Oda a maurice ravel (La crisis del piano)
Cuando el día no es ninguna puerta,
llega para mi el piano contra la
penumbra,
sosegada el alma se rinde
y me paseo con el verdugo
por este parque de bordes.
Cuando el día no es ninguna puerta,
llega el piano por el camino
mas tortuoso,
para secuestrar el espíritu,
para suplantar el cielo con destellos
de filos cortantes,
Cuando el día no es ninguna puerta,
una escala viajera
me arrastra al otro lado del
lado de la vida
Y me sepulta para lanzarme
tan alto como puede.
* * *
Cuando el día no es ninguna puerta,
retumba en el vació las teclas
violentas,
el impulso sonoro
ruge a intervalos,
el vació me desespera en
su intocado andar,
y doy vueltas tratando de
materializar lo impalpable.
Cuando el día no es ninguna puerta,
pongo mi cabeza a la
almohada,
y sucumbo
al sonido viendo el fantasma
de un gigante incorporarse
ante mi
* * *
Sierpecilla
Ella con sus cerillos
yo con mi pólvora,
ella con sus cuerdas flojas
yo trapecista,
ella con sus osos de peluche
yo un asesino tierno,
y vamos con nuestros
raros ratos al mundo
de los encajes,
colocándonos las coronas
para re-inventar las esferas
celestiales calcinadas
en los hornos,
y es que ella regresa
para engendrar un genio,
yo la examino con mis
delicados garfios,
entre colores que arropan
encima de la línea,
porque mientras el enemigo
trata de levantarse
entre las ruinas,
nosotros celebramos el ultimo
alarido en nuestro
único mirar,
un cielo lejos, súbito,
al que nadie podrá vaciar
con sus quejidos.
Ella es una miserable
que sufriendo proyecta luz
y que sin resentirse viene
a morir conmigo,
mi dulce y tierna
sierpecilla
© Juan Carlos Vásquez, 2006 |