El placer como dolor futuro
Por Sebastián Uribe
«Cuando empiece a escribir este texto a máquina, cuando se me aparezca en letras de molde, mi inocencia se habrá terminado». Cito la última frase de la nouvelle de Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) por su exquisito juego temporal y la extinción de la condición a la que alude, concebida como un estado de obnubilación sin culpas y no cual mero periodo de ingenuidad que se deba superar por imposición externa. El único lamento del fin de la inocencia es el tránsito del éxtasis emocional del título a experiencia pasada y la imposibilidad, por más que se agoten todos los recursos de la ficción, de replicar de manera real un tiempo en el que el futuro y sus consecuencias importan poco o nada frente al objetivo de extender el presente a como dé lugar, misión en la que se es capaz de apostar la vida misma.
¿Cuál es la frontera entre el deseo amoroso y la obsesión enfermiza? ¿Existe? No son preguntas nuevas las que surgen al leer esta novela corta, cuya trama, la confesión de la amante de un hombre casado, es tan antigua como la literatura misma. Lo que causa la disrupción, esa sensación de estar ante algo novedoso y único, es la intensidad que emana, posible por la capacidad de Ernaux de contar y reflexionar en poquísimas líneas sobre el delirio al que la ha llevado una relación amorosa y en el que no cabe interés alguno por responder a los juicios externos que esta puede provocar. La narración entrecortada, con cada anotación dispuesta cual resquicio de un discurso que se sabe intraducible del todo y con el que solo es posible trabajar mediante sus residuos y esquirlas, le impregna un matiz único de urgencia y zozobra a la experiencia de lectura.
Gran parte del presente hastío que generan algunas novelas autobiográficas responde a que estas se amparan de manera exclusiva en el morbo y la pérdida gratuita de pudor. Pura pasión se ubica en la otra orilla por una diferencia esencial: un texto sobre la pasión solo es posible al término de esta, no mientras se encuentra vigente. El lapso que media entre ambos estados es determinante para salvar a lo narrado de un exhibicionismo vacuo y ramplón, cuyo único destino posible es un abismo de perpetuo e irremediable tedio. La pasión no avergüenza, su publicación y lectura sí, nos da a entender Ernaux. Precisamente, es ese miedo, ese pudor, lo que sostiene el riesgo, la sensación de que la autora se está jugando el todo por el todo al publicar lo que ha escrito, algo que el lector agradece y, por qué no, aplaude.
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Datos del libro reseñado:
Annie Ernaux
Pura pasión
Tusquets, 2020, 80 pp.