Aunque los periódicos no ganaban con la publicación de los documentos oficiales, el hecho que lo hicieran implicaba más que todo cumplir con el fin del periodismo, hacer las cosas públicas, y mantener esta imagen ante la sociedad. En el caso de los avisos judiciales, la preocupación era que las imprentas perderían ingresos

 

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Manuel Atanasio Fuentes y la reforma de la Imprenta del Estado frente a la opinión pública (1868)

por Víctor Arrambide Cruz

 

El miércoles 1 de julio de 1868, el periódico oficial El Peruano aparecía, a diferencia de años anteriores, en un formato grande y, según indicaba, con la intensión de ser publicado diariamente y así reflejar “todas las fases de la vida de la nación”. De esta forma, pretendía cubrir la necesidad del Estado de contar con un medio de “contener todos sus actos y desarrollar todo su pensamiento”. Este suceso no pasaría de un simple cambio en la presentación de un periódico, sino fuera por tres situaciones: 1) la intención del Estado de llevar a cabo un proyecto para modernizar su imprenta; 2) el papel jugado por Manuel Atanasio Fuentes como ejecutor de este proyecto, y 3) el intenso debate periodístico que se desató en contra del proyecto.
 
Con este suceso como punto de partida, estoy abocado a desarrollar como tesis el trayecto de la Imprenta del Estado entre 1868 y 1888, cuando estuvo administrado por Manuel Atanasio Fuentes. En mi trabajo busco explicar la razones por las cuales el Estado peruano reorganizó su imprenta en 1868, como parte de un conjunto de reformas implementadas producto de las ganancias del guano; identificar el funcionamiento de esta institución y su relación con la situación política y económica del país en el período señalado; y, por último, conocer el interés que suscitó en la opinión pública, reflejada en las críticas y aprobaciones a su gestión por parte de la prensa. El artículo que presento ahora está circunscrito dentro de este tercer objetivo.

Los medios de comunicación del Estado siempre han estado bajo la atenta mirada de la prensa, principalmente sobre la injerencia del gobierno en su línea periodística. Por tanto, preguntas como: ¿cuál debería ser el papel de los medios de comunicación del Estado? ¿Cómo deberían administrase y financiarse estos medios para no ser una carga al fisco? ¿Cuáles serían sus límites frente a los demás medios de comunicación?, entre otras, son parte de reiterativos debates que se han dado a lo largo de la historia republicana.

Uno de estos debates ocurrió en 1868, en un medio en que la opinión pública era manejada a través de la palabra impresa. Ese año, la administración interina de Francisco Diez Canseco decidió poner en marcha el proyecto de reorganización de la Imprenta del Estado, con una inversión que llegó a los 100.000 soles, para dotarla de un local propio, comprar útiles que fueran necesarios para que hiciera competencia con las demás imprentas de Lima y publicar diariamente el órgano oficial, El Peruano, para que sea un medio capaz de “contener todos sus actos y de desarrollar todo su pensamiento”.(1) Una vez que se hizo público el proyecto y su aprobación se desató una serie de artículos donde se debatió el proyecto. Por ello, trataré en este artículo resolver las siguientes interrogantes: ¿Cómo vieron vio la prensa el proyecto y su ejecución? ¿Lo apoyaron o criticaron? ¿Qué intereses fueron los que prevalecieron en ellos? ¿Qué conceptos políticos se usaron en estos debates?

 

La prensa y la opinión pública a mediados del siglo XIX

¿Qué se entendía por prensa? Siguiendo a Paula Alonso, la prensa se definiría como un género de escritura pública que no se circunscribía solo a los periódicos, sino que incluía panfletos, folletos y revistas (Alonso 2004: 9). En efecto, a veces se comete el error de desasociar los periódicos del resto de impresos, cuando en realidad estos se complementan. Incluso de manera legal a todos estos se les signaba bajo el rótulo de “Imprenta”. Entendemos que a lo largo del siglo XIX el periódico desplazó a los demás impresos convirtiéndose en el principal medio de difusión, salvo las revistas que aparecieron tardíamente y en círculos especializados.

La prensa era un vehículo de proyectos, el principal instrumento de debate, y de hacer política; el medio utilizado para la presentación de ideas y prácticas políticas por parte de individuos, grupos organizados e instituciones (Jaksic 2004:107). Las polémicas que se encuentran los periódicos no eran otra cosa que modos de actuar “políticamente”, lo que evidencia que la prensa de mediados del siglo XIX definía otro concepto de opinión pública, más moderna que la anterior. Ya no se trataba de la opinión pública que se gestó en el siglo XVIII, que apareció representada en los periódicos, sino un modelo estratégico o proselitista de la opinión pública, donde la prensa no solo buscaba representarla, sino que tenía que constituirla como tal (Palti 2004:176-180).

¿Cuál fue el alcance de la prensa limeña a mediados del siglo XIX? No conocemos muchas estadísticas confiables sobre la circulación de los periódicos en esos años, incluso hasta finales del siglo XIX (Jacobsen 2007: 417). Por referencias, el tiraje de El Comercio y El Nacional podría estar en promedio entre los 3.000 y 4.000 ejemplares diarios. En el caso de El Peruano, según los informes oficiales, era de 3.000 ejemplares diarios(2), aunque no hay información sobre cuántos ejemplares se distribuían entre subscriptores, venta en tiendas y cafés y los destinados a provincias. Si bien el número de imprentas iba en aumento, muchas de ellas aún trabajaban de forma artesanal, pese a que ya se estaban importando desde principios de esa década las imprentas a vapor, que permitieron incrementar el número de ejemplares impresos.(3)

Con respecto a la lectura de las noticias, de acuerdo a las estimaciones sobre la población de Lima, para aquellos años estaría bordeando las 120.000 personas, pero como la tasa de alfabetismo era muy baja (entre 15% y 20%), los lectores activos de periódicos no pasarían de los 25.000 habitantes. A esa cantidad agregaríamos los lectores pasivos, que participaban de la lectura tanto en lugares públicos como privados. Las calles, plazas, esquinas, librerías, cafés, barberías, tertulias, clubes eran los lugares frecuentes donde se realizaban estas lecturas. No podría determinarse a ciencia cierta cómo se involucraban cada tipo de lector en los debates públicos, solo señalar que en la captación de las noticias hay que considerar la fluidez de la lectura, el conocimiento de los conceptos utilizados por los periódicos, el estrato social al que pertenecía el lector y, claro está, su postura ideológica (Jacobsen 2007: 421). Pero también debemos considerar la relación de la hora de salida del periódico con las de lectura y ocio. A diferencia de hoy, en que los periódicos se imprimen en la madrugada y están a la venta a primera hora, a mediados del siglo XIX, en el caso de Lima, generalmente un periódico, si tenía una edición, podía llegar a las manos del lector a media mañana, a mediodía o al atardecer e, incluso, en la noche; y, en el caso tuviera dos ediciones, al mediodía y al atardecer. Un tema interesante el establecer esta relación lectura/espacio de sociabilidad y si se mantuvo o alteró esta relación con las transformaciones de estos espacios en el transcurso del siglo XIX (Del Águila 2003).

 

La Imprenta del Estado

Prácticamente desde inicios de la República, salvo contadas excepciones, la Imprenta del Estado ocupaba un pequeño cuarto en uno de los patios del Palacio de Gobierno, donde funcionaban el Ministerio de Gobierno, Policía y Obras Públicas. Se componía de una prensa artesanal, y su tarea principal era la impresión del periódico oficial. Su administración estaba a cargo de un impresor nombrado por el gobierno, y que recibía un pago quincenal por la cantidad de impresiones que realizaba.

En el caso del periódico oficial, se publicaba de dos a tres veces por semana. Su contenido era organizado por un editor o redactor empleado del gobierno. Se imprimían pocos ejemplares y se distribuía principalmente a las oficinas públicas y judiciales. Se componía básicamente de documentos oficiales, muy pocas noticias o editoriales. Por su periodicidad y escasez de recursos, se publicaba con mucho retraso los decretos y resoluciones. Esto significó que los demás periódicos tengan la libertad de publicar los documentos oficiales apenas salían de las oficinas públicas, para el conocimiento del público y su ejecución, no como funciona actualmente.

Desde mediados del siglo XIX las ganancias del guano dotaron al Estado de los capitales necesarios para ejecutar numerosas reformas, y el ramo de imprenta no estuvo ajeno a ellas. En 1865, el gobierno del general Juan Antonio Pezet adquirió la Imprenta del Mercurio, propiedad de Manuel Atanasio Fuentes, por la suma de 70.000 pesos.(4) A pesar de ser un costo elevado, el gobierno consideraba esta compra como una inversión:

La posición de la Imprenta del Mercurio proporcionará al Fisco una verdadera economía en la impresión del Periódico oficial, mensajes, memorias y demás publicaciones de la administración que no pudiendo hoy hacerse todas en la Imprenta del Gobierno ocasiona gastos tan crecidos, que apenas basta para ellos la partida votaba en el Presupuesto de la República.(5)

Esta imprenta ocupaba un solar en la calle de la Rifa, la futura sede de la Imprenta del Estado. Se imprimieron allí desde 1862 La Gaceta Judicial(6), La Época(7) y, finalmente, El Mercurio, que llegó a ser muy importante por su contenido y calidad, y porque, a diferencia de los demás, llegó a imprimirse los domingos y días festivos.(8) El mismo Fuentes en su obra sobre Lima hacía referencia de esta imprenta como la mejor de América del Sur, “por la riqueza y abundancia de sus materiales y por el arreglo de sus oficinas” (Fuentes 1867: 67).

El derrocamiento de Pezet significó la interrupción de sus intensiones de reorganizar la imprenta. La política del nuevo mandatario, Mariano Ignacio Prado, estuvo centrada en el conflicto con España. La Imprenta del Estado permaneció en su local de Palacio, mientras la recién comprada Imprenta del Mercurio se destinó a manos particulares. Primero fue cedida a los editores de un nuevo periódico: El Nacional, que hizo usufructo de ella sin ninguna contraprestación(9) hasta los primeros días de 1867, como lo señaló este anuncio:

En virtud de un contrato verbal nuestro diario se publicaba en la Imprenta que fue de El Mercurio y pasó a ser propiedad del Gobierno. Ese convenio ninguna ventaja nos ofrecía y lo hemos roto…(10)

Seguramente, El Nacional, que se había mostrado crítico al gobierno de Prado, perdió el beneficio del usufructo. El periódico pasó a imprimirse en la calle de Melchormalo, mientras que en la Rifa se imprimieron otros periódicos, como El Cosmorama y El Progreso; este último diario “ministerial” que apoyó la dictadura.(11) El uso indebido de esta imprenta sería criticado por periódicos como El Liberal, El Comercio y El Nacional, sobre todo por los gastos de mudanza de esta imprenta al antiguo convento de San Pedro, a pocos metros del local de la Rifa(12). Según se afirmaba en El Progreso, los dueños de la casa deseaban venderla y solicitaron el traslado inmediato de los útiles de imprenta y la demolición de sus accesorios. Finalmente, la imprenta que se trasladó al convento quedó en desuso, aunque cabe la posibilidad que una parte de ella fuera llevada a la campaña de Prado para aplacar la rebelión conservadora del sur, donde se imprimió el Boletín Oficial del Ejército.(13) Mientras tanto, la administración en Lima en noviembre de 1867 mandó a comprar de los Estados Unidos materiales para la imprenta(14) y a inicios del siguiente mes se compró el local de la calle de la Rifa a Francisco de Rivero.(15)

En tanto, con relación a la Imprenta que aún se ubicaba en Palacio, a principios de 1866, el gobierno decretó que la Imprenta del Estado debía contar con un administrador y un regente interventor, tipógrafo de profesión.(16) Este intento de organizar la Imprenta del Estado fue completamente una propuesta del gobierno. Se conformó una estructura para administrarla y se estableció una división de trabajo, pero, a diferencia de lo que sería en 1868, no significó grandes cambios. El administrador tenía que responder por el manejo de los útiles y las finanzas de la Imprenta, mientras que el regente se encargaba del manejo de las máquinas y de las impresiones. Se nombró como administrador a Eusebio Aranda, que desde 1834 se encontraba a cargo de la Imprenta del Estado, y como regente a José Enrique del Campo. Lamentablemente, no hay información sobre el funcionamiento de la Imprenta del Estado en este período.

 

El proyecto de reorganización de la Imprenta del Estado

El proyecto de reorganización de la Imprenta del Estado de 1868 fue elaborado por Manuel Atanasio Fuentes, uno de los personajes más prolíficos de nuestra república. Su propuesta marcaría, además, el inicio de la administración de la Imprenta del Estado por concesión a un particular, un empresario, a cambio de un ingreso a favor del Estado por los trabajos que realice. Este modelo, con muchas modificaciones, persistirá hasta 1905, cuando el Estado rescindió el contrato con el administrador Tomas Buckley y retomó el manejo directo de la Imprenta a través del Ministerio de Gobierno.(17) Incluso bajo este sistema el mismo Fuentes firmaría otros tres contratos (1869, 1877 y 1886).

¿Cómo se gestó este proyecto? A fines de enero de 1868, luego del derrocamiento de Prado y el nombramiento de Diez Canseco como Encargado de Mando, el Ministerio de Gobierno le encomendó a Manuel A. Fuentes que instale en el local de la calle de la Rifa la imprenta que estaba depositada en una parte del antiguo convento de San Pedro(18). No ha quedado claro quién tomó la iniciativa, si Fuentes o el gobierno. Solo contamos con la opinión de Fuentes, quien a través de su periódico, El Murciélago, en el artículo titulado “El regalo que me han hecho”(19), afirmaba que el mismo gobierno le había cedido la referida imprenta “para que yo la use y abuse de ella como de cosa mía propia, con justo título adquirida”. En otro número hacía referencia a su “palacio en la calle de la Rifa (que me ha regalado el gobierno)”.(20)

En el proyecto(21) Fuentes se comprometía a reparar la casa de la calle de la Rifa y equiparla con los útiles necesarios para reunir en ella las imprentas de Palacio y del antiguo convento de San Pedro. Proponía que la Imprenta sea dirigida por un Administrador, dos regentes y un interventor fiscal, quienes debían encargarse de remitir el estado de trabajos, las planillas de gastos y el manejo de caja al gobierno. Se establecía que el 10% de las entradas brutas serviría para los sueldos de empleados y operarios. El gobierno, mientras tanto, se comprometía a disponer que todas las oficinas públicas manden sus impresiones a la Imprenta del Estado, los cuales se harían a precio de costo.

Fuentes consideraba la necesidad de que el Estado participe en negocios industriales, tomando como modelo la Imprenta Imperial de País:

Es una propiedad nacional, regida por personas de alta categoría, por encargo del Gobierno y trabaja para todo el mundo, llegando hoy al punto de que al Gobierno le salen gratis los muchos trabajos que por su cuenta se ejecutan.(22)

La segunda parte del proyecto estaba referida al periódico oficial, que debía ser similar a la publicación de El Monitor, diario oficial francés. Se publicaría en un tamaño similar a El Comercio y contendría: 1) Una sección oficial compuesta de todas las resoluciones de los Ministerios, debates del Congreso, editoriales, etc.; 2) Una sección estadística; 3) Una sección judicial; 4) Una sección mercantil; 5) Una crónica diaria de sucesos locales; 6) Una crónica de las provincias; 7) Una crónica extranjera; 8) Una sección de avisos judiciales; y 9) Una sección de avisos mercantiles. Su personal estaría compuesto de 16 personas, entre redactores, traductores, recolectores, cronistas, repartidores, etc. Se repartirá gratuitamente a todas las oficinas del gobierno y a las personas que deseen suscribirse. Por su parte, el Ministerio de Gobierno se comprometería a disponer que ningún periódico publique los documentos oficiales antes que El Peruano; que todas sus dependencias entregaran diariamente los datos que soliciten los empleados del periódico; que los avisos judiciales no tuvieran efecto en los juicios sino son publicados en el periódico oficial; y que los delegados en el extranjero manden información del extranjero. Finalmente, para la remodelación de la casa de la Rifa, se habían presupuestado 30.000 soles, y para la compra de útiles de Imprenta, se necesitaban 20.000 soles.


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1 El Peruano. Año 26, Tomo 55, Nº 1. Lima, 1 de julio de 1868.

2 El Peruano. Lima, 4 de febrero de 1869. Año 27, Tomo 56, Nº 2.

3 En El Mercurio Nº 193, del 14 de junio de 1863 se publicó la imagen de una prensa recién adquirida por la imprenta que podía tirar hasta 1.000 ejemplares por hora.

4 Guardo reserva de la ubicación de la escritura pública de la compra de la Imprenta del Mercurio hasta la presentación de mi tesis, por ser una información inédita. En ese trabajo será tratada con mayor detenimiento y se publicará en su totalidad.

5 Decreto Supremo del Ministerio de Gobierno que aparece en la escritura de compra señalado en la cita anterior.

6 La Gaceta Judicial.Año 1, Tomo II, Nº 216. Lima, 24 de febrero de 1862.

7 La Época. Año I, Nº 1. Lima, 8 de marzo de 1862. [Colofón]: Tipografía de la Época, por J. Enrique del Campo. Calle de la Rifa Nº 46. Se publicaron 187 números, hasta el 3 de noviembre de 1862. Este diario fue administrado por José Miguel Hernández.

8 El Mercurio. Año I, Nº 1. Lima, 17 de noviembre de 1862. [Colofón]: Imprenta. Calle de la Rifa Nº 58.

9 El Comercio. Nº 9787. Lima, 26 de junio de 1868. El Nacional fue fundado por Juan Francisco Pazos.

10 El Nacional. Nº 348. Lima, 2 de enero de 1867.

11 El Progreso. Año I, Nº 1. Lima, 19 de enero de 1867. [Colofón]: Imprenta de “El Progreso” calle de la Rifa 58, por Mariano Murga. Se publicaron 144 números, hasta el 12 de julio de 1867.

12 El Comercio. Nº 9385. Lima, 6 de julio de 1867; El Nacional Nº 508 y Nº 511. Lima, 10 de julio y 13 de julio de 1867. Para una respuesta de El Progreso, ver la edición Nº 143, del 11 de julio de 1867.

13 Boletín Oficial del Ejército. Tomo 1, Nº 1. Islay, 19 de octubre de 1867. [Colofón]: Imp. del Boletín del Ejército, por Mariano Murga. Se imprimieron 9 números, hasta el 22 de diciembre de 1867. Aparte de Islay se imprimieron números en Sachaca y Arequipa.

14 El Comercio. Nº 9770. Lima, 8 de junio de 1868. En otros artículos del mismo diario se señala que el costo fue de 9.000 o 10.000 soles.

15 AGN. Protocolos Notariales S. XIX. Claudio José Suárez, Nº 915 (1867). f. 857 y ss.

16 El Peruano. Año 24, Tomo 50, Nº 11. Lima, 24 de enero de 1866.

17 El Peruano. Lima, 2 de junio de 1905.

18 BNP. Sala de Investigaciones. Colección Manuscritos. Papeles y otros documentos pertenecientes a D. Manuel Atanasio Fuentes. D12419. Comunicación del Ministerio de Gobierno al Administrador de la Tesorería Departamental. Lima, 15 de enero de 1868.

19 El Murciélago. Nº 10012. Lima, 5 de febrero de 1868.

20 El Murciélago. Lima, 19 de febrero de 1868.

21 El Peruano. Año 26 Tomo 54 Nº 27. Lima, 10 de junio de 1868.

22 Ídem.

 

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