
Por Mario Granda
Hace diez años que no iba al Cusco (después de haber ido como cinco veces seguidas, allá en sus tiempos) y la imagen que me había quedado de la ciudad era la de la típica capital andina hecha solo para el turismo internacional. Los comentarios de quienes iban para allá –aparte de las maravillas de Machu Picchu— eran las de siempre: precios muy altos, dificultades para el alojamiento y poco tiempo para completar el city tour que requiere toda visita al lugar. Pero el tiempo que pasó no fue en vano.
Es cierto que lo de los turistas no es inventado. Decenas de miles de ellos
entran y salen de la ciudad a diario, al punto que ya forman parte de la vida
cívica cusqueña, pues cuando las autoridades cusqueñas realizan algún acto
oficial en la plaza de armas –como pasó el 28, cuando fui— la mitad de los
espectadores eran muy atentos extranjeros. Del mismo modo, el habla del
Cusco es múltiple: carteles en inglés, francés y hebreo, grupos inmensos de
alemanes, chilenos o brasileros. No obstante, los grupos de turistas de hace
unos años han cambiado. Ya no vienen los jóvenes y adinerados ingleses del 2000
sino grandes grupos de jóvenes americanos (casi escolares, en realidad) que no
tienen tanta lana en sus bolsillos. También está la ola de turistas brasileros,
que, al parecer, gustan de las ciudades frías.
Pero el centro del Cusco ha cambiado en gran parte para bien. Hay más orden y
control en sus calles y las vías peatonales se han ampliado. Debido a la
considerable población turística que llega para caminar, una parte de la calle
Mantas ha sido convertida en un ancho jirón que integra la Plaza de Armas con
la fresca y arboleada Plaza de San Francisco, donde se encuentra el Colegio de
Ciencias. Una vez aquí, y camino a la Iglesia de San Pedro, ya no se encuentran
los ambulantes que antes ocupaban los alrededores del mercado y se convertían
en un límite para el visitante. Hoy la reemplaza una feria de libros usados, la
entrada al mercado es muy cómoda y la vista de la Iglesia Santa Clara (hermana
de la de San Francisco, que se encuentra en la mencionada plaza) se abre a la
izquierda. Por otro lado, y ya en otra dirección, la Dirección Regional de
Cultura del Cusco ha acondicionado el antiguo palacio incaico del Kusicancha
para que los peatones puedan mirar, con sus llamas y vicuñas, los interiores
del antiguo recinto, mientras que el Convento de Santo Domingo-Coricancha ha
renovado por completo su propuesta museística. A la tradicional visita a los
cuartos de piedra fina, los cuadros de la escuela cusqueña y el amplio jardín
que mira a la Avenida El Sol, los frailes del convento han añadido una
propuesta integral de arte contemporáneo. Los pasillos interiores de la nave de
la iglesia cuentan con innovadores cuadros de artistas cusqueños sobre la
pasión de Cristo y, desde hace unos cuatro años, convocan al prestigioso
concurso de artes plásticas Predicarte. Los
ganadores de las ediciones anteriores del concurso (cuyo tema central es el
religioso) se pueden encontrar en el segundo piso del templo, donde también se
encuentra una moderna galería de arte. Pero no es solamente la Municipalidad o
los religiosos quienes tienen ideas sino también las iniciativas de algunos
que, por propia cuenta, han comenzado proyectos nuevos. Así lo demuestra la
reciente aparición del Museo de Plantas Sagradas, Mágicas y Medicinales, donde
se puede encontrar la historia y la cultura de la coca y la ayahuasca, entre muchas
otras, o el ChocoMuseo, donde se encuentra la historia del
chocolate y se realizan actividades de preparación de cacao.
El Cusco del centro ha cambiado el rústico de los noventas por los finos acabados de moda de hoy. Así lo demuestran los restaurantes y tiendas del centro que, siguiendo la moda limeña, se han preocupado por hacer más atractiva la visita a sus locales. No obstante, aún la oferta podría ser mayor. No es fácil en estas calles encontrar comida cusqueña típica, y para comer un cuy, tomar un sancochado o visitar una picantería para comer un buen chicharrón hay que salir del circuito que se ofrece al visitante que tiene poco tiempo. Los lugares se encuentran, pero no están todavía conectados con el centro. Además, es muy fácil encontrar casonas que, como las de Saphi, se encuentran muy descuidadas. El “centro” del Cusco parece privilegiar algunos lugares y no abrir distritos o calles que, como en la calle Pardo, pueden llevar al caminante a una relación más próxima con el Cusco moderno, aquél del siglo XIX y comienzos del XX. A pesar de ello, sin embargo, los avances han sido muchos. Ciudad de piedra, casonas y tejas, no solo hay que valorarla por su pasado.