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Reseña: Carmen Balcells, traficantes de palabras (2022) de Carme Riera

La Mamá Grande o Superagente literaria

Por Omar Guerrero

Carmen Balcells, traficantes de palabras (Debate, 2022) es una biografía bastante extensa sobre la agente literaria más exitosa del mundo hispano. Son más de quinientas páginas con información detallada sobre su vida familiar y laboral (508 páginas para ser más precisos). La autora de este libro es la escritora española Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948), quien trató de manera directa con la propia Carmen Balcells (1930-2015). Cabe resaltar que la amistad entre ambas data de un lapso de cuarenta años por lo que la información es de primera mano. Aunque, como indica la sinopsis de este libro, para cumplir con este ambicioso proyecto, Riera también se vio en la obligación de entrevistar a familiares, amigos, editores, agentes y muchas personas relacionadas con el mundo del libro, quienes han dado testimonio de una mujer que fue muy querida y, a la vez, bastante temida, además de ser muy poderosa y polémica, y cuyo mayor logro fue representar y formar un extenso catálogo con escritores asombrosos, a los que también se les puede considerar como excepcionales. Lo más curioso es que la mayoría son de habla hispana, entre ellos sobresalen tres Premios Nobel de Literatura.   

El libro está compuesto por treintaitrés capítulos junto a un dossier de fotos bastante interesantes. Se suma un apéndice, además de los agradecimientos y un extenso bloque de notas (775 notas para seguir siendo precisos), y otro largo bloque correspondiente al índice alfabético donde se encuentran los principales nombres de la literatura universal como coprotagonistas de esta inmensa biografía que, a la vez, sirve como testimonio de una época dorada para las letras en español (no es descabellado llamarlo “el otro siglo de oro”). Me atrevería a decir que también puede servir como modelo para quienes se aventuren en la tarea de convertirse en agentes literarios, pues Carmen Balcells es el mejor ejemplo de ello. Esta misma recomendación recae sobre escritores y editores profesionales debido a que el legado de Balcells continúa debido a que su agencia se mantiene vigente como una de las más importantes del medio, lo que resulta valioso para saber las implicancias de un contrato y sus cláusulas, los beneficios y los inconvenientes que pueden traer consigo el cumplimiento o incumplimiento de estas. Incluso, es una lectura válida para que su competencia la lea, porque a partir del trabajo desarrollado por Balcells se llegó a formar una especie de escuela (o alumnos, o alumnas) lo que ha dado lugar a otras agencias literarias con mucha participación en el mercado literario en la actualidad.  

En este libro es imposible no mencionar a uno de los más importantes Premios Nobel de Literatura de las últimas décadas, y que no ha quedado en el olvido porque sus libros se siguen vendiendo y leyendo por millones, dando paso a grandes producciones cinematográficas. Me refiero a Gabriel García Márquez, quien no sólo representó un porcentaje considerable en la facturación de la agencia, sino que también formó parte del círculo íntimo de la agente, además influir en muchas decisiones para ella. Así se detalla en la introducción: “García Márquez, por ejemplo, no representó solo el 36.2 por ciento de la facturación de la agencia, sino algo mucho más importante: fue el espejo en el que muchas veces Carmen se miró, y en ese espejo destacaba el sentido del humor, la capacidad de sorprender, de quebrar la expectativa del interlocutor, la seguridad no exenta de cierta arrogancia y, muy especialmente, la fascinación por el poder y por quienes lo ejercen” (p.19).

Por supuesto que esta relación también era mutua. El mismo García Márquez también expresó admiración sobre su agente, sobre todo porque se encargaba de tratar temas que él prefería evitar: “Me gusta decir cuánto dinero gano y cuánto pago por las cosas, porque sólo yo sé el trabajo que me cuesta ganármelo, y me parece injusto que no se sepa. La única excepción a esta norma es que nunca hablo de dinero con los editores y los productores de cine, porque tengo un agente literario que habla por mí mejor que yo; primero, porque es mujer, y después, porque es catalana. Muchos editores la detestan por la ferocidad con que defiende los centavos de los escritores, sobre todo de los jóvenes y más necesitados, y el día que no la detesten empezaré a sospechar que se pasó al bando contrario” (p.24).

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Y es que eran tan conocidas estas discusiones (llámese también peleas) que ella sostenía con editores y gerentes muy poderosos como Carlos Barral, de Seix-Barral, o José Manuel Lara, fundador de Editorial Planeta, quienes llegaron a perder la compostura y el respeto que exigen sus puestos al punto de llegar a insultarla. Aunque estas situaciones Balcells sabía manejarlas muy bien, ya sea con drama o a través de su férreo carácter. Y en todas siempre salía airosa. Lo hacía tan bien que el escritor español Manuel Vásquez Montalbán, representado también por la agencia Balcells, se animó a llamarla “la superagente literario 009, pero todavía sin licencia para matar” (p.25).

Lo cierto es que Balcells sabía convivir muy bien con el poder. Se relacionaba con quien lo ostentaba o con quien pudiera ayudarla en distintas situaciones. Y vaya que fue mucha gente importante con la que tuvo cercanía. Así es como se especifica en estas páginas: “Conocer e incluso mantener relaciones de amistad con Fidel Castro, Salinas de Gortari, Belisario Betancourt, Andrés Pastrana, Felipe González, José María Aznar o con los reyes Felipe y Letizia, no sólo le encantaba, sino que además sabía hasta qué punto, como ocurrió con Aznar, le podían ser útiles a ella y a sus representados. En este sentido, también se parecía a su querido Gabo, quien, a partir del éxito de Cien años de soledad, se valió de la fama para acercarse al poder” (p.34). Un ejemplo simple de ello es cómo Balcells lograba cosas imposibles como conseguir un avión o helicóptero que pudiera rescatar a uno de sus escritores varados para que pudieran cumplir con su trabajo de promoción de libros.

Esta misma relación con el poder la confirmó su hijo Lluís Miquel Palomares, heredero del imperio que formó su madre y director actual de la agencia Balcells: “La obsesión por el poder fue uno de los motores de la vida de mi madre” (p.35). Aquí es necesario mencionar que Lluís Miquel Palomares es hijo único de Carmen Balcells y en su niñez se caracterizó por poseer una extremada timidez, problema que enseguida fue solucionado por su madre al pedirle al mismo García Márquez que le diera consejos a su hijo, además de brindarle una que otra experiencia propia de los varones como si Gabo fuese un segundo padre o un padrino para el pequeño y retraído Lluís Miquel, quien, sí o sí, estaba destinado a heredar el imperio que Balcells estaba forjando. Y vaya que sirvió.

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

La figura de la agente fue adquiriendo una imagen mítica con el transcurrir de los años y más aún con los triunfos de sus representados. Fue entonces que su imagen pasó a ser casi religiosa, como si se tratara de una verdadera madre para los suyos, quienes seguían alcanzando la tan ansiada consagración. Lo curioso es que estas grandes personalidades se encomendaban a ella porque su grandiosidad no tenía límites. Era algo muy similar a la convivencia perfecta entre divinidades. Y ni qué decir del temor que podía producir en quienes se encontraba en la otra orilla, que también tenían y ostentaban grandiosidad y hasta cierta divinidad. Era como un choque de poderes: “Muchos escritores no dan un paso sin consultar con ella. Dicen que García Márquez se encomienda a Balcells cuando contrae un catarro o tiene que tomar un avión. Tres cuartos de lo mismo hacen Cela, Vargas Llosa, Isabel Allende y docenas de consagrados. Las editoriales tiemblan al escuchar su voz por teléfono. Es terrible como un John Wayne. Y además lista, voluntariosa, implacable y lúcida» (p.49).

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Muchas personalidades, que no pertenecían a su agencia, pero que llegaron a conocerla dan fe de la imponencia que ella ostentaba. Así lo comenta Julio Ortega, quien llegó a ser su vecino: “[…] su energía era de una claridad arrebatada, a la vez intuitiva y, a veces, feroz. Uno terminaba haciendo para ella lo que no habría hecho por uno mismo” (p.57).

Otros autores, que sí estuvieron bajo su cargo en la agencia, también dan fe de su férreo carácter y su habilidad para tener siempre el control de las cosas. Así lo mencionó José Donoso, quien muchas veces se vio sucumbido por las duras decisiones de su representante: “Carmen Balcells parecía tener en sus manos las cuerdas que nos hacían bailar a todos como a marionetas, y nos contemplaba, quizás con admiración, quizás con hambre, quizá con una mezcla de ambas cosas, mientras contemplaba también a los peces danzando en su pecera” (p.59).

Ante todas estas definiciones y testimonios cercanos es fácil deducir que ella fue el artífice del prolongado y sepulcral silencio que existe hasta el día de hoy sobre las razones de por qué Mario Vargas Llosa golpeó a Gabriel García Márquez. Se asume que como buena “madre” (o agente) no se inclinaría por ninguno de sus dos “hijos” (o representados) bastante predilectos a pesar de los hechos (o errores) que se cometieron antes de desencadenarse este suceso. Su imparcialidad y su silencio fueron su última decisión con respecto a este tema: “De manera aún más especial, fue discretísima en lo que atañe al puñetazo que Gabo recibió de Mario Vargas Llosa el 12 de febrero de 1976 en el vestíbulo del teatro del Palacio de las Bellas Artes de México DF, adonde ambos habían sido invitados para asistir al estreno de la película La Odisea de los Andes, con guion de Vargas Llosa. Balcells incluso sabía quién, entre los que se atribuían haber corrido a comprar el filete sangrante para ponérselo a Gabo sobre la mejilla golpeada -tratando así de aliviar el hematoma, que le cubría parte del ojo izquierdo, según las fotos que le realizó Rodrigo Moya dos días después- decía la verdad” (p.140).

En cuanto al boom, Balcells sabía muy bien que este se centraba en unos cuantos grandes escritores quienes capturaban la atención de muchos interesados. Era como uno de los mayores tesoros que tenía en manos y que siempre debía de cuidar: “Mucho antes, en 1974, Manuel Vázquez Montalbán recogía unas palabras de Balcells sobre la explosión del boom, al que la agente califica como el descubrimiento de un pozo de petróleo que atrae a las compañías explotadoras» (p.168).

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Por otro lado, las mujeres escritoras nunca estuvieron fuera de su protección. Balcells era como una pitonisa que sabía muy bien que tarde o temprano el rol de las mujeres dentro de la literatura cambiaría, tal como se ha visto en los últimos años. Quizá por eso siempre estuvo pendiente de las necesidades de Isabel Allende, a quien atendía engriéndola con flores, tan igual como lo hacía con García Márquez, y hasta con grandes cenas donde nunca faltaba el caviar, pues Balcells sabía del inmenso potencial que había en Isabel Allende y en otras escritoras como Nélida Piñón, a quien visitaba por largas temporadas en su natal Brasil: “Nélida fue probablemente, después de su madre y tras Lola Carmona, la mujer más importante de la vida de la agente, por cuya carrera literaria luchó a brazo partido y con un gran éxito, avalado por los importantes premios conseguidos” (p.163).

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Balcells era una personalidad importante, muy similar a sus representados, por lo que nunca faltaba a las grandes reuniones o fiestas literarias de Barcelona. Para ese momento ya se consideraba a esta ciudad como el epicentro del mundo editorial y literario en español. Así lo testifican los medios periodísticos y culturales: “El grupo había sido bautizado por Joan de Sagarra como la gauche divine en un artículo de Téle/eXprés a propósito de los asistentes a la fiesta de inauguración de la editorial Tusquets en el barcelonés Gran Price. Sus componentes se reunían en un nuevo local nocturno, Bocaccio, inaugurado en 1967, propiedad de Oriol Regás, que representaba, en cierta manera, el nuevo modo desinhibido y mucho más libre de entender la vida, la cultura y las relaciones humanas” (p.178).

En cuanto a las disputas con las grandes editoriales siempre continuaban, más aún si había mucho dinero de por medio. Incluso hasta se agravaban como el juicio que le entabló a Plaza & Janés por la publicación de unos títulos de García Márquez en determinados formatos que no se incluyeron en el contrato, motivo suficiente para que Balcells y su representado lograran más ganancias de las que obtenían con las ventas de los libros (p.219). Otro altercado conocido fue el que ocurrió con Beatriz de Moura y Toni López Lamadrid de Tusquets por la segunda novela de Javier Cercas después del éxito de Soldados de Salamina. La nueva novela era La velocidad de la luz (2005), por lo que se pidió un anticipo de un millón de euros (p.205). Al no recibir este monto por parte de sus editores, Cercas publicó su segunda novela con Random House Mondadori (nombre anterior de Penguin Random House Grupo Editorial). Y esta decisión para la gente de Tusquets se consideró como una triple traición.. Primero, de Javier Cercas, a quien consideraban un amigo. Segundo, de Claudio López Lamadrid, sobrino de Toni, director de Random House. Y tercero, de Carmen Balcells, agente literaria de Cercas y persona cercana para los directores de Tusquets (p.206).

En cuanto a las viudas de los escritores sí es preciso reconocer que Balcells no tuvo la suerte de salir airosa ante sus requerimientos. Es más, hasta llegó a tener diferencias con algunas de ellas. Sucedió con las viudas de Cabrera Infante y de Bolaño, quienes decidieron pasar los derechos de sus maridos a la Agencia Wylie en 2009. Lo mismo pasó con la viuda de Jorge Edwards.

Otros hechos importantes en la vida de Balcells fueron los viajes. Sobresale, en especial, el viaje que realizó a Perú junto con Mario Vargas Llosa en 1967 después de que recibiera el Premio Rómulo Gallegos por La casa verde. En este viaje también los acompañaría el escritor y crítico literario catalán Josep María Castellet, quien calificó a Lima como una ciudad triste y pobre, propia del retrato que hace Vargas Llosa en sus novelas (p.262). Luego pasaron por Iquitos, lugar al que consideró como un pueblo miserable, al que llegaron sólo para recabar información para lo que luego sería Pantaleón y las visitadoras. Lo único rescatable de este viaje fue una sesión de ayahuasca donde a la agente le dio un ataque de risa que nunca pudo controlar en todo el tiempo que le duró los efectos de la ingesta. Otro viaje que quedaría como recuerdo junto a su estimado Mario sería uno que hicieron a Cusco, en especial a la ciudadela de Machu Picchu.

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Otros viajes importantes para la agente fueron los realizados a La Habana, con García Márquez como intermediario, sólo con la intención de obtener las tan ansiadas memorias de Fidel Castro, a quien Balcells admiraba por ser uno de los principales protagonistas de la segunda mitad del siglo XX. La revolución cubana también había cautivado a la agente literaria (p.271).

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Parte de su legado es haber creado una escuela de agentes donde destacan otros nombres como Antonia Kerrigan y Silvia Bastos, quienes trabajaron primero para la agencia Balcells, logrando cercanía y confianza con la superagente, además de muchos conocimientos en el mercado del libro, aunque estas relaciones no duraron mucho tiempo debido al fuerte carácter de cada una de estas importantes mujeres en el medio literario español, lo que terminó en grandes peleas y, por tanto, en la creación de estas otras agencias que terminaron siendo competencia de Balcells.

También es importante mencionar las relaciones de amor-odio que sostenía con los editores, o jefes editoriales de grandes corporaciones. El primer ejemplo, ya mencionado al inicio de esta reseña, es con Carlos Barral, quien, en realidad, fue el creador de Balcells, pues ella trabajó para él en Barral Editores. Y porque fue él quien le recomendó que mejor se dedicara a ser agente literaria, puesto nulo o inexistente en ese momento. Gran error, y al mismo tiempo, gran consejo dado por el mítico editor. Otro ejemplo de esta relación es con Jorge Herralde, de Anagrama, con quien siempre se encontraba en las grandes fiestas que se realizaban en la discoteca Bocaccio de Barcelona, además de coincidir en varias ocasiones en las más importantes ferias del libro alrededor del mundo. O con Claudio López Lamadrid, de Random House por quien sintió un grandísimo afecto, no sólo por ser sobrino de su antiguo amigo Tony López Lamadrid, de Tusquets, sino también por haber sido el jefe-editor de buena parte de la obra de sus representados.

Se pueden seguir mencionando más hechos importantes que aparecen en este libro, pero son interminables. Sólo concluyo con la presencia de Balcells en la premiación del Nobel de Literatura. Ella acudió en tres ocasiones a Estocolmo. Primero con García Márquez en 1982, donde el escritor colombiano alteró el protocolo al no usar el clásico frac que se requiere para esta ceremonia sino su típico traje blanco caribeño colombiano sólo para demostrar que su nombre ya había pasado a la historia. En esa ocasión, Balcells también deslumbró con un caftán persa reservado sólo para ocasiones especiales. Y vaya que lo era. La segunda vez fue en 1989 con la premiación de Camilo José Cela, que no estuvo exceptuada de polémica, más aún al conocerse la inclinación política que tuvo el escritor español en el pasado. Y la tercera fue en 2010 cuando se lo dieron a Mario Vargas Llosa. En esa ocasión, Balcells estuvo presente entre los primeros asientos, no sólo por ser la agente literaria del galardonado sino por su avanzado estado de edad, sobre todo por su dificultad para trasladarse. Aun así, se le veía como una madre orgullosa que no podía evitar las lágrimas, más aún al saber el delicado estado de salud de su esposo Lluís Palomares, quien fallece en Barcelona tres días después de que Mario Vargas Llosa pronunciara al mundo su emotivo discurso. 

© Editorial Debate, Penguin Random House Grupo Editorial

Sin duda, Carmen Balcells es la Mamá Grande de la literatura en español. Y no por la referencia del personaje de García Márquez, sino porque en realidad fue como una mamá para muchos de sus escritores, y porque también fue grande (muy grande) en todo el sentido de la palabra.

Para más información existe un documental que ya se ha convertido en un clásico. Se llama “La cláusula Balcells” y se puede ver en el siguiente enlace:

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Datos del libro reseñado:

Carme Riera

Carmen Balcells, traficantes de palabras

Debate, 2022

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