Margen: Espacio que queda en blanco a cada uno
de los cuatro lados de una página manuscrita, impresa, grabada, etc.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
Introducción
La marginación es un proceso que ocurre en el Perú desde la Independencia, pues el poder de gobierno y las precarias instituciones que lo representan se encuentran básicamente concentrados en la capital, Lima, acaparados por una élite oligarca, que margina al resto de habitantes del país y al territorio (que aparece y desaparece si sobre él se tiene algún interés en particular). Este grupo de poder es el que configura el canon intelectual, cultural, y genera el discurso hegemónico; decide qué es cultura y qué no. El panorama no cambia sino hasta inicios del siglo XX, con la aparición de los movimientos populares y la organización de los sindicatos obreros. La intención de cambio no se produce solo desde los márgenes limeños; será en las otras provincias, con sus élites cultas que no pertenecen a la oligarquía, donde se comience a generar un nuevo discurso, acorde a la realidad social que vive el Perú –con sus matices respectivos–. Estos grupos buscarán distintos vehículos para hacerse escuchar, encontrando en la producción de revistas un medio ideal para divulgar sus ideas y así intentar penetrar en el mundo letrado. La mayoría de revistas son publicadas en la sierra peruana, remarcando el carácter andino de la intención de cambio; en el caso de ser producidas en Lima sus integrantes son en su mayoría migrantes, todo ello contextualizado en una heterogénea y fugaz modernización(1), a la que se le suma la creación y descubrimiento (del problema) del indio, que es el pretexto en muchos casos del nuevo discurso que se desea proponer para validarse.
Quienes desarrollan el discurso defensor y promotor del indio son los indigenistas, hombres cultos cuyos rasgos diferenciales –principalmente el racial y el cultural, aunque ya transculturado– los llevarán a una búsqueda de legitimación frente a una sociedad jerarquizada, asumiendo la voz del indio (construcción discursiva). José Carlos Mariátegui señala que
la literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no de indígena. Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla(2).
El intento de legitimación y la creación de un sujeto discursivo, los llevará a plantear la posibilidad de establecer su propio discurso hegemónico, un canon del margen, que escindirá geográfica y culturalmente a Lima, así como promoverá un antilimeñismo. La revista La Sierra (1927-1930), dirigida por José Guillermo Guevara, es una de las publicaciones desde donde se difundirá este discurso, a pesar de que esta se publicaba en la capital peruana. Si bien el discurso propuesto por su intención puede considerarse como periférico al marginar el discurso hegemónico del indigenista, y el indigenista del hegemónico, no queda demarcada una frontera, sino un límite ambivalente donde ambos buscan eliminarse. Fernando Aínsa sostiene que “La frontera si bien se representa como una línea es, en realidad, una zona que sufre las influencias de los espacios que divide. Su carácter ‘relacional’ es evidente. La frontera más cerrada y controlada no puede evitar las relaciones de vecindad que instaura entre los lados que separa”(3). Para el caso de La Sierra se puede plantear que la frontera actuará permeablemente en lo que respecta a los métodos y técnicas que se elijan para operar culturalmente; pero no se establecerá una interrelación entre los sujetos que la establecen, porque se omitirán el uno al otro en su lucha por la supremacía cultural. Si bien ambos sujetos –el hegemónico y el marginado– son componentes de la sociedad mantienen una relación antonímica –no contradictoria–, pues sus posturas son hegemónicas: el debate intelectual se llevará a cabo en el margen, donde ambos desde sus posturas sitúan al otro.
En el presente trabajo se analiza la forja del nuevo discurso intelectual que promueve la revista La Sierra, de tono beligerante y virulento, por el que intenta validar y afirmar una identidad, por la que intentará dejar el margen (pero a su vez, marginar al otro, el hegemónico). Este discurso de marginación se desarrolla con obvia omisión hacia lo que sea sinónimo de poder; intentará no ser permeable, buscando constantemente el arraigo de la diferencia, sin reconocer su mestizaje; buscará crear al margen del centro su propio canon como estrategia de legitimación: “La revista La Sierra, editada en Lima entre los años 1927 y 1930 [sic] por un grupo de intelectuales cusqueños y provincianos emigrados será una de las publicaciones más polémicas porque combinó un tono regionalista agresivo y exclusivista con planteamientos elitistas y paternalistas”(4). La revista propone su propio proceso, cuya intención tangencial le permite entrar y salir del discurso hegemónico, para ella colocarse en ese lugar. Los textos elegidos para analizar serán los editoriales, pues ahí se plasmará la línea programática de la revista, complementada con ensayos de sus colaboradores.
1.- El discurso intelectual serrano(5)
Durante el periodo conocido como el “Oncenio” (1919-1930), siendo presidente Augusto B. Leguía, suceden dos hechos significativos para la elaboración de un nuevo discurso de redefinición cultural y de identidad. Culminado el periodo que se conoce como la República Aristocrática (1895-1919), llamado así por la manera en la que se sustentaba el poder económico basado en la exportación de materias primas donde el grupo dominante se encuentra “ligado a la producción para el mercado externo y […] vinculado[s] al comercio exterior y a las finanzas, relegando al grupo de terratenientes y comerciantes del interior […] a este grupo hegemónico se le uniría un grupo de empresarios ligados a la naciente industria”(6), y el fin de los partidos políticos representantes de la oligarquía que manejaban el poder (el Partido Demócrata y el Partido Civil), aparecen los movimientos populares –que se apoyan en la clase media emergente y los grupos sindicales–, y entra en escena la naciente intelectualidad provinciana, cuyos integrantes intentarán redefinir la identidad peruana, generando un discurso en apariencia antihegemónico, y reformular el campo intelectual: “Nuevos actores sociales insurgen en la escena nacional: Los movimientos populares. La larga resistencia andina adquiere entonces una nueva dimensión al integrarse en un torrente de fuerzas más vasto, sin perder sus reivindicaciones propias”(7).
Al primero, se le puede interpretar como la praxis de las propuestas de Manuel González Prada(8) por su “poder corrosivo frente a la estabilidad del sistema instituido”, en tanto ideario que asumen los dos principales líderes de estos movimientos Víctor Raúl Haya de la Torre(9) y José Carlos Mariátegui(10), cuyas posturas serán contrarias a un gobierno que mantiene una economía en manos de empresarios y terratenientes que abusan de sus trabajadores; además, sus proyectos tienen un carácter pedagógico que busca los cambios sociales antes que políticos (instituciones). El segundo, se puede interpretar como la entrada en escena de un nuevo actor, cuyo foco de atención será mostrar la heterogénea realidad del Perú y la búsqueda de una raíz que defina la identidad –sustentada en lo andino–.
La mayoría de destacados poetas, filósofos, etc., iniciaron su quehacer intelectual en grupos; de estos destacan el Grupo Norte de la ciudad de Trujillo, integrado, entre otros, por César Vallejo, Antenor Orrego, los hermanos Haya de la Torre; o el grupo Orkopata(11), de la ciudad de Puno, integrado por Gamaliel Churata, Alejandro Peralta, José Antonio Encinas, entre otras figuras destacadas. Estos grupos optaron, como la mayoría de sus contemporáneos, por editar publicaciones donde mostraran sus productos: poemas, ensayos, dibujos. En el caso de La Sierra, esta es editada por provincianos emigrados a la capital, que se agruparon alrededor de la publicación. Si bien su lugar de producción es Lima, su ligazón ideológica responde a la intelectualidad serrana que
se impondrá el reto de crear una nueva raza integrando elementos como el retorno al origen, la pureza técnica, la inmutabilidad racial, la distancia frente al avance de la modernización occidental y capitalista, para crear el concepto de telurismo cerebral. Lo que supone la creación de una voz de autoridad que frecuentemente se erige sobre la base de la extensión de asociaciones simbólicas entre la naturaleza andina y la energía intelectual (autoatribuida) y estética de la región andina en proceso de formación(12).
La dirección que asumen marca la idealización de sus propuestas, así como la distancia hacia una oligarquía cegada por satisfacer su momento, incapaz de crear un actuar político, económico, social y cultural cohesionado. La intelectualidad serrana ve en la oligarquía limeña rasgos hispánicos coloniales, considerados negativos, puesto que son sinónimos de abusos, explotación, vicios, etc. Esto se debe al modo en que se establece la configuración política de la República, pues mantiene el mismo modelo vertical (colonial) hacia la mayoría de la población, excluyéndola. En consecuencia, se instituye una jerarquía. Por ello, la intelectualidad serrana construye una estrategia discursiva para negar el proceso cultural de la Conquista y la Colonia(13): muchas veces el nuevo discurso parece ser enunciado por un sujeto subalterno, sumiso, para luego proponerse como un intelectual válido culturalmente para debatir. Como afirma Antonio Cornejo Polar, “este nuevo sujeto produce un nuevo lenguaje que, como tal, no sólo implica otras normas y usos lingüísticos […] sino también distintas formas de socialización, cierto que tangenciales, subrepticias y hasta casi imperceptibles” en el contexto de una modernidad andina en formación(14), que buscará inventarse, recrear su historia.
El sujeto productor del nuevo discurso se sitúa en un margen que actúa de frontera cada vez que se encuentra en la situación de legitimación en una sociedad donde lo andino era sinónimo de aculturación y de ignorancia. Desde este margen los sujetos relegados inauguran un espacio para crear su voz (colectiva e individual), y proponer en primera línea el debate sobre el indio, aunque nunca esté claro de qué indio se habla o a qué le llaman indio exactamente. En muchas ocasiones se dota a este sujeto de un significado mítico, siendo hasta una reelaboración/invención literaria, como medio a resaltar un rasgo diferencial para lograr validez cultural ante la sociedad. Si por el mito intentan validar la tendencia antihispanista, también por éste intentan validar al indio como elemento simbólico de un pasado glorioso, omitiendo la condición de imperio de los incas, por ejemplo. Este sujeto indio irá convirtiéndose en un eje discursivo que funcionará como medio válido para una relación vinculante con una sociedad que mantiene al real sujeto (campesinos en muchos casos) en estado de utilidad, a modo de insumo, como problema económico y no como problema social-humano.
El discurso de esta nueva intelectualidad “muestra hasta qué punto la ilusión logocéntrica de los indigenistas los llevó a considerar como los que daban la palabra a quienes no la poseían”(15). El debate real significa desarrollar un concepto que defina la identidad, porque si ya América –como término y conceptualización– fue una invención europea, la denominación de sus pobladores, relegados por su diferencia al no entrar en el imaginario occidental como un sujeto igual, es también una invención, que alcanzada la independencia, en el caso peruano, lo lleva a buscar algo que especifique su ser en la sociedad que estaba siendo insertada al proceso de modernización(16).
1.1.- El espacio discursivo de La Sierra: propuesta de una implosión
Durante los primeros años del siglo pasado ocurre una migración hacia la ciudad de Lima, consecuencia de las pésimas condiciones de vida en las que se encontraban los otros lugares no considerados en el imaginario por quienes administraban el poder, pues “Como había sucedido a partir de la implantación del centralismo colonial y a través de la República, la actividad política del país se desarrollaba casi enteramente en la capital. En ella se definía el destino de todo el Perú”(17). En consecuencia, se producirá un cambio en la configuración urbana de la ciudad, pues al verse invadido el centro, la élite se muda a los alrededores de este centro –con el paso del tiempo se alejaría más–, dejando su logos geopolítico; éste será repoblado por los marginados (migrantes, obreros, artesanos, etc.). La nueva configuración urbana coincide con la aparición del nuevo discurso, pues estos sujetos marginados aprovechan los recursos que la capital les puede dar, y crean sus propios medios a modo de piezas funcionales en una estructura, de tal manera que cumplimentan sus necesidades sin tener que depender del otro al que niegan, puesto que no existe un correlato social entre la mayoría de peruanos y la oligarquía dominante.
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1 “[la] experiencia de las provincias andinas se analiza a través de la tensión permanente entre la voluntad de participar en la modernidad y la referencia a una sociedad considerada arcaica por la cultura oficial”. Cf. Antonio Melis, “Prólogo” en Yazmín López Lenci: El laboratorio de la vanguardia literaria en el Perú. Trayectoria de una génesis a través de las Revistas Culturales de los años veinte, Lima, Editorial Horizonte, 1999, p. 15.
2 José Carlos Mariátegui: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Librería Editorial Minerva, 2007, p. 335.
3 Fernando Aínsa: Del canon a la periferia. Encuentros y transgresiones en la literatura uruguaya, Montevideo, Ediciones Trilce, 2002, p. 34.
4 Yazmín López Lenci: El laboratorio de la vanguardia… op. cit. p. 44. [El subrayado es de la crítica].
5 Se elige el término “serrano”, porque así se le llama al migrante –lamentablemente con un tinte despectivo– de la sierra hacia la capital y, porque el sujeto productor del discurso de la revista proviene geográficamente de la región que se denomina sierra y engloba las distintas posturas sobre el indigenismo.
6 José Luis Huiza: “Entre el civilismo y Leguía: poder político y sociedad (1895-1919)” en Universidad de Lima (editores): Historia del Perú Republicano, Lima, Universidad de Lima Fondo de Desarrollo Editorial, 1998, p. 67.
7 Carlos García-Bedoya M.: Para una periodización de la literatura peruana, Lima, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2004, p. 85.
8 Manuel González Prada (José Manuel de los Reyes González de Prada y Ulloa, Lima 1844-1918) es el intelectual peruano que desde su posición, de familia, aristocrática denuncia los vicios de la oligarquía y las taras que vivía el Perú que impedían su modernización. Propuso en sus obras (destacan Pájinas libres y Horas de Lucha, publicadas en 1894 y 1908, respectivamente) la alianza entre la élite intelectual y la clase obrera.
9 Víctor Raúl Haya de la Torre (Trujillo, La Libertad, 1895- Lima, 1979) funda en México en 1924 un movimiento de intención continentalista: Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Recién es inscrito en el Perú como partido político en 1930.
10 José Carlos Mariátegui (Moquegua, 1894-1930), asume su labor desde un proyecto editorialista, principalmente con las revistas Amauta (1926-1930) y Labor (1928-1929). En 1928 funda el Partido Socialista, ligado a la III Internacional Comunista.
11 Los Orkopata publicaron desde Puno una de las revistas más importantes de la vanguardia peruana Boletín Titikaka (1926-1930), que tuvo 34 números, con un amplio número de colaboradores peruanos y extranjeros, siendo los más conocidos Vallejo, Girondo, Huidobro, Mariátegui, Breton, List Artzubide, etc.
12 Yazmín López Lenci: El laboratorio literario… op. cit. p. 22.
13 “El indigenismo nace en la época de la Conquista y de la colonización, cuando la población aborigen comienza a explotarse como mano de obra esclava”. Cf. Jorge Schwartz: Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 633.
14 Antonio Cornejo Polar: Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas, Lima, Editorial Horizonte, 1994, p. 161.
15 Guillermo Nugent, “Prólogo: Indigenismo migrante” en Dorian Espezúa: Entre lo real y lo imaginario. Una lectura lacaniana del indigenismo, Lima, Universidad Nacional Federico Villarreal Editorial Universitaria, 2000, p. 14.
16 “diversos grupos de intelectuales juveniles […] se articularon con inusitada beligerancia, especialmente aquéllos provenientes de la sierra peruana. Estos grupos unificaron su discurso en base [sic] al rechazo de la sociedad oligárquica dominante, pero se diversificaron en una dinámica que comprometía su posición en el campo [intelectual], de acuerdo a diferentes niveles y grados de adhesión a la burguesía modernizante encarnada en el proyecto leguiísta, a los sectores populares urbanos, o a los intereses del campesinado indígena. Estos tres vectores constitutivos de la voz del sujeto emergente pueden confluir, dialogar o disentir en el esfuerzo por dotar de legitimidad a su presencia en un terreno que sentía preparado y maduro para invenciones de la propia imagen”. Yazmín López Lenci: El laboratorio de la vanguardia… op. cit. p. 116.
17 José Luis Huiza: “Entre el civilismo y Leguía…” en Universidad de Lima editores: Historia del Perú… op. cit. p. 92
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