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Reseña: Personas decentes (2022) de Leonardo Padura

Asesinatos, prostitución y rock n´ roll

Por Omar Guerrero

Personas decentes (Tusquets, 2022) del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955) es una novela que forma parte de la saga policial del detective Mario Conde (la última entrega hasta el momento con la que suma un total de diez títulos). También se podría decir que es la mejor hasta la fecha. La historia se divide en dos partes. La primera se ubica en La Habana actual, con mayor precisión en 2016, caracterizada por la visita de Barack Obama, el desfile de Chanel, la filmación de Rápidos y furiosos, el turismo de Rihanna, las hermanas Kardashian y el histórico concierto de los Rolling Stones (cabe mencionar que este último hecho se presenta como algo de mayor interés para los amigos de Conde, razón para entablar diversas conversaciones entre varios vasos de ron y platos con habichuelas sin dejar de escuchar la música que tanto les gusta). Se toma en consideración que todos estos hechos producen la ausencia de policías para cubrir otros temas más comunes como los asesinatos dentro de la isla.

La segunda parte tiene como telón de fondo La Habana de inicios del siglo XX, cuando la isla era conocida como la “Niza del Caribe” y donde se permitían demasiadas cosas ilegales, más aún si de por medio estaba el nombre de Alberto Yarini y Ponce de León (1882-1910), el rey de la prostitución de la isla, conocido también por ser un dandi y un casanova. En ambos tiempos ocurren unos asesinatos que están relacionados entre sí y que no dejan de ser una incógnita hasta que Mario Conde abandona por un momento la compra y venta de libros viejos para empezar con sus investigaciones, primero a solicitud de su excompañero Manuel Palacios, también conocido como Manolo; y luego por el interés que le despiertan esos otros crímenes ocurridos en el pasado, y cuyos misterios serán revelados a partir del trabajo de otro policía llamado Arturo Saborit Amargó, quien no deja de tener presente lo ético, lo correcto y lo justo, características propias de las “personas decentes”.

El primer asesinato ocurrido en tiempo presente, en 2016, corresponde a Reynaldo Quevedo, un poeta mediocre y envidioso con algún grado militar menor en el pasado que, con su vocación de inquisidor y su maldad innata de represor, le arruinó la vida a muchos artistas e intelectuales que sufrieron persecución y censura por parte del régimen cubano en los años setenta, así como les sucedió a los escritores Lezama Lima y Virgilio Piñera, o el teatrista Alberto Marqués. Este Quevedo aparece muerto producto de un golpe contundente en la cabeza. Lo curioso es que sólo le roban un par de cuadros mientras que su cuerpo aparece con el miembro viril desmembrado, cortado con el cuchillo de la cocina, aparte de sufrir la amputación de tres dedos de la mano, cercenados con la tijera de podar el jardín. En la escena del crimen quedaron estas partes separadas como una muestra del odio que tenía el asesino hacia la víctima. Y no era para menos porque a este tal Quevedo era visto como un verdadero “hijo de puta” (p.45). Esta hipótesis se incrementa con sus perversiones que son descubiertas a partir de los informes forenses donde se le encuentran restos de semen en su parte rectal.

En cuanto a los otros asesinatos, estos ocurren en 1910, año que se caracteriza por la presencia del cometa Halley, cuya visita producía gran zozobra entre la gente pensando que se trataba del fin del mundo, aunque ante este posible peligro, muchos procedieron a actuar de manera distinta:

Ante lo inevitable, muchos se negaron a gastar en inútiles telescopios o mapas cósmicos y la mayoría prefirió decantarse por las opciones más divertidas, como la de comprar y consumir alcoholes y alucinógenos, la de apostar a cualquier cosa que se les ocurriera en los garitos que brotaban como hormigueros, la de bailar a toda hora y con cualquier música y, sobre todo, más que todo, la de fornicar como poseídos. En la ciudad se estableció el imperio del éxtasis y la lujuria (p.36). 

Muchos de estos hechos ocurrían muy cerca de la Estación policial de Paula y Compostela, centro de labores de Arturo Saborit, quien se convirtió en testigo involuntario de todo lo que ocurría en esta ciudad (La Habana) donde proliferaba el alcohol, las drogas, la prostitución y el juego, más aún con la presencia del famoso burdel que pertenecía a Alberto Yarini, bastante conocido por la belleza de sus mujeres. Es justo una de sus trabajadoras quien aparece asesinada de la manera más cruel:

Según el doctor Torres, la mujer había sido descuartizada a machetazos, el primero de los cuales lo recibió con vida y fue el que le arrancó el brazo. Quizás el segundo fue el que la decapitó. El forense estableció, además, que la mujer había practicado una felación y tragado parte del semen de su agresor y, antes o después de la muerte, había tenido sexo vaginal y rectal con el mismo hombre (p.117).

A partir de este hecho tan truculento, donde el sexo y las transgresiones han tenido gran participación, las investigaciones se dirigen hacia Alberto Yarini, no como posible culpable, pero sí como uno de los principales móviles de este crimen, más aún al conocer tan bien a la víctima, o por su cercanía con ella, porque a pesar de su fama de proxeneta, prevalece en él su imagen de gran empresario y de don juan, ambas presentadas de manera hiperbólica:

Entre todos esos jóvenes provenientes de linajes acomodados, muy pronto Alberto también se distinguió por sus éxitos amatorios. Su estampa física, sus modales, su experiencia vital en Nueva Inglaterra y su desenfado lo distinguían y tuvo más novias y mujeres que nadie, y, para retenerlo, algunas de esas amantes que se enamoraban de él comenzaron a sostenerlo con regalos y dinero. Fue entonces cuando el instinto comercial de Yarini hizo lo demás: primero a una, luego a dos, prostituyó a algunas de esas amantes y, en cinco años, ya contaba con un harén de doce mujeres laborando en el mercado habanero del sexo (p.155).

Y a pesar de que se siguen cometiendo otros delitos y excesos durante el año 1910, Alberto Yarini no deja de ser el centro de atención y de muchos comentarios como si se tratase del mismo cometa Halley. De esta manera Leonardo Padura presenta a un personaje real que tiene muchos dotes de ficción y cuya aura se ha mantenido a través de los años dentro de la idiosincrasia cubana al punto que su tumba nunca deja de tener flores. Esto mismo lo comenta en un artículo que se incluyó dentro de su libro de crónicas El viaje más largo (1994) donde brinda una serie de detalles sobre este hombre que era llamado “El gallo de San Isidro”. Por supuesto que el tema sexual, tan recurrente en la obra de Padura, sobre todo en su saga de Mario Conde, se hace mucho más explícito sólo para terminar de presentar a este personaje que se vuelve figura central en Personas decentes:

Con el movimiento vi cómo el miembro de Yarini se balanceaba como si fuese el badajo de una campana. Y no es que sepa mucho sobre las proporciones de los penes, aunque tengo el mío y haya visto el de algunos cadáveres, pero es que el miembro colgante entre las piernas de aquel hombre tenía unas dimensiones y un grosor exagerados. Una pinga de ese calibre también explicaba muchas cosas (p.222).

Es justo en la fatídica noche del 21 de noviembre del 1910, fecha de fallecimiento de Alberto Yarini, donde la figura del policía Arturo Saborit cobra una notoria importancia, más aún al mantener su definición de “personas decentes” para esclarecer no sólo el crimen de Yarini sino también de los otros asesinatos cometidos, y cuyos principales involucrados siguen siendo más proxenetas y prostitutas. Entre estas últimas destacan las extranjeras, en especial una llamada Bertha Fontaine, conocida también como La Petit Bertha, poseedora de una extremada belleza.

Mientras tanto, en 2016, a medida que se acerca el concierto de los Rolling Stones, aparece otro hombre muerto y castrado. Esto llama la atención de Mario Conde al intentar descubrir el por qué los asesinos quieren minimizar la virilidad de sus víctimas. Es entonces que surgen varias hipótesis que van desde la historia de la homosexualidad masculina en Cuba, donde se incluyen varios cuadros de desnudos varoniles, hasta la historia del pene cortado de Napoleón. Y en medio de todas estas conjeturas surge el nombre de una poeta cubana que sufrió una serie de injusticias (muerte civil) por parte del régimen cubano tan igual como sucedió con la escritora rusa Anna Ajmátova bajo el gobierno autoritario de Stalin. Es a partir de este descubrimiento con el que se llega a la resolución de estos crímenes mientras que millones de cubanos se preparan para cantar las canciones de Mick Jagger y compañía.

De esta manera se concluye que no es necesario haber leído las novelas anteriores de esta saga policial para deleitarse con una novela tan buena como Personas decentes. Sólo queda pedir larga vida al inspector Mario Conde y que nunca se acaben sus historias.

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Datos del libro reseñado:

Leonardo Padura

Personas decentes

Tusquets, 2022

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Reseña: Hotel Chile (2022) de Luis Sepúlveda

Literatura y fotografía

Por Omar Guerrero

Hotel Chile (Tusquets, 2022) del escritor chileno Luis Sepúlveda (1949-2020) es un libro póstumo que se publicó dos años después de fallecer su autor como víctima de la pandemia del coronavirus (Covid-19). La edición ha estado a cargo de su entrañable amigo, el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, quien no sólo se encargó de revisar y ordenar los textos que componen este proyecto, sino también de incluir un sinnúmero de fotografías que resumen todos sus años de amistad, donde aparecen muchos familiares, amigos y diversos personajes que pasaron a convertirse en protagonistas de estos escritos que están más cerca del género del diario, de la crónica, de los recuerdos y de una serie de experiencias que nunca más quedarán en el olvido.

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

El libro está compuesto por un prólogo escrito por el mismo Daniel Mordzinski, que luego da paso a 21 textos cortos de la autoría de Luis Sepúlveda. La mayoría de estos textos, o casi todos, son muy íntimos y personales. Son no-ficcionales, a excepción de uno que es el inicio o arranque de un manuscrito ficticio que, con mucho pesar, quedó inconcluso o trunco. Su título es “Detalles de un sueño”.

A largo del libro queda en evidencia una juventud impulsiva, además de una temprana adultez estremecida por el golpe Estado y la dictadura militar de Pinochet; y, a continuación, sigue una vida llena de exilios y viajes, innumerables cartas y muchos, pero muchos recuerdos, entre buenos y malos. Y a pesar de los traumas y el sufrimiento surgido por ciertos hechos, queda el deseo de continuar soñando y viviendo, de ser feliz a toda costa, más aún si se busca amparo en la literatura, o en el deseo de seguir explorando parajes desconocidos y acumular muchas vivencias. Y todo ello retratado a través de una serie de imágenes que confirman una larga amistad, además de un trabajo minucioso que ingresa en lo cotidiano y en el lado más personal sólo para mostrar la verdadera esencia del escritor, del hombre. Así lo explica Daniel Mordzinski en el prólogo:

Hotel Chile nace de mi necesidad de ponerle punto final a este duelo, y es un puente transversal entre literatura y fotografía, son flashes de una “foto-biografía” que incluye textos de Luis, que dialogan con mis fotografías; un tándem que nos permite asomarnos a los lugares que tuvieron especial sentido en la vida del escritor, desde las ciudades de su infancia y juventud hasta aquella última en la que residió hasta su muerte. (p.17).

Y vaya que estos discursos dialogan a pesar de la diferencia de tiempos, como si cada proyecto encajara sin saber que en el futuro se convertirían en uno solo, en cuyas páginas se encuentra la ineludible marca de la nostalgia, de la pérdida y de la necesidad de no olvidar. Así lo comenta Luis Sepúlveda en el prologo de un libro titulado Últimas noticias del sur del año 2011, insertado también como prefacio:

Este libro nació como la crónica de un viaje realizado por dos amigos, pero con el tiempo, los cambios violentos de la economía y la voracidad de los triunfadores los transformaron en un libro de noticias póstumas, en la novela de una región desaparecida. (p.29).

Otra muestra del diálogo entre ambos amigos es el texto con el que inicia el libro titulado “Ese Daniel…” en mención al querido fotógrafo argentino, a quien Sepúlveda llaman con el apelativo de “el Rusito” (p.33), en referencia al origen de su apellido, y con el que ha tenido muchas vivencias y viajes, entre ellos, un paseo de a tres junto al poeta Juan Gelman en París mientras contemplan y juguetean entre jardines públicos y estatuas que terminan formando parte de unos retratos pertenecientes a ese género fotográfico tan singular llamado “fotinski”, obvia autoría del genial Mordzinski.

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

Otros textos del libro que sobresalen, a punto de conmover hasta las lágrimas, son: “Palabras sobre París” donde queda el recuerdo de unos paseos en la Ciudad Luz en 1980 de la mano de Julio Cortázar, quien le preparó una “rigurosa ceremonia” antes de cruzar el Pont Neuf, el mismo que se menciona en Rayuela. Y esta ceremonia consistía en beber unos coñacs en la terraza de la Samaritaine mirando hacia la Rive Gauche en una tarde de lluvia.

En “Correspondencia” llama la atención la preocupación del escritor argentino Mempo Giardinelli al saber que su amigo Lucho Sepúlveda no asistirá a la Feria del Libro de Buenos Aires debido a un serio problema de salud, por lo que enseguida le escribe un correo a instarlo a que se recupere pronto para que puedan reunirse en su casa y enseñarle como se hace un buen asado argentino.

O el texto “Mi hijo vuelve a Chile” dedicado a su hijo Carlos, quien tiene que huir de su propio país siendo muy niño por culpa de las represiones de la dictadura militar. Ha pasado el tiempo y Carlos ya es un adulto, es músico, guitarrista de un grupo de rock escandinavo que tiene muchos seguidores. Carlos ya tiene pareja, una hermosa sueca, a quien el escritor recibe como a una hija, tan igual como lo hace con su hijo Carlos, en compensación por todo el tiempo perdido, por las distancias y las heridas que ya han cicatrizado. Este mismo reencuentro familiar se repite, con el mejor de los gustos, en “El asado es asunto del viejo”, donde su hijo Carlos, aparte de su pasión por la guitarra, también ha desarrollado su afición por la fotografía, por lo que su padre lo señala como un seguidor de su amigo Mordzinski.

Un texto que es bastante sorprendente, y también jocoso, es “Don Camilo y Peppone” donde se cuentan los entretelones de la Copa del Mundo a realizarse en Chile en 1962, lo que despertaba el júbilo y emoción de todos los chilenos por ser anfitriones de tan importante evento. Sin embargo, dos años antes, Chile sufre un terremoto de 7,5 grados en la escala de Richter, lo que trae a colación una serie de réplicas que terminan ocasionando otro sismo mucho más fuerte de 9,5 grados, además de un tsunami. Y después de semejante tragedia, el país y sus ciudadanos se ponen de pie debido a su empecinamiento de querer realizar el Mundial de fútbol. Y entre tantos arreglos y reconstrucciones durante los siguientes meses, surge la necesidad de conseguir nuevos televisores para poder ver los partidos, por lo que la gente murmura que en la casa de las putas ya hay un televisor, pues hace unos días les colocaron la antena en el techo, a lo que el cura de la comunidad pregunta sorprendido cómo es que se sabe de esto y qué es lo hacía en el techo del burdel esta persona que confirmaba la instalación de la antena (p.161).

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

En “Un caramelo de sesenta y dos páginas” se cuenta la historia del joven escritor chileno Luis Sepúlveda, quien acude a la imprenta de los hermanos Arancibia, quienes son dos españoles republicanos que llegaron a Chile en 1939 como refugiados de la guerra. Estos hermanos españoles se convirtieron por los siguientes años en el principal referente de la incipiente industria del libro en la ciudad de Santiago. Cada autor chileno que publicaba, los ejemplares de su obra salían sí o sí de la imprenta de estos hermanos españoles. Así fue como el joven Luis Sepúlveda se atrevió a llevar el manuscrito de su primer libro de poemas, el cual fue aceptado por estos extranjeros con la única consigna de vender todo el tiraje sólo para poder pagar la primera impresión de 250 ejemplares de su poemario de 62 páginas. Es así como el joven poeta se convirtió también en el vendedor de su propio libro, aunque el monto total a pagar sólo pudo lograrlo gracias una tía que, aún pensando que su sobrino era un niño, le deslizaba unos billetes en su bolsillo con la justificación de comprarse “unos caramelos”.

Y el texto más entrañable, sin ninguna duda, es uno de los finales, titulado “Una duda y una certeza”, que nace a partir de una ilusión amorosa en su juventud, donde la decepción y la ironía se unen para dejar en evidencia que el fútbol y la literatura pueden ser incompatibles, pero, a pesar de toda diferencia, pueden llegar a jugar en pared. De esta manera el autor sentencia (y confiesa) lo siguiente: “Y la certeza es la de saber que, por culpa de la literatura, el fútbol chileno perdió a un gran delantero” (p.205).

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

Como colofón a este homenaje sólo queda citar unos versos que componen el poema “Mis muertos” del mismo Sepúlveda con lo que cierra el libro:

               […]

A veces me envidan mis muertos

               Dicen: «esa cana qué bien me hubiera quedado»

               «qué flor de pinta me habrían dado esas arrugas»

               «esos hijos de mi amor tenían que haber sido»

               y cuando tú me llamas con fragancia de albahaca

               les digo vengan hermanos como antes a la mesa

               y entonces, solo entonces, me abrazan y callan

               (p.209)

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Datos del libro reseñado:

Luis Sepúlveda

Hotel Chile

Tusquets, 2022

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Reseña: Pura pasión (2020) de Annie Ernaux

El placer como dolor futuro

Por Sebastián Uribe

«Cuando empiece a escribir este texto a máquina, cuando se me aparezca en letras de molde, mi inocencia se habrá terminado». Cito la última frase de la nouvelle de Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) por su exquisito juego temporal y la extinción de la condición a la que alude, concebida como un estado de obnubilación sin culpas y no cual mero periodo de ingenuidad que se deba superar por imposición externa. El único lamento del fin de la inocencia es el tránsito del éxtasis emocional del título a experiencia pasada y la imposibilidad, por más que se agoten todos los recursos de la ficción, de replicar de manera real un tiempo en el que el futuro y sus consecuencias importan poco o nada frente al objetivo de extender el presente a como dé lugar, misión en la que se es capaz de apostar la vida misma.

¿Cuál es la frontera entre el deseo amoroso y la obsesión enfermiza? ¿Existe? No son preguntas nuevas las que surgen al leer esta novela corta, cuya trama, la confesión de la amante de un hombre casado, es tan antigua como la literatura misma. Lo que causa la disrupción, esa sensación de estar ante algo novedoso y único, es la intensidad que emana, posible por la capacidad de Ernaux de contar y reflexionar en poquísimas líneas sobre el delirio al que la ha llevado una relación amorosa y en el que no cabe interés alguno por responder a los juicios externos que esta puede provocar. La narración entrecortada, con cada anotación dispuesta cual resquicio de un discurso que se sabe intraducible del todo y con el que solo es posible trabajar mediante sus residuos y esquirlas, le impregna un matiz único de urgencia y zozobra a la experiencia de lectura.

Annie Ernaux – Foto: Inma Flores (El País)

Gran parte del presente hastío que generan algunas novelas autobiográficas responde a que estas se amparan de manera exclusiva en el morbo y la pérdida gratuita de pudor. Pura pasión se ubica en la otra orilla por una diferencia esencial: un texto sobre la pasión solo es posible al término de esta, no mientras se encuentra vigente. El lapso que media entre ambos estados es determinante para salvar a lo narrado de un exhibicionismo vacuo y ramplón, cuyo único destino posible es un abismo de perpetuo e irremediable tedio. La pasión no avergüenza, su publicación y lectura sí, nos da a entender Ernaux. Precisamente, es ese miedo, ese pudor, lo que sostiene el riesgo, la sensación de que la autora se está jugando el todo por el todo al publicar lo que ha escrito, algo que el lector agradece y, por qué no, aplaude.

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Datos del libro reseñado:

Annie Ernaux

Pura pasión

Tusquets, 2020, 80 pp.