Viajar, sentir, recordar
Por Omar Guerrero
Un nombre para tu isla (Páginas de espuma, 2025) de la escritora peruana Katya Adaui (Lima, 1977) reúne un conjunto de siete cuentos. La mayoría de ellos tienen como punto en común el desplazamiento o el viaje. Sus personajes están en constante movimiento, ya sea en un avión, a pesar de sentirse encerrados o encapsulados, supeditados al poco espacio; o en bicicleta, donde se sienten más libres a pesar de los riesgos que puedan correr. Resaltan que estos viajes se dan por placer u ocio, o también pueden corresponder a una mudanza o una huida. Aunque lo que más sostiene a estas historias y personajes en tránsito son las sensaciones y recuerdos.

Otros temas que se encuentran en el libro son la paternidad y la búsqueda de protección, ya trabajados en su anterior libro de cuentos Geografía de la oscuridad (Página de espuma, 2021) (Premio Nacional de Literatura 2023, en Perú, categoría cuento). En cuanto a la paternidad citamos “Tal como está” donde se empieza contando la amistad entre dos amigos abogados que son muy parecidos. Sin embargo, uno de ellos, al convertirse en padre, le pone a su hijo su mismo nombre, lo que marca una diferencia entre ambos amigos. Lo que sigue son una serie de situaciones donde se manifiesta la violencia y la indiferencia. También es uno de los pocos cuentos que tienen como referencia geográfica un lugar específico con las siguientes características, tan propias de la corrupción, lo que se puede asumir como una denuncia: “Tarde nos enteramos: en el Perú no hubo, no hay, ni habrá jurados. Tu suerte la decide el dinero” (p.72) (edición e-book, lo mismo para las siguientes citas).
El tema de la protección o de intención paternalista se desarrolla en el cuento titulado “Un niño”, que es uno de los más logrados. Allí un niño se encuentra solo en la playa. Juega con la arena sin ninguna preocupación. Un hombre desconocido, que no representa ninguna amenaza, sino todo lo contrario, le extraña que este niño pequeño esté solo. Le pregunta si lo acompaña alguien y el niño responde que su abuelo lo observa en la orilla, pero alrededor no hay nadie. Después de tanto insistir el niño toma una resolución que sorprende no sólo a su interlocutor. Aquí lo fantástico o lo imposible queda como un quiebre en la historia que sí funciona.
No sucede lo mismo, por ejemplo, con el primer cuento “Tripulación, puertas en manual, cross check y reportar” donde una pasajera se encuentra con una antigua amiga llamada Claudia que trabaja como azafata en el mismo avión. Durante el vuelo ambas conversan con ciertas interrupciones. La protagonista recuerda las salidas entre chicas y el beso que se dio con Claudia cuando eran muy jóvenes. También se menciona un trabajo anterior como redactora en una revista, además de las visitas a discotecas junto al desenfreno juvenil. Todo esto contado como un recuerdo lejano que supera a la intrascendencia de los hechos acumulados desde que llega al mostrador del aeropuerto, pasar los debidos controles, esperar hasta abordar, ubicar el asiento indicado y aprovechar los servicios que brinda las aerolíneas como mantas, almohadillas, pantuflas y bebidas. Así hasta que esta mujer se despide de la tripulación dejando una línea o frase que debería corresponder al suspenso de un final abierto. Sin embargo, la elipsis no sorprende, no funciona. Sólo los cambios de tiempos se podrían asumir como una excepción.
Los cuentos sobre viajes continúan con “Isla grande”, el más extenso de todos. Allí una pareja llega a una isla para disfrutar de la tranquilidad del lugar y, sobre todo, para conocerse más. Aquí otra vez se brindan descripciones del vuelo, aunque esta vez se incluye el hotel, las instalaciones y el clima. La pareja pasea y visita la isla. Sólo ocurre la tentativa de un accidente que no llega a mayores. Más bien, sí llaman la atención los diálogos entrecortados al igual que sus descripciones con un estilo propio del minimalismo, ya trabajado en los anteriores libros de la autora con distintos resultados: “Lanzarme de cabeza al agua tibia, un buen clavado, pero tenía piso. Me hundí, distorsión, los gránulos de arena y los peces, mis manos abriéndose paso, desproporcionadas, enormes. Miré hacia la costa, entre cientos de cuerpos, entre ciento de sombrillas similares, lo reconocí. Agitó los brazos. Saludé de vuelta. Me dejé llevar, soy de un mar tan poco calmo, de olas fantasma, resacosas, perder las precauciones, las gotas en la cara, un sol todavía tranquilo, la felicidad tarareable. Las orejas bajo el agua y me alcanzaba la voz de la orilla: vendedores, madres, niños, futbolistas, perros” (p.23).
En el cuento “Camalotes” tres amigas se van de viaje. Sus nombres son Silvia, Patricia y una yo-narradora. Las tres van a una casa en un río y hablan de cosas comunes y cotidianas: “Acomodé los pocillos en fila en la mesada, cerca de la única hornilla. Preparé lo más parecido a un arroz salteado sin saltear, no había sartén. Lo serví en los platos que encontré, con motivos de fiesta infantil. / Ojalá la vida pudiera presentarse así en platitos. Que una pudiera ver cada cosa lista para ocurrir y decidir si usarla o no” (p.56). Sin embargo, algunas frases parecen tener otras connotaciones: “Mejor que se caigan las encías a las tetas” (p.59). Aunque lo más sobresaliente es lo que confiesa una de estas amigas, que por el desarrollo de la historia queda como una terrible anécdota que conmueve. Una situación distinta ocurre cuando aparece un hombre mayor a solicitarle al personaje narrador una serie de requerimientos que la llevan a actuar (o responder) de determinada manera. Entonces lo que debería ser una sorpresa más queda como una duda o extrañeza que no convence.
En “Una buena por cada diez malas” también ocurre un viaje que más tiene la forma de una huida. Esta vez se trata de un destino alejado (Peshawar, Pakistán), no sin antes desarrollar una trama donde se involucran a dos medios hermanos, hombre y mujer, una madre y una testigo cercana de esta relación. Y es que las relaciones familiares es otra constante de Adaui ya presente en sus anteriores libros. Se suman los cambios de tiempos, o su transcurrir, pues se pasa de la infancia a la adultez y de los juegos didácticos al trabajo adulto. En el caso de la hermana, ella llega a laborar en un canal de noticias donde brinda siempre información que resulta desalentadora para los televidentes. La única excepción es su familia a pesar de las rupturas y diferencias difíciles de sanar.

Por último, en “El arte de perder” otra vez se impone la situación de un viaje, no sin antes contar los entretelones previos a la partida, además de las razones de esta decisión. Una de ellas es la delincuencia en la ciudad, donde una vez más se hace mención de un lugar específico, por lo que también puede asumirse como otra denuncia o disconformidad: “Mi amigo Paul dice que el cielo de Lima está velando siempre a un muerto” (p.101). Esto da paso al miedo y a la memoria. Su personaje principal es una mujer que escribe y anda en bicicleta, por lo que le cuesta deshacerse de dos cosas que representan mucho en su vida y que no puede vender. Estas son la mesa donde escribe y la bicicleta con la que anda. Sin duda que se trata de un cuento sobre las sensaciones que surgen al intentar desprenderse de ciertos objetos por obligación al concretarse un viaje donde se residirá en otra ciudad y en otro país. En este caso se trata de Buenos Aires, Argentina, lugar de residencia actual de la autora, lo que se podría asumir como una historia muy cercana o personal. Aun así, se presenta como otro de los cuentos que sobresalen a pesar del uso forzado del lenguaje, sobre todo en las discordancias con los verbos: “Un policía rondaba en su patrullero y me pidió deténgase” (p.108).
En síntesis, Un nombre para tu isla es un libro donde unos cuentos destacan más que otros, en especial por mostrar situaciones donde las sensaciones y recuerdos cobran relevancia al igual que las percepciones. Por otro lado, se cuestionan las acciones que caen en lo nimio o en lo trivial sin importar que estas sean otra forma de mostrar insatisfacción y anhelos.
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Datos del libro reseñado:
Katya Adaui
Un nombre para tu isla
Páginas de espuma, 2025