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Reseña: En agosto nos vemos (2024) de Gabriel García Márquez

El acontecimiento literario de la década

Por Omar Guerrero

En agosto nos vemos (Random House, 2024) es la esperada novela inédita de Gabriel García Márquez (1927-2014). Y digo que era “esperada” porque ya se había anunciado su existencia en 1999. Ese año Gabriel García Márquez leyó un fragmento de este proyecto aún incipiente en la Casa de América de Madrid en un foro donde estuvo acompañado por José Saramago. Días después de este encuentro entre los dos Premios Nobel de Literatura se publicó un adelanto en el diario El País de España a modo de exclusiva. A partir de esa fecha sus lectores reclamaban esta nueva creación que quedó relegada primero con la publicación de sus memorias Vivir para contarla en 2002 y después en 2004 con la que hasta hace unos días era considerada su última novela: Memoria de mis putas tristes. Todo indicaba que después de estas publicaciones llegaría la tan anunciada nueva novela, pero en su lugar salió a la luz en 2010 una recopilación de sus textos de no ficción titulado Yo no vengo a decir un discurso. Lo que vino después fue la noticia de la senectud del Nobel colombiano con todos los problemas que acarrea junto a un completo hermetismo por parte de su familia, sobre todo del autor y su esposa, hasta que llegó el momento de su muerte en 2014. A partir de lo ocurrido ese triste 17 de abril de ese mismo año se podía deducir que lo no publicado quedaría por siempre guardado en los archivos de la Universidad de Texas en Austin, lugar donde reposan todos sus documentos. Es decir, para quienes aún recordaban la mención de esta novela o proyecto sólo les quedaba la opción de viajar a esta universidad, tramitar todos los permisos para acceder a estos archivos y así poder revisar o leer lo que quedó sólo como un proyecto que el mismo Gabo calificó como fallido: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo» (p.8), según confiesan sus hijos Rodrigo y Gonzalo García Barcha en el prólogo de este nuevo título que ya ha despertado el debate de si debió haberse publicado a pesar de la sentencia final de su autor. Lo cierto, o lo raro, es que Gabo no lo destruyó. Quizá no lo hizo con la esperanza de mejorarlo en sus ansias de perfeccionamiento, sólo que el tiempo y la lucidez no se lo permitieron. En este prólogo sus hijos explican las razones de por qué procedieron ir en contra de la decisión de su padre, además de pedirle las debidas disculpas. Lo hicieron sólo para anteponer el reclamo de sus lectores, que son millones, entre los que se incluyen grandes personalidades como presidentes, actores y cantantes. Y, por qué no, parte de esta iniciativa es brindar un aporte que sea relevante para la literatura escrita en español. Es obvio que una de las razones por la que no se publicó fue la falta de facultades propias de la senectud de Gabo surgido después de la publicación de Yo no vengo a decir un discurso en 2010. Esta fecha coincide con el testimonio que brinda el editor Cristóbal Pera en la parte final del libro donde no sólo cuenta los antecedentes de esta novela inédita, sino que también se detalla su contexto sin dejar de mencionar nombres tan importantes como Carmen Balcells, agente literaria de García Márquez, Mónica Alonso, secretaria del Premio Nobel, y los editores Claudio López Lamadrid y Gary Fisketjon. Y a pesar de estas justificaciones, que tal vez sigan siendo cuestionadas, sobre todo mientras no se lea la novela; lo que ya no puede cuestionarse es el valor que posee para el beneplácito de sus lectores que, al leerla (o devorarla), terminarán confirmando que esta publicación sí es un aporte para las letras latinoamericanas como sucede con todo el legado del Premio Nobel colombiano. Quizás no tenga el nivel de novelas como Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, pero lo que no se puede discutir es que tiene su estilo inconfundible.

La novela es corta. Se lee rápido. Mejor dicho, se devora. Consta de seis capítulos. Trata sobre la historia de una mujer de cuarenta y seis años llamada Ana Magdalena Bach que cada mes de agosto, día 16 de este mes, para ser precisos, viaja a una isla del caribe para visitar la tumba de su madre, quien antes de morir pidió ser enterrada en ese lugar. Ana Magdalena le lleva gladiolos a su tumba, pues su progenitora detestaba las rosas. Sus visitas no son prolongadas. Duran apenas dos días. Por lo común, ella va al cementerio en la mañana y el resto de la tarde y la noche del primer día se la pasa contemplando el paisaje caribeño hasta que llega el día siguiente en la mañana cuando le toca partir en el mismo transbordador que la lleve de regreso a su ciudad donde vive con su esposo llamado Domenico Amarís y sus dos hijos, uno varón de veintidós años, que también es músico como su padre, y la menor llamada Micaela de dieciocho años que quiere ser monja a pesar de estar enamorada de una trompetista de jazz que se caracteriza por ser mulato y con el que confiesa haber tenido intimidad (todo indica que las mujeres aquí presentan otra condición). En esas horas libres, sobre todo las nocturnas, Ana Magdalena se comporta de una manera muy distinta a su vida de casada. Se le presenta como una mujer libre de prejuicios que sólo se guía por sus impulsos y deseos quedando a relucir lo erótico. Y a partir de estos actos quedará el recuerdo de una serie de hombres a los que ni siquiera llega a saber su nombre. Con este comportamiento es imposible no relacionarlo con la última etapa de la vida de Fermina Daza cuando en su senectud decide ya no reprimir sus deseos ante las propuestas de Florentino Ariza. También tiene similitudes con Pilar Ternera, por la variedad de amantes que aborda. Incluso hasta con Angela Vicario sin necesidad de mostrar vergüenza ni mucho menos ajusticiar a nadie. 

Otra característica de la novela es que tiene como protagonista a una mujer, algo no sucedido con anterioridad en su novelística. En los textos adicionales a esta publicación se menciona que el proyecto inicial era en formato de cuento. Tal vez para que quedara dentro del registro de personajes femeninos como la cándida Eréndira, todo correspondiente a su narrativa corta. Sin embargo, este proyecto se convirtió en una novela. Aunque su mayor mérito es su propuesta en cuanto al estilo cuya prosa está llena de figuras e imágenes que sólo podían haber sido escritas a la manera de García Márquez. Aquí dos ejemplos: «Siguió con el tacto de sus pies a lo largo de las piernas, y comprobó que todo él estaba cubierto por un vello espeso y tierno como musgo en abril. Luego volvió a buscar con los dedos el animal en reposo, y lo encontró desalentado pero vivo. Él se lo hizo más fácil con un cambio de posición. Ella lo reconoció con las yemas de los dedos: el tamaño, la forma, el frenillo acezante, el glande de seda, rematado por un dobladillo que parecía cosido con agujas de enfardelar. Contó el tacto a puntadas, y él se apresuró a aclararle lo que ella había imaginado: […]» (p.29). «No hubo más trámites. Ambos sabían ya a lo que iban, y ella sabía que era lo único distintivo que podía esperar de él desde que bailaron el primer bolero. La asombró la maestría de mago de salón con que la desnudó pieza por pieza, con la punta de los dedos y sin tocarla apenas, como deshollejando una cebolla. En la primera embestida se sintió morir por el dolor y una conmoción atroz de ternera descuartizada. Quedó sin aire y empapada en un sudor helado, pero apeló a sus instintos primarios para no sentirse menos ni dejarse sentir menos que él, y se entregaron juntos al placer inconcebible de la fuerza bruta subyugada por la ternura […]» (p.67). 

Otra característica en su personaje principal es que ella es una mujer lectora. Ana Magdalena Bach lee mucho a pesar de no haber concluido su carrera de Artes y Letras. Ella lee en cada uno de los viajes que realiza a esa isla del caribe en el mes de agosto. Le gustan las novelas románticas, mucho mejor si son «largas y desdichadas» (sic) (p. 35). Aunque las lecturas que ella realiza dentro de esta historia van por otra línea como es el caso de Drácula de Bram Stoker, cuyas páginas cobrarán realce en la historia por guardar un mal recuerdo físico de uno de esos amantes fugaces. Se suman otras como la Antología de la literatura fantástica de Borges y Bioy, Crónicas marcianas de Ray Bradbury, El ministerio del miedo de Graham Greene y el Diario del año de la peste de Daniel Defoe.     

Se añade la música que circula entre sus páginas como las composiciones de Claude Debussy, entre ellas “Claro de luna”. También aparece los boleros, además de la mención de la música de Celia Cruz y Van Morrison.

Como punto final se incluye la firma de Gabo y las imágenes facsimilares de las páginas originales con las correcciones hechas por el mismo autor o por la secretaria Mónica Alonso bajo las órdenes de uno de los mayores genios de la literatura universal, tal como se indica en las notas a pie de página.

En síntesis, esta novela no debe dejar de ser leída. Se disfruta y complace a cualquier lector, así sea un lector exigente. Tal vez quede la sensación de que se pudo contar más, que se pudo explayar en otros personajes como el esposo o los hijos a pesar de que el centro sigue siendo Ana Magdalena Bach. Igual es una novela que causa sensaciones, sobresaltos y sorpresas. Es una novela de Gabo y eso hay que celebrarlo, por eso la salida de En agosto nos vemos es el acontecimiento literario de la década.

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Datos del libro reseñado:

Gabriel García Márquez

En agosto nos vemos

Random House, 2023

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Reseña: Las cartas del Boom (2023)

El Boom en primera persona (del plural)

Por Omar Guerrero

Las cartas de Boom (Alfaguara, 2023) es un verdadero acontecimiento editorial digno de toda celebración. Esta publicación, tan inusual y titánica, contiene 207 cartas, faxes, telegramas y postales escritas entre 1955 al 2012 que intercambiaron los principales miembros del Boom Latinoamericano: Carlos Fuentes (CF), Julio Cortázar (JC), Mario Vargas Llosa (MVLL) y Gabriel García Márquez (GGM). La edición ha estado a cargo de los peruanos Carlos Aguirre y Augusto Wong Campos, el mexicano Javier Munguía y el británico Gerald Martin, quien ya había publicado Gabriel García Márquez: Una vida, un extenso y completo trabajo que piensa repetir con la biografía que viene trabajando sobre Mario Vargas Llosa.

En estas correspondencias el lector encontrará muestras de verdadero afecto y amistad entre estos cuatro grandes escritores que cambiaron el rumbo de la literatura latinoamericana y universal. También queda en evidencia la admiración que se tienen al leerse y al reconocer el valor de cada uno de sus trabajos, muchos de ellos aún en proyectos o en vías de publicación, pues son presentadas en cuartillas, manuscritos o copias. Y a partir de estas entregas se manifiestan los consejos, recomendaciones y el surgimiento de otras ideas que no llegaron a concretarse como la novela en cuatro manos que le propone GGM a MVLL sobre el conflicto bélico entre Colombia y Perú en los años treinta.

Cito a sus editores para definir este libro y una de los capítulos que lo componen, además de mostrar a sus protagonistas en su propia esencia. Se considera la importancia que ellos tienen hasta ahora junto a su enorme obra: “Las cartas del Boom es una pieza integral en esa secuencia. La parte central de este libro, las cartas sobre el camino hacia el Boom y su manifestación misma (1955-1975), se llama «Pachanga de compadres» a propósito de una frase de García Márquez dirigida a Fuentes en que celebra por anticipado el Premio Rómulo Gallegos a su compadre Vargas Llosa, nada sorprendente viniendo del autor que aseguraba que Cien años de soledad era un vallenato y El amor en los tiempos del cólera un bolero” (p. 16) […] “Aun así, la novela del Boom representa una continuidad literaria que asimiló la novela decimonónica de Balzac, Dickens, Tolstói y Twain; la vanguardia de Joyce, Proust, Kafka, Woolf y Faulkner; la novela regionalista de Ricardo Güiraldes, José Eustasio Rivera y Rómulo Gallegos; y la obra de sus grandes precursores latinoamericanos: Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier y Mario de Andrade” (p. 18).

Y entre estas deducciones es imposible dejar de lado las cuatro reglas que definen los cuatro editores sobre estos escritores y el gran fenómeno que crearon: “1) escribieron novelas totalizantes, 2) forjaron una sólida amistad entre ellos, 3) compartieron una vocación política, y 4) sus libros tuvieron una gran difusión e impacto a nivel internacional” (p. 17). En la nota de edición vale mencionar la sinceridad de los editores con respecto al trabajo realizado (y que termina siendo un deleite para cualquier lector, más aún para cualquiera que admire el trabajo de estos cuatro grandes a los que se les llega a comparar con los Beatles por su genialidad y por empezar a desarrollar su trabajo a inicios de los años sesenta con un rotundo éxito, e incluso mucho antes, como es el caso de JC y CF): “Creemos que nunca se ha organizado un epistolario con cuatro grandes voces de la literatura comunicándose de este modo, y la consecuencia es que este libro es menos una recopilación de cartas que una gran narración en primera persona que pasa pronto del singular al plural” (p. 37).   

Una vez que el lector empieza a leer estas misivas, confirmará de primera mano el gran entusiasmo que desborda CF al dar a conocer sus primeros proyectos literarios (él empieza con estas cartas pidiéndole a JC colaborar con textos para la Revista Mexicana de Literatura) (16.11.55). Este mismo ánimo de CF quedó registrado al guardar las copias de las cartas que recibía y también las que enviaba, y que sirvió de mucho para la elaboración de este libro. Aquí un ejemplo de mención sobre sus primeros escritos: “Gracias, también por su crítica de Los días enmascarados. Ya tengo listo un segundo volumen de cuentos, y, para fin de año, una novela: «La región más transparente del aire»” (01.02.56) (p. 51). Lo mejor es que siempre recibe una respuesta de su destinatario (JC) sin importar el retraso que concernía el antiguo sistema de cartas. Esto permite deducir la calidad como persona de JC, más aún como escritor, pues ya había publicado Bestiario (en marzo de 1951) y Final del juego (en julio de 1956). Estas líneas corresponden después de realizar la lectura de la novela La región más transparente (título definitivo) con más de un apunte: “Puedo leer el libro como si leyera una novela de, digamos, Joyce Cary o Boris Pasternak;” […] “Usted ha incurrido en el magnífico pecado del hombre talentoso que escribe su primera novela: ha echado el resto, ha metido un mundo en 500 páginas, se ha dado el gusto de combinar el ataque con el goce, la elegía con el panfleto, lo satírico con la narrativa pura” (pp. 55-56) (07.09.58). Con la lectura de las siguientes cartas es evidente el paso del ceremonioso trato de “usted” al “tú”, lo que resulta más cercano y amical; más aún si se suma el hecho de encontrar un incuestionable valor en cada uno de estos escritos. Le sucede otra vez a JC con MVLL después de conocerse en París a fines de 1958 y de haber intercambiado las primeras cartas sobre Los impostores antes de llamarse La ciudad y los perros. La estima y admiración son evidentes: “Querido Mario: Anoche acabé de leer tu novela, que me ha conmovido profundamente. Tengo mucho que decirte sobre ella y quisiera verte pronto para charlar. ¿Me llamas a casa para combinar un encuentro?” (13.06.62) (p. 60). Esto mismo se confirma cuando JC se entera de que MVLL ha ganado el Premio Seix Barral. “Querido Mario: Julia acaba de darme la gran noticia. Te imaginas mi alegría, yo que tanto admiré “Los impostores” […]” (p. 67) (20.12.62). Otro punto para resaltar es la complicidad entre CF y JC cuando el primero empieza a interceder para que la obra del segundo pase al plano cinematográfico, territorio que conocía bien CF por su labor como guionista de cine y teatro: “Lo que me cuentas de Buñuel me parece casi increíble, y sobre todo la posibilidad de que un cuento mío y otro tuyo -nada menos Aura– entren juntos en la terrible y fabulosa máquina surrealista de Buñuel” (29.10.62) (p. 66). Este anhelo se concreta tiempo después con la versión de Antonioni con la película Blow-Up basada en el cuento “Las babas del diablo” de JC (1966). Por otro lado, MVLL también muestra entusiasmo al comentarle a CF sobre su nueva novela (La casa verde), aunque esta se mezcla con su indignación y espanto sobre las cosas que suceden en el Perú, como lo ocurrido con Jum, el cacique aguaruna que conoció en su viaje a la selva, y a las torturas que fue sometido por parte de los militares a quienes califica como unos verdaderos salvajes. Esta rabia se convierte en una ineludible fuente de inspiración: “La realidad peruana es demagógica, irreal, hay que buscar formas sumamente complejas (barrocas, como dices tú) para trasladarlas a una narración sin caer en el esquematismo o el panfleto” (07.04.64) (p. 85). Esta misma indignación se repite en MVLL otra vez con el Perú, sobre todo cada vez que regresa de viaje, pues se convierte en testigo de los cambios sociales que no son siempre favorables, más aún cuando aflora la corrupción y la inseguridad en su propio país: “Estuve en “Lima la horrible” solo diez días pues el viaje a la selva que debía durar una semana duró tres debido al mal tiempo. En el Perú todo anda mal. Lima ha sido invadida por indios sin trabajo, los mendigos atestan en las calles. Todo está corrompido: la política, la gente, el aire. La solución, chez nous, para por el apocalipsis. Hoy apareció una noticia en Le Monde. Para combatir la delincuencia, el gobierno peruano ha apresado a 1,600 prostitutas y homosexuales (la mayoría menores de edad) y los han enviado al Sepa, una cárcel dantesca situada en medio de la selva. El Perú es el horror, un día va a llover fuego, pero de la tierra hacia el cielo” (p. 94) (17.08.64). Con estas problemáticas en la realidad peruana, MVLL pone en el papel historias que se asemejan y que convencen y, a la vez, estremecen a cualquier lector. Le sucedió a JC con la lectura de La casa verde, quien le dedica las siguientes palabras: “A la altura de los primeros diálogos de Bonifacia con las monjitas ya estaba totalmente dominado por tu enorme capacidad narrativa, por eso que tenés y que te hace diferente y mejor que todos los otros novelistas latinoamericanos vivientes, por esa fuerza y ese lujo novelesco y ese dominio de la materia que inmediatamente pone a cualquier lector sensible en un estado muy próximo a la hipnosis (y eso no significa pérdida de lucidez, sino paso a otra forma de lucidez, que es el milagro de toda gran novela, de un Lowry o de un Joyce Cary o un Dostoievski, y no te pongas colorado, peruanito, que yo no elogio así nomás a nadie, aunque sea un amigo muy querido)” (p. 105) (18.08.65). 

Por su parte, GGM también cae en la sinceridad al adelantarle noticias a su amigo CF sobre su vida personal, sus viajes y más aún sobre la evolución de su trabajo: “Empiezo a decir que eres un malvado por encontrarte en Roma en este sábado sombrío, pero con un poco de egoísmo te lo agradezco, porque ya no tengo a quien visitar y el té dominical lo dedico a escribir. Hasta encontré el título de la novela: Cien años de soledad. ¿Cómo te suena?” (p. 112) (30.10.65). Lo más interesante (y gracioso) de las cartas de GGM es su inicio al dirigirse a sus destinatarios usando excelsos calificativos como Magíster o Máster. Estos mismos calificativos los repite CF porque no puede controlar su entusiasmo, más aún al ser uno de los primeros privilegiados al leer las primeras cuartillas de la novela de GGM: “Magíster magnífico! Tus primeras 70 cuartillas de Cien años de soledad son magistrales, y el que diga o insinúe lo contrario es un hijo de la chingada que deberá responder a los sangrientos puñales de largo alcance del joven escritor gótico C. Fuentes. Kafka, Faulkner, Borges, Mark Twain: con estas páginas, querido Gabriel, ingresas al no-man´s land de esas grandezas y esas compañías. Tu mentor G. Greene, desde ahora, es tu mozo de estoques” (p. 129) (15.04.66).

Esta amistad, efusividad y enorme estima son corroboradas en cada una de estas misivas que sirven para registrar no sólo grandes sucesos literarios como el Premio Rómulo Gallegos a MVLL, el Biblioteca Breve a CF o la publicación final de Cien años de soledad (todo ello ocurrido en 1967), sino también de otros hechos sociales y políticos como la ocupación de Praga (marzo de 1968), las revueltas en París (mayo de 1968) (en las que participan de manera directa CF y JC), la masacre de Tlatelolco o el golpe militar en Perú (ambas en octubre de 1968), primeras críticas a Cuba o las diferencias entre JC y Arguedas, incluido el suicidio de este último (1969), el caso Padilla (marzo de 1971), el golpe militar en Chile y muerte de Salvador Allende (septiembre de 1973) y el golpe militar en Argentina (1976). Todos estos hechos marcan las percepciones e ideas de los cuatro amigos escritores, además de sus discrepancias, lo que hace que estas correspondencias empiecen a ser cada vez menos frecuentes. Se suman otros temas personales como el rechazo de MVLL al género epistolar o el uso privilegiado del teléfono de GGM para comunicarse mejor (y más rápido). Un caso contrario es JC, quien confiesa su aversión al teléfono.

Tampoco se puede dejar de mencionar temas más íntimos como las separaciones con sus parejas, las mismas que quedan en evidencia con los saludos a modo de despedida y cuyos nombres dejan de ser mencionados para suplantarlos por otros. Sucede con Julia Urquidi (MVLL). También con Aurora Bernárdez y después con Ugné Karvelis (JC). Pasa lo mismo con Rita Macedo (CF). Queda también la mención a los problemas de salud como el hígado inflamado de GGM o las transfusiones de sangre a que tuvo que someterse JC ante un problema gástrico bastante serio. Y cómo no, otras ocurrencias como el día en que CF y GGM se fueron a una sauna en Praga para conversar con Milan Kundera y evitar el peligro de ser espiados sin importar encontrarse “en pelotas” (sic) en medio de un ambiente gélido en extremo; o la noche imposible de conciliar el sueño para JC y su pareja debido al frío en el departamento de Londres de MVLL que, a la vez, estaba poblado de roedores. O la sorpresa y el enorme gusto de GGM al probar el ceviche y el pisco peruano. Y cómo no emocionarse como lector con la última carta que le envía CF a GGM por las celebraciones de sus 85 años (esta carta es enviada dos meses antes del fallecimiento de CF el 15.05.12): “Nuestras vidas son inseparables. Te agradezco tus grandes libros” (p. 442) (14.03.12). Y esta última frase se podría repetir a cada uno de los firmantes de estas cartas, incluso después de su muerte: ¡Gracias por sus grandes libros, que se van a seguir leyendo por siempre! ¡Gracias por su correspondencia, que también se va a seguir leyendo por siempre!   

Este libro se lleva todos los aplausos.    

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Datos del libro reseñado:

Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa

Las cartas de Boom

Alfaguara, 2023, 568 pp.

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Reseña: Los genios (2023) de Jaime Bayly

Abrir la ficción

Por Erick Abanto López

La novela es como los buitres que están alrededor de la carroña.

Mario Vargas Llosa,

Lima, 26 de mayo de 1965

Jaime Bayly ha escrito una pieza explosiva y desenfadada de éxtasis y nostalgia, de carcajadas y lamentos, de vida. La celebración más histriónica y socarrona de los héroes admirados, la más ponzoñosa y divertida muestra de nuestras miserias, la expresión más delirante, subversiva, paródica, de homenaje y parricidio. El recordatorio cachaciento de que la ficción lo devora todo, que todo es posible en la ficción y que ella admite todo. Los genios es la demostración más sarcástica –y la más impúdica– de que en la ficción se puede estirar la libertad imaginativa, pendenciera, satírica, la libertad a secas, hasta sus últimas consecuencias, hasta encender, literalmente, el fuego de la creación.

En su última novela, Bayly construye o reconstruye el retrato completo de un vínculo extraordinario entre dos hombres épicos, un vínculo permanente de amistad y rivalidad, que comenzó una noche en el hotel más exclusivo de Caracas y terminó, casi diez años después, con un puñetazo seco en un cine de Ciudad de México. Pero lo que parece una apuesta documental y solemne, de novela histórica y elogio razonado, se convierte, con el paso de las páginas, en una crónica acompasada de la trayectoria literaria, intelectual y social de ambos escritores, y de su protectora, su confidente y mánager, la dueña de una agencia literaria barcelonesa con pretensiones empresariales de escala mundial. Y luego deviene, sin pausa y sin tregua, incesante, conmovedor y sorpresivo, en un largo homenaje a muchas de las figuras y personalidades del espectáculo, la política y las letras que habitaron esa época con un estilo y una presencia ineludible y a veces arrolladora: ahí están Carlos Barral, Bryce Echenique, Jorge Edwards, Joaquín Sabina, Fidel Castro, Salvador Allende, Juan Velasco Alvarado, Haydeé Santamaría, Julio Ramón Ribeyro, Cristina Peri Rossi, Pablo Neruda, Julio Cortázar, las actrices Katy Jurado y Camucha Negrete, Sebastián Salazar Bondy, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Fuentes, William Faulkner, Álvaro Mutis, Elena Poniatowska e inclusive, brevemente, Pablo Picasso.

Con una destreza inédita, Bayly trasparenta el mecanismo emocional por el cual una mentira cruel –una ficción peligrosa– impulsa al sujeto moralmente comprometido a la acción real violenta, a la brusca alteración de la realidad en favor de una inmediata justicia; es decir, la manera por el cual cierta ficción empaña la razón de quien defiende razones y lo nubla en un arrebato de fervor y violencia.

¿Cómo una simple y breve mentira, un cuentito vano, una fábula ligera, puede anular cualquier fuero racional y equilibrado, y liberar nuestras fuerzas más irracionales, obnubilarnos hasta volvernos perros agresivos? ¿Cómo un sencillo rumor no corroborado, inventado por la mujer amada para celar y pedir cariño, puede disolver el andamiaje racional de su marido infiel hasta transformarlo en un animal que golpea para defender su territorio y la legitimidad machista de su dominio? ¿Hasta qué punto esta tensión entre ficción y realidad enmascara una tensión sexual de dominio, y hasta qué punto la tensión entre libertad sexual y patriarcado esconde una tensión entre una ficción que empieza a ser asumida como real y otra que va perdiendo poder en la realidad?

Bayly instala el contraste entre dos modos de vivir la masculinidad machista –el fiel que es el mejor amigo de su esposa y aun así termina noqueado por una escena de celos, y el infiel que, siendo mujeriego, no deja de ser amante y vigía metódico de su esposa– y en el centro coloca a una joven que no sólo quiere ser esposa, sino también quiere dejar de ser objeto, una joven que quiere ser sujeto, que también quiere hacer, que quiere ser libre siendo alguien, pero que no puede, que a pesar de su energía, ya no puede huir, que le cuesta evadir el poder seductor, cómodo, engañoso que la empuja otra vez, irremediablemente, a lavar, cocinar, planchar y limpiar.

Y como en otras ficciones de Bayly, aun tratándose de personajes homónimos de personas famosas y exitosas, al final siempre terminan perdiendo por algo que no fue bien procesado o entendido: el golpeado pierde a su amigo por un malentendido de celos, el agresor pierde su compostura por un malentendido de su honor, la joven pierde su destino por un malentendido en su rol conyugal. El golpeado pierde por confiado, el agresor por violento, la joven por sumisa.

No obstante, más allá de estas pequeñas pérdidas, que no son más que extrapolaciones de las últimas escenas de la novela, uno de los tantos méritos de Bayly reside en la estrategia que despliega para contar su historia.

Para empezar, el narrador no trata igual a los dos personajes principales. Es más, en muchas ocasiones, se muestra compasivo e indulgente con García Márquez: le perdona sus preferencias políticas –que, muy enfático, detesta–, le acompaña en sus aventuras más románticas, lo sigue con candor cuando está en escena, le hace contar chistes y lo celebra, le hace cantar vallenatos y lo celebra, le hace hablar con su esposa y no se entromete, lo mira con piedad, fraterno, benévolo con sus creencias, cómplice de sus supersticiones, siempre con ganas de tener anécdotas con él, de contar sus pequeñas tragedias juveniles, su vida pobre en París, su levedad y su alegría contagiosa. El narrador es generoso con él, nunca lo desnuda ni lo expone en una situación bochornosa, lo mima, lo sigue; en cierto modo, lo quiere.

Por el contrario, a su otro personaje, Mario Vargas Llosa, el narrador nunca deja de joderlo. No lo detesta, pero no lo quiere. Lo busca, le hace bromas, lo persigue hasta en sus encuentros íntimos, no lo deja en paz. Se burla de su seriedad, se mea de risa cuando lo ve. Y cuando descubre que es mujeriego, afila la puntería y nunca lo suelta. Le hace mil criolladas, se mofa en su cara, se desternilla de risa cuando cae en la trampa, y siempre encuentra una manera de ponerlo en aprietos. Pero el personaje lucha y no se deja, resiste, y, a veces, tiene el temple y la firmeza del héroe. El narrador se maravilla de esa tenacidad, lo menciona con orgullo, pero no da tregua, radicaliza su joda: castra a su hijo con un perro una tarde de borracheras y a él lo zarandea con almorranas una mañana de arrechura, y en el rato menos pensado le pone otra mujer delante, y si no es una amante, es una prima, y si no es una prima, una tía, una actriz, una mujer de la calle, una francesa, una limeña o incluso, exagerado, perverso, como si fuera pasado oculto o promesa utópica, un «para Mario, todas las putas del mundo».

Ahí está el mérito, la broma, la magia. El truco de esta ficción.

Bayly usa todos los temas centrales de la obra narrativa del escritor Mario Vargas Llosa y los refleja, invertidamente, sádicamente, con intención plena de tergiversar su potencia evocadora, en la historia singular y graciosa de su personaje Mario Vargas Llosa.

Y así, al igual que el escritor Mario Vargas Llosa cuando utiliza la figura del dictador Trujillo para mostrar el lado esperpéntico y ridículo del poder, y la devoción irracional de la población hacia su figura obviando el absurdo y lo circense, Bayly utiliza la figura de su personaje Vargas Llosa para mostrar lo mismo, pero sin dejar de exagerar y de reír. Y al igual que Vargas Llosa cuando se divierte con las arrechuras sexuales de Pantaleón y las ocurrencias de las visitadoras, Bayly se jaranea con las arrechuras de su personaje Vargas Llosa y las muestra hasta el detalle y sin pudor. Y así como Vargas Llosa se burla del compromiso literario que tiene Pedro Camacho para ponerse a escribir cojudeces, Bayly se burla de la rutina metódica y aburrida de su personaje Vargas Llosa, de su falta de baile y de su pavor a las discotecas. Y así como Vargas Llosa disecciona la violencia engendrada en espacios cerrados y la forma agresiva en que la amistad y la rivalidad es administrada por códigos militares, la conversión de jóvenes en perros, Bayly disecciona, por medio de su personaje Vargas Llosa, la atmósfera jerárquica y varonil del Boom, la competencia y la complicidad fálica, y la conversión insólita, inesperada, de escritor afamado en perro celoso, en perro guardián. Y, por último, así como Vargas Llosa grafica la descomposición moral de una sociedad entera y el final de una época en el Perú a través del intercambio cantinero de dos hombres separados por la edad, Bayly grafica la lenta agonía de ese mundo nuevo y utópico que proclamó la izquierda en los años sesenta (con Fidel, Allende, Velasco Alvarado, el Mayo del 68 y los hippies) y el final de una época en España con la muerte de Franco, a través del intercambio literario y fraternal de dos hombres separados por la edad.

Jaime Bayly

Pero Bayly es Bayly, y en lugar de reelaborar la obra vargasllosiana desde la gravedad o la solemnidad, lo hace desde la sátira, desde la parodia, desde la alegría y la sorna más generosa, desde la malicia, esa malicia suya, elegante y efectiva, que finge leve cortesía antes de disparar la criollada, la frase perfecta, simple, sorpresiva, que te mata de risa. Es el mejor homenaje a los maestros del Boom, pues no sólo se inspira en ellos, sino que lo hace desde la convicción de que siempre se puede explorar otras posibilidades narrativas, de que, aun tratándose de Vargas Llosa y García Márquez, de sus biografías, sus victorias y derrotas, y de sus pequeñas tribulaciones tragicómicas, se puede llevar la ficción hasta sus últimas consecuencias.

En cierto modo, Los genios es el homenaje, el balance y la liquidación, que hubiera querido leer Roberto Bolaño, pues el Bayly que elogió hace veinte años, y que nadie más secundó, está aquí, en esta novela, flamígero.

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Datos del libro reseñado:

Jaime Bayly

Los genios

Revuelta Editores, 2023