Los delirios de un continente
Por Omar Guerrero
Delirio americano (Taurus, 2022) del ensayista y antropólogo colombiano Carlos Granés (Bogotá, 1975) es, en resumen, y sin ninguna duda, un libro extraordinario, de lo mejor que se ha publicado este año. Se trata de un ensayo extenso, lúcido y bastante exhaustivo que revisa la evolución de la cultura en América Latina y su relación con la política a lo largo del siglo XX. Sobresale, sobre todo, la literatura, aunque no están exentas otras manifestaciones artísticas como la pintura, la música o los happenings, por dar solo algunos ejemplos. Empieza en 1898 con la muerte del poeta cubano José Martí y termina, otra vez en Cuba, casi 120 años después, en 2016, con la muerte de Fidel Castro; aunque este hecho es solo un intento de ponerle fin a un recuento que no termina y que sigue teniendo más protagonistas. Son cerca de 600 páginas que nos muestra, a modo de radiografía y diagnóstico, cómo somos los latinoamericanos y cómo nos hemos desarrollado como continente.

Mario Vargas Llosa, en su columna Piedra de toque del 21 de marzo del 2022, que se publica tanto en España como en el resto de Latinoamérica, incluido el Perú, titula su artículo «Los delirios de la soberbia», tomado del tercer capítulo de este libro al que considera como el más importante que se ha escrito porque resume la historia y la cultura latinoamericana, donde se incluye, además, a Brasil como parte de este continente tan lleno de delirios. En este artículo, Vargas Llosa valora también dos hechos que él mismo desconocía, pero que aquí queda revelado gracias al trabajo minucioso de Carlos Granés: la influencia de las vanguardias latinoamericanas en otras manifestaciones artísticas y la relación del nazismo en otros países como Nicaragua con la llegada al gobierno del primer Somoza.
Pero vayamos por partes. El libro empieza, o da la bienvenida al lector, con un tríptico que se despliega a modo de mapa o cartografía que inicia con el modernismo. Aquí se señala como principales exponentes a Rubén Darío y José Martí. Pasa luego al arielismo de Rodó para después desmembrarse en distintas líneas o brazos laberínticos, sobresaliendo el indigenismo, el surrealismo, las vanguardias o el boom latinoamericano, entre otros, y su relación con hechos históricos y políticos como los caudillismos, la revolución cubana y las dictaduras militares. Y así hasta llegar al arte de la víctima como parte de distintas manifestaciones contemporáneas como es el caso de «Un violador en tu camino» del grupo feminista Las Tesis de Chile, y reproducido en distintas ciudades del continente e interrumpido de pronto por la pandemia (este hecho catastrófico y global no detuvo las iniciativas de las industrias culturales como el Hay Festival y la Feria Internacional del libro de Guadalajara, así sea vía streaming). Paralelo a ello se presentan una serie de populismos en la política actual. En el caso peruano, menciona los ejemplos de Keiko Fujimori y Pedro Castillo (pp. 490-491).
El libro está dividido en unas breves instrucciones (8 puntos para ser exactos), un prólogo, tres capítulos (trabajados cronológicamente) y un epílogo, a parte de una extensa bibliografía, un cuadernillo de ilustraciones a color ubicado en la mitad del libro, cuyos créditos se encuentran también al final junto con un índice alfabético más los respectivos agradecimientos. El prólogo lleva por título «Antes del comienzo» donde cuenta de forma breve pero concisa la muerte de José Martí. La primera parte va de 1898 a 1930, titulado «Un continente en busca de sí mismo», donde sobresalen los delirios de la vanguardia. La segunda parte va de 1930 a 1960, titulado «Los delirios de la identidad» donde cobran protagonismo las nuevas revoluciones y el nacionalismo. El tercer capítulo va de 1960 al 2022, titulado «Los delirios de la soberbia» donde la mayor atención recae sobre las dictaduras militares y el populismo de hoy en día. Y el epílogo, titulado «Antes del final», corresponde, como ya se ha mencionado, a la muerte de Fidel Castro.
En la primera parte resulta imposible no mencionar las inquietudes de Gonzalez Prada junto con las de José Martí y Rubén Darío. A ello se suman la de Manuel Gutiérrez Nájera y José Enrique Rodó para tener una idea del nuevo americanismo que estaba tratando de implantarse. Por otro lado, José de la Riva-Agüero y Francisco García Calderón también presentarían sus propuestas. Con el nuevo siglo surgen una serie de poetas modernistas como Amado Nervo. Otros de la misma corriente no ocultarían más adelante sus predilecciones políticas como sucedió con José Santos Chocano en relación con el régimen de Augusto B. Leguía. Algo similar se determinaría con Leopoldo Lugones, influenciado por el fascismo de Marinetti. Todo indicaba que el arte, la pluma y el pensamiento iban de la mano con la acción, el levantamiento y el afán revolucionario. Este impulso se concreta con el pintor paisajista Gerardo Murillo, también conocido como el Dr. Atl, cuyo significado es agua en náhuatl (Lugones le añadiría el calificativo de doctor). Él fue un seguidor de la Revolución mexicana desde París, iniciador del muralismo y partícipe del salto del modernismo a la vanguardia. A su regreso a México se convirtió en un activista acérrimo y singular. Es decir, había decidido cambiar el arte por la acción política para imponer sus ideologías. Otros ejemplos de pensamiento y propuestas políticas son los de José Vasconcelos y su idea de raza, Víctor Raúl Haya de la Torre con la creación del APRA y Mariátegui con el socialismo. En el plano literario, aparecen Vicente Huidobro y el creacionismo, el primer Borges y el ultraísmo, un segundo Borges junto con Girondo y Güiraldes y el criollismo. Mientras tanto, los muralistas mexicanos surgían al igual que el futurismo y la vanguardia artística en Brasil. Punto aparte para el desarrollo del indigenismo en la plástica peruana con José Sabogal en la pintura y Martín Chambi en la fotografía. Lo mismo con la poesía vanguardista andina expuesta por Gamaliel Churata y por Carlos Oquendo de Amat. Este último seducido por las nuevas ideas políticas que lo llevó a abandonar las letras. Esta misma vanguardia poética se mostraría también, y de manera exponencial, con César Vallejo. Lo mismo con Huidobro en Chile en contraparte a Neruda. Otro tema son los poetas mexicanos homosexuales transgresores como Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, por lo que se ganaron muchas diferencias con el ya mencionado Dr. Atl, sobre todo al contradecir la imagen del macho revolucionario. En el caso del caribe surgía el minorismo cubano de Carpentier y el afroamericanismo de Luis Palés Matos y Nicolás Guillén. La consigna con todos estos movimientos, tal como lo indica el autor, era la siguiente: «América Latina iba a ser modernista, vanguardista, gaucha, india, colonial, católica, teósofa, negra, universal, gaucha, lo que fuera. Cualquier cosa menos yanqui» (p. 145). Y esta postura antiimperialista hizo abrigar a muchos la idea de una fantasía materializada que impulsaba a los artistas a dirigir el mundo, pues en Europa ya había sucedido algo similar con Mussolini que provenía de la escritura y Hitler de la pintura. Un ejemplo de este delirio fue el movimiento de vanguardia en Nicaragua y el fascismo de Somoza.
En la segunda parte el mayor protagonismo lo toman los caudillos. En Perú gobernaba Sánchez Cerro después de darle el Golpe de Estado y encarcelar a Leguía. Lo haría sin saber que él sufriría después una serie de atentados. Con su muerte llegaría el gobierno de Óscar R. Benavides, otro militar-caudillo que perseguiría a los apristas, pero que no sería el último porque pocos años después ocuparía el poder Manuel A. Odría, también a través de otro Golpe de Estado. En Argentina surge Perón que crea una telenovela política a partir de su vida sentimental. La presencia de Eva Perón como mujer-símbolo-política es simplemente único. En Colombia se dan actos de violencia con graves consecuencias políticas (contado en la extraordinaria novela La forma de las ruinas de Juan Gabriel Vásquez). Mientras tanto, el cine mexicano llega a su era dorada. En Perú, surge el indigenismo con Arguedas y Alegría. Mención especial para un lugar icónico y trascendental como la Peña Pancho Fierro creado por las hermanas Celia y Alicia Bustamante, sobre todo por sus asistentes asiduos como Salazar Bondy, Eielson y Fernando de Szyszlo. Al mismo tiempo, se da el desarrollo del surrealismo en la poesía con Westphalen y Moro, ambos influenciados por los franceses Breton y Éluard. En otros países de la región aparecen otros grandes genios en las artes plásticas como Guayasamín en Ecuador y Wilfredo Lam en Cuba. Más genios, pero de las letras: Asturias y Uslar Pietri. A ellos se suma Juan Rulfo que, con su obra, breve pero inmensa, retrató el paisaje de México con fantasmas y hechos imposibles de creer. En el sureste, precisamente en Uruguay, aparecían más genios como Onetti, Rodríguez Monegal, Ángel Rama. En el caso de Argentina, la obra de Roberto Arlt ya era un buen antecedente. Lo mismo con Borges que ya se vuelve metafísico al momento de escribir sus cuentos. En Chile, Nicanor Parra hace uso del humor y de la ironía en sus Antipoemas. En Bolivia, aparece Jaime Saenz que se autoproclama como un poeta nazi. Por otro lado, Brasil sorprende al mundo con la creación de Brasilia, una ciudad-modelo cuya idea nació en la mente de su presidente Juscelino Kubitscheck y ejecutada gracias a los arquitectos brillantes que tenía. Y en el caso del caribe, Ernesto Cardenal de Nicaragua sorprende con su primer libro Hora 0 y Lezama Lima en Cuba ya es considerado un escritor descomunal en todo el sentido de la palabra. Al mismo tiempo, en República Dominicana, se implantaba la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, siempre maquillado, a quien ya le dedicaban varios merengues sin importar tener a sus espaldas la muerte de miles de dominicanos y haitianos. Estos últimos en la masacre del perejil.
La tercera parte corresponde a los delirios de la soberbia que se sintetiza en las revoluciones, dictaduras y la latinoamericanización de Occidente. Imposible no mencionar lo sucedido en La Habana en 1959. Fidel Castro llega al poder con el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y otros revolucionarios con los que instaura una nueva idea y esperanza latinoamericana, no solo en la isla sino en todo el continente. Muchos escritores e intelectuales comulgan con las propuestas revolucionarias, pero el idilio no duraría mucho. Guillermo Cabrera Infante y Heberto Padilla serían dos de los principales afectados por la dictadura implantada en Cuba. Mientras tanto el boom surgía y el Che Guevara intentaba repetir sus logros en otros países del continente sin saber que correría la misma suerte de José Martí al tener «una muerte tonta y cruel» (sic) (p. 362). Como ya es conocido, con el caso Padilla se rompe la unión y amistad de los miembros del boom, pues unos se ubican en contra y otros a favor del régimen. Gabriel García Márquez pertenecería al segundo grupo. El capítulo de las diferencias entre Gabo y Vargas Llosa es simplemente genial. Viva la terquedad del primero y el repudio a toda forma de autoritarismo por parte del segundo (“América Latina, 1975-1981: Los escritores ante la democracia”, pp. 444-453). Las posturas de Octavio Paz y Borges también son necesarias de considerar. Por otro lado, en Argentina, Perón regresaba al poder sin saber que sus adeptos se matarían luego entre ellos. En Brasil se creaba el movimiento musical Tropicália con Caetano Veloso a la cabeza, quien sufriría los embates, censura y exilio por parte de la dictadura ya implantada. En Perú surge una guerrilla en la selva de Madre de Dios donde muere el poeta Javier Heraud (el estigma de José Martí se repite una vez más: el caso del cura Camilo Torres en Colombia alude a lo mismo). En México ocurre la matanza de Tlatelolco y en Perú, una vez más, surge otro Golpe de Estado bajo la forma de una revolución de izquierda impulsada por los militares. Juan Velasco Alvarado se convertiría aquí en protagonista. En Chile también ocurre otro Golpe de Estado, pero mucho más violento con la caída y muerte de Salvador Allende. Sube al poder Augusto Pinochet (en este periodo oscuro llama la atención el actuar de la escritora y asesina Mariana Callejas, convertida en María Canales en la novela Nocturno de Chile de Roberto Bolaño). En Nicaragua explota la revolución y en Argentina sube la dictadura militar de Videla. El plan cóndor se realiza en buena parte de Sudamérica como parte del desarrollo de las dictaduras. Sin embargo, en los años ochenta regresan las democracias, pero en Perú surge el Partido Comunista Sendero Luminoso para empezar algo más que una revolución. Este partido, al mando de Abimael Guzmán, inician un periodo de terrorismo, sangre, destrucción y muerte. Se suman las políticas de Belaunde y de un joven Alan García que, sin saberlo, y mucho menos imaginarlo, regresaría al poder por segunda vez muchos años después. Llegan los noventa, Vargas Llosa pierde las elecciones ante un desconocido Alberto Fujimori quien se quedaría en el poder once años (tan igual como Leguía) corrompiendo a todas las instituciones. En esa década también surge otros movimientos revolucionarios en el continente. En México, el subcomandante Marcos se convertiría después en un símbolo opuesto a lo que él deseaba. En Colombia las FARC y el narcotráfico tiñen a un país de violencia y sangre. El final de esta década llega con la presencia de Roberto Bolaño, quien rescata una tradición latinoamericana distinta desde su exilio y/o como migrante. Hay que reconocer que este capítulo también resulta fabuloso. Aquí una conjetura de Granés a partir de sus lecturas del escritor chileno:
Aunque no tenía la intención de convertirse en un gran intérprete del continente, Bolaño sí tenía una obsesión, evidente a partir de sus novelas de 1996, La literatura nazi en América y Estrella distante. Ambas novelas mostraban que las artes no frenaban los más bajos instintos, ni las pulsiones irracionales y antisociales; al contrario, podían estimularlos. El problema no parecía ser la clásica disyuntiva decimonónica entre civilización y barbarie, sino la permanente complicidad entre una y otra. (p. 482)

Como es esperar, el final del libro llama a la reflexión, al autoexamen y a la autodeterminación de saber hacia dónde vamos. El pasado debería guiarnos en este camino. Las artes, por lo menos, lo reflejan, son guías, mientras la política sigue siendo sorda y muda a sus propios actos. Cierro esta reseña y esta lectura con tantos hechos y nombres ya citados y otros que faltarían por mencionar, pero es inabarcable, pues siempre habrá más protagonistas:
Rebelión y cambio: ese ha sido el destino del continente, desde 1898 y seguramente desde antes, propulsado por lo único que destila el victimismo latinoamericano: el delirio de la soberbia. No la emancipación y la autonomía; no la mayoría de edad ni la asimilación de las propias culpas, los propios errores, los propios vicios y las propias intransigencias, no: los actos adánicos y dramáticos que cambiándolo todo no cambian nada. (p. 513)
*****
Datos del libro reseñado:
Carlos Granés
Delirio americano
Taurus, 2022
Puntaje: 6/5 (excepcional)
2 replies on “Reseña: Delirio americano (2022) de Carlos Granés”
La edición argentina, y no sé cuáles más, se burla del autor y sus lectores. El tal cuadernillo de ilustraciones no existe, y en varios casos se indican pàginas donde… no estánon.
Granés mismo, consultado, mostró su desazón, comentando la tración del editor…
Va de nuevo (el anterior comentario, que aquí no aparece) fue desde mi «compúfono», pero veo poco y mal:
– La ediciíon argentina del infame editor Taurus, de la multinacional Penguin, NO INCLUYE ningún cuadernillo, y además, en varias páginas, cita otras ilustraciones, que TAMPOCO ESTÁN.
Consultado el propio Granés (twitter), confirmó su desazón, al comprobar el faltante y los errores.
Pregunta: parecería que la edición colombhiana está completa, ¿cómo conseguirla?. Grcs. Slds.