Lo chicha es una práctica informal, marginal, y reactiva en vez de previsora. Sin ánimo pesimista, esta idea de lo chicha como lo improvisado y lo informal, puede tranquilamente extenderse a la mayoría de proyectos políticos en el Perú.

 

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Apuntes alrededor de la llamada literatura chicha Rasgos de dicción biográfica en Susy Díaz, La señito y El enano

por Miguel Ángel Vallejo Sameshima

 

Chicha embotellada

Una poco inocente pregunta inicial: ¿qué es lo chicha? Según la opinión pública, chichas son los diarios amarillistas, los vendedores ambulantes, los políticos improvisados, la piratería, un género musical, e incluso la mala literatura. Algunos identifican lo chicha, guiados por prejuicios racistas, con el provinciano que migra a las ciudades, y por ende, con ciertas tonalidades de piel.

Según esta idea, entendida per se, lo chicha es una práctica informal, marginal, y reactiva en vez de previsora. Sin ánimo pesimista, esta idea de lo chicha como lo improvisado y lo informal, puede tranquilamente extenderse a la mayoría de proyectos políticos en el Perú. Para ello basta con ver la fragilidad de nuestras instituciones en un Estado desbordado, y los sucesivos cambios de Constitución.

Y es que la modernidad occidental nunca llegó desde sectores oficiales. Como ejemplo ilustrativo, tenemos al elegante presidente Manuel Prado en su segundo gobierno (1956 - 1962), quien vestido con frac, sombrero y bastón franceses, jugaba carnavales con perfumes importados mientras que en Lima crecían cientos de barriadas y arribaban más de 1000 provincianos por día. En el Perú se trata más bien de una modernidad popular, que surge de las culturas migrantes en un inicio marginales y ahora adaptadas. Ésta aún no termina de consolidarse por reproducir, en cierta medida, los mismos problemas de la informalidad.

Entonces, la idea gaseosa de lo chicha como lo informal, no define grupos ni actividades económicas. El vendedor ambulante no tiene espacio en el Estado, al trabajar precariamente por su supervivencia en una nueva dinámica informal, muestra también la precariedad de nuestras normas y políticas económicas para integrar a todos los peruanos a una práctica cultural y económica formal. Esta idea de lo chicha no identifica a un grupo cultural o discurso específico, sino actitudes y formas de vida en general.

Apropiación y asimilación

El sociólogo Arturo Quispe Lázaro (1), encuentra el origen de la definición peyorativa de lo chicha en tres hechos acaecidos en la década de 1990, relacionados con la dictadura Fujimori-Montesinos: la compra de la línea editorial de los diarios amarillistas, la fraudulenta reelección de Fujimori con su red de chantajes, y los congresistas llamados tránsfugas. 

Afirma Quispe que estos hechos “se insertan dentro del marco de la flexibilización de las normas y los valores muy extendido en toda la sociedad, que ha transgredido la institucionalidad de las normas; puesto en cuestión la ética y los valores, resaltando una racionalidad instrumental”.

Y es que lo chicha habla también de una mixtura. Esta “flexibilización de normas”, en el plano de las políticas de Estado y del capitalismo, se aplica también a cánones discursivos. Así como la política incluyó nuevos actores en nuevas normas, también surgen de una fusión nuevas manifestaciones culturales. La música chicha es un ejemplo, surgida de ritmos andinos o amazónicos, que asimiló instrumentos como la guitarra eléctrica y elementos del rock psicodélico. Quispe considera la música chicha como un género que “democratiza, dada su inserción en todos los aspectos de la sociedad”.

Sobre este género y sus valores, continúa Quispe: “podemos decir que la chicha, es más bien el sincretismo, la mixtura de todas las culturas del país anidadas en la ciudad capital. No es exactamente andina, aunque lo es mayoritariamente, tampoco es propiamente citadina, es la mezcla e imbricación de todas las culturas, incluida la criolla, limeña”. Habría que complementar esto con las decenas de grupos de música chicha aparecidos en provincias, como es el caso de Los Ovnis, aparecido en Huancayo en la década de 1960 o el amazónico Juaneco y su Combo años después. La asimilación se da también en provincias.
 
Julio Simeón, “Chapulín el dulce”, líder del grupo Los Shapis, se opuso en un inicio al nombre de chicha, porque lo consideraba una forma despectiva de llamar a la cumbia tropical andina (2). No hay similitudes directas entre la política y la música chicha, el concepto es de origen peyorativo. Este desdén con el cual se veía a este género, en opinión de Quispe, se dio por lo que se practicaba a menudo en los conciertos: público marginal, lumpenesco, delincuencial, que bebía en exceso y propiciaba un ambiente de peleas. En medio del racismo y esa resistencia cultural de los limeños contra los provincianos, esta puede ser la razón del concepto negativo.

Un breve análisis sociológico del primer disco de Los Shapis, El Aguajal (1984), puede ser muy útil. Su portada los muestra vestidos como el grupo punk Los Ramones. Sus letras son de situaciones cotidianas para los migrantes (que van desde la marginalidad hasta lo cotidiano y lo pop), su música  combina cumbia tropical, ritmos andinos, y efectos psicodélicos. Y sentimos una profunda intensidad en sus letras, por ejemplo en  “El aguajal”: “si se marchó, sin un adiós, ¡qué se vaya, qué se vaya!”.

Con esto, entendemos que ha habido una asimilación cultural, que los migrantes, luego de entender a la urbe, la han resignificado produciendo un discurso y una sociedad nuevos. Una nueva ciudadanía.

El género fue evolucionando, traspasó fronteras y cogió aceptación institucional. Tuvimos el éxodo de grupos peruanos a Argentina en la década de 1970, que apoyó el desarrollo de la cumbia argentina. Para la década de 1980, la generación de bandas como La Nueva Crema, Los Shapis o Vico y su grupo Caricia, se entronizaron en la capital peruana dando grandes conciertos con miles de asistentes. El género entró luego en un declive hasta la aparición de la Tecnocumbia a finales de 1998. Algunos exponentes tienen palmares internacionales, como Lorenzo Palacios “Chacalón” (3), embajador de las Naciones Unidas y premiado por esa institución por su tema “Niños pobres del Perú”. 

Entonces, en el plano discursivo de la música, la idea de lo chicha como lo informal es cierta, pero por no ser formal dentro de los cánones previamente establecidos. Quizá ese sea el vínculo más cercano con las políticas chicha, que tampoco se ciñen a las normas de la formalidad. Además, el estudio de la política chicha y el surgimiento de la música chicha coinciden en un espacio y un tiempo: la segunda mitad del siglo XX, tiempo de las migraciones.

La música chicha ha utilizado elementos de distintas tradiciones, y, marginalmente, luego de muchos años, se ha constituido como un nuevo género de varias vertientes y estilos, reconocido por las preferencias populares y sus necesidades. Pero se debe juzgar la calidad de cada grupo individualmente: por cada banda genial como Los Shapis hay varias impresentables, que son meras imitaciones.

Una atingencia. No hay que caer en el juego de idolatrar lo chicha, otra vez, per se, nien el plano de lo real ni en el discursivo. La informalidad de nuestra sociedad caótica es algo que esta nueva ciudadanía no ha podido superar (4). Una limitación para ello es la aún deficiente comprensión lecto-escritora. Los indicadores no mienten: muchos peruanos no entienden lo que leen, y producen textos escritos con mucha dificultad. El Estado y la ciudad letrada, basados en el papel escrito, no surgen, todavía, de un sincretismo popular.
 
Para un análisis profundo, partamos de dos ideas. Primero, ver el discurso chicha como algo que surge fuera de lo canónico, híbrido, con espíritu barroco y que toque temas populares. Segundo, entender a la literatura canónica como un discurso lejano al entendimiento y gusto de las mayorías en el Perú.

Con ello, es complicado proponer una definición de la literatura chicha. No existe aún un grupo de textos informales, con las características expuestas líneas arriba u otras más pertinentes, como para lanzar una definición general. Sin embargo, podemos prevenir la posible aparición del género con algunos apuntes, revisando algunos libros que fueron llamados chichas y otros cercanos discursivamente.

Escritos llamados chicha

Al no existir una adecuada comprensión lecto-escritora, medio característico de la comunicación occidental, nuestra sociedad tiende a ser visual y auditiva. Esto explica la popularidad de la música chicha, que al ser entendida más fácilmente y con mayor placer, ayudó a construir identidades al acompañar la vida cotidiana del migrante en su gesta popular. Por otro lado, tenemos, la gran influencia de algunos programas televisivos. Nuestra opinión pública todavía no se libera del todo de las manipulaciones mediáticas.
 
En la década de 1990 se produjo un fenómeno del chisme, de la fijación en detalles escabrosos y sin contenido. Todo motivado por una dictadura que compró espacios – y generó otros porque los imitaron- que presentaban información banal, o buscaban banalizar la importante, negando el análisis.

En este tiempo del ampay y el escándalo, encontramos dos discursos escritos de gran popularidad: los diarios llamados chicha (El chino y Ajá), y la literatura llamada chicha (obras de los modelos Carlos Vidal, Alex Brocca o la vedet Yesabella).

Algunos de estos periódicos sirvieron de tribuna a la dictadura para atacar a sus enemigos y levantar su imagen. Pero proponen una invención interesante del lenguaje, creando a diario, neologismos y formas de expresión.

En el otro caso, se llamó literatura chicha a algunas biografías y autobiografías de personajes de la farándula, que coparon los escaparates, kioscos y supermercados, además de la atención mediática. Un primer hilo conductor de esta literatura es la revelación de secretos de la farándula, sobre todo, los implicados con escándalos sexuales. Pero recordemos también que muchas novelas de la década de 1990 coqueteaban con la biografía ficcionalizada (y el mismo tipo de revelaciones). Sin desmerecer las posibilidades de esta práctica, y admitiendo que algunas de estas novelas son de gran calidad, se trata de historias con personajes fácilmente reconocibles. Estas obras también gozaron de gran popularidad.

Volviendo a la literatura llamada chicha, es significativo que haya partido del género biográfico, poco popular en la lengua castellana. No tenemos en Hispanoamérica una tradición de este tipo de libros, como sí ocurre en países anglosajones. Es quizá en este vacío académico que lo informal puede surgir sin enfrentar a un canon conocido, y con la pobre comprensión lecto-escritora, tampoco a la opinión pública popular. El género biográfico tuvo gran impacto mediático en esos años, cuando el chisme estuvo más de moda que nunca. Detengámonos en este fenómeno.

Biografía y literatura: el caso limeño reciente

Según el hermeneuta francés Philippe Lejeune, la autobiografía, la biografía, y el género epistolar, no son propiamente ficción pero pueden convertirse en textos literarios. Aun partiendo de hechos presentados como reales, se les permite usar formas propias de la literatura. Es más, suelen usar elementos del discurso literario como el humor, los modos de narrar, digresiones subjetivas y variedad de personajes.

Además, no tenemos por qué creer que lo que está escrito es verdad. Es imposible construir una idea objetiva y verdadera de uno mismo, más aún de otras personas. En el caso de las cartas, se trata un espacio más íntimo, no hecho para ser publicado y que puede incluir códigos comunicativos únicamente comprensibles por el autor y el lector, a quien puede dirigirse con infinitas intenciones. Y los biógrafos son creadores de imágenes e identidades en base a datos y cifras. Estos textos son llamados de dicción biográfica, porque crean siempre una ficción.

Una entrada para analizar un texto de dicción biográfica es revisar, en el nivel macroestructural, la relación entre tres instancias textuales. El autor real: quien firma el texto, a la persona a la que se le atribuye. El autor implícito: que se construye en medio del texto por el estilo narrativo, que se deja sentir en él. Y el personaje: una creación textual, que puede o no ser el protagonista y/o narrador.

El autor implícito, al ser una construcción, puede, valga la redundancia, construir una imagen del autor real. Asimismo, el personaje puede no ser el autor implícito de la obra al ser un narrador omnisciente, contando la historia de éste de manera externa.

Las tensiones entre estas tres instancias marcan la comprensión de un texto, ya sea de dicción biográfica o de ficción. Las particularidades discursivas de cada texto, como la fusión de varios géneros y la forma cómo se presentan y entrelazan, son también importantes. Incluso influye la popularidad del autor real, y si lo narrado es identificable por el público. El contexto de recepción es parte importante aunque poco estudiada del recorrido comunicativo. La biografía usa recursos literarios, pero la literatura canónica o lo que es presentado como literatura, también puede ser percibido como biografía.

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(1) Quispe, Arturo. “La cultura chicha en el Perú” En Tropiweb. Véase también Ancieta Cano, Pablo: “Felices bodas de plata a Los Shapis”. En Chichaweb y más artículos en la misma página.

(2) El grupo Los Shapis, fundado en la serrana ciudad de Huancayo, arriba a Lima en 1984, y con su llegada la música chicha se masificó por toda la ciudad. Luego de este éxito y su posterior declive, Chapulín ya aceptaría el nombre de chicha pero redefiniendo el concepto. Afirma que la cumbia tropical andina se debe llamar chicha porque es la bebida de los Incas (difuso concepto también). En el documental Historia de la música chicha, de Raúl Romero Cevallos y Omar Ráez, editado por el instituto de Etnomusicología de la Pontifica Universidad Católica del Perú, 2005.

(3) Lorenzo Palacios, Chacalón, debuta como cantante en la década de 1970 con el grupo Celeste, en el limeño distrito de La Victoria, y tocando algunos temas políticos. Con la productora Markahuasi, coge gran popularidad, hasta abandonar la banda para cantar junto a la Nueva Crema, en canciones de lucha social pero desideologizadas. Eran habituales los conciertos de este grupo en el mismo escenario que conjuntos de salsa, el género más popular en La Victoria y la mayor parte del Perú. Con ello, lograron captar ambos públicos.

(4) Como afirmó Gustavo Buntinx en el coloquio Lo cholo en el Perú, organizado por la Biblioteca Nacional (cuyas ponencias están próximas a editarse en un libro), la dictadura copó espacios de reflexión, e incluso músicos y emblemas de lo popular, en una atrofia a los procesos que venían sucediéndose. Afirma que se truncó el proceso de la (pos)modernidad popular al des-ideologizarse en la salvaje economía de mercado del fujimorato.

 

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