Praxis
entre montes de carnes adustas
ausentes descansa la lengua
las bocas los ojos las manos
buscando indagando
cómo hacer que se mueva
vuelcan primero
un kilo de sal
la lengua salta convulsiona y
cae
nuevamente rendida
cuchicheos barullo ceños fruncidos
una jarra de ajos con fuerza le arrojan
la lengua gime
patas arriba se agita
y tropieza y
cae
herida
cuchicheos barullo gestos obscenos
trescientos pipíes de mono
se incrustan en ella
la pinchan escorchan y hierven
la lengua se desploma
enrojecida
refunfuños barullo chiflas y abucheos
la inmergen con tirria
en una urna de cenizas
tose se asfixia escupe y
vomita
la lengua
jadea morida
refunfuños enredos gritos y pataleos
un cúmulo de muelas machacan
y trituran
a la lengua que ulcerada
agoniza partida
gruñidos laberintos mofas cabezazos
hartas las manos unidas
una idea grande funden
para impulsar la lengua inverbe
la anticuchan
con fierro ardiente
la lengua en pedazos se chamusca
sin vida
alaridos carcajadas anarquía e insultos
en la noche
una lucecita ya se excita
se oyen temblores suspiros
placenteros
la lengua se anima?
ojos bocas manos
y cerebros gruñendo
curiosean
la lengua sobre genitales se desliza
* * *
El hielo y El hilo
tú dijiste
la felicidad se mide con un hilo
sí que es delgado ese hilo
e invisible
qué fácil es pesarle demasiado
justo cuando empezábamos a balancearnos
qué inevitable es encontrarnos con la sonrisa de la araña
al final de la caída
qué inexistente nuestra risa
frente al sonriente hoyo negro
cuan a la vuelta del segundo
interrumpiendo nuestro viaje
está el iceberg
presto a echar al fondo del océano nuestra copa levantada
y claro que este iceberg no es el de Pablo
éste es hielo de
verdad
que acecha nuestros barcos
ebrios o no
recordándonos que en nuestro viaje
por el agua corriente
el hielo sí
quema
entonces cuan inútiles
nuestras plumas
nuestros lentes
nuestros dedos desgastados
cuan tardías nuestras lágrimas
endoso tus palabras
se mide con un hilo
y qué terrible
que no podamos matar
a la araña
* * *
Robleda 2
Al mirarla,
en la claridad del claroscuro
vi sus manos crispando sus siete
dedos con artrosis hacia su cara,
su cuerpo jorobado que cedía
bajo el peso de algo inmenso
y me pregunté, qué fardo enorme
de ropa sucia o platos viejos
ha cargado? qué huracán
de piedras ese cuerpo
grueso ha rajado?
cada línea negra de su
rostro era una ventana rota por la que
marchaba una procesión de penitentes y
borrachos déspotas interminable.
cada pierna ajada parecía arrodillarse
como a punto de caer en seco
sobre el polvo que fue hierba
y que gris ahora espera.
sólo una Pupila palpitaba
ausente, bajo el velo pálido
de una bombilla mortecina.
Y en eso la sentencia, ya
No hay tiempo.
sujetando el papel helado
a su lado sólo vi, largo,
alto, de cemento, ambos brazos
levantados, un Poste
sin luz ni foco,
su imponente acompañante.
© Eberth Munárriz, 2006 |