Escríbale al autor

Martín Alonso Mauricio Andía
(
Lima, 1973)

 

Estudió Administración de Empresas en la Universidad de Lima, especialización de Marketing en ESAN y Literatura en San Marcos. Fue finalista del Primer Concurso de Cuentos Juvenil Ceapaz, además de ser finalista del Concurso de Poesia de la Alianza Francesa. En sus planes está la pronta publicación de su primer libro de cuentos, aún sin título.

 

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SI HUBIERA SABIDO
(Tiempo estimado de lectura: 8')


Le insistí que debía venir puntualmente. Teníamos que ponernos de acuerdo antes de hablar con Ricardo. Son ya las tres y todavía nada, pero no sé por qué me estoy quejando si él es así, nunca llega temprano a ninguna de nuestras citas, ni la primera vez que me llamó para invitarme al cine. Ricardo últimamente me estaba hablando de él: es tranquilo, no hace poco que lo conozco y siempre me ha parecido un gran tipo...también le gusta ir al cine, como a ti. Me lo presentó como un viejo amigo en la fiesta de Alicia. Llevaba una casaca negra de cuero y una bufanda envuelta en su cuello. Tenía el pelo corto como si fuera militar. Cada vez que Ricardo se juntaba con sus amigos a tomar, él se me acercaba sigilosamente, mirando a los costados, como si alguien lo estuviera vigilando. Pasamos hablando toda la noche y lo que me llamó más la atención fue la forma cómo movía sus manos, como dos marionetas, por eso tenía que mirarlo fijamente a los ojos para no distraerme. Tengo que confesar que me gustó desde ese día, pero nada más, yo ni pensaba que me iba a invitar al día siguiente..., pero Ricardo estaba trabajando hasta muy tarde y acepté, no tenía ni idea de lo que iba a pasar, si hubiera sabido no aceptaba..., luego seis meses y...seis meses han pasado carajo, pero cómo dejamos que pase tanto tiempo, qué mala suerte, pero Genaro parece que acepta todo y asume la debida responsabilidad, justo cuando le iba a decir que ya no, que era una estupidez, pasa esto, es un castigo, si señor y también para él.

Todavía no viene, pero lo que más me molesta no es el hecho de que se demore, sino que la gente me vea sola y piense que soy una cualquiera, que estoy esperando que alguien se me acerque. Estoy segura de que estos de enfrente están hablando de mí, segura que ella le está diciendo: mira pobrecita, parece que la han dejado plantada, pero no, cojuda, no me han dejado plantada, si no que siempre me hace esperar, no sé, sigo pensando que es un castigo, pero... ahí viene, a ver tres y media, claro como siempre, tan tranquilo, con esa sonrisa irónica, caminando lentamente como si el tiempo le perteneciera, pero hoy día sí era importante que viniera, lo que hicimos fue una mierda, así de simple, yo también tengo la culpa, acaso en algún momento dije que no.

Ya sabía que iba a estar sentada con el rostro fruncido. Seguro que está hace media hora y se ha puesto los lentes oscuros para que nadie la reconozca y no hablen de ella. Es que sólo en eso para pensando, como si fuera una obligación pensar en ella, seguro también ya le gritó al mozo que no iba a tomar nada, que está esperando a alguien y, por supuesto, el pobre chico ya no se atreve a acercársele, es que es casi inconcebible que esa carita angelical pueda esconder un carácter tan dominante y muchas veces insoportable.

Cuando Ricardo me la presentó, cree que fue en la fiesta de Paty o Alicia, no recuerdo bien, y me pareció linda, que digo linda, era una preciosura, estaba a lado de él, agarrándole la mano como s tuviera miedo de perderse. Cuando Ricardo la soltaba , yo me acercada a hablarle y ella me miraba fijamente, me gustaba porque me escuchaba y parecía que le interesaba lo que yo decía por la forma cómo me miraba a los ojos. De ella me gustaba todo, de sobre manera sus pecas y esa sonrisita especial que sólo enseñaba lo suficiente, aunque siempre me pareció un poco falsa. Ricardo siempre me hablaba de ella y me decía que le daba pena, estoy trabajando demasiado, ya no tengo tiempo para estar con ella, tú sabes, termino cansado y luego tengo que ir a su casa y a ella que le gusta salir, ir al cine... no sé, me siento un poco mal, es tan buena que...Yo no sabía por qué me decía tantas cosas, Ricardo sabía que a mi me encantaba el cine, pero invitar a salir a su enamorada...bueno, pensé, alguna vez será. Yo no sabía que esto iba a suceder, si hubiera sabido no la llamaba y...seis meses !carajo!...y después lo otro, a mí me tenía que pasar, pero qué le iba a decir si en el fondo es buena, sino que..., además no podía dejarla sola, pero..., es que me molesta su histeria, es histérica, cuando está enojada no habla, se queda callada y uno le dice qué te pasa y sigue callada, le agarras la mano y no te mira y cuando te das por vencido, empieza ha hablar de mala gana: que te crees imbécil, que yo no soy cualquiera, que esta es la última vez que me tratas así y mil adjetivos desagradables que salen de esa pequeña boca... que mala suerte carajo.

Ahora se acaba de sacar los lentes, está moviendo la cabeza y señalándome el reloj, parece que le está diciendo algo al chico, seguro que traiga dos cafés, no uno, si no dos, porque ella hace así, hace lo que quiere y todo el mundo debe seguirla.

—Hace un poco de calor ¿no?

—Parece que no te importa nada, ¿no?

Por más que nadie los este mirando, Genaro intenta disimular la situación tosiendo ferozmente. Se quita la casaca y la coloca en el respaldar de la silla. Al mismo instante Cecilia disiente con la cabeza y con su mano le arrima una silla, casi obligándolo a sentarse. Genaro se sienta y empieza a hablar.

— Bueno, empecemos, ¿cómo vamos a decirle?

— Creo que tienes que hablar tú primero, tienes que decirle por qué me llamaste al día siguiente de la fiesta de Alicia y después contarle lo que sucedió.

—¿Y tú, no vas a hablar?

— Claro que voy a hablar, pero tú tienes que explicarle desde que me llamaste, cómo fue y por qué, además eres su amigo.

—Soy su amigo, pero tú eres su enamorada.

El mozo llega con dos cafés, los desliza suavemente en frente de ambos, luego pone las servilletas a los costados. Se demora un poco más de lo habitual, como si quisiera escuchar lo que están diciendo.

— Gracias

—¿Algo más?

—No nada

El mozo se retira esbozando una sonrisa. Genaro saca una cajetilla de cigarros y la golpea contra la mesa, luego enciende uno y lo saborea.

—Empezaste a fumar de nuevo, ah.

—¿Tú que crees, no tengo motivos?

—Ya ves, no se te puede ni hablar, siempre tan antipático que cuando....

—Está buen, cálmate, no grites, ¿ya?

—No grites, no grites, siempre me dices eso y me haces pasar como si yo fuera la histérica, ay si te conocieran como yo te conozco

Un niño con las ropas raídas y sin zapatos se acerca a la mesa y los hace callar, primero le ofrece una rosa a Genaro y luego hace lo mismo con Cecilia, ellos lo ignoran.

—Tenemos que tener mucho cuidado de cómo se lo vamos a decir, no sabemos cómo puede reaccionar, qué nos puede decir, después de todo el es inocente.

Genaro pone los codos sobre la mesa y se acerca el cigarrillo a la boca.

—Claro él es inocente y seguramente tú también, ahora yo soy la única culpable, ¿no?, yo soy la pendeja que le sacó la vuelta.

—Yo no he dicho eso, ¡ya ves!, contigo no se puede, además yo te llamé sólo para ir al cine

—Claro como yo te obligué.

—Tienes razón, acá el huevón soy yo.

Cecilia se queda muda por un instante e inclina un poco la cabeza para colocarse de nuevo los lentes, luego busca la mano izquierda de Genaro.

—Perdóname, estoy un poco exaltado, acá los dos tenemos la misma culpa, lo que te digo es que me jode y Ricardo es el único que no tiene nada que ver.

Genaro deja el cigarrillo en el cenicero. Tiene la sensación de que está haciendo el papel de culpable. Se recoge cuidadosamente el pantalón y cruza la pierna.

Cecilia entiende que Genaro se siente culpable y le agarra la pierna. Pararon un rato callados y una pareja se sentó en la mesa vecina.

—Bueno lo que pasó no tiene remedio, y está hecho, además tenemos que afrontar lo que se nos viene, sabes lo que pienso, te lo he repetido mil veces.

—Sí, está bien, debemos actuar como dos personas maduras y asumir las consecuencias.

—¿Qué te parece si hablamos con franqueza?

—¿Cómo?

—Que pensábamos que esto era algo pasajero, que solamente íbamos a salir mientras Ricardo estuviera trabajando hasta tarde y que lo que ocurrió no fue planeado, Porque no lo fue.

Cecilia lo miró con cierta cólera, pero comprendió que en ese momento tenía razón.

—Sí, nada de esto fue planeado y tenemos que decirle eso a Ricardo y también el por qué vamos a seguir juntos.

—Está bien, yo voy a empezar a hablar y quiero que tú le digas que los dos estuvimos de acuerdo y que lo que hicimos estuvo mal.

Los dos se separaron por un instante, Cecilia buscaba lentamente en su cartera y sacó un espejo de mano. Empezó a arreglarse el cabello. Genaro volvió a encender otro cigarrillo y le hizo un gesto al mozo para que trajera dos cafés más.

Cecilia guardó el espejo y se acercó a Genaro.

—¿Me quieres?

Genaro la miró fijamente y quiso recordar la fiesta de Alicia y el momento en que se había interesado por ella, pero las imágenes se le aparecían confusas, nubladas. Pensó: ¿por qué se había metido en este camino sin salida?, pero no tenía respuestas, sólo pudo agarrarle la mano como única salida.
Ya deben estar más de una hora sentados, esperándome, seguro pensaran que yo no tengo ni idea de lo que está pasando, ahora debo comportarme como ellos piensan. La verdad es que ya no aguantaba esa relación, me estaba atormentando mucho y la única salida que encontré fue trabajar, trabajar hasta tarde. Después le comenté algunas palabras sobre Genaro y a él también le conté sobre Cecilia, total algún día tenía que pasar. ¿Qué estarán diciendo, pobre Ricardo, él no sabe nada, es inocente y cuantas cosas más..., pero yo pensaba que se iban a llevar bien, me parecía que eran tal para cual, además ya no podía estar más tiempo con Cecilia y si terminaba en ese momento el escándalo que me hubiera armado hubiera sido nefasto...es que le viene unos ataques de histeria y Genaro es medio callado hasta flemático diría yo..., por eso opté por esa salida, aunque no fue muy considerado de mi parte, no lo hice con mala intención, si hubiera sabido lo que sucedería..., tal vez en un futuro se iban a conocer, pero ahora lo que ha pasado, me fastidia un poco...tampoco me siento culpable, han pasado seis meses y bien calladito se lo tenían, ya la gente estaba hablando a mis espaldas y decían que era un idiota, eso me dio cólera, por eso no me siento tan culpable por lo que hice, además, si no se llevaban bien por qué seguían saliendo, nadie los obligó, yo no lo hice, sólo lo sugerí. Ahí están, sentados tomando café, diciendo pobre Ricardo, él no sabía nada.

En el fondo también me dan pena, tener que casarse obligados no se lo deseo a nadie, pero yo no tengo la culpa, si hubiera sabido...

 

© Martín Mauricio, 2003 descargar pdf

 

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