Lo que sí es imposible negar es que desde su modelo político e intelectual Palma se distanció de su generación, la del novecientos, expresó una clara y férrea disidencia frente al civilismo y a la oligarquía, y precisó –y vivió– una serie de riesgos políticos tales como el apasionamiento partidista, la irresponsabilidad ciudadana y la “argolla

 

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Volver a Clemente Palma: la figura del gobernante y el intelectual

por Christian Alexander Elguera Olortegui

 

Extraña y por demás peligrosa tesis sería (…) la que formulara
la conveniencia de combatir siempre al poder (…)
Pero aún más extraña y peligrosa resultaría la de
que no debe nunca combatirse al poder.
Jorge Prado

 

–Estoy preocupado –dice Luder–.
He leído que nuestro nuevo
Presidente no fuma, ni bebe,
ni juega, ni enamora.
–¿Y qué?
–Me espantaría ser gobernado por un hombre
que haya ganado un premio de virtud.
Julio Ramón Ribeyro

 

Introducción y planteamiento

La figura del gobernante debe entenderse como una concepción metafórica(1) que evoluciona.  Esto se observa, por ejemplo, en el tratamiento que se le da en la novela decimonónica peruana: desde Lima de aquí a cien años, Gonzalo Pizarro, Los amigos de Elena, Edgardo o un Joven de mi generación, El conspirador, entre otras.  Al respecto observamos como Basadre en su concepción del gobernante opera bajo metáforas ontológicas(2) tales como “la mente es una entidad”, y metáforas de tipo recipiente. Dicha metáfora estudiada por Lakoff y Johnson a partir de los ejemplos “la mente es una máquina” y “la mente es un objeto frágil” nos permitirá entender la concepción del gobernante como alguien que tienen “dentro” de su mente la prudencia e inteligencia.

Esto lo encontramos en el ensayo “Leguía y el leguiismo” (Perú: problema y posibilidad, 1931) donde focaliza el tema de las psicologías (mente, sistema conceptual) para diferenciar  el oncenio del civilismo, de tal que, a diferencia de la mentalidad civilista, la psicología de Augusto B. Leguía se caracterizará por ser “más ágil, más activa, con más seducción y más inescrupulosidad y menos prudencia”. El historiador reforzará su juicio al recordar que Leguía, a pesar de la revolución y la inquietud social de la crisis de 1930, pasó su último día de gobernante en el hipódromo, lo cual bien podría explicarse, nos dice, como “pose” o inconciencia. Pero la acotación final es por demás contundente para comprobar su idea pues al sugerir que la política era para Leguía una apuesta precisa su total inestabilidad mental: la del gobernante jugador (Perú 120).

En su retrato de Leguía, Basadre establece los peligros del gobernante: a.-) doblez o cambio de partido de acuerdo a su conveniencia, b.-) falta de razón y equilibrio, ya que “Extravertido y eufórico (…) había en el fondo de sus actitudes mucho de inconciencia (Ibíd.), y c.-) el disfraz del autoritarismo, pues no se trató de un caudillaje violento, sino “amansado, que empleaba, por cierto, la intimidación, pero, al mismo tiempo y, acaso en mayor grado, la corrupción” (Ibíd.). Sea este último punto a nuestro criterio el principal problema del gobernante, el poder ocultar su terror con trebejos y carnestolendas, como advierte Eagleton “Debe ser un invertido que oculte su autentico género. Sin embargo, siempre hay un desagradable bulto bajo su atractivo atuendo (65). Medio eficaz de ocultamiento resulta ser la creación de una corte propia y que configura la dinámica de la argolla tal como veremos más adelante.

Otro es el caso que menciona en Historia de la Republica del Perú, donde precisa: “Prendas del gobernante son el claro entendimiento, el fondo de juicio, la magnanimidad, el despejo y también 'el señorío innato, la secreta fuerza de imperio' de que habla Baltasar Gracián cuando describe las calidades de héroe” (XII 299). Nuestra referencia a la metáfora ontológica, “la mente es una entidad”, se refuerza en el contexto de la cita: Basadre se refiere a que la conducta de Billinghurst, en el nadir de su gobierno, testimoniaba una “mente turbada” que “estaba produciendo la perdida o el desmedro del ordenado sentido de la autoridad” (Ibíd. Nuestro subrayado). Destáquese que la referencia al “orden” se vincula con la de “prudencia”, propuesta por Gracián como virtud del gobernante. El orden legitima entonces el discurso del buen gobernante, criterio compartido también por Federico Elguera cuando precise en “El órgano del partido” que el individuo “en sus relaciones públicas, en su carácter oficial, tiene que ser reservado, serio y adusto” a costa de exponerse a la diatriba y el espectáculo (Segunda época 9). 

En el caso de Clemente Palma observamos la construcción de un modelo de político a partir de su propio itinerario de escritor y periodista. Entender la lógica de dicha construcción ha de entenderse a partir de la situación del campo político. Palma ha dejado huellas que nos permitan determinar su posición dentro del campo: el perfil crítico de Variedades, la creación del personaje Juan Apapucio Corrales, los prólogos a diversos textos (libros como los de Alberto Guillén y Jorge Prado de los cuales nos ocuparemos), su obra disidente y subversiva frente a la sociedad de la época y sus propios textos políticos, especialmente los dedicados a Leguía. A grandes rasgos podemos definir que Palma configura su modelo haciendo uso de metáforas orientacionales(3) y ontológicas que estructuran su anticivilismo: Corrales es lo bajo y el atraso, un político corrupto, lastre decimonónico; similar es la concepción del primer gobierno de Leguía dada su pertenencia civilista. Caso contrario es el del del oncenio, que se identificará con lo elevado y adelantado.

Nuestro trabajo no pretende juzgar si dicha concepción  fue o no acertada, lo que nos proponemos es evaluar brevemente las circunstancias del proceso. Lo que sí es imposible negar es que desde su modelo político e intelectual Palma se distanció de su generación, la del novecientos, expresó una clara y férrea disidencia frente al civilismo y a la oligarquía, y precisó –y vivió– una serie de riesgos políticos tales como el apasionamiento partidista, la irresponsabilidad ciudadana y la “argolla”.   Si en Palma es solente solo focalizar los errores, se hace también necesario recordar, y recobrar, su figura de intelectual disidente. Además,  Palma es una lectura actual, no solo por la calidad de su ficción, sino también por el panorama que nos brinda del campo político de las primeras décadas del siglo XX, permitiéndonos descubrir que dicha problemática es aun coetánea.

 

1. ¿Tomadura de pelo o disidencia?: Las provocaciones de Variedades

Señalaba Alfonso Telado que “Variedades reflejó exactamente el pensamiento imaginativo e inquieto de su fundador, su entusiasmo por la ciencia y su adhesión a lo trashumante” (396), pero también reflejó su talante periodístico, su actitud frente a la sociedad de inicios de siglo a través de sus editoriales, sus concepciones de caricatura o los artículos que decidía se publicasen. Sobre este último punto a continuación haremos una breve mención a textos que consideramos discordantes con el imaginario político e intelectual de la época y que no son sino huellas de la visión de Palma sobre dichos campos. De esta manera Variedades se presentaba con el firme desideratum de: a.-) incomodar a una base socio-político, regenta del Poder, b.-) promover la formación de una conciencia crítica en la lectoría; cuestiones que lo convertían en “vitando” pues atentaba en contra de intereses políticos particulares, para los cuales el mantenimiento de la ignorancia era – y ha sido – el sostén de su vigencia. Variedades no solo nacía bajo un gesto de crítica sino que su propio origen develaba el inicio de la crisis de la Republica Aristocrática:

La amenidad que Moral pidiera a Palma para su nueva revista no era un cambio caprichoso, sino que reflejaba la nueva época de la sociedad peruana. En el primer prospecto del 16 de agosto de 1906, Prisma se presentaba como "revista de sucesos, de artes y letras, suntuaria y novedosa". Para comprender el panorama en que ésta se ubicaba, bastaría referir la publicación que hizo por entregas de la tesis de José de la Riva Agüero, Carácter de la literatura del Perú independiente. Esto implicaba una restricción en el receptor: público culto, novecentista, aristócrata. De esa manera, el cambio a Variedades marcó la distancia desde el primer prospecto presentado: "El editor y el director de Prisma... han resuelto transformar esa revista de una manera que la haga más popular, más amena, más casera, más interesante. Prisma ha sido una revista social demasiado literaria, demasiado severa y escrupulosa, demasiado aristocrática." Así, este cambio debe entenderse como la apertura de la decadencia de una clase: el público adquisitivo deja de ser de abolengo, la burguesía inicia su apogeo apoyada por el desarrollo económico de la urbe, y la adquisición de un poder político que quebraba la continuidad de la llamada República Aristocrática (Elguera, “Motivos” 4)

La patria jorobada

Entre los columnistas más destacados y punzantes de Variedades encontramos a Jack the Ripper, quien se encargaba de atacar el campo político en cada uno de sus artículos. Tenemos, por ejemplo, un caso en el relato El jorobadito publicado en el ejemplar Nº 23 (8 de agosto de 1908) donde el personaje en un intento por eliminar la giba busca los más diversos médicos y tratamientos; llega incluso un momento en que él y su padre creen firmemente en la cura. Sin embargo, esto no resulta sino un pábulo de ilusiones, un engaño, que el mismo padre se encargara de desmentir. Es en esta intervención paterna cuando acaece la disidencia del escritor, en la relación de la joroba y la patria: “Te pasa lo que á los pueblos en el orden político: cambian de régimen, creyendo siempre que van á mejorar de condición y quedan con la misma joroba”. Ante tan enfática respuesta el jorobadito pregunta si aún existe algún remedio, ante lo cual nuevamente el padre coloca el dedo en la herida, no con un afán de pesimismo sino como una provocación al público, un invite a la reacción, que es así como ha de entenderse la ultima línea: “¡Es incurable! Mira como está la Patria y la verás tan jorobada como tú”.

La gente decente.

En el Nº 24 de Variedades (15 de agosto de 1908), Jack the Ripper volverá a ofrecernos la calidad de su diatriba, esta vez en El cazador de ratas. Aquí se pone acervo en el ataque a la oligarquía, específicamente al lema de “buenas costumbres” y “gente decente” propios de la época. De hecho el fin del escritor es profanar la creencia de que sean las clases acomodadas centinelas de moral y rectitud. Esto es lo que cree Don Ambrosio, personaje que experimentará en él mismo la inexactitud de esta convicción: Después de una fiesta solemne, y ya en casa, reconocerá la verdadera situación: “Estoy perdido, hija mía. Me han robado la cartera donde guardaba la plata del cobro”. Ante la interrogación de la hija, Don Ambrosio es incapaz de sospechar de los contertulios de la fiesta, aquello sería atentar contra un sistema ordenado y determinado a partir de una jerarquía social donde la escala superior no es tan sólo económica sino también moral, así responderá: “No puedo sospechar de nadie, porque solo he estado entre personas decentes”. Es entonces cuando la “decencia” inicia su proceso de degradación. El asunto resulta significativamente subversivo si tenemos en cuenta el sistema de valores de la sociedad para el cual un valor conspicuo, como la decencia, era propiedad indiscutible de las clases acomodadas. Esto equivale a una fractura del orden ideal ante la realidad. Don Ambrosio se quita el velo de los ojos y vincula ahora a la gente decente con las ratas, brindándose la siguiente conclusión: “Don Ambrosio se quedó mudo, pensando que hay ratas más nocivas, que las que transmiten la peste bubónica”.

Una enfermedad recurrente: La intelectomanía.
           
Otro columnista igualmente mordaz es el identificador con el nombre de To Fei quien el Nº 21 (25 de julio de 1908) publica un artículo llamado Intelectuales. El paratexto (título) dirige el quid del artículo: la crítica a la intelectualidad. To Fei apunta hacia la manía escrituraria de los hombres de letras. Se trata de una época donde el intelectual se medía a partir de su habilidad letrada al punto de alarde y snobismo(4). El abuso genera una deficiencia en la obra, es decir, la situación prolífica de escritura no significa un avance o síntoma de salud sino una merma. Se trata de una circunstancia que ha mantenido su lazo genérico hasta nuestros días por lo cual estas palabras han de sonar frescas ante nuestro presente campo intelectual: “Ellos creen que no son intelectuales sino los que escriben, y he aquí el origen de la nueva enfermedad que se ha desarrollado en Lima y que podríamos llamar «Intelectomanía»”. La calificación de Intelectomanía como enfermedad se sustenta en la decadencia que de ella mana, en especial el vicio europeizante de éstos: “Allí discuten también sobre intelectualidades europeas: ¡Qué se van á ocupar de insignificancias nacionales!”(5). Esta actitud señalada pretende dejar en claro la prevalencia de lo que Augusto Salazar Bondy consideraba un estado de nuestra alineación: “(…) la inautenticidad en las actitudes, el sentido imitativo, la superficialidad en las ideas”. La expresión busca fracturar una norma ideológica desde la cual lo nuestro resulta siempre nimio, despreciable.

El riesgo de la crítica  

Estos ejemplos resuman una clara intención crítica que hace comprensible porqué en el Nº 26 (28 de agosto de 1908) se publica una carta remitida bajo el nombre de Sgnarelle (seudónimo de Octavio Espinoza y G.), en donde se pide la cautela de Clemente Palma ante sus constantes y exacerbadas tomaduras de pelos: “No pienso como Clemente Palma en aquello de que las simples personas particulares carecen de derecho para vengarse, manus operandis, del escritor que los insulta, los hiere o los toma de los pelos.” La carta expresa de esta manera a.-) La repercusión del diario a tal punto que genere la incomodidad del Poder ante sus denunciantes y b.-) La calidad de escarmientos del Poder (“el cobro impulsivo de las deudas, desde la simple e inocente paliza hasta el audaz terrible asesinato”). Sgnarelle satiriza en su misiva el hacer periodístico, desvirtuando la misión de Variedades: “La sola circunstancia de tener ante nosotros un montón de cuartillas, un tintero y una pluma, despierta en nuestros espíritus el deseo morboso de insultar á todo el mundo; y cuando hemos escogido, para nuestras excursiones literarias y periodísticas, el campo fecundo siempre de la ironía y la jarana no ponemos limite alguno á nuestra codicia intelectual y allá van alfilerazos (…) pellizcos y puntapiés. – Es nuestro derecho – decimos nosotros lanzando una carcajada histérica”(6). El texto de Sgnarelle no implica un llamado de censura al periodismo, se trata más bien de una recomendación ante los riesgos que acompañan el hacer sincero y desacorde  que Palma consideraba intrínseco de todo periodista.  

Clemente, el disidente, Palma

Lo que hace valida esta carta es sin embargo la manera en que nos presenta la idiosincrasia de Palma: “(…) Pero si cualquiera de los del estado llano la emprende con nosotros y nos revientan ¿está o no está en su derecho? That is the question. Clemente Palma cree que no”. No creemos como Sgnarelle que Palma haya buscado tomaduras de pelo sino que mantenía una firme convicción en el poder periodístico para generar cuestionamientos. Convicción que lo acompañaría tanto en lo periodístico como en lo literario, así en Cuentos Malévolos (2º edición, 1913) se incluirá el cuento “El día Trágico” donde se critican las relaciones del Poder con los medios, atestiguando agudamente cómo el gobierno de turno contrata a un periódico local para mantener desinformada a la población ante la inminente llegada de un cometa: “A las diez de la noche fueron llamados presurosamente los directores de los diarios al despacho del ministro de Gobierno y de acuerdo con el alto funcionario se convino en que durante una semana no publicarían los diarios los telegramas que vinieran relatando la nuevas observaciones de los sabios” (Narrativa 349). Otro caso nos lo presenta en XYZ, donde el narrador se propone decir la verdad a pesar de toda la manipulación informativa, que parece haberla sepultado:”El reportaje llenaba toda la primera página del diario con un largo relato atiborrado de falsedades que solo podrían apreciarse si alguna vez esta exposición que hago aquí fuere conocida”.

 

2. Corrales, la tauromaquia como pretexto para la crítica social

En Variedades Clemente Palma estuvo también a cargo de la sección de tauromaquia, “De Toros”, de la cual nos ocuparemos ahora. Desde ella creó una de las figuras más sobresalientes dentro de la sátira peruana, nos referimos a Juan Apapucio Corrales(7). Alterego suyo, este personaje lo trasladará al llano; lo colocara a distancia de las atmósferas macabras al retomar un paisajismo local que lo vincula con el realismo costumbrista (“Corrales es la cundería política de nuestro siglo XIX, nos dice Tealdo) , ya sea en un nivel lingüístico, abandonando el esteticismo por un lenguaje popular; o en un nivel político, criticando, a partir de la configuración de Corrales, las costumbres y vicios criollos, lo cual lo hace el mejor ejemplo que valide la siguiente apreciación de José Gálvez: “[C. Palma] es con todo, una de las mas frescas y fecundantes fuentes de nuestro folklore idiomático. Muy pocos como él, y no hay exageración en la frase, tuvieron más abundante y jugoso léxico popular y criollo”.

En el Prospecto de Variedades (29 de febrero de 1908) Corrales hará su primera aparición. En esta oportunidad mencionara cómo un repentino encuentro con Clemente Palma determinó su trabajo de cronista. Las palabras de Palma se trascriben de la siguiente manera: “Necesito un revistero para VARIEDADES y como tú entiendes de eso te doy las credenciales para que ejerzas el más sagrado ministerio de llamar maletas y morrales y pillos a la gente de coleta” (19). Después del encargo, Corrales realizara la primera crítica, atacando al torero Bonacillo, al organizador del evento y al Dr. Larre. Dicho ataque costaría a Palma severas críticas por parte de los agraviados tal como es recreado en el Nº 1 de la revista (7 de marzo de 1908): Palma hace llamar a Corrales, le informa sobre su desmedida en las observaciones y cómo su actitud pone en riesgo la publicación, le dice así: “Te advierto pues, que ó te moderas ó te largas. (…) Quedas pues notificado para que sepas como debes escribir en lo sucesivo” (41).

 El diálogo entre Palma y Corrales resulta proteico para determinar el carácter de Variedades y el de su director. A través de él Palma expone los riesgos frecuentes que tenía que enfrentar como periodista. Se trataba, pues, de una responsabilidad que supo llevar éticamente, si bien las consecuencias nefastas que se acarreaba, de las cuales, por cierto, era conciente, así lo afirma Corrales, reflexionando sobre su oficio: “Triste oficio es este de decir con franqueza los sentires é impresiones que se saca de presenciar los hechos de los hombres (41). No obstante la presión, la coerción, Corrales (esto es, Palma) continúa con sus pullas, con lo cual se afirma uno de los principios que Palma anotó en el Prospecto: “VARIEDADES no tiene partido político (…) Esta independencia es un tesoro para nosotros (…) porque así será más vasto nuestro campo de acción, pues no estará limitado por las conveniencias o simpatías por determinado grupo político” (“Prospecto” 2).

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1 Las presentes metáforas que trabajaremos deben su concepción a los trabajos de Georg Lakoff y Mark Johnson expuestos en el libro Metáforas de la vida cotidiana. Los autores plantean una superación  del modelo tradicional de concebir la metáfora como un rasgo formal del lenguaje poético, postulando más bien que nuestro sistema conceptual opera metafóricamente, dirán así: Nosotros hemos llegado a la conclusión de que la metáfora (…) impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica (39)

2 Las metáforas ontológicas nos permiten “elegir partes de nuestra experiencia y tratarlas como entidades discretas o sustancias de un tipo uniforme” (63) lo cual permitirá “categorizarlas, agruparlas y cuantificarlas –y, de esta manera, razonar sobre ellas” (Ibíd.). Dentro de las metáforas ontológicas se distinguen a.-) las metáforas de recipiente, las cuales parten de la experiencia del mundo como algo externo, por lo cual: “Cada uno de nosotros es un recipiente con una superficie limitada y una orientación dentro-fuera” (67), y b.-) la personificación, “en la que el objeto físico se especifica como persona” (71), el cual hace posible “dar sentido a fenómenos de mundo en términos humanos” (72).

3 Las metáforas orientacionales son definidas como un concepto “que no estructura un concepto en términos de otro, sino que organiza un sistema global de conceptos con relación a otro” y que tienen diversa manifestaciones de carácter espacial: arriba-abajo, dentro-fuera, delante-detrás, profundo-superficial, central-periférico, las cuales “surgen del hecho de que tenemos cuerpos de un tipo determinado y que funcionan como funcionan en nuestro medio físico” y que “tienen una base en nuestra experiencia física y cultural” (50)

4 Cuando Sánchez nos dice que en el novecientos “Ganaron los literatos; perdiendo los pensadores”, ya que “El estetismo contagio a buena parte de las promoción del novecientos” establece una diferencia entre arte por el arte y arte social (Balance 22), precisando el dominio del primero. De esta manera la figura del escritor novecentista, del intelectual, es: “vivir casi al margen de la acción, sin ocuparse de la política, aunque usufructuándola” (Balance 19), y reconocerse como “objeto de ostentación” (Balance 80). Pero dicha configuración  no será sino estéril, al respecto sentencia el mismo autor: “el record de leer más libros fue más atractivo que el de sentir realidades” (Balance 157).

5 Respecto del fenómeno de la intelectomanía que obnubila la acción política destáquese el caso de Francisco García Calderón, en quien, para Sánchez,  “predomina, como en casi todos los de su tiempo, el prejuicio intelectualista (…) Con solo apetencias –no obstante un estilo brillantemente peinado– resulta difícil levantar algo duradero” (Balance 118). Sobre este tema volverá a incidir Luis Alberto Denegri en su conferencia “Leguía y la Historia”, cuando precise que Francisco García Calderón, “por su cultura y patriotismo, fue una de las primeras figuras de la República, pero figura esencialmente académica. Era un jurista, no fue un político” (133). Luego establecerá una diferencia entre el intelectual “de fabricación universitaria” que no hace (muerte) y el político que actúa  (vida): “El 'no harás' es la preocupación del monje que desprecia la vida; el “hacer es la preocupación del héroe que desprecia la muerte” (134). Adviértase como se configura el modelo de gobernante bajo la concepción del heroísmo y la vitalidad.

6 No obstante sí existieron periodistas-libelistas, tal es el caso de El abate Faría, seudónimo de Manuel Romero Ramírez, cuyo cariz folletinesco, como recuerda Sánchez, llegó incluso a causar un duelo de honor entre José de la Riva Agüero y Pedro Ruiz Bravo, director de El Tiempo, diario donde escribía el mencionado periodista. (Cfr. Sánchez, Vadelomar 391).

7 El Clemente Palma que más se conoce es el de traza modernista y tendencias decadentes, esto es, el de Cuentos Malévolos e Historietas Malignas. No obstante, es necesario descubrir, investigar sobre lo que consideramos el otro Palma: a.-) el de la Colonia, donde sobresale la influencia paterna.  Incluir este período como temática de su producción le  brindará un material para la sátira como en Tres cuentos Verdes, emparentados directamente con las Tradiciones en Salsa Verde de Don Ricardo (la preocupación por la tradición  se testimonia en uno de sus proyectos de escritura, el “Baedecker de las tradiciones Peruanas” donde desarrollaría un pormenorizado abordaje de la obra de su padre). Asimismo la Colonia es denunciada por hipócrita y por su falsa moral en La nieta del Oidor. Para completar este cuadro colonial tenemos también el libro, Don Alonso Henríquez de Guzmán y el primer poema sobre la conquista de América, y b.-) el periodista, que dirigió  Prisma, Variedades y La Crónica. Un Palma contestario, irónico, cualidades que le costaron  la amarga consecuencia de la expatriación, y que se encarnara en la figura del revistero y político Juan Apapucio Corrales. Acerca de la existencia otro Palma téngase en cuenta el discurso de José Gálvez durante el entierro de Clemente Palma: “Creo haber dicho en otra ocasión que en Palma hay dos escritores nítidamente diferenciables. El de la fantasía filosófica reflejada en los Cuentos Malévolos y en la originalísima, aunque mal conocida novela XYX [SIC.] y el del realismo costumbrista, de copiosa gracia y condimentado humor criollo en las Crónicas de Corrale”.

 

 

 

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