Es
1980 un año clave en la historia de la república
peruana, pues dos hechos de suma importancia se dan
cita en tal fecha. Por un lado, la llegada de la democracia
formal con la asunción al poder del neoliberal
Fernando Belaúnde Terry (1980-1985) luego de
doce años de dictadura militar, con la consiguiente
apertura de los mercados de importación y la
entrada inicial de la globalización económica
en el Perú. Por el otro, el inicio de las acciones
armadas de Sendero Luminoso, que dio origen a una
espiral de violencia (y su correspondiente "guerra
sucia"), cuyo saldo se calcula en unos 70,000
muertos y desaparecidos; espiral que tuvo su clímax
en 1992, año de la captura del líder
senderista Abimael Guzmán (1).
Precisamente,
en esta época (1980-1992) queremos enmarcar
el presente trabajo. Al inicio de la misma hacen su
aparición tres jóvenes poetas: Raúl
Mendizábal (Piura, 1956), Eduardo Chirinos
(Lima, 1960) y José Antonio Mazzotti (Lima,
1961), quienes se harían llamar como los "tres
tristes tigres". Fue bajo este apelativo que
codirigieron desde los claustros de la Universidad
Católica, en Lima, donde eran estudiantes de
literatura, los dos números de la revista de
poesía Trompa de Eustaquio (setiembre
1980 y abril 1981), que acogió en sus páginas
la novísima producción poética
limeña
(2).
Lo
que desarrollaremos aquí es el análisis
del poema "Pucayacu" de Mendizábal,
nombre de una quebrada en la provincia de Huanta,
departamento de Huancavelica, donde en agosto de 1984
se hallaron fosas clandestinas con cincuenta cadáveres
de campesinos asesinados por las Fuerzas Armadas.
En este texto se hace evidente que como intelectual,
como individuo y como ciudadano, Mendizábal
no está de acuerdo con los principios que rigen
su sociedad; sin embargo tampoco puede dejar de formar
parte de ella. En ese sentido, expresa básicamente
un malestar que se percibe en cierto carácter
testimonial del poema
(3); de donde se desprende
a su vez una solidaridad con el Otro, la parte del
"nos-otros" que ha quedado relegada fuera
de la totalidad nacional. Conviene recordar una definición
sencilla y práctica como la dada en un ensayo
temprano por Mazzotti, quien define al Otro como
"todo tipo de sujeto social y de discurso que,
sin reproducir una tradición literaria de estirpe
occidental (léase dominante), es incluido en
ella en razón de su alteridad, cualquiera
que sea el punto de vista desde el cual se la asuma,
refiera o incorpore como materialidad verbal, o que,
simplemente (tal es el caso más frecuente),
es excluido en razón de esa misma alteridad"
(1989: 11). Sólo
un año antes, Rolena Adorno había puntualizado
que "Todorov [fue quien] planteó la cuestión
del otro, aunque no la haya resuelto" (19) (4).
No obstante, Jürgen Habermas, en su libro La
inclusión del otro, da la siguiente opinión
que bien nos puede ser útil como pauta de trabajo:
El
igual respeto de cada cual no comprende al
similar, sino que abarca a la persona del otro o
de los otros en su alteridad. Y ese solidario hacerse
responsable del otro como uno de nosotros
se refiere al flexible "nosotros" de una
comunidad que se opone a todo lo sustancial y que
amplía cada vez más sus porosos límites.
[...] Inclusión no significa aquí
incorporación en lo propio y exclusión
en lo ajeno. La "inclusión del otro"
indica, más bien, que los límites
de la comunidad están abiertos para todos,
y precisamente también para aquellos que
son extraños para los otros y quieren continuar
siendo extraños (23-4).
El
poema de Mendizábal expresa una denuncia, sobre
todo dirigida al poder y al Estado como sujeto de
acción dentro de este proceso (5).
La propuesta de Habermas nos lleva a pensar respecto
a cuál es la ubicación de este poeta
problemáticamente en su propia clase. Y es
que la propuesta escritural de Mendizábal es
acorde a una práctica contra-hegemónica,
atendiendo al concepto de hegemonía dado por
Gramsci y al que Terry Eagleton caracteriza como "la
variedad de estrategias políticas por medio
de las cuales el poder dominante obtiene el consentimiento
a su dominio de aquellos a los que domina"
(153). Según Gramsci,
en palabras de Eagleton, ganar hegemonía significa
"establecer pautas morales,
sociales e intelectuales en la vida social para difundir
su propia 'concepción del mundo' en todo el
entramado de la sociedad, equiparando así sus
propios intereses con los de la sociedad en su conjunto"
(ibidem) (6).
Hay que tener en cuenta también que el "poder
discursivo" (Lienhard) de los poemas es bastante
restringido tratándose de un espacio de circulación
como el de la literatura, y al interior de una sociedad
que desoye o silencia el tipo de historias que refieren.
Recordemos, además, que el área de discusión
de la poesía no suele exceder los dominios
de la "ciudad letrada" (Rama). A continuación,
leamos el poema:
poema
"Pucayacu" 
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