No hay más ciudad, novela de Francisco Izquierdo Quea
Por Carlos Germán Amézaga
Un gato muy achorado, atento a todo lo que pasa a su alrededor; una chica guapa, elegante y sexi, que sabe lo que quiere y cómo lo quiere; y un hombre a ratos descarriado, sin una conciencia fija en su destino, son las figuras centrales de la novela No hay más ciudad, en la que su autor retrata, en poco más de 160 páginas, los años 90 y principios del siglo XXI en el Perú, en algunos distritos de Lima, en particular: Chorrillos, Breña y algunos otros lugares más específicos como la Universidad de San Marcos y los bares del centro de Lima.

Héctor es un gato, un minino, pero, al mismo tiempo, parece muy humano, pues piensa y actúa como tal. Con sus pares, los gatos del barrio, procede como lo haría cualquier muchacho con sus amigos; tiene, además, un affaire con su amiga Telma, una bella gata del vecindario de Chorrillos, donde vive con Claudia y Germán. Ellos lo tratan muy bien, pero entre ellos se llevan mal y terminarán separándose.
Claudia es enfermera y lleva una doble vida; estudia en la universidad y dos veces por semana atiende en un establecimiento para hombres. Se siente superior a las otras chicas del bar y aprovecha su talento para conocer algunos personajes interesantes y ganar mucho dinero, pero sin llegar necesariamente al sexo. A este lo conoce con las otras chicas, con quienes comparte orgías y realiza intercambio de parejas. Sale del bar cuando se pelea con una de sus compañeras. Su vida con Germán, a veces plácida, no resulta del todo buena y comienza a engañarlo con un compañero del hospital, hasta que un día Germán los descubre y se pelean entre ellos, lo cual marca el final de la relación.
Germán vive con su madre y su padre, quien viene a Lima de vez en cuando. Entra a la universidad, cambia de carrera y al final la deja. Siempre ha querido filmar y su sueño es ser director de una película cuya historia sea también suya. En esa época conoce a Claudia y se van a vivir juntos a Chorrillos, donde conviven con Héctor y, al principio, les va muy bien juntos.
Germán tiene dos amigos, Matsahuide y Bautista, gordos los dos, poetas, medio desadaptados (al estilo de Lima y Belano, los realistas viscerales de Los detectives salvajes), con quienes se junta en su casa para conversar, ver películas, beber y comer. Ambos son muy categóricos en sus gustos poéticos. Esta posición irreductible los llevará en algún momento a pasar a la acción y serán los autores de un incendio en el que desaparecen a toda una serie de poetas y críticos.
Esta es, a grandes rasgos, el argumento de la novela de Francisco Izquierdo, en la cual el autor nos va develando poco a poco una cierta idea de destrucción: se destruye la vida de pareja de Germán y Claudia; se destruyen los sueños de Germán de querer hacer su película con su propio guion; se destruye la vida de Héctor, quien había logrado pasar lo mejor de su existencia con una pareja que luego se separa; y, por supuesto, esa gran hecatombe que significa el incendio final, será un poco la catástrofe que representará ese quiebre en las vidas de los personajes: Germán perderá a sus amigos, se quedará solo, sin Claudia y sin Héctor y su destino se presentará sombrío; Claudia habrá encontrado quizás el amor en su nuevo novio y probablemente dejará una vez más su casa, pues tomará a Héctor para llevárselo; y, finalmente, Héctor, luego de recuperarse de una atroz pelea con otros gatos, empezará una nueva vida con Claudia, pues se va con ella a un lugar desconocido, pero supuestamente mejor.
La novela, dividida en cinco capítulos, es narrada por los distintos personajes, incluso por el gato Héctor, lo cual hace posible que cada uno de ellos sea visto desde la propia perspectiva del actor, pero también desde el punto de vista de los demás, lo cual, como suele ocurrir, no siempre genera coincidencias. De allí que los sueños de uno y las ambiciones de la otra terminen chocando entre sí y determinen una separación que afectará a todos: hombre, mujer y gato, aunque de manera diferente.
La novela de Francisco Izquierdo Quea me ha gustado, porque sus protagonistas son seres reales de carne y hueso que viven, se desarrollan y construyen relaciones entre sí, en una sociedad de clase media limeña de finales de los 90, en medio de los problemas y sinsabores de aquella época. Además, de manera muy original, Izquierdo le da una voz propia al gato de la pareja, lo cual ofrece un colorido especial a la narración desde un plano en general inusitado.
Germán es el que pierde más a lo largo de la novela, tal vez porque nunca pudo ubicarse plenamente en lo que quería lograr; de allí que en algún momento se dice de él: «Volvió tras sus pasos y tuvo la sensación que el ambiente estaba más frío que hacía instantes. Sintió ganas de beber algo caliente, un té o un café, pero desechó rápidamente la idea. No quería volver a hablar con los policías. La cabeza le dolía. Se instaló en la silla dejándose caer por el respaldar. ¿Quién es quién en todo esto, Germán? ¿Quién eres tú?».

Esa sensación reflejada en las preguntas que se hace el protagonista, de ausencia de definición, de melancolía, aunque también de cierto optimismo en el futuro, es aquella que al final nos deja la lectura de No hay más ciudad. Seguiremos esperando con entusiasmo una nueva entrega del autor.
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Datos del libro comentado:
Francisco Izquierdo Quea
No hay más ciudad
Animal de Invierno, 2021