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Reseña: El trabajo de los ojos (2019) de Mercedes Halfon

La luz que nos aleja

Por Sebastián Uribe

Todo entra por los ojos, reza el dicho. La primera impresión es la imagen que uno proyecta y la que va a instalarse en la memoria del otro. Ritos de preparación, ensayos, preocupación. Se centra la atención en uno, en lo que puede prever. Pero, ¿y si la mirada que nos ausculta no es la que se espera? ¿Si esta se desvía de lo normal? Existe una narrativa visual que se replantea a partir de las posibilidades de su autor y receptor, uno cuya vista le alcance una escena distinta a la que llega a los demás. ¿Cómo se lidia con percepción alterada de la realidad?

‘El trabajo de los ojos’ empieza con la noticia muerte del oculista de la narradora y la revelación de su estrabismo como una enfermedad aparecida en la infancia y la multiplicidad de males oculares que pueden aparecer, a causa de ella, a lo largo de su vida. Sobre estos tres ejes, Mercedes Halfon (1980) erige un bello libro, en el que, hilvanando pasajes llenos de humor, curiosidad, asombro y reflexión, profundiza en la amalgama de aquellos elementos que posibilitan y dificultan el acto de ver.

Es una máxima que puedo aplicar a otros aspectos de mi vida. En vez de apoyarme en lo que funciona bien, pongo sistemáticamente la energía sobre lo que falla. Es un mecanismo de la crítica”. (p. 21)

La predisposición surgida a temprana edad para mirar de manera distinta, debido al estrabismo, se torna en la obsesión de la narradora. Explora cómo ello afecta sus relaciones familiares y amicales. Una familia caracterizada por esta marca física. Una herencia indeseada. Madre e hijos compartiendo estas carencias oculares. Años de visitas a centros oftalmológicos. La dificultad para hallar las cosas. Esforzarse siempre más que los demás y cómo ello puede resultar por ratos tortuoso y cansino. Halfon vuelve esta característica indeseada en motor de escritura pues, como dice, “(…) cuando empezamos a notar los procedimientos es porque algo se está malogrando” (p. 40)

Y que sean los oftalmólogos especialistas en niños las autoridades científicas en lo referido al estrabismo, le confiere a este mal una seña de cicatriz de infancia inamovible.  Una herida que arde en cada visita médica, en cada chequeo y tratamiento nuevo. Una niñez permanente en los ojos, la imposibilidad de desarrollar una mirada adulta, “como los demás”. Ello provoca a lo largo de la vida otra lectura de lo que se percibe.  Un código distinto para entender el mundo, menos definido y más subjetivo. Más aún con la ceguera, la extinción total de la luz:

“A veces creo que la vista es un bien de ese tipo. Algo que existe de forma irrefutable, muchos la poseen, pero hay un punto oscuro, un precipicio rocoso desde donde cae a un fondo de pantano inaccesible”. (p. 22)

Este andar por puntos ciegos, distorsionados, estrecha el vínculo de la narradora con su vocación literaria, en un intento de aprehender lo que no se puede captar fácilmente con la mirada, a través del lenguaje. El pasar horas incontables de soledad tratando de descifrar emociones, experiencias, el sentido de la realidad. Escribir como una forma de guiarse por la vida:

Llorar por un dolor opaco y persistente. El conocimiento sería un calmante al permitirnos encontrar una forma reconocible, una regularidad. Convertirlo en relato. Tenga o no una solución’. (p. 86)

Mercedes Halfon – Foto: Carolina Bartolomé

La estructura fragmentaria dota al libro de un ritmo pausado en el que se invita al lector a detenerse en cada pasaje. Hay ensayo, aforismos, datos históricos. Historias personales y familiares. Un enfoque heterogéneo con un efecto cautivante. Y si bien, en cierto pasaje se dice que el relato esconde la trampa de conocer el final de la historia y ser una ocasión perfecta para la exageración, el recomendar con entusiasmo este libro no lo es.

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Datos del libro reseñado:

Mercedes Halfon

El trabajo de los ojos

Editorial Las afueras, 2019. 104 pp.

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Reseña: Un lugar seguro (2021) de Olivia Teroba

Un reconfortante lugar para la reflexión y el recuerdo

Por Enrique León

Una pregunta que se lleva haciendo la literatura, en las últimas dos décadas, es dónde se sitúa el escritor dentro del relato. Superado lo relativo a narradores y formas verbales utilizadas, el asunto parece haberse resuelto con una suerte de derrota de las grandes novelas y, por lo tanto, de los discursos que estas llevan implícitas. Esto ha favorecido un relato más centrado en la experiencia personal, que coloca al autor en un lugar preeminente del libro o, incluso, central. Aunque la narrativa ha sido el género donde la autoficción ha estado más presente, también se puede encontrar en un género tan complejo como es el ensayo. El libro que me ocupa hoy es una colección de ensayos autobiográficos titulado Un lugar seguro y su autora es la mexicana Olivia Teroba (Tlaxcala, 1988). Este texto ha sido editado en España por Las Afueras,una editorial que continúa realizando un gran trabajo con la literatura hispanoamericana.

Un lugar seguro es una colección de once ensayos breves de carácter marcadamente autobiográficos. El libro recibe el nombre del texto que cierra la obra y que es uno de los más consistentes del conjunto. A partir de una experiencia personal o una situación, la autora va planteando una serie de cuestiones relevantes. El contexto es importante, ya que todo lo que cuenta se encuentra muy arraigado en México y, específicamente, al entorno geográfico donde se ha movido la autora. En cuanto al carácter del texto, la localía, la familiaridad y la intimidad son tres características que más se aprecian en cada uno de los ensayos. La familia junto a ese elefante blanco del que se habla en el último texto y al lado del crecimiento, tanto físico como personal, son los temas recurrentes en muchos textos. La autora muestra su mundo interior y cotidiano para reflejar los cambios que operan en su forma de ver el entorno y en cómo abordar (y habitar) de forma crítica la realidad que la rodea. Ensayos como “Medir la tristeza” o “34B” son ejemplos perfectos.

Olivia Teroba logra un preciso equilibrio entre lo íntimo y lo reflexivo. El estilo se aleja de lo pomposo, con una escritura sencilla y cercana. Es un libro humilde en su temática y en su estilo, lejos de la grandilocuencia con que se viste cierta literatura carente de contenido. Aquí los temas están claros, no hay necesidad de presentar un sinfín de referencias ni un catálogo de citas. La autora plantea una situación o reflexiona sobre algo y se acabó. Son textos breves, con algunas partes cargadas de sentimiento, que no quieren eternizarse ni dar vueltas párrafo tras párrafo. La estructura es simple, sin alardes, y esto acaba por ser un valor a su favor. Están las estanterías llenas de autoras y autores que, explorando las literaturas del yo, acaban por despeñarse y, de paso, arrastrar al lector. Por fortuna, esto no ocurre aquí, pues cada pequeño ensayo acaba por resultar como una pequeña charla, un diálogo con la autora, algo corto y distendido.

Olivia Teroba

Un lugar seguro es un libro breve y honesto que nos acerca a la realidad de una joven escritora mexicana. Olivia Teroba ha continuado escribiendo tras este libro debut, así que espero volver a leerla pronto.

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Datos del libro reseñado:

Olivia Teroba

Un lugar seguro

Editorial Las Afueras, 2021, 123 pp.