(arte
poética)
la mueca aún tatuada en el hueco de papel
el exorcismo
el lenguaje súcubo
manos rotas
el vuelo del insecto
el aterrizaje en medio aire
una camisa de fuerza
una frase desmembrada
un pie mordiendo el borde del abismo
en caída libre
el
sexo culpable en la raíz del árbol
el hijo del reflejo
la ceremonia enmascarada para nadie
planeta infierno
ojo anónimo
constelaciones de ceniza
y un objeto al alcance de la mano
y un objeto para nuestra locura portátil
y un objeto para atrincherarse en la batalla
un objeto nada más
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(sacrificio)
"el
amor-hecatombe"
César
Moro
dos cuerpos abiertos
de seres que se aman con violencia
se revuelven en un pozo granate
rodeado de vacío
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(darklands)
"I feel like I could die
by the river of disease"
JAMC
el
bosque absorbe la forma de mis manos
en una caja de metal escondo
todas estas metamorfosis incoloras
la mutación infinita de mi cuerpo
en un objeto filudo
al borde de mi boca abierta
-la madriguera del caos-
el río no lava la memoria
el río es la enfermedad de la memoria
el agua moja la piel los ojos vigilantes
que cuidan las paredes del laberinto que me rodea
los límites de mi dominio
han desollado piedras de ácido
en esta tierra oscura como un cine
de imágenes enmascaradas en un juego de luz
y vacío
mis ojos crecen
la mano posee el horizonte
y la marea se agita como un mamífero a la deriva
el viaje acaba nunca el viaje
es el doble del alma el desierto otro
que rasga una cuerda de miedo
como una cicatriz en el ombligo de mi madre
la lucha disuelve el polvo
las armas brillan en mi espalda
y las balas perforan mi identidad
en el campo minado del ojo
del nombre o la memoria
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(homecoming)
las
manos pegadas
a la puerta que no abre
la habitación trasera en llamas
la silueta en el umbral
y un gato erizado que arroja
un ovillo de piel
cubierto de saliva
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Opuestos
una
mujer desnuda mira el bulbo
del árbol de la vida
sobre los pastizales
como un pez fuera del acuario
un hombre piensa en su sexo
imagina el ardor de una gran hoja de parra
en la espiral del mundo
en el jardín
los higos se pudren más acá del horizonte
en el cementerio nadie muere todavía
(sin embargo la ciudad tiene olor a crematorio)
la mujer repta hacia el mercado bajo las murallas del
templo
regresa a casa con una urna de sol entre los muslos
como sonámbulos
el hombre y la mujer
devoran el corazón de una fruta prohibida
a contraluz
ellos hacen el amor como las bestias
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Resurrección
guardo
entre mis objetos personales
los clavos que dejó en mi lecho
el resucitado
el
madero crucifica la pared vacía
ante la vela oval
te asombras por las sandalias de cuero
por la mochila de piel
por la osamenta de hombre o lagarto
y yo que no sé del misterio de la carne
sólo puedo mirar la reja abierta
los tres clavos de sangre clavados
en el horizonte de mis ojos de hierro
antes
de la cena escuchamos lejanas voces
ecos de ancianos que abandonaban su querencia
para irse a clamar el caos al desierto
(cuentan los niños desnudos de la plaza
que a las tres de la tarde
bajo un sol carnicero
una silueta humana desolló las aves de la iglesia
vistiéndose de cuerpo con despojos recogidos
en el cementerio animal)
toda
sacralidad es un acto de locura
ahora
yacemos en esta cama de estacas
esperando un cadáver que llega nunca
un cadáver que según falsos testimonios
escupe en la mudez de su boca divina
palabras de humo
en el corazón de sus muertos
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Historia
apócrifa de Magdalena
magdalena
solía cortar cabezas de vacuno en un redil
iluminado por el heno
a medianoche lavaba su sexo de tarántula
con el agua fresca de alguna supernova
yo la veía internarse en un cuartucho sin puertas
y con escamas de corvina en las paredes exteriores
aquel recinto era su privilegio del amor
la terrible figuración de la presencia
ante la cual ella no era más que un cuerpo
un costal vacío que se colma
bajo las sombras múltiples de pájaros
perversos
magdalena resurgía voraz entre los nubarrones
del diluvio
azotaba animales adheridos a su piel
como una costra del abandono
yo era sólo un ojo oculto entre la hierba
un testigo indecoroso que gozaba masturbarse
con la mano falsa del profeta o del orate
confieso que nunca escribí nada acerca de mis
visiones
en la celda de magdalena
tal vez alguien propague relatos acerca de su indecencia
y mi silencio historias en las que no me reconozco
porque la sangre no ha de habitar entre papeles moribundos
(toda belleza o todo dolor son del cuerpo
y en él duermen o vigilan)
tampoco queda memoria de la noche en que me atreví
a adentrarme en su abismo
en su aluvión desnudo como un árbol de
vidrio
que cobija una colmena de cabezas trepanadas
a destiempo
tampoco mi voz para decir que ella se redimió
fornicando
la carne sacra del cordero
magdalena sólo existió para mi placer
placer enfermizo que me hace hablar en lengua de difuntos
que me entierra animal bajo el incienso
de su cabaña luminosa
a mí
víctima o cadáver de su inocencia
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Ars
amandi
"Men
against their reason
speak of love, sometimes,
when they are old"
William
Carlos Williams
las
palabras viperinas no hablan de amor
hablan de oruga-sexo
de lengua-esfinge
o del macho cabrío que se corta la pezuña
galopando
entre tus muslos de bengala
no vienes esta noche
no vienes con el humo fabuloso de tu cabellera
a posarte sobre mi copa
mas no temo la mueca que finge una sonrisa
pues estás bajo el foso de colmillos de mi estancia
allí puedo despedazarte
o desmembrarnos
contra
natura
puedo
habitar el ciclo cósmico del cielo
raso de mi cueva o el aroma acre del cemento
bebo café aspiro el polvo blanco de los dioses
-me otorgan el poder de los pedregales-
me lamo alguna vértebra olvidada
en el terral propiciatorio de tus ojos
y escribo
escupo este poema absurdo porque nadie perdona
a los herederos del miedo
porque nadie alza el brazo o la cervical hacia ti mismo
desde ti misma
mi pequeña carnada de culebra
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Visión
del destierro
No
nombro esta ciudadela de espejos.
Un aguacero mitifica el lomo
de la lagartija
sobre la tierra caníbal.
En
el árbol incestuoso de la madre
yace en muñones el hijo mentido:
-ALos vi cabalgar laguna abajo
entre los lirios y los excrementos.@
Ahora se alza sobre sus cuatro cascos,
expulsa un vocablo
envuelto en espinas de hierba;
su paladar marchito,
el oráculo de su boca abierta al caos.
No
nombro la convulsión de ese cuerpo
en medio de los manzanales.
Ya gime, repta, eyacula
alaridos hacia la sombra de la hembra:
matriz dual de su carne mutilada.
Después
inflama todo centro.
Al huracán del alba,
nadie niega el horizonte de su grito.
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Madre
La
voz que habla bajo los ventanales
no pertenece al árbol de la amnesia.
Ya no buscarse en caretas de polvo
porque el vacío es un ojo rasgando
la madura ceniza de la piedra.
Y
no clames al desollar insectos
en el estuario de la madrugada,
o al ver que desfiguran tu boca
en un gesto de saliva y veneno.
El
horizonte es una mano acuática,
un silencio de ombligos devorados,
la arenisca para secar raíces
en la corteza de lo no vivido.
Es
turbio el graznido de los pájaros
en mi oreja de mimbre. Ya no busques,
caminando de espaldas a tu frente,
el hijo que procrea la inconciencia,
la anulación del agua o tu sexo.
©
Chrystian
Zegarra,
2005
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