Una
ciudad de veinte millones de habitantes, con quince
líneas de metro, museos, universidades, industrias,
con treinta mil personas que llegan cada mes y diez
mil casas que se construyen en el mismo periodo de
tiempo. El centro de la ciudad, con sus negocios,
sus cabinas de internet, sus galerías, sus
ambulantes y el calor del mediodía. Al pie
de la Catedral de Sé se encuentra la Plaza
de Sé, una explanada arbolada que alberga vendedores,
gacetilleros y muchedumbres convocadas por apóstatas,
compradores de oro o malabaristas de fútbol.
Oscuras, las lanchonettes ofrecen embutidos
salados, sodas y jugos, el pequeño almuerzo
del peatón que ha decidido tomar un descanso.
Ningún paulista, dicen los paulistas, conoce
Sao Paulo completamente, pero todos la aman.
Brasil
es el país de las grandes ciudades, el de las
películas, el de las minas de oro en medio
de la selva amazónica. Solo necesitamos mencionar
su nombre para que todas estas ideas vengan a nuestra
mente. Pero al mismo tiempo, y por esta misma razón,
este es todavía un país lejano, un país
siempre deseado pero nunca conocido.
Uno
de los caminos para llegar a Brasil desde el Perú
es la ruta de Bolivia. El recorrido de La Paz hasta
Santa Cruz de la Sierra, la capital del estado oriental
de Santa Cruz, se hace en veinte horas de viaje en
autobús. Se cruza aquí la cordillera,
tal vez en su nudo más extenso llamado
"la siberia" por la densa neblina
para luego bajar a la llanura, el comienzo del Chaco
boliviano. De Santa Cruz parte el tren de la Ferroviaria
Oriental, que en otras veinte horas llega a Puerto
Quijarro, el último pueblo boliviano. Y ya
en Corumbá, la primera ciudad brasilera, los
paneles de las compañías de autobuses
-o ónibus- muestran los nombres de Rio, Sao
Paulo, Brasília o Belo Horizonte, los nombres
que hace tanto queríamos ver. En el camino
ya no encontraremos más cordilleras o montañas
sino una sabana verde, extensa, interminable, el ingreso
a la tierra de los bandeirantes.
Cuando
en el Perú hablamos de "Latinoamérica",
nos referimos a todos los países hispanoamericanos
esto es, a todos los países de lengua
española y también a Brasil. Razones
geográficas como la Amazonía
e históricas la conquista europea, la
colonia, los gobiernos militares y las reformas democráticas
dan cuenta de ello y no hay motivo para ponerlo en
duda. Sin embargo, estos lazos no son sino los lazos
tradicionales, que si bien son verdaderos no nos dicen
mucho de la cultura de este país. Por lo tanto,
la literatura, la música o la política
quedan de lado, y pareciera que al decir "Latinoamérica"
nos refiriéramos solo a los países hispanohablantes.
Excepto algunas relaciones formales, sobre todo económicas
y algunas académicas, la relación entre
este país y los países hispanohablantes
aún dista mucho de lo cercano.
Si
ya ha pasado tanto tiempo y el Perú u otros
países no han realizado un encuentro con Brasil,
¿sucederá esto alguna vez? Para la mayoría
de los países andinos Brasil recién
comienza al otro lado de la cordillera y los únicos
que tienen relación con él son las ciudades
fronterizas. Iquitos y Puerto Maldonado en el Perú,
Santa Cruz en Bolivia o Ciudad del Este en Paraguay
pueden dar cuenta de esto. También, y como
si fuera poco, estamos más interesados en saber
inglés o francés o alemánque
portugués. El portugués "es parecido
al español" y tal vez por esto no es necesario
aprenderlo. Pero también en Brasil encontramos
cierta distancia respecto a sus países vecinos.
Brasil
es un país que funciona y se alimenta por sí
mismo, cuya política y economía no está
dirigida sino al máximo desarrollo de sus capacidades.
El brasilero tiende la mirada a su propia cultura
y no conoce ni se pregunta por lo que pasa en otros
lugares. Por eso, cuando viajamos, creemos que hemos
llegado a un lugar que es la excepción a "nuestra
Latinoamérica". Una vez que cruzamos la
frontera ya se está hablando en portugués
solo portugués y los objetos y
las personas se ven, se tocan y se dicen en portugués.
No hemos tomado un avión, no hemos cambiado
de continente, pero caemos en cuenta de que Latinoamérica
no es solo española. Nos sentimos dentro de
una telenovela brasilera y esperamos encontrar a alguien
con quién comunicarnos... Pero el brasilero
que no sabe español no tratará de hablar
en un idioma que no conoce.
Sao
Paulo y Rio de Janeiro son las ciudades más
grandes de Brasil. Modernas líneas de metro,
estadios multitudinarios, aviones que despegan y aterrizan
constantemente, son dos núcleos culturales
y económicos a menos de seis horas de distancia.
De Sao Paulo, dada su magnitud, podría decirse
que es la Nueva York de Sudamérica, y ejerce
una gran atracción sobre los brasileros. Las
personas que quieren continuar y desarrollar su carrera
sea esta empresarial, artística o universitaria
parten de todos lados y tratan de participar de esta
gran ciudad a la que le expresan su mayor admiración.
Rio, por otro lado, es la ciudad cosmopolita, melancólica,
bella.
Antigua
capital de Brasil, el centro guarda la historia brasilera
del imperio y de comienzos del siglo XX. Junto a los
altos edificios se encuentra la Biblioteca Nacional,
el Teatro Municipal y la Catedral Metropolitana. Camino
a las playas se encuentra la Lapa, antiguo barrio
popular, y el Jardín Botánico, abierto
en la época del rey Joao VI. Al parecer, es
recién desde hace unos años que el gobierno
se ha interesado por impulsar los centros culturales,
y así encontramos muchos museos, conciertos,
presentaciones musicales, parques de recreo. La educación
es considerablemente más barata que en el Perú
tanto desde el punto de vista público
como privado y las familias no tienen que velar
por los colegios y las universidades. Solo los jóvenes,
cuando terminan el colegio, tienen que pasar por el
"curzinho" el equivalente a la academia
pre-universitaria en el Perú para poder
prepararse para el examen de admisión de la
universidad.
En Sao Paulo está el Museo de Arte de Sao Paulo
(MASP), que da a la avenida Paulista, la avenida principal
de la ciudad. En Niteroi, la ciudad gemela de Rio,
está el MAC, Museo de Arte Contemporánea,
que se encuentra en un moderno edificio de Óscar
Nemeyer.
Un
viaje no es suficiente para conocer todas las ciudades
o regiones brasileras que quisiéramos conocer.
Tampoco a las personas. Pero una visita es suficiente
para sentir que lo que antes estaba cerrado, misteriosamente
ausente, ahora es parte de nuestra memoria. Creo que
Brasil es el lado desconocido de Latinoamérica,
ese lado que, por razones históricas y culturales,
está lamentablemente alejado. El contacto que
ya existe en las fronteras y más allá
de acusar la influencia "invasora" brasilera,
en vez de la poca presencia del estado en estos lugares
debe reconocerse en las capitales e incluso incentivarse.
Brasil es un país que padece muchos de los
problemas de sus vecinos, tales como la pobreza y
el desorden político. Pero también ofrece
alternativas y muchas de estas están desaprovechadas.
Si creemos que se puede hacer un acercamiento, lo
que hay que hacer es viajar, buscar, hablar (¿portugués,
español, portuñol?): conocer al otro
latinoamericano, el brasilero.
©
Mario Granda Rangel*, 2004  |