Distancia cero
Por Alessandro Campos
Al enterarme de la publicación de El buen mal (2025), pensaba en cuánto podría haber cambiado la escritura de Samanta Schweblin después de siete años. Al leer el inicio del primer cuento intuí que sería una experiencia entretenida, lo cual confirmé al terminarlo. En efecto, cada cuento supuso una experiencia de lectura distinta, pero tenían en común un halo de extrañamiento que se profundiza con lo dicho y lo no dicho. Sus cuentos nadan entre las mareas opuestas de lo real y lo fantástico. Es así que nos topamos con la ocurrencia de lo improbable, queriendo saber cómo se resolverán las acciones y las consecuencias de dicha experiencia. Mientras leemos nos cobijamos en un tipo de seguridad que se disuelve al término de cada relato, sin saber qué ocurrirá después.

«Bienvenido a la comunidad» es un cuento en primera persona que gatilla tanta congoja como incomodidad por generar una extraña empatía entre la narradora y los personajes. Una madre salta a un lago decidida a llenar sus pulmones de agua, sin éxito. Luego, en su hogar, recibe a sus dos pequeñas hijas y a su conejo, Tonel, al que deben de tenerlo como tarea. La madre intenta esconder su voluntaria sumersión, a la par que se pregunta lo siguiente: “¿Qué es lo que salió mal?”.
La mascota se extravía y la familia sale a buscarlo. Se topan con un vecino apático que es cazador y tiene al conejo cogido de las orejas. Él le insinúa a la madre que la vio hundirse. Más tarde, ella se acerca al vecino quien le aconseja su método para sobrellevarlo todo. “Dolor. Eso es lo que hay que provocar” (p.26). Un remezón de inicio a fin. El cuento propone un ejercicio de encontrar empatía y notar cómo se demuelen prejuicios respecto a dónde uno va a parar con tal de recibir consejo. El amor por sí solo no alcanza: llena rápido y esa plenitud confunde, por lo que, tal vez, la culpa y la vergüenza a lo mejor son las anclas más eficaces para forzar a uno a aferrarse a la vida.
«Un animal fabuloso» es el segundo cuento, también narrado en primera persona y en tiempo presente. En esta historia, dos muy buenas amigas surcan muchos años juntas hasta que la tragedia irrumpe. Hallándose en las lindes de sus vidas, entablan una última conversación, decididas a hurgar en lo más recóndito de la conciencia de la otra. ¿Qué es la amistad? ¿Cuál es el límite del perdón?
“Casi veinte años después del accidente, Elena me llama a Lyon. No reconozco su voz, pero cuando dice su nombre, sé perfectamente con quién estoy hablando.
Por unos segundos la escucho respirar, sostengo el teléfono con el hombro y enciendo un cigarrillo. Despacio, intentando no hacer ningún ruido, salgo al balcón que da al parque, me siente en una de las sillas y me quito las sandalias empujándolas con los dedos de los pies. Quiere hablar de Peta, su hijo. Quiere saber qué es lo que recuerdo de la noche del accidente” (p.31).
La sensibilidad con la que se hablan los personajes trasluce una humanidad muy genuina, pues ambos protagonistas seleccionan con mucho cuidado qué decirse, en un duelo bellamente cauteloso donde buscan arrancarse culpas y sincronizar recuerdos, para así poder afrontar el futuro. Encontrar compañía en la transformación de lo que se creía una fantasía infantil parece ser la decisión más lúcida.
«William en la ventana» es una historia construida a partir de otras historias mencionadas en el mismo relato. La narradora es una escritora que se encuentra en China con otros escritores de diferentes partes del mundo. Una de ellas es su amiga, Denyse, que tiene a su amado gato, William, y a su esposo Brian.
“Pero el gato es de él. Y yo no puedo vivir sin el gato” (p.53).
Y está Andrés, su novio que radica en Argentina, quien tiene una enfermedad complicada cuyo tratamiento va a iniciar. Con él comparte los avances de su nueva novela. Este cuento es de un ritmo más lento, no por eso menos interesante en cuanto al mecanismo o la técnica, sino, todo lo contrario, es el más verosímil en cuanto a la construcción de una cotidianidad. Es decir, uno vive varias situaciones paralelamente, mientras resuelve una piensa en otra, los eventos se yuxtaponen, avanza el día, correlacionamos eventos, una respuesta puede servir de pregunta o viceversa y tomamos decisiones. Este cuento trata de toparse con la esperanza al presenciar cómo otros sobreviven a la desgracia. El baldazo de agua fría que aviva al ser o corrobora su absoluta inercia.
El mejor cuento es «El ojo en la garganta».
“Yo quiero saber, yo siempre pregunto, es mi garganta la que no puede ejecutar sonidos. Es como si el espacio de toda la casa se me metiera por ese agujero. Hay que poder apretar el aire para que el silencio suene a algo, pero yo estoy tan abierto que a veces me confundo, ¿yo estoy adentro o afuera? Un cuerpo así, pinchado, ¿sigue siendo un cuerpo? En realidad, da lo mismo, el problema no es que no puedo hablar, el problema es que, si yo no hablo, él no me mira” (p.75).
Recomiendo intentar apagar el mundo al leer este cuento. Una lectora cuyo criterio valoro muchísimo me dijo que normalmente la literatura usa el lenguaje de soporte para contar una historia y que los buenos cuentistas usan de soporte una historia para demostrar las posibilidades del lenguaje. Creo que Schweblin cumple a cabalidad con dicha afirmación en este cuento. Hay una maestría en la economía de la narración, en cómo desarrolla a sus personajes y los dota de personalidad y memoria con mucha precisión y prudencia para mantener el ritmo. Este es un cuento sobre las posibilidades del pasado que rondan el presente. Sobre la manera en la que los personajes no son capaces de resolver sus problemas, pues hacerlo sería aliviar un castigo, y, sin ello, lo que venga a continuación puede ser más horrible aún. El narrador tiene un rasgo particular que acentúa el resto de sus sentidos, ya que agudiza su capacidad de observación sobre sus padres intuyendo que pudieron ser mejores pese al esfuerzo realizado. Un cuento tan conmovedor como impredecible.
Las historias contenidas en El buen mal continúan la principal problemática planteada en Distancia de Rescate: ¿dónde acaba la tensión que puede unir a dos personas? Una conexión con una fuerza finita y la sensación de seguridad mínima, fagocitada sin posibilidad de escape, donde alejarse del otro debilita los sentidos y expone puntos ciegos mediante los cuales lo improbable se cuela y daña. Cuando la distancia de rescate se reduce a cero, el control sobre el otro puede convertirse en una obsesión. Se vigila cada aspecto del entorno del ser querido, pero se pierde de vista el propio lugar en la ecuación. La sobreprotección, disfrazada de cuidado, acaba por socavar la autonomía del otro. Tal vez quien ejerce ese control lo ignora, o quizá lo sabe y lo asume como un mal necesario, como un buen mal.
El sentido del título, un oxímoron, se revela con claridad al terminar el libro. Alude al egoísmo que beneficia tanto a uno como a los más cercanos, a la aceptación de que dicha acción traerá consecuencias ineludibles. Aparece un problema muy íntimo que termina siendo el gran punto de inflexión, no necesariamente para cosas positivas, sino como última oportunidad para volver a atender lo realmente vital. A diferencia del futuro y el presente, el pasado es acumulativo y tiene la capacidad de reaparecer, motivando a organizar prioridades y reevaluar esfuerzos. Los personajes tienen que actuar y tomar decisiones de inmediato, porque la reanudación del pasado puede acabarse en el siguiente instante y dejar inconclusas oportunidades de salvación.

El estilo de Schweblin domina la tensión con una precisión casi quirúrgica: sabe cuándo aflojar la presión y cuándo intensificarla, pero nunca suelta al lector. Su prosa atrapa, acelera la atención y nos conduce hábilmente hacia los ángulos menos evidentes de lo preestablecido. Hay una inteligencia calculada en la forma en que dispone la información, como si anticipara cada maniobra mental del lector y optimizara sus recursos narrativos en función de ello. Su escritura es meticulosa, envolvente y construida con una destreza que refuerza su maestría en el cuento. Schweblin supera cada expectativa personal dispuesta sobre este libro. No hay que intentar predecir lo que ocurrirá en sus cuentos, solamente aceptar que son historias que exigen sumergirse sin reservas.
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Datos del libro reseñado:
Samanta Schweblin
El buen mal
Random House, 2025. 192 pp.