En cada segmento del cuento ocurre una confrontación. Los confrontados se dividen en poseedores o desposeídos, y según la categoría en que se les coloque, será su destino en manos del narrador. Los procesos de mejoría del protagonista constituyen procesos de deterioro para los confrontados de clase privilegiada

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Arsenales de odio: violencia invisible en “O Cobrador” de Rubem Fonseca

Iliana Pagán Teitelbaum
 
 

...os gatos quando estão com fome contempla as aves nas gaiolas.
E os favelados são os gatos. Tem fome.
Carolina Maria de Jesus

Un individuo desposeído confronta a los poseedores, a los representantes del poder que le niegan la igualdad de condiciones proclamada a los cuatro vientos por la televisión en "O Cobrador" (1979). Este cuento del brasileño Rubem Fonseca, censurado durante la dictadura militar, no deja de ser problemático para la sociedad carioca contemporánea. La controversia surge al equiparar la violencia de un marginado hacia individuos privilegiados, con la violencia de la sociedad que suscita la desigualdad. La estrategia para mostrar las dos violencias es narrar el cuento desde el punto de vista de un hombre marcado por la escasez. El lector se enfrenta al dilema de simpatizar con un protagonista que ha sido víctima pero cometerá crímenes violentos.

A través del cuento, el narrador-protagonista denuncia las cosas que la sociedad o "todo mundo" le debe: "Estão me devendo comida, buceta, cobertor, sapato, casa, automóvel, relógio, dentes, estão me devendo" (Contos reunidos 492). La enumeración constituye un conjunto de elementos asumidos como básicos en la sociedad de consumo moderna. "Yo-individuo" confronta a "todos-colectivo". Paralelo a la lista de sus necesidades no satisfechas, el narrador cita un número de establecimientos en el centro de Río de Janeiro, que proveen servicios o artículos de consumo a quienes pueden pagarlos: "casa de armas, farmacia, banco, china, retratista, Light, vacina, médico" (492). No faltan los recursos, entonces, sólo su distribución. Sin embargo, el narrador no busca un cambio revolucionario que elimine la división en castas de la sociedad, sino una reforma que le permita participar, como la clase alta, de la riqueza, poder y privilegio. Al no poseer poder político para efectuar tal reforma, hace mini-reformas, reformas individuales, a pequeña escala y de poca duración. Sus reformas consisten en robarle a los privilegiados la única posesión verdaderamente insustituible: el cuerpo. El protagonista de "O Cobrador" (OC) se venga —en los cuerpos de los privilegiados— de la malaventuranza sufrida en su propio cuerpo y ser. En este sentido, su actitud recuerda a la de los bandidos "vengadores" estudiados por Eric J. Hobsbawm, que demostraban con sus acciones crueles que incluso los hombres débiles y pobres pueden ser "terribles" (54). Como declara el protagonista de OC en su poesía: "Quando não se tem dinheiro/ é bom ter músculos/ e ódio./" (495)

El cuento OC problematiza la etiqueta fácil de criminal, cuando otorgada al sujeto de clase baja que se enfrenta a una sociedad opulenta. Aunque el estudio de Hobsbawm se aplica supuestamente a bandidos rurales que desaparecieron por vuelta de 1940 (como el "cangaceiro" del nordeste de Brasil), algunas características de los viejos bandidos del mundo campesino se aplican al "nuevo bandido" urbano de Fonseca. Según la definición de Hobsbawm, un bandido era un marginal rebelde, un hombre pobre que se rehusaba a aceptar el papel normal de la pobreza, y afirmaba su libertad mediante los únicos recursos al alcance de los pobres: la fuerza, la valentía, la astucia y la determinación (86). Convertirse en bandido era como un programa de auto-ayuda para escapar de la pobreza y de la explotación de la sociedad agrícola (18).

En OC, el "bandido" enuncia los motivos socio-políticos de su violencia. La injusticia de una desigualdad cruel, que le niega las cosas más básicas, le genera un odio mortífero, del cual pretende valerse para cambiar el mundo, a su manera. En cada segmento del cuento ocurre una confrontación. Los confrontados se dividen en poseedores o desposeídos, y según la categoría en que se les coloque, será su destino en manos del narrador. Los procesos de mejoría del protagonista constituyen procesos de deterioro para los confrontados de clase privilegiada, calificados como poseedores ante él como desposeído.

La situación inicial de OC es el dolor de muela del narrador-personaje "Yo", que espera media hora en la antesala de un dentista para ser atendido. Si en 1979 Fonseca subrayaba el problema dental de los brasileños de clase baja, en 2004 más de 14% de los brasileños han perdido todos sus dientes (Organización Mundial de la Salud). El encuentro del narrador con el dentista es el primero de una serie de encuentros violentos que conforman fragmentadamente el cuento. En la confrontación con el dentista, se nos presenta la reacción amarga y sarcástica del narrador ante la enajenación despreocupada del dentista como representante de la clase privilegiada. "Ele olhou com um espelhinho e perguntou como é que eu tinha deixado os meus dentes ficarem naquele estado. /Só rindo. Esses caras são engraçados" (Contos reunidos 491). Para el protagonista, es absurdo que el dentista ignore que la clase baja dispensa del cuidado de sus dientes por causa del pago oneroso que requiere este servicio médico.

La información acerca de los personajes y del mismo narrador es filtrada a través de los pensamientos y las percepciones del narrador, lo cual influencia la percepción que el lector tendrá de los acontecimientos. El dentista le examina los dientes "com pouco caso". El narrador lo describe como un hombre burdo y antipático, grande y fuerte, que exige el pago de "quatrocentos cruzeiros" por la extracción de una muela. Por su parte, el narrador se presenta como un hombre de "físico franzino" y se vale de los estereotipos asociados a su apariencia para protegerse de sospechas indeseadas: nadie pensaría que un hombre flaco y débil pudiera representar una amenaza seria. Mientras narra su odio de la clase profesional ("Todos eles estão me devendo muito"), el narrador saca inesperadamente su pistola 38. El arma lo transforma de débil en poderoso, efectuando una instantánea inversión de papeles. A seguir, el narrador enuncia el manifiesto que da estructura a la historia: "Eu não pago mais nada, cansei de pagar!, gritei para ele, agora eu só cobro!"

Irritado por el ruido de la bocina de un automóvil de lujo, en su tercer encuentro, el protagonista confronta al chofer con su desobediencia peatonal. El acto violento surge de la constatación de la diferencia: un carro costoso y un sujeto con vestimenta blanca de jugador tenis, ante el peatón sin nada más que una multitud de deseos no cumplidos y un arma, instrumento de su poder. Después de disparar, el atacante examina de cerca las heridas, la ropa blanca teñida de rojo. Ofrece dar un tiro de misericordia y ante la negativa del herido sale andando calmadamente. En el próximo homicidio, narrado en el cuarto fragmento, se repite la actitud tranquila e imperturbada ante el otro, en este caso un contrabandista que se dispone a venderle una pistola Magnum. El narrador compara la mano blanca y lisa del contrabandista con su propia mano, tan llena de cicatrices. Mano protegida contra mano sufrida, la suerte del vendedor está echada. "Puf. Acho que ele morreu logo no primeiro tiro. Dei mais dois tiros só para ouvir puf, puf" (493). La repetición del monosílabo "puf" le da un sonido pueril a la narración del asesinato, como si se tratara de un niño jugando a matar en voz alta y con pistola de palo: "puf, puf".

 

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