Nº23
revista de literatura
 
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reseña    

Cristhian Briceño

 

Todo es demasiado

Lima: Emecé, 2019,164 pp.

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Abismos de soledad y desesperanza

No son pocas las veces que resulta difícil, al comentar un libro de cuentos con historias, personajes y voces tan heterogéneas, hallar un eje central desde el cual realizar un análisis conjunto. En Todo es demasiado de Christian Briceño (Lima, 1986) es una frase de Schopenhauer la que comienza develar dicho eje: “Quien ha perdido la esperanza ha perdido también el miedo” (p. 88). Si hay un elemento presente en todo el volumen es la falta de esperanza en el futuro, la pérdida de la fe en el progreso más allá de lo material. Atrás quedaron los tiempos en los que se vislumbraba un mejor futuro para la Humanidad. ¿Cómo se vive frente a un escenario tan trágico y funesto? ¿Se resiste o se hace algo para cambiar? Briceño se vale de once historias para captar las distintas sensibilidades originadas a partir de ello.

“La proximidad de algo que nunca llega”, uno de los más breves relatos del libro, quiebra con la impronta de comedia macabra de las dos primeras historias para enfocarse, mediante el ejercicio metaliterario de vincular dos obras de Onetti y Stevenson, en la disolución del amor y el odio al ser conscientes de la fragilidad de los mismos. ¿Para qué fortalecer el vínculo con el prójimo si el mundo va a arder de todas maneras? Si los protagonistas optan por el desapego emocional, podrán reprimir cualquier emoción que sea dañina a futuro:

“¿Viajaría también el amor que va pasando y deja tras de sí la destrucción de otros amores que, presumiblemente, quedaron en el pasado y, sin embargo, todavía son y a fuerza deben de viajar, descompuestos en partículas de quién sabe qué materia no menos transitoria que nuestro propio cuerpo? “ (p. 36)

Al restarle importancia a los afectos, se podrá vencer de cierta manera al mayor temor humano: la muerte. Dicha consigna permitirá que no se llore la pérdida de un ser que alguna vez se quiso, como intenta hacer el protagonista de “Los hangares vacíos” luego de ver a su esposa ser decapitada en un accidente automovilístico, al punto de irse a beber y bailar con un desconocido en un bar en el que estuvo departiendo con ella horas antes. El ritmo sosegado de estas historias permite comprender la frialdad y calma que mueve a los personajes influidos por el peso de una comunidad en la que la estructura moral se ha modificado de tal manera que la consciencia resulta un artificio arcaico y que no merece mayor reflexión.

Pero Briceño muestra plasticidad para exponer la degeneración progresiva de las relaciones afectivas construyendo relatos donde la variedad del lenguaje, urgente y desesperado en “Guapo” (narración sobre la pérdida y la deformación física que origina el resquebrajamiento emociona) o coloquial e incluso vulgar en “Timolina” (un mundo apocalíptico con rasgos realistas, donde no hay códigos sociales más allá de la supervivencia individual), permite reconocer que dicha problemática es transversal a los distintos espacios sociales existentes, incluso uno donde las clases se han extinguido en un hipotético apocalipsis donde ya no hay utilidad que motive el accionar de sus protagonistas como en “Todos los muchachos jóvenes”, uno de los cuentos más complejos en cuanto a estructura y heterogeneidad de voces: “Pero todo nos daba igual y no podíamos saber que éramos felices simplemente porque no conocíamos este dolor de no tener nada más que la esperanza para alimentar más esperanza, y así hasta el infinito.” (p. 104).

De Cormac McCarthy a la saga de Evangelion, los referentes a los que Briceño alude en sus relatos permiten complementar la indagación sobre qué es lo que reemplazó a la muerte como el mayor temor del hombre. En “Historia de dos paganos”, la perdición de los protagonistas se produce a partir de su obsesión con un proyecto que no suena tan descabellado al comprender su percepción de la realidad: anular la soledad. Si ya no hay esperanza, se extingue el futuro y el presente se convierte en la única dimensión temporal que importa. Y en ella, la compañía se vuelve una pesadilla, un estado frente al que no se sabe cómo responder al transformarse en una sensación extraña y perturbadora por la ambivalencia de sentirse nada, pero aún así existir, y que lo mismo le pase a alguien más y ninguno tiene una respuesta satisfactoria frente a ello. Briceño esboza, de buena manera, estas sensaciones al recodificar los códigos sociales tradicionales a partir de ficciones donde lo fantástico no se vislumbra tan alejado de nuestra contemporaneidad, provocando inquietud, extrañeza y miedo en el lector, lo cual siempre será recomendable.

 
 
 
©Sebastián Uribe Díaz, 2019
 
 

Sebastián Uribe Díaz (Lima-Perú, 1992)
Ha publicado reseñas en el suplemento El Dominical del diario El Comercio, en portales web como Punto y Coma, El roommate, Solo tempestad, y en su blog personal Un perro romántico. Es Bachiller en Economía de la Universidad de Piura y licenciado de Administración de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estuvo en el LXI curso de Economía Avanzada del Banco Central de Reserva del Perú. En la actualidad, trabaja como analista económico y prepara su primera novela.

 
 
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