Categories
Comentario sobre textos Reflexión Reseñas de libros

Reseña: Párrafos pirómanos (2022) de Yadir Gómez

Cuentos que queman

Por Marlon Aquino Ramírez

Hace unas semanas, curioseando por Internet, di con unos fragmentos bastante interesantes del libro Párrafos pirómanos (Libre e independiente, 2022) del narrador Yadir Gómez (Lima, 1984). La claridad y contundencia de la prosa, así como el presentimiento de una voz original, me motivaron a comprar el libro. Culminada la lectura de los nueve cuentos que lo integran, debo decir que se trata de una obra que genera muchas expectativas con respecto a futuras publicaciones de este autor. Y es que, si bien hay relatos que no llegan a cuajar, hay otros que sorprenden gratamente por una cuidadosa estructura narrativa que conduce a finales con una enorme carga emocional.

Son cuatro los cuentos que, según mi apreciación, destacan en este libro. Mencionaré en primer lugar a «Circa 1975», un emotivo relato basado en la visita que hiciera Jorge Luis Borges a México en 1973. No obstante, no son las vivencias del hacedor argentino el foco de la narración, sino el mundo interno del protagonista, un fotógrafo mexicano llamado Rogelio, a quien se le ha encargado perseguir al autor de «El Aleph» para obtener tomas exclusivas de su visita. Hasta aquí, nada notable. Sin embargo, poco después, nos enteramos de que Rogelio tiene un hijo ciego, un pequeño por el que él y su esposa se desviven. No hay esfuerzo que no hagan para que aquel sufra lo menos posible en un mundo en el que no puede orientarse. Será precisamente este reconocimiento de la vulnerabilidad humana lo que despertará la empatía de Rogelio cuando involuntariamente consiga registrar una escena impactante: camino a su habitación en el hotel donde se aloja, Borges ha tropezado y caído aparatosamente al suelo junto con su acompañante, María Kodama. ¿Qué es lo que haría cualquier fotógrafo sediento de fama? Pues, sencillamente, entregar esas deshonrosas tomas a su editor y a cobrar se ha dicho. No es lo que hace Rogelio. Piensa en su hijo. Empatiza. Destruye los negativos. Destaca aquí la capacidad de Yadir Gómez para hacernos empatizar, a su vez, con ese padre para quien Borges, antes que una gran celebridad de las letras, es un ser humano cuya dignidad merece respeto. De modo que, contradiciendo el credo contemporáneo de que todo tiene que ser mostrado y visto (Facebook, Instagram, Tik Tok), Rogelio decide no mostrar, no ver, cegarse. Una rebelión contra la «sociedad de la trasparencia» que tan bien ha descrito el filósofo Byung-Chul Han. (Trivia: Rogelio Cuéllar existe y no fue tan discreto como su par de la ficción. Ver en Internet su foto de Borges en un urinario).

El segundo cuento notable de esta colección es «Letra muerta». Y lo primero que debo decir es que, en verdad, es este relato el que debió titularse «Párrafos pirómanos». Porque la escritura y el fuego tienen un papel clave en esta historia de plagio, locura y traición. Desde el más allá, el novelista Felipe Santiago nos cuenta cómo, cuando aún estaba en este mundo y era un fanático de la perfección artística, quemaba diariamente en el patio de su casa los borradores de una obra que no lo satisfacía. Una novela que, de tanto pulir, ya había alcanzado el estatus de obra maestra. Nos habla también de la infausta noche en la que, en medio de una borrachera, un traicionero amigo apellidado Lizárraga le roba el manuscrito trabajado ese día, el cual no había tenido tiempo de quemar. Lizárraga plagia la genial obra y publica una novela que le atraerá fama y dinero. Lo que sigue es el relato del tortuoso camino de Felipe Santiago para demostrar que esa obra es suya. Pero como nadie le cree, se ve forzado a emprender la titánica tarea de escribir una novela que supere a la anterior. Lamentablemente, su descomunal esfuerzo no lo conduce al ansiado éxito, sino al desequilibrio mental y la muerte. Yadir Gómez es implacable y narra con sobrecogedor detalle el lento descenso de su protagonista al infierno de la locura. (Ripio: el perro “Presidente”, fiel mascota de Felipe Santiago cuya funcionalidad en la historia es cuestionable).

«Las ganas que tenía de matarte» es también un cuento notable. La voz del niño narrador consigue transmitir toda la frustración, rabia e inocencia de quien, a tan corta edad, tiene que soportar las dentelladas de una sociedad enferma. Es difícil no sentir que algo aquí en el corazón se nos desacomoda escuchando los infortunios de ese niño maltratado que maquina cada noche aniquilar a su madre. ¿Lo hará? No lo sabemos. En todo caso, ya ha habido una terrible ejecución: la de su propia inocencia. He pensado mucho en la Carta al padre de Kafka leyendo este relato. Aquí identifico también ese tono condenatorio, implacable, hacia un progenitor (la madre prostituta, en este caso) que faltó a su deber más sagrado: el de cuidar el corazón de sus hijos. Es un relato que irradia verdad, la verdad de la literatura, basada no en la correspondencia con lo factual, sino con las realidades más profundas del corazón humano. A diferencia de otros cuentos que señalaré más adelante, en este no hay ningún elemento efectista que busque llamar nuestra atención hacia el aspecto escandaloso de una situación o personaje, no, aquí simplemente se ha construido diestramente una voz desesperada. (Elemento fallido: la mención final al padre, que irrumpe sin haber sido estratégicamente presentido, sospechado).

Con «La leyenda de Mandrágora Pinto» ocurre algo curioso. Aunque abunda en personajes y escenas escandalosas (Mandrágora Pinto es una artista plástica dedicada a la modelación de vaginas, el Artista Fálico expone penes y testículos reales), esto es coherente con el mundo representado. Quiero decir que, en esa realidad ficticia, el escándalo es la regla, lo normal, por lo tanto, su presencia no suena a impostación (como sí ocurre, me parece, con el malditismo de los personajes de «El peso de Frank» y «Esther, un impulso»). Aquí llama positivamente la atención la agilidad de la prosa de Yadir Gómez. De todos los cuentos, es este el que posee un mayor dinamismo, el que conduce con mayor ligereza al lector hacia su desenlace. No son pocas las historias que se han escrito acerca de los límites entre el arte y la criminalidad, pero tampoco son pocas las que se han terminado ahogando en el mar de la abstracción. Felizmente, esta no es una de ellas. Hay algo más que apuntar aquí. Este es el único cuento en el que Yadir Gómez prueba el final sorpresivo. No parece ser un recurso que le llame mucho la atención, ya que suele concentrarse más en narrar procesos (de deterioro principalmente). No obstante, el resultado es positivo, por lo que no estaría de más que lo considerara en futuras obras. (Sospecha: un par de páginas extras hubieran permitido profundizar más aún en la mente retorcida del Artista Fálico).

Foto: Facebook de Yadir Gómez

¿Y qué ocurre con los cinco cuentos restantes? Son interesantes, se disfrutan, se pueden releer con gusto. Sin embargo, tienen falencias que los colocan escalones debajo de los comentados hasta ahora. En «Párrafos pirómanos», la abundancia de personajes no aportan sólidamente a la trama (Mónica, La Araña Feijoo, el taxista novelista) y cuya presencia dilata innecesariamente el relato. En «El peso de Frank», la banalidad de una anécdota se trata de salvar con la alusión constante a los atractivos senos de la protagonista. Ocurre algo parecido con «Esther, un impulso» y su erotismo tóxico. «Veneno» y «Sesión de maquillaje» abordan el tópico de la infidelidad sin salirse de lo esperado.

Con todo, el balance es claramente positivo. Párrafos pirómanos es un libro recomendable que revela a un autor que entrega lo mejor de sí en cada historia, que está dispuesto a mirar los abismos, que no teme internarse en los túneles del corazón humano y que, sobre todo, cuenta con los recursos narrativos necesarios para continuar desarrollando todo su talento.

*****

Datos del libro reseñado:

Yadir Gómez

Párrafos pirómanos

Libre e independiente, 2022, 120 pp.