Tierra santa
I
Hubo un tiempo sagrado
un cielo una tierra
acaso había luz
y dioses sin arrogancia
las palabras eran las cosas
y el movimiento de los animales también era palabra
líquido astro
lenguaje fluyendo en el espacio
de su propia transparencia
II
No era el Edén quizá
ni nada que se le parezca
pero había voces que parecían venados
y venados que pastaban en los ojos del firmamento
y también el hombre
admiraba al mar a las nubes
que se desplazaban sobre su cabeza
III
Un pájaro
levitando
entre hojas azules
podía ser una imagen
lejana de la comarca
agua
primordial recibida por labios
abiertos al nombrarte
y amados al cerrarse
tu lengua y tus pisadas
despojadas de atavíos
y tú también
(lo dijeron)
coronada de nubes
alumbrando a la especie
IV
Nuestra tribu era siempre
algo más que una oveja
un cántaro
vertido
en la piel del planeta
las piernas se unían
y los brazos
no eran rebaño
sino paraje santo
himen cubierto desde antiguo
por verdades primeras
V
Y es así que fueron ciclos
reencarnaciones cielos
y murmullos / metamorfosis
habitando tu aldea
imágenes conservadas
por siglos esenciales
entre el muslo y la lengua
VI
Pero el cuerpo se hirió
hubo fuego hubo ira
que quebró el universo
despedazó manzanas
engendró a la guerra
loba de huesos
y punzones ensangrentados
que parió monstruos
de mil ojos
mil brazos
cien flores envenenadas
caballos de tres cabezas
y verdades bicéfalas
VII
Y sin embargo hubo
caudas / cielos / umbrales luminosos
que permanecieron
en el interior de nosotros
y que vuelven al mundo
cuando éste se erotiza
y regresa la magia
y el cuerpo se hace cuerpo
y todas sus metáforas
Cierva
Ha retornado
al movimiento delicado de tu cuerpo
la conjunción de nuestros muslos y el planeta
como una frágil lechuza con los ojos vendados
ha cancelado para siempre
los signos primigenios
que bien hubieran podido servir a tu memoria
ser monedas relucientes a tu frente
o evitarle dolores a tu reino
y son ahora sin embargo presagio de silencio
y de danzas que no encuentran en tu aldea
mejor manera de situarse del lado de los dioses
que imitar las abluciones de la muerte
El universo ha abortado como perlas
metáforas sin pelo
y en el borde de tus labios
no has sabido
si crece el pasto
o el himen de una reina
envejecida sin sentirlo
por goces esenciales
y que lleva entre los ojos un espejo
Probablemente lo intuías desde antes que te viera
este legajo ínfimo
y estos leños cautivos
dispuestos para el asombro y espejeantes de fuego
y has adecuado para la ocasión
un ademán ingenuo
copiado de la luna
y babeante de miedo
Había sin duda un caracol entonces
recorriendo tu cuello con lascivia de enebro
y tú no adivinabas
bajo cual de tus dedos
podía hablarse del cielo
sin tener que mentirnos ni injuriar al deseo
Recuerdo tu tobillo
despojado de helechos
y frases insubstanciales
que le hubieran devuelto
prestigios terrenales pero vana belleza
a tu voz y a tu sexo
Y sin embargo tú sabías
que ya todo estaba escrito
en la palma de tu mano
y en la palma del cielo
aunque sea necesario
zanjar las salvedades
Ya no existen misterios
que no se hayan contado
y es por eso que cuando
tú lo exiges yo callo
aunque el cieno haya caído
en lo que fue tu gracia
y tu ademán de cierva
© José Cabrera Alva, 2006 |