Portada del Mercurio Peruano.

El Mercurio Peruano es un momento decisivo en la gradual instalación de la cultura de lo escrito en la sociedad peruana: el sueño ilustrado de una comunidad de escritores y lectores que interactúan constituye una experiencia de incipiente modernidad.

 

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Género, novelas de folletín e imágenes de la lectura en la Ilustración y el romanticismo peruanos

por Marcel Velázquez Castro

 

I. La conflictiva herencia de la Ilustración: el fantasma ilustrado femenino

Entre 1790 y 1814 se vive en el Perú un incremento de la práctica social de la lectura, nuevas redes de sociabilidad asociadas a la cultura de lo escrito y un desplazamiento de las temáticas religiosas hacia las políticas en los impresos de la época (Peralta, 1997). En el Mercurio Peruano (1791-1795), órgano de la Sociedad de Amantes del País, se intensificó la preocupación por las características sociales de la mujer y se multiplicaron las representaciones de la condición femenina y de las relaciones familiares y domésticas(1). Todo ello era parte de una tecnología social que criticaba acremente el presente y proponía una nueva función y un nuevo lugar para la mujer. La nueva concepción masculina incidía en dos aspectos parcialmente contradictorios: la instauración de la mujer como sujeto de conocimiento y la reclusión de la mujer en el ámbito privado. Por ello, la ilustración peruana produjo una nueva visión de la mujer como sujeto cognoscitivo capaz de discernimiento y agente de la escritura y la lectura(2), pero pervivieron representaciones tradicionales donde la mujer aparecía excluida de los fueros de la razón.

El famoso Prospecto del Mercurio Peruano (M. P.) contenía el siguiente párrafo:


Lo que desde luego se criticará á la Idéa del Mercurio, me parece será el que en su conjunto no comprehende aquellas pequeñas atenciones, que interesan con particularidad á las Señoras Mugeres (...) Yo hé creido siempre, que esta preciosa mitad de nuestra especie, bien puede ser que á veces se divierta con frivolidades, y bagatelas; pero no son estas las delicias de su corazon. Todo lo que interesa el Bien Público, y la ilustracion comun, ha merecido siempre a las Limeñas una adhesion constante. ¡Pliegue á mi fortuna, y á la de mi Patria, que mis amables Conciudadanas se valgan de la ocasion del Mercurio, para abonar la verdad de mis expresiones; y hagan ver, que no hay materia, por elevada que sea, que no entre en el Sistema de sus meditaciones, y aun en el de su acrisolado Criterio. (Mercurio Peruano, “Prospecto”, s/n).

Asistimos a una operación conceptual de desplazamiento del significante mujer a una relación directa con los significados inherentes a la vieja cadena semántica de lo público, lo racional, lo general y lo trascendente; el texto rechaza o desvalora los significados tradicionales como lo privado, lo frívolo y lo particular que se adscribían a la mujer. Los ilustrados estaban poseídos por una obsesiva inquietud de conocimiento, pero en vez de reconocer las singularidades de la mujer prefieren adscribirla a su sujeto cognoscitivo.

Se ha producido un viraje en la episteme occidental. Si en la fundación de la racionalidad (Descartes) se requería afirmar la preeminencia de lo racional y negar la pasión y los sentidos (es decir, los reinos de la mujer y la Naturaleza); ya en el siglo XVIII el imperio de la Razón no tiene límites y por ello incluso su tan temida rival —la mujer— es articulada a su implacable engranaje. Podemos interpretar esta circunstancia como producto del afán universalista de la época que no deseaba configurar una alteridad peligrosa, sino la inocua identidad entre los seres humanos.

Debe incidirse en el matiz que se introduce al final del párrafo. Finalmente, las mujeres deben probar con su práctica —comprando, leyendo y escribiendo en el M. P.— que son capaces de instituirse como sujetos reflexivos y capaces de discernimiento. Es una directa invocación a las mujeres limeñas para que demuestren las potencialidades de su naturaleza humana y generen una ampliación de las redes de sociabilidad mediante su ingreso como productoras a la cultura de lo escrito.

Por otro lado, en las alegorías de los textos literarios publicados en el M. P.(3), las mujeres limeñas aparecen configuradas como mujeres débiles, vanidosas, infieles, dependientes de sus esclavas, enemigas del trabajo doméstico y la crianza de los hijos. Esta revista alentó un debate sobre las características de la familia limeña, a través de la sátira y desde dos perspectivas (masculina y femenina), aunque no necesariamente de dos sujetos. Se movilizaron un conjunto de imágenes, estereotipos, normas y transgresiones que nos proporcionan valiosa información sobre la vida íntima de la familia limeña y de los imaginarios que permitían conceptuar las prácticas diferenciadas de varones y mujeres. Los estereotipos complementarios de “varón trabajador” y “mujer derrochadora” ya operaban en la mentalidad de los limeños del siglo XVIII. En algunos textos, la mujer aparece formalizada de manera ambigua, se valoran sus habilidades en el manejo de su cuerpo y su capacidad para las frívolas reuniones sociales; pero se lamentan sus desbocadas inclinaciones hacia los placeres, las fiestas y los juegos, por sus repercusiones económicas en el hogar. Se pone en evidencia la incomunicación entre las áreas de acción de los varones y las vicisitudes del hogar; sin embargo, la mujer aparece como la última víctima de las frustraciones y derrotas de los varones en la esfera pública. Para la mujer limeña del siglo XVIII, era más grave la incapacidad del hombre de ser un buen proveedor de recursos económicos que su infidelidad.

El M. P. inició sus publicaciones el 2 de enero de 1791 y concluyó en 1795. El número total de suscriptores fue de 517, la zona de residencia de los suscriptores era mayoritariamente Lima (53.80%), pero también se distribuyó en otras intendencias, otros virreinatos e incluso en la propia Europa. La lista de suscriptores incluía a las más importantes autoridades políticas, eclesiásticas y judiciales del Virreinato. Las suscriptoras femeninas del histórico papel periódico fueron 7 (Clement, “Índices” 31-41). Indagando en la lista de suscriptores encontramos los siguientes nombres: Sra. Doña Rita Unamunzaga, Sra. Doña Ignacia Ximenez, Sra Doña Xaviera Alerce y Rimador, Sra. Doña María Josefa Diaz, Sra. Doña María Gertrudis de Escalante y Llave, Sra Doña Manuela Cayro, Sra. Doña María Luisa Ezterripa, Camarista de la Reyna Nuestra Señora y Presidenta de Quito. Las mujeres apenas superaron el 1.25% del total de suscriptores. Estas cifras no reflejan la influencia de este papel periódico en las mujeres porque probablemente fue leído por muchas de las esposas de los otros suscriptores, pero son reveladoras de lo difícil que era para la mujer ingresar a la dimensión pública e intelectual como sujeto activo de conocimiento. Víctor Peralta menciona que tres mujeres participaron en las tertulias de la Academia Filarmónica, antecedente directo de la Sociedad de Amantes del País, en 1787, pero luego no figuraron más: sus identidades no han sido descubiertas (1997:110).

Una explicación posible del escaso número de mujeres suscriptoras aparece en un texto escrito por un lector cuzqueño, quien comentando el hecho sostiene: “Yo apostaría que esto sucede por que les parece que con eso pasarán plaza de bachilleras ó presumidas; pero Vms. procuren declamar sobre este abuso, y hagan ver á las heroinas limeñas, que no es defecto en una muger el deseo de ilustrarse, ó á lo menos pasar el tiempo en la lectura” (M. Y. C. Y. V., 152). La demanda de este lector no fue atendida por los redactores del M. P. quienes no se ocuparon nuevamente del derecho de la mujer a la educación. Existía un doble mecanismo que garantizaba la exclusión de la mujer de la cultura de lo escrito. Por un lado, la percepción de las propias mujeres de su práctica social como naturalmente separada de la esfera del saber que deriva en la igualdad entre mujer ilustrada y mujer defectuosa; y por otro, la sanción social de varones y mujeres, manifestada en la burla por las expectativas de conocimiento de las mujeres.              

Las nuevas perspectivas de los estudios de género cuestionan abiertamente la adscripción exclusiva y correlativa de lo privado y lo público con lo femenino y lo masculino. En el siglo XIX, los flujos, los umbrales móviles y los desplazamientos son frecuentes entre estos diversos ámbitos. Muchas mujeres como lectoras y escritoras participan activamente en la construcción de un nuevo papel para la mujer ilustrada y culta: intersecar las dimensiones de lo privado y lo público, difuminando sus fronteras y reconstruyendo sus jerarquías. En las diversas narraciones del M. P. se observa que las mujeres se apropiaron de un discurso propio de la esfera pública republicana (la libertad y la democracia) y lo desplazaron a la esfera familiar y privada. Un nuevo planteamiento de los principios de autoridad y participación pública se convierte también en una modificación en las relaciones internas de la familia. Es interesante anotar que, en ese periodo, las fronteras de la familia no están definidas claramente: lo privado no puede evitar la interferencia de lo público. La mujer no se define exclusivamente como madre porque aún no se había producido la consolidación de la familia burguesa, donde la mujer pierde espacio social y se ve recluida, literalmente, al hogar y al cuidado de los niños.

El M. P. es un momento decisivo en la gradual instalación de la cultura de lo escrito en la sociedad peruana: el sueño ilustrado de una comunidad de escritores y lectores que interactúan constituye una experiencia de incipiente modernidad. En ese marco, el discurso de la ilustración no podía dejar de constatar la presencia de la ausencia: el fantasma ilustrado femenino.

 

II. Novela de folletín: lectores y lectoras en el origen del campo novelístico peruano

1839 es un año clave para la historia del periodismo peruano; sin embargo, pocos han reconocido la importancia que tiene para la historia de la literatura peruana decimonónica. La aparición de El Comercio, su estructura y el espacio asignado a los textos narrativos de folletín representan un punto de quiebre con el orden creado por las viejas revistas de letrados y los periódicos doctrinarios. Más allá de ideologías liberales y conservadoras, ninguno de los periódicos o revistas anteriores logró perdurar en el tiempo ni contribuyó decisivamente con ampliar la base de lectores. Sostenemos que parte del éxito de El Comercio se debió a la sistemática explotación de los recursos de los textos narrativos en su sección Folletín. Esta decisión de política editorial(4) fue clave en la creación de un nuevo público lector popular, urbano y desconocedor de las convenciones de la alta literatura. Cabe recordar que todavía la lectura en grupo y en voz alta era frecuente entre los sectores urbanos populares; por ello, muchos poseían una “escucha atenta” que los introducía en los circuitos de la lectura sin saber leer ni mucho menos escribir.

Juan Poblete (2003) plantea que “las lecturas de periódicos y las lecturas hechas en periódico ocuparían un lugar intermedio (…) entre aquellas formas de lectura socialmente construidas como ‘masculinas’ y ‘femeninas’” (28). Entre el libro útil (política o científicamente) consumido por la minoría letrada mayoritariamente masculina y los libros religiosos o manuales de buenas virtudes consumidos principalmente por las mujeres, surge este espacio ambiguo y dinámico regido por la lógica del mercado que empieza a disolver las distancias. Las novelas se constituyen así en una promesa de modernización social y espacio por antonomasia de una literatura nacional, pero simultáneamente son una amenaza que socava el proyecto ilustrado con su primacía del placer sobre la instrucción, incentiva el quiebre de las rígidas jerarquías sociales poscoloniales y alienta una nueva subjetividad que desborda los marcos ideales trazados por las instituciones tradicionales.

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(1) Puede consultarse un análisis más extenso de este aspecto en el artículo de Claudia Rosas “Jaque a la dama. La imagen de la mujer en la prensa limeña a fines del siglo XVIII” (1999).

(2) Una primera invocación de los letrados a las mujeres para que aprendan a leer y escribir puede consultarse en el Diario de Lima el 20 de abril de 1791(citado por Claudia Rosas, 1999: 162).

(3) Desarrollo este aspecto en mi artículo "La intimidad destapada: la representación de la mujer en el Mercurio Peruano (1791-1795)" (2001).

(4) Desde 1839 hasta 1879 se publicaron sistemáticamente novelas de folletín en El Comercio.Entre 1839 y 1843 se publican 49 textos narrativos. La mayoría de estos textos tenía entre 3 y 8 entregas, pero hubo varios que superaron las 15 entregas. El gran éxito de este primer periodo fue Los misterios de París, de Eugène Sue, que se reprodujo en El Comercio entre agosto de 1843 y abril de 1844, superando las 160 entregas.

 

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