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Reseña: Perro con poeta en la taberna (2023) de Antonio Gálvez Ronceros

La sabiduría cánida, la plenitud del artista

Por Cesar Augusto López

El último texto de Antonio Gálvez Ronceros no podía ir más lejos de su sumo cuidado con la palabra. Nos referimos a la extensión de la novela, una nouvelle, en la que se comprime cuidadosamente el universo del movimiento literario peruano con todo el humor posible e infalible. Esto sin duda no es fácil, ya que es la muestra de un logro alto en la literatura peruana, porque recorre parte de su tiempo de manera burlesca desde la mirada de un perro sabio, un cínico en su acepción clásica y filosófica en una reunión con el arte de las palabras y el cuestionamiento de la banalidad humana afincada en el terreno de ciertas vidas artísticas.

En tanto objeto, la edición es pulcra y bien cuidada. Sumado a ello, la novela es acompañada por una entrevista al autor, realizada por Jorge Eslava. De esta, vale la pena detenerse en una pregunta en la que se pide opinión sobre el premio Nobel de Vargas Llosa a lo que el creador de Monólogo desde las tinieblas responde con lisura: “Se lo tiene bien merecido porque él se lo buscó” (p. 136). Esta, sin duda, es la actitud del libro que recomendamos en esta ocasión. No solo porque nos parece un texto logrado, sino porque subvierte un mundo al que el mismo Gálvez Ronceros perteneció y que se podría resumir la actitud de muchos aquellos que se mueven en él y que el narrador, un perro, quiere dejar en claro. Al parecer el universo de la praxis poiética peruana está estrellado de cojudos y ahuevados. Estos últimos adjetivos no se desprenden de nuestro vocabulario (aunque pudieran en concordancia cínica), pero dejamos al lector encontrarlos, bien colocados, en las líneas de la novela.

El párrafo anterior fue una digresión y quisiéramos realizar una más. El primer libro de Gálvez Ronceros, Los ermitaños, fue publicado en 1962 en una edición casi artesanal, mientras que en ese mismo año Vargas Llosa ganaba un premio en España que inauguraría el denominado Boom de la literatura latinoamericana. No mencionamos este contraste de forma anodina, sino que la consideramos fundamental en nuestras últimas letras nacionales, porque darle lugar a Perro con poeta en la taberna es reconocer otra literatura peruana, sobre todo una que no tiene problemas en reírse, en levantarse todo desde la libertad artística, desde la visión artesanal de la palabra y no de su construcción elefantiásica, y respetable, por supuesto. Si bien existe, entonces, una macroliteratura peruana, existe, por otro lado, una microliteratura. Ambas tienen sus formas precisas de explorar la palabra y la segunda debería respetarse en su exacta dimensión e intereses.   

Entrando en materia, en el caso preciso de la novela que reseñamos, el texto que tendrá el lector en sus manos transcurre en la provincia peruana con un poeta extraviado, un poeta limeño que cree ser radicalmente importante, pero que no encuentra nada a la altura de su “fama”. En realidad, no encuentra nada, salvo un perro que le explicará, en un discurso fluido (el pulimento de la prosa de Gálvez Ronceros es digno de una obra de madurez), sus memorias sobre los tejes y manejes de la intelectualidad capitalina sin guardarse nada. La suma de anécdotas y la ridiculez de las mismas es digna de una mirada que se coloca en el punto más externo de lo humano. No es casualidad que se haya recurrido a un animal para dislocar, todo lo posible, cualquier tipo de verdad institucional. La narración se ocupa del reverso de todo, de lo microscópico y, por ende, aquello que podría avergonzar a la fachada de ciertos artistas peruanos, entre los que aparece, también, un filósofo para no dejar de lado sus posibles defectos en torno a la debilidad por la fama.

Lo indicado es solo una pincelada de lo que plantea la novela, ya que la conformación inicial de la misma procura generar el efecto de aturdimiento, porque solo en una especie de delirio, en este caso causado por el alcohol, es posible establecer un diálogo con un perro. Más aún, es posible dejarse aleccionar por la sabiduría de uno. De este modo, Gálvez Ronceros no solo encontró la fórmula de la burla, sino que, al mismo tiempo, se inserta en la tradición cínica más clásica, con su desentendimiento radical por los premios terrenales, y la constante de los perros en la literatura. No podemos olvidar acaso El coloquio de los perros de Cervantes o la presencia de Thumos, en El pez de oro de Gamaliel Churata. La lista de la textualidad cánida sería extensa, pero lo que queremos apunta es que la decisión del escritor no es inocente, sino que responde a una localización profunda en la tradición y contra ella misma. Por eso no se vaya a creer que solo se tiene un texto de prosa bien cuidada y diseñada para la risa crítica, sino que nos encontramos frente a un texto de técnica depurada de mezcla de mundos al estilo cervantino.

Y en medio de la filosofía y la literatura y lo animal como medio corrosivo de la ínfula humana, se puede reconocer una poética hacia el final de la novela; una que no contaremos, evidentemente, pero que se remite al fundamento de la reflexión sobre el trabajo dedicado a la palabra. En ese sentido, la única relación válida con la literatura es aquella que se concentra en sus potencias, en sus capacidades, en su exploración sincera, más allá de los premios y aplausos que esta pueda acarrear. Consideramos que Gálvez Ronceros tenía muy en claro esto por su fino trabajo artesanal que se puede reconocer en su producción y que se cierra con este trabajo de orfebrería que se libera de muchos clichés sobre el escritor y busca hacer el mundo arder, pero a fuego lento, quizá lentísimo. Esto se debe a que, probablemente, tome tiempo que se reconozca la ambición y desenfado de su autor al escribirla. Sin embargo, ya existe una edición española y esas son buenas noticias.

Desde nuestro punto de vista, el sitial de Gálvez Ronceros en la literatura peruana está más que asegurado y el texto que reseñamos lo corrobora por la sabiduría vertida en ella y en pocas páginas; hecho que no es de fácil factura. Entre la diversidad de cualidades del texto que se podrían aumentar, solo nos resta mencionar que es un testamento de su autor con una sonrisa instalada en la diferencia como muestra de que a partir de ella se pueden construir otros cosmos más allá del imperante realismo. ¿La mirada animal puede cuestionar ciertas formas de hacer arte? Consideramos, junto al autor de La casa apartada, positivamente esta pregunta y ese quizá sea uno de los aciertos fundamentales de la novela y de la que se desprenden todas sus otras cualidades. En pocas palabras, leer Perro con poeta en la taberna es un estación importante en la literatura peruana, ya que analiza algo de la crisis ética y estética de nuestra tradición.

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Datos del libro reseñado:

Antonio Gálvez Ronceros

Perro con poeta en la taberna

J. M. Marthans, 2023, 139 pp.

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