso de traer esa década al presente? ¿Te inspiraste en tu propia experiencia o recurriste a otras fuentes para documentarte y construir ese ambiente con autenticidad?

La adolescencia de los personajes es muy parecida a la que yo viví. Un colegio de monjas, un grupo de chicas cuyo perímetro de movimiento en Lima es muy acotado. Conocen muy poco de la vida, de su ciudad y de su país, están en un lugar seguro, mientras la realidad sucede como un telón de fondo y en la novela se traduce como referentes que brotan aislados.  Yo creo que escribí esta novela para no olvidar. Ya a estas alturas de mi vida, cuando estoy muy cerca de cumplir cuarenta cada vez se me escapan más cosas. Así que me dije a mí misma voy a reconstruir mi adolescencia de inicios de los dosmiles, la era de MTV con música. Hubo un catalizador importante y es que vivo muy cerca del centro comercial donde sucede gran parte de la novela. Ahora lo visito con mi hijo porque hay un parque de juegos para niños. Es un lugar que ha cambiado muy poco, así que estar ahí nada más fue un disparador de muchos recuerdos.  Mientras escribía la novela volví a la música que escuchaba en esa época, revisé álbumes familiares, recurrí a algunas fuentes para corroborar que los referentes estuviesen bien situados. Pero fue sobre todo un ejercicio de memoria.

En tu novela, la nostalgia juega un papel importante en las decisiones que toman las protagonistas en el presente. ¿Cómo ves el impacto de vivir anclados en la nostalgia? ¿Cuáles crees que son los riesgos emocionales o vitales de estar constantemente aferrados al pasado?

Creo que es imposible desprenderse del pasado. Se lleva a cuestas y eso también aplica para los negacionistas que intentan dejar todo atrás.  Sentir nostalgia es algo natural.  Es cierto también que nuestros recuerdos tienen un alto grado de ficción. Yo soy una persona nostálgica por naturaleza, pero sé que cuando la nostalgia nos impide movernos hacia adelante es un problema. Para mí la escritura es la forma perfecta para canalizarla, me permite crear, imaginar, reencontrarme conmigo misma en otros tiempos y también decirle adiós. 

Durante el proceso de escritura de esta novela, ¿descubriste algún autor o autora cuya obra te haya influido de manera especial o haya resonado con los temas que estabas explorando? ¿Cómo impactó esa lectura en tu manera de abordar la historia?

Antes de empezar la novela justo acababa de leer Malaherba de Manuel Jabois y el libro me resonó sobre todo por la naturalidad con la que hablaba de la infancia/adolescencia. Lo mismo me sucedió con La memoria del alambre de Barbara Blasco. No había leído a ninguno. Creo que leer esos dos libros en el momento adecuado significó destrabarme. Pasé de la lectura a la acción y esa es una gran cosa que tienen los libros con los que uno engancha. Durante el proceso de escritura también leí Un trabajo a tiempo completo de Rachel Kushner, que son ensayos sobre la maternidad. Cuando nace un hijo el lugar que ocupan las cosas en la vida cambia por completo. Y por supuesto, también la forma desde donde se aborda la escritura. 

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Datos de su reciente publicación:

María José Caro

Vida animal

Alfaguara, 2024. 152 pp.

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Entrevista: Lucero de Vivanco

“La natación es evasión, fantasía y búsqueda de identidad” – Entrevista a Lucero de Vivanco

Por Eliana Del Campo

Lucero de Vivanco, escritora y académica peruana, ha centrado su labor en los estudios literarios, la memoria histórica y la representación de la violencia política en Latinoamérica. Su obra académica incluye investigaciones sobre la literatura testimonial y la crítica cultural, mientras que en el ámbito de la ficción ha explorado diversas formas narrativas. Entre sus publicaciones literarias, destacan el libro de relatos Escrito por una elefanta (Cocorocoq, 2022), y su más reciente trabajo, Agua (Cocodrilo Ediciones, 2023), donde explora su experiencia como nadadora competitiva, entrelazándola con problemáticas como el abuso familiar y la presión deportiva.

En esta entrevista, Lucero de Vivanco profundiza en las múltiples capas simbólicas de su última obra, desde la representación del agua como refugio y amenaza hasta los silencios como una forma de contención narrativa. Reflexiona sobre los mecanismos de disciplina del cuerpo y cómo el deporte competitivo replica las dinámicas de poder en la vida familiar. A través de una escritura minimalista y cargada de tensión, Agua se posiciona no solo como una historia de confrontación, sino como una búsqueda por recobrar las narrativas del pasado familiar.

En Agua, el cuerpo no solo es un objeto de disciplina deportiva, sino también un campo de resistencia frente a la presión familiar, tanto como espacio físico de confrontación como un símbolo de agencia. ¿Cómo ha sido la exploración de la idea del cuerpo y sus representaciones, dentro y fuera del deporte, al momento de escribir?

Qué bueno que me hagas esta pregunta, porque el cuerpo fue un concepto clave para mí en el proceso de concebir y escribir la novela. Pensé en el cuerpo como una “categoría”, es decir, como algo a lo que socialmente se le atribuye distintos significados y valores, y se le exige determinados comportamientos, rendimientos, normativas, etc., en función de patrones culturales e ideológicos específicos. En la novela se trata del cuerpo de una niña, especialmente vulnerable tan solo por el hecho de ser niña. Ella es una nadadora que se esfuerza más allá de sus límites para ser campeona y con ello ganarse el amor del padre. En términos simbólicos, se trata de un cuerpo entregado al sacrificio para que el padre construya su orgullo y su gloria en el marco de una sociedad patriarcal. En este sentido, es un cuerpo exitoso, un cuerpo que vehiculiza triunfos y reconocimientos públicos, aunque soslaya el costo que eso tiene para la niña nadadora.

Por otro lado, esta niña es víctima de abuso sexual dentro de su ambiente familiar. Es otra forma de que ese cuerpo se “use”, se cosifique, otra manera de someterlo a necesidades y exigencias de terceras personas, pero en este caso, en el ámbito privado, oculto bajo una codificación secreta. Quería representar el uso abusivo de este cuerpo y el mensaje afectivamente contradictorio con el que se carga a la pequeña protagonista: su cuerpo es digno de aplauso y lucimiento, por un lado, y de sujeción y encubrimiento, por el otro. Años más tarde, de adulta, la protagonista relee la historia de su propio cuerpo y recién ahí puede confrontar, evaluar de manera distinta las orientaciones y exigencias recibidas en la infancia y generar una narrativa, ya no solo de resistencia sino de rechazo al abuso.

La relación entre la protagonista, la figura paterna y las expectativas familiares sugiere una tensión entre el éxito impuesto y la autodeterminación. ¿La presión del éxito deportivo durante la infancia replica las tensiones de poder y control de la vida adulta?

En la novela, pienso en la infancia como un momento de gran vulnerabilidad. Como niña, hay muy poco espacio para que la protagonista no se entregue con confianza a las personas que la rodean y que forman parte de su ambiente cotidiano. La autodeterminación demanda seguridades y claridades que la protagonista va adquiriendo en el camino a convertirse en un sujeto adulto. Creo que la novela muestra ese camino hacia la adultez o, más bien, el salto hacia la adultez, que supone quebrar las narrativas que hasta cierto momento explican y justifican los primeros años de vida, para poder construir otras que se ajusten más a la experiencia personal real, mirada sin miedo y sin prejuicios. En este contexto, claro que la presión del éxito deportivo es un mecanismo de control y poder. Pero la novela también habla de la natación como un espacio que la protagonista tiene para sobrevivir a estas mismas presiones y a las exigencias sobre el cuerpo a las que me refería en la pregunta anterior. La natación es evasión, es fantasía, es búsqueda de identidad y es, al mismo tiempo, la oportunidad para recibir cariño y atención del padre. La novela pretende meterse en estas zonas grises, en estas ambivalencias. No se trata de un ejercicio de poder desnudo: hay espacios de crecimiento y empoderamiento también para la pequeña nadadora.

El arco narrativo se orienta hacia la descomposición de las dinámicas familiares, especialmente con el final de la primera parte que retrata el momento de la renuncia a la competencia primando la deconstrucción del ideal más que la victoria. ¿Es una manera de reescribir el mito del héroe deportivo?

Me gusta cómo formulas esta idea de renuncia a la natación, como una instancia en la que prima “la deconstrucción del ideal más que la victoria”. Así, en efecto, lo quise representar: se renuncia ante el fracaso. La propia renuncia constituye la aceptación de una derrota y la caída de la fantasía épica. Pero, ¿no comporta eso también una sabiduría? ¿No es saludable reconocer los límites del deseo y del cuerpo? ¿No es valioso analizar con sinceridad la cuantía real de nuestra voluntad? En este sentido, hay una duplicidad en ese acto de renuncia: es pérdida y ganancia al mismo tiempo.

Por otro lado, creo que el mito del héroe deportivo está caracterizado por el perfecto equilibrio entre el esfuerzo y el logro. Si el logro no retribuye el esfuerzo invertido: fracaso. Si el esfuerzo es poco para el logro alcanzado: suerte, azar (otro tipo de fracaso). ¿Cuánto pesa el esfuerzo?, podría haberse preguntado un atleta griego tras la competencia, al hacer la remoción ritual del sudor y el polvo pegado a su piel, una piel untada previamente con aceite como mecanismo para objetivar su esfuerzo. Pero en la novela no hay heroísmos, pues las exigencias al cuerpo son siempre mayores que las retribuciones. Más bien prima un gesto transversalmente abusivo, aunque enmascarado, normalizado, familiarizado. Los registros de esas zonas intermedias, porosas, son las que me han interesado explorar.

El agua en tu libro más que un entorno deportivo, es un símbolo de cómo se pueden sumergir los verdaderos sentimientos en detrimento de otros. Una vía de escape que aísla los sentidos y favorece la introspección. ¿Cómo fue abordar la materialidad del agua, entre lo vital y lo destructivo?

El agua es un símbolo potentísimo en todas las épocas y culturas. Polivalente al máximo y, como tal, contradictorio. Al igual que el “cuerpo”, quise llevar a la novela varios de sus significados y valores. En un sentido positivo, siempre en el plano simbólico, el agua era, para la pequeña nadadora, la posibilidad de ser acunada en un gran útero, protegida de situaciones que experimentaba como amenazantes en el exterior, en una cotidianeidad rodeada de adultos. El agua era la posibilidad de purificar el malestar, de limpiarse lo sucio; de sentirse fuerte y poderosa gracias a sus habilidades natatorias; de profundizar en su inconsciente e imaginar otras vidas posibles. El agua es el lugar de la orientación y la supervivencia. Pero, en su sentido negativo, el agua también se experimenta en la novela como agua turbia o estancada, por donde desaguan las violencias normalizadas dentro del hogar; es un remolino que avasalla la inocencia; una turbulencia que arrastra contra la voluntad; una fuerza destructiva que invade como una marea alta o una inundación. El agua es todo eso al mismo tiempo: pulsión de vida, crecimiento, fluidez hacia la autonomía adulta; y pulsión de muerte, sometimiento, falta de oxígeno vital, hundimiento en el dolor.

Los silencios juegan un papel crucial, especialmente en los momentos de tensión emocional relacionados con la infancia y las relaciones familiares, en los que se deja espacio para la ambigüedad interpretativa. ¿Cómo fue el proceso de narrar desde el silencio y usar eufemismos para recrear tensión entre los personajes?

Qué hermosa pregunta. Disfruto mucho cuando logro identificar en las novelas la integración de los silencios, las elusiones, los hiatos, puestos ahí para que el lector o la lectora se activen creativamente con el texto. Cuando comencé a escribir Agua, tenía algunas certezas. Una de ellas, era que quería escribir una historia de manera minimalista, en el que no faltara ni sobrara nada. Fundamentalmente, por dos razones. Por un lado, quería simplemente mostrar sin dar opinión, sin juzgar. Eso significó ser siempre consciente de la narradora y asegurarme de que sea una narradora adulta intentando ella misma recuperar su mirada infantil. No tratar de que sea la niña la que narre, sino la mujer grande que reconstruye su mirada inocente. Creo que eso influye en los silencios, pues la propia narradora, en tanto protagonista, debía guardar muchos silencios en un hogar habitado por adultos. El silencio era su forma de testimoniar, un medio para registrar, actividad que ella hace desde lugares de enunciación protegidos, como su cueva-barco o su covacha bajo la mesa de costura. La novela pretende reproducir esos silencios.

Por otro lado, el silencio, alegóricamente hablando, forma parte de la tematización de la novela, pues hay cosas de la dinámica familiar que tienen que mantenerse en silencio, en secreto más bien. Aparece así en uno de los fragmentos que en la novela se llaman “Línea negra” y que corresponden a momentos de ensoñación que la niña tiene mientras entrena en la piscina: “Un secreto es como un silencio. Y el silencio es prohibición, parálisis, hueco, censura, vacío, despojo, anonimato”. Los silencios tienen que ver con un sistema de encubrimiento de abusos o de prácticas abusivas que se ejercen dentro de un marco de “normalidad”. Por eso los personajes llevan disfraces y sus nombres corresponden a los disfraces que visten. Es una gran mascarada de cómo se establecen relaciones familiares, que lamentablemente siguen vigentes hoy en día.

En tu libro, la narración oscila entre el presente y la evocación de recuerdos fragmentados. ¿Cómo surgió el uso de esta estructura temporal en Agua? ¿Qué relación hallas entre el deporte de alta competencia y la fragmentación de la memoria familiar?

Hay varios elementos que se conjugan en la estructura temporal de la novela. Lo más evidente es el uso del tiempo pasado como forma verbal del recuerdo. Pero eso contrasta con una segunda modalidad, que es la narración en tiempo presente, utilizada en gran parte de la ficción. Elegí el presente narrativo porque, en general, es el tiempo en el que se relatan las experiencias traumáticas o las vivencias que impactan con gran intensidad. Estas se registran con ciertas particularidades en el cerebro, desarticuladas respecto de un contexto (tiempo y lugar) específico. Cuando se activan las emociones asociadas a esas memorias, suelen percibirse como si se estuviera padeciendo nuevamente el episodio en cuestión. Eso fue lo que me llevó a optar por el presente: imaginar que la protagonista, en su narración sobre su infancia, revive los abusos y exigencias a las que fue sometido su cuerpo.

Ese tiempo verbal, quisiera pensar, es la manera que tiene el personaje de compartir sus vivencias con las lectoras y lectores; de dejarles entrar en su historia íntima y comunicarles las emociones que todavía la marcan en la adultez. Esto tiene que ver también con la estructura fragmentada de la novela. No hay una línea argumental que haga avanzar ordenadamente la trama. Preferí construirla a partir de escenas y que la historia se vaya revelando por acumulación de situaciones. El deporte de alta competencia obedece más a una narración lineal, una épica de avance progresivo. La estructura de fragmentos, me parece, contrasta con ese supuesto. Pero no hay héroes en esta novela, como comenté anteriormente. Hay tan solo un aprendizaje respecto de cómo gestionar en la vida las heridas que perduran para siempre.

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Entrevista Reflexión

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“Escribí lo que no encontré en los libros que leía”

Entrevista de Erick Abanto

Periodista y escritor, nacido en Navarra, España. Ha dirigido y trabajado en numerosos periódicos, televisiones y radios en Europa y Latinoamérica. Es además autor, entre otras novelas, de El hombre de la Leica (2006), Los sueños de un libertador (2010), cuyo protagonista es el general Miranda, el Precursor, y Todo llevará su nombre (2014), que narra los comienzos de la lucha por la emancipación y el final de la vida del libertador Simón Bolívar en Santa Marta, Colombia. Aprovechamos su visita a Lima por la Feria Internacional del Libro 2024 para conversar con él.

¿Cómo va la gira de presentación de su libro?

Va muy bien. Y, además, estoy descubriendo en Lima que hay mucho interés sobre Ayacucho, cosa que me gusta. La gente se acerca mucho para hacerme preguntas, observaciones, comentarios de escenas del libro que les ha gustado.

¿No ha tenido ninguna sorpresa? ¿Alguna polémica política acerca de sus libros? Usted sabe, la historia siempre es controversial.

No, porque además estamos hablando de algo que pasó hace doscientos años, y hay que ponerse las gafas para ver con la vista de 1824, y no tratar de adecuar el pasado al presente. Afortunadamente, no ha habido polémicas de ese tipo.

¿Cómo nace la idea de la trilogía? ¿Lo concibió así desde el primer momento?

No, al principio no pensaba en una trilogía, ni mucho menos. Fui escribiendo el primer volumen, la historia de Francisco de Miranda, cuando me di cuenta que se podía contar como episodios de una historia más amplia. De ahí escribí Todo llevará su nombre, sobre los últimos días de Bolívar, ya con la idea de formar una trilogía.

Novelar los últimos días de Bolívar parece una empresa arriesgada. ¿Por qué escogió a ese personaje y cómo lo escribió?

Bolívar es un gran personaje. Yo lo escribí porque tenía muy presente su figura en las conversaciones familiares. La historia de Francisco de Miranda, la de Bolívar, todo ello se conversaba en mi familia porque tengo unos tíos muy cercanos que, durante la Guerra Civil Española, migraron a Venezuela, donde es muy conocido todo esto. Entonces desde siempre he estado vinculado con la historia venezolana y sus figuras históricas. Pero para serte sincero yo no escogí a Bolívar. Lo que pasa es que Gabriel García Márquez, que fue mi amigo, leyó el libro de Miranda y me dijo “tienes que escribir el de Simón Bolívar”. Yo le dije “pero tú ya lo has escrito, de alguna manera, en El general en su laberinto”. Y me dijo “aún así hazlo, porque nadie ha escrito con el nombre propio del Libertador”. Y bueno, lo hice (risas).

Pudo haber sido Sucre también, o Santander.

Claro, pero tenía más información de Bolívar. Además, yo no hago una propaganda, esa no era mi intención. Pudo haber sido otro personaje, lo que me interesaba en ese libro es explorar los últimos días de alguien que siempre ha sido visto como una figura fuerte, sólida y, de pronto, sus últimos momentos son de enfermedad y soledad. Esa contradicción la encontré fértil para explorar otras dimensiones de la condición humana.

Para tratar estos temas, ¿por qué escogió la novela histórica y no la crónica o la divulgación?

Hombre, la novela siempre me ha parecido el género más apropiado para estos temas. Resulta que yo escribí lo que no encontré en los libros que leía. La historia de la Independencia está muy bien documentada y hay muchas investigaciones que son muy buenas, pero la gente quiere saber qué pasó y yo me propuse juntar todos esos datos y esos documentos y escribir una novela. Además, es como una introducción al tema, sazonada con escenas sentimentales, trágicas y esas cosas. Ya si uno quiere profundizar, pues ahí están los textos, las fuentes, los archivos.

Un escritor peruano, Miguel Gutiérrez, decía que el novelista es un historiador privilegiado porque ingresa allí donde los historiadores no pueden ingresar, a los sentimientos, las emociones.

No conocía a ese escritor que mencionas, pero mis novelas se ajustan a la verdad, nadie puede cambiar el pasado. Lo que hago es agregar elementos propios de la novela histórica, diálogos, escenas, ambientes. No puedo cambiar la historia, pero sí contarla de una manera amena y poniendo el énfasis en esos años.

En el caso de la Batalla de Ayacucho, ¿pudo haber sido distinta la historia?

No, la suerte ya estaba echada. Si no ocurría allí, ocurría en algún otro lugar y en algún momento. Y el resultado iba a ser el mismo. Yo he investigado el tema y no hay una sola manera de pensar que pudo haber sido distinto. Lo que se puede especular es el momento, la zona, etc. Pero de que los patriotas dirigidos por Bolívar ganaban la guerra es incuestionable. Tarde temprano iba a ocurrir. 

Las batallas suelen ser representadas como grandes momentos masculinos. En el caso de su novela Un día de guerra en Ayacucho, el personaje principal es una mujer: Flora Barros. ¿Cuál fue el papel de las mujeres en Ayacucho?

Bueno, las mujeres siempre participaban en este tipo de guerras. Aquí en Perú las conocen como las rabonas. Como bien dices, en el caso de la novela Un día de guerra en Ayacucho, escogí a Flora porque era una perspectiva distinta de la guerra y, además, porque las mujeres, en esas guerras, acompañaban a sus maridos para asistirlos en la comida, la vestimenta, etc. Entonces son personajes que recorren de primera mano todo el proceso de la guerra. Esa perspectiva me permitía no sólo concentrarme en la batalla en sí, sino explorar también las tensiones previas y posteriores.  

Finalmente, ¿qué queda de todo esto? ¿Valió la pena? A la luz del presente, ¿realmente se cumplió la promesa de libertad y bienestar que inspiraba a los patriotas?

No, claro que no. Después de las guerras de la Independencia, lo que vemos es que cada nación se desvivió en guerras civiles de por lo menos cincuenta años. Después de Ayacucho lo que vino es caos y violencia, aquí y en otros lados. La promesa no se cumplió, y ya vemos los resultados. Pero no se puede juzgar el pasado con ojos del presente. Lo que ocurrió en Ayacucho tenía que ocurrir, más allá de posturas políticas. Y pues, en ese momento, era la gran oportunidad para la construcción de un sistema nuevo.

Se lo pregunto por estos brotes de nostalgia monarquista que estamos experimentando en Latinoamérica. A raíz del surgimiento de la ultraderecha, hay grupos minoritarios que enaltecen la bandera española y discuten la independencia.

Pues no he tenido conocimiento de ello. Pero, en cualquier caso, lo hecho, hecho está. 

Por último, hay algún libro que recomiende a nuestros lectores

Pues mira, todos los buenos libros son recomendables. Si quieres novelas, siempre recomiendo dos clásicos: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que es una exquisitez, y, por supuesto, la madre de todas las novelas, El Quijote.