Una visita al futuro. Una charla con Carlos López Degregori
Por Lisandro Solís Gómez
Con más de una docena de títulos publicados, Carlos López Degregori, junto a otros nombres claves, constituye uno de los pilares de la tradición poética peruana contemporánea. El poeta se ha mantenido en actividad efervescente desde la publicación de su primer libro, Un buen día (1978), trazando siempre una ruta de escritura discernible por su complejidad y su marcado tono personal. En su obra, se percibe la asimilación inteligente y original de la poesía gestada por las vanguardias a inicios del siglo XX, no tanto por su carácter rupturista, sino por su conciencia del objeto poético, su diestro manejo de la forma y su continua reflexión sobre la escritura.
La suya es una poesía que difícilmente puede confundirse: se halla tejida por una serie de símbolos, atmósferas y motivos que, sin ser redundantes, conforman una estética que se ha consolidado con el paso de los años. Pese a ello, su apuesta por el poema en prosa, y su inquietud por las relaciones entre lo visual y lo escrito constituyen características que, en los últimos años, se han afianzado en su obra.
El martes 20 de septiembre nos reunimos con López Degregori para charlar sobre su nuevo libro Variaciones Victoria, editado este año por Máquina Purísima de Cecilia Podestá, así como sobre sus nuevos proyectos y lo que parece ser el inicio de un periodo diferente de su escritura poética.
¿Cómo surgió la iniciativa de publicar Variaciones Victoria? ¿Desde un principio tenías en mente publicar un poemario con estas características, es decir, visualmente experimental, casi un libro objeto? ¿O el formato surgió a partir de la decisión de publicar con Máquina Purísima? Podrías comentar brevemente la génesis del libro.
Yo tengo en mi casa un cráneo (“Victoria”) que me alcanzó un amigo hace más o menos treinta años como un recuerdo de mi antigua vocación por la medicina. Cuando estaba trabajando A mano umbría (2019), surgieron algunos apuntes sobre este cráneo. Al comienzo, pensé incorporarlos en tal libro, pero me di cuenta de que en realidad esos fragmentos pertenecían a un proyecto que necesitaba un desarrollo mayor. Por ello, guardé esos textos y los retomé recién el 2020. Ese año, con el tiempo que dejaba la pandemia, incluso, con el temor que suponían el encierro y el desasosiego permanentes, ese pequeño apocalipsis que la enfermedad había provocado en la vida de todos, reaparecieron esos textos en dos momentos y, así, se fue perfilando Variaciones Victoria.
Como estaba encerrado, lo que hacía en ese entonces —todavía no tenía el nombre del libro exactamente—, era leer, escribir, escuchar música y en ese momento estaba cautivado por las composiciones de Johann Sebastian Bach y, especialmente, sus “Variaciones Goldberg”, que constituyen una de sus piezas más conocidas e importantes —sublimes incluso dicen algunos. Las “Variaciones Goldberg” son treinta y dos. Es un aria-canon, que es el motivo principal, y treinta variaciones, que en realidad van desarrollando modulaciones y modificaciones de ese canon, que se repite de nuevo al final en un ritmo distinto. Treinta y dos piezas exactamente. Variaciones Victoria es un libro que, de alguna manera, sigue la estructura de las “Variaciones Goldberg”. El canon, la piedra que sostiene todo este edificio, esta catedral —porque creo firmemente que es casi una catedral—, es el cráneo y sobre este surgen las modulaciones que, al final, configuran el libro en su totalidad. Por eso, este volumen se llama Variaciones Victoria.
Por otro lado, yo siempre he tenido una especie de cábala, de superstición, con los números. A mí siempre me ha gustado que mis libros estén conformados por un número impar de poemas. Con excepción del primero, Un buen día (1978), que está integrado solamente por doce, siempre he buscado una cantidad impar de poemas. Quería eso mismo para este poemario, pero solo contaba con treinta y dos variaciones. Por esa razón, tuve que añadir al final una adicional, que funciona como una suerte de coda. De esa forma, conseguí los treinta y tres fragmentos que forman el libro.
¿Y Victoria por qué exactamente?
Cuando llegó el cráneo a mi poder, indudablemente carecía de nombre. Yo en realidad no sé si es hombre o mujer. Sin embargo, después de algunos meses, Victoria fue un nombre que prácticamente se impuso, tal vez porque posee la fuerza simbólica del significado de la palabra. Como sabes, el vocablo “victoria” significa vencer. Es la muerte que vence. Es su triunfo o, si es que quieres verlo como el reverso, es la vida que se impone de todas maneras sobre la muerte, ya que al final nos vamos a integrar al universo, que es un poco lo que el libro está sugiriendo. Creo que esto último también es importante en el poemario. Variaciones Victoria es un libro que posee un hilo místico y casi religioso.
Existe en tu obra una preocupación por las artes plásticas en su conjunción con la poesía que se ha expresado, ya sea por el contacto entre palabra e imagen, por ejemplo, en Retratos de un caído resplandor (2002), o por la construcción del libro como un “objeto”, como en Aquí descansa nadie (1998). Incluso, en A mano umbría (2019), existen algunos momentos en los que se evidencia esta línea de indagación, por ejemplo, cuando colocas esa página transparente con el boceto de una mano al inicio del libro. De alguna forma, ¿consideras que Variaciones Victoria (2022) es una suerte de culminación de esta línea maestra de tu poesía?
Efectivamente, existe en mi poesía una preocupación por las imágenes y lo visual, por otros códigos que no sean estrictamente lingüísticos. El primer libro en que exploré estas posibilidades fue Retratos de un caído resplandor. Allí recuperé una serie de fotografías —algunas familiares incluso— y postales antiguas, y las manipulé a fin de transformarlas. Formaron parte del libro no como ilustraciones, sino fundamentalmente como el soporte o el eje que, de alguna manera, lo sostiene. Allí los retratos son los que sostienen los poemas, no meramente imágenes que los acompañan. En A mano umbría, existen también imágenes, incluso algunas personales. De hecho, como mencionas, está mi mano, por ejemplo, que es la que abre el libro en un papel transparente. No obstante, también aparecen algunos collages que yo mismo trabajé en ese momento y que fueron mis primeros experimentos en esa dirección.
Para Variaciones Victoria, debido al confinamiento por la pandemia, disponía de tiempo. Por ello, empecé a trabajar y a experimentar más con las imágenes. Carezco de la facultad o el don para dibujar. Puedo realizar garabatos —me gusta hacerlos— pero no soy capaz, por ejemplo, de dibujar imágenes figurativas. Por ello, empecé a trabajar con el collage, recortando imágenes y escribiendo sobre ellas, fusionando escritura e imagen. Por medio de ese procedimiento, he conseguido crear algunas ilustraciones y las mejores son las que conforman la “galería” que acompaña al libro. Si abres la caja en la que viene Variaciones Victoria, notarás que se trata de un díptico: por un lado, está el libro de color negro, con tapa dura y hojas muy blancas, y, por otro, la “galería” como una unidad autónoma que vincula letra e imagen. Juntos conforman un díptico que es, en realidad, una unidad de dos rostros.
Según te entiendo, tú ya tenías concebida más o menos la idea del formato del libro, la forma en que querías presentar los poemas, y surgió una coincidencia feliz con Máquina Purísima para publicarlo.
Sí. Yo me pregunté qué editorial podría estar interesada en un libro de esta naturaleza. Entonces, me dije “Cecilia Podestá”, quien además es una amiga que aprecia mi poesía. Ella, inmediatamente, con gran generosidad, acogió el proyecto. Yo al comienzo pensaba simplemente incluir las imágenes al final o intercalarlas dentro del libro, pero fue Cecilia la que me propuso “¿por qué no hacemos un díptico?”. Indudablemente, la idea me entusiasmó. No obstante, en el nacimiento de estas variaciones, sí noté que las imágenes eran un elemento fundamental.
Desde tu punto de vista, con el tiempo, ¿cómo ha ido evolucionando esa perspectiva tuya que prioriza la conexión entre palabra e imagen? ¿Crees que aún es posible explotar esta línea de indagación estética? ¿Existe algún otro proyecto en esta dirección?
Mi preocupación por las imágenes es cada vez mayor y en este momento estoy trabajando en esa dirección. Por ejemplo, en Lienzo, la revista de la Universidad de Lima, apareció un texto que se llama “Una tiranía personal” (2021). Es un poema en prosa, una mezcla casi de poema y ensayo sobre la escritura —entendida como los trazos a mano—, la firma y la caligrafía. Para ese libro en progreso, estoy trabajando también una serie de ejercicios (cali)gráficos y también algunos collages. En el texto que apareció en la revista Lienzo, solo dispuse de espacio para dos de esas imágenes, pero van a ser muchas más. Sin embargo, otros textos míos que todavía están en proceso van por otros caminos.
La mayoría de los lectores de poesía peruana reconocen como un rasgo esencial de tu escritura la inquietud por construir una obra cohesionada, que brinde en cada libro una suerte de capítulo o incursión en una serie de preocupaciones u obsesiones comunes, las cuales redirigen al final a la que es, tal vez, tu obra mayor, Lejos de todas partes, reeditada hace poco. ¿De qué forma este nuevo libro se articula en ese proyecto? ¿O acaso inaugura una entrada diferente como A mano umbría, que, desde mi perspectiva, supone un proyecto complementario, pero ligeramente diferente al de tu poesía en general? ¿Consideras que Variaciones Victoria añade un ingrediente novedoso a tu proyecto?
Lejos de todas partes (1978-2018) apareció el 2018. Este volumen reúne todos mis libros escritos hasta ese momento y, con esa nueva edición, cierro definitivamente aquel ciclo. Incluso, el poema “Siempre es al sur”, que aparecía al final de la primera edición, aparece nuevamente y cierra la versión definitiva del libro. Siento que Lejos de todas partes es un libro que ya ha terminado. Creo que durante cuarenta años he escrito un solo libro. Indudablemente, son los lectores los que tienen la última palabra. No obstante, desde que publiqué Las conversiones (1983), me di cuenta de que cada nuevo libro se alimentaba de los poemas y motivos previos; los devoraba prácticamente. De alguna forma, se apoyaba en ellos para continuar el proceso de escritura. Existe ahí un proyecto de libro-vida. Es este un libro que ha crecido conmigo, uno que de alguna manera ha estado fijando y cartografiando mi existencia. Si observas tanto la primera como la segunda edición, el paso del tiempo y, de modo más específico, la edad de la escritura de los poemas aparecen continuamente como una marca importante que sigue la existencia, la vida del hablante, de ese personaje o de la pluralidad de ellos que habitan mis textos. No olvides que uno de los ejes de Lejos de todas partes es casualmente la identidad, así como el tiempo, el vacío, la lejanía, el estar lejos de todo, incluyendo esa lejanía de uno mismo.
Entonces, ¿qué relación existe entre A mano umbría, un libro atípico en tu producción, debido fundamentalmente a todos los riesgos que asume, así como por su envergadura, con ese proyecto de libro-vida que es Lejos de todas partes?
Siento que A mano umbría es el complemento de Lejos de todas partes. Es un libro que, en realidad, es una poética. Recoge algunas escenas testimoniales, personales, fundamentalmente de mi infancia, pero incluye también una serie de textos que reflexionan sobre mi quehacer poético. Es casi una autopoética. Creo que A mano umbría es un libro bisagra, un enlace con mis siguientes proyectos. Creo, asimismo, que Variaciones Victoria forma parte del nuevo libro que probablemente va a ocupar mi trabajo durante los próximos años, si es que tengo tiempo para terminarlo, y conservo mi lucidez y mi capacidad de escribir.
O sea, ¿sientes que estás iniciando una nueva etapa de escritura?
Sí, estoy iniciando una nueva etapa, un nuevo libro, que hasta cuenta con una brújula que juega con Lejos de todas partes: “Nunca tan cerca”. ¿Tan cerca de qué? No lo sé.
Finalmente, ¿qué debe esperar el lector de Variaciones Victoria? ¿Podrías invitar brevemente a los lectores a leer tu nuevo poemario?
Es un poema en prosa. Siento cada vez más que el formato del poema en prosa es el que mejor se acomoda a mi trabajo, porque me permite incorporar una serie de elementos distintos. Se pueden insertar en el poema en prosa elementos narrativos, reflexivos o testimoniales. Variaciones Victoria es un solo poema dividido en treinta y dos partes, y una coda.
El libro fundamentalmente supone una exploración sobre la muerte, el tiempo y la memoria, así como sobre nuestro lugar en la realidad, el sentido de nuestro estar en el mundo y el lugar hacia el cual nos dirigimos. ¿Podemos aspirar a alguna trascendencia? No lo sé. Este es un libro que gira en torno a estas preocupaciones.
Siento también que es un libro que solo podía ser escrito en un momento de mi vida. No lo hubiera podido escribir a los cincuenta ni a los cuarenta años, sino que ha exigido un tiempo de vida preciso. Yo en este momento tengo 69 años y me acerco ya a los setenta. Considero que esta obra revisa mi existencia y al mismo tiempo es un umbral para lo que viene después. Por ahí va la aventura de este libro.
(Lima, martes 20 de septiembre de 2022)