El interés cada vez más marcado por los estudios de género refuerza el entendimiento sobre el papel cada vez más activo de la mujer en nuestros días. Pero, a la vez, dichos estudios hacen hincapié en una agenda pendiente que evalúa las prácticas discriminatorias de un país con características patriarcales como el Perú, donde las mujeres que viven en las zonas rurales ven cortado su acceso a los derechos ciudadanos. Analfabetismo, indocumentación y prejuicios culturales de toda índole también revelan las fracturas sociales que aquejan a una sociedad poscolonial dividida por la asignación de roles sociales según el género del individuo.
Desde esa perspectiva, los estudios de género no sólo se ocupan de reivindicar, sino también de echar nuevas luces y conocimientos sobre aquellas zonas oscuras de la historia y la cultura, casi siempre escritas desde la “visión masculina del mundo”, como lo entendió Pierre Bourdieu en La dominación masculina. Dicho paradigma tiende a afectar tanto a hombres como a mujeres. En el campo cultural, esto se evidencia en las pugnas por un lugar en el canon artístico.
En ese sentido, sólo el talento literario puede reclamar ante sí una expectativa de ese tipo, independientemente del género del autor. Sin embargo, toda forma de discriminación también debe ser denunciada por la crítica más rigurosa, a manera de lograr la apertura de la institución literaria, y volverla plural y diversa. Al fin y al cabo, esta apertura resultará a la larga beneficiosa, porque trastoca realmente los terrenos del arte en los terrenos de la libertad y la realización individual.
Abril,
2006 |