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Reseña: Hotel Chile (2022) de Luis Sepúlveda

Literatura y fotografía

Por Omar Guerrero

Hotel Chile (Tusquets, 2022) del escritor chileno Luis Sepúlveda (1949-2020) es un libro póstumo que se publicó dos años después de fallecer su autor como víctima de la pandemia del coronavirus (Covid-19). La edición ha estado a cargo de su entrañable amigo, el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, quien no sólo se encargó de revisar y ordenar los textos que componen este proyecto, sino también de incluir un sinnúmero de fotografías que resumen todos sus años de amistad, donde aparecen muchos familiares, amigos y diversos personajes que pasaron a convertirse en protagonistas de estos escritos que están más cerca del género del diario, de la crónica, de los recuerdos y de una serie de experiencias que nunca más quedarán en el olvido.

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

El libro está compuesto por un prólogo escrito por el mismo Daniel Mordzinski, que luego da paso a 21 textos cortos de la autoría de Luis Sepúlveda. La mayoría de estos textos, o casi todos, son muy íntimos y personales. Son no-ficcionales, a excepción de uno que es el inicio o arranque de un manuscrito ficticio que, con mucho pesar, quedó inconcluso o trunco. Su título es “Detalles de un sueño”.

A largo del libro queda en evidencia una juventud impulsiva, además de una temprana adultez estremecida por el golpe Estado y la dictadura militar de Pinochet; y, a continuación, sigue una vida llena de exilios y viajes, innumerables cartas y muchos, pero muchos recuerdos, entre buenos y malos. Y a pesar de los traumas y el sufrimiento surgido por ciertos hechos, queda el deseo de continuar soñando y viviendo, de ser feliz a toda costa, más aún si se busca amparo en la literatura, o en el deseo de seguir explorando parajes desconocidos y acumular muchas vivencias. Y todo ello retratado a través de una serie de imágenes que confirman una larga amistad, además de un trabajo minucioso que ingresa en lo cotidiano y en el lado más personal sólo para mostrar la verdadera esencia del escritor, del hombre. Así lo explica Daniel Mordzinski en el prólogo:

Hotel Chile nace de mi necesidad de ponerle punto final a este duelo, y es un puente transversal entre literatura y fotografía, son flashes de una “foto-biografía” que incluye textos de Luis, que dialogan con mis fotografías; un tándem que nos permite asomarnos a los lugares que tuvieron especial sentido en la vida del escritor, desde las ciudades de su infancia y juventud hasta aquella última en la que residió hasta su muerte. (p.17).

Y vaya que estos discursos dialogan a pesar de la diferencia de tiempos, como si cada proyecto encajara sin saber que en el futuro se convertirían en uno solo, en cuyas páginas se encuentra la ineludible marca de la nostalgia, de la pérdida y de la necesidad de no olvidar. Así lo comenta Luis Sepúlveda en el prologo de un libro titulado Últimas noticias del sur del año 2011, insertado también como prefacio:

Este libro nació como la crónica de un viaje realizado por dos amigos, pero con el tiempo, los cambios violentos de la economía y la voracidad de los triunfadores los transformaron en un libro de noticias póstumas, en la novela de una región desaparecida. (p.29).

Otra muestra del diálogo entre ambos amigos es el texto con el que inicia el libro titulado “Ese Daniel…” en mención al querido fotógrafo argentino, a quien Sepúlveda llaman con el apelativo de “el Rusito” (p.33), en referencia al origen de su apellido, y con el que ha tenido muchas vivencias y viajes, entre ellos, un paseo de a tres junto al poeta Juan Gelman en París mientras contemplan y juguetean entre jardines públicos y estatuas que terminan formando parte de unos retratos pertenecientes a ese género fotográfico tan singular llamado “fotinski”, obvia autoría del genial Mordzinski.

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

Otros textos del libro que sobresalen, a punto de conmover hasta las lágrimas, son: “Palabras sobre París” donde queda el recuerdo de unos paseos en la Ciudad Luz en 1980 de la mano de Julio Cortázar, quien le preparó una “rigurosa ceremonia” antes de cruzar el Pont Neuf, el mismo que se menciona en Rayuela. Y esta ceremonia consistía en beber unos coñacs en la terraza de la Samaritaine mirando hacia la Rive Gauche en una tarde de lluvia.

En “Correspondencia” llama la atención la preocupación del escritor argentino Mempo Giardinelli al saber que su amigo Lucho Sepúlveda no asistirá a la Feria del Libro de Buenos Aires debido a un serio problema de salud, por lo que enseguida le escribe un correo a instarlo a que se recupere pronto para que puedan reunirse en su casa y enseñarle como se hace un buen asado argentino.

O el texto “Mi hijo vuelve a Chile” dedicado a su hijo Carlos, quien tiene que huir de su propio país siendo muy niño por culpa de las represiones de la dictadura militar. Ha pasado el tiempo y Carlos ya es un adulto, es músico, guitarrista de un grupo de rock escandinavo que tiene muchos seguidores. Carlos ya tiene pareja, una hermosa sueca, a quien el escritor recibe como a una hija, tan igual como lo hace con su hijo Carlos, en compensación por todo el tiempo perdido, por las distancias y las heridas que ya han cicatrizado. Este mismo reencuentro familiar se repite, con el mejor de los gustos, en “El asado es asunto del viejo”, donde su hijo Carlos, aparte de su pasión por la guitarra, también ha desarrollado su afición por la fotografía, por lo que su padre lo señala como un seguidor de su amigo Mordzinski.

Un texto que es bastante sorprendente, y también jocoso, es “Don Camilo y Peppone” donde se cuentan los entretelones de la Copa del Mundo a realizarse en Chile en 1962, lo que despertaba el júbilo y emoción de todos los chilenos por ser anfitriones de tan importante evento. Sin embargo, dos años antes, Chile sufre un terremoto de 7,5 grados en la escala de Richter, lo que trae a colación una serie de réplicas que terminan ocasionando otro sismo mucho más fuerte de 9,5 grados, además de un tsunami. Y después de semejante tragedia, el país y sus ciudadanos se ponen de pie debido a su empecinamiento de querer realizar el Mundial de fútbol. Y entre tantos arreglos y reconstrucciones durante los siguientes meses, surge la necesidad de conseguir nuevos televisores para poder ver los partidos, por lo que la gente murmura que en la casa de las putas ya hay un televisor, pues hace unos días les colocaron la antena en el techo, a lo que el cura de la comunidad pregunta sorprendido cómo es que se sabe de esto y qué es lo hacía en el techo del burdel esta persona que confirmaba la instalación de la antena (p.161).

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

En “Un caramelo de sesenta y dos páginas” se cuenta la historia del joven escritor chileno Luis Sepúlveda, quien acude a la imprenta de los hermanos Arancibia, quienes son dos españoles republicanos que llegaron a Chile en 1939 como refugiados de la guerra. Estos hermanos españoles se convirtieron por los siguientes años en el principal referente de la incipiente industria del libro en la ciudad de Santiago. Cada autor chileno que publicaba, los ejemplares de su obra salían sí o sí de la imprenta de estos hermanos españoles. Así fue como el joven Luis Sepúlveda se atrevió a llevar el manuscrito de su primer libro de poemas, el cual fue aceptado por estos extranjeros con la única consigna de vender todo el tiraje sólo para poder pagar la primera impresión de 250 ejemplares de su poemario de 62 páginas. Es así como el joven poeta se convirtió también en el vendedor de su propio libro, aunque el monto total a pagar sólo pudo lograrlo gracias una tía que, aún pensando que su sobrino era un niño, le deslizaba unos billetes en su bolsillo con la justificación de comprarse “unos caramelos”.

Y el texto más entrañable, sin ninguna duda, es uno de los finales, titulado “Una duda y una certeza”, que nace a partir de una ilusión amorosa en su juventud, donde la decepción y la ironía se unen para dejar en evidencia que el fútbol y la literatura pueden ser incompatibles, pero, a pesar de toda diferencia, pueden llegar a jugar en pared. De esta manera el autor sentencia (y confiesa) lo siguiente: “Y la certeza es la de saber que, por culpa de la literatura, el fútbol chileno perdió a un gran delantero” (p.205).

 © Daniel Mordzinski y Editorial Tusquets

Como colofón a este homenaje sólo queda citar unos versos que componen el poema “Mis muertos” del mismo Sepúlveda con lo que cierra el libro:

               […]

A veces me envidan mis muertos

               Dicen: «esa cana qué bien me hubiera quedado»

               «qué flor de pinta me habrían dado esas arrugas»

               «esos hijos de mi amor tenían que haber sido»

               y cuando tú me llamas con fragancia de albahaca

               les digo vengan hermanos como antes a la mesa

               y entonces, solo entonces, me abrazan y callan

               (p.209)

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Datos del libro reseñado:

Luis Sepúlveda

Hotel Chile

Tusquets, 2022

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Reseña: Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia (2021, 2023) de Michi Strausfeld

Literatura y política de un continente

Por Omar Guerrero

Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia (Debate, 2021, 2023) es un extenso e interesante ensayo de la filóloga y editora alemana Michi Strausfeld (Recklinghausen, 1945), quien se doctoró en Literatura Latinoamericana centrando sus estudios en la obra de Gabriel García Márquez (de ahí la referencia de este título). También fue editora del poderoso sello Suhrkamp en Alemania donde llegó a publicar muchos títulos de autores hispanoamericanos, razón suficiente para considerarla como una embajadora de las letras en español, sobre todo de este continente. Este ensayo también es una muestra fehaciente de ello.

El libro, de más de quinientas páginas, está dividido en tres partes con un total de dieciséis capítulos que se intercalan con perfiles de muchos autores consagrados con los que la autora ha mantenido cercanía o amistad, además de estudiar sus obras a profundidad. Estos nombres son Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Isabel Allende, João Ubaldo Ribeiro, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Darcy Ribeiro, Manuel Puig, Guillermo Cabrera Infante, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Tomás Eloy Martínez y Elena Poniatowska. Se completa con una introducción bastante explicativa y un epílogo que no necesita ser concluyente, pues este último se presenta con el título “El difícil camino de las frágiles democracias en el siglo XXI”, un fenómeno que viene de tiempo atrás y que parece estar destinado a prolongarse.     

En la introducción, la autora afirma que la literatura va de la mano con la política. Esto es indudable, pues a una se le considera como la representación y/o reflejo de la otra, incluida sus consecuencias, sobre todo en el ámbito social, tal como también lo desarrolla el antropólogo colombiano Carlos Granés en su inmenso ensayo Delirio americano. Se suma la constante presencia de los Estados Unidos sobre el resto del continente bajo una modalidad de estricta vigilancia ante una posible “amenaza” por parte de sus vecinos a partir de las diferencias que mantienen, las cuales van mucho más allá del idioma, por lo que queda claro su interés de continuar con una supremacía:

Pronto tuve claro que en la América Latina de aquellos años literatura y política resultaban inseparables: el entusiasmo por la Revolución cubana y la ira por los muchos asesinatos políticos -como el joven poeta peruano Javier Heraud en 1963, el del teólogo de la liberación colombiano Camilo Torres Restrepo en 1966 y el del admirado Che Guevara en 1967- eran inmensos, eran un tema de conversación continuo. La cuestión principal era la devastadora influencia de Estados Unidos en el desarrollo de América Latina, dado que sus numerosas intervenciones perseguían el fin obvio de proteger y garantizar su hegemonía e intereses económicos. Por eso ayudaban a apuntalar a políticos sumisos, que a menudo eran sus marionetas. (pp.15-16).

Es a partir de este punto que surgen una serie de manifestaciones a lo largo del continente donde se revaloran temas como lo prehispánico, lo autóctono, la tierra y la raza; temas asumidos como pilares de su propia historia, la misma que se presenta llena de crisis y de problemáticas a lo largo del tiempo, y que se convierten en materia esencial para el desarrollo de su literatura. Esta historia tan imperfecta se adhiere al registro de una cultura ancestral que se sostiene a pesar del uso de la lengua española como elemento colonial hereditario. Todos estos elementos no sólo recrean un mestizaje que reafirma una identidad, sino que también traen consigo una serie de riquezas como expresión. Se entiende como el discurso perfecto de lo imperfecto. Y es que esta representación amilana el origen de su reflejo, resaltando el acto mismo de representatividad:

América Latina se encomienda a la potencia de su cultura y a la riqueza de su literatura. Carlos Fuentes constata en el ensayo El espejo enterrado: «Quinientos años después de Colón, los pueblos que hablamos español tenemos el derecho a celebrar la riqueza, variedad y continuidad de nuestra cultura». Octavio Paz está convencido, tal y como concluye en su artículo «Alrededores de la literatura hispanoamericana», de que «la historia de nuestras letras nos consolaría un poco del desaliento que nos produce nuestra historia real». (p.30). 

El primer capítulo de la primera parte llama se centra en la figura de Cristobal Colón como un cuestionado punto de inicio que da cabida a un desarrollo cultural planteado desde la literatura. Se asume como la semilla donde nace una nueva historia que sirve como referente para la recreación de ficciones de un continente. Y es que es inevitable considerarlo como un símbolo que a lo largo de los años se ha ido devaluando. Incluso al punto de sentenciarlo, pues la verdad de su figura es la que ha impuesto en los últimos años. Así lo manifiestan los principales intelectuales de Latinoamérica, más aún sus escritores: 

Por eso concluye Roa Bastos que ese «piloto desconocido» -al que ya mencionaba De las Casas- sería el auténtico Descubridor, y que todo lo demás sólo es mentira o un mito simbólico. Para ello aporta incluso una irónica prueba. A sus ojos Colón es «el precursor preclaro de conquistadores, inquisidores y encomenderos que descubrieron y expoliaron para Europa el Orbe Nuevo», y por lo tanto un personaje funesto. […] Todas las novelas sobre Colón que se enfrentaron al Descubridor y a quinientos años de historia en vísperas de la gran conmemoración de 1992 tienen un rasgo en común: la enfática referencia a las devastadoras consecuencias para Latinoamérica. El «enigma» de la persona de Colón sigue sin resolverse, pero estas interpretaciones nos acercan al Almirante lo suficiente como para hacernos una idea de lo fascinantes que fueron su vida y su descubrimiento. (p.48).     

Es más, surgen opiniones que confirman que Colón no es el punto de inicio de todo lo mencionado, pues ya existían manifestaciones previas como son las culturas prehispánicas cuya importancia reside en ser la verdadera base de una identidad:

Carlos Fuentes instaba a «Inventar el pasado. Recordar el futuro». Para los iberoamericanos, y en particular para los mexicanos, guatemaltecos o peruanos, la historia no comienza con Colón: remiten a sus culturas prehispánicas. Y, sin embargo, 1492 fue la fecha que supuso una cesura, de ahí que Colón siga siendo una figura tan controvertida: pobre Almirante, su gloria disminuye de forma imparable. (p.51).

Otro de los capítulos de la primera parte que sobresale es donde aborda la figura de los conquistadores: Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivida cuya imagen autoritaria y las consecuencias de sus acciones sobre los pueblos oprimidos da paso a lo que recrean los primeros cronistas del continente. Para este punto es ineludible la importancia de la obra de autores mestizos como Guamán Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega.

La imagen de Bolívar también cobra relevancia en este ensayo como el prototipo ideal de autoritarismo sobre un continente. Si bien se aprueba su primera etapa como libertador junto a otros nombres como San Martín y Sucre, su segunda etapa como gobernador es motivo de cuestionamientos a partir de las decisiones tomadas, quizás por eso tuvo tantos detractores como admiradores. Llama la atención que para la literatura se presenta como tema propicio, pero no desde sus triunfos sino desde su decadencia:

Sorprende así que tanto Mutis como García Márquez no eligieron como tema los años gloriosos del Libertador, sino sus últimos y deprimentes meses. Álvaro Mutis presenta en el breve relato El último rostro un par de entradas de diario de coronel polaco Mieczysław Napierski, que buscaba en América nuevos retos y sobre todo la libertad. La entrada del 29 de junio de 1830 recoge su primer encuentro con el general Bolívar, que yace gravemente enfermo en un modesto campamento en Cartagena de Indias.

[…]

Álvaro Mutis no volvió a ocuparse del tema, por lo que García Márquez le preguntó si podía escribir él una novela sobre el Libertador. El trabajo fue arduo, la investigación compleja. En los agradecimientos de su libro dedicado a Álvaro Mutis, El general en su laberinto (1989), García Márquez escribía: «Durante dos años largos me fui hundiendo en las arenas movedizas de una documentación torrencial, contradictoria y muchas veces incierta, desde los treinta y cuatro tomos de Daniel Florencio O´Leary hasta los recortes periodísticos menos pensados». (pp.157-157).

Lo cierto es que para la historia han quedado relegadas, u olvidadas, bajo cierto propósito, todas las atrocidades y abusos cometidos por Bolívar, incluidos los asesinatos o matanzas que él mismo ordenó (p.160), pues el propósito principal es mantener su imagen de héroe de varias naciones o de un continente.

Esta primera parte del libro concluye con lo que ocurrió en el continente a lo largo del siglo XIX, lo que confirma la profecía de Bolívar sobre la nulidad de tiempos pacíficos a partir de la presencia de nuevos militares o caudillos que sólo deseaban tomar las riendas del poder con absoluta autoridad, trayendo consigo cruentas batallas y guerras civiles. Un ejemplo de ello es Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos donde se retrata al dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, gobernante de Paraguay desde 1814 a 1840. Una violencia similar, sumada a la presencia de un líder charlatán, también se puede ver en La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa.  

La segunda parte del libro deja a un lado la figura del dictador para centrarse en hechos históricos y otros elementos con los que guarda relación. De esta manera se aborda la Revolución mexicana, tema presente en varias novelas donde se plasma un fenómeno como el mestizaje sin dejar de lado la importancia del paisaje y la tierra. Un ejemplo de ello es la obra de Juan Rulfo. Por supuesto que también se consideran las propuestas de Carlos Fuentes, siempre referidas a la muerte. Aunque aquí cabe resaltar la obra de las escritoras mexicanas que pusieron su cuota de denuncia contra la situación de las poblaciones indígenas como Rosario Castellanos y Elena Garro, esta última confirmada como un antecedente del “realismo mágico” con su novela Recuerdos del porvenir. A ellas se suma Elena Poniatowska, otra escritora mexicana de total relevancia, sobre todo con su novela Hasta no verte Jesús mío.

En cuanto a la tierra y el paisaje, en el capítulo “Fuerzas de la naturaleza fascinantes” se explora la geografía múltiple del continente, desde sus costas bañadas por dos océanos hasta sus desiertos, pampas, cumbres, nevados, andes y selvas inhóspitas. Como reflejo de estos temas se abordan tres novelas esenciales: La vorágine de José Eustasio Rivera, Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y Gran Sertón de João Guimarães Rosa. 

Completan esta segunda parte la identidad que se busca en el continente a partir del surgimiento de ciertas ideologías que dieron paso al desarrollo de novelas donde se toma como referente principal al individuo, al sujeto de estas tierras, cuyos antecedentes históricos y geográficos se establecen como parte de una fuerte identidad imposible de desprenderse, como es el caso del hombre indígena, representado en las novelas de Ciro Alegría o José María Arguedas. Por su parte, Brasil y el Caribe reafirman su herencia negra a través de sus individuos como parte una identidad irrefutable. Macunaíma de Mário de Andrade y el famoso ensayo de Fernando Ortiz son una muestra de ello.

Por último, en el tercer capítulo, se desarrollan los acontecimientos de la Revolución cubana, que empezó con la caída de un dictador, Fulgencio Batista, para dar paso a otro régimen opresor de la mano de Fidel Castro, otro dictador, que, con el correr de los años, fue desencantando a sus admiradores, lo que trajo consigo toda una serie de hechos que se mencionan de manera exhaustiva, como el caso Padilla y su reacción en el ámbito cultural y literario. En este último ámbito resulta más que fascinante toda la información que brinda la autora sobre los miembros de boom latinoamericano, más aún con sus proyectos sobre dictadores, algunos truncados (como la novela conjunta que pensaban escribir García Márquez y Vargas Llosa) y otras sí cumplidas, las cuales son mencionadas a lo largo del libro.

Lo que continúa en este capítulo sigue centrándose en la violencia y en el autoritarismo. Mención especial a las dictaduras militares de los años setenta y a las guerrillas en distintas partes del continente. En cuanto a la violencia, se hace hincapié a lo ocurrido en la Plaza de Tlatelolco en 1968 en Ciudad de México, previo a sus olimpiadas, lo que trajo la reacción de grandes intelectuales como Octavio Paz. Se suman otros baños de sangre como las guerras civiles en Centroamérica, el surgimiento de Sendero Luminoso en Perú y el auge del narcotráfico en Colombia.

En cuanto a otras formas de autoritarismo, y también de violencia, se menciona el machismo latinoamericano como un nuevo sistema de opresión que sigue causando más víctimas, incluso a niveles alarmantes, como lo ocurrido en México, representado en novelas de autores como Roberto Bolaño hasta Fernanda Melchor. Y ante tantas muertes y violencia, es imposible no mencionar el auge de la novela policial latinoamericana donde sobresalen nombres como Claudia Piñeiro, Santiago Gamboa y Leonardo Padura.

Después de lo expuesto se deduce que el trabajo de Michi Strausfeld es totalizante, aunque también abrumador, pues sobresalen muchos hechos, nombres, fechas y títulos; lo que no lo desmerece, sino todo lo contrario, mostrándolo como algo demasiado completo y revelador. Lo cierto es que su materia de estudio no se agota. Es más, se prolonga y se desborda, al punto de no poder contenerlo todo, pues apenas si menciona a Hugo Chávez y lo que dejó por herencia. Aunque estoy más que seguro de que ya debe estar trabajando en otro libro con respecto a lo mismo, pues la crisis en Venezuela no se ha acabado. Su dictadura continúa. Lo mismo podría decirse de Nicaragua y de Cuba, o de cualquier otro país de este continente que pareciera estar condenado a tener cada cierto tiempo como gobernante a un dictador (o una posible dictadora). Y frente a lo que sigue sucediendo, o lo que pudiera suceder, aparecerán, sin duda, nuevos nombres en el panorama literario para representar estos hechos sólo para que nadie los pase por alto, mucho menos para que queden en el olvido.

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Datos del libro reseñado:

Michi Strausfeld

Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia

Debate, 2021, 2023

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Reseña: Hamnet (2021) de Maggie O´Farrell

El dolor de una madre (y también de un padre)

Por Omar Guerrero

Hamnet (Libros del Asteroide, 2021) de la escritora irlandesa Maggie O´Farrell (Coleraine, Irlanda del Norte, 1972) fue elegida la mejor novela del 2021 para el diario El País de España, además de haber ganado un año antes una serie de premios con su publicación en idioma original. Y no es para menos, pues en ese momento aún se vivían los estragos de la pandemia del año 2020 y esta novela se presentaba con una historia desgarradora que aborda el dolor que produce una peste generalizada, sobre todo en una familia; más aún en una madre (y también en un padre). La novela se sitúa en la Inglaterra de fines del siglo XVI en pleno periodo isabelino, aunque cabe precisar que esta no es una novela histórica a pesar de recrear este tiempo y su ubicación. Su enfoque se centra, en su mayoría, en los espacios rurales o bucólicos, todos bastante íntimos, siempre concernientes a lo doméstico, donde se cuenta la vida familiar, incluida la tragedia, de un personaje trascendental de esta época, sobre todo por su importancia en la literatura universal. Me refiero al dramaturgo William Shakespeare, cuyo nombre, por distintas razones, no se llega a mencionar como tal a lo largo de la novela porque él sólo es un referente, o un personaje secundario, o un punto de apoyo para contar esta historia marcada por el infortunio. Y es que su vocación teatral junto al don de la escritura son sólo un motivo para hablar de los sentimientos que embargan a la verdadera protagonista de esta novela. Su nombre es Agnes (aunque se sabe que en realidad se llamaba Anne Hathaway; sin embargo, su padre la nombra de esta manera en su testamento). Ella es esposa y madre de los tres hijos que tuvo con este genio de las letras inglesas mucho tiempo antes de que él se convirtiera en una celebridad. Ella y sus pequeños son quienes abarcan la totalidad de esta historia.

La novela está dividida en dos partes. En la primera, los capítulos son intercalados en dos tiempos, uno referido a la peste y el otro a un pasado reciente. En el primer capítulo, se cuentan los primeros síntomas de la enfermedad de una niña llamada Judith, por lo que su hermano gemelo, de nombre Hamnet, enseguida busca ayuda para que la pequeña sea atendida y curada. Primero recurre a su madre, Agnes; luego a su abuela, Mary, y a su hermana mayor, Susanna, pero no encuentra a ninguna porque han salido de casa. No busca a su padre porque sabe que este vive en Londres trabajando en un corral de comedias; por eso, intenta pedir ayuda a su abuelo paterno, un hombre amargado y desalmado que trabaja como guantero, y de quien sólo recibe violencia de su parte. En su desesperación, y a pesar de estar magullado, Hamnet busca al médico del pueblo, pero en su lugar encuentra a una asistente que lo trata de manera despectiva. Él insiste porque está muy preocupado por la salud de su hermana gemela, por lo que esta mujer cede de mala manera a sus súplicas preguntándole si la niña enferma tiene fiebre y pústulas en el cuello o en otras partes del cuerpo. Hamnet no sabe precisar. No entiende aún el significado de “pústulas” debido a que sólo tiene once años. Aun así, describe el malestar de su hermana. La asistente del médico se preocupa con lo que escucha. El niño ha mencionado los primeros síntomas de una peste que ha llegado a Inglaterra. Y esta enfermedad será la protagonista de los siguientes capítulos impares de la primera parte de la novela donde una madre abnegada intentará revertir, por todos los medios, el avance de este mal.

En los capítulos pares se cuenta la infancia y juventud de Agnes, quien se diferencia del resto de muchachas del pueblo por andar siempre en el campo acompañada de un cernícalo que muchos confunden con un halcón. Agnes también es una conocedora de plantas y hierbas que utiliza como medicinas para curar distintos males. Este conocimiento lo ha heredado de su madre fallecida. Por otra parte, Agnes puede predecir el futuro, o tener cierto tipo visiones, por lo que muchos la confunden con una bruja. Se suma que tiene una belleza singular, razón suficiente para que un joven preceptor de latín se fije en ella. Se trata de un muchacho instruido que es un apasionado de las letras. Este joven enamorado de Agnes es William Shakespeare, a quien ella luego se referirá como “su esposo”, y después como “el padre de sus hijos”.

De estos capítulos sobresale el encuentro íntimo que sostienen ambos dentro de un galpón, donde el narrador (o narradora) hace uso de un erotismo lleno de sutilezas. Y cómo no conmocionarse con el ataque que luego recibe Agnes por parte de su madrastra al enterarse de que está embarazada, acusándola con una serie de improperios y humillaciones. También sobresale el capítulo que narra el segundo parto de Agnes con ayuda de su suegra y de una partera (su primer parto lo hizo sola dentro del bosque donde nunca deja de sentirse mucho más segura y protegida). En este trabajo de parto, todas las mujeres presentes se dan con la sorpresa de la llegada de unos gemelos (los momentos de agotamiento y dolor de la madre, junto al temor de morir dando a luz, y de lo que pueda pasar con los recién nacidos, mantienen en vilo al lector).   

En cuanto a los capítulos referentes a la enfermedad es digno de considerar el episodio del origen de la peste y su recorrido a través de unas pulgas que viajan en un barco desde Alejandría para luego pasar por Venecia y el resto de Europa hasta llegar a Inglaterra, con precisión a Stratford, lugar donde viven Agnes y sus hijos; no sin antes dejar en el camino una serie de fallecidos, muchos de ellos marineros, quienes, sin saber, viajan con este mal que también ocasiona la muerte de algunos animales, como es el caso de los gatos del barco, cuya ausencia da paso a una proliferación de ratas, a las que es necesario matarlas, incluso aplastándolas sin importar regar sus restos manchados de sangre, pues se cree que son ellas las portadoras de esta extraña enfermedad que sólo trae consigo muchas más muertes. Aquí la insalubridad es una muestra más de las pestes que asolaron esta parte del mundo durante esos años.

Otro capítulo muy representativo de la enfermedad corresponde a la visita del médico del pueblo vestido con una máscara con pico de ave, tal como se le ha retratado en distintas ilustraciones, y cuya presencia hacía presagiar un final funesto, pues muchos relacionaban esta imagen con la propia muerte. Un apartado de gran importancia, y también el más conmovedor, es la noche donde la muerte se presenta después de una larga agonía, lo que ocasiona un profundo dolor en Agnes, pues se trata del dolor inconsolable de una madre.

Maggie O´Farrell – Foto: Murdo MacLeod

La segunda parte de la novela está compuesta por fragmentos de la vida del campo y de la ciudad. Unos corresponden a Agnes y otros a su esposo, quien ya ha logrado una enorme fama y fortuna escribiendo obras en los corrales de comedia. Tanto es su prestigio que hasta la misma realeza acude a ver estos espectáculos. Aun así, Agnes se sigue resistiendo a ir a la ciudad, a Londres, para reencontrarse con su esposo, pues teme aún por la vida de los suyos. Sin embargo, todo cambia cuando se entera que su esposo, el padre de sus hijos, ha escrito una nueva obra que no es una comedia sino una tragedia. La ha escrito y ha montado su representación teatral cuatro años después de aquella noche funesta que ella aún no puede olvidar. El título de esta tragedia es Hamlet cuya denominación es tan similar al nombre de su hijo Hamnet. Es entonces que la indignación se acrecienta en Agnes, por lo que se ve en la obligación de ir al estreno de dicha obra sólo para verificar por sí misma la relación que puede haber entre su pequeño hijo con lo que ha escrito su padre. Y mientras va observando esta representación teatral y escuchando sus diálogos no puede dejar de lado su dolor de madre. Y, a la vez, tratar entender el dolor de un padre reflejado a través de unas palabras y acciones ya imposibles de olvidar.  

Como es de suponer, al final, los aplausos, en todo sentido, están garantizados.

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Datos del libro reseñado:

Maggie O´Farrell

Hamnet

Libros del Asteroide, 2021

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Nota de prensa: Paterson City de Omar Guerrero

Lanzamiento editorial: Paterson City de Omar Guerrero

¿Qué es ser peruano? ¿Qué es la peruanidad? Estas preguntas son abordadas en Paterson City de Omar Guerrero, colaborador habitual de la revista. La novela fue publicada por primera vez en el 2010 con el sello Estruendomudo, y toma como locación la ciudad de Paterson, New Jersey, lugar que alberga una buena cantidad de peruanos que han trasladado sus costumbres y su «peruanidad». Se trata de la historia de un niño peruano que llega a los Estados Unidos para obtener un mejor futuro sin dejar de lado todo lo que representa su país, cuyo pasado reciente, lleno de conflictos y violencia, formará parte de un duro aprendizaje.

Esta edición incluye un prólogo del catedrático Giancarlo Stagnaro de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

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Aquí algunos comentarios:

«Guerrero revela muy bien en su novela –Paterson City– un detalle importante: que toda esta peruanidad imaginada está atrapada en una cápsula del tiempo». Américo Mendoza Mori. Jugo de caigua.

«Historias que se cruzan y se hacen muy cercanas, migrantes que cargan pasados que prefieren enterrar. Todo esto tiene Paterson City». Gonzalo Galarza Cerf. El Comercio.

Se puede adquirir aquí:

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Reseña: Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato (2024) de Salman Rushdie

Un segundo intento de vida

Por Omar Guerrero

Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato (Random House, 2024) del escritor hindú Salman Rushdie (Bombay, 1947) es un libro de no ficción donde el autor brinda en primera persona, a modo de testimonio, y de manera muy íntima, lo sucedido el 12 de agosto del 2022 cuando fue agredido y casi asesinado en el auditorio del Instituto Chautauqua al norte del estado de Nueva York por parte de un joven de veinticuatro años que salió entre el público asistente y se presentó ante él armado con un cuchillo. Fueron quince puñaladas que cayeron sobre Rushdie, primero en la mano izquierda, luego en el cuello, en el ojo derecho y en el resto del cuerpo. La intención era asesinarlo tal como lo solicitaba la fetua emitida por el ayatolá Ruhollah Jomeini de Irán en 1989 como sentencia y veto a la novela Los versos satánicos por parte del islamismo. Después de treinta y tres años de haberse dado este cuestionable decreto, parecía cumplirse esta sentencia por parte de un joven fanático de origen libanés, quien, una vez que fue detenido, llegó a confesar que sólo había leído las dos primeras páginas de la novela de Rushdie, además de ver una serie de videos en Youtube donde se le calificaba de “farsante”, con lo que quedó convencido que debía de cumplir con esa orden tan absurda.

Lo que más sorprende de Cuchillo es que el autor cuestiona muchas cosas, sobre todo a su persona. Lo mismo hace con su agresor, a quien nombra sólo con la letra A. De él intenta entender su despropósito para luego describirlo, aunque también busca humillarlo y dejarlo en ridículo por sus creencias. Es el recurso más inmediato y el más efectivo que tiene para desatar su indignación y cólera por lo sucedido. No es para menos si se trata del punto de vista de la víctima. Por otra parte, para demostrar el miedo y el dolor sufrido, de él y de sus familiares, toma como ejemplos a libros y a autores que han desarrollado temáticas como la vida, el peligro, la muerte y la ceguera. Esta última de mayor repercusión por las consecuencias irreversibles de un acto tan condenable.

Miro en retrospectiva a ese hombre feliz -yo- bañado en luz de luna estival un jueves de agosto por la noche. Se siente dichoso porque la escena es bella; y porque está enamorado; y porque ha terminado su novela -acaba de hacer lo último que se hace: corregir las galeradas- y las primeras personas que la han leído están entusiasmadas. La vida le sonríe. Pero nosotros sabemos lo que él ignora. Sabemos que ese hombre feliz junto al lago corre peligro de muerte. Y el hecho de que él no sepa nada hace que nuestro temor sea más grande aún.

A este recurso literario se lo conoce como prefiguración. Uno de los ejemplos más citados de ello es el famoso comienzo de Cien años de soledad. «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…». Cuando nosotros, como lectores, sabemos lo que el personaje ignora, quisiéramos advertirle. «Corre, Ana Frank, mañana descubrirán tu escondite». Al pensar en esa última noche de despreocupación, la sombra del futuro se topa con mi memoria. Pero yo no puedo advertirme a mí mismo: demasiado tarde para eso. Lo único que puedo hacer es contar la historia. (pp. 22-23).  

Llama la atención el uso de la ironía al relatar todos estos hechos. El autor brinda detalles de lo que sintió una vez que estuvo tendido en el piso mientras se desangraba. Hasta llega a mencionar las pertenencias que llevaba consigo como su billetera con algo de dinero y tarjetas de crédito, además de un cheque como pago por su asistencia a este conversatorio donde iba a hablar de la seguridad que existe en un país como Estados Unidos para los autores extranjeros. El tema llevaba por título “Más que un refugio: Redefinir el hogar norteamericano”. Lo cierto es que este refugio resultó vulnerable por completo, lo que se entiende como un indicio más de su ironía. Rushdie también recuerda que llevaba un traje Ralph Laurent que fue cortado en tiras y despojado de su cuerpo para detectar la gravedad de sus heridas y así poder asistirlas. Y mientras esto sucedía él se lamentaba por el triste destino de su traje de marca. Este mismo pesar recayó también sobre el cheque que llevaba consigo y que terminó manchado con su sangre, el cual quedó como evidencia para la policía con el fin de incriminar al culpable de este ataque.  

El libro está divido en dos partes. Cada uno está compuesto por cuatro capítulos. Uno de estos capítulos está dedicado a su esposa Eliza, quien cobra un papel preponderante en su internamiento y recuperación, además de brindarle todas las fuerzas para afrontar lo sucedido hasta el final. Por supuesto que también se menciona al resto de su familia y a los amigos. Entre estos amigos sobresale su agente literario Andrew Wilye, conocido en el medio editorial con el apelativo de “El Chacal” por su implacable actitud y rudeza al momento de negociar los derechos de sus representados. Sin embargo, en esta ocasión se le menciona como una persona sensible capaz de llorar ante un hecho tan alarmante:

Ella habló con nuestros agentes literarios, Andrew Wylie y Jin Auh. Andrew estaba llorando. Éramos amigos desde hacía treinta y seis años, y en el huracán que me alcanzó tras la publicación de Los versos satánicos y la fetua Jomeini, él había sido mi mayor y más leal aliado. Habíamos librado juntos aquella guerra, ¿y ahora esto? Era demasiado. Pero tocaba pasar a la acción, no a las lágrimas. […] (p.59).

[…]

La primera visita que recibí, familia aparte, fue la de mi agente y amigo Andrew Wilye. Andrew parece un hombre adusto pero es muy sentimental, y cuando nos abrazamos casi rompió a llorar. Andrew es una persona leal, cariñosa, muy inteligente y muy divertida, nada que ver con ese apodo que ha colgado el mundillo editorial, «el Chacal». (Creo que a él le gusta. Le hace parecer peligroso). Me dejó clara su idea sobre cómo salir adelante. (p.96).

A lo largo de estos capítulos el autor se refiere al lector como si fuese su confidente. Sucede, sobre todo, cuando tiene que describir el dolor de las intervenciones quirúrgicas (la del párpado de su ojo derecho lo considera como uno de los dolores más insoportables que ha tenido en su vida). El dolor que secunda a estas confidencias corresponde a las terapias, tanto físicas como psicológicas. Aquí Rushdie confiesa que lograr movilizar su mano izquierda fue casi una tortura. Su único consuelo para estas sesiones es que su fisioterapeuta era una lectora asidua de su obra, pues ya había terminado Grimus y tenía muy avanzada Hijos de la medianoche. En cuanto a lo psicológico sus heridas parecían ser mucho más profundas, incluido el miedo, sobre todo con la presencia de otros males como un posible cáncer de próstata que requería ser descartado.

Y al mencionar este mal tan temido es inevitable no relacionarlo con lo que en ese momento estaban padeciendo otros amigos y colegas de las letras. Su condición de enfermos, no sólo de cáncer sino también de otras dolencias, le hace entender al propio Rushdie de la vulnerabilidad del hombre junto a la brevedad del paso del tiempo y, más aún de la vida, sobre todo si esto afecta a escritores cuyas obras ya los han convertido en seres inmortales, aunque no en un sentido literal:

Martín (Amis) llevaba dos años luchando contra un cáncer de esófago, el mismo tipo de cáncer que había acabado con su mejor amigo, Christopher Hitchens. La quimioterapia había funcionado, la cosa estaba remitiendo, pero luego el tumor volvió, más quimioterapia, esta vez sin resultados, hasta que le operaron y le dijeron que había habido suerte. Cuando vimos a Martín en casa de Morgan y Rachel estaba tan flaco que daba pena, y hablaba con un hilillo de voz, pero su inteligencia no había menguado un ápice y se mostró muy cariñoso conmigo. […] (p.133).

[…]

Hanif Kureishi perdió el conocimiento en Roma y cuando volvió en sí no podía mover los brazos y las piernas. Ha estado escribiendo -mejor dicho, dictando- un blog hermosamente valiente, sincero y divertido en la plataforma Substack sobre sus penurias. Al parecer su movilidad ha mejorado un poco, pero hoy por hoy no está claro cuándo (o si) recuperará el uso de su mano derecha, la de escribir. A los cuatro días de conocer lo de Hanif, me entero de que Paul Auster tiene un cáncer de pulmón. Paul y su mujer, Siri Hustvedt, habían participado en el acto de apoyo a mi persona en los escalones de la biblioteca, pero ahora se enfrentaban a su propia crisis. […] (p.134).     

En cuanto a lo psicológico, el temor parecía menguar, más no los deseos de confrontar al agresor, entendido como un anhelo de querer encontrar una explicación por lo sucedido y, más aún, por lo sufrido. Su anhelo también es querer conocer el origen de tanto odio. Y al no poder acceder a este requerimiento, Rushdie recurre a la ficción para recrear una entrevista tan igual como lo hizo Beckett en la vida real con el proxeneta que le asestó un par de puñaladas sin llegar a matarlo. En esta entrevista se evidencia la humillación hacia su agresor por sus absurdas respuestas y también ante la negativa de responder. 

Otra mención relevante es el fallecimiento de Milan Kundera mientras Rushdie se reponía de sus heridas. Y al enterarse de esta muerte, Rushdie llega a recordar la imposibilidad de experimentar una segunda vida, cuya idea se puede deducir al leer La insoportable levedad del ser y los otros libros de Kundera. Por supuesto que también recuerda un poema de Raymond Carver escrito a partir del diagnóstico de un cáncer letal:

Estaba teniendo lo que Kundera creía imposible: un segundo intento de vida. Había sobrevivido contra todo pronóstico. Ahora la pregunta es: Cuando te dan una segunda oportunidad, ¿qué uso le das? ¿Qué haces con ella? ¿Qué deberías hacer igual y qué podrías hacer diferente? Me vino a la cabeza Raymond Carver, concretamente su poema «Chollo», que iba sobre el momento en que le dijeron que le quedaban seis meses de vida, aunque luego viviría diez años más. El poema fue escrito tras saber que finalmente el tiempo se le había acabado. El cáncer de pulmón lo tenía entre sus garras y ya no lo iba a soltar. (pp. 168-169).  

Después de todo lo sucedido no es ningún secreto de que Salman Rushdie ha perdido el ojo derecho. En la primera solapa del libro aparece su foto con sus clásicas gafas, aunque el lente del lado derecho se presenta oscuro en su totalidad para cubrir el ojo dañado. Sin embargo, Rushdie en esta foto estira la comisura de los labios de manera muy leve, de una forma casi imperceptible. No es una sonrisa en todo el sentido de la palabra como lo hizo García Márquez cuando mostró su ojo amoratado después del famoso golpe que recibió, que, en sí, fue otra forma de agresión, pero no tan desmedida. Lo de Rushdie es un gesto diminuto, muy sutil. Se podría decir que no es una sonrisa de triunfo. Aunque tal vez sí lo sea. Es su manera de decir que aún está vivo, que ha sobrevivido y que seguirá escribiendo, pese a quien le pese. Esa es su revancha. Es su segundo intento de vida.

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Datos del libro reseñado:

Salman Rushdie

Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato

Random House, 2024

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Reseña: Bajar es lo peor (2022) de Mariana Enríquez

Excesos juveniles

Por Omar Guerrero

Bajar es lo peor (Anagrama, 2022) es la primera novela de Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973). Se publicó por primera vez en 1995 y a lo largo de todos estos años se ha convertido en una novela de culto. En ella se pueden encontrar muchos temas y elementos que la autora ha desarrollado en sus siguientes libros, tanto en novelas como en cuentos. Su personaje principal es Facundo, un joven de belleza única que se prostituye y que habita el lado oscuro y sórdido del Buenos Aires de los años noventa. Su imagen es ambigua, casi vampírica, siempre con su cabello largo, y que no deja de ser atractiva para cualquier género, tanto para mujeres como para hombres. No importa si Facundo está borracho o drogado, pues estas situaciones resaltan más su imagen. Así lo testifican varios de sus personajes: “Facundo, con la misma ropa, parecía un dios griego. Siempre parecía un dios griego” (p.41) […] “Facundo borracho es Dionisos: el alcohol no insulta su belleza, la enaltece” (p.193).   

Facundo ha sido enamorado de Carolina, una muchacha punk que se pinta el cabello y a quien le cuesta entender que su exnovio se gane la vida teniendo sexo con otros hombres. Incluso hasta llega a ser invitada por él para que observe uno de estos actos homosexuales, un tema bastante vigente en la obra de Enríquez. Y a pesar de saber esta dura verdad, lo que le provoca muchas crisis y llantos, Carolina continúa frecuentando a Facundo, así sea como amigos. A fin de cuentas, a ella también le gusta visitar los mismos lugares que él habita, sobre todo si son nocturnos, como los bares y discotecas, entre ellos el boliche de La Diabla, donde suena cierta música que va desde David Bowie hasta Megadeth, y que se presenta como banda sonora para esta historia donde las drogas también cobran protagonismo.

Todo cambia cuando aparece Narval, un joven yonqui que también posee una singular belleza y que cae rendido ante Facundo, pues la atracción es mutua desde el primer momento que ambos se ven en uno de estos locales nocturnos. Hasta llegan a tener sexo en un baño. Lo curioso es que Carolina también siente atracción por Narval sin importar que él siempre lleve consigo una imagen oscura que se acentúa mucho más con la presencia de unos seres malignos, casi monstruosos, que sólo Narval puede ver, y que no son producto de su imaginación ni del consumo de drogas, sino que provienen de una extraña realidad que tiene más de fantástico y también de gótico. Es en este punto, junto a su belleza masculina, que se puede considerar a Narval como un antecedente de Gaspar y su padre en la novela Nuestra parte de noche.   

De esta manera se forma un trío juvenil lleno de excesos al punto de convertirse en seres marginales y autodestructivos. Los tres, de una u otra manera, tienden a estar sometidos por algo o por alguien; incluido Facundo, quien muestra cierta autonomía y rebeldía que, después de todo, termina subyugada. Por ejemplo, Facundo vive en un piso que es pagado por un hombre maduro de apellido Armendáriz, quien al mismo tiempo es oficinista y padre de familia. Es decir, un hombre común y corriente bajo la suposición de vivir dentro de lo correcto. Facundo no siente nada por este hombre, pero sólo por el hecho de sostener su economía y hacerle regalos (como un libro de Mary Shelley) acepta compartir este espacio que se vuelve íntimo, y, a la vez, sucio, y cuyo único consuelo es la presencia de un gato llamado Lord Byron que se caracteriza por ser arisco con cualquier extraño. Otro consuelo son las visitas de Narval, llamado también Val, con quien se embriaga y se droga hasta perder el conocimiento, además de tener mucho sexo. Es más, ambos llegan a tener ciertos códigos para saber si Facundo está libre u ocupado en su piso sólo para concretar un siguiente encuentro. Por su parte, Carolina busca acercarse a Narval no únicamente por parecerle atractivo sino porque es una manera de seguir cerca de Facundo. A ella no le importa que él se siga prostituyendo. Tampoco le importa que él y Narval se entiendan a la perfección. Hasta está dispuesta a tener intimidad con ambos al mismo tiempo (pp.170-171):

Narval se dio vuelta para mirar y vio a Carolina, sonriente, con unos ajustados shorts de jean y una musculosa blanca. La llamó con un gesto de la mano y Carolina se le sentó en las rodillas. Narval deslizó con cuidado la papela en la mano de ella, que sonrió con los ojos brillantes. Sin decir palabra, Carolina se levantó y caminó tambaleante hasta el baño, tirando una silla a su paso.

-Está borracha -dijo Facundo.

-Es muy linda -dijo Narval.

-Sí.

-Le prometí que esta noche íbamos a estar juntos.

-Está bien. -Facundo encendió un cigarrillo y tosió doblándose en dos cuando la cocaína empezó a deslizarse por su garganta-. Pero antes vendé algo más.

Aunque lo que más llama la atención en esta novela es la presencia de esos seres malignos que siempre se le presentan a Narval. Muchos de ellos tienen características propias del horror. Primero está una mujer que no tiene dientes, que huele a muerte y que se mueve como un gato; y a pesar de su terrible aspecto, ella tiene sexo con Narval. También hay un hombre que está cubierto de arañas y otro que se caracteriza por tener huecos en lugar de ojos (esta referencia bien podría relacionarse con uno de los cuentos de Mariana Enríquez titulado “Ojos negros”, que es bastante aterrador, y que se encuentra en su último libro Un lugar soleado para gente sombría). Aquí una muestra de la imagen y comportamiento de estos seres siniestros (p.191):

Ella sí podía salir. Con Narval. Pero Buenos Aires ya no era lo mismo si él iba con Ella. A veces, en una multitud sin rostro, Narval la perdía de vista y entonces corría. Pero de entre la gente salía el-Hombre-con-huecos-en-vez-de-ojos, que lo devolvía a su departamento, caminando en cuatro patas por el piso, jugando con arañas. Narval caía al piso y Ella trepaba sobre él y Narval se la cogía furiosamente, casi feliz, pensando que, a pesar de todo, le gustaba estar con Ellos, que era así como estar en casa. Pero de vez en cuando se abrazaba a las piernas purpúreas de Ella y, mientras el-Hombre-con-huecos le hacía un pico en el cuello, Narval no podía evitar ahogarse en sollozos diciendo: «Lo extraño.»

Aquí cabe aclarar el término “pico”, del verbo “picar”, propio de un argot que significa inyectarse droga, sobre todo heroína, corresponde a la mención de Narval visto como un yonqui (adicto a la heroína). Es justo esta droga la desencadenante de esta historia donde la tragedia es una consecuencia de los excesos juveniles. Y es que es imposible no relacionarla con otra novela de la misma época y con la misma temática. Me refiero a la ya clásica, y también novela de culto, titulada Trainspotting (1993) del escritor escocés Irvine Welsh, donde la heroína también es un catalizador para la mayoría de sus personajes juveniles. Y donde el rock, el desenfreno, el sexo y, otra vez, los inevitables excesos, son los ingredientes adicionales de toda una generación. Quizás por esta razón también se realizó una película en Argentina (2002) basada en esta primera novela de Mariana Enríquez y que lleva el mismo nombre. Aunque, valgan verdades, no cumple las expectativas creadas con la lectura de este libro, que, como ya se ha dicho, es de verdadero culto. Igual aquí va el enlace para los interesados y fanáticos de la autora y su obra, cuya mayor recomendación es seguir leyéndola:

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Datos del libro reseñado:

Mariana Enríquez

Bajar es lo peor

Anagrama, 2022