Borges no Brasil (Jorge Schwartz)

Confluencias e intercambios (Biagio D'Angelo)

Contemplación de los cuerpos (Luis Chueca)

Cinco segundos de horizonte (Mario Montalbetti)

El goce de la piel (Oswaldo Reynoso)

Hostos Review (Revista Hostosiana), por Claudia Salazar Jiménez

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Los horizontes de Montalbetti

por Reinhard Huamán Mori

 

Mario Montalbetti
Cinco segundos de horizonte
Lima: Álbum del Universo Bakterial, 2005.

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La trayectoria de Mario Montalbetti empieza en 1978 con la publicación de Perro negro, 31 poemas. A este le siguió Fin desierto en 1997, con el cual ganó la atención de la crítica literaria; y en 2002, con Llantos Elíseos, terminó por confirmar que en su poesía hay una búsqueda constante de la realidad a partir del lenguaje. Lo que plantea la poética de Montalbetti es establecer una relación causa-efecto entre la percepción lógica del mundo y la final representación de este orden físico de las cosas a partir de su propia experiencia y de sus lecturas, las cuales transitan entre la poesía clásica grecolatina, la poesía y la antipoesía latinoamericana.

Esta exploración personal no es ajena al nuevo poemario del autor: en Cinco segundos de horizonte la temática se plantea desde el epígrafe que antecede los 10 poemas que conforman el libro: “Todos saben, luego de un momento de reflexión, que para encerrar la mayor área posible con una cuerda debes darle la forma de un círculo”. Tanto el título como el epígrafe nos anuncian con claridad que los poemas asumen la restauración del mundo en un instante que tan sólo dura cinco segundos en la memoria de la voz poética. Esta restauración es posible mediante el habla, el decir y el lenguaje. Sin embargo, volvemos a la muy conocida paradoja poética: la palabra se muestra completamente insuficiente e incapaz para recrear estos metafóricos “cinco segundos de horizonte”. Cada uno de los objetos y cosas que componen este horizonte, que van desde los cantos rodados de las playas chalacas hasta los automóviles en el Óvalo Gutiérrez, aparecen borrosos, difusos e imprecisos en la memoria de una voz que nos describe e informa de su cotidianidad de cara a la naturaleza o a la historia.

Estos objetos adquieren trascendencia por medio de un hecho que ocurre e interrumpe este “común devenir” en la vida. En el poema “El ombligo del sueño” se nos narra una acción tan habitual como el paso de automóviles por el mencionado óvalo; empero, suceden cosas atípicas cuando el conductor ingresa a un orden de percepción interior y subjetivo, y se distancia del pensamiento lógico, instaurando a su vez otro que es paralelo. No obstante, esta construcción, que no es sino el aura de un ambiente personal, se ve entorpecida por una acción externa que proviene de la racionalidad: “Es una ocasión / festiva: un pequeño automóvil, un óvalo cerrado, / y la persistencia de una fuerza superior a la centrí- / fuga (...) Un gran silencio cubre el óvalo. / Y luego llegan las torpes grúas rojas a llevárselo”. Advertimos que esta peculiar apreciación se ve frenada de golpe, porque la distancia entre realidad y percepción se quiebra.

Esto mismo sucede en el poema “La venus dormida”. La mirada se posa en el esbelto cuerpo de una mujer que ha sido despojado de una situación de privilegio que es enunciada a partir de la negación: “No se posan hoy sus nalgas sobre maduras / papayas ni sobre carnosas drupas, bordadas / en los cantos bermejos del impasible tapiz”. Este cuerpo que manifiesta un pasado esplendor entre la naturaleza y las frutas que adornan la figura se ve desplazada por un hecho que ha alterado esta visión subjetiva: el cuerpo es contrapuesto a una nuez que socava este “esplendor”. La voz, que a lo largo del poema se mantiene ecuánime y hasta nostálgica, nos anuncia la sorna y la ironía de este suceso, terminando por descifrar este cuerpo como un cuadro que ha sido removido de su antigua posición por la mudanza, lo cual altera el orden y la subjetivización de este elemento: “Su soledad ha terminado lejos de los cangrejos / en el mismo lugar donde se había iniciado: / junto a las cajas vacías de una mudanza perpetua”.

En el poema “Alrededores de San Lorenzo”, tanto el tiempo como la realidad que circundan el mar y las islas del litoral chalaco son inaprensibles. Objetos como los cantos rodados, los balcones, las aves o las cuadras se muestran como naturalezas muertas que se sustentan en la observación y posterior descripción que estos elementos estáticos incitan a un estado de melancolía y soledad: “Nadie sabe si hay vida sentimental / el ellos, o si son adornos, o si aún no nacen al breve / paréntesis que todo lo sensible usa para despedirse”. Ante ello, la luminosidad del paisaje marino influye en la contemplación, pues la niebla limeña o la posición del sol que alumbra el Pacífico merman la naturaleza y la sensibilidad de la voz: “El esplendor voluptuoso / que cambia de color y se transforma en una aureola / exultante y luego en una aureola fría y luego en una / hesitación, y luego se extingue, sin dejar huella, / como un recuerdo reciente”.

Pero ante estos juegos de luces y sombras influye también la insuficiencia que comporta la palabra. En la poesía de Montalbetti, podemos apreciar que la recurrencia a vocablos griegos o latinos no es gratuita. Su uso se debe a la tarea de expresar y completar una imagen que ha sido percibida que dura tan sólo cinco segundos, pues la memoria es débil. Esto se puede corroborar en el poema “El inspector y la puta”: “Esperabas algo del lenguaje y ahora esperas algo de su fin. / Dices pater, mater, pater & mater —y ahora llegas a cuatro. Pero eso / no te alcanza ni para los cigarrillos”.

Mención aparte merece la edición de Cinco segundos de horizonte, ya que no solo se ciñe al contenido de los poemas, sino que el formato en tapa dura que presenta el poemario complementa esta gama de colores y luminosidades expresada en los versos de Mario Montalbetti. Cada uno de los poemas está precedido de una página de color en donde van escritos los títulos; así, los azules, naranjas, rojos y celestes nos confirman que el acabado del libro es también importante para dar un efecto complementario a la poesía que encierra. Arturo Higa, director-editor del Álbum del Universo Bakterial, acierta en su apuesta por darle al texto como objeto físico una dimensionalidad estética muy pocas veces vista en el círculo editorial peruano

© Reinhard Huamán Mori, 2005

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