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Reseña: La clase de griego (2023) de Han Kang

El lenguaje de los sentidos

Por Eliana Del Campo

Escribir puede ser, de cierto modo, una exploración de los sentidos, y si hay una obra signada por dicha búsqueda es la de Han Kang (Gwangju, 1970). En La clase de griego explora la difusa frontera entre el silencio y la palabra. Entre aquello que se nombra y lo que permanece inaccesible. El lenguaje se percibe como un corredor infinito en el que sombras y espejos se persiguen sin tregua. Un lugar desde donde Kang observa la penumbra de los días.

La trama se presenta como una armonía a dos voces: por un lado, la historia de una mujer quien intenta recuperar la capacidad del habla asistiendo diligentemente a clases de griego antiguo como alumna libre. Kang invita al lector a ser una especie de guía invisible de la protagonista, acompañando con cautela sus pasos a medida que se nos brinda pinceladas de su vida íntima a través la historia de sus pérdidas: duelos, separaciones y la pugna por la custodia de su hijo, eventos derivados en gran parte a su mutismo absoluto y, en apariencia, irreversible.

Como contraparte a dicha historia se nos presenta la del profesor de griego, devenido en un  portavoz del desarraigo. Se trata de un coreano que, al haber pasado la mayor parte de su vida en Berlín, ha perdido la sensación de familiaridad en su tierra natal. Auto percibido como extranjero en todas partes, el profesor halla en esta lengua agonizante un refugio. Sin embargo, este escenario se ve amenazado por una ceguera que avanza lenta e inevitablemente hacia un mundo sin imágenes y sin recuerdos.

Los fragmentos de la memoria se mueven y crean formas. Lo hacen sin un patrón, sin plan ni sentido alguno. Se dispersan y, de pronto, se unen con determinación. Parecen incontables mariposas dejando de aletear al mismo tiempo; parecen bailarinas impasibles con los rostros cubiertos” (p.97)

La novela traza un mapa de sensibilidades donde las palabras flotan cual canela sobre agua, sin mezclarse del todo, suspendidas en un espacio que es memoria y vacío en simultáneo. Han Kang se apoya en el griego antiguo para ahondar en las posibilidades del lenguaje y convocar el poder de las palabras, devenidas en fantasmas evasivos. La lengua se convierte así en la encarnación de los sentimientos de ausencia, pérdida y duelo por aquello que jamás se pudo pronunciar. De ahí que uno de los mayores aciertos de la autora sea el retrato de sus personajes y los padecimientos que los aquejan: nadie valora más el sonido que quien no puede pronunciar palabra alguna; nadie siente más la ceguera que quien pierde su visión lentamente. Kang caracteriza a sus protagonistas como seres que habitan el silencio, sostienen lo que se deshace y aprenden a vivir con la estela de las palabras que se alejan.

Por muy insignificante que fuera la frase, dejaba traslucir, con la fría claridad de un trozo de hielo, la perfección y la imperfección, la verdad y la mentira y la belleza y la fealdad. Sentía vergüenza de las oraciones que se desprendían de su lengua y de sus dedos como blancos hilos de telaraña. Le daban ganas de vomitar. Y de gritar” (p.15)

En La clase de griego la duda irrumpe como una lluvia copiosa, lacerante y fría, y debilitan toda certeza. Como el vidrio transparente que engaña a un ave atrapada, el ojo de la mente se aferra a cada imagen con codicia, temeroso de que se extingan los recuerdos y los días. Y, como en el cuento de su admirado Borges, Kang detiene el tiempo de lo narrado y  lo suspende en un punto equidistante entre el amor y el dolor, la soledad y la quietud. En un instante en el que se pone en tensión la vulnerabilidad de lo humano y el tesoro irrepetible del presente.

Han Kang no escribe para quienes temen olvidar, sino para aquellos que  no desisten de indagar sobre lo que nos hace humanos. Su literatura nos permite  contemplar cómo las palabras,  frágiles y luminosas, nos otorgan sentido incluso en medio del silencio. Aproximarse a su obra es una invitación a reflexionar sobre nuestras formas de comunicarnos, a alejarnos del ruido cotidiano y observarnos bajo la luz del yo.

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Datos del libro reseñado:

Han Kang

La clase de griego

Random House, 2023. 174 pp.

Traducción de Summe Yoon.

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Entrevista: Amaury Colmenares

Amaury Colmenares: “Me interesaba explorar algunas de las posibilidades de la mentira”

Por Sebastian Uribe y Eliana Del Campo

Amaury Colmenares (Ciudad de México, 1986) fue uno de los escritores invitados de Feria Internacional del Libro de Lima 2025. Radicado en Cuernavaca, se ha dicho que su obra explora la relación entre la magia, el humor, la ciudad y la literatura. Es co-director del colectivo cultural Ruina Tropical, con el que ha organizado eventos como bailes multitudinarios de sonidero, exposiciones efímeras en edificios abandonados y proyecciones de cine en balnearios. En el 2024 obtuvo el Premio de Narrativa Las Yubartas en su primera edición por su novela Acequia, la misma que fue publicada por distintas editoriales independientes de Latinoamérica y España. La edición peruana estuvo a cargo de Pesopluma. A propósito de esta publicación, fue que tuvimos la siguiente entrevista:

En Acequia la risa se percibe como un medio para desconcertar al lector de la solemnidad cotidiana, no como una negación del tedio sino como un propósito que va más allá de ello ¿Podemos considerar el humor como una experiencia de celebración dentro de tu narrativa?

Más bien considero que es una dimensión de la realidad que uno elige ver o ignorar. Todo tiene algo de sublime, algo de horrible, algo de muy gracioso, y cada quien decide si le va a poner atención a ese aspecto o no.

En mi novela he procurado destacar muchos de los aspectos absurdos o graciosos de la realidad de cada personaje y ocurren eventos que normalmente tendrían un signo grave, sublime o incluso erótico, pero en la narración están recreados en clave humorística. Pero no pienso al humor como un consuelo o una burla, sino simplemente como una posibilidad.

Las descripciones de la geografía de Cuernavaca y sus derivas históricas y políticas son como “lados-b” de la historia oficial que a menudo se impone ¿Cómo fue esta exploración desde la literatura?

Estudié historia como carrera profesional y desde la academia me enteré de ese pasado de mi ciudad. Si se pone en perspectiva, realmente se aprecia la tendencia muy clara de esta urbe de ser una especie de escenario paralelo y discreto de la historia del país. Conforme pasaron los años, me fue posible dar cuenta de ese proceso en la novela, fui imbricando en el tejido narrativo los eventos que me parecen interesantes del pasado ilustre de Cuernavaca. Quería entregar una ciudad en alto contraste, seleccionando sus rasgos más interesantes y exagerarlos hasta borrar todo lo que tiene de soporífera y anodina (como cualquier otro lugar del mundo) para que pareciera un jardín exótico del que digamos que suprimí los elementos más simples, como el césped bien cortado o los geranios, para crear un lugar estrambótico.

En la historia, las mentiras diseñadas por parte de la editorial El Helecho son una vuelta de tuerca al tema de los bulos, al mostrarlo con un matiz creativo distinto, incluso como un guiño a la docilidad de las sociedades para no cuestionar la información que se recibe. ¿Cuál es tu perspectiva sobre este tema? ¿Hay una exageración con los efectos de un de un fenómeno que existe desde la época de la Conquista?

Vivimos en una civilización fundamentada en la objetividad y la verdad científica, pero nuestra realidad se basa en nuestra percepción, lo que elimina de hecho cualquier posibilidad de conocer el mundo tal cual es. Sólo podemos observarlo y medirlo, pero siempre desde nuestra perspectiva y percepción humana, que es limitada. Siempre me ha parecido muy interesante cómo de un mismo hecho pueden crearse numerosos relatos, y cómo el discurso genera realidades diferentes. En Acequia me interesaba explorar algunas de las posibilidades de la mentira. Creo que la gente tiene mucha maña para moldear la realidad a su conveniencia y en la novela presento algunos ejemplos.

La leyenda del “Ronald McDonald” que cobra vida es uno de los momentos más significativos de la novela, sobre todo al indagar sobre su ocurrencia “real”. ¿Cómo crees que se tejen las relaciones sociales alrededor de rumores y leyendas como esas? ¿Qué identidad social se puede conformar a partir de ficciones así?

Durante varios días, el evento del “Payaso diabólico”, como se le conoció en los medios, fue real. Cuernavaca se paralizó. La gente estaba en shock. Según he podido averiguar, el origen de este evento fue el espionaje entre medios. Un empleado de un periódico le vendía las noticias importantes de su medio, las exclusivas, a su competencia, y así fue como una portada ya hecha para imprimirse el día de los santos inocentes fue pasada como verdadera y otro periódico la imprimió antes de tiempo sin saber que se trataba de una broma. No importa. Lo importante es que, durante una semana, mi ciudad vivió una realidad en la que un payaso de fibra de vidrio cobró vida y asustó de muerte a dos hombres. Esto ocurrió en verdad y es un claro ejemplo de la débil frontera entre realidad y ficción.

Y creo que ahora, con los medios digitales entrando en la era de la inteligencia artificial, vamos a volver al empirismo, porque no habrá manera de saber si algo es cierto o no a menos de que vayas y lo veas. Y ni eso. Una fantasía absoluta es lo que nos espera así que consumir arte es la mejor manera de ir entrenando capacidades importantes para el carnaval que nos espera.

Los libros de la editorial El Helecho nacen a partir de un juego borgiano de trastocar una obra y alterar, de forma extrema, su autoría, forma y fondo. ¿Cómo surgió esta idea en la novela? ¿Qué representa Borges en tu modo de leer y escribir?

Me pasa todo el tiempo que leo mal cosas en la calle y durante un momento las cosas más extrañas están ahí, en un anuncio del gobierno o en el nombre de un negocio. Luego del estupor o la maravilla inicial, leo de nuevo y me doy cuenta de que soy idiota y simplemente leí, una vez más, mal. Pero durante unos segundos, así como durante unos días Cuernavaca vivió la psicosis de que había un payaso asesino diabólico suelto, durante unos segundos mi realidad es otra. Y ese interregno es el que me apasiona y el que busco recrear en mi literatura. Me parece muy borgiano y también muy cortazariano. Momentos en los que queda patente que la realidad es muy endeble. Y esto pasa todo el tiempo. Quizás a mí con mayor frecuencia de la debida para un adulto.

Es inevitable pensar en Perec durante la lectura de Acequia, por ello queríamos consultarte por el desafío de escribir una novela donde fluyen tantas historias a la vez. ¿Cómo fue el ejercicio de ordenarlos y dotar de un ritmo propio a cada una?

Me tomó mucho tiempo porque fue un proceso más de imaginación que de estrategia racional. Me interesaba mucho que las historias se retroalimentaran con la naturalidad en la que en nuestra realidad ordinaria todo está conectado. No quería forzar nada en el mundo de la novela. Entonces fue necesario dejarlo fluir en mi imaginación durante muchos años para que las historias fueran creciendo a su ritmo y se fueran mostrando los puntos de contacto.

Quizás un poco como los esquejes, que hay que dejarlos crecer hasta que ya es posible cortarlos sin que mueran. Son la misma planta y sólo se convierten en dos plantas en el momento en el que se corta la unión original. Pasas de una sola planta a dos plantas en el instante de un corte, pero esto es posible porque durante un tiempo dejaste que el esqueje creciera. Así pasó con la novela, pero a la inversa.

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Datos del libro publicado:

Amaury Colmenares

Acequia

Pesopluma, 2024. 278 pp.

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Reseña: El barón Wenchkeim vuelve a casa (2024) de László Krasznahorkai

Apocalipsis cotidianos

Por Sebastián Uribe

«Si se ha de vivir que sea sin timón y en el delirio», dice un verso de Mario Santiago Papasquiaro. Esta es una consigna que bien podría aplicarse a los personajes de László Krasznahorkai (Gyula, 1954) en su última novela traducida al español. ¿Cómo termina una comunidad entera sumida en la locura? ¿A qué responde dicho comportamiento colectivo? Como en la mayor parte de su obra, el escritor húngaro explora los andamiajes que sostienen a los regímenes autoritarios. En el caso de esta novela, recurre a una elevada dosis de humor que funge de música de fondo en el descenso a los infiernos de los personajes.

Tras varios años de exilio en Argentina, Béla Wenckheim, barón caído en desgracia tras haber dilapidado su fortuna en el vicio de los juegos de azar, vuelve a tierras húngaras sin imaginar el nivel de histeria colectiva con el que sus paisanos lo esperan. Este contexto inesperado obstaculiza el anhelado reencuentro con su enamorada de juventud quien, cree él, es su última esperanza de redención y la única posible respuesta a la necesidad de seguir existiendo. La revelación de su intencionalidad de reencontrarse con Marika, la destinataria de su afecto, afectará la percepción social que recae sobre ella. Esta situación ­–que gatillará una serie de rumores y chismes que circularán por toda la ciudad– también ocasionará que muchas personas, comenzando por el alcalde, intenten sacar provecho de la supuesta holgura económica del barón.

Krasznahorkai recrea el delirio colectivo de un pueblo entero mediante la superposición de un testimonio tras otro, concatenados en una serie desesperada de cada uno por afirmar su existencia. A modo de entremés, se intercala la historia principal con una subtrama de un personaje, denominado Profesor, quien, tras ser víctima de los periodistas locales al iniciar la novela, deviene en rival de una pandilla de neonazis, en unos pasajes más cómicos del libro. A la narración, se le suma un tétrico pasaje, cuya conexión con la historia del barón y su pueblo se revelará solo hacia el final de las casi quinientas páginas de la novela.

La prosa característica del húngaro, con sus frases extensas y que por momentos parecen infinitas, requieren la atención total del lector. Este ejercicio resulta tan arduo como placentero: es una invitación a expandir todos nuestros sentidos para lograr atisbar la locura del mundo actual, en el que más allá del avance tecnológico –presente en los dispositivos que usamos a diario o la inmediatez de las comunicaciones– no dejamos de reproducir comportamientos primitivos motivados por el miedo a morir:

 «(…) durante un buen rato nadie se atrevió a abandonar su domicilio, sólo intentaban pensar, pero resultaba imposible hacerlo de forma razonable, comprender qué era eso y cosas semejantes, todo esto parecía a primera vista la culminación de cuanto había sucedido en los últimos tiempos, el miedo se había asentado muy en lo hondo de todos, miedo a salir y ser los siguientes en acabar asesinados, violados, humillados, secuestrados, en desaparecer sin dejar rastro, de manera que nadie, ni un solo habitante se atrevía a salir, permanecían agazapados tras las ventanas y miraban por los huecos que dejaban las cortinas lo que ocurría allá fuera, de modo que realmente resultó difícil explicar por qué luego salieron a pesar de todo, no fue porque ya todo les diera lo mismo, a buen seguro, para eso no estaban todavía del todo desquiciados, sino precisamente por el miedo…» (pág. 473).

Las últimas cien páginas del libro dan cuenta sobre cómo el mesianismo, eterno refugio de las sociedades en tiempos de crisis, se convierte en una extensión de lo más abyecto de los seres humanos al no otorgar la anhelada salvación y acaba por mutar en una fascinación por aquellos que infunden y propagan el terror. Tras el abrupto giro narrativo que sufre la historia del protagonista, Krasznahorkai nos reinstala en un presente tan absurdo como posible. Un desvarío que produce el nacimiento de demonios entre nosotros. Una risa espantosa que retumba más y más fuerte al terminar de leer esta novela, y que los lectores latinoamericanos, más allá de las distancias geográficas y las diferencias socioeconómicas o culturales, reconoceremos como cercana. 

Por estos días, se ha escrito mucho sobre cuál es la mejor puerta de entrada a la obra del nuevo premio nobel. Algunos críticos recomiendan iniciar por sus novelas canónicas, como Tango satánico o Melancolía de la resistencia. Otros, sugieren, en cambio, comenzar por su narrativa breve.  En lo personal, me encuentro en este segundo grupo. Sin embargo, opino que El barón Wenckheim vuelve a casa se erige como una opción intermedia.  Esta novela, con su oscilación entre el horror y la comedia, es una donde el lector puede encontrar una sofisticada narrativa que invita a resistir a la inmediatez que demanda el lenguaje del día a día y nos hace caer en cuenta que el apocalipsis no está por llegar: está sucediendo.

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Datos del libro reseñado:

László Krasznahorkai

El barón Wenchkeim vuelve a casa

Acantilado, 2024. 512 pp.

Traducción de Adán Kovacsics

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Reseña: Semilla (2023) de Bora Chung

Germinar la incertidumbre

Por Alessandro Campos

En los relatos reunidos en el presente volumen, Bora Chung (Seúl, 1976) trenza la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Historias vertebradas por un carácter extraordinario e impredecible.  La autora coreana aborda los problemas de la civilización actual que conducen a un futuro incierto.

Su prosa se desenvuelve con solvencia en cada diferente narrador que introduce. El rasgo que comparten todos ellos es la urgencia de contarnos lo vivido. Existe una necesidad de desahogo que se percibe en la tensión constante de su sintaxis.

«Un matrimonio ordinario» es narrado por un esposo que ya no resiste guardar más el secreto en torno a lo que pasó con su esposa, específicamente con sus manos. Este relato explora el paralelo de dos soledades que se compenetran para toda la vida y los límites de la intimidad. Lo que empieza con extrañas llamadas en horas de madrugada termina siendo una revelación que involucra a su relación, su familia y a toda la humanidad en su conjunto. Como lectores, podemos optar por dejarnos llevar por lo fantástico y creerle a la esposa, confiar en la desesperación del esposo, o admitir la pérdida total de la cordura de ambos.

En «Maria Gratia Plena» la narradora es la encargada de recuperar los extractos de la memoria de “Ella”, una mujer que tiene un brazo biónico y comercializa drogas. Aquí asistimos a la fundición de la memoria real, los recuerdos manipulados, el sueño y las realidades posibles. Uno se puede preguntar cuánta compasión es necesaria, al vivenciar los recuerdos del otro, para justificar la drástica pérdida de la propia humanidad con tal de proteger el recuerdo más original que se posee.  Así es cómo Bora Chung hilvana empatía con ternura, sin librarnos de la tenaza de tensión.

«Semilla» muestra las consecuencias de un cataclismo ecológico centrado en la agronomía. Las plantas son los protagonistas mientras que los humanos, nuevamente al borde del colapso, buscan descifrar la causa de la prosperidad de las plantas. En este cuento se concibe a la naturaleza como una programación sabia en adaptarse a la  vasta cantidad de variables que la componen. El relato explora la perseverancia de la vida, la posibilidad de una sólida unión sin egoísmo al momento de proteger lo esencial porque ahí yace la esperanza de revivir el verdor con una sola eclosión. Es el esfuerzo primigenio el que hace que la unidad más pequeña contenga la historia de todo. Esto se condensa en una narración que sintetiza muy bien por qué ideas como progreso o modernización no se pueden aplicar a los bosques.

«El final del viaje» es un soliloquio donde la narradora nos cuenta cómo perdió a su amigo y se quedó sola en la galaxia. Apreciando un mundo ya inerte, narra la debacle de la civilización a través de un virus que canibaliza a las personas. Como lingüista y militar, es convocada a ser parte de la tripulación que busca sobrevivir navegando las estrellas y, como si de una distopía épica se tratase, somos testigos de cómo el conflicto surge entre ellos. Se desarrolla un duelo de motivaciones entre el nihilismo de la narradora y la esperanza racional del amigo que es ingeniero mecánico, con descripciones explícitas que dan cuenta de cómo escala la violencia hasta llegar a la aniquilación.

Todas estas historias nos envuelven con su originalidad y su peculiar extrañeza. Sus arranques encapsulan calculadamente la ebullición de su fruto, una sorpresa que nos interpela y cuyo efecto permanece por largo tiempo. Esa es la victoria narrativa de Bora Chung: nosotros, sus lectores, nunca salimos indemnes de sus finales.

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Datos del libro reseñado:

Bora Chung

Semilla

Vestigio, 2023. 206 pp.

Traducción de Cammy Cho y Yoonhee Kim

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Entrevista: Mario Calabresi

Mario Calabresi: «Lo más importante fue recordar y mostrar a todos que mi padre era una persona íntegra»

Por Alessandro Campos

Periodista y escritor italiano, Mario Calabresi empezó como cronista en la ANSA y dirigió los diarios la Repubblica y La Stampa. Ha publicado: Spingendo la notte più in là (2007) Non temete per noi, la nostra vita sarà meravigliosa (2015), La mattina dopo (2019), Quello che non ti dicono (2020), Una volta sola (2022), Sarò la tua memoria (2023) y Alzarsi all’alba (2025). Estuvo de paso por Lima como uno de los autores invitados de la delegación italiana la FIL LIMA 2025 y hablar sobre Salir de la noche, títulopublicado en España por Libros del Asteroide, que también comentamos en nuestra web.

Mario Calabresi / ©Anna Casellato

¿Cómo fue para ti crecer en un país, en una sociedad que ya había dado por derrotadas las ideas? Pensamos en la imagen de Giuseppe Memeo que aparece en el libro y a la que Umberto Eco señaló como símbolo de la desesperanza.

Para mí no fue fácil entender la violencia política que había cuando era niño. Cuando ya estaba en la escuela superior, muchos días no iba a clases, sino que iba a una librería o a una biblioteca a leer los periódicos de los años 70, tratando de entender lo que había pasado en Italia. Durante muchos años, en esa librería, solo encontraba libros que daban respuestas, pero todos estaban escritos por ex terroristas. Entonces sentí que había una necesidad de contar esa historia desde otro punto de vista: el de las víctimas. Esperé mucho tiempo por ese libro, pero nunca llegaba. Al final, decidí escribirlo yo mismo.

Salir de la noche es una crónica, una biografía, también parece un diario, y además contiene historia real italiana y de tu familia. ¿Cómo se fue formando ese estilo? ¿Cómo definiste la estructura?

Creo que se puede decir que este libro es una memoria, un memoir familiar. Es un libro de investigación histórica, pero también de memorias personales y familiares. Intenté hacer un libro muy asciutto, esencial, sin adornos. Al inicio era más largo, tenía entre 40 y 50 páginas más, pero lo fui reduciendo porque pensaba que tenía que ser un libro indispensable, no un libro demasiado grande y en el que estén las cosas más importantes. Todo está resumido. No solo está lo esencial, sino también está condensado.

El libro fue publicado en el año 2007 ¿Hubo algún descubrimiento o dato nuevo en estos dieciocho años que te hubiera gustado incluir en el libro y que tal vez cambia alguna percepción que ya está plasmada?

Esta edición española tiene un texto adicional al de la versión italiana, y algunas historias están actualizadas. Este libro sigue vendiendo muchas copias cada año en Italia porque se lee mucho en las escuelas, superando el medio millón de ejemplares vendidos. Cuando salió en Italia, en 2007, hubo un gran debate sobre la necesidad de una pacificación después del terrorismo, de pasar la página. Y cuando se publicó en España, hace un par de años, ocurrió el mismo debate. Por eso creo que también tuvo éxito, porque reflejaba ese tipo de discusión acerca de problemas similares.

Cuando eras niño hubo una especie de desacreditación hacia tu familia, hacia su memoria y el nombre de tu padre ¿Cómo se defendieron de dichos ataques?

Mi madre nos enseñó a mí y a mis hermanos a no cultivar la rabia y el odio, sino a buscar la verdad y la justicia, y a mantener viva la memoria. Nosotros hemos hecho esto, y lo más importante fue recordar y mostrar a todos que mi padre era una persona íntegra, un hombre vertical, que no tenía culpa y que fue injustamente asesinado.

Profundizando un poco en ese aspecto de no tener rabia u odio, en el libro, cuando recoges los testimonios mencionas que algunas víctimas se llegaron a reunir con los terroristas. ¿Cómo se permite ese tipo de encuentro? ¿Existen condiciones para el perdón?

Mi madre ha hecho un largo camino de reconciliación y ha perdonado a los asesinos de mi padre. Es un proceso que ha durado 50 años, un camino muy largo. Yo y mis hermanos hemos hecho un camino distinto, no uno de perdón, sino uno centrado en la memoria, en la importancia de la memoria y en la capacidad de pasar la página y mirar hacia adelante. Y no, no hemos tenido una relación con los exterroristas.

¿Cuánta participación tuvo tu mamá en la creación del libro?

No, para mi madre hablar de mi padre siempre fue un problema. Si empezaba a hablar de él, empezaba a llorar como si fuera ayer. Entonces, durante años traté de entrevistar a muchas personas, pero no a ella. Usé la memoria de mi abuela, de los amigos de la familia, leí diarios, cartas, pero mi madre leyó el libro por primera vez cuando ya estaba impreso.

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Nada nos une (2025) de Lenin Heredia Mimbela

Una novela sobre la víctima

Por John Valle*

Nada nos une (2025) es la segunda novela del joven narrador piurano Lenin Heredia Mimbela y, como el mismo autor manifiesta en la presentación, la segunda parte de la historia de Morir en mi ley (2021), su primera novela. En cuanto a los elementos formales de esta narración, constituye un logro del autor la construcción de su universo novelesco mediante oraciones cortas, yuxtapuestas en muchos casos, que contribuyen a la atmósfera tensional. Asimismo, el recurso dialógico es una herramienta muy bien aprovechada que contribuye a la presentación de los personajes a través de sus actos cotidianos. De esta manera, las descripciones devienen recurso accesorio, pero cuando las hay, estas son precisas, mínimas. En cuanto el tema, me atrevo a afirmar que esta novela introduce en la tradición narrativa contemporánea otro tipo de víctima y de violencia, ajena a la época del terrorismo: la víctima del sistema de vida actual dominada por el uso de las redes sociales y por la codicia del poder de organizaciones criminales con nombres de partidos políticos, cuyos líderes se hacen elegir a cambio de prebendas o mediante el chantaje.

En el plano de la historia, Nada nos une narra el trágico desenlace de la relación entre una madre y su hija -Lili y Becky-, ambas procedentes de la ciudad de Piura, y afincadas en Lima. La tragedia se presenta desde el inicio: “Becky ha muerto”, por lo que podría suponerse que la historia va a limitarse a desenredar la madeja de circunstancias que condujeron a la muerte de la adolescente, como sucede en novelas como Crimen y Castigo o El Túnel con un arranque similar, pero no. Lenin Heredia apuesta también por contar en simultáneo las vicisitudes de Lili para procesar su pérdida a su manera: “Becky volvió. Y yo no morí. No del todo”, confiesa la mujer. Así, ambas citas fijan la pauta de lectura que ayudarán a desentrañar la técnica narrativa de Heredia en clave psicoanalítica, porque Becky configura el significante forcluido que regresa de la dimensión de lo Real, pero no para desestabilizar emocionalmente a la madre, sino para ayudarle a aceptar su pérdida. 

Las historias de madre e hija configuran, en este plano, los hilos narrativos de la novela, pero con la necesaria complementación de las historias de sus pares masculinos para formar dos líneas narrativas dobles. En el caso de Becky, con la historia de su enamorado, Dante, el hijo de un candidato a la alcaldía distrital, pero atrapado en una red de pedófilos con quienes comparte a su enamorada mediante videos íntimos a través de la Internet a cambio de dinero; en el caso de Lili, con los altibajos de Gustavo, su nueva pareja, un profesor universitario con sus propios conflictos que le han impedido satisfacer las exigencias emocionales de su mujer, aunque sí ha conseguido una relativa cercanía con Becky. Así, un narrador en tercera persona va guiando al lector a través de cuatro capítulos divididos en apartados distribuidos según una lógica narrativa que cautiva al lector.

A diferencia de su primera novela, en Nada nos une, Heredia muestra una evolución en su técnica narrativa. Esta vez, además de haber tejido hábilmente en un primer plano narrativo los hilos dobles ya mencionados, como si ubicara al lector en un lugar privilegiado para observar la copa de un árbol, el autor ha sabido insertar por debajo, como una especie de tronco doble que sostiene el follaje, dos historias complementarias. La primera corresponde al padre de Dante, el ingeniero Andrés que ha postergado a su familia por debajo de su afán de ganar votos para la alcaldía; la segunda, al modus operandi de la red de pedófilos que chantajean al hijo, lo que constituye una seria amenaza para las ambiciones políticas de don Andrés. 

Desde esta perspectiva, es pertinente afirmar que en esta novela se desnuda una realidad donde los aspirantes al poder han normalizado códigos nada éticos para competir en su aspiración, donde la familia y la población devienen víctimas de esas componendas. Así, la novela puede leerse como un coro de voces de las víctimas de un orden que violenta la estructura familiar, la inocencia de la niñez, el sentido de justicia y el de servicios a la comunidad. Porque constituyen una alianza férrea el vínculo entre redes sociales y organizaciones políticas o criminales, donde las debilidades personales pueden devenir poderosas máquinas de destrucción, desprestigio, desunión, frustración y muerte, siempre que sirvan a su propósito. Además de ser la víctima mortal en la novela, Becky lo es también de su ingenuidad y de la desatención de sus padres; además de ser víctimas del desamor que les dejó graves secuelas, Lili y Gustavo lo son también de la maquinaria infernal que consume dignidades, vidas, amores y conciencias para alcanzar el poder político o económico; además de ser una víctima de la ruptura familiar causada por el deseo de poder, Dante, su hermana Mariana y su madre lo son también de un sistema que ha trastocado la escala de valores de las personas en su afán ciego de empoderamiento. Sin embargo, todas estas víctimas lo son también en relación con el uso de las redes sociales, esos medios que construyen la ficción de la cercanía con personas anónimas y distantes, pero que edifican los muros insalvables de la ausencia entre los seres íntimos y cercanos. En este sentido, en Nada nos une, resuena el eco de un lema rancio de protesta de Mayo del 68: “Arriba la comunicación y abajo las telecomunicaciones”.

Desde mi punto de vista, creo que este es el principal logro de la novela a nivel de la historia, ya que Heredia Mimbela no se limita a contar una tragedia familiar, sino que muestra la nefasta normalización de la maquinaria corrupta que detenta el poder para destruir vidas inocentes con absoluta frialdad e impunidad. Si proponemos una analogía entre un novela y una isla, el autor no se contenta con narrar la superficie que las aves marinas cubren de excremento; por el contrario, el autor nos sumerge por debajo de la superficie, nos introduce en el abismo donde habitan los verdaderos monstruos que sostienen la superficie. De esa manera, esta novela contribuye a la tradición de escritores propuestos a develar las entrañas del leviatán de la corrupción en nuestra vida republicana. Nada nos une es una novela de la violencia, pero de una más sofisticada que victimiza desde una lente y una pantalla, y desde la ceguera embrutecida por alcanzar el poder. 

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Datos del libro reseñado:

Lenin Heredia Mimbela

Nada nos une

Buen Puerto, 2025

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*John Valle Araujo (Amazonas, 1976) es Magíster en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se graduó con la tesis titulada “Tres cuentos postergados: narración perturbadora, campo de referencia y cosmovisión del wakcha migrante” (2020). En 2012, ganó el Premio Copé de Ensayo con el trabajo titulado Derroteros de la soledad: El wakcha en el relato andino de tradición oral.