Mario
Vargas Llosa
El
paraíso en la otra esquina
Editorial
Alfaguara |
¿El
ocaso de un grande?
En
los últimos años no han sido pocos quienes
han dictami-nado el ocaso literario de Mario Vargas Llosa,
señalando al implacable paso del tiempo como eje
operador del natural desgaste en sus facultades creativas.
Ante ello, La fiesta del chivo (2000) apareció
como una respuesta contundente: el ambicioso Vargas Llosa
de La casa verde y de Conversación en La
Catedral había vuelto. Ahora, tres años
después, aparece El paraíso en la otra
esquina, obra que ha despertado nuevamente las dudas
sobre la vigencia de la calidad literaria de su autor.
El
libro tiene como protagonistas a dos personajes históricos
del siglo XIX: la empedernida luchadora social Flora Tristán,
y su nieto, el pintor Paul Gaugin. A primera vista, los
personajes son casi simétricamente opuestos. Gaugin
es una suerte de "demonio" individualista, mientras
que Flora Tristán es una "santa" preocupada
por los oprimidos. Él utiliza a las mujeres para
renovar su energía creativa; ella quiere que las
mujeres dejen de ser objetos. Pero a ambos los une la obsesión
por la pureza. Obsesión que les permite afrontar
heroicamente las torturas de la enfermedad. Aquejada por
la disentería y con una bala en el pecho, Flora sigue
transitando de aquí para allá, luchando por
una sociedad "justa". Cojo, casi ciego, carcomido
por la sífilis, Paul también sigue andando,
pero en búsqueda de una sociedad "pura".
El
paraíso en la otra esquina es un texto que está
entre el ensayo y la novela. Pero si se le considera novela,
y se le juzga como tal, sus méritos son pocos. Sus
técnicas narrativas no son muy novedosas, el ritmo
es muy lento, no existe la intriga o el suspenso que atraiga
al lector. Así, leído como novela, el texto
puede arrancar bostezos. Sin embargo, terminamos de leer
sus 485 páginas. ¿Por qué? Porque la
información sobre las ideologías del siglo
XIX es notable, porque asimilamos diversos aspectos de la
pintura, porque las reflexiones sociales y estéticas
son estimulantes. Es decir, este libro es valioso por su
"fondo" más que por su "forma hechicera",
para utilizar un término vargasllosiano.
El
paraíso debe ser entendido como la culminación
de un proyecto largamente acariciado por su autor. Sabemos
que la fascinación del novelista por Flora Tristán
data de mucho tiempo atrás. Sin duda, Vargas Llosa
ha disfrutado el escribir este libro. Culminado el proyecto,
quedamos a la espera de una nueva novela que ahuyente a
los impacientes sepultureros literarios.
©
Marlon Aquino
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