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Reseña: Los divagantes (2023) de Guadalupe Nettel

Extrañas relaciones familiares

Por Omar Guerrero

Los divagantes (Anagrama, 2023) es el nuevo libro de cuentos de la escritora mexicana Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973). Está compuesto por ocho relatos que tienen en común las relaciones familiares en situaciones extrañas o al límite como podría ser una pandemia, y las consecuencias que esta ha provocado, tal como sucede en dos cuentos de este libro. Todos sus protagonistas son padres, hermanos e hijos, pero también son esposos o parejas. Lo peculiar es que muchos de ellos se encuentran desorientados o perdidos. Además, aquí se guardan secretos, distanciamientos, silencios, amor y odio.

En el primer cuento titulado “La impronta”, la narradora es un personaje femenino joven que descubre a un tío desaparecido que se encuentra internado en una clínica. Sucede de casualidad mientras acompaña a una amiga cuya madre está delicada de salud. El apoyo emocional hacia esta amiga desaparece desde el momento que se da el descubrimiento del tío proscrito y desahuciado cuyo nombre es Frank. De inmediato se da una cercanía entre ambos, pues se reconocen como distintos al resto de sus familiares. “Era la primera vez que alguien de mi familia se tomaba en serio el hecho de que estudiara literatura sin pensar que mi elección se debía a una falta de talento para cualquier cosa, y que era una carrera destinada a las mujeres que esperan dedicarse la vida entera al matrimonio» (p.9, según versión digital: sucede lo mismo con las siguientes citas). La salud frágil de este tío y las visitas de su sobrina no van a poder mantenerse siempre en secreto. Cuando esto sucede, la narradora reconocerá un comportamiento en su madre y en su abuela al saber del paradero de este familiar que nunca ha dejado de ser hermano e hijo quien se ha mantenido alejado de su familia por muchos años.

El segundo cuento titulado “La cofradía de los huérfanos” también se reitera la distancia y la ausencia entre padres e hijos. El protagonista es un huérfano que sobrevive a su condición de no tener una familia. “A diferencia de varios de mis compañeros, que convivieron durante un tiempo con uno de sus abuelos, alguna tía o un familiar alcohólico, de cuyas manos terminaron arrancándolos, yo nunca tuve información sobre mi familia. Mis recuerdos más antiguos transcurren ya dentro del patio o del comedor del orfelinato, rodeado de una jauría de criaturas heridas e insatisfechas” (pp.18-19). Este personaje busca resarcir la misma situación en otras personas desaparecidas. Sabe que siempre hay alguien buscándolos. Es entonces que su idea termina siendo dañina al intentar acercar un hijo a su madre. Lo que muchos consideran como un “bien” puede resultar un verdadero “mal”.

El cuento “Jugar con fuego” aborda el tema del confinamiento a partir de una pandemia y las medidas que se toman como sobrevivencia. “Tampoco los niños estaban bien. Bruno había entrado a la secundaria en plena pandemia y llevaba casi un año estudiando en línea sin relacionarse con otros niños de su edad. El aislamiento y los cambios hormonales le generaban una impaciencia constante, a veces muy difícil de manejar” (p.27). Esta situación tan inusual provoca una serie de comportamientos y reacciones entre los miembros de una familia donde el amor y los sentimientos parecen haber tenido un límite: “Está creciendo. ¿No ves cómo lo tienen las hormonas? Si nosotros estamos nerviosos por la pandemia, él está sufriendo el triple. ¿Y a ti lo único que se te ocurre es humillarlo?” (p.33). La narradora es una madre que se vuelve testigo de las discusiones y agresiones entre los miembros de su familia sin medir las consecuencias hasta que el fuego surge como una manera de resarcir y limpiar cualquier hecho. Aquí la pérdida de la inocencia también es relevante.

El cuarto cuento se titula “La puerta rosada” donde lo fantástico cobra protagonismo a través de unas variaciones de tiempo para presentar las posibilidades de otras vidas. Sobresale la relación de pareja a través de los años, los recuerdos y la posibilidad de buscar placer sexual fuera de casa. “Me pregunté cuándo había sido la última vez que ella y yo habíamos tenido sexo y, por más que lo intenté, no logré recordarlo” (p.45). Aquí la mención de una hija es un referente de lo que se asume real ante lo imaginado.

En “Un bosque bajo la tierra” la idea de familia se ve reflejada, a modo de analogía, a través de una araucaria, un enorme árbol cuyas raíces y ramas frondosas de pronto se ven afectadas por una extraña enfermedad. El deterioro de este árbol representará también la decadencia de una casa y de la familia que la habita. “-Siempre sentí que era ese árbol el que sostenía a nuestra familia. Ahora que está así, tengo miedo de lo que pasará con nosotros -dijo mientras me lanzaba una mirada triste e interrogante” (p.72). El personaje narrador femenino entenderá mucho después, cuando sus hermanos mayores se hayan ido lejos, que sus raíces, al igual que el viejo árbol, serán algo que resistirán hasta el final.

En “La vida en otro lugar” un hombre casado busca un departamento en una buena zona de Barcelona, pero no lo consigue. Con su esposa tienen que acostumbrarse a lo que les ha tocado. Su vida marital transcurre dentro de lo normal hasta que él conoce a una mujer danesa muy guapa que es esposa de un actor que, por coincidencia, es conocido de este hombre, pues él también se dedica a la actuación. La vida de ambos matrimonios se relaciona de manera amical, pero la esposa del protagonista sospecha del interés de su esposo en esta pareja. Todo se complica cuando la salud del actor español, esposo de la danesa, empieza a resquebrajarse, lo que compromete su carrera y su imagen. El narrador personaje no duda en prestar su ayuda como amigo sin importar los celos de su esposa. “Poco tiempo después, Xavi ingresó en el hospital de Sant Pau. Josephina lo acompañaba la mayor parte del tiempo y, por su puesto, las tareas en casa se multiplicaron. Traté de ayudarla en todo lo posible, atendía las llamadas de teléfono y aprovechaba para borrar del contestador los mensajes chantajistas de Anna, quien para entonces ya había adquirido la costumbre de insultarme” (p.86). Aquí la distancia o el alejamiento es otra forma de buscar seguridad.

En el cuento “Los divagantes”, que da el título al libro, se establece un símil entre los albatros y las familias o personas exiliadas por culpa del peligro que corren en una dictadura. “Fue ese mismo año, en clase de literatura francesa, cuando me hicieron leer Les fleurs du mal, y fui a pedirlo a la biblioteca del liceo. Apenas me lo entregaron, abrí una página al azar y apareció ante mí el poema del albatros, «ce roi de l´azur maladroit et honteux», donde Baudelaire lo describe como el poeta maldito de la naturaleza” (p.95). Aquí el tema político está presente al mencionar a Camilo, un niño uruguayo cuya familia ha huido de la dictadura de su país. Buena parte del cuento se desarrolla en la Villa Olímpica de Ciudad de México, lugar donde llegaron muchos refugiados de las dictaduras sudamericanas. Allí se mezclaban el habla de los chilenos, argentinos y uruguayos quienes no dejaban de añorar a sus países. “Nos explicaron que se trataba de una tragedia inusual: si un albatros abandona el hogar, sólo puede ser para salvar su vida. Al escuchar esta historia pensé en mis vecinos sudamericanos, que regresaron en cuanto les fue posible al país en el cual habían estado a punto de morir” (p.97).

El último cuento se titula “El sopor” donde se aborda otra vez el tema de la pandemia y de cómo se ve alterada la vida de una profesora de literatura y su familia a partir del confinamiento cuyo tiempo resulta ser mucho más prolongado, por lo que se puede asumir como una historia fantástica por abordar lo pospandémico. “Hace más de quince años que el mundo cambió por completo y pasamos al «modo confinado», esta existencia intramuros que llevamos desde que apareció el virus. La universidad en la que trabajo cerró las aulas desde el primer año y adoptó la enseñanza a distancia. Al inicio nadie imaginaba que esto iba a normalizarse, vigilaban la curva de los contagios y las muertes. Hacían presiones de cuando terminaría todo esto. […] Mi caso es un poco distinto: la literatura es una de las pocas carreras que no han sido castigadas por el encierro” (p.104). Por supuesto que esta situación límite altera toda forma habitual, incluido lo sexual: “No eran poca las parejas que tenían sexo frente a los demás, pero a mí el hacinamiento no sólo me impedía coger por las noches, sino que me quitaba el sueño” (p.110). Aquí la naturaleza, en especial los animales, se presentan como un paradigma que se anhela, sobre todo por la verdadera libertad que ostentan.

A través de estos cuentos Guadalupe Nettel representa la fragilidad de las personas, muy en especial de las familias, cuyas relaciones se encuentran llenas de distintos sentimientos que no siempre obedecen a lo bueno. Aquí lo malo o lo negativo también sirve para demostrar esa misma fragilidad.  

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Datos del libro reseñado:

Guadalupe Nettel

Los divagantes

Anagrama, 2023