1
Debe ser que cuando uno espera el momento —sospecho, en realidad, no lo sé—,
Siempre se va
Como hacia las cuerdas, como flojo boxeador
Borracho disidente involuntario
O demora más de la cuenta en barrer unos cuantos papeles del piso
Nadie tiene una respuesta exacta a esta forma irremediable de asesinarse
Brillantemente
Como manzanas de verano
En el paradero, sentado en la banca a punto de caerse
Comienzo a observar el latón del techo,
Cómo muestra verdoso el óxido y algunos graffitis de escolares pandilleros
E inicio un conteo que empieza en el año en que nace mi impureza
En el año que emerjo de la luz para convertirme en efervescente esputo del
cosmos
2
Era el centro de la casa donde yo habitualmente
Gritaba
& desprendía de las paredes el papel tapiz, las costras de pintura
Porque la ira se lamentaba cada vez que caía por los muebles, de mí lejos
Tenía que estar junto a la locura durante el tiempo en que sacudía el amor de todos los padres & las mujeres que daban todo de sí
Pero la agonía tiene un grito superior & es macabra
No bastaban las tardes limpias ni las sonrisas de los niños que pueblan todo lo largo del día
No bastaba el calor de la cocina
Mi vocación destructiva iba surgiendo en espiral arrancando de las multitudes cuerpos destrozados, explosiones de tierra & sangre
Todo tipo de oscilaciones
No supe gritar bien
No supe amar & encendí una llama inextinguible
De los vestigios de las arquitecturas emergía como un reflejo mi fantasma, como una masa de metales retorcidos, pelos & brea, mi desesperación
Aparentemente nadie hacía caso a mis ondulaciones ni a los matices que enrojecen a las mañanas cuando uno despierta acogotado por verdugos de hueso sin ropas
Por ello convertí todo en una hecatombe, para ejercer el poderío del silencio & de la muerte a través de mis extremidades que iban fracturándose & rasgándose, hasta quedar en filamentos de negrura, de enfermedad, nervio hondo de magulladuras en las entrañas de la Virgen
Una decisión se toma como una copa de pisco, se toma como a una mujer que ha perdido la dignidad, una decisión, en lo alto de los edificios, en el borde de un puente, enfrente de un vaso de bebida & veneno,
Sin embargo, no se puede permitir que los abisales ecos de un cuerpo avinagrado, su alarido, sus hebras de músculo, las llagas, arraiguen en los sitios amados, en los rostros
—eso es prácticamente imposible—
Lamento tener que decir que lo que hoy bulle —moho en pedazos de pan— es carne que desciende de las espigas confundidas, de los sueños, de los disparos cuando rugen las violencias, de los espejos velados de mi madre, del oscuro deseo de ser comprendido, de las laceraciones en un monte por la salvación de los sinsentidos
Veo por la ventana & escucho música, no me queda mucho más
& era el centro del hogar el permitido para las piruetas —que ahora gozan de un entierro apoteósico en las lápidas en un bosque de olivos—
& era el centro el que recogía los quejidos de todos los animales atropellados, de los bultos de ropa de los enloquecidos en la esquina, del bizcocho duro junto a la taza de latón en una ventana de hospicio
Tomé una decisión errada, tomé muchas pastillas
Las campanas predecían un vuelo no necesariamente sonoro, mas sí despistado, lleno de plumas que van cayendo lentamente en la hierba del parque, hace muchos años ya, como cae de los brazos de una madre agonizante, un niño
& así por la desdicha la tarde está de duelo porque ha muerto una noche, ha muerto blanquecino sin ser recordado por las calles, un verdadero hombre que no quiso reconocer su voz
No hay piedad ni conmiseración para este ser, por eso, acuéstome sobre la gamuza oyendo mi propio latir, contando la savia de mi vida, la desaparición casi instantánea de esperanza, el sabor amargo de saberme vivo pero muerto, la oculta música desde los suelos que entre sus compuestos fermentan la piel, corazones & esqueletos de las aves
3
Mírame debajo de esa ventana como un vidrio roto que no llama la atención de nadie —mírame por fin como si en verdad tuviera la vida que me otorga el brillo de aquella lágrima—
El llamado es prolongado
E incesante como una rama que es arrancada por una fuerza terriblemente
Desconocida
Bueno,
La idea no va por ahí
Tan solo busco reunir el por qué me encuentro esperando algo que jamás vendrá y que ocupa junto a los boletos de la combi una parte importante de mis bolsillos
Y de mi corazón —lo peor—
Hasta ahora he pintado algunas bancas con un nombre que es sonoro pero no se si es tu nombre
En realidad sí quiero que me mires, pero con la firmeza con que se besan dos hojas que caen en un pavimento descascarado
Pero dónde estás
Esta sopa ya tiene muchas costras de grasa, la he dejado enfriar, mejor me voy…
Algo gimotea en la palma de mis manos y es aquella canción de Bob Dylan que jamás escuchamos
Gimotea porque es vibración pero no es la fuerza
La fuerza está viniendo del fondo de la calle y no tiene nombre
Solo se bifurca y hiere los ojos, aprisiona el pecho, lo lanza de un lado a
Otro
Lo destruye
Y aquí en mi océano de cosas sin resolver, nuevamente
Llamo a cualquier lado
En un grito espantoso
en una lenta fila de augurios que no tienen interpretación
4
Si me precipito es posible que la marea pueda aún estallar en mi boca
Como dulce de leche o caramelo
Sin embargo, durante el rodaje de ésta, mi película aleatoria, estiro todas las cuerdas del espíritu
Y veo cómo se cristaliza mi alma en golpes escupitajos y tragos
Pero no se olviden,
De alguna manera mi puesto de vigía solitario sobre el torreón del cerro de cementerio tiene una correspondencia
—la misma que renace en el estallido lúbrico durante el nacimiento de un nuevo
ser—
y es importante, además de sacudir los cabellos cuando el sol se oculta debajo de las mesas, es importante,
estremecerse con la batalla campal entre una paloma y sus congéneres
ir más allá, a lo lejos, como entre aquellos árboles en los que se sumergen algunos eremitas
puede ser una actitud
una actitud de luz pero jamás de sombra
“no sé si me dejo entender”
la luz tanto como la sombra cumplen un rol, un rol que bien configurado establece un equilibrio
¿qué tiene que ver eso con poesía?
Bueno,
al final de cuentas,
el humo de todos los cigarros vale aún más que el llanto sumido de las
estrías interiores, del divino juego, de la estridencia de lo concreto.
© José Carlos Picón, 2008 |