Introducción
Desde su independencia, el Perú –como los demás países con acceso a esta cuenca-, quería tomar posición efectiva de la Amazonía y controlar ese inmenso y mitificado territorio; pero sólo después de la derrota en la Guerra del Pacífico se inicia un proyecto nacional que incluye a esta vasta región como la frontera a conquistar y de la cuál se extraerán los recursos naturales, vitales para el futuro desarrollo del país.
En la prensa decimonónica hay algunas descripciones esporádicas sobre la Amazonía, pero es en el Boom del Caucho donde se despliegan una serie de narrativas e imágenes –hasta entonces inéditas en el país- sobre el espacio amazónico y sus pobladores, en ellas las ideas de desarrollo y modernidad parecían antagónicas a su existencia. En esta mirada fragmentada y colonizadora de la metrópoli, la construcción mitificada de lo salvaje fue un motivo para legitimar el dominio nacional criollo y urbano sobre la población indígena amazónica.
A fines del siglo XIX(2) e inicios del XX, la “ciudad letrada” vio la emergencia de focos intelectuales que propiciaron un debate sobre la construcción de lo nacional, en el que se intentaba incluir lo étnico y las voces marginadas; en él, sin embargo la Amazonía seguía siendo una tierra ignota.
En este escenario, hay un texto importante que aborda el tema de nación y Amazonía: el poema La Leyenda del Caucho de Carlos G. Amézaga (1905 y 1906)(3) se trata de un gran poema publicado antes de los escándalos del Putumayo que contribuyó a la formación de una imagen irreal de la Amazonía en la literatura y permite analizar la relación entre la ciudad letrada y la Amazonía y la necesidad de la Metrópoli de negar toda historia local y todo vínculo con esta región. Una región propicia para que la mirada limeña la conciba como primitiva e incompleta.
La Leyenda del Caucho
La Leyenda del Caucho surgió como resultado del viaje que su autor, Carlos Germán Amézaga reconocido integrante del Círculo Literario, realizó a la Amazonía alrededor de 1900, y publicado por fragmentos en la revista Prisma(4) entre 1905 y 1906 y posteriormente en El Ateneo de Lima en 1907. En él, Amézaga -como acertadamente fundamenta María del Rosario Flores-, propone los tropos sobre los cuales se construye la representación del espacio y sociedad amazónicos, la narrativa del boom cauchero según su visión es la del escritor ajeno al medio y está destinado a lectores como él, por lo tanto: “el autor no sólo busca lograr una emoción poética sino generar una lectura histórica sobre el suceso narrado” (Flores, 2002).
La conquista del oriente peruano se dio más intensamente en las últimas décadas del siglo XIX, no sólo como elemento visto como imprescindible para la reconstrucción económica del país, sino como ingrediente valioso para la conformación de un nuevo nacionalismo peruano; la Amazonía aparecía como la región privilegiada en la que se hallaba el porvenir de la república (García Jordán, 2001). El poema de Amézaga condensa una visión que concibe a la Amazonía como territorio vacío y bondadosamente fértil, que espera la llegada de gente foránea para producir la supuesta riqueza que alberga, eternizando mitos y extravíos coloniales en la búsqueda de El Dorado y El País de la Canela.
En el prólogo del extenso poema las primeras referencias al espacio amazónico adelantan un referente religioso, heredado del medioevo, relacionado a la identificación de lo desconocido con el infierno: “Voy a ser rico porque he vencido al diablo”, “vengo de un paraíso digno de los demonios!”; estos versos, innegablemente, nos remiten a la obra de W. Hardenburg El Paraíso del Diablo, publicada algunos años después.
El título describe un episodio donde se mezcla, como en toda leyenda, lo real / imaginado, lo objetivo / subjetivo, lo vivido / contado. A pesar de que se trata de un suceso contemporáneo, evoca una región lejana, pensada en otro tiempo, en donde la Amazonía resulta un espacio ancestral y arcaico(5).
En la visión del hombre moderno que representa Amézaga, lo prehistórico y ajeno a la civilización precisa de hombres, valientes y capaces de hacer frente a seres venidos de otros tiempos, como se ve en el texto:
Tras del tapiro(6) llega un monstruo que ha salvado
íntegro del diluvio; un ofidio espantoso,
que al salir de su augusto letárgico reposo,
desarrolla en enormes círculos espirales
un elástico cuerpo de dimensiones tales,
que puede dar seis vueltas, con movimientos de ola
Finalmente, los caucheros matan a la bestia-deidad de los indios y se colocan por encima de las creencias y temores nativos. Mediante el uso de sus armas de fuego se relacionan con esa naturaleza desconocida y agreste. En este contexto, resulta convincente que la voz del blanco provenga del Winchester, como lo señala años después el informe del Juez Paredes: los indios, inteligentes todos, como que poseen cerebros tan descansados, tienen conceptos extraños. A un rifle, por ejemplo, le dicen ´yoveca´, que significa ´la voz del blanco´.
La relación entre el hombre blanco y el indígena amazónico, aunque parece por momentos armoniosa, conlleva el innegable y permanente conflicto entre “civilización” y “barbarie”. No existen más vínculos ni historia alguna, a pesar de más de 4 siglos de relación con occidente. No se aprecia ningún misionero o comerciante. La Amazonía parece nuevamente descubierta.
Nos obsequia con plátanos y una chalona oscura,
tiesa, que de su gusto no habla mucho en abono,
y que tras breve examen resultó ser de mono¡
Yo que he leído a Darwin, lejos aviento el mico,
Pero alguien lo recoge, clamando: ¡si es tan rico¡
Cabe señalar que el despliegue de las tesis darwinistas aplicadas a la sociedad tuvo marcada influencia entre intelectuales y políticos peruanos, esto permitía justificar la opresión sobre la población indígena y reinterpretar la historia peruana debido a que eran considerados una raza inferior y percibidos como un obstáculo para el progreso y la integración de la comunidad nacional imaginada (García Jordán, 1992).
Uno de los puntos cruciales de La Leyenda del Caucho es la representación e interpelación del indígena, a través de la voz del jefe capanahua, a quien el poeta construye un discurso contestatario que legitima su resistencia frente al abuso de los caucheros. Evidentemente, el cauchero representa todo lo nefasto de la cultura occidental, la violencia, el despojo, las epidemias, la corrupción:
Chiroc, viejo, cobarde, la vergüenza las perdido,
á estos hombres te entregas, cuando solo han venido
á robarse lo tuyo, á devorar tus siembras,
á embrujar á los niños y á corromper a tus hembras.
Si es que les tienes miedo, si no puedes matarlos,
no, imbécil, te condenes, Chiroc, a alimentarlos.
Estos hombres son brujos, ellos traen la virola.
Que hincha y mata á los nuestros; y hablan la lengua española
que es la lengua del diablo....mira pues, si los dejas
antes que á ti y los tuyos cortemos las orejas…
La manera cómo el poeta ficcionaliza al subalterno esgrime claramente esta zona de contacto (Pratt, 1997) donde sujetos anteriormente alejados por divisiones geográficas e históricas –en este caso el cauchero foráneo y el indígena selvático- ven confluir sus trayectorias. Los cambios culturales en el sujeto indígena son dramáticos a la vez que justifican y distorsionan la figura “civilizadora” del cauchero.
Como destaca el poema de Amézaga, la ignorancia del cauchero frente al ritual indígena posibilita la fantasía colonial, evidenciada en el supuesto poder del chamán en decidir la suerte de los caucheros –almas bajas, mezquinas. Sobre esto, Taussig señala “el mimetismo entre el salvajismo atribuido a los indios por los colonos y el salvajismo perpetrado por los colonos” (Taussig 2002:175).
Es interesante señalar la posición de Amézaga en la ciudad letrada:
Tanto Amézaga como Dávalos se dedicaron en algún momento a la minería, viajaron a la selva amazónica y comparten el calificativo de “aventureros” en oposición al de “hombre de letras” o “académico”. Pero Amézaga tuvo más reconocimiento en su época que Dávalos.
(Pollarollo, 2006:58)
El valor de la obra del poeta es subrayado por Luis Alberto Sánchez, quien lo sitúa junto a Ricardo Rossell como los mejores exponentes de la Generación de 1868 (Sánchez 1966: 1074). Amézaga tuvo correspondencia con Miguel de Unamuno quien le pide una reseña de la literatura peruana de entonces. También formó parte como vocal, del directorio del Ateneo de Lima y sus valores literarios son admirados por figuras representativas de la época como José de la Riva Agüero y Ventura García Calderón.
Hay que resaltar que Amézaga (al igual que Dávalos y Lissón) -cercanos a González Prada- se sintieron atraídos por la Amazonía, igual que Carlos Rey de Castro, otro miembro del Círculo Literario que llegó a ser cónsul del Perú en Manaos y defendió en numerosas publicaciones la defensa del barón del caucho Julio César Arana(7).
Estos integrantes del grupo de González Prada son intelectuales que combinan la escritura con otras actividades -políticas, diplomáticas, empresariales-. Debido a estas actividades pueden viajar fuera de Lima, les posibilita un acercamiento diferente a los círculos hegemónicos, pero también a los sujetos subalternos. Esta situación de “intelectual aventurero” les permite representar al sujeto indígena ante la ciudad letrada (Beverley, 2004).
Aunque Amézaga no llega a tener vínculos tan estrechos con la Amazonía como Rey de Castro, comparte con él en esa mirada hacia el nativo amazónico donde el indígena es un sujeto históricamente enmudecido (Spivak, 2003) Amézaga habla por él y Rey de Castro interpreta lo que es “bueno” para él. Amézaga interpreta la voz del sujeto indígena, Rey de Castro perpetúa esa interpretación, no sólo a través de la palabra, sino presentando fotografías que relatan el papel civilizador del cauchero (Rey de Castro, 1913). A pesar de compartir esta zona de contacto, la narrativa de entonces colocaba al sujeto indígena, como si nunca hubiese tenido relación con el mundo civilizado. De esa manera se exacerbaban las diferencias coloniales.
La Leyenda del Caucho de Carlos G. Amézaga presenta claramente la mirada nacional que reproduce extravíos coloniales y búsqueda de quimeras medievales en esta región amazónica, que se constituye así en lugar fronterizo donde se combinan esquivos modelos de proyectos nacionales, la ficcionalización del otro y la eterna mirada colonial.
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1 Una versión anterior al análisis del poema de Amézaga se encuentra en un trabajo más amplio, escrito conjuntamente con María Eugenia Yllia “percepciones, representaciones y ausencias: narrativas e imágenes de la época del caucho”, en: Imaginario e Imágenes de la Época del Caucho: Los sucesos del Putumayo. Chirif, Alberto y Manuel Cornejo Chaparro (eds). Lima, 2009. En ese trabajo presentamos los discursos de la ciudad letrada y los testimonios de los indígenas sobre esa época de nuestra historia republicana.
2 Luis Alberto Sánchez afirma que la novela decimonónica no miró la selva, pero tampoco ésta existía como ente vivaz. Cuando se produjo el descubrimiento del caucho, dio vida a una nueva dimensión geográfica y humana. Primero fue la codicia, luego la política, por último la sensibilidad y, entonces, el arte (Sánchez 1966: 1498).
3 Sobre este tema, una novela relevante es La Ciudad de los Reyes de Pedro Dávalos y Lissón (1906).
4 Prisma se presentaba como "revista de sucesos, de artes y letras, suntuaria y novedosa". En esta revista se publicó por entregas la tesis de José de la Riva Agüero, Carácter de la literatura del Perú independiente, era una revista destinada a un público letrado, novecentista y de la alcurnia limeña que primaba el aspecto gráfico. Fue la antecesora de la revista “Variedades”.
5 Esta visión sobre la selva como un espacio arcaico y fuera de la historia resulta una constante, como se observa en las afirmaciones del cineasta alemán Werner Herzog de que “es un país inconcluso. Es todavía prehistórico” (Taussig 2002: 112), coincidiendo con Euclides Da Cunha (1994) que afirma: “Destarte a naturaza é portentosa, mas incompleta” Porras Barrenechea (1961) también señala que “la selva es la región del culto a la vida, en los bosques amnésicos, sin tumbas y sin historia”.
6 Debe tratarse del tapir, conocido en el lenguaje regional como sachavaca (Tapirus terrestre).
7 J.C. Arana estuvo envuelto en un gran escándalo internacional debido al régimen de terror y esclavitud que sometió a los indígenas del Putumayo (Taussig 2002, Chirif y Cornejo Chaparro, 2009)
BIBLIOGRAFÍA
Amézaga, Carlos G. (1905-1906). La Leyenda del Caucho. Publicada por entregas en la revista Prisma. Lima.
Beverley, John (2004) Subalternidad y Representación. Debates en teoría cultural. Madrid: Iberoamericana.
Chirif, Alberto y Manuel Cornejo Chaparro (Eds). (2009) Imaginario e Imágenes de la época del caucho: Los sucesos del Putumayo. Lima: CAAAP-IWGIA-UCP.
Da Cunha, Euclides (1994) Um Paraíso perdido. Ensaios, estudos e pronunciamientos sobre a Amazônia. Rio de Janeiro: José Olympio Editora.
Flores, María del Rosarío (2002) La narrativa del caucho: colonialismo, nación e identidad regional. (Ma Spanish and Latin American Studies) Londres: Birbeck Colleges.
García Jordán, Pilar (1992) “Reflexiones sobre el darwinismo social en el Perú”. Bulletin de`lInstitut Francais d`Études Andines Tomo 21 nº3. Lima. pp. 961-975.
García Jordán, Pilar (2001) Cruz y Arado, Fusiles y Discursos. La construcción de los orientes en el Perú y Bolivia. Lima: IFEA-IEP.
Paredes, Rómulo (2009) “Los informes del Juez Rómulo Paredes” en: Chirif, Alberto y Manuel Cornejo Chaparro (Eds). Imaginario e Imágenes de la época del caucho: Los sucesos del Putumayo. Lima: CAAAP-IWGIA-UCP.
Pollarollo, Giovanna (2006) El Proyecto Nacional Hegemónico en el discurso histórico y ficcional de Pedro Dávalos y Lissón (1863-1942). Tesis de Maestría. Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Lima: UNMSM.
Porras Barrenechea, Raúl (1961) “La Amazonía, tierra de misterio” En: El Perú y la Amazonía. Lima: Ministerio de Relaciones Exteriores. pp. 25-28.
Pratt, Mary Louise (1997) Ojos Imperiales. Literatura de viajes y transculturación. Buenos Aires: Universidad de Quilmes.
Rey de Castro, Carlos (1913) Los Escándalos del Putumayo. Carta abierta dirigida a Mr. Geo. B. Michell. Barcelona: Imprenta viuda de Luis Tasso.
Sánchez, Luis Alberto (1966) La Literatura Peruana: derrotero para una historia cultural del Perú. Lima: Ediciones de Ediventas.
Spivak, Gayatri (2003) “¿Puede hablar el subalterno?”. Revista Colombiana de Antropología. Vol. 39, enero-diciembre pp. 297-364.
Taussig, Michael (2002) Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje. Un estudio sobre el terror y la curación. Bogotá: Editorial Norma.
© Manuel Cornejo Chaparro, 2010
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