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Reseña: Un verdor terrible (2020) de Benjamín Labatut

La paradoja de la ciencia

Por Omar Guerrero

Un verdor terrible (Anagrama, 2020) del escritor chileno Benjamín Labatut (Rotterdam, 1980) se le puede definir como un libro inclasificable. En palabras de su editora Silvia Sesé, se trata de un artefacto literario donde el principal protagonista es la ciencia. Es decir, aquí se hace literatura a partir de una exploración del ámbito científico. El medio para llevarlo a cabo es la narrativa, a pesar de que no se trata específicamente de una novela. Tampoco corresponde con exactitud al género del cuento. Sin embargo, se recurre de alguna manera a su estructura para presentarnos cuatro relatos y un epílogo donde lo científico es visto desde su lado más perturbador. Se trata de unos textos de no ficción que desarrollan lo biográfico, lo histórico y -por supuesto- también el ensayo, sobre todo para sustentar las teorías científicas que se crearon a favor (y también en contra) de la humanidad. Aunque cabe resaltar que, para su autor, sí se trata de un libro de ficción basado en hechos reales. De ahí su paradoja, sobre todo al presentar estas historias de la vida real, con sus protagonistas y contextos, solo para mostrar los resultados de sus trabajos e investigaciones, muchos de ellos terribles y escalofriantes, más aún cuando se establece la presencia de la locura, la enfermedad y hasta de la misma muerte.

En el primer relato titulado “Azul de Prusia” su protagonista es el químico judío-alemán Fritz Haber, padre de la guerra química, quien usó por primera vez el cianuro de hidrógeno como una verdadera arma de destrucción masiva, pues en cuestión de minutos acababa con la vida de los soldados enemigos de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Esto sucedía después de propalarla por los campos de batalla, causando asfixias e irritaciones dolorosas en las vías respiratorias hasta llegar al inmediato colapso. Este veneno se expandía como un gas de una coloración verdosa que acababa con cualquier forma de vida que se encontraba a su paso (de ahí el título del libro). Era tan efectiva como veneno que los principales mandatarios germanos condecoraron a Fritz Haber por los logros obtenidos hasta el momento en la guerra. Incluso hasta llegó a ganar el Premio Nobel de Química en 1918. Sin embargo, sus méritos como científico no causaron ningún tipo de orgullo en su familia, quienes se avergonzaron de él a tal punto de tomar decisiones radicales como una forma de mostrar su disconformidad ante tanto horror creado. Lo peor vendría después para el científico. Lo más irónico en esta historia es que en la Segunda Guerra Mundial los nazis utilizaron una variante de este cianuro (pesticida Zyklon) para acabar con la vida de los judíos en los campos de concentración. Muchos de ellos eran familiares de Fritz Haber.

El segundo relato es “La singularidad de Schwarzschild” donde se aborda la vida y peripecias del físico, matemático y astrónomo alemán Karl Schwarzschild, cuyo estado de salud se va deteriorando al punto de sufrir grandes e indescriptibles dolores en medio de las detonaciones de la Primera Guerra Mundial. Su diagnóstico era una extraña enfermedad llamada “pénfigo”. Su desarrollo es el siguiente, tal como lo resume el autor: “Su enfermedad comenzó con dos ampollas en la esquina de su boca. Al mes cubrían sus manos, pies, garganta, labios, cuello y genitales. En dos, estaba muerto”. Pero antes de este lamentable desenlace ocurre su verdadera singularidad, sobre todo con el contenido de la carta que le hace llegar a Einstein con la explicación y solución de las ecuaciones de la relatividad y el primer augurio de los agujeros negros. Como es de suponer, este descubrimiento resulta toda una fascinación.

El tercer relato se llama “El corazón del corazón”, cuyo principal protagonista es el matemático apátrida nacionalizado francés Alexander Grothendieck, quien desarrolló sus estudios estructurales en medio de un solitario retiro espiritual lleno de extravagancias y misticismo. Su aspecto y figura fue cobrando un total deterioro al punto de considerarlo como un indigente. Sin embargo, la decadencia de su aspecto físico contrastaba con la lucidez con la que desarrollaba sus investigaciones, al punto de trascender fronteras y admiraciones como le sucedió al matemático japonés Shinichi Mochizuki, quien veló por estas teorías hasta el último momento de vida de Grothendieck.     

El cuarto relato, y el más extenso de todos, se titula “Cuando dejamos de entender el mundo” que, a su vez, contiene cinco subcapítulos que se centran -en su mayoría- en la vida del físico austriaco Erwin Schrödinger, cuya vida personal estuvo marcada por una enfermedad que lo seguiría hasta al final de sus días. Esta misma enfermedad motivó para que él se recluyera en un sanatorio en Suiza sin importarle conocer las innumerables infidelidades de su esposa, quien se relacionaba inclusive con gente cercana a él. En cambio, Schrödinger aprovechó su internamiento para desarrollar a fondo sus investigaciones. En esos días de reclusión y tratamiento, él conoció a la hija del doctor dueño del sanatorio, una niña de trece años también enferma de lo mismo. Lo curioso en esta niña es que su enfermedad acentuaba su belleza, a pesar de su corta edad. Esta pálida belleza fascinaba y trastornaba a Schrödinger, quien no podía controlar sus erecciones ante la tentación de esta niña que siempre buscaba su cercanía bajo la forma de una inocencia y a la vez de cierta malicia. Parte de esta cercanía corresponde a un interés intelectual que solo puede ser cumplido por Schrödinger, hasta que surge de pronto un extraño erotismo en medio de un aura de muerte que solo puede causar un determinado tipo de respuesta. En la parte final de este texto también estarán presentes las diferencias y enfrentamientos entre Schrödinger y el físico alemán Werner Heisenberg debido a sus postulados en el desarrollo de la teoría cuántica y al principio de la incertidumbre. A ellos se suma la presencia de otros grandes genios como el príncipe De Broglie, Niels Bohr y Einstein. Todos juntos en un mismo encuentro internacional.  

El último texto corresponde a un epílogo titulado “El jardinero nocturno” donde un hombre, común y corriente y padre de familia, encuentra junto a su pequeña niña unos perros muertos producto de un envenenamiento por el uso de cierto tipo de sustancias. Él vive en un pueblo apacible rodeado de montañas y de vegetación. Se trata de un espacio que puede representar mucha vida. Sin embargo, debido a una serie de circunstancias provenientes de la ciencia solo se puede pensar en más incertidumbres o en la misma destrucción o muerte. Pues como el mismo autor menciona al citar a Einstein: “es imposible creer que los hechos del mundo obedecieran a una lógica tan contraria al sentido común”.

A partir de lo expuesto, el lector, sin necesidad de un profundo conocimiento científico, podrá sacar sus propias conclusiones.

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Datos del libro reseñado:

Benjamín Labatut

Un verdor terrible

Anagrama, 2020         

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