Literatura y política de un continente
Por Omar Guerrero
Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia (Debate, 2021, 2023) es un extenso e interesante ensayo de la filóloga y editora alemana Michi Strausfeld (Recklinghausen, 1945), quien se doctoró en Literatura Latinoamericana centrando sus estudios en la obra de Gabriel García Márquez (de ahí la referencia de este título). También fue editora del poderoso sello Suhrkamp en Alemania donde llegó a publicar muchos títulos de autores hispanoamericanos, razón suficiente para considerarla como una embajadora de las letras en español, sobre todo de este continente. Este ensayo también es una muestra fehaciente de ello.

El libro, de más de quinientas páginas, está dividido en tres partes con un total de dieciséis capítulos que se intercalan con perfiles de muchos autores consagrados con los que la autora ha mantenido cercanía o amistad, además de estudiar sus obras a profundidad. Estos nombres son Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Isabel Allende, João Ubaldo Ribeiro, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Darcy Ribeiro, Manuel Puig, Guillermo Cabrera Infante, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Tomás Eloy Martínez y Elena Poniatowska. Se completa con una introducción bastante explicativa y un epílogo que no necesita ser concluyente, pues este último se presenta con el título “El difícil camino de las frágiles democracias en el siglo XXI”, un fenómeno que viene de tiempo atrás y que parece estar destinado a prolongarse.
En la introducción, la autora afirma que la literatura va de la mano con la política. Esto es indudable, pues a una se le considera como la representación y/o reflejo de la otra, incluida sus consecuencias, sobre todo en el ámbito social, tal como también lo desarrolla el antropólogo colombiano Carlos Granés en su inmenso ensayo Delirio americano. Se suma la constante presencia de los Estados Unidos sobre el resto del continente bajo una modalidad de estricta vigilancia ante una posible “amenaza” por parte de sus vecinos a partir de las diferencias que mantienen, las cuales van mucho más allá del idioma, por lo que queda claro su interés de continuar con una supremacía:
Pronto tuve claro que en la América Latina de aquellos años literatura y política resultaban inseparables: el entusiasmo por la Revolución cubana y la ira por los muchos asesinatos políticos -como el joven poeta peruano Javier Heraud en 1963, el del teólogo de la liberación colombiano Camilo Torres Restrepo en 1966 y el del admirado Che Guevara en 1967- eran inmensos, eran un tema de conversación continuo. La cuestión principal era la devastadora influencia de Estados Unidos en el desarrollo de América Latina, dado que sus numerosas intervenciones perseguían el fin obvio de proteger y garantizar su hegemonía e intereses económicos. Por eso ayudaban a apuntalar a políticos sumisos, que a menudo eran sus marionetas. (pp.15-16).
Es a partir de este punto que surgen una serie de manifestaciones a lo largo del continente donde se revaloran temas como lo prehispánico, lo autóctono, la tierra y la raza; temas asumidos como pilares de su propia historia, la misma que se presenta llena de crisis y de problemáticas a lo largo del tiempo, y que se convierten en materia esencial para el desarrollo de su literatura. Esta historia tan imperfecta se adhiere al registro de una cultura ancestral que se sostiene a pesar del uso de la lengua española como elemento colonial hereditario. Todos estos elementos no sólo recrean un mestizaje que reafirma una identidad, sino que también traen consigo una serie de riquezas como expresión. Se entiende como el discurso perfecto de lo imperfecto. Y es que esta representación amilana el origen de su reflejo, resaltando el acto mismo de representatividad:
América Latina se encomienda a la potencia de su cultura y a la riqueza de su literatura. Carlos Fuentes constata en el ensayo El espejo enterrado: «Quinientos años después de Colón, los pueblos que hablamos español tenemos el derecho a celebrar la riqueza, variedad y continuidad de nuestra cultura». Octavio Paz está convencido, tal y como concluye en su artículo «Alrededores de la literatura hispanoamericana», de que «la historia de nuestras letras nos consolaría un poco del desaliento que nos produce nuestra historia real». (p.30).
El primer capítulo de la primera parte llama se centra en la figura de Cristobal Colón como un cuestionado punto de inicio que da cabida a un desarrollo cultural planteado desde la literatura. Se asume como la semilla donde nace una nueva historia que sirve como referente para la recreación de ficciones de un continente. Y es que es inevitable considerarlo como un símbolo que a lo largo de los años se ha ido devaluando. Incluso al punto de sentenciarlo, pues la verdad de su figura es la que ha impuesto en los últimos años. Así lo manifiestan los principales intelectuales de Latinoamérica, más aún sus escritores:
Por eso concluye Roa Bastos que ese «piloto desconocido» -al que ya mencionaba De las Casas- sería el auténtico Descubridor, y que todo lo demás sólo es mentira o un mito simbólico. Para ello aporta incluso una irónica prueba. A sus ojos Colón es «el precursor preclaro de conquistadores, inquisidores y encomenderos que descubrieron y expoliaron para Europa el Orbe Nuevo», y por lo tanto un personaje funesto. […] Todas las novelas sobre Colón que se enfrentaron al Descubridor y a quinientos años de historia en vísperas de la gran conmemoración de 1992 tienen un rasgo en común: la enfática referencia a las devastadoras consecuencias para Latinoamérica. El «enigma» de la persona de Colón sigue sin resolverse, pero estas interpretaciones nos acercan al Almirante lo suficiente como para hacernos una idea de lo fascinantes que fueron su vida y su descubrimiento. (p.48).
Es más, surgen opiniones que confirman que Colón no es el punto de inicio de todo lo mencionado, pues ya existían manifestaciones previas como son las culturas prehispánicas cuya importancia reside en ser la verdadera base de una identidad:
Carlos Fuentes instaba a «Inventar el pasado. Recordar el futuro». Para los iberoamericanos, y en particular para los mexicanos, guatemaltecos o peruanos, la historia no comienza con Colón: remiten a sus culturas prehispánicas. Y, sin embargo, 1492 fue la fecha que supuso una cesura, de ahí que Colón siga siendo una figura tan controvertida: pobre Almirante, su gloria disminuye de forma imparable. (p.51).
Otro de los capítulos de la primera parte que sobresale es donde aborda la figura de los conquistadores: Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Pedro de Valdivida cuya imagen autoritaria y las consecuencias de sus acciones sobre los pueblos oprimidos da paso a lo que recrean los primeros cronistas del continente. Para este punto es ineludible la importancia de la obra de autores mestizos como Guamán Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega.
La imagen de Bolívar también cobra relevancia en este ensayo como el prototipo ideal de autoritarismo sobre un continente. Si bien se aprueba su primera etapa como libertador junto a otros nombres como San Martín y Sucre, su segunda etapa como gobernador es motivo de cuestionamientos a partir de las decisiones tomadas, quizás por eso tuvo tantos detractores como admiradores. Llama la atención que para la literatura se presenta como tema propicio, pero no desde sus triunfos sino desde su decadencia:
Sorprende así que tanto Mutis como García Márquez no eligieron como tema los años gloriosos del Libertador, sino sus últimos y deprimentes meses. Álvaro Mutis presenta en el breve relato El último rostro un par de entradas de diario de coronel polaco Mieczysław Napierski, que buscaba en América nuevos retos y sobre todo la libertad. La entrada del 29 de junio de 1830 recoge su primer encuentro con el general Bolívar, que yace gravemente enfermo en un modesto campamento en Cartagena de Indias.
[…]
Álvaro Mutis no volvió a ocuparse del tema, por lo que García Márquez le preguntó si podía escribir él una novela sobre el Libertador. El trabajo fue arduo, la investigación compleja. En los agradecimientos de su libro dedicado a Álvaro Mutis, El general en su laberinto (1989), García Márquez escribía: «Durante dos años largos me fui hundiendo en las arenas movedizas de una documentación torrencial, contradictoria y muchas veces incierta, desde los treinta y cuatro tomos de Daniel Florencio O´Leary hasta los recortes periodísticos menos pensados». (pp.157-157).
Lo cierto es que para la historia han quedado relegadas, u olvidadas, bajo cierto propósito, todas las atrocidades y abusos cometidos por Bolívar, incluidos los asesinatos o matanzas que él mismo ordenó (p.160), pues el propósito principal es mantener su imagen de héroe de varias naciones o de un continente.
Esta primera parte del libro concluye con lo que ocurrió en el continente a lo largo del siglo XIX, lo que confirma la profecía de Bolívar sobre la nulidad de tiempos pacíficos a partir de la presencia de nuevos militares o caudillos que sólo deseaban tomar las riendas del poder con absoluta autoridad, trayendo consigo cruentas batallas y guerras civiles. Un ejemplo de ello es Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos donde se retrata al dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, gobernante de Paraguay desde 1814 a 1840. Una violencia similar, sumada a la presencia de un líder charlatán, también se puede ver en La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa.
La segunda parte del libro deja a un lado la figura del dictador para centrarse en hechos históricos y otros elementos con los que guarda relación. De esta manera se aborda la Revolución mexicana, tema presente en varias novelas donde se plasma un fenómeno como el mestizaje sin dejar de lado la importancia del paisaje y la tierra. Un ejemplo de ello es la obra de Juan Rulfo. Por supuesto que también se consideran las propuestas de Carlos Fuentes, siempre referidas a la muerte. Aunque aquí cabe resaltar la obra de las escritoras mexicanas que pusieron su cuota de denuncia contra la situación de las poblaciones indígenas como Rosario Castellanos y Elena Garro, esta última confirmada como un antecedente del “realismo mágico” con su novela Recuerdos del porvenir. A ellas se suma Elena Poniatowska, otra escritora mexicana de total relevancia, sobre todo con su novela Hasta no verte Jesús mío.
En cuanto a la tierra y el paisaje, en el capítulo “Fuerzas de la naturaleza fascinantes” se explora la geografía múltiple del continente, desde sus costas bañadas por dos océanos hasta sus desiertos, pampas, cumbres, nevados, andes y selvas inhóspitas. Como reflejo de estos temas se abordan tres novelas esenciales: La vorágine de José Eustasio Rivera, Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y Gran Sertón de João Guimarães Rosa.
Completan esta segunda parte la identidad que se busca en el continente a partir del surgimiento de ciertas ideologías que dieron paso al desarrollo de novelas donde se toma como referente principal al individuo, al sujeto de estas tierras, cuyos antecedentes históricos y geográficos se establecen como parte de una fuerte identidad imposible de desprenderse, como es el caso del hombre indígena, representado en las novelas de Ciro Alegría o José María Arguedas. Por su parte, Brasil y el Caribe reafirman su herencia negra a través de sus individuos como parte una identidad irrefutable. Macunaíma de Mário de Andrade y el famoso ensayo de Fernando Ortiz son una muestra de ello.
Por último, en el tercer capítulo, se desarrollan los acontecimientos de la Revolución cubana, que empezó con la caída de un dictador, Fulgencio Batista, para dar paso a otro régimen opresor de la mano de Fidel Castro, otro dictador, que, con el correr de los años, fue desencantando a sus admiradores, lo que trajo consigo toda una serie de hechos que se mencionan de manera exhaustiva, como el caso Padilla y su reacción en el ámbito cultural y literario. En este último ámbito resulta más que fascinante toda la información que brinda la autora sobre los miembros de boom latinoamericano, más aún con sus proyectos sobre dictadores, algunos truncados (como la novela conjunta que pensaban escribir García Márquez y Vargas Llosa) y otras sí cumplidas, las cuales son mencionadas a lo largo del libro.
Lo que continúa en este capítulo sigue centrándose en la violencia y en el autoritarismo. Mención especial a las dictaduras militares de los años setenta y a las guerrillas en distintas partes del continente. En cuanto a la violencia, se hace hincapié a lo ocurrido en la Plaza de Tlatelolco en 1968 en Ciudad de México, previo a sus olimpiadas, lo que trajo la reacción de grandes intelectuales como Octavio Paz. Se suman otros baños de sangre como las guerras civiles en Centroamérica, el surgimiento de Sendero Luminoso en Perú y el auge del narcotráfico en Colombia.
En cuanto a otras formas de autoritarismo, y también de violencia, se menciona el machismo latinoamericano como un nuevo sistema de opresión que sigue causando más víctimas, incluso a niveles alarmantes, como lo ocurrido en México, representado en novelas de autores como Roberto Bolaño hasta Fernanda Melchor. Y ante tantas muertes y violencia, es imposible no mencionar el auge de la novela policial latinoamericana donde sobresalen nombres como Claudia Piñeiro, Santiago Gamboa y Leonardo Padura.

Después de lo expuesto se deduce que el trabajo de Michi Strausfeld es totalizante, aunque también abrumador, pues sobresalen muchos hechos, nombres, fechas y títulos; lo que no lo desmerece, sino todo lo contrario, mostrándolo como algo demasiado completo y revelador. Lo cierto es que su materia de estudio no se agota. Es más, se prolonga y se desborda, al punto de no poder contenerlo todo, pues apenas si menciona a Hugo Chávez y lo que dejó por herencia. Aunque estoy más que seguro de que ya debe estar trabajando en otro libro con respecto a lo mismo, pues la crisis en Venezuela no se ha acabado. Su dictadura continúa. Lo mismo podría decirse de Nicaragua y de Cuba, o de cualquier otro país de este continente que pareciera estar condenado a tener cada cierto tiempo como gobernante a un dictador (o una posible dictadora). Y frente a lo que sigue sucediendo, o lo que pudiera suceder, aparecerán, sin duda, nuevos nombres en el panorama literario para representar estos hechos sólo para que nadie los pase por alto, mucho menos para que queden en el olvido.
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Datos del libro reseñado:
Michi Strausfeld
Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia
Debate, 2021, 2023