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Poesía vanguardista peruana (Christian Elguera Olortegui)

Dantes (Lenin Pantoja Torres)

El invitado (Giancarlo Stagnaro)

Caín (César López Núñez)

Libro del sol y otros poemas (José Carlos Picón)

Guardián de acantilados. Oleajes pictóricos 1999-2008 (Carlos Morales Falcón)

Paterson city (Giancarlo Stagnaro)

 

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Poética del sol

por José Carlos Picón

 

Josemári Recalde
Libro del sol y otros poemas
Intermezzo Tropical, 2009

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Luis Fernando Chueca y Victoria Guerrero han reeditado, bajo la colección “999 Calorías” del sello Intermezzo Tropical, el Libro del sol de Josemári Recalde (publicado por primera vez en noviembre de 2000 a través del sello Flecha en el azul-Ceapaz, pocos días antes de la trágica y penosa desaparición del poeta). Años después llega este Libro del sol y otros poemas que reproduce íntegro el volumen de la primera edición y recoge algunos textos inéditos y otros aparecidos en revistas y otras publicaciones.

Sin duda, un gesto de esta envergadura no puede sino saludarse con gratitud ya que rescata a una de las voces más interesantes de los 90’s e inicios del 2000, etapa de intensos y drásticos virajes en la poética peruana.

Recalde, poeta insular, desarrolló una variedad impresionante –a pesar de su corta vida- de registros que, por un lado, operaban a través del culteranismo, el trabajo de la palabra acerada, el simbolismo más sugerente, sutil o descarnado; y por otro, el hecho poético que convergía con el signo pergeñado por la intensa experiencia vital a lo largo de los cortos años en que Recalde expandió su performance en distintos espacios y plataformas geográficas y espirituales.

En el Libro del sol Recalde nos presenta sus voces y las inmortaliza en poemas como “Antimediodía”, texto que abre la placa. En él nos plantea una trepidante construcción que recorre la calamidad y el abismo pero también la luz, aquella estancia en la que es posible el autoreconocimiento, la reflexión y la búsqueda del lugar llamado mediodía. Sin embargo, la búsqueda es tortuosa en la que experiencia personal, como diría Luis García Montero, es utilizada de manera libre, cambiado ciudades y disfrazando cuerpos, a través de un proceso de elaboración que acaba transformando los datos históricos en sucesos líricos y el yo biográfico en un personaje literario:

“Esta noche dices que ya no han de venir, que no vienen, sino que salen del olor más hondo de tu cuarto, de ese rincón donde el nocturno animal pasea dando baladros tuertos que no sabes a quiénes convocan”.

Hay una velada intención, sinuosa entre las líneas de este texto, de poner de manifiesto cierta ambigüedad ceñida en la soledad itinerante del poeta-viajero, del poeta-explorador y en la armadura construida a través del poema frente a los influjos de la adversidad del espacio poético no definido, por cierto, sugerido mediante algunos símbolos correspondientes a la imaginería del mar, de la urbe, del recuerdo y de la pesadilla:

“Esta noche tus hilos bajarán como las palomas de Estamos todos bien; el títere se inmergirá en sus lejanías y podrá salir, libremente podrá salir –no podrá mover las piernas, no sabrá-, se habrá cansado de llevarse puesto y apenas llegará, demolamos las paredes, a la playa citada; acodados, fumando, ellos esperarán, íntegros y existentes; pequeño maestro de fuegos artificiales, sus castillos no podrán ser incendiados, las voltarias luces que tanto ama no subirán al cielo, sólo él sobrevolará por unos días las calles, podrá asustar a los niños, que más bien arañarán sus colores, hacer los juegos sobre un empedrado artesanal, ya llegará, las luces están aquí en el mediodía”.

La imagen del mediodía es latente, es una alegoría de la luz y del sol, aquella figura inalcanzable pero que sin embargo, es el objeto de sus cotidianas pesquisas, de sus contradictorios y delirantes actos:

“Yo te sigo, oh mediodía, como el príncipe en su enano planeta, yo te busco entre los ríos de la casa; alguna entrada ha de haber bajo los astros, tú has de venir a dar a todo esto un vistazo, en tu barca de eremita has de parar por ellos. Todo está igual cuando llegas. De pie el mediodía en pijama, el mejor traje, perlas negras de debajo de Ceilán”.

Albert Camus en uno de sus ensayos contenidos en “El mito de Sísifo” sostiene que en un universo privado repentinamente de ilusiones y de luces, el hombre se siente un extranjero. Este destierro, dice, no tiene recurso puesto que está privado de una tierra prometida. Este divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decorado, es propiamente el sentimiento de lo absurdo. Camus llega a la conclusión de que hay un lazo directo entre el sentimiento de concretar un suicidio y la aspiración a la nada. En el poema de Recalde, esta privación de la que se hizo referencia anteriormente somete al poeta a un rol de diletante que padece y busca aquello que aparentemente ubicable, se transfigura en nada, en un estado utópico al margen de su cotidiana y perturbadora búsqueda:

“Llamo.

Los puntos cardinales se retuercen y gritan, en un rincón del baño como un sueño de herrumbres.

Tus cabellos se extienden por kilómetros. Cruzan las tardes que habita el condenado.

Preguntándome yo voy por la calle, en el aire algo de tu aliento buscando”.

***

Luis Fernando Chueca en la presentación de la última edición refiere que toda la poesía de Recalde, es decir sus voces representan un inteligente juego de ecos y reverberaciones que no son nunca meros ejercicios. Asimismo, acota que los poemas de Libro del sol hacen posible asomarse a las exploraciones poco advertidas en trabajo del poeta: la inmersión en las ritualiades amazónicas, la recuperación de experiencias de la infancia, en las que el espacio del hogar es, como otros, una vía de plenitud, y la indagación en imaginerías, lenguajes y sonoridades que pueden verse como guiños al modernismo –e incluso al novomundismo- o como exploraciones neobarrocas.

“Es el verano hermoso de la ciudad
de un sol abrasador que fulgurante rueda
en su viaje protesta
hacia por entre las calles que ya entonces
habrán de camuflarse en la refrescada visión
de una mañana
que acá en américa se prometía;
al igual que antes,
como en los tiempos nuevos de hace medio milenio,
nuestro contemporáneo,
el Sol,
ha perlado dorado de paciencia
mis cabellos de refulgencias hipnotizadas
al compás de los cantos de las cuculíes”.

El hombre, emitió Paul Valery en una conferencia de 1927, ha aprendido a extraer del transcurso del tiempo, a separar de las circunstancias, esas formaciones, esas maravillosas percepciones fortuitas que se habrían perdido sin retorno si el ser ingenioso y sagaz no hubiera acudido a ayudar al ser instantáneo, a prestar el socorro de sus invenciones al yo puramente sensible. Es decir que todas las artes perpetúan un momento de efímera delicia en la incertidumbre de una infinidad de instantes deliciosos.

El trásnsito a la luz que es anhelado en “Antimediodía” es en el poema al que hemos hecho referencia hace un párrafo atrás, continuidad. Transmite, además la concordancia e identificación con una geografía emocional muy concreta:

“Así se prometía siempre el verano en Magdalena.
Con un lavatorio naranja de por medio,
que se auscultaba al árbol, al canto,
a la ignorancia
de la feliz región
en que un niño
allá remontaba la curva de la urbe
emocionado de sol,
emocionado hasta la luz
en que una avenida se eleva como un gran hilo de luz,
la misma avenida que en la imaginación discurre”.

La mención a la ciudad, al barrio clasemediero, a la urbe, no configura una imagen hostil. Tampoco constituye un armazón sobre el que transcurre un cambio dramático ni escenario de violencia. Es la ciudad asociada a sus segmentos asociados a la vida, incluso a la naturaleza la que fluctúa en la puesta en escena de la exploración hacia la luz, “emocionado hasta la luz”. 

***

Por otro lado, tenemos poemas breves de una intensidad peculiar. En gran parte de ellos Recalde hace eco de lo que Hölderlin estableció hace más de un siglo atrás: “la poesía es la fundación del ser por la palabra”. Por ejemplo:

“Ahora que nada
abarrota mi corazón,
ahora que pétreo
                                   perlo de mi pasola dulce tarde
y doro y plateo y refulgencias mil
por ser por intentarlo
humano
            intento
                        llamo
ahora hondo aclamo desde dentro
mi voz abriéndose sobre el serrallo
ahora viene de mí este tan profundo distinguir
las miríadas de instantes,

di, entonces, qué puedes
tú con tus manos de mago
y llama llama sobre nuestra carencia llama”.

En este caso, el poeta, quizás sobrecogido o maniatado ante una situación adversa, ante la angustia, eleva su llamado hacia algo que no se conoce finalmente, pero que podemos intuir se trata de un Ser superior. El poema quiebra la soledad del hombre, diría Roberto Juarroz en Poesía y realidad, le sirve como compañía esencial y lo ayuda a trascender el tenebroso juego de las preguntas y las respuestas.

Como dijo el propio Juarroz, para el poeta, la poesía ocupa el lugar de la oración, la reemplaza y al mismo tiempo la confirma:

“Y estar acá esta vida siempre errante,
de transeúnte o peregrino de paso
por estos lares,
sin ser
dueño del mar ni de los farallones,
no,
sino llegar al Sol tan solamente
sobre mi frágil nave
para mirar de nuevo la sonriente vida”.

***

Leemos también en esta entrega poemas que evocan recuerdos de infancia como en el caso de “Nìspero”:

“Él anuncia la llegada
de la tarde acariciadora
sobre tu frente novata y extasiada;
él es cazado
por rápidas manitas
que descogen el níspero de pelusas
y descartan las zonas putrefactas
en el fondo del jardín
de la casona llena de grandes muebles durísimos de madera;
él se sonsaca las ideas como frutas dispersas en el aire de la tarde,
la tarde que ha venido a contemplar oriental
los únicos momentos de una mirada sin chistar,
la seguridad de una pequeña seguridad”.

En textos como este, Recalde acude a la memoria y deshilvana una serie de detalles que conformaron un paisaje sentimental del que ahora no tiene más que los recuerdos. Son estos los que podrían organizarse junto a la empresa de convocar a la luz para el encuentro final con aquella epifanía que anhela y que no es más que la imposibilidad de asir los refugios, ya lejos, para poder hacer frente a su constante soledad. La poesía no se realiza únicamente con el puro lenguaje y la fluida versificación, dijo A.E. Housman, sino que entraña la presencia de estas de algo que mueva y conmueva de un modo especial y fácil.

En otros poemas como “Correo intercelestial” en el que el poeta se comunica con su difunto padre a través de un texto que emula el formato de una postal, se observa una fuerte raigambre con el pasado hogareño y, además una necesidad comunicativa trascendente de las cosas cotidianas, de la vida, de los sucesos que al escritor lo marcaban.

“¿Dónde estás?, padre mío
¿En qué recodo de qué saudade recogeré tu mirada?
¿Hace cuánto tiempo que tú y yo estamos solos?
Tú en tu mundo de allá, sinigual.
Yo, en el permeado de acá.
Hoy que T. se casa y yo no fui a la boda
Porque no lo veo desde los 10 u 11 años, ¿sabes?
 
Hoy tengo 25 años.
Y estoy solo.
(…)
¿Sabes que conocí la anteiglesia de donde es originario mi abuelo, allá en Vizcaya?”.

***

Otros textos del conjunto dan fe de de los constantes viajes y desplazamientos que el poeta tenìa como una suerte de ejercicio estético. Barrios, arquitectura, países extranjeros, tierras lejanas van configurando una geografía que manifiesta una pertenencia terrenal de Recalde, así como una forma de interrelación estrecha con su entorno.

La deriva situacionista, el desplazamiento creativo está registrado de alguna manera en poemas como “La bella Lima”, “Es el verano hermoso en la ciudad”, “La musa de la poesía (dedicado a Eguren)”, “Setembro”, “Baña todos mis sueños”.

“Yo voy con toda mi constelación,
haciendo brotar pájaros volátiles mi paso,
y entonces resuenan
qué de añejas fragancias.
Yo sé vienen de Eguren,
de Barrancos ignotos
y Chosicas tardas,
vienen de ti, marchitas,
del bussing de terciopelo en la mejilla de plumas (…)

Se fue la juventud callando.
Tan lontano se quda el verde valle.
7’310,000 habitantes o algo más.
Los distritos de clase media de Comas o de Villa El Salvador.
Tus amigos aguarunas de Las Flores, en San Juan de Lurigancho.
La cultura chorrillano-chalaco-surquillo-victoriana”.
(“La bella Lima”)

***
Finalmente, contamos con los poemas cuyos insumos fueron la experiencia de Recalde en la Selva peruana, su acercamiento a la ritualística en esta región y la expansión de la conciencia a través del ayahuasca, y posteriormente, unos textos que se podrían enmarcar en una conciencia mística y espiritual que expande en vida mediante los versos aquí presentados.

En “Lluvia”, por ejemplo, ejecuta como ejercicio el desarrollo de un poema a la manera del científico social, explorador, escritor, especialista en lenguas amazónicas, Thomas Büttner, quien escribía las impresiones de sus viajes por el Amazonas en cuadernos con un lenguaje sumamente sugerente:

“Yarinacocha, 16 de octubre de 1998.

De pronto hubo
pura lluvia en el ambiente.

Este es mi primer poema de la selva,
que hago a imitación de T. Büttner
en lo de la mezcla de géneros en el cuaderno de viaje.   

(…)

Yo quisiera dar vida a esta canción
(otra vez Eguren)
y depositarme en esta cabaña
como en una red de vida
que no estuviera vacía.

(…)

Julio César, un pintor cuzqueño que ha vivido en París,
Me dice que está “icarado” por “la Yarinacocha”.

(…)

Yarinacocha, 17 de octubre de 1998.

Es un poco triste que se termine el día,
Que la tarde llegue a su tarde.

Es un poco triste para el viajante.

(…)
Pero al día siguiente…
himnos aparecerán”.

Ya como parte de un registro poético de la experiencia del ritual se puede revisar “Hombre Lluvia”:

“El agua era clara
                                                           elegantes árboles
y esta lluvia te lleva a la Amazonia por entre
cuya frescura te hace a ti en suspiros que te vas,
eres el mago que interpreta el tiempo”.

De otro lado, el grupo de letanías que incluye el conocidísimo poema “Sermonem ad mortuos” y finalizan la edición de Flecha en azul del 2000, fue motivo de diversas exégesis en torno de trágico final del poeta:

“Al final de los mitos,
cuando todo se halla evaído,
encontraremos quién sabe una luz,
no no quiero
pertenecer más a la realidad verdadera
ni a la falsa,
por eso incendio mi cuerpo”.

***

El volumen cierra con los bonus tracks “Otros poemas” que incluyen diversos poemas inéditos y varios publicados en revistas. Se deduce que, por nota del editor, varios de estos textos podrían haber sido modificados drásticamente de estar vivo Recalde pues, como señala Chueca, era muy meticuloso, revisando los textos incluso segundos antes de que el libro se vaya a imprenta. Sin embargo, se escogieron algunos de entre varios manuscritos, mecanoscritos y viejos archivos electrónicos publicándose tal y como se encontraron.

Estos muestran la gran variedad de estilos que Recalde desarrolló en su constante búsqueda poética y creativa, correspondencia que podría establecerse también con la constante fluctuación de los estados anímicos del poeta.

Uno de los textos de este grupo que llama la atenció es “Scrabble”, una suerte de prosa poética:

“Desde niño recuerdo a mi familia congregada en torno de la paz irrompible del scrabble. Sí recuerdo el momento. Recordar. Evadirse del presente. Recordar, simplemente.

Las fichas del scrabble de mi madre eran marrones y tenues. Hasta hoy lo siguen siendo, pese a que ahora algunas se han extraviado”.

Asimismo, las composiciones que incluyen en el texto vocablos de dialectos amazónicos como “Wámpach” y “Cusma Shipiba”.
           

Sin duda este joven poeta quien lamentablemente partió antes de tiempo tenía toda una obra, un legado por ser escrito. Sin embargo, la reedición de Libro del sol y la inclusión de otros poemas, lo rescatan del olvido, poniéndolo ya, entre las voces más interesantes e insulares de nuestra poética.

 

 

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