SI
HUBIERA SABIDO
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Le
insistí que debía venir puntualmente.
Teníamos que ponernos de acuerdo antes de hablar
con Ricardo. Son ya las tres y todavía nada,
pero no sé por qué me estoy quejando
si él es así, nunca llega temprano a
ninguna de nuestras citas, ni la primera vez que me
llamó para invitarme al cine. Ricardo últimamente
me estaba hablando de él: es tranquilo, no
hace poco que lo conozco y siempre me ha parecido
un gran tipo...también le gusta ir al cine,
como a ti. Me lo presentó como un viejo amigo
en la fiesta de Alicia. Llevaba una casaca negra de
cuero y una bufanda envuelta en su cuello. Tenía
el pelo corto como si fuera militar. Cada vez que
Ricardo se juntaba con sus amigos a tomar, él
se me acercaba sigilosamente, mirando a los costados,
como si alguien lo estuviera vigilando. Pasamos hablando
toda la noche y lo que me llamó más
la atención fue la forma cómo movía
sus manos, como dos marionetas, por eso tenía
que mirarlo fijamente a los ojos para no distraerme.
Tengo que confesar que me gustó desde ese día,
pero nada más, yo ni pensaba que me iba a invitar
al día siguiente..., pero Ricardo estaba trabajando
hasta muy tarde y acepté, no tenía ni
idea de lo que iba a pasar, si hubiera sabido no aceptaba...,
luego seis meses y...seis meses han pasado carajo,
pero cómo dejamos que pase tanto tiempo, qué
mala suerte, pero Genaro parece que acepta todo y
asume la debida responsabilidad, justo cuando le iba
a decir que ya no, que era una estupidez, pasa esto,
es un castigo, si señor y también para
él.
Todavía
no viene, pero lo que más me molesta no es
el hecho de que se demore, sino que la gente me vea
sola y piense que soy una cualquiera, que estoy esperando
que alguien se me acerque. Estoy segura de que estos
de enfrente están hablando de mí, segura
que ella le está diciendo: mira pobrecita,
parece que la han dejado plantada, pero no, cojuda,
no me han dejado plantada, si no que siempre me hace
esperar, no sé, sigo pensando que es un castigo,
pero... ahí viene, a ver tres y media, claro
como siempre, tan tranquilo, con esa sonrisa irónica,
caminando lentamente como si el tiempo le perteneciera,
pero hoy día sí era importante que viniera,
lo que hicimos fue una mierda, así de simple,
yo también tengo la culpa, acaso en algún
momento dije que no.
Ya
sabía que iba a estar sentada con el rostro
fruncido. Seguro que está hace media hora y
se ha puesto los lentes oscuros para que nadie la
reconozca y no hablen de ella. Es que sólo
en eso para pensando, como si fuera una obligación
pensar en ella, seguro también ya le gritó
al mozo que no iba a tomar nada, que está esperando
a alguien y, por supuesto, el pobre chico ya no se
atreve a acercársele, es que es casi inconcebible
que esa carita angelical pueda esconder un carácter
tan dominante y muchas veces insoportable.
Cuando
Ricardo me la presentó, cree que fue en la
fiesta de Paty o Alicia, no recuerdo bien, y me pareció
linda, que digo linda, era una preciosura, estaba
a lado de él, agarrándole la mano como
s tuviera miedo de perderse. Cuando Ricardo la soltaba
, yo me acercada a hablarle y ella me miraba fijamente,
me gustaba porque me escuchaba y parecía que
le interesaba lo que yo decía por la forma
cómo me miraba a los ojos. De ella me gustaba
todo, de sobre manera sus pecas y esa sonrisita especial
que sólo enseñaba lo suficiente, aunque
siempre me pareció un poco falsa. Ricardo siempre
me hablaba de ella y me decía que le daba pena,
estoy trabajando demasiado, ya no tengo tiempo para
estar con ella, tú sabes, termino cansado y
luego tengo que ir a su casa y a ella que le gusta
salir, ir al cine... no sé, me siento un poco
mal, es tan buena que...Yo no sabía por qué
me decía tantas cosas, Ricardo sabía
que a mi me encantaba el cine, pero invitar a salir
a su enamorada...bueno, pensé, alguna vez será.
Yo no sabía que esto iba a suceder, si hubiera
sabido no la llamaba y...seis meses !carajo!...y después
lo otro, a mí me tenía que pasar, pero
qué le iba a decir si en el fondo es buena,
sino que..., además no podía dejarla
sola, pero..., es que me molesta su histeria, es histérica,
cuando está enojada no habla, se queda callada
y uno le dice qué te pasa y sigue callada,
le agarras la mano y no te mira y cuando te das por
vencido, empieza ha hablar de mala gana: que te crees
imbécil, que yo no soy cualquiera, que esta
es la última vez que me tratas así y
mil adjetivos desagradables que salen de esa pequeña
boca... que mala suerte carajo.
Ahora
se acaba de sacar los lentes, está moviendo
la cabeza y señalándome el reloj, parece
que le está diciendo algo al chico, seguro
que traiga dos cafés, no uno, si no dos, porque
ella hace así, hace lo que quiere y todo el
mundo debe seguirla.
Hace
un poco de calor ¿no?
Parece
que no te importa nada, ¿no?
Por
más que nadie los este mirando, Genaro intenta
disimular la situación tosiendo ferozmente.
Se quita la casaca y la coloca en el respaldar de
la silla. Al mismo instante Cecilia disiente con la
cabeza y con su mano le arrima una silla, casi obligándolo
a sentarse. Genaro se sienta y empieza a hablar.
Bueno, empecemos, ¿cómo vamos a decirle?
Creo que tienes que hablar tú primero, tienes
que decirle por qué me llamaste al día
siguiente de la fiesta de Alicia y después
contarle lo que sucedió.
¿Y
tú, no vas a hablar?
Claro que voy a hablar, pero tú tienes que
explicarle desde que me llamaste, cómo fue
y por qué, además eres su amigo.
Soy
su amigo, pero tú eres su enamorada.
El
mozo llega con dos cafés, los desliza suavemente
en frente de ambos, luego pone las servilletas a los
costados. Se demora un poco más de lo habitual,
como si quisiera escuchar lo que están diciendo.
Gracias
¿Algo
más?
No
nada
El
mozo se retira esbozando una sonrisa. Genaro saca
una cajetilla de cigarros y la golpea contra la mesa,
luego enciende uno y lo saborea.
Empezaste
a fumar de nuevo, ah.
¿Tú
que crees, no tengo motivos?
Ya
ves, no se te puede ni hablar, siempre tan antipático
que cuando....
Está
buen, cálmate, no grites, ¿ya?
No
grites, no grites, siempre me dices eso y me haces
pasar como si yo fuera la histérica, ay si
te conocieran como yo te conozco
Un
niño con las ropas raídas y sin zapatos
se acerca a la mesa y los hace callar, primero le
ofrece una rosa a Genaro y luego hace lo mismo con
Cecilia, ellos lo ignoran.
Tenemos
que tener mucho cuidado de cómo se lo vamos
a decir, no sabemos cómo puede reaccionar,
qué nos puede decir, después de todo
el es inocente.
Genaro
pone los codos sobre la mesa y se acerca el cigarrillo
a la boca.
Claro
él es inocente y seguramente tú también,
ahora yo soy la única culpable, ¿no?,
yo soy la pendeja que le sacó la vuelta.
Yo
no he dicho eso, ¡ya ves!, contigo no se puede,
además yo te llamé sólo para
ir al cine
Claro
como yo te obligué.
Tienes
razón, acá el huevón soy yo.
Cecilia
se queda muda por un instante e inclina un poco la
cabeza para colocarse de nuevo los lentes, luego busca
la mano izquierda de Genaro.
Perdóname,
estoy un poco exaltado, acá los dos tenemos
la misma culpa, lo que te digo es que me jode y Ricardo
es el único que no tiene nada que ver.
Genaro
deja el cigarrillo en el cenicero. Tiene la sensación
de que está haciendo el papel de culpable.
Se recoge cuidadosamente el pantalón y cruza
la pierna.
Cecilia
entiende que Genaro se siente culpable y le agarra
la pierna. Pararon un rato callados y una pareja se
sentó en la mesa vecina.
Bueno
lo que pasó no tiene remedio, y está
hecho, además tenemos que afrontar lo que se
nos viene, sabes lo que pienso, te lo he repetido
mil veces.
Sí,
está bien, debemos actuar como dos personas
maduras y asumir las consecuencias.
¿Qué
te parece si hablamos con franqueza?
¿Cómo?
Que
pensábamos que esto era algo pasajero, que
solamente íbamos a salir mientras Ricardo estuviera
trabajando hasta tarde y que lo que ocurrió
no fue planeado, Porque no lo fue.
Cecilia
lo miró con cierta cólera, pero comprendió
que en ese momento tenía razón.
Sí,
nada de esto fue planeado y tenemos que decirle eso
a Ricardo y también el por qué vamos
a seguir juntos.
Está
bien, yo voy a empezar a hablar y quiero que tú
le digas que los dos estuvimos de acuerdo y que lo
que hicimos estuvo mal.
Los
dos se separaron por un instante, Cecilia buscaba
lentamente en su cartera y sacó un espejo de
mano. Empezó a arreglarse el cabello. Genaro
volvió a encender otro cigarrillo y le hizo
un gesto al mozo para que trajera dos cafés
más.
Cecilia
guardó el espejo y se acercó a Genaro.
¿Me
quieres?
Genaro
la miró fijamente y quiso recordar la fiesta
de Alicia y el momento en que se había interesado
por ella, pero las imágenes se le aparecían
confusas, nubladas. Pensó: ¿por qué
se había metido en este camino sin salida?,
pero no tenía respuestas, sólo pudo
agarrarle la mano como única salida.
Ya deben estar más de una hora sentados, esperándome,
seguro pensaran que yo no tengo ni idea de lo que
está pasando, ahora debo comportarme como ellos
piensan. La verdad es que ya no aguantaba esa relación,
me estaba atormentando mucho y la única salida
que encontré fue trabajar, trabajar hasta tarde.
Después le comenté algunas palabras
sobre Genaro y a él también le conté
sobre Cecilia, total algún día tenía
que pasar. ¿Qué estarán diciendo,
pobre Ricardo, él no sabe nada, es inocente
y cuantas cosas más..., pero yo pensaba que
se iban a llevar bien, me parecía que eran
tal para cual, además ya no podía estar
más tiempo con Cecilia y si terminaba en ese
momento el escándalo que me hubiera armado
hubiera sido nefasto...es que le viene unos ataques
de histeria y Genaro es medio callado hasta flemático
diría yo..., por eso opté por esa salida,
aunque no fue muy considerado de mi parte, no lo hice
con mala intención, si hubiera sabido lo que
sucedería..., tal vez en un futuro se iban
a conocer, pero ahora lo que ha pasado, me fastidia
un poco...tampoco me siento culpable, han pasado seis
meses y bien calladito se lo tenían, ya la
gente estaba hablando a mis espaldas y decían
que era un idiota, eso me dio cólera, por eso
no me siento tan culpable por lo que hice, además,
si no se llevaban bien por qué seguían
saliendo, nadie los obligó, yo no lo hice,
sólo lo sugerí. Ahí están,
sentados tomando café, diciendo pobre Ricardo,
él no sabía nada.
En
el fondo también me dan pena, tener que casarse
obligados no se lo deseo a nadie, pero yo no tengo
la culpa, si hubiera sabido...
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